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Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

III

Lo mas importante era que Lujine no habia podido prever semejante desenlace. Sus jactancias se debian a que en ningun momento se habia imaginado que dos mujeres solas y pobres pudieran desprenderse de su dominio. Este convencimiento estaba reforzado por su vanidad y por una ciega confianza en si mismo. Piotr Petrovitch, salido de la nada, habia adquirido la costumbre casi enfermiza de admirarse a si mismo profundamente. Tenia una alta opinion de su inteligencia, de su capacidad, y, a veces, cuando estaba solo, llegaba incluso a admirar su propia cara en un espejo. Pero lo que mas queria en el mundo era su dinero, adquirido por su trabajo y tambien por otros medios. A su juicio, esta fortuna le colocaba en un plano de igualdad con todas las personas superiores a el. Habia sido sincero al recordar amargamente a Dunia que habia pedido su mano a pesar de los rumores desfavorables que circulaban sobre ella. Y al pensar en lo ocurrido sentia una profunda indignacion por lo que calificaba mentalmente de "negra ingratitud. Sin embargo, cuando contrajo el compromiso estaba completamente seguro de que aquellos rumores eran absurdos y calumniosos, pues ya los habia desmentido publicamente Marfa Petrovna, eso sin contar con que hacia tiempo que el vecindario, en su mayoria, habia rehabilitado a Dunia. Lujine no habria negado que sabia todo esto en el momento de contraer el compromiso matrimonial, pero, aun asi, seguia considerando como un acto heroico la decision de elevar a Dunia hasta el. Cuando entro, dias antes, en el aposento de Raskolnikof, lo hizo como un bienhechor dispuesto a recoger los frutos de su magnanimidad y esperando oir las palabras mas dulces y aduladoras. Huelga decir que ahora bajaba la escalera con la sensacion de hombre ofendido e incomprendido.

Dunia le parecia ya algo indispensable para su vida y no podia admitir la idea de renunciar a ella. Hacia ya mucho tiempo, anos, que sonaba voluptuosamente con el matrimonio, pero se limitaba a reunir dinero y esperar. Su ideal, en el que pensaba con secreta delicia, era una muchacha pura y pobre (la pobreza era un requisito indispensable), bonita, instruida y noble, que conociera los contratiempos de una vida dificil, pues la practica del sufrimiento la llevaria a renunciar a su voluntad ante el; y le miraria durante toda su vida como a un salvador, le veneraria, se someteria a el, le admiraria, veria en el el unico hombre. ?Que deliciosas escenas concebia su imaginacion en las horas de asueto sobre este anhelo aureolado de voluptuosidad! Y al fin vio que el sueno acariciado durante tantos anos estaba a punto de realizarse. La belleza y la educacion de Avdotia Romanovna le habian cautivado, y la dificil situacion en que se hallaba habia colmado sus ilusiones. Dunia incluso rebasaba el limite de lo que el habia sonado. Veia en ella una muchacha altiva, noble, energica, incluso mas culta que el (lo reconocia), y esta criatura iba a profesarle un reconocimiento de esclava, profundo, eterno, por su acto heroico; iba a rendirle una veneracion apasionada, y el ejerceria sobre ella un dominio absoluto y sin limites... Precisamente poco antes de pedir la mano de Dunia habia decidido ampliar sus actividades, trasladandose a un campo de accion mas vasto, y asi poder ir introduciendose poco a poco en un mundo superior, cosa que ambicionaba apasionadamente desde hacia largo tiempo. En una palabra, habia decidido probar suerte en Petersburgo. Sabia que las mujeres pueden ser una ayuda para conseguir muchas cosas. El encanto de una esposa adorable, culta y virtuosa al mismo tiempo podia adornar su vida maravillosamente, atraerle simpatias, crearle una especie de aureola... Y todo esto se habia venido abajo. Aquella ruptura, tan inesperada como espantosa, le habia producido el efecto de un rayo. Le parecia algo absurdo, una broma monstruosa. El no habia tenido tiempo para decir lo que queria; solo habia podido alardear un poco. Primero no habia tomado la cosa en serio, despues se habia dejado llevar de su indignacion, y todo habia terminado en una gran ruptura. Amaba ya a Dunia a su modo, la gobernaba y la dominaba en su imaginacion, y, de improviso... No, era preciso poner remedio al mal, conseguir un arreglo al mismo dia siguiente y, sobre todo, aniquilar a aquel jovenzuelo, a aquel granuja que habia sido el causante del mal. Penso tambien, involuntariamente y con una especie de excitacion enfermiza, en Rasumikhine, pero la inquietud que este le produjo fue pasajera.

-?Compararme con semejante individuo...!

Al que mas temia era a Svidrigailof... En resumidas cuentas, que tenia en perspectiva no pocas preocupaciones.

-No, he sido yo la principal culpable -decia Dunia, acariciando a su madre-. Me deje tentar por su dinero, pero yo te juro, Rodia, que no creia que pudiera ser tan indigno. Si lo hubiese sabido, jamas me habria dejado tentar. No me lo reproches, Rodia.

-?Dios nos ha librado de el, Dios nos ha librado de el! -murmuro Pulqueria Alejandrovna, casi inconscientemente. Parecia no darse bien cuenta de lo que acababa de suceder.

Todos estaban contentos, y cinco minutos despues charlaban entre risas. Solo Dunetchka palidecia a veces, frunciendo las cejas, ante el recuerdo de la escena que se acababa de desarrollar. Pulqueria Alejandrovna no podia imaginarse que se sintiera feliz por una ruptura que aquella misma manana le parecia una desgracia horrible. Rasumikhine estaba encantado; no osaba manifestar su alegria, pero temblaba febrilmente como si le hubieran quitado de encima un gran peso. Ahora era muy dueno de entregarse por entero a las dos mujeres, de servirlas... Ademas, sabia Dios lo que podria suceder... Sin embargo, rechazaba, acobardado, estos pensamientos y temia dar libre curso a su imaginacion. Raskolnikof era el unico que permanecia impasible, distraido, incluso un tanto hurano. El, que tanto habia insistido en la ruptura con Lujine, ahora que se habia producido, parecia menos interesado en el asunto que los demas. Dunia no pudo menos de creer que seguia disgustado con ella, y Pulqueria Alejandrovna lo miraba con inquietud.

-?Que tienes que decirnos de parte de Svidrigailof? -le pregunto Dunia.

-?Eso, eso! -exclamo Pulqueria Alejandrovna.

Raskolnikof levanto la cabeza.

-Esta empenado en regalarte diez mil rublos y desea verte una vez estando yo presente.

-?Verla? ?De ningun modo! -exclamo Pulqueria Alejandrovna-. ?Ademas, tiene la osadia de ofrecerle dinero!

Entonces Raskolnikof refirio (secamente, por cierto) su dialogo con Svidrigailof, omitiendo todo lo relacionado con las apariciones de Marfa Petrovna, a fin de no ser demasiado prolijo. Le molestaba profundamente hablar mas de lo indispensable.

-?Y tu que le has contestado? -pregunto Dunia.

-Yo he empezado por negarme a decirte nada de parte suya, y entonces el me ha dicho que se las arreglaria, fuera como fuera, para tener una entrevista contigo. Me ha asegurado que su pasion por ti fue una ilusion pasajera y que ahora no le inspiras nada que se parezca al amor. No quiere que te cases con Lujine. En general, hablaba de un modo confuso y contradictorio.

-?Y tu que opinas, Rodia? ?Que efecto te ha producido?

-Os confieso que no lo acabo de entender. Te ofrece diez mil rublos, y dice que no es rico. Afirma que esta a punto de emprender un viaje, y al cabo de diez minutos se olvida de ello... De pronto me ha dicho que se quiere casar y que le buscan una novia... Sin duda, persigue algun fin, un fin indigno seguramente. Sin embargo, yo creo que no se habria conducido tan ingenuamente si hubiera abrigado algun mal proposito contra ti... Yo, desde luego, he rechazado categoricamente ese dinero en nombre tuyo. En una palabra, ese hombre me ha producido una impresion extrana, e incluso me ha parecido que presentaba sintomas de locura... Pero acaso sea una falsa apreciacion mia, o tal vez se trate de una simple ficcion. La muerte de Marfa Petrovna debe de haberle trastornado profundamente.

-?Que Dios la tenga en la gloria! -exclamo Pulqueria Alejandrovna-. Siempre la tendre presente en mis oraciones. ?Que habria sido de nosotras, Dunia, sin esos tres mil rublos? ?Dios mio, no puedo menos de creer que el cielo nos los envia! Pues has de saber, Rodia, que todo el dinero que nos queda son tres rublos, y que pensabamos empenar el reloj de Dunia para no pedirle dinero a el antes de que nos lo ofreciera.

Dunia parecia trastornada por la proposicion de Svidrigailof. Estaba pensativa.

-Algun mal proposito abriga contra mi -murmuro, como si hablara consigo misma y con un leve estremecimiento.

Raskolnikof advirtio este temor excesivo.

-Creo que tendre ocasion de volverle a ver -dijo a su hermana.

-?Lo vigilaremos! -exclamo energicamente Rasumikhine-. ?Me comprometo a descubrir sus huellas! No le perdere de vista. Cuento con el permiso de Rodia. Hace poco me ha dicho: "Vela por mi hermana." ?Me lo permite usted, Avdotia Romanovna?

Dunia le sonrio y le tendio la mano, pero su semblante seguia velado por la preocupacion. Pulqueria Alejandrovna le miro timidamente, pero no intranquila, pues pensaba en los tres mil rublos.

Un cuarto de hora despues se habia entablado una animada conversacion. Incluso Raskolnikof, aunque sin abrir la boca, escuchaba con atencion lo que decia Rasumikhine, que era el que llevaba la voz cantante.

-?Por que han de regresar ustedes al pueblo? -exclamo el estudiante, dejandose llevar de buen grado del entusiasmo que se habia apoderado de el-. ?Que haran ustedes en ese villorrio? Deben ustedes permanecer aqui todos juntos, pues son indispensables el uno al otro, no me lo negaran. Por lo menos, deben quedarse aqui una temporada. En lo que a mi concierne, acepteme como amigo y como socio y les aseguro que montaremos un negocio excelente. Escuchenme: voy a exponerles mi proyecto con todo detalle. Es una idea que se me ha ocurrido esta manana, cuando nada habia sucedido todavia. Se trata de lo siguiente: yo tengo un tio (que ya les presentare y que es un viejo tan simpatico como respetable) que tiene un capital de mil rublos y vive de una pension que le basta para cubrir sus necesidades. Desde hace dos anos no cesa de insistir en que yo acepte sus mil rublos como prestamo con el seis por ciento de interes. Esto es un truco: lo que el desea es ayudarme. El ano pasado yo no necesitaba dinero, pero este ano voy a aceptar el prestamo. A estos mil rublos anaden ustedes mil de los suyos, y ya tenemos para empezar. Bueno, ya somos socios. ?Que hacemos ahora?

Rasumikhine empezo acto seguido a exponer su proyecto. Se extendio en explicaciones sobre el hecho de que la mayoria de los libreros y editores no conocian su oficio y por eso hacian malos negocios, y anadio que editando buenas obras se podia no solo cubrir gastos, sino obtener beneficios. Ser editor constituia el sueno dorado de Rasumikhine, que llevaba dos anos trabajando para casas editoriales y conocia tres idiomas, aunque seis dias atras habia dicho a Raskolnikof que no sabia aleman, simple pretexto para que su amigo aceptara la mitad de una traduccion y, con ella, los tres rublos de anticipo que le correspondian. Raskolnikof no se habia dejado enganar.

-?Por que despreciar un buen negocio -exclamo Rasumikhine con creciente entusiasmo-, teniendo el elemento principal para ponerlo en practica, es decir, el dinero? Sin duda tendremos que trabajar de firme, pero trabajaremos. Trabajara usted Avdotia Romanovna; trabajara su hermano y trabajare yo. Hay libros que pueden producir buenas ganancias. Nosotros tenemos la ventaja de que sabemos lo que se debe traducir. Seremos traductores, editores y aprendices a la vez. Yo puedo ser util a la sociedad porque tengo experiencia en cuestiones de libros. Hace dos anos que ruedo por las editoriales, y conozco lo esencial del negocio. No es nada del otro mundo, creanme. ?Por que no aprovechar esta ocasion? Yo podria indicar a los editores dos o tres libros extranjeros que producirian cien rublos cada uno, y se de otro cuyo titulo no daria por menos de quinientos rublos. A lo mejor aun vacilarian esos imbeciles. Respecto a la parte administrativa del negocio (papel, impresion, venta...), dejenla en mi mano, pues es cosa que conozco bien. Empezaremos por poco e iremos ampliando el negocio gradualmente. Desde luego, ganaremos lo suficiente para vivir.

Los ojos de Dunia brillaban.

-Su proposicion me parece muy bien, Dmitri Prokofitch. -Yo, como es natural -dijo Pulqueria Alejandrovna-, no entiendo nada de eso. Tal vez sea un buen negocio. Lo cierto es que el asunto me sorprende por lo inesperado. Respecto a nuestra marcha, solo puedo decirle que nos vemos obligadas a permanecer aqui algun tiempo.

Y al decir esto ultimo dirigio una mirada a Rodia.

-?Tu que opinas? -pregunto Dunia a su hermano.

-A mi me parece una excelente idea. Naturalmente, no puede improvisarse un gran negocio editorial, pero si publicar algunos volumenes de exito seguro. Yo conozco una obra que indudablemente se venderia. En cuanto a la capacidad de Rasumikhine, podeis estar tranquilas, pues conoce bien el negocio... Ademas, teneis tiempo de sobra para estudiar el asunto.

-?Hurra! -grito Rasumikhine-. Y ahora escuchen. En este mismo edificio hay un local independiente que pertenece al mismo propietario. Esta amueblado, tiene tres habitaciones pequenas y no es caro. Yo me encargare de empenarles el reloj manana para que tengan dinero. Todo se arreglara. Lo importante es que puedan ustedes vivir los tres juntos. Asi tendran a Rodia cerca de ustedes... Pero oye, ?adonde vas?

-?Por que te marchas, Rodia? -pregunto Pulqueria Alejandrovna con evidente inquietud.

?Y en este momento! -le reprocho Rasumikhine.

Dunia miraba a su hermano con una sorpresa llena de desconfianza. El, con la gorra en la mano, se disponia a marcharse.

-?Cualquiera diria que nos vamos a separar para siempre! -exclamo en un tono extrano-. No me enterreis tan pronto.

Y sonrio, pero ?que sonrisa aquella!

-Sin embargo -dijo distraidamente-, ?quien sabe si sera la ultima vez que nos vemos!

Habia dicho esto contra su voluntad, como reflexionando en voz alta.

-Pero ?que te pasa, Rodia? -pregunto ansiosamente su madre.

-?Donde vas? -pregunto Dunia con voz extrana.

-Me tengo que marchar -repuso.

Su voz era vacilante, pero su palido rostro expresaba una resolucion irrevocable.

-Yo queria deciros... --continuo-. He venido aqui para decirte, mama, y a ti tambien, Dunia, que... debemos separarnos por algun tiempo... No me siento bien... Los nervios... Ya volvere... Mas adelante..., cuando pueda. Pienso en vosotros y os quiero. Pero dejadme, dejadme solo. Esto ya lo tenia decidido, y es una decision irrevocable. Aunque hubiera de morir, quiero estar solo. Olvidaos de mi: esto es lo mejor... No me busqueis. Ya vendre yo cuando sea necesario..., y, si no vengo, enviare a llamaros. Tal vez vuelva todo a su cauce; pero ahora, si verdaderamente me quereis, renunciad a mi. Si no lo haceis, llegare a odiaros: esto es algo que siento en mi. Adios.

-?Dios mio! -exclamo Pulqueria Alejandrovna.

La madre, la hermana y Rasumikhine se sintieron dominados por un profundo terror.

-?Rodia, Rodia, vuelve a nosotras! -exclamo la pobre mujer.

El se volvio lentamente y dio un paso hacia la puerta. Dunia fue hacia el.

-?Como puedes portarte asi con nuestra madre, Rodia? -murmuro, indignada.

-Ya volvere, ya volvere a veros -dijo a media voz, casi inconsciente.

Y se fue.

-?Mal hombre, corazon de piedra! -le grito Dunia.

-No es malo, es que esta loco -murmuro Rasumikhine al oido de la joven, mientras le apretaba con fuerza la mano- Es un alienado, se lo aseguro. Seria usted la despiadada si no fuera comprensiva con el.

Y dirigiendose a Pulqueria Alejandrovna, que parecia a punto de caer, le dijo:

-En seguida vuelvo.

Salio corriendo de la habitacion. Raskolnikof, que le esperaba al final del pasillo, le recibio con estas palabras:

-Sabia que vendrias... Vuelve al lado de ellas; no las dejes... Ven tambien manana; no las dejes nunca... Yo tal vez vuelva..., tal vez pueda volver. Adios.

Se alejo sin tenderle la mano.

-Pero ?adonde vas? ?Que te pasa? ?Que te propones? ?No se puede obrar de ese modo!

Raskolnikof se detuvo de nuevo.

-Te lo he dicho y te lo repito: no me preguntes nada, pues no te contestare... No vengas a verme. Tal vez venga yo aqui... Dejame..., pero a ellas no las abandones... ?Comprendes?

El pasillo estaba oscuro y ellos se habian detenido cerca de la lampara. Se miraron en silencio. Rasumikhine se acordaria de este momento toda su vida. La mirada ardiente y fija de Raskolnikof parecia cada vez mas penetrante, y Rasumikhine tenia la impresion de que le taladraba el alma. De subito, el estudiante se estremecio. Algo extrano acababa de pasar entre ellos. Fue una idea que se deslizo furtivamente; una idea horrible, atroz y que los dos comprendieron... Rasumikhine se puso palido como un muerto.

-?Comprendes ahora? -pregunto Raskolnikof con una mueca espantosa-. Vuelve junto a ellas -anadio. Y dio media vuelta y se fue rapidamente.

No es facil describir lo que ocurrio aquella noche en la habitacion de Pulqueria Alejandrovna cuando regreso Rasumikhine; los esfuerzos del joven para calmar a las dos damas, las promesas que les hizo. Les dijo que Rodia estaba enfermo, que necesitaba reposo; les aseguro que volverian a verle y que el iria a visitarlas todos los dias; que Rodia sufria mucho y no convenia irritarle; que el, Rasumikhine, llamaria a un gran medico, al mejor de todos; que se celebraria una consulta... En fin, que, a partir de aquella noche, Rasumikhine fue para ellas un hijo y un hermano.

IV

Raskolnikof se fue derecho a la casa del canal donde habitaba Sonia. Era un viejo edificio de tres pisos pintado de verde. No sin trabajo, encontro al portero, del cual obtuvo vagas indicaciones sobre el departamento del sastre Kapernaumof. En un rincon del patio hallo la entrada de una escalera estrecha y sombria. Subio por ella al segundo piso y se interno por la galeria que bordeaba la fachada. Cuando avanzaba entre las sombras, una puerta se abrio de pronto a tres pasos de el. Raskolnikof asio el picaporte maquinalmente.

-?Quien va? -pregunto una voz de mujer con inquietud.

-Soy yo, que vengo a su casa -dijo Raskolnikof.

Y entro seguidamente en un minusculo vestibulo, donde una vela ardia sobre una bandeja llena de abolladuras que descansaba sobre una silla desvencijada.

-?Dios mio! ?Es usted? -grito debilmente Sonia, paralizada por el estupor.

-?Es este su cuarto?

Y Raskolnikof entro rapidamente en la habitacion, haciendo esfuerzos por no mirar a la muchacha.

Un momento despues llego Sonia con la vela en la mano. Deposito la vela sobre la mesa y se detuvo ante el, desconcertada, presa de extraordinaria agitacion. Aquella visita inesperada le causaba una especie de terror. De pronto, una oleada de sangre le subio al palido rostro y de sus ojos brotaron lagrimas. Experimentaba una confusion extrema y una gran verguenza en la que habia cierta dulzura. Raskolnikof se volvio rapidamente y se sento en una silla ante la mesa. Luego paseo su mirada por la habitacion.

Era una gran habitacion de techo muy bajo, que comunicaba con la del sastre por una puerta abierta en la pared del lado izquierdo. En la del derecho habia otra puerta, siempre cerrada con llave, que daba a otro departamento. La habitacion parecia un hangar. Tenia la forma de un cuadrilatero irregular y un aspecto destartalado. La pared de la parte del canal tenia tres ventanas. Este muro se prolongaba oblicuamente y formaba al final un angulo agudo y tan profundo, que en aquel rincon no era posible distinguir nada a la debil luz de la vela. El otro angulo era exageradamente obtuso.

La extrana habitacion estaba casi vacia de muebles. A la derecha, en un rincon, estaba la cama, y entre esta y la puerta habia una silla. En el mismo lado y ante la puerta que daba al departamento vecino se veia una sencilla mesa de madera blanca, cubierta con un pano azul, y, cerca de ella, dos sillas de anea. En la pared opuesta, cerca del angulo agudo, habia una comoda, tambien de madera blanca, que parecia perdida en aquel gran vacio. Esto era todo. El papel de las paredes, sucio y desgastado, estaba ennegrecido en los rincones. En invierno, la humedad y el humo debian de imperar en aquella habitacion, donde todo daba una impresion de pobreza. Ni siquiera habia cortinas en la cama.

Sonia miraba en silencio al visitante, ocupado en examinar tan atentamente y con tanto desenfado su aposento. Y de pronto empezo a temblar de pies a cabeza como si se hallara ante el juez y arbitro de su destino.

-He venido un poco tarde. ?Son ya las once? -pregunto Raskolnikof sin levantar la vista hacia Sonia.

-Si, si, son las once ya -balbuceo la muchacha ansiosamente, como si estas palabras le solucionaran un inquietante problema-: El reloj de mi patrona acaba de sonar y yo he oido perfectamente las...

-Vengo a su casa por ultima vez -dijo Raskolnikof con semblante sombrio. Sin duda se olvidaba de que era tambien su primera visita-. Acaso no vuelva a verla mas -anadio.

-?Se va de viaje?

-No se, no se... Manana, quiza...

-Asi, ?no ira usted manana a casa de Catalina Ivanovna? -pregunto Sonia con un ligero temblor en la voz.

-No lo se... Quiza manana por la manana... Pero no hablemos de este asunto. He venido a decirle...

Alzo hacia ella su mirada pensativa y entonces advirtio que el estaba sentado y Sonia de pie.

-?Por que esta de pie? Sientese -le dijo, dando de pronto a su voz un tono bajo y dulce.

Ella se sento. El la miro con un gesto bondadoso, casi compasivo.

-?Que delgada esta usted! Sus manos casi se transparentan. Parecen las manos de un muerto.

Se apodero de una de aquellas manos, y ella sonrio.

-Siempre he sido asi -dijo Sonia.

-?Incluso cuando vivia en casa de sus padres?

-Si.

-?Claro, claro! -dijo Raskolnikof con voz entrecortada. Tanto en su acento como en la expresion de su rostro se habia operado subitamente un nuevo cambio.

Volvio a pasear su mirada por la habitacion.

-Tiene usted alquilada esta pieza a Kapernaumof, ?verdad?

-Si.

-Y ellos viven detras de esa puerta, ?no?

-Si; tienen una habitacion parecida a esta.

-?Solo una para toda la familia?

-Si.

-A mi, esta habitacion me daria miedo -dijo Rodia con expresion sombria.

-Los Kapernaumof son buenas personas, gente amable -dijo Sonia, dando muestras de no haber recobrado aun su presencia de animo-. Y estos muebles, y todo lo que hay aqui, es de ellos. Son muy buenos. Los ninos vienen a verme con frecuencia.

-Son tartamudos, ?verdad?

-Si, pero no todos. El padre es tartamudo y, ademas, cojo. La madre... no es que tartamudee, pero tiene dificultad para hablar. Es muy buena. El era esclavo. Tienen siete hijos. Solo el mayor es tartamudo. Los demas tienen poca salud, pero no tartamudean... Ahora que caigo, ?como se ha enterado usted de estas cosas?

-Su padre me lo conto todo... Por el supe lo que le ocurrio a usted... Me explico que usted salio de casa a las seis y no volvio hasta las nueve, y que Catalina Ivanovna paso la noche arrodillada junto a su lecho.

Sonia se turbo.

-Me parece -murmuro, vacilando- que hoy lo he visto.

-?A quien?

-A mi padre. Yo iba por la calle y, al doblar una esquina cerca de aqui, lo he visto de pronto. Me parecio que venia hacia mi. Estoy segura de que era el. Yo me dirigia a casa de Catalina Ivanovna...

-No, usted iba... paseando.

-Si -murmuro Sonia con voz entrecortada. Y bajo los ojos llenos de turbacion.

-Catalina Ivanovna llego incluso a pegarle cuando usted vivia con sus padres, ?verdad?

-?Oh no! ?Quien se lo ha dicho? ?No, no; de ningun modo!

Y al decir esto Sonia miraba a Raskolnikof como sobrecogida de espanto.

-Ya veo que la quiere usted.

-?Claro que la quiero! -exclamo Sonia con voz quejumbrosa y alzando de pronto las manos con un gesto de sufrimiento-. Usted no la... ?Ah, si usted supiera...! Es como una nina... Esta trastornada por el dolor... Es inteligente y noble... y buena... Usted no sabe nada... nada...

Sonia hablaba con acento desgarrador. Una profunda agitacion la dominaba. Gemia, se retorcia las manos. Sus palidas mejillas se habian tenido de rojo y sus ojos expresaban un profundo sufrimiento. Era evidente que Raskolnikof acababa de tocar un punto sensible en su corazon. Sonia experimentaba una ardiente necesidad de explicar ciertas cosas, de defender a su madrastra. De subito, su semblante expreso una compasion "insaciable", por decirlo asi.

-?Pegarme? Usted no sabe lo que dice. ?Pegarme ella, Senor...! Pero, aunque me hubiera pegado, ?que? Usted no la conoce... ?Es tan desgraciada! Esta enferma... Solo pide justicia... Es pura. Cree que la justicia debe reinar en la vida y la reclama... Ni por el martirio se lograria que hiciera nada injusto. No se da cuenta de que la justicia no puede imperar en el mundo y se irrita... Se irrita como un nino, exactamente como un nino, creame... Es una mujer justa, muy justa.

-?Y que va a hacer usted ahora?

Sonia le dirigio una mirada interrogante.

-Ahora ha de cargar usted con ellos. Verdad es que siempre ha sido asi. Incluso su difunto padre le pedia a usted dinero para beber... Pero ?que van a hacer ahora?

-No lo se -respondio Sonia tristemente.

-?Seguiran viviendo en la misma casa?

-No lo se. Deben a la patrona y creo que esta ha dicho hoy que va a echarlos a la calle. Y Catalina Ivanovna dice que no permanecera alli ni un dia mas.

-?Como puede hablar asi? ?Cuenta acaso con usted?

-?Oh, no! Ella no piensa en eso... Nosotros estamos muy unidos; lo que es de uno, es de todos.

Sonia dio esta respuesta vivamente, con una indignacion que hacia pensar en la colera de un canario o de cualquier otro pajaro diminuto e inofensivo.

-Ademas, ?que quiere usted que haga? -continuo Sonia con vehemencia creciente-. ?Si usted supiera lo que ha llorado hoy! Esta trastornada, ?no lo ha notado usted? Si, puede usted creerme: tan pronto se inquieta como una nina, pensando en como se las arreglara para que manana no falte nada en la comida de funerales, como empieza a retorcerse las manos, a llorar, a escupir sangre, a dar cabezadas contra la pared. Despues se calma de nuevo. Confia mucho en usted. Dice que, gracias a su apoyo, se procurara un poco de dinero y volvera a su tierra natal conmigo. Se propone fundar un pensionado para muchachas nobles y confiarme a mi la inspeccion. Esta persuadida de que nos espera una vida nueva y maravillosa, y me besa, me abraza, me consuela. Ella cree firmemente en lo que dice, cree en todas sus fantasias. ?Quien se atreve a contradecirla? Hoy se ha pasado el dia lavando, fregando, remendando la ropa, y, como esta tan debil, al fin ha caido rendida en la cama. Esta manana hemos salido a comprar calzado para Lena y Poletchka, pues el que llevan esta destrozado, pero no teniamos bastante dinero: necesitabamos mucho mas. ?Eran tan bonitos los zapatos que queria...! Porque tiene mucho gusto, ?sabe...? Y se ha echado a llorar en plena tienda, delante de los dependientes, al ver que faltaba dinero... ?Que pena da ver estas cosas!

-Ahora comprendo que lleve usted esta vida -dijo Raskolnikof, sonriendo amargamente.

-?Es que usted no se compadece de ella? -exclamo Sonia-. Usted le dio todo lo que tenia, y eso que no sabia nada de lo que ocurre en aquella casa. ?Dios mio, si usted lo supiera! ?Cuantas veces, cuantas, la he hecho llorar...! La semana pasada mismo, ocho dias antes de morir mi padre, fui mala con ella... Y asi muchas veces... Ahora me paso el dia acordandome de aquello, y ?me da una pena!

Se retorcia las manos con un gesto de dolor.

-?Dice usted que fue mala con ella?

-Si, fui mala... Yo habia ido a verlos -continuo llorando-, y mi pobre padre me dijo: "Leeme un poco, Sonia. Aqui esta el libro." El dueno de la obra era Andres Simonovitch Lebeziatnikof, que vive en la misma casa y nos presta muchas veces libros de esos que hacen reir. Yo le conteste: "No puedo leer porque tengo que marcharme..." Y es que no tenia ganas de leer. Yo habia ido alli para ensenar a Catalina Ivanovna unos cuellos y unos punos bordados que una vendedora a domicilio llamada Lisbeth me habia dado a muy buen precio. A Catalina Ivanovna le gustaron mucho, se los probo, se miro al espejo y dijo que eran preciosos, preciosos. Despues me los pidio. " ?Oh Sonia! -me dijo-. ?Regalamelos!" Me lo dijo con voz suplicante... ?En que vestido los habria puesto...? Y es que le recordaban los tiempos felices de su juventud. Se miraba en el espejo y se admiraba a si misma. ?Hace tanto tiempo que no tiene vestidos ni nada...! Nunca pide nada a nadie. Tiene mucho orgullo y prefiere dar lo que tiene, por poco que sea. Sin embargo, insistio en que le diera los cuellos y los punos; esto demuestra lo mucho que le gustaban. Y yo se los negue. "?Para que los quiere usted, Catalina Ivanovna? Si, asi se lo dije. Ella me miro con una pena que partia el corazon... No era quedarse sin los cuellos y los punos lo que la apenaba, sino que yo no se los hubiera querido dar. ?Ah, si yo pudiese reparar aquello, borrar las palabras que dije...!

-?De modo que conocia usted a Lisbeth, esa vendedora que iba por las casas?

-Si. ?Usted tambien la conocia? -pregunto Sonia con cierto asombro.

-Catalina Ivanovna esta en el ultimo grado de la tisis, y se morira, se morira muy pronto -dijo Raskolnikof tras una pausa y sin contestar a la pregunta de Sonia.

-?Oh, no, no!

Sonia le habia cogido las manos, sin darse cuenta de lo que hacia, y parecia suplicarle que evitara aquella desgracia.

-Lo mejor es que muera -dijo Raskolnikof.

-?No, no! ?Como va a ser mejor? -exclamo Sonia, trastornada, llena de espanto.

-?Y los ninos? ?Que hara usted con ellos? No se los va a traer aqui.

-?No se lo que hare! ?No se lo que hare! -exclamo, desesperada, oprimiendose las sienes con las manos.

Sin duda este pensamiento la habia atormentado con frecuencia, y Raskolnikof lo habia despertado con sus preguntas.

-Y si usted se pone enferma, incluso viviendo Catalina Ivanovna, y se la llevan al hospital, ?que sucedera? -siguio preguntando despiadadamente.

-?Oh! ?Que dice usted? ?Que dice usted? ?Eso es imposible! -exclamo Sonia con el rostro contraido, con una expresion de espanto indecible.

-?Por que imposible? -pregunto Raskolnikof con una sonrisa sarcastica-. Usted no es inmune a las enfermedades, ?verdad? ?Que seria de ellos si usted se pusiera enferma? Se verian todos en la calle. La madre pediria limosna sin dejar de toser, despues golpearia la pared con la cabeza como ha hecho hoy, y los ninos llorarian. Al fin quedaria tendida en el suelo y se la llevarian, primero a la comisaria y despues al hospital. Alli se moriria, y los ninos...

-?No, no! ?Eso no lo consentira Dios! -grito Sonia con voz ahogada.

Le habia escuchado con gesto suplicante, enlazadas las manos en una muda imploracion, como si todo dependiera de el.

Raskolnikof se levanto y empezo a ir y venir por el aposento. Asi transcurrio un minuto. Sonia estaba de pie, los brazos pendientes a lo largo del cuerpo, baja la cabeza, presa de una angustia espantosa.

-?Es que usted no puede hacer economias, poner algun dinero a un lado? -pregunto Raskolnikof de pronto, deteniendose ante ella.

-No -murmuro Sonia.

-No me extrana. ?Lo ha intentado? -pregunto con una sonrisa burlona.

-Si.

-Y no lo ha conseguido, claro. Es muy natural. No hace falta preguntar el motivo.

Y continuo sus paseos por la habitacion. Hubo otro minuto de silencio.

-?Es que no gana usted dinero todos los dias? -pregunto Rodia.

Sonia se turbo mas todavia y enrojecio.

-No -murmuro con un esfuerzo doloroso.

-La misma suerte espera a Poletchka -dijo Raskolnikof de pronto.

-?No, no! ?Eso es imposible! -exclamo Sonia.

Fue un grito de desesperacion. Las palabras de Raskolnikof la habian herido como una cuchillada.

-?Dios no permitira una abominacion semejante!

-Permite otras muchas.

-?No, no! ?Dios la protegera! ?A ella la protegera! -grito Sonia fuera de si.

-Tal vez no exista -replico Raskolnikof con una especie de crueldad triunfante.

Seguidamente se echo a reir y la miro.

Al oir aquellas palabras se opero en el semblante de Sonia un cambio repentino, y sacudidas nerviosas recorrieron su cuerpo. Dirigio a Raskolnikof miradas cargadas de un reproche indefinible. Intento hablar, pero de sus labios no salio ni una silaba. De subito se echo a llorar amargamente y oculto el rostro entre las manos.

-Usted dice que Catalina Ivanovna esta trastornada, pero usted no lo esta menos -dijo Raskolnikof tras un breve silencio.

Transcurrieron cinco minutos. El joven seguia yendo y viniendo por la habitacion sin mirar a Sonia. Al fin se acerco a ella. Los ojos le centelleaban. Apoyo las manos en los debiles hombros y miro el rostro cubierto de lagrimas. Lo miro con ojos secos, duros, ardientes, mientras sus labios se agitaban con un temblor convulsivo... De pronto se inclino, bajo la cabeza hasta el suelo y le beso los pies. Sonia retrocedio horrorizada, como si tuviera ante si a un loco. Y en verdad un loco parecia Raskolnikof.

-?Que hace usted? -balbuceo.

Se habia puesto palida y sentia en el corazon una presion dolorosa.

El se puso en pie.

-No me he arrodillado ante ti, sino ante todo el dolor humano -dijo en un tono extrano.

Y fue a acodarse en la ventana. Pronto volvio a su lado y anadio:

-Oye, hace poco he dicho a un insolente que valia menos que tu dedo menique y que te habia invitado a sentarte al lado de mi madre y de mi hermana.

-?Eso ha dicho? -exclamo Sonia, aterrada-. ?Y delante de ellas? ?Sentarme a su lado! Pero si yo soy... una mujer sin honra. ?Como se le ha ocurrido decir eso?

-Al hablar asi, yo no pensaba en tu deshonra ni en tus faltas, sino en tu horrible martirio. Sin duda -continuo ardientemente-, eres una gran pecadora, sobre todo por haberte inmolado inutilmente. Ciertamente, eres muy desgraciada. ?Vivir en el cieno y saber (porque tu lo sabes: basta mirarte para comprenderlo) que no te sirve para nada, que no puedes salvar a nadie con tu sacrificio...! Y ahora dime -anadio, iracundo-: ?Como es posible que tanta ignominia, tanta bajeza, se compaginen en ti con otros sentimientos tan opuestos, tan sagrados? Seria preferible arrojarse al agua de cabeza y terminar de una vez.

-Pero ?y ellos? ?Que seria de ellos? -pregunto Sonia levantando la cabeza, con voz desfallecida y dirigiendo a Raskolnikof una mirada impregnada de dolor, pero sin mostrar sorpresa alguna ante el terrible consejo.

Raskolnikof la envolvio en una mirada extrana, y esta mirada le basto para descifrar los pensamientos de la joven. Comprendio que ella era de la misma opinion. Sin duda, en su desesperacion, habia pensado mas de una vez en poner termino a su vida. Y tan resueltamente habia pensado en ello, que no le habia causado la menor extraneza el consejo de Raskolnikof. No habia advertido la crueldad de sus palabras, del mismo modo que no habia captado el sentido de sus reproches. El se dio cuenta de todo ello y comprendio perfectamente hasta que punto la habria torturado el sentimiento de su deshonor, de su situacion infamante. ?Que seria lo que le habia impedido poner fin a su vida? Y, al hacerse esta pregunta, Raskolnikof comprendio lo que significaban para ella aquellos pobres ninos y aquella desdichada Catalina Ivanovna, tisica, medio loca y que golpeaba las paredes con la cabeza.

Sin embargo, vio claramente que Sonia, por su educacion y su caracter, no podia permanecer indefinidamente en semejante situacion. Tambien se preguntaba como habia podido vivir tanto tiempo sin volverse loca. Desde luego, comprendia que la situacion de Sonia era un fenomeno social que estaba fuera de lo comun, aunque, por desgracia, no era unico ni extraordinario; pero ?no era esto una razon mas, unida a su educacion y a su pasado, para que su primer paso en aquel horrible camino la hubiera llevado a la muerte? ?Que era lo que la sostenia? No el vicio, pues toda aquella ignominia solo habia manchado su cuerpo: ni la menor sombra de ella habia llegado a su corazon. Esto se veia perfectamente; se leia en su rostro.

"Solo tiene tres soluciones -siguio pensando Raskolnikof-: arrojarse al canal, terminar en un manicomio o lanzarse al libertinaje que embrutece el espiritu y petrifica el corazon."

Esta ultima posibilidad era la que mas le repugnaba, pero Raskolnikof era joven, esceptico, de espiritu abstracto y, por lo tanto, cruel, y no podia menos de considerar que esta ultima eventualidad era la mas probable.

"Pero ?es esto posible? -siguio reflexionando-. ?Es posible que esta criatura que ha conservado la pureza de alma termine por hundirse a sabiendas en ese abismo horrible y hediondo? ?No sera que este hundimiento ha empezado ya, que ella ha podido soportar hasta ahora semejante vida porque el vicio ya no le repugna...? No, no; esto es imposible -exclamo mentalmente, repitiendo el grito lanzado por Sonia hacia un momento-: lo que hasta ahora le ha impedido arrojarse al canal ha sido el temor de cometer un pecado, y tambien esa familia... Parece que no se ha vuelto loca, pero ?quien puede asegurar que esto no es simple apariencia? ?Puede estar en su juicio? ?Puede una persona hablar como habla ella sin estar loca? ?Puede una mujer conservar la calma sabiendo que va a su perdicion, y asomarse a ese abismo pestilente sin hacer caso cuando se habla del peligro? ?No esperara un milagro...? Si, seguramente. Y todo esto, ?no son pruebas de enajenacion mental?"

Se aferro obstinadamente a esta ultima idea. Esta solucion le complacia mas que ninguna otra. Empezo a examinar a Sonia atentamente.

-?Rezas mucho, Sonia? -le pregunto.

La muchacha guardo silencio. El, de pie a su lado, esperaba una respuesta.

-?Que habria sido de mi sin la ayuda de Dios?

Habia dicho esto en un rapido susurro. Al mismo tiempo, lo miro con ojos fulgurantes y le apreto la mano.

"No me he equivocado", se dijo Raskolnikof.

-Pero ?que hace Dios por ti? -siguio preguntando el joven.

Sonia permanecio en silencio un buen rato. Parecia incapaz de responder. La emocion henchia su fragil pecho.

-?Calle! No me pregunte. Usted no tiene derecho a hablar de estas cosas -exclamo de pronto, mirandole, severa e indignada.

"Es lo que he pensado, es lo que he pensado", se decia Raskolnikof.

-Dios todo lo puede -dijo Sonia, bajando de nuevo los

"Esto lo explica todo", penso Raskolnikof. Y siguio observandola con avida curiosidad.

Experimentaba una sensacion extrana, casi enfermiza, mientras contemplaba aquella carita palida, enjuta, de facciones irregulares y angulosas; aquellos ojos azules capaces de emitir verdaderas llamaradas y de expresar una pasion tan austera y vehemente; aquel cuerpecillo que temblaba de indignacion. Todo esto le parecia cada vez mas extrano, mas ajeno a la realidad.

"Esta loca, esta loca", se repetia.

Sobre la comoda habia un libro. Raskolnikof le habia dirigido una mirada cada vez que pasaba junto a el en sus idas y venidas por la habitacion. Al fin cogio el volumen y lo examino. Era una traduccion rusa del Nuevo Testamento, un viejo libro con tapas de tafilete.

-?De donde has sacado este libro? -le pregunto desde el otro extremo de la habitacion, cuando ella permanecia inmovil cerca de la mesa.

-Me lo han regalado -respondio Sonia de mala gana y sin mirarle.

-?Quien?

-Lisbeth.

" ?Lisbeth! ?Que raro! ", penso Raskolnikof.

Todo lo relacionado con Sonia le parecia cada vez mas extrano. Acerco el libro a la bujia y empezo a hojearlo.

-?Donde esta el capitulo sobre Lazaro? -pregunto de pronto.

Soma no contesto. Tenia la mirada fija en el suelo y se habia separado un poco de la mesa.

-Dime donde estan las paginas que hablan de la resurreccion de Lazaro.

Sonia le miro de reojo.

-Estan en el cuarto Evangelio -repuso Sonia gravemente y sin moverse del sitio.

-Toma; busca ese pasaje y leemelo.

Dicho esto, Raskolnikof se sento a la mesa, apoyo en ella los codos y el menton en una mano y se dispuso a escuchar, vaga la mirada y sombrio el semblante.

" Dentro de quince dias o de tres semanas -murmuro para si- habra que ir a verme a la septima versta. Alli estare, sin duda, si no me ocurre nada peor."

Sonia dio un paso hacia la mesa. Vacilaba. Habia recibido con desconfianza la extrana peticion de Raskolnikof. Sin embargo, cogio el libro.

-?Es que usted no lo ha leido nunca? -pregunto, mirandole de reojo. Su voz era cada vez mas fria y dura.

-Lo lei hace ya mucho tiempo, cuando era nino... Lee.

-?Y no lo ha leido en la iglesia?

-Yo... yo no voy a la iglesia. ?Y tu?

-Pues... no -balbuceo Sonia.

Raskolnikof sonrio.

-Se comprende. No asistiras manana a los funerales de tu padre, ?verdad?

-Si que asistire. Ya fui la semana pasada a la iglesia para una misa de requiem.

-?Por quien?

-Por Lisbeth. La mataron a hachazos.

La tension nerviosa de Raskolnikof iba en aumento. La cabeza empezaba a darle vueltas.

-Por lo visto, tenias amistad con Lisbeth.

-Si. Era una mujer justa y buena... A veces venia a verme... Muy de tarde en tarde. No podia venir mas... Leiamos y hablabamos... Ahora esta con Dios.

?Que extrano parecia a Raskolnikof aquel hecho, y que extranas aquellas palabras novelescas! ?De que podrian hablar aquellas dos mujeres, aquel par de necias?

"Aqui corre uno el peligro de volverse loco: es una enfermedad contagiosa", se dijo.

-?Lee! -ordeno de pronto, irritado y con voz apremiante.

Sonia seguia vacilando. Su corazon latia con fuerza. La desdichada no se atrevia a leer en presencia de Raskolnikof. El joven dirigio una mirada casi dolorosa a la pobre demente.

-?Que le importa esto? Usted no tiene fe -murmuro Sonia con voz entrecortada.

-?Lee! -insistio Raskolnikof-. ?Bien le leias a Lisbeth!

Sonia abrio el libro y busco la pagina. Le temblaban las manos y la voz no le salia de la garganta. Intento empezar dos o tres veces, pero no pronuncio ni una sola palabra.

-"Habia en Betania un hombre llamado Lazaro, que estaba enfermo...", articulo al fin, haciendo un gran esfuerzo.

Pero inmediatamente su voz vibro y se quebro como una cuerda demasiado tensa. Sintio que a su oprimido pecho le faltaba el aliento. Raskolnikof comprendia en parte por que se resistia Sonia a obedecerle, pero esta comprension no impedia que se mostrara cada vez mas apremiante y grosero. De sobra se daba cuenta del trabajo que le costaba a la pobre muchacha mostrarle su mundo interior. Comprendia que aquellos sentimientos eran su gran secreto, un secreto que tal vez guardaba desde su adolescencia, desde la epoca en que vivia con su familia, con su infortunado padre, con aquella madrastra que se habia vuelto loca a fuerza de sufrir, entre ninos hambrientos y oyendo a todas horas gritos y reproches. Pero, al mismo tiempo, tenia la seguridad de que Sonia, a pesar de su repugnancia, de su temor a leer, sentia un avido, un doloroso deseo de leerle a el en aquel momento, sin importarle lo que despues pudiera ocurrir... Leia todo esto en los ojos de Sonia y comprendia la emocion que la trastornaba... Sin embargo, Sonia se domino, deshizo el nudo que tenia en la garganta y continuo leyendo el capitulo 11 del Evangelio segun San Juan. Y llego al versiculo 19.

-" ... Y gran numero de judios habian acudido a ver a Marta y a Maria para consolarlas de la muerte de su hermano. Habiendose enterado de la llegada de Jesus, Marta fue a su encuentro, mientras Maria se quedaba en casa. Marta dijo a Jesus: Senor, si hubieras estado aqui, mi hermano no habria muerto; pero ahora yo se que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dara..."

Al llegar a este punto, Sonia se detuvo para sobreponerse a la emocion que amenazaba ahogar su voz.

-"Jesus le dijo: tu hermano resucitara. Marta le respondio: Yo se que resucitara el dia de la resurreccion de los muertos. Jesus le dijo: Yo soy la resurreccion y la vida; el que cree en mi, si esta muerto, resucitara, y todo el que vive y cree en mi, no morira eternamente. ?Crees esto? Y ella dice..."

Sonia tomo aliento penosamente y leyo con energia, como si fuera ella la que hacia publicamente su profesion de fe:

-"... Si, Senor; yo creo que tu eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo..."

Sonia se detuvo, levanto momentaneamente los ojos hacia Raskolnikof y despues continuo la lectura. El joven, acodado en la mesa, escuchaba sin moverse y sin mirar a Sonia. La lectora llego al versiculo 32.

-" ... Cuando Maria llego al lugar donde estaba Cristo y lo vio, cayo a sus pies y le dijo: Senor, si hubieras estado aqui, mi hermano no habria muerto. Y cuando Jesus vio que lloraba y que los judios que iban con ella lloraban igualmente, se entristecio, se conmovio su espiritu y dijo: ?Donde lo pusisteis? Le respondieron: Senor, ven y mira. Entonces Jesus lloro y dijeron los judios: Ved como le amaba. Y algunos de ellos dijeron: El que abrio los ojos al ciego, ?no podia hacer que este hombre no muriera?..."

Raskolnikof se volvio hacia Sonia y la miro con emocion. Si, era lo que el habia sospechado. La joven temblaba febrilmente, como el habia previsto. Se acercaba al momento del milagro y un sentimiento de triunfo se habia apoderado de ella. Su voz habia cobrado una sonoridad metalica y una firmeza nacida de aquella alegria y de aquella sensacion de triunfo. Las lineas se entremezclaban ante sus velados ojos, pero ella podia seguir leyendo porque se dejaba llevar de su corazon. Al leer el ultimo versiculo -" El que abrio los ojos al ciego..."-, Sonia bajo la voz para expresar con apasionado acento la duda, la reprobacion y los reproches de aquellos ciegos judios que un momento despues iban a caer de rodillas, como fulminados por el rayo, y a creer, mientras prorrumpian en sollozos... Y el, el que tampoco creia, el que tambien estaba ciego, comprenderia y creeria igualmente... Y esto iba a suceder muy pronto, en seguida... Asi sonaba Sonia, y temblaba en la gozosa espera.

-" ... Jesus, lleno de una profunda tristeza, fue a la tumba. Era una cueva tapada con una piedra. Jesus dijo: Levantad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le respondio: Senor, ya huele mal, pues hace cuatro dias que esta en la tumba... "

Sonia pronuncio con fuerza la palabra "cuatro".

-"... Jesus le dijo entonces: ?No te he dicho que si tienes fe veras la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de la cueva donde reposaba el muerto. Jesus levanto los ojos al cielo y dijo: Padre mio, te doy gracias por haberme escuchado. Yo sabia que Tu me escuchas siempre y solo he hablado para que los que estan a mi alrededor crean que eres Tu quien me ha enviado a la tierra. Habiendo dicho estas palabras, clamo con voz sonora: ?Lazaro, sal! Y el muerto salio... -Sonia leyo estas palabras con voz clara y triunfante, y temblaba como si acabara de ver el milagro con sus propios ojos- ...vendados los pies y las manos con cintas mortuorias y el rostro envuelto en un sudario. Jesus dijo: Desatadle y dejadle ir. Entonces, muchos de los judios que habian ido a casa de Maria y que habian visto el milagro de Jesus creyeron en el. "

Ya no pudo seguir leyendo. Cerro el libro y se levanto.

-No hay nada mas sobre la resurreccion de Lazaro.

Dijo esto gravemente y en voz baja. Luego se separo de la mesa y se detuvo. Permanecia inmovil y no se atrevia a mirar a Raskolnikof. Seguia temblando febrilmente. El cabo de la vela estaba a punto de consumirse en el torcido candelero y expandia una luz mortecina por aquella misera habitacion donde un asesino y una prostituta se habian unido para leer el Libro Eterno.

-He venido a hablarle de un asunto -dijo de subito Raskolnikof con voz fuerte y energica. Seguidamente, velado el semblante por una repentina tristeza, se levanto y se acerco a Sonia. Esta se volvio a mirarle y vio que su dura mirada expresaba una feroz resolucion. El joven anadio-: Hoy he abandonado a mi familia, a mi madre y a mi hermana. Ya no volvere al lado de ellas: la ruptura es definitiva.

-?Por que ha hecho eso? -pregunto Sonia, estupefacta.

Su reciente encuentro con Pulqueria Alejandrovna y Dunia habia dejado en ella una impresion imborrable aunque confusa, y la noticia de la ruptura la horrorizo.

-Ahora no tengo a nadie mas que a ti -dijo Raskolnikof-. Vente conmigo. He venido por ti. Somos dos seres malditos. Vamonos juntos.

Sus ojos centelleaban.

"Tiene cara de loco", penso Sonia.

-?Irnos? ?Adonde? -pregunto aterrada, dando un paso atras.

-?Yo que se! Yo solo se que los dos seguimos la misma ruta y que unicamente tenemos una meta.

Ella le miraba sin comprenderle. Ella solo veia en el una cosa: que era infinitamente desgraciado.

-Nadie lo comprenderia si les dijeras las cosas que me has dicho a mi. Yo, en cambio, lo he comprendido. Te necesito y por eso he venido a buscarte.

-No entiendo -balbuceo Sonia.

-Ya entenderas mas adelante. Tu has obrado como yo. Tu tambien has cruzado la linea. Has atentado contra ti; has destruido una vida..., tu propia vida, verdad es, pero ?que importa? Habrias podido vivir con tu alma y tu razon y terminaras en la plaza del Mercado. No puedes con tu carga, y si permaneces sola, te volveras loca, del mismo modo que me volvere yo. Ya parece que solo conservas a medias la razon. Hemos de seguir la misma ruta, codo a codo. ?Vente!

-?Por que, por que dice usted eso? -pregunto Sonia, emocionada, incluso trastornada por las palabras de Raskolnikof.

-?Por que? Porque no se puede vivir asi. Por eso hay que razonar seriamente y ver las cosas como son, en vez de echarse a llorar como un nino y gritar que Dios no lo permitira. ?Que sucedera si un dia lo llevan al hospital? Catalina Ivanovna esta loca y tisica, y morira pronto. ?Que sera entonces de los ninos? ?Crees que Poletchka podra salvarse? ?No has visto por estos barrios ninos a los que sus madres envian a mendigar? Yo se ya donde viven esas madres y como viven. Los ninos de esos lugares no se parecen a los otros. Entre ellos, los rapaces de siete anos son ya viciosos y ladrones.

-Pero ?que hacer, que hacer? -exclamo Sonia, llorando desesperadamente mientras se retorcia las manos.

-?Que hacer? Cambiar de una vez y aceptar el sufrimiento. ?Que, no comprendes? Ya comprenderas mas adelante... La libertad y el poder, el poder sobre todo..., el dominio sobre todos los seres pusilanimes... Si, dominar a todo el hormiguero: he aqui el fin. Acuerdate de esto: es como un testamento que hago para ti. Acaso sea esta la ultima vez que te hablo. Si no vengo manana, te enteraras de todo. Entonces acuerdate de mis palabras. Quiza llegue un dia, en el curso de los anos, en que comprendas su significado. Y si vengo manana, te dire quien mato a Lisbeth.

Sonia se estremecio.

-Entonces, ?usted lo sabe?-pregunto, helada de espanto y dirigiendole una mirada despavorida.

-Lo se y te lo dire... Solo te lo dire a ti. Te he escogido para esto. No vendre a pedirte perdon, sino sencillamente a decirtelo. Hace ya mucho tiempo que te elegi para esta confidencia: el mismo dia en que tu padre me hablo de ti, cuando Lisbeth vivia aun. Adios. No me des la mano. Hasta manana.

Y se marcho, dejando a Sonia la impresion de que habia estado conversando con un loco. Pero ella misma sentia como si le faltara la razon. La cabeza le daba vueltas.

" ?Senor! ?Como sabe quien ha matado a Lisbeth? ?Que significan sus palabras?"

Todo esto era espantoso. Sin embargo, no sospechaba ni remotamente la verdad.

" Debe de ser muy desgraciado... Ha abandonado a su madre y a su hermana. ?Por que? ?Que habra ocurrido? ?Que intenciones tiene? ?Que significan sus palabras?"

Le habia besado los pies y le habia dicho..., le habia dicho... que no podia vivir sin ella. Si, se lo habia dicho claramente.

" ?Senor, Senor...! "

Sonia estuvo toda la noche ardiendo de fiebre y delirando. Se estremecia, lloraba, se retorcia las manos; despues caia en un sueno febril y sonaba con Poletchka, con Catalina Ivanovna, con Lisbeth, con la lectura del Evangelio, y con el, con su rostro palido y sus ojos llameantes... El le besaba los pies y lloraba... ?Senor, Senor!

Tras la puerta que separaba la habitacion de Sonia del departamento de la senora Resslich habia una pieza vacia que correspondia a aquel compartimiento y que se alquilaba, como indicaba un papel escrito colgado en la puerta de la calle y otros papeles pegados en las ventanas que daban al canal. Sonia sabia que aquella habitacion estaba deshabitada desde hacia tiempo. Sin embargo, durante toda la escena precedente, el senor Svidrigailof, de pie detras de la puerta que daba al aposento de la joven, habia oido perfectamente toda la conversacion de Sonia con su visitante.

Cuando Raskolnikof se fue, Svidrigailof reflexiono un momento, se dirigio de puntillas a su cuarto, contiguo a la pieza desalquilada, cogio una silla y volvio a la habitacion vacia para colocarla junto a la puerta que daba al dormitorio de Sonia. La conversacion que acababa de oir le habia parecido tan interesante, que habia llevado alli aquella silla, pensando que la proxima vez, al dia siguiente, por ejemplo, podria escuchar con toda comodidad, sin que turbara su satisfaccion la molestia de permanecer de pie media hora.

V

Cuando, al dia siguiente, a las once en punto, Raskolnikof fue a ver al juez de instruccion, se extrano de tener que hacer diez largos minutos de antesala. Este tiempo transcurrio, como minimo, antes de que le llamaran, siendo asi que el esperaba ser recibido apenas le anunciasen. Alli estuvo, en la sala de espera, viendo pasar personas que no le prestaban la menor atencion. En la sala contigua trabajaban varios escribientes, y saltaba a la vista que ninguno de ellos tenia la menor idea de quien era Raskolnikof.

El visitante paseo por toda la estancia una mirada retadora, preguntandose si habria alli algun esbirro, algun espia encargado de vigilarle para impedir su fuga. Pero no habia nada de esto. Solo veia caras de funcionarios que reflejaban cuidados mezquinos, y rostros de otras personas que, como los funcionarios, no se interesaban lo mas minimo por el. Se podria haber marchado al fin del mundo sin llamar la atencion de nadie. Poco a poco se iba convenciendo de que si aquel misterioso personaje, aquel fantasma que parecia haber surgido de la tierra y al que habia visto el dia anterior, lo hubiera sabido todo, lo hubiera visto todo, el, Raskolnikof, no habria podido permanecer tan tranquilamente en aquella sala de espera. Y ni habrian esperado hasta las once para verle, ni le habrian permitido ir por su propia voluntad. Por lo tanto, aquel hombre no habia dicho nada..., porque tal vez no sabia nada, ni nada habia visto (?como lo habria podido ver?), y todo lo ocurrido el dia anterior no habia sido sino un espejismo agrandado por su mente enferma.

Esta explicacion, que le parecia cada vez mas logica, ya se le habia ocurrido el dia anterior en el momento en que sus inquietudes, aquellas inquietudes rayanas en el terror, eran mas angustiosas.

Mientras reflexionaba en todo esto y se preparaba para una nueva lucha, Raskolnikof empezo a temblar de pronto, y se enfurecio ante la idea de que aquel temblor podia ser de miedo, miedo a la entrevista que iba a tener con el odioso Porfirio Petrovitch. Pensar que iba a volver a ver a aquel hombre le inquietaba profundamente. Hasta tal extremo le odiaba, que temia incluso que aquel odio le traicionase, y esto le produjo una colera tan violenta, que detuvo en seco su temblor. Se dispuso a presentarse a Porfirio en actitud fria e insolente y se prometio a si mismo hablar lo menos posible, vigilar a su adversario, permanecer en guardia y dominar su irascible temperamento. En este momento le llamaron al despacho de Porfirio Petrovitch.

El juez de instruccion estaba solo en aquel momento. En el despacho, de medianas dimensiones, habia una gran mesa de escritorio, un armario y varias sillas. Todo este mobiliario era de madera amarilla y te pagaba el Estado. En la pared del fondo habia una puerta cerrada. Por lo tanto, debia de haber otras dependencias tras aquella pared. Cuando entro Raskolnikof, Porfirio cerro tras el la puerta inmediatamente y los dos quedaron solos. El juez recibio a su visitante con gesto alegre y amable; pero, poco despues, Raskolnikof advirtio que daba muestras de cierta violencia. Era como si le hubieran sorprendido ocupado en alguna operacion secreta.

Porfirio le tendio las dos manos.

-?Ah! He aqui a nuestro respetable amigo en nuestros parajes. Sientese, querido... Pero ahora caigo en que tal vez le disguste que le haya llamado "respetable" y "querido" asi, tout court . Le ruego que no tome esto como una familiaridad. Sientese en el sofa, haga el favor.

17

Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

Raskolnikof se sento sin apartar de el la vista. Las expresiones "nuestros parajes", "como una familiaridad", tout court, amen de otros detalles, le parecian muy propios de aquel hombre.

"Sin embargo, me ha tendido las dos manos sin permitirme estrecharle ninguna: las ha retirado a tiempo", penso Raskolnikof, empezando a desconfiar.

Se vigilaban mutuamente, pero, apenas se cruzaban sus miradas, las desviaban con la rapidez del relampago.

-Le he traido este papel sobre el asunto del reloj. ?Esta bien asi o habre de escribirlo de otro modo?

-?Como? ?El papel del reloj? ?Ah, si! ?No se preocupe! Esta muy bien -dijo Porfirio Petrovitch precipitadamente, antes de haber leido el escrito. Inmediatamente, lo leyo-. Si, esta perfectamente. No hace falta mas.

Seguia expresandose con precipitacion. Un momento despues, mientras hablaban de otras cosas, lo guardo en un cajon de la mesa.

-Me parece -dijo Raskolnikof- que ayer mostro usted deseos de interrogarme... oficialmente... sobre mis relaciones con la mujer asesinada...

"?Por que habre dicho "me parece"?"

Esta idea atraveso su mente como un relampago.

"Pero ?por que me ha de inquietar tanto ese "me parece"?", se dijo acto seguido.

Y de subito advirtio que su desconfianza, originada tan solo por la presencia de Porfirio, a las dos palabras y a las dos miradas cambiadas con el, habia cobrado en dos minutos dimensiones desmesuradas. Esta disposicion de animo era sumamente peligrosa. Raskolnikof se daba perfecta cuenta de ello. La tension de sus nervios aumentaba, su agitacion crecia...

" ?Malo, malo! A ver si hago alguna tonteria."

-?Ah, si! No se preocupe... Hay tiempo -dijo Porfirio Petrovitch, yendo y viniendo por el despacho, al parecer sin objeto, pues ahora se dirigia a la mesa, e inmediatamente despues se acercaba a la ventana, para volver en seguida al lado de la mesa. En sus paseos rehuia la mirada retadora de Raskolnikof, despues de lo cual se detenia de pronto y le miraba a la cara fijamente. Era extrano el espectaculo que ofrecia aquel cuerpo rechoncho, cuyas evoluciones recordaban las de una pelota que rebotase de una a otra pared.

Porfirio Petrovitch continuo:

-Nada nos apremia. Tenemos tiempo de sobra... ?Fuma usted? ?Acaso no tiene tabaco? Tenga un cigarrillo... Aunque le recibo aqui, mis habitaciones estan alli, detras de ese tabique. El Estado corre con los gastos. Si no las habito es porque necesitan ciertas reparaciones. Por cierto que ya estan casi terminadas. Es magnifico eso de tener una casa pagada por el Estado. ?No opina usted asi?

-En efecto, es una cosa magnifica -repuso Raskolnikof, mirandole casi burlonamente.

-Una cosa magnifica, una cosa magnifica -repetia Porfirio Petrovitch distraidamente-. ?Si, una cosa magnifica! -grito, deteniendose de subito a dos pasos del joven.

La continua y estupida repeticion de aquella frase referente a las ventajas de tener casa gratuita contrastaba extranamente, por su vulgaridad, con la mirada grave, profunda y enigmatica que el juez de instruccion fijaba en Raskolnikof en aquel momento.

Esto no hizo sino acrecentar la colera del joven, que, sin poder contenerse, lanzo a Porfirio Petrovitch un reto lleno de ironia e imprudente en extremo.

-Bien se -empezo a decir con una insolencia que, evidentemente, le llenaba de satisfaccion- que es un principio, una regla para todos los jueces, comenzar hablando de cosas sin importancia, o de cosas serias, -si usted quiere, pero que no tienen nada que ver con el asunto que interesa. El objeto de esta tactica es alentar, por decirlo asi, o distraer a la persona que interrogan, ahuyentando su desconfianza, para despues, de improviso, arrojarles en pleno rostro la pregunta comprometedora. ?Me equivoco? ?No es esta una regla, una costumbre rigurosamente observada en su profesion?

-Asi... ?usted cree que yo solo le he hablado de la casa pagada por el Estado para...?

Al decir esto, Porfirio Petrovitch guino los ojos y una expresion de malicioso regocijo transfiguro su fisonomia. Las arrugas de su frente desaparecieron de pronto, sus ojos se empequenecieron, sus facciones se dilataron. Entonces fijo su vista en los ojos de Raskolnikof y rompio a reir con una risa prolongada y nerviosa que sacudia todo su cuerpo. El joven se echo a reir tambien, con una risa un tanto forzada, pero cuando la hilaridad de Porfirio, al verle reir a el, se avivo hasta el punto de que su rostro se puso como la grana, Raskolnikof se sintio dominado por una contrariedad tan profunda, que perdio por completo la prudencia. Dejo de reir, fruncio el entrecejo y dirigio al juez de instruccion una mirada de odio que ya no aparto de el mientras duro aquella larga y, al parecer, un tanto ficticia alegria. Por lo demas, Porfirio no se mostraba mas prudente que el, ya que se habia echado a reir en sus mismas narices y parecia importarle muy poco que a este le hubiera sentado tan mal la cosa. Esta ultima circunstancia parecio extremadamente significativa al joven, el cual dedujo que todo habia sucedido a medida de los deseos de Porfirio Petrovitch y que el, Raskolnikof, se habia dejado coger en un lazo. Alli, evidentemente, habia alguna celada, algun proposito que el no habia logrado descubrir. La mina estaba cargada y estallaria de un momento a otro.

Echando por la calle de en medio, se levanto y cogio su gorra.

-Porfirio Petrovitch -dijo en un tono resuelto que dejaba traslucir una viva irritacion-. Usted manifesto ayer el deseo de someterme a interrogatorio -subrayo con energia esta palabra-, y he venido a ponerme a su disposicion. Si tiene usted que hacerme alguna pregunta, hagamela. En caso contrario, permitame que me retire. No puedo perder el tiempo; tengo cierto compromiso; me esperan para asistir al entierro de ese funcionario que murio atropellado por un coche y del cual ya ha oido usted hablar.

Inmediatamente se arrepintio de haber dicho esto ultimo. Despues continuo, con una irritacion creciente:

-Ya estoy harto de todo esto, ?sabe usted? Hace mucho tiempo que estoy harto... Ha sido una de las causas de mi enfermedad... En una palabra -anadio, levantando la voz al considerar que esta frase sobre su enfermedad no venia a cuento-, en una palabra: haga usted el favor de interrogarme o permitame que me vaya inmediatamente... Pero si me interroga, habra de hacerlo con arreglo a las normas legales y de ningun otro modo... Y como veo que no decide usted nada, adios. Por el momento, usted y yo no tenemos nada que decirnos.

-Pero ?que dice usted, hombre de Dios? ?Sobre que le tengo que interrogar?-exclamo al punto Porfirio Petrovitch, cambiando de tono y dejando de reir-. No se preocupe usted -anadio, reanudando sus paseos, para luego, de pronto, arrojarse sobre Raskolnikof y hacerlo sentar-. No hay prisa, no hay prisa. Ademas, esto no tiene ninguna importancia. Por el contrario, estoy encantado de que haya venido usted a verme. Le he recibido como a un amigo. En cuanto a esta maldita risa, perdoneme, mi querido Rodion Romanovitch... Se llama usted asi, ?verdad? Soy un hombre nervioso y me cha hecho mucha gracia la agudeza de su observacion. A veces estoy media hora sacudido por la risa como una pelota de goma. Soy propenso a la risa por naturaleza. Mi temperamento me hace temer incluso la apoplejia... Pero sientese, amigo mio, se lo ruego. De lo contrario, creere que esta usted enfadado.

Raskolnikof no desplegaba los labios. Se limitaba a escuchar y observar con las cejas fruncidas. Se sento, pero sin dejarla gorra.

-Quiero decirle una cosa, mi querido Rodion Romanovitch; una cosa que le ayudara a comprender mi caracter -continuo Porfirio Petrovitch, sin cesar de dar vueltas por la habitacion, pero procurando no cruzar su mirada con la de Raskolnikof-. Yo soy, ya lo ve usted, un solteron, un hombre nada mundano, desconocido y, por anadidura, acabado, embotado, y... y... ?ha observado usted, Rodion Romanovitch, que aqui en Rusia, y sobre todo en los circulos petersburgueses, cuando se encuentran dos hombres inteligentes que no se conocen bien todavia, pero que se aprecian mutuamente, estan lo menos media hora sin saber que decirse? Permanecen petrificados y confusos el uno frente al otro. Ciertas personas tienen siempre algo de que hablar. Las damas, la gente de mundo, la de alta sociedad, tienen siempre un tema de conversacion, c'est de rigueur; pero las personas de la clase media, como nosotros, son timidas y taciturnas... Me refiero a los que son capaces de pensar... ?Como se explica usted esto, amigo mio? ?Es que no tenemos el debido interes por las cuestiones sociales? No, no es esto. Entonces, ?es por un exceso de honestidad, porque somos demasiado leales y no queremos enganarnos unos a otros...? No lo se. ?Usted que opina...? Pero deje la gorra. Parece que este usted a punto de marcharse, y esto me contraria, se lo aseguro, pues, en contra de lo que usted cree, estoy encantado...

Raskolnikof dejo la gorra, pero sin romper su mutismo. Con el entrecejo fruncido, escuchaba atentamente la palabreria deshilvanada de Porfirio Petrovitch.

" Dice todas estas cosas afectadas y ridiculas para distraer mi atencion."

-No le ofrezco cafe -prosiguio el infatigable Porfirio- porque el lugar no me parece adecuado... El servicio le llena a uno de obligaciones... Pero podemos pasar cinco minutos en amistosa compania y distraernos un poco... No se moleste, mi querido amigo, por mi continuo ir y venir. Excuseme. Temo enojarle, pero necesito a toda costa el ejercicio. Me paso el dia sentado, y es un gran bien para mi poder pasear durante cinco minutos... Mis hemorroides, ?sabe usted...? Tengo el proposito de someterme a un tratamiento gimnastico. Se dice que consejeros de Estado e incluso consejeros privados no se averguenzan de saltar a la comba. He aqui hasta donde ha llegado la ciencia en nuestros dias... En cuanto a las obligaciones de mi cargo, a los interrogatorios y todo ese formulismo del que usted me ha hablado hace un momento, le dire, mi querido Rodion Romanovitch, que a veces desconciertan mas al magistrado que al declarante. Usted acaba de observarlo con tanta razon como agudeza. -Raskolnikof no habia hecho ninguna observacion de esta indole-. Uno se confunde. ?Como no se ha de confundir, con los procedimientos que se siguen y que son siempre los mismos? Se nos han prometido reformas, pero ya vera como no cambian mas que los terminos. ?Je, je, je! En lo que concierne a nuestras costumbres juridicas, estoy plenamente de acuerdo con sus sutiles observaciones... Ningun acusado, ni siquiera el mujik mas obtuso, puede ignorar que, al empezar nuestro interrogatorio, trataremos de ahuyentar su desconfianza (segun su feliz expresion), a fin de asestarle seguidamente un hachazo en pleno craneo (para utilizar su ingeniosa metafora). ?Je, je, je...! ?De modo que usted creia que yo hablaba de mi casa pagada por el Estado para...? Verdaderamente, es usted un hombre ironico... No, no; no volvere a este asunto... Pero si, pues las ideas se asocian y unas palabras llevan a otras palabras. Usted ha mencionado el interrogatorio segun las normas legales. Pero ?que importan estas normas, que en mas de un caso resultan sencillamente absurdas? A veces, una simple charla amistosa da mejores resultados. Estas normas no desapareceran nunca, se lo digo para su tranquilidad; pero ?que son las normas, le pregunto yo? El juez de instruccion jamas debe dejarse maniatar por ellas. La mision del magistrado que interroga a un declarante es, dentro de su genero, un arte, o algo parecido. ?Je, je, je!

Porfirio Petrovitch se detuvo un instante para tomar alientos. Hablaba sin descanso y, generalmente, para no decir nada, para devanar una serie de ideas absurdas, de frases estupidas, entre las que deslizaba de vez en cuando una palabra enigmatica que naufragaba al punto en el mar de aquella palabreria sin sentido. Ahora casi corria por el despacho, moviendo aceleradamente sus gruesas y cortas piernas, con

la mirada fija en el suelo, la mano derecha en la espalda y haciendo con la izquierda ademanes que no tenian relacion alguna con sus palabras.

Raskolnikof se dio cuenta de pronto que un par de veces, al llegar junto a la puerta, se habia detenido, al parecer para prestar atencion.

"?Esperara a alguien?"

-Tiene usted razon -continuo Porfirio Petrovitch alegremente y con una amabilidad que lleno a Raskolnikof de inquietud y desconfianza-. Tiene usted motivo para burlarse tan ingeniosamente como lo ha hecho de nuestras costumbres juridicas. Se pretende que tales procedimientos (no todos, naturalmente) tienen por base una profunda filosofia. Sin embargo, son perfectamente ridiculos y generalmente esteriles, sobre todo si se siguen al pie de la letra las normas establecidas... Hemos vuelto, pues, a la cuestion de las normas. Bien; supongamos que yo sospecho que cierto senor es el autor de un crimen cuya instruccion se me ha confiado... Usted ha estudiado Derecho, ?verdad, Rodion Romanovitch?

-Empece.

-Pues bien, he aqui un ejemplo que podra serle util mas adelante... Pero no crea que pretendo hacer de profesor con usted, que publica en los periodicos articulos tan profundos. No, yo solo me tomo la libertad de exponerle un hecho a modo de ejemplo. Si yo considero a un individuo cualquiera como un criminal, ?por que, digame, he de inquietarle prematuramente, incluso en el caso de que tenga pruebas contra el? A algunos me veo obligado a detenerlos inmediatamente, pero otros son de un caracter completamente distinto. ?Por que no he de dejar a mi culpable pasearse un poco por la ciudad? ?Je, je...! Ya veo que usted no me acaba de comprender. Se lo voy a explicar mas claramente. Si me apresuro a ordenar su detencion, le proporciono un punto de apoyo moral, por decirlo asi. ?Se rie usted?

Raskolnikof estaba muy lejos de reirse. Tenia los labios apretados, y su ardiente mirada no se apartaba de los ojos de Porfirio Petrovitch.

-Sin embargo -continuo este-, tengo razon, por lo menos en lo que concierne a ciertos individuos, pues los hombres son muy diferentes unos de otros y nuestra unica consejera digna de credito es la practica. Pero, desde el momento que tiene usted pruebas, me dira usted... ?Dios mio! Usted sabe muy bien lo que son las pruebas: tres de cada cuatro son dudosas. Y yo, a la vez que juez de instruccion, soy un ser humano y en consecuencia, tengo mis debilidades. Una de ellas es mi deseo de que mis diligencias tengan el rigor de una demostracion matematica. Quisiera que mis pruebas fueran tan evidentes como que dos y dos son cuatro, que constituyeran una demostracion clara e indiscutible. Pues bien, si yo ordeno la detencion del culpable antes de tiempo, por muy convencido que este de su culpa, me privo de los medios de poder demostrarlo ulteriormente. ?Por que? Porque le proporciono, por decirlo asi, una situacion normal. Es un detenido, y como detenido se comporta: se retira a su caparazon, se me escapa... Se cuenta que en Sebastopol, inmediatamente despues de la batalla de Alma, los defensores estaban aterrados ante la idea de un ataque del enemigo: no dudaban de que Sebastopol seria tomado por asalto. Pero cuando vieron cavar las primeras trincheras para comenzar un sitio normal, se tranquilizaron y se alegraron. Estoy hablando de personas inteligentes. "Tenemos lo menos para dos meses -se decian-, pues un asedio normal requiere mucho tiempo." ?Otra vez se rie usted? ?No me cree? En el fondo, tiene usted razon; si, tiene usted razon. Estos no son sino casos particulares. Estoy completamente de acuerdo con usted en que acabo de exponerle un caso particular. Pero hay que hacer una observacion sobre este punto, mi querido Rodion Romanovitch, y es que el caso general que responde a todas las formas y formulas juridicas; el caso tipico para el cual se han concebido y escrito las reglas, no existe, por la sencilla razon de que cada causa, cada crimen, apenas realizado, se convierte en un caso particular, ?y cuan especial a veces!: un caso distinto a todos los otros conocidos y que, al parecer, no tiene ningun precedente.

"Algunos resultan hasta comicos. Supongamos que yo dejo a uno de esos senores en libertad. No lo mando detener, no lo molesto para nada. El debe saber, o por lo menos suponer, que en todo momento, hora por hora, minuto por minuto, yo estoy al corriente de lo que hace, que conozco perfectamente su vida, que le vigilo dia y noche. Le sigo por todas partes y sin descanso, y puede estar usted seguro de que, por poco que el se de cuenta de ello, acabara por perder la cabeza. Y entonces el mismo vendra a entregarse y, ademas, me proporcionara los medios de dar a mi sumario un caracter matematico. Esto no deja de tener cierto atractivo. Este sistema puede tener exito con un burdo mujik, pero aun mas con un hombre culto e inteligente. Pues hay en todo esto algo muy importante, amigo mio, y es establecer como puede haber procedido el culpable. No nos olvidemos de los nervios. Nuestros contemporaneos los tienen enfermos, excitados, en tension... ?Y la bilis? ?Ah, los que tienen bilis...! Le aseguro que aqui hay una verdadera fuente de informacion. ?Por que, pues, me ha de inquietar ver a mi hombre ir y venir libremente? Puedo dejarlo pasear, gozar del poco tiempo que le queda, pues se que esta en mi poder y que no se puede escapar... ?Adonde iria? ?Je, je, je! ?Al extranjero, dice usted? Un polaco podria huir al extranjero, pero no el, y menos cuando se le vigila y estan tomadas todas las medidas para evitar su evasion. ?Huir al interior del pais? Alli no encontrara mas que incultos mujiks, gente primitiva, verdaderos rusos, y un hombre civilizado prefiere el presidio a vivir entre unos mujiks que para el son como extranjeros. ?Je, je...! Por otra parte, todo esto no es sino la parte externa de la cuestion. ?Huir! Esto es solo una palabra. El no huira, no solamente porque no tiene adonde ir, sino porque me pertenece psicologicamente... ?Je, je! ?Que me dice usted de la expresion? No huira porque se lo impide una ley de la naturaleza. ?Ha visto usted alguna vez una mariposa ante una bujia? Pues el girara incesantemente alrededor de mi persona como el insecto alrededor de la llama. La libertad ya no tendra ningun encanto para el. Su inquietud ira en aumento; una sensacion creciente de hallarse como enredado en una tela de arana le dominara; un terror indecible se apoderara de el. Y hara tales cosas, que su culpabilidad quedara tan clara como que dos y dos son cuatro. Para que asi suceda, bastara proporcionarle un entreacto de suficiente duracion. Siempre, siempre ira girando alrededor de mi persona, describiendo circulos cada vez mas estrechos, y al fin, ?plaf!, se metera en mi propia boca y yo lo engullire tranquilamente. Esto no deja de tener su encanto, ?no le parece?

Raskolnikof no le contesto. Estaba palido e inmovil. Sin embargo, seguia observando a Porfirio con profunda atencion.

"Me ha dado una buena leccion -se dijo mentalmente, helado de espanto-. Esto ya no es el juego del gato y el raton con que nos entretuvimos ayer. No me ha hablado asi por el simple placer de hacer ostentacion de su fuerza. Es demasiado inteligente para eso. Sin duda persigue otro fin, pero ?cual? ?Bah! Todo esto es solo un ardid para asustarme. ?Eh, amigo! No tienes pruebas. Ademas, el hombre de ayer no existe. Lo que tu pretendes es desconcertarme, irritarme hasta el maximo, para asestarme al fin el golpe decisivo. Pero te equivocas; saldras trasquilado... ?Por que hablara con segundas palabras? Pretende aprovecharse del mal estado de mis nervios... No, amigo mio, no te saldras con la tuya. No se lo que habras tramado, pero te llevaras un chasco mayusculo. Vamos a ver que es lo que tienes preparado."

Y reunio todas sus fuerzas para afrontar valerosamente la misteriosa catastrofe que preveia. Experimentaba un avido deseo de arrojarse sobre Porfirio Petrovitch y estrangularlo.

En el momento de entrar en el despacho del juez, ya habia temido no poder dominarse. Sentia latir su corazon con violencia; tenia los labios resecos y espesa la saliva. Sin embargo, decidio guardar silencio para no pronunciar ninguna palabra imprudente. Comprendia que esta era la mejor tactica que podia seguir en su situacion, pues asi no solamente no corria peligro de comprometerse, sino que tal vez conseguiria irritar a su adversario y arrancarle alguna palabra imprudente. Esta era su esperanza por lo menos.

-Ya veo que no me ha creido usted -prosiguio Porfirio-. Usted supone que todo esto son bromas inocentes.

Se mostraba cada vez mas alegre y no cesaba de dejar oir una risita de satisfaccion, mientras de nuevo iba y venia por el despacho.

-Comprendo que lo haya tomado usted a broma. Dios me ha dado una figura que solo despierta en los demas pensamientos comicos. Tengo el aspecto de un bufon. Sin embargo, quiero decirle y repetirle una cosa, mi querido Rodion Romanovitch... Pero, ante todo, le ruego que me perdone este lenguaje de viejo. Usted es un hombre que esta en la flor de la vida, e incluso en la primera juventud, y, como todos los jovenes, siente un especial aprecio por la inteligencia humana. La agudeza de ingenio y las deducciones abstractas le seducen. Esto me recuerda los antiguos problemas militares de Austria, en la medida, claro es, de mis conocimientos sobre la materia. En teoria, los austriacos habian derrotado a Napoleon, e incluso le consideraban prisionero. Es decir, que en la sala de reuniones lo veian todo de color de rosa. Pero ?que ocurrio en la realidad? Que el general Mack se rindio con todo su ejercito. ?Je, je, je...! Ya veo, mi querido Rodion Romanovitch, que en su interior se esta riendo de mi, porque el hombre apacible que soy en la vida privada echa mano, para todos sus ejemplos, de la historia militar. Pero ?que le vamos a hacer? Es mi debilidad. Soy un enamorado de las cosas militares, y mis lecturas predilectas son aquellas que se relacionan con la guerra... Verdaderamente, he equivocado mi carrera. Debi ingresar en el ejercito. No habria llegado a ser un Napoleon, pero si a conseguir el grado de comandante. ?Je, je, je...! Bien; ahora voy a decirle sinceramente todo lo que pienso, mi querido amigo, acerca del "caso que nos interesa". La realidad y la naturaleza, senor mio, son cosas importantisimas y que reducen a veces a la nada el calculo mas ingenioso. Crea usted a este viejo, Rodion Romanovitch...

Y al pronunciar estas palabras, Porfirio Petrovitch, que solo contaba treinta y cinco anos, parecia haber envejecido: hasta su voz habia cambiado, y se diria que se habia arqueado su espalda.

-Ademas -continuo-, yo soy un hombre sincero... ?Verdad que soy un hombre sincero? Digame: ?usted que cree? A mi me parece que no se puede ir mas lejos en la sinceridad. Yo le he hecho verdaderas confidencias sin exigir compensacion alguna. ?Je, je, je! En fin, volvamos a nuestro asunto. El ingenio es, a mi entender, algo maravilloso, un ornamento de la naturaleza, por decirlo asi, un consuelo en medio de la dureza de la vida, algo que permite, al parecer, confundir a un pobre juez que, por anadidura, se ha dejado enganar por su propia imaginacion, pues, al fin y al cabo, no es mas que un hombre. Pero la naturaleza acude en ayuda de ese pobre juez, y esto es lo malo para el otro. Esto es lo que la juventud que confia en su ingenio y que "franquea todos los obstaculos", como usted ha dicho ingeniosamente, no quiere tener en cuenta.

"Supongamos que ese hombre miente... Me refiero al hombre desconocido de nuestro caso particular... Supongamos que miente, y de un modo magistral. Como es logico, espera su triunfo, cree que va a recoger los frutos de su destreza; pero, de pronto, ?crac!, se desvanece en el lugar mas comprometedor para el. Vamos a suponer que atribuye el sincope a una enfermedad que padece o a la atmosfera asfixiante de la habitacion, cosa frecuente en los locales cerrados. Pues bien, no por eso deja de inspirar sospechas... Su mentira ha sido perfecta, pero no ha pensado en la naturaleza y se encuentra como cogido en una trampa.

"Otro dia, dejandose llevar de su espiritu burlon, trata de divertirse a costa de alguien que sospecha de el. Finge palidecer de espanto, pero he aqui que representa su papel con demasiada propiedad, que su palidez es demasiado natural, y esto sera otro indicio. Por el momento, su interlocutor podra dejarse enganar, pero, si no es un tonto, al dia siguiente cambiara de opinion. Y el imprudente cometera error tras error. Se metera donde no le llaman para decir las cosas mas comprometedoras, para exponer alegorias cuyo verdadero sentido nadie dejara de comprender. Incluso llegara a preguntar por que no lo han detenido todavia. ?Je, je, je...! Y esto puede ocurrir al hombre mas sagaz, a un psicologo, a un literato. La naturaleza es un espejo, el espejo mas diafano, y basta dirigir la vista a el. Pero ?que le sucede, Rodion Romanovitch? ?Le ahoga esta atmosfera tal vez? ?Quiere que abra la ventana?

-No se preocupe -exclamo Raskolnikof, echandose de pronto a reir-. Le ruego que no se moleste.

Porfirio se detuvo ante el, estuvo un momento mirandole y luego se echo a reir tambien. Entonces Raskolnikof, cuya risa convulsiva se habia calmado, se puso en pie.

-Porfirio Petrovitch -dijo levantando la voz y articulando claramente las palabras, a pesar del esfuerzo que tenia que hacer para sostenerse sobre sus temblorosas piernas-, estoy seguro de que usted sospecha que soy el asesino de la vieja y de su hermana Lisbeth. Y quiero decirle que hace tiempo que estoy harto de todo esto. Si usted se cree con derecho a perseguirme y detenerme, hagalo. Pero no le permitire que siga burlandose de mi en mi propia cara y torturandome como lo esta haciendo.

Sus labios empezaron a temblar de pronto; sus ojos, a despedir llamaradas de colera, y su voz, dominada por el hasta entonces, empezo a vibrar.

-?No lo permitire! -exclamo, descargando violentamente su puno sobre la mesa-. ?Oye usted, Porfirio Petrovitch? ?No lo permitire!

-?Senor! Pero ?que dice usted? ?Que le pasa? -dijo Porfirio Petrovitch con un gesto de vivisima inquietud-. ?Que tiene usted, mi querido Rodion Romanovitch?

-?No lo permitire! -grito una vez mas Raskolnikof.

-No levante tanto la voz. Nos pueden oir. Vendran a ver que pasa, y ?que les diremos? ?No comprende?

Dijo esto en un susurro, como asustado y acercando su rostro al de Raskolnikof.

-No lo permitire, no lo permitire -repetia Rodia maquinalmente.

Sin embargo, habia bajado tambien la voz. Porfirio se volvio rapidamente y corrio a abrir la ventana.

-Hay que airear la habitacion. Y debe usted beber un poco de agua, amigo mio, pues esta verdaderamente trastornado.

Ya se dirigia a la puerta para pedir el agua, cuando vio que habia una garrafa en un rincon.

-Tenga, beba un poco -dijo, corriendo hacia el con la garrafa en la mano- Tal vez esto le...

El temor y la solicitud de Porfirio Petrovitch parecian tan sinceros, que Raskolnikof se quedo mirandole con viva curiosidad. Sin embargo, no quiso beber.

-Rodion Romanovitch, mi querido amigo, se va usted a volver loco. ?Beba, por favor! ?Beba aunque solo sea un sorbo!

Le puso a la fuerza el vaso en la mano. Raskolnikof se lo llevo a la boca y despues, cuando se recobro, lo deposito en la mesa con un gesto de hastio.

-Ha tenido usted un amago de ataque -dijo Porfirio Petrovitch afectuosamente y, al parecer, muy turbado-. Se mortifica usted de tal modo, que volvera a ponerse enfermo. No comprendo que una persona se cuide tan poco. A usted le pasa lo que a Dmitri Prokofitch. Precisamente ayer vino a verme. Yo reconozco que esta en lo cierto cuando me dice que tengo un caracter caustico, es decir, malo. Pero ?que deducciones ha hecho, Senor! Vino cuando usted se marcho, y durante la comida hablo tanto, que yo no pude hacer otra cosa que abrir los brazos para expresar mi asombro. " ?Que ocurrencia! -pensaba-. ?Senor! ?Dios mio! Le envio usted, ?verdad...? Pero sientese, amigo mio; sientese, por el amor de Dios.

-Yo no lo envie -repuso Raskolnikof-, pero sabia que tenia que venir a su casa y por que motivo.

-?Conque lo sabia?

-Si. ?Que piensa usted de ello?

-Ya se lo dire, pero antes quiero que sepa, mi querido Rodion Romanovitch, que estoy enterado de que usted puede jactarse de otras muchas hazanas. Mejor dicho, estoy al corriente de todo. Se que fue usted a alquilar una habitacion al anochecer, y que tiro del cordon de la campanilla, y que empezo a hacer preguntas sobre las manchas de sangre, lo que dejo estupefactos a los empapeladores y al portero. Comprendo su estado de animo, es decir, el estado de animo en que se hallaba aquel dia pero no por eso deja de ser cierto que va usted a volverse loco, sin duda alguna, si sigue usted asi. Acabara perdiendo la cabeza, ya lo vera. Una noble indignacion hace hervir su sangre. Usted esta irritado, en primer lugar contra el destino, despues contra la policia. Por eso va usted de un lado a otro tratando de despertar sospechas en la gente. Quiere terminar cuanto antes, pues esta usted harto de sospechas y comadreos estupidos. ?Verdad que no me equivoco, que he interpretado exactamente su estado de animo?

Pero si sigue asi, no sera usted solo el que se volvera loco, sino que trastornara al bueno de Rasumikhine, y no me negara usted que no estaria nada bien hacer perder la cabeza a ese muchacho tan simpatico. Usted esta enfermo; el tiene un exceso de bondad, y precisamente esa bondad es lo que le expone a contagiarse. Cuando se haya tranquilizado usted un poco, mi querido amigo, ya le contare... Pero sientese, por el amor de Dios. Descanse un poco. Esta usted blanco como la cal. Sientese, haga el favor.

Raskolnikof obedecio. El temblor que le habia asaltado se calmaba poco a poco y la fiebre se iba apoderando de el. Pese a su visible inquietud, escuchaba con profunda sorpresa las muestras de interes de Porfirio Petrovitch. Pero no daba fe a sus palabras, a pesar de que experimentaba una tendencia inexplicable a creerle. La alusion inesperada de Porfirio al alquiler de la habitacion le habia paralizado de asombro.

"?Como se habra enterado de esto y por que me lo habra dicho? "

-Durante el ejercicio de mi profesion -continuo inmediatamente Porfirio Petrovitch-, he tenido un caso analogo, un caso morboso. Un hombre se acuso de un asesinato que no habia cometido. Era juguete de una verdadera alucinacion. Exponia hechos, los referia, confundia a todo el mundo. Y todo esto, ?por que? Porque indirectamente y sin conocimiento de causa habia facilitado la perpetracion de un crimen. Cuando se dio cuenta de ello, se sintio tan apenado, se apodero de el tal angustia, que se imagino que era el asesino. Al fin, el Senado aclaro el asunto y el infeliz fue puesto en libertad, pero, de no haber intervenido el Senado, no habria habido salvacion para el. Pues bien, amigo mio, tambien a usted se le puede trastornar el juicio si pone sus nervios en tension yendo a tirar del cordon de una campanilla al anochecer y haciendo preguntas sobre manchas de sangre... En la practica de mi profesion me ha sido posible estudiar estos fenomenos psicologicos. Lo que nuestro hombre siente es un vertigo parecido al que impulsa a ciertas personas a arrojarse por una ventana o desde lo alto de un campanario; una especie de atraccion irresistible; una enfermedad, Rodion Romanovitch, una enfermedad y nada mas que una enfermedad. Usted descuida la suya demasiado. Debe consultar a un buen medico y no a ese tipo rollizo que lo visita... Usted delira a veces, y ese mal no tiene mas origen que el delirio...

Momentaneamente, Raskolnikof creyo ver que todo daba vueltas.

"?Es posible que este fingiendo? ?No, no es posible!", se dijo, rechazando con todas sus fuerzas un pensamiento que -se daba perfecta cuenta de ello- amenazaba hacerle enloquecer de furor.

-En aquellos momentos, yo no estaba bajo los efectos del delirio, procedia con plena conciencia de mis actos -exclamo, pendiente de las reacciones de Porfirio Petrovitch, en su deseo de descubrir sus intenciones-. Conservaba toda mi razon, toda mi razon, ?oye usted?

-Si, lo oigo y lo comprendo. Ya lo dijo usted ayer, e insistio sobre este punto. Yo comprendo anticipadamente todo lo que usted puede decir. Oigame, Rodion Romanovitch, mi querido amigo: permitame hacerle una nueva observacion. Si usted fuese el culpable o estuviese mezclado en este maldito asunto, ?habria dicho que conservaba plenamente la razon? Yo creo que, por el contrario, usted habria afirmado, y se habria aferrado a su afirmacion, que usted no se daba cuenta de lo que hacia. ?No tengo razon? Digame, ?no la tengo?

El tono de la pregunta dejaba entrever una celada. Raskolnikof se recosto en el respaldo del sofa para apartarse de Porfirio, cuyo rostro se habia acercado al suyo, y le observo en silencio, con una mirada fija y llena de asombro.

-Algo parecido puede decirse de la visita de Rasumikhine. Si usted fuese el culpable, habria dicho que el habia venido a mi casa por impulso propio y habria ocultado que usted le habia incitado a hacerlo. Sin embargo, usted ha dicho que Rasumikhine vino a verme porque usted lo envio.

Raskolnikof se estremecio. El no habia hecho afirmacion semejante.

-Sigue usted mintiendo -dijo, esbozando una sonrisa de hastio y con voz lenta y debil-. Usted quiere demostrarme que lee en mi pensamiento, que puede predecir todas mis respuestas -anadio, dandose cuenta de que ya era incapaz de medir sus palabras-. Usted quiere asustarme; usted se esta burlando de mi, sencillamente.

Mientras decia esto no apartaba la vista del juez de instruccion. De subito, un terrible furor fulguro en sus ojos.

-Esta diciendo una mentira tras otra -exclamo-. Usted sabe muy bien que la mejor tactica que puede seguir un culpable es sujetarse a la verdad tanto como sea posible..., declarar todo aquello que no pueda ocultarse. ?No le creo a usted!

-?Que veleta es usted! -dijo Porfirio con una risita mordaz-. No hay medio de entenderse con usted. Esta dominado por una idea fija. ?No me cree? Pues yo creo que empieza usted a creerme. Con diez centimetros de fe me bastara para conseguir que llegue al metro y me crea del todo. Porque le tengo verdadero afecto y solo deseo su bien.

Los labios de Raskolnikof empezaron a temblar.

-Si, le tengo verdadero afecto -prosiguio Porfirio, apretando amistosamente el brazo del joven-, y no se lo volvere a repetir. Ademas, tenga en cuenta que su familia ha venido a verle. Piense en ella. Usted deberia hacer todo lo posible para que su madre y su hermana se sintieran dichosas y, por el contrario, solo les causa inquietudes...

-Eso no le importa. ?Como se ha enterado usted de estas cosas? ?Por que me vigila y que interes tiene en que yo lo sepa?

-Pero oiga usted, oigame, amigo mio: si se todo esto es solo por usted. Usted no se da cuenta de que, cuando esta nervioso, lo cuenta todo, lo mismo a mi que a los demas. Rasumikhine me ha contado tambien muchas cosas interesantes... Cuando usted me ha interrumpido, iba a decirle que, a pesar de su inteligencia, su desconfianza le impide ver las cosas como son... Le voy a poner un ejemplo, volviendo a nuestro asunto. Lo del cordon de la campanilla es un detalle de valor extraordinario para un juez que esta instruyendo un sumario. Y usted se lo refiere a este juez con toda franqueza, sin reserva alguna. ?No deduce usted nada de esto? Si yo le creyera culpable, ?habria procedido como lo he hecho? Por el contrario, habria procurado ahuyentar su desconfianza, no dejarle entrever que estaba al corriente de este detalle, para arrojarle al rostro, de subito, la pregunta siguiente: "?Que hacia usted, entre diez y once, en las habitaciones de las victimas? ?Y por que tiro del cordon de la campanilla y hablo de las manchas de sangre? ?Y por que dijo a los porteros que le llevaran a la comisaria?" He aqui como habria procedido yo si hubiera abrigado la menor sospecha contra usted: le habria sometido a un interrogatorio en toda regla. Y habria dispuesto que se efectuara un registro en la habitacion que tiene alquilada, y habria ordenado que le detuvieran... El hecho de que haya obrado de otro modo es buena prueba de que no sospecho de usted. Pero usted ha perdido el sentido de la realidad, lo repito, y es incapaz de ver nada.

Raskolnikof temblaba de pies a cabeza, y tan violentamente, que Porfirio Petrovitch no pudo menos de notarlo.

-No hace usted mas que mentir -repitio resueltamente-. Ignoro lo que persigue con sus mentiras, pero sigue usted mintiendo. No hablaba asi hace un momento; por eso no puedo equivocarme... ?Miente usted!

-?Que miento? -replico Porfirio, acalorandose visiblemente, pero conservando su acento ironico y jovial y no dando, al parecer, ninguna importancia a la opinion que Raskolnikof tuviera de el-. ?Como puede decir eso sabiendo como he procedido con usted? ?Yo, el juez de instruccion, le he sugerido todos los argumentos psicologicos que podria usted utilizar: la enfermedad, el delirio, el amor propio excitado por el sufrimiento, la neurastenia, y esos policias...! ?Je, je, je...! Sin embargo, dicho sea de paso, esos medios de defensa no tienen ninguna eficacia. Son armas de dos filos y pueden volverse contra usted. Usted dira: "La enfermedad, el desvario, la alucinacion... No me acuerdo de nada." Y le contestaran: "Todo eso esta muy bien, amigo mio; pero ?por que su enfermedad tiene siempre las mismas consecuencias, por que le produce precisamente ese tipo de alucinacion? " Esta enfermedad podia tener otras manifestaciones, ?no le parece? ?Je, je, je!

Raskolnikof le miro con despectiva arrogancia.

-En resumidas cuentas -dijo firmemente, levantandose y apartando a Porfirio-, yo quiero saber claramente si me puedo considerar o no al margen de toda sospecha. Digamelo, Porfirio Petrovitch; digamelo ahora mismo y sin rodeos.

-Ahora me sale con una exigencia. ?Hasta tiene exigencias, Senor! -exclamo Porfirio Petrovitch con perfecta calma y cierto tonillo de burla-. Pero ?a que vienen esas preguntas? ?Acaso sospecha alguien de usted? Se comporta como un nino caprichoso que quiere tocar el fuego. ?Y por que se inquieta usted de ese modo y viene a visitarnos cuando nadie le llama?

-?Le repito -replico Raskolnikof, ciego de ira- que no puedo soportar...!

-?La incertidumbre? -le interrumpio Porfirio.

-?No me saque de quicio! ?No se lo puedo permitir! ?De ningun modo lo permitire! ?Lo ha oido? ?De ningun modo!

Y Raskolnikof dio un fuerte punetazo en la mesa.

-?Silencio! Hable mas bajo. Se lo digo en serio. Procure reprimirse. No estoy bromeando.

Al decir esto Porfirio, su semblante habia perdido su expresion de temor y de bondad. Ahora ordenaba francamente, severamente, con las cejas fruncidas y un gesto amenazador. Parecia haber terminado con las simples alusiones y los misterios y estar dispuesto a quitarse la careta. Pero esta actitud fue momentanea.

Raskolnikof se sintio interesado al principio; despues, de subito, noto que la ira le dominaba. Sin embargo, aunque su exasperacion habia llegado al limite, obedecio -cosa extrana- la orden de bajar la voz.

-No me dejare torturar -murmuro en el mismo tono de antes. Pero advertia, con una mezcla de amargura y rencor, que no podia obrar de otro modo, y esta conviccion aumentaba su colera-. Detengame -anadio-, registreme si quiere; pero atengase a las reglas y no juegue conmigo. ?Se lo prohibo!

-Nada de reglas -respondio Porfirio, que seguia sonriendo burlonamente y miraba a Raskolnikof con cierto jubilo-. Le invite a venir a verme como amigo.

-No quiero para nada su amistad, la desprecio. ?Oye usted? Y ahora cojo mi gorra y me marcho. Veremos que dice usted, si tiene intencion de arrestarme.

Cogio su gorra y se dirigio a la puerta.

-?No quiere ver la sorpresa que le he reservado?-le dijo Porfirio Petrovitch, con su ironica sonrisita y cogiendole del brazo, cuando ya estaba ante la puerta. Parecia cada vez mas alegre y burlon, y esto ponia a Raskolnikof fuera de si.

-?Una sorpresa? ?Que sorpresa? -pregunto Rodia, fijando en el juez de instruccion una mirada llena de inquietud.

-Una sorpresa que esta detras de esa puerta... ?Je, je, je!

Senalaba la puerta cerrada que comunicaba con sus habitaciones.

-Incluso la he encerrado bajo llave para que no se escape.

-?Que demonios se trae usted entre manos?

Raskolnikof se acerco a la puerta y trato de abrirla, pero no le fue posible.

-Esta cerrada con llave y la llave la tengo yo -dijo Porfirio.

Y, en efecto, le mostro una llave que acababa de sacar del bolsillo.

-No haces mas que mentir -gruno Raskolnikof sin poder dominarse-. ?Mientes, mientes, maldito polichinela!

Y se arrojo sobre el juez de instruccion, que retrocedio hasta la puerta, aunque sin demostrar temor alguno.

-?Comprendo tu tactica! ?Lo comprendo todo! -siguio vociferando Raskolnikof-. Mientes y me insultas para irritarme y que diga lo que no debo.

-?Pero si usted no tiene nada que ocultar, mi querido Rodion Romanovitch! ?Por que se excita de ese modo? No grite mas o llamo.

-?Mientes, mientes! ?No pasara nada! ?Ya puedes llamar! Sabes que estoy enfermo y has pretendido exasperarme, aturdirme, para que diga lo que no debo. Este ha sido tu plan. No tienes pruebas; lo unico que tienes son miseras sospechas, conjeturas tan vagas como las de Zamiotof. Tu conocias mi caracter y me has sacado de mis casillas para que aparezcan de pronto los popes y los testigos. ?Verdad que es este tu proposito? ?Que esperas para hacerlos entrar? ?Donde estan? ?Ea! Diles de una vez que pasen.

-Pero ?que dice usted? ?Que ideas tiene, amigo mio! No se pueden seguir las reglas tan ciegamente como usted cree. Usted no entiende de estas cosas, querido. Las reglas se seguiran en el momento debido. Ya lo vera por sus propios ojos.

Y Porfirio parecia prestar atencion a lo que sucedia detras de la puerta del despacho.

En efecto, se oyeron ruidos procedentes de la pieza vecina.

-Ya vienen -exclamo Raskolnikof-. Has enviado por ellos... Los esperabas... Lo tenias todo calculado... Bien, hazlos entrar a todos; haz entrar a los testigos y a quien quieras... Estoy preparado.

Pero en ese momento ocurrio algo tan sorprendente, tan ajeno al curso ordinario de las cosas, que, sin duda, ni Porfirio Petrovitch ni Raskolnikof lo habrian podido prever jamas.



VI

He aqui el recuerdo que esta escena dejo en Raskolnikof. En la pieza inmediata aumento el ruido rapidamente y la puerta se entreabrio.

-?Que pasa? -grito Porfirio Petrovitch, contrariado-. Ya he advertido que...

Nadie contesto, pero fue facil deducir que tras la puerta habia varias personas que trataban de impedir el paso a alguien.

-?Quieren decir de una vez que pasa? -repitio Porfirio, perdiendo la paciencia.

-Es que esta aqui el procesado Nicolas -dijo una voz.

-No lo necesito. Que se lo lleven.

Pero, acto seguido, Porfirio corrio hacia la puerta.

-?Esperen! ?A que ha venido? ?Que significa este desorden?

-Es que Nicolas... -empezo a decir el mismo que habia hablado antes.

Pero se interrumpio de subito. Entonces, y durante unos segundos, se oyo el fragor de una verdadera lucha. Despues parecio que alguien rechazaba violentamente a otro, y, seguidamente, un hombre palido como un muerto irrumpio en el despacho.

El aspecto de aquel hombre era impresionante. Miraba fijamente ante si y parecia no ver a nadie. Sus ojos tenian un brillo de resolucion. Sin embargo, su semblante estaba livido como el del condenado a muerte al que llevan a viva fuerza al patibulo. Sus labios, sin color, temblaban ligeramente.



Era muy joven y vestia con la modestia de la gente del pueblo. Delgado, de talla media, cabello cortado al rape, rostro enjuto y finas facciones. El hombre al que acababa de rechazar entro inmediatamente tras el y le cogio por un hombro. Era un gendarme. Pero Nicolas consiguio desprenderse de el nuevamente.

Algunos curiosos se hacinaron en la puerta. Los mas osados pugnaban por entrar. Todo esto habia ocurrido en menos tiempo del que se tarda en describirlo.

-?Fuera de aqui! ?Espera a que te llamen! ?Por que lo han traido? -exclamo el juez, sorprendido e irritado.

De pronto, Nicolas se arrodillo.

-?Que haces? -exclamo Porfirio, asombrado.

-?Soy culpable! ?He cometido un crimen! ?Soy un asesino! -dijo Nicolas con voz jadeante pero energica.

Durante diez segundos reino en la estancia un silencio absoluto, como si todos los presentes hubieran perdido el habla. El gendarme habia retrocedido: sin atreverse a acercarse a Nicolas, se habia retirado hacia la puerta y alli permanecia inmovil.

-?Que dices?-pregunto Porfirio cuando logro salir de su asombro.

-Yo... soy... un asesino -repitio Nicolas tras una pausa.

-?Tu? -exclamo el juez de instruccion, dando muestras de gran desconcierto-. ?A quien has matado?

Tras un momento de silencio, Nicolas respondio:

-A Alena Ivanovna y a su hermana Lisbeth Ivanovna. Las mate... con un hacha. No estaba en mi juicio -anadio.

Y guardo silencio, sin levantarse.

Porfirio Petrovitch estuvo un momento sumido en profundas reflexiones. Despues, con un violento ademan, ordeno a los curiosos que se marcharan. Estos obedecieron en el acto y la puerta se cerro tras ellos. Entonces, Porfirio dirigio una mirada a Raskolnikof, que permanecia de pie en un rincon y que observaba a Nicolas petrificado de asombro. El juez de instruccion dio un paso hacia el, pero, como cambiando de idea, se detuvo, mirandole. Despues volvio los ojos hacia Nicolas, luego miro de nuevo a Raskolnikof y al fin se acerco al pintor con una especie de arrebato.

-Ya diras si estabas o no en tu juicio cuando se lo pregunte -exclamo, irritado-. Nadie te ha preguntado nada sobre ese particular. Contesta a esto: ?has cometido un crimen?

-Si, soy un asesino; lo confieso -repuso Nicolas.

-?Que arma empleaste?

-Un hacha que llevaba conmigo.

-?Con que rapidez respondes! ?Solo?

Nicolas no comprendio la pregunta.

-Digo que si tuviste complices.

-No, Mitri es inocente. No tuvo ninguna participacion en el crimen.

-No te precipites a hablar de Mitri... Sin embargo, habras de explicarme como bajaste la escalera. Los porteros os vieron a los dos juntos.

-Corri hasta alcanzar a Mitri. Me dije que de este modo no se sospecharia de mi -respondio Nicolas al punto, como quien recita una leccion bien aprendida.

-La cosa esta clara: repite una serie de palabras que ha estudiado -murmuro para si el juez de instruccion.

En esto, su vista tropezo con Raskolnikof, de cuya presencia se habia olvidado, tan profunda era la emocion que su escena con Nicolas le habia producido.

Al ver a Raskolnikof volvio a la realidad y se turbo. Se fue hacia el, presuroso.

-Rodion Romanovitch, amigo mio, perdoneme... Ya ve usted que... Usted no tiene nada que hacer aqui... Yo soy el primer sorprendido, como puede usted ver... Vayase, se lo ruego...

Y le cogio del brazo, indicandole la puerta.

-Esto ha sido inesperado para usted, ?verdad? -dijo Raskolnikof, que, dandose cuenta de todo, habia cobrado animos.

-Tampoco usted lo esperaba, amigo mio. Su mano tiembla.?Je, je, je!

-Tambien usted esta temblando, Porfirio Petrovitch.

-Desde luego, no ha sido una sorpresa para mi.

Estaban ya junto a la puerta. Porfirio esperaba con impaciencia que se marchara Raskolnikof. El joven pregunto de pronto:

-Entonces, ?no me muestra usted la sorpresa?

-?Le estan castaneteando los dientes y miren ustedes como habla! ?Es usted un hombre caustico! ?Bueno, hasta la vista!

-Yo creo que seria mejor que nos dijeramos adios.

-Sera lo que Dios quiera, lo que Dios quiera -gruno Porfirio con una sonrisa sarcastica.

Al cruzar la oficina, Raskolnikof advirtio que varios empleados le miraban fijamente. Al llegar a la antesala vio que, entre otras personas, estaban los dos porteros de la casa del crimen, aquellos a los que el habia pedido dias atras que lo llevaran a la comisaria. De su actitud se deducia que esperaban algo. Apenas llego a la escalera, oyo que le llamaba Porfirio Petrovitch. Se volvio y vio que el juez de instruccion corria hacia el, jadeante.

-Solo dos palabras, Rodion Romanovitch. Este asunto terminara como Dios quiera, pero yo tendre que hacerle todavia, por pura formula, algunas preguntas. Nos volveremos a ver, ?no?

Porfirio se habia detenido ante el, sonriente.

-?No? -repitio.

Al parecer, deseaba anadir algo, pero no dijo nada mas.

-Perdoneme por mi conducta de hace un momento -dijo Raskolnikof, que habia recobrado la presencia de animo y experimentaba un deseo irresistible de fanfarronear ante el magistrado-. He estado demasiado vehemente.

-No tiene importancia -repuso Porfirio con excelente humor-. Tambien yo tengo un caracter bastante aspero; lo reconozco. Ya nos volveremos a ver, si Dios quiere.

-Y terminaremos de conocernos -dijo Raskolnikof.

-Si -convino Porfirio, mirandole seriamente, con los ojos entornados-. Ahora va usted a una fiesta de cumpleanos,?no?

-No; a un entierro.

-?Ah, si! A un entierro... Cuidese, creame; cuidese.

-Yo no se que desearle -dijo Raskolnikof, que ya habia empezado a bajar la escalera y se habia vuelto de pronto-. Quisiera poderle desear grandes exitos, pero ya ve usted que sus funciones resultan a veces bastante comicas.

-?Comicas? -exclamo el juez de instruccion, que ya se disponia a volver a su despacho, pero que se habia detenido al oir la replica de Raskolnikof.

-Si. Ahi tiene usted a ese pobre Nicolas, al que habra atormentado usted con sus metodos psicologicos hasta hacerle confesar. Sin duda, usted le repetia a todas horas y en todos los tonos: "Eres un asesino, eres un asesino." Y ahora que ha confesado, empieza usted a torturarlo con esta otra cancion: "Mientes; no eres un asesino, no has cometido ningun crimen; dices una leccion aprendida de memoria." Despues de esto, usted no puede negar que sus funciones resultan a veces bastante comicas.

-?Je, je, je! Ya veo que usted se ha dado cuenta de que he dicho a Nicolas que repetia palabras aprendidas de memoria.

-?Claro que me he dado cuenta!

-?Je, je! Es usted muy sutil. No se le escapa nada. Ademas, posee usted una perspicacia especial para captar los detalles comicos. ?Je, je! Me parece que era Gogol el escritor que se distinguia por esta misma aptitud.

-Si, era Gogol.

-?Verdad que si? Bueno, hasta que tenga el gusto de volverle a ver.

Raskolnikof volvio inmediatamente a su casa. Estaba tan sorprendido, tan desconcertado ante todo lo que acababa de suceder, que, apenas llego a su habitacion, se dejo caer en el divan y estuvo un cuarto de hora tratando de serenarse y de recobrar la lucidez. No intento explicarse la conducta de Nicolas: estaba demasiado confundido para ello. Comprendia que aquella confesion encerraba un misterio que el no conseguiria descifrar, por lo menos en aquellos momentos. Sin embargo, esta declaracion era una realidad cuyas consecuencias veia claramente. No cabia duda de que aquella mentira acabaria por descubrirse, y entonces volverian a pensar en el. Mas, entre tanto, estaba en libertad y debia tomar sus precauciones ante el peligro que juzgaba inminente.

Pero ?hasta que punto estaba en peligro? La situacion empezaba a aclararse. No pudo evitar un estremecimiento de inquietud al recordar la escena que se habia desarrollado entre Porfirio y el. Claro que no podia prever las intenciones del juez de instruccion ni adivinar sus pensamientos, pero lo que habia sacado en claro le permitia comprender el peligro que habia corrido. Poco le habia faltado para perderse irremisiblemente. El temible magistrado, que conocia la irritabilidad de su caracter enfermizo, se habia lanzado a fondo, demasiado audazmente tal vez, pero casi sin riesgo. Sin duda, el, Raskolnikof, se habia comprometido desde el primer momento, pero las imprudencias cometidas no constituian pruebas contra el, y toda su conducta tenia un valor muy relativo.

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Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

Pero ?no se equivocaria en sus juicios? ?Que fin perseguia el juez de instruccion? ?Seria verdad que le habia preparado una sorpresa? ?En que consistiria? ?Como habria terminado su entrevista con Porfirio si no se hubiese producido la espectacular aparicion de Nicolas?

Porfirio no habia disimulado su juego; tactica arriesgada, pero cuyo riesgo habia decidido correr. Raskolnikof no dejaba de pensar en ello. Si el juez hubiera tenido otros triunfos, se los habria ensenado igualmente. ?Que seria aquella sorpresa que le reservaba? ?Una simple burla o algo que tenia su significado? ?Constituiria una prueba? ?Contendria, por lo menos, alguna acusacion...? ?El desconocido del dia anterior? ?Como se explicaba que hubiera desaparecido de aquel modo? ?Donde estaria? Si Porfirio tenia alguna prueba, debia de estar relacionada con aquel hombre misterioso.

Raskolnikof estaba sentado en el divan, con los codos apoyados en las rodillas y la cara en las manos. Un temblor nervioso seguia agitando todo su cuerpo. Al fin se levanto, cogio la gorra, se detuvo un momento para reflexionar y se dirigio a la puerta.

Consideraba que, por lo menos durante todo aquel dia, estaba fuera de peligro. De pronto experimento una sensacion de alegria y le acometio el deseo de trasladarse lo mas rapidamente posible a casa de Catalina Ivanovna. Desde luego, era ya demasiado tarde para ir al entierro, pero llegaria a tiempo para la comida y veria a Sonia.

Volvio a detenerse para reflexionar y esbozo una sonrisa dolorosa.

-Hoy, hoy -murmuro-. Hoy mismo. Es necesario...

Ya se disponia a abrir la puerta, cuando esta se abrio sin que el la tocase. Se estremecio y retrocedio rapidamente. La puerta se fue abriendo poco a poco, sin ruido, y de subito aparecio la figura del personaje del dia anterior, del hombre que parecia haber surgido de la tierra.

El desconocido se detuvo en el umbral, miro en silencio a Raskolnikof y dio un paso hacia el interior del aposento.

Vestia exactamente igual que la vispera, pero su semblante y la expresion de su mirada habian cambiado. Parecia profundamente apenado. Tras unos segundos de silencio, lanzo un suspiro. Solo le faltaba llevarse la mano a la mejilla y volver la cabeza para parecer una pobre mujer desolada.

-?Que desea usted? -pregunto Raskolnikof, paralizado de espanto.

El recien llegado no contesto. De pronto hizo una reverencia tan profunda, que su mano derecha toco el suelo.

-?Que hace usted? -exclamo Raskolnikof.

-Me siento culpable -dijo el desconocido en voz baja.

-?De que?

-De pensar mal.

Cruzaron una mirada.

-Yo no estaba tranquilo... Cuando llego usted, el otro dia, seguramente embriagado, y dijo a los porteros que lo llevaran a la comisaria, despues de haber interrogado a los pintores sobre las manchas de sangre, me contrario que no le hicieran caso por creer que estaba usted bebido. Esto me atormento de tal modo, que no pude dormir. Y como me acordaba de su direccion, decidimos venir ayer a preguntar...

-?Quien vino? -le interrumpio Raskolnikof, que empezaba a comprender.

-Yo. Por lo tanto, soy yo el que le insulto.

-Entonces, ?vive usted en aquella casa?

-Si, y estaba en el portal con otras personas. ?No se acuerda? Hace ya mucho tiempo que vivo y trabajo en aquella casa. Tengo el oficio de peletero. Lo que mas me inquieta es...

Raskolnikof se acordo de subito de toda la escena de la antevispera. Efectivamente, en el portal, ademas de los porteros, habia varias personas, hombres y mujeres. Uno de los hombres habia dicho que debian llevarle a la comisaria. No recordaba como era el que habia manifestado este parecer -ni siquiera ahora podia reconocerle-, pero estaba seguro de haberse vuelto hacia el y haber respondido algo...

Se habia aclarado el inquietante misterio del dia anterior. Y lo mas notable era que habia estado a punto de perderse por un hecho tan insignificante. Aquel hombre unicamente podia haber revelado que el, Raskolnikof, habia ido alli para alquilar una habitacion y hecho ciertas preguntas sobre las manchas de sangre. Por consiguiente, esto era todo lo que Porfirio Petrovitch podia saber; es decir, que tenia conocimiento de su acceso de delirio, pero de nada mas, a pesar de su "arma psicologica de dos filos". En resumidas cuentas, que no sabia nada positivo. De modo que, si no surgian nuevos hechos (y no debian surgir), ?que le podian hacer? Aunque llegaran a detenerle, ?como podrian confundirle? Otra cosa que podia deducirse era que Porfirio acababa de enterarse de su visita a la vivienda de las victimas. Antes de ver al peletero no sabia nada.

-?Ha sido usted el que le ha contado hoy a Porfirio mi visita a aquella casa? -pregunto, obedeciendo a una idea repentina.

-?Quien es Porfirio?

-El juez de instruccion.

-Si, yo he sido. Como los porteros no fueron, he ido yo.

-?Hoy?

-He llegado un momento antes que usted y lo he oido todo: se como le han torturado.

-?Donde estaba usted?

-En la vivienda del juez, detras de la puerta interior del despacho. Alli he estado durante toda la escena.

-Entonces, ?era usted la sorpresa? Cuentemelo todo. ?Por que estaba usted escondido alli?

-Pues vera -dijo el peletero-. En vista de que los porteros no querian ir a dar parte a la policia, con el pretexto de que era tarde y les pondrian de vuelta y media por haber ido a molestarlos a hora tan intempestiva, me indigne de tal modo, que no pude dormir, y ayer empece a informarme acerca de usted. Hoy, ya debidamente informado, he ido a ver al juez de instruccion. La primera vez que he preguntado por el, estaba ausente. He vuelto una hora despues y no me ha recibido. Al fin, a la tercera vez, me han hecho pasar a su despacho. Se lo he contado todo exactamente como ocurrio. Mientras me escuchaba, Porfirio Petrovitch iba y venia apresuradamente por el despacho, golpeandose el pecho con el puno. " ?Que cosas he de hacer por vuestra culpa, cretinos! -exclamo-. Si hubiera sabido esto antes, lo habria hecho detener." En seguida salio precipitadamente del despacho, llamo a alguien y se puso a hablar con el en un rincon. Despues volvio a mi lado y de nuevo empezo a hacerme preguntas y a insultarme. Mientras el me dirigia reproche tras reproche, yo se lo he contado todo. Le he dicho que usted se habia callado cuando yo le acuse de asesino y que no me reconocio. El ha vuelto a sus idas y venidas precipitadas y a darse golpes en el pecho, y cuando le han anunciado a usted, ha venido hacia mi y me ha dicho: "Pasa detras de esa puerta y, oigas lo que oigas, no te muevas de ahi." Me ha traido una silla, me ha encerrado y me ha advertido: "Tal vez te llame." Pero cuando ha llegado Nicolas y le ha despedido a usted, en seguida me ha dicho a mi que me marchase, advirtiendome que tal vez me llamaria para interrogarme de nuevo.

-?Ha interrogado a Nicolas delante de ti?

-Me ha hecho salir inmediatamente despues de usted, y solo entonces ha empezado a interrogar a Nicolas.

El visitante se inclino otra vez hasta tocar el suelo.

-Perdone mi denuncia y mi malicia.

-Que Dios lo perdone -dijo Raskolnikof.

El visitante se volvio a inclinar; aunque ya no tan profundamente, y se fue a paso lento.

"Ya no hay mas que pruebas de doble sentido", se dijo Raskolnikof, y salio de su habitacion reconfortado.

"Ahora, a continuar la lucha" se dijo con una agria sonrisa mientras bajaba la escalera. Se detestaba a si mismo y se sentia humillado por su pusilanimidad.





QUINTA PARTE

I

Al dia siguiente de la noche fatal en que habia roto con Dunia y Pulqueria Alejandrovna, Piotr Petrovitch se desperto de buena manana. Sus pensamientos se habian aclarado, y hubo de reconocer, muy a pesar suyo, que lo ocurrido la vispera, hecho que le habia parecido fantastico y casi imposible entonces, era completamente real e irremediable. La negra serpiente del amor propio herido no habia cesado de roerle el corazon en toda la noche. Lo primero que hizo al saltar de la cama fue ir a mirarse al espejo: temia haber sufrido un derrame de bilis.

Afortunadamente, no se habia producido tal derrame. Al ver su rostro blanco, de persona distinguida, y un tanto carnoso, se consolo momentaneamente y tuvo el convencimiento de que no le seria dificil reemplazar a Dunia incluso con ventaja; pero pronto volvio a ver las cosas tal como eran, y entonces lanzo un fuerte salivazo, lo que arranco una sonrisa de burla a su joven amigo y companero de habitacion Andres Simonovitch Lebeziatnikof. Piotr Petrovitch, que habia advertido esta sonrisa, la anoto en el debe, ya bastante cargado desde hacia algun tiempo, de Andres Simonovitch.

Su colera aumento, y se dijo que no debio haber confiado a su companero de hospedaje el resultado de su entrevista de la noche anterior. Era la segunda torpeza que su irritacion y la necesidad de expansionarse le habian llevado a cometer. Para colmo de desdichas, el infortunio le persiguio durante toda la manana. En el Senado tuvo un fracaso al debatirse su asunto. Un ultimo incidente colmo su mal humor. El propietario del departamento que habia alquilado con miras a su proximo matrimonio, departamento que habia hecho reparar a costa suya, se nego en redondo a rescindir el contrato. Este hombre era extranjero, un obrero aleman enriquecido, y reclamaba el pago de los alquileres estipulados en el contrato de arrendamiento, a pesar de que Piotr Petrovitch le devolvia la vivienda tan remozada que parecia nueva. Ademas, el mueblista pretendia quedarse hasta el ultimo rublo de la cantidad anticipada por unos muebles que Piotr Petrovitch no habia recibido todavia.

" ?No voy a casarme solo por tener los muebles! ", exclamo para si mientras rechinaba los dientes. Pero, al mismo tiempo, una ultima esperanza, una loca ilusion, paso por su pensamiento. "?Es verdaderamente irremediable el mal? ?No podria intentarse algo todavia?" El seductor recuerdo de Dunetchka le atraveso el corazon como una aguja, y si en aquel momento hubiera bastado un simple deseo para matar a Raskolnikof, no cabe duda de que Piotr Petrovitch habria expresado.

"Otro error mio ha sido no darles dinero -siguio pensando mientras regresaba, cabizbajo, al rincon de Lebeziatnikof-. ?Por que demonio habre sido tan judio? Mis calculos han fallado por completo. Yo creia que, dejandolas momentaneamente en la miseria, las preparaba para que luego vieran en mi a la providencia en persona. Y se me han escapado de las manos... Si les hubiera dado..., ?que dire yo?, unos mil quinientos rublos para el ajuar, para comprar esas telas y esos menudos objetos, esas bagatelas, en fin, que se venden en el bazar ingles, me habria conducido con mas habilidad y el negocio me habria ido mejor. Ellas no me habrian soltado tan facilmente. Por su manera de ser, despues de la ruptura se habrian creido obligadas a devolverme el dinero recibido, y esto no les habria sido ni grato ni facil. Ademas, habria entrado en juego su conciencia. Se habrian dicho que como podian romper con un hombre que se habia mostrado tan generoso y delicado con ellas. En fin, que he cometido una verdadera pifia."

Y Piotr Petrovitch, con un nuevo rechinar de dientes, se llamo imbecil a si mismo.

Despues de llegar a esta conclusion, volvio a su alojamiento mas irritado y furioso que cuando habia salido. Sin embargo, al punto desperto su curiosidad el bullicio que llegaba de las habitaciones de Catalina Ivanovna, donde se estaba preparando la comida de funerales. El dia anterior habia oido decir algo de esta ceremonia. Incluso se acordo de que le habian invitado, aunque sus muchas preocupaciones le habian impedido prestar atencion.

Se apresuro a informarse de todo, preguntando a la senora Lipevechsel, que, por hallarse ausente Catalina Ivanovna (estaba en el cementerio), se cuidaba de todo y correteaba en torno a la mesa, ya preparada para la colacion. Asi se entero Piotr Petrovitch de que la comida de funerales seria un acto solemne. Casi todos los inquilinos, incluso algunos que ni siquiera habian conocido al difunto, estaban invitados. Andres Simonovitch Lebeziatnikof se sentaria a la mesa, no obstante su reciente disgusto con Catalina Ivanovna. A el, Piotr Petrovitch, se le esperaba como al huesped distinguido de la casa. Amalia Ivanovna habia recibido una invitacion en toda regla a pesar de sus diferencias con Catalina Ivanovna. Por eso ahora se preocupaba de la comida con visible satisfaccion. Se habia arreglado como para una gran solemnidad: aunque iba de luto, lucia orgullosamente un flamante vestido de seda.

Todos estos informes y detalles inspiraron a Piotr Petrovitch una idea que ocupaba su magin mientras regresaba a su habitacion, mejor dicho, a la de Andres Simonovitch Lebeziatnikof.

Andres Simonovitch habia pasado toda la manana en su aposento, no se por que motivo. Entre este y Piotr Petrovitch se habian establecido unas relaciones sumamente extranas, pero faciles de explicar. Piotr Petrovitch le odiaba, le despreciaba profundamente, casi desde el mismo dia en que se habia instalado en su habitacion; pero, al mismo tiempo, le temia. No era unicamente la tacaneria lo que le habia llevado a hospedarse en aquella casa a su llegada a Petersburgo. Este motivo era el principal, pero no el unico. Estando aun en su localidad provinciana, habia oido hablar de Andres Simonovitch, su antiguo pupilo, al que se consideraba como uno de los jovenes progresistas mas avanzados de la capital, e incluso como un miembro destacado de ciertos circulos, verdaderamente curiosos, que gozaban de extraordinaria reputacion. Esto habia impresionado a Piotr Petrovitch. Aquellos circulos todopoderosos que nada ignoraban, que despreciaban y desenmascaraban a todo el mundo, le infundian un vago terror. Claro que, al estar alejado de estos circulos, no podia formarse una idea exacta acerca de ellos. Habia oido decir, como todo el mundo, que en Petersburgo habia progresistas, nihilistas y toda suerte de enderezadores de entuertos, pero, como la mayoria de la gente, exageraba el sentido de estas palabras del modo mas absurdo. Lo que mas le inquietaba desde hacia ya tiempo, lo que le llenaba de una intranquilidad exagerada y continua, eran las indagaciones que realizaban tales partidos. Solo por esta razon habia estado mucho tiempo sin decidirse a elegir Petersburgo como centro de sus actividades.

Estas sociedades le inspiraban un terror que podia calificarse de infantil. Varios anos atras, cuando comenzaba su carrera en su provincia, habia visto a los revolucionarios desenmascarar a dos altos funcionarios con cuya proteccion contaba. Uno de estos casos termino del modo mas escandaloso en contra del denunciado; el otro habia tenido tambien un final sumamente enojoso. De aqui que Piotr Petrovitch, apenas llegado a Petersburgo, procurase enterarse de las actividades de tales asociaciones: asi, en caso de necesidad, podria presentarse como simpatizante y asegurarse la aprobacion de las nuevas generaciones. Para esto habia contado con Andres Simonovitch, y que se habia adaptado rapidamente al lenguaje de los reformadores lo demostraba su visita a Raskolnikof.

Pero en seguida se dio cuenta de que Andres Simonovitch no era sino un pobre hombre, una verdadera mediocridad. No obstante, ello no altero sus convicciones ni basto para tranquilizarle. Aunque todos los progresistas hubieran sido igualmente estupidos, su inquietud no se habria calmado.

Aquellas doctrinas, aquellas ideas, aquellos sistemas (con los que Andres Simonovitch le llenaba la cabeza) no le impresionaban demasiado. Solo deseaba poder seguir el plan que se habia trazado, y, en consecuencia, unicamente le interesaba saber como se producian los escandalos citados anteriormente y si los hombres que los provocaban eran verdaderamente todopoderosos. En otras palabras, ?tendria motivos para inquietarse si se le denunciaba cuando emprendiera algun negocio? ?Por que actividades se le podia denunciar? ?Quienes eran los que atraian la atencion de semejantes inspectores? Y, sobre todo, ?podria llegar a un acuerdo con tales investigadores, comprometiendolos, al mismo tiempo, en sus asuntos, si eran en verdad tan temibles? ?Seria prudente intentarlo? ?No se les podria incluso utilizar para llevar a cabo los propios proyectos? Piotr Petrovitch se habria podido hacer otras muchas preguntas como estas...

Andres Simonovitch era un hombrecillo enclenque, escrofuloso, que pertenecia al cuerpo de funcionarios y trabajaba en una oficina publica. Su cabello era de un rubio casi blanco y lucia unas pobladas patillas de las que se sentia sumamente orgulloso. Casi siempre tenia los ojos enfermos. En el fondo, era una buena persona, pero su lenguaje, de una presuncion que rayaba en la pedanteria, contrastaba grotescamente con su esmirriada figura. Se le consideraba como uno de los inquilinos mas distinguidos de Amalia Ivanovna, ya que no se embriagaba y pagaba puntualmente el alquiler.

Pese a todas estas cualidades, Andres Simonovitch era bastante necio. Su afiliacion al partido progresista obedecio a un impulso irreflexivo. Era uno de esos innumerables pobres hombres, de esos testarudos ignorantes que se apasionan por cualquier tendencia de moda, para envilecerla y desacreditarla en seguida. Estos individuos ponen en ridiculo todas las causas, aunque a veces se entregan a ellas con la mayor sinceridad.

Digamos ademas que Lebeziatnikof, a pesar de su buen caracter, empezaba tambien a no poder soportar a su huesped y antiguo tutor Piotr Petrovitch: la antipatia habia surgido espontanea y reciprocamente por ambas partes. Por poco perspicaz que fuera, Andres Simonovitch se habia dado cuenta de que Piotr Petrovitch no era sincero con el y le despreciaba secretamente; en una palabra, que tenia ante si a un hombre distinto del que Lujine aparentaba ser. Habia intentado exponerle el sistema de Furier y la teoria de Darwin, pero Piotr Petrovitch le escuchaba con un gesto sarcastico desde hacia algun tiempo, y ultimamente incluso le respondia con expresiones insultantes. En resumen, que Lujine se habia dado cuenta de que Andres Simonovitch era, ademas de un imbecil, un charlatan que no tenia la menor influencia en el partido. Solo sabia las cosas por conductos sumamente indirectos, e incluso en su mision especial, la de la propaganda, no estaba muy seguro, pues solia armarse verdaderos enredos en sus explicaciones. Por consiguiente, no era de temer como investigador al servicio del partido.

Digamos de paso que Piotr Petrovitch, al instalarse en casa de Lebeziatnikof, sobre todo en los primeros dias, aceptaba de buen grado los cumplimientos, verdaderamente extranos, de su patron, o, por lo menos, no protestaba cuando Andres Simonovitch le consideraba dispuesto a favorecer el establecimiento de una nueva commune en la calle de los Bourgeois, o a consentir que Dunetchka tuviera un amante al mes de casarse con ella, o a comprometerse a no bautizar a sus hijos. Le halagaban de tal modo las alabanzas, fuera cual fuere su condicion, que no rechazaba estos cumplimientos.

Aquella manana habia negociado varios titulos y, sentado a la mesa, contaba los fajos de billetes que acababa de recibir. Andres Simonovitch, que casi siempre andaba escaso de dinero, se paseaba por la habitacion, fingiendo mirar aquellos papeles con una indiferencia rayana en el desden. Desde luego, Piotr Petrovitch no admitia en modo alguno la sinceridad de esta indiferencia, y Lebeziatnikof, ademas de comprender esta actitud de Lujine se decia, no sin amargura, que aun se complacia en mostrarle su dinero para mortificarle, hacerle sentir su insignificancia y recordarle la distancia que los bienes de fortuna establecian entre ambos.

Andres Simonovitch advirtio que aquella manana su huesped apenas le prestaba atencion, a pesar de que el habia empezado a hablarle de su tema favorito: el establecimiento de una nueva commune.

Las objeciones y las laconicas replicas que lanzaba de vez en cuando Lujine sin interrumpir sus cuentas parecian impregnadas de una consciente ironia que se confundia con la falta de educacion. Pero Andres Simonovitch atribuia estas muestras de mal humor al disgusto que le habia causado su ruptura con Dunetchka, tema que ardia en deseos de abordar. Consideraba que podia exponer sobre esta cuestion puntos de vista progresistas que consolarian a su respetable amigo y prepararian el terreno para su posterior filiacion al partido.

-?Sabe usted algo de la comida de funerales que da esa viuda vecina nuestra?-pregunto Piotr Petrovitch, interrumpiendo a Lebeziatnikof en el punto mas interesante de sus explicaciones.

-Pero ?no se acuerda de que le hable de esto ayer y le di mi opinion sobre tales ceremonias...? Ademas, la viuda le ha invitado a usted. Incluso hablo usted con ella ayer.

-Es increible que esa imbecil se haya gastado en una comida de funerales todo el dinero que le dio ese otro idiota: Raskolnikof. Me he quedado estupefacto al ver hace un rato, al pasar, esos preparativos, esas bebidas... Ha invitado a varias personas. El diablo sabra por que lo hace.

Piotr Petrovitch parecia haber abordado este asunto con una intencion secreta. De pronto levanto la cabeza y exclamo:

-?Como! ?Dice que me ha invitado tambien a mi? ?Cuando? No recuerdo... No pienso ir... ?Que papel haria yo en esa casa? Yo solo cruce unas palabras con esa mujer para decirle que, como viuda pobre de un funcionario, podria obtener en concepto de socorro una cantidad equivalente a un ano de sueldo del difunto. ?Me habra invitado por eso? ?Je, je!

-Yo tampoco pienso ir -dijo Lebeziatnikof.

-Seria el colmo que fuera usted. Despues de haber dado una paliza a esa senora, comprendo que no se atreva a ir a su casa.?Je, je, je!

-?Que yo le di una paliza? ?Quien se lo ha dicho? -exclamo Lebeziatnikof, turbado y enrojeciendo.

-Me lo contaron ayer: hace un mes o cosa asi, usted golpeo a Catalina Ivanovna... ?Asi son sus convicciones! Usted dejo a un lado su feminismo por un momento. ?Je, je, je!

Piotr Petrovitch, que parecia muy satisfecho despues de lo que acababa de decir, volvio a sus cuentas.

-Eso son estupidas calumnias -replico Andres Simonovitch, que temia que este incidente se divulgara-. Las cosas no ocurrieron asi. ?No, ni mucho menos! lo que le han contado es una verdadera calumnia. Yo no hice mas que defenderme. Ella se arrojo sobre mi con las unas preparadas. Casi me arranca una patilla... Yo considero que los hombres tenemos derecho a defendernos. Por otra parte, yo no tolerare jamas que se ejerza sobre mi la menor violencia... Esto es un principio... Lo contrario seria favorecer el despotismo. ?Que queria usted que hiciera: que me dejase golpear pasivamente? Yo me limite a rechazarla.

Lujine dejo escapar su risita sarcastica.

-?Je, je, je!

-Usted quiere molestarme porque esta de mal humor. Y dice usted cosas que no tienen nada que ver con la cuestion del feminismo. Usted no me ha comprendido. Yo me dije que si se considera a la mujer igual al hombre incluso en lo que concierne a la fuerza fisica (opinion que empieza a extenderse), la igualdad debia existir tambien en el campo de la contienda. Como es natural, despues comprendi que no habia lugar a plantear esta cuestion, ya que la sociedad futura estaria organizada de modo que las diferencias entre los seres humanos no existirian... Por lo tanto, es absurdo buscar la igualdad en lo que concierne a las rinas y a los golpes. Claro que no estoy ciego y veo que las querellas existen todavia..., pero, andando el tiempo no existiran, y si ahora existen... ?Demonio! Uno pierde el hilo de sus ideas cuando habla con usted... Si no asisto a la comida de funerales no es por el incidente que estamos comentando, sino por principio, por no aprobar con mi presencia esa costumbre estupida de celebrar la muerte con una comida... Cierto que habria podido acudir por diversion, para reirme... Y habria ido si hubiesen asistido popes; pero, por desgracia, no asisten.

-Es decir, que usted aceptaria la hospitalidad que le ofrece una persona y se sentaria a su mesa para burlarse de ella y escupirle, por decirlo asi, si no he entendido mal.

-Nada de escupir. Se trata de una simple protesta. Yo procedo con vistas a una finalidad util. Asi puedo prestar una ayuda indirecta a la propaganda de las nuevas ideas y a la civilizacion, lo que representa un deber para todos. Y este deber tal vez se cumple mejor prescindiendo de los convencionalismos sociales. Puedo sembrar la idea, la buena semilla. De esta semilla germinaran hechos. ?En que ofendo a las personas con las que procedo asi? Empezaran por sentirse heridas, pero despues veran que les he prestado un servicio. He aqui un ejemplo: se ha reprochado a Terebieva, que ahora forma parte de la commune y que ha dejado a su familia para... entregarse libremente, que haya escrito una carta a sus padres diciendoles claramente que no queria vivir ligada a los prejuicios y que iba a contraer una union libre. Se dice que ha sido demasiado dura, que debia haber tenido piedad y haberse conducido con mas diplomacia. Pues bien, a mi me parece que este modo de pensar es absurdo, que en este caso las formulas estan de mas y se impone una protesta clara y directa. Otro caso: Ventza ha vivido siete anos con su marido y lo ha abandonado con sus dos hijos, enviandole una carta en la que le ha dicho francamente: "Me he dado cuenta de que no puedo ser feliz a tu lado. No te perdonare jamas que me hayas enganado, ocultandome que hay otra organizacion social: la commune. Me ha informado de ello ultimamente un hombre magnanimo, al que me he entregado y al que voy a seguir para fundar con el una commune. Te hablo asi porque me pareceria vergonzoso enganarte. Tu puedes hacer lo que quieras. No esperes que vuelva a tu lado: ya no es posible. Te deseo que seas muy feliz." Asi se han de escribir estas cartas.

-Oiga: esa Terebieva, ?no es aquella de la que usted me dijo que andaba por la tercera union libre?

-Bien mirado, solo era la segunda. Pero aunque fuese la cuarta o la decimoquinta, esto tiene muy poca importancia. Ahora mas que nunca siento haber perdido a mi padre y a mi madre. ?Cuantas veces he sonado en mi protesta contra ellos! Ya me las habria arreglado para provocar la ocasion de decirles estas cosas. Estoy seguro de que les habria convencido. Los habria anonadado. Creame que siento no tener a nadie a quien...

-Anonadar. ?Je, je, je! En fin, dejemos esto. Oiga: ?conoce usted a la hija del difunto, esa muchachita delgaducha? ?Verdad que es cierto lo que se dice de ella?

-?He aqui un asunto interesante! A mi entender, es decir, segun mis convicciones personales, la situacion de esa joven es la mas normal de la mujer. ?Por que no? Es decir, distinguons. En la sociedad actual, ese genero de vida no es normal, desde luego, pues se adopta por motivos forzosos, pero lo sera en la sociedad futura, donde se podra elegir libremente. Por otra parte, ella tenia perfecto derecho a entregarse. Estaba en la miseria. ?Por que no habia de disponer de lo que constituia su capital, por decirlo asi? Naturalmente, en la sociedad futura, el capital no tendria razon de ser, pero el papel de la mujer galante tomara otra significacion y sera regulado de un modo racional. En lo que concierne a Sonia Simonovna, yo considero sus actos en el momento actual como una viva protesta, una protesta simbolica contra el estado de la sociedad presente. Por eso siento por ella especial estimacion, tanto, que solo de verla experimento una gran alegria.

-Pues a mi me han dicho que usted la echo de la casa.

Lebeziatnikof monto en colera.

-?Nueva calumnia! -bramo-. Las cosas no ocurrieron asi, ni mucho menos. ?No, no, de ningun modo! Catalina Ivanovna lo ha contado todo como le ha parecido, porque no ha comprendido nada. Yo no he buscado nunca los favores de Sonia Simonovna. Yo procure unicamente ilustrarla del modo mas desinteresado, esforzandome en despertar en ella el espiritu de protesta... Esto era todo lo que yo deseaba. Ella misma se dio cuenta de que no podia permanecer aqui.

-Supongo que la habra invitado usted a formar parte de la commune.

-Permitame que le diga que usted todo lo toma a broma y que ello me parece lamentable. Usted no comprende nada. La commune no admite ciertas situaciones personales; precisamente se ha fundado para suprimirlas. El papel de esa joven perdera su antigua significacion dentro de la commune: lo que ahora nos parece una torpeza, entonces nos parecera un acto inteligente, y lo que ahora se considera una corrupcion, entonces sera algo completamente natural. Todo depende del medio, del ambiente. El medio lo es todo, y el hombre nada. En cuanto a Sonia Simonovna, mis relaciones con ella no pueden ser mejores, lo que demuestra que esa joven no me ha considerado jamas como enemigo. Verdad es que yo me esfuerzo por atraerla a nuestra agrupacion, pero con intenciones completamente distintas a las que usted supone... ?De que se rie? Nosotros tenemos el proposito de establecer nuestra propia commune sobre bases mas solidas que las precedentes; nosotros vamos mas lejos que nuestros predecesores. Rechazamos muchas cosas. Si Dobroliubof saliera de la tumba, discutiria con el. En cuanto a Bielinsky, remachare el clavo que el ha clavado. Entre tanto, sigo educando a Sonia Simonovna. Tiene un natural hermoso.

-Y usted se aprovecha de el, ?no? ?Je, je!

-De ningun modo; todo lo contrario.

-Dice que todo lo contrario. ?Je, je! lo que es a usted, palabras no le faltan.

-Pero ?por que no me cree? ?Por que razon he de enganarle, digame? Le aseguro que..., y yo soy el primer sorprendido..., ella se muestra conmigo extremadamente, casi morbosamente pudica.

-Y usted, naturalmente, sigue ilustrandola. ?Je, je, je! Usted procura hacerle comprender que todos esos pudores son absurdos.?Je, je, je!

-?De ningun modo, de ningun modo; se lo aseguro...! ?Oh, que sentido tan grosero y, perdoneme, tan estupido da a la palabra "cultura"! Usted no comprende nada. ?Que poco avanzado esta usted todavia, Dios mio! Nosotros deseamos la libertad de la mujer, y usted, usted solo piensa en esas cosas... Dejando a un lado las cuestiones de la castidad y el pudor femeninos, que a mi entender son absurdos e inutiles, admito la reserva de esa joven para conmigo. Ella expresa de este modo su libertad de accion, que es el unico derecho que puede ejercer. Desde luego, si ella viniera a decirme: "Te quiero, yo me sentiria muy feliz, pues esa muchacha me gusta mucho, pero en las circunstancias actuales nadie se muestra con ella mas respetuoso que yo. Me limito a esperar y confiar.

-Seria mas practico que le hiciera usted un regalito. Estoy seguro de que no ha pensado en ello.

-Usted no comprende nada, se lo repito. La situacion de esa muchacha le autoriza a pensar asi, desde luego; pero no se trata de eso, no, de ningun modo. Usted la desprecia sin mas ni mas. Aferrandose a un hecho que le parece, erroneamente, despreciable, se niega a considerar humanamente a un ser humano. Usted no sabe como es esa joven. Lo que me contraria es que en estos ultimos tiempos ha dejado de leer. Ya no me pide libros, como hacia antes. Tambien me disgusta que, a pesar de toda su energia y de todo el espiritu de protesta que ha demostrado, de todavia pruebas de cierta falta de resolucion, de independencia, por decirlo asi; de negacion, si quiere usted, que le impide romper con ciertos prejuicios..., con ciertas estupideces. Sin embargo, esa muchacha comprende perfectamente muchas cosas. Por ejemplo se ha dado exacta cuenta de lo que supone la costumbre de besar la mano, mediante la cual el hombre ofende a la mujer, puesto que le demuestra que no la considera igual a el. He debatido esta cuestion con mis companeros y he expuesto a la chica los resultados del debate. Tambien me escucho atentamente cuando le hable de las asociaciones obreras de Francia. Ahora le estoy explicando el problema de la entrada libre en las casas particulares en nuestra sociedad futura.

-?Que es eso?

-En estos ultimos tiempos se ha debatido la cuestion siguiente: un miembro de la commune, ?tiene derecho a entrar libremente en casa de otro miembro de la commune, a cualquier hora y sea este miembro varon o mujer...? La respuesta a esta pregunta ha sido afirmativa.

-?Aun en el caso de que ese hombre o esa mujer esten ocupados en una necesidad urgente? ?Je, je, je!

Andres Simonovitch se enfurecio.

-?No tiene usted otra cosa en la cabeza! ?Solo piensa en esas malditas necesidades! ?Que arrepentido estoy de haberle expuesto mi sistema y haberle hablado de esas necesidades prematuramente! ?El diablo me lleve! ?Esa es la piedra de toque de todos los hombres que piensan como usted! Se burlan de una cosa antes de conocerla. ?Y todavia pretenden tener razon! Adoptan el aire de enorgullecerse de no se que. Yo siempre he sido de la opinion de que estas cuestiones no pueden exponerse a los novicios mas que al final, cuando ya conocen bien el sistema, en una palabra, cuando ya han sido convenientemente dirigidos y educados. Pero, en fin, digame, se lo ruego, que es lo que ve usted de vergonzoso y vil en... Las letrinas, llamemoslas asi. Yo soy el primero que esta dispuesto a limpiar todas las letrinas que usted quiera, y no veo en ello ningun sacrificio. Por el contrario, es un trabajo noble, ya que beneficia a la sociedad, y desde luego superior al de un Rafael o un Pushkin, puesto que es mas util.

-Y mas noble, mucho mas noble. ?Je, je, je!

-?Que quiere usted decir con eso de "mas noble"? Yo no comprendo esas expresiones cuando se aplican a la actividad humana. Nobleza..., magnanimidad... Estos conceptos no son sino absurdas estupideces, viejas frases dictadas por los prejuicios y que yo rechazo. Todo lo que es util a la humanidad es noble. Para mi solo tiene valor una palabra: utilidad. Riase usted cuanto quiera, pero es asi.

Piotr Petrovitch se desternillaba de risa. Habia terminado de contar el dinero y se lo habia guardado, dejando solo algunos billetes en la mesa. El tema de las letrinas, pese a su vulgaridad, habia motivado mas de una discusion entre Piotr Petrovitch y su joven amigo.

Lo gracioso del caso era que Andres Simonovitch se enfadaba de verdad. Lujine no veia en ello sino un pasatiempo, y entonces sentia el deseo especial de ver a Lebeziatnikof encolerizado.

-Usted esta tan nervioso y cizanero por su fracaso de ayer -se atrevio a decir Andres Simonovitch, que, pese a toda su independencia y a sus gritos de protesta, no osaba enfrentarse abiertamente con Piotr Petrovitch, pues sentia hacia el, llevado sin duda de una antigua costumbre, cierto respeto.

-Digame una cosa -replico Lujine en un tono de grosero desden-: ?podria usted...? Mejor dicho, ?tiene usted la suficiente confianza en esa joven para hacerla venir un momento? Me parece que ya han regresado todos del cementerio. Los he oido subir. Necesito ver un momento a esa muchacha.

-?Para que?-pregunto Andres Simonovitch, asombrado.

-Tengo que hablarle. Me marchare pronto de aqui y quisiera hacerle saber que... Pero, en fin; usted puede estar presente en la conversacion. Esto sera lo mejor, pues, de otro modo, sabe Dios lo que usted pensaria.

-Yo no pensaria absolutamente nada. No he dado a mi pregunta la menor importancia. Si usted tiene que tratar algun asunto con esa joven, nada mas facil que hacerla venir. Voy por ella, y puede estar usted seguro de que no les molestare.

Efectivamente, al cabo de cinco minutos, Lebeziamikof llegaba con Sonetchka. La joven estaba, como era propio de ella, en extremo turbada y sorprendida. En estos casos, se sentia siempre intimidada: las caras nuevas le producian verdadero terror. Era una impresion de la infancia, que habia ido acrecentandose con el tiempo.

Piotr Petrovitch le dispenso un cortes recibimiento, no exento de cierta jovial familiaridad, que parecia muy propia de un hombre serio y respetable como el que se dirigia a una persona tan joven y, en ciertos aspectos tan interesante. Se apresuro a instalarla comodamente ante la mesa y frente a el. Cuando se sento, Sonia paseo una mirada en torno de ella: sus ojos se posaron en Lebeziatnikof, despues en el dinero que habia sobre la mesa y finalmente en Piotr Petrovitch, del que ya no pudieron apartarse. Se diria que habia quedado fascinada. Lebeziatnikof se dirigio a la puerta.

Piotr Petrovitch se levanto, dijo a Sonia por senas que no se moviese y detuvo a Andres Simonovitch en el momento en que este iba a salir.

-?Esta abajo Raskolnikof? -le pregunto en voz baja-. ?Ha llegado ya?

-?Raskolnikof? Si, esta abajo. ?Por que? Si, lo he visto entrar. ?Por que lo pregunta?

-Le ruego que permanezca aqui y que no me deje solo con esta... senorita. El asunto que tenemos que tratar es insignificante, pero sabe Dios las conclusiones que podria extraer de nuestra entrevista esa gente... No quiero que Raskolnikof vaya contando por ahi... ?Comprende lo que quiero decir?

-Comprendo, comprendo- dijo Lebeziatnikof con subita lucidez-. Esta usted en su derecho. Sus temores respecto a mi son francamente exagerados, pero... Tiene usted perfecto derecho a obrar asi. En fin, me quedare. Me ire al lado de la ventana y no los molestare lo mas minimo. A mi juicio, usted tiene derecho a...

Piotr Petrovitch volvio al sofa y se sento frente a Sonia. La miro atentamente, y su semblante cobro una expresion en extremo grave, incluso severa. "No vaya usted a imaginarse tampoco cosas que no son", parecia decir con su mirada. Sonia acabo de perder la serenidad.

-Ante todo, Sonia Simonovna, transmita mis excusas a su honorable madre... No me equivoco, ?verdad? Catalina Ivanovna es su senora madre, ?no es cierto?

Piotr Petrovitch estaba serio y amabilisimo. Evidentemente abrigaba las mas amistosas relaciones respecto a Sonia.

-Si -repuso esta, presurosa y asustada-, es mi segunda madre.

-Pues bien, digale que me excuse. Circunstancias ajenas a mi voluntad me impiden asistir al festin. Me refiero a esa comida de funerales a que ha tenido la gentileza de invitarme.

-Se lo voy a decir ahora mismo.

Y Sonetchka se puso en pie en el acto.

-Tengo que decirle algo mas -le advirtio Piotr Petrovitch, sonriendo ante la ingenuidad de la muchacha y su ignorancia de las costumbres sociales-. Solo quien no me conozca puede suponerme capaz de molestar a otra persona, de hacerle venir a verme, por un motivo tan futil como el que le acabo de exponer y que unicamente tiene interes para mi. No, mis intenciones son otras.

Sonia se apresuro a volver a sentarse. Sus ojos tropezaron de nuevo con los billetes multicolores, pero ella los aparto en seguida y volvio a fijarlos en Lujine. Mirar el dinero ajeno le parecia una inconveniencia, sobre todo en la situacion en que se hallaba... Se dedico a observar los lentes de montura de oro que Piotr Petrovitch tenia en su mano izquierda, y despues fijo su mirada en la soberbia sortija adornada con una piedra amarilla que el caballero ostentaba en el dedo central de la misma mano. Finalmente, no sabiendo adonde mirar, fijo la vista en la cara de Piotr Petrovitch. El cual, tras un majestuoso silencio, continuo:

-Ayer tuve ocasion de cambiar dos palabras con la infortunada Catalina Ivanovna, y esto me basto para darme cuenta de que se halla en un estado... anormal, por decirlo asi.

-Cierto: es un estado anormal -se apresuro a repetir Sonia.

-O, para decirlo mas claramente, mas exactamente, en un estado morboso.

-Si, si, mas claramente..., morboso.

-Pues bien; llevado de un sentimiento humanitario y... y de compasion, por decirlo asi, yo desearia serle util, en vista de la posicion extremadamente dificil en que forzosamente se ha de encontrar. Porque tengo entendido que es usted el unico sosten de esa desventurada familia.

Sonia se levanto subitamente.