Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке
Cuando llego a la primera bocacalle, paso a la esquina de enfrente y se volvio, pudiendo advertir que la muchacha habia seguido la misma direccion que el sin darse cuenta de que la espiaban. La joven llego a la travesia y se interno por ella, sin cruzar la calzada. El desconocido continuo su persecucion por la acera opuesta, sin perder de vista a Sonia, y cuando habian recorrido unos cincuenta pasos, el cruzo la calle y la siguio por la misma acera, a unos cinco pasos de distancia.
Era un hombre corpulento, que representaba unos cincuenta anos y cuya estatura superaba a la normal. Sus anchos y macizos hombros le daban el aspecto de un hombre cargado de espaldas. Iba vestido con una elegancia natural que, como todo su continente, denunciaba al gentilhombre. Llevaba un bonito baston que resonaba en la acera a cada paso y unos guantes nuevos. Su amplio rostro, de pomulos salientes, tenia una expresion simpatica, y su fresca tez evidenciaba que aquel hombre no residia en una ciudad. Sus tupidos cabellos, de un rubio claro, apenas empezaban a encanecer. Su poblada y hendida barba, todavia mas clara que sus cabellos; sus azules ojos, de mirada fija y pensativa, y sus rojos labios, indicaban que era un hombre superiormente conservado y que parecia mas joven de lo que era en realidad.
Cuando Sonia desemboco en el malecon, quedaron los dos solos en la acera. El desconocido habia tenido tiempo sobrado para observar que la joven iba ensimismada. Sonia llego a la casa en que vivia y cruzo el portal. El entro tras ella un tanto asombrado. La joven se interno en el patio y luego en la escalera de la derecha, que era la que conducia a su habitacion. El desconocido lanzo una exclamacion de sorpresa y empezo a subir la misma escalera que Sonia. Solo en este momento se dio cuenta la joven de que la seguian.
Sonia llego al tercer piso, entro en un corredor y llamo en una puerta que ostentaba el numero 9 y dos palabras escritas con tiza: "Kapernaumof, sastre."
-?Que casualidad! -exclamo el desconocido.
Y llamo a la puerta vecina, la senalada con el numero 8. Entre ambas puertas habia una distancia de unos seis pasos.
-?De modo que vive usted en casa de Kapernaumof? -dijo el caballero alegremente-. Ayer me arreglo un chaleco. Ademas, soy vecino de usted: vivo en casa de la senora Resslich Gertrudis Pavlovna. El mundo es un panuelo.
Sonia le miro fijamente.
-Si, somos vecinos -continuo el caballero, con desbordante jovialidad-. Estoy en Petersburgo desde hace solo dos dias. Para mi sera un placer volver a verla.
Sonia no contesto. En este momento le abrieron la puerta, y entro en su habitacion. Estaba avergonzada y atemorizada.
Rasumikhine daba muestras de gran agitacion cuando iba en busca de Porfirio Petrovitch, acompanado de Rodia.
-Has tenido una gran idea, querido, una gran idea -dijo varias veces-. Y creeme que me alegro, que me alegro de veras.
"?Por que se ha de alegrar?", se pregunto Raskolnikof.
-No sabia que tu tambien empenabas cosas en casa de la vieja. ?Hace mucho tiempo de eso? Quiero decir que si hace mucho tiempo que has estado en esa casa por ultima vez.
"Es muy listo, pero tambien muy ingenuo", se dijo Raskolnikof.
-?Cuando estuve por ultima vez? -pregunto, deteniendose como para recordar mejor-. Me parece que fue tres dias antes del crimen... Te advierto que no quiero recoger los objetos en seguida -se apresuro a aclarar, como si este punto le preocupara especialmente-, pues no me queda mas que un rublo despues del maldito "desvario" de ayer.
Y subrayo de un modo especial la palabra "desvario".
-?Comprendido, comprendido! -exclamo con vehemencia Rasumikhine y sin que se pudiera saber exactamente que era lo que comprendia con tanto entusiasmo-. Esto explica que te mostraras entonces tan... impresionado... E incluso en tu delirio nombrabas sortijas y cadenas... Todo aclarado; ya se ha aclarado todo...
"Ya salio aquello. Estan dominados por esta idea. Incluso este hombre que seria capaz de dejarse matar por mi se siente feliz al poder explicarse por que hablaba yo de sortijas en mi delirio. Todo esto los ha confirmado en sus suposiciones."
-?Crees que encontraremos a Porfirio? -pregunto Raskolnikof en voz alta.
-?Claro que lo encontraremos! -repuso vivamente Rasumikhine-. Ya veras que tipo tan interesante. Un poco brusco, eso si, a pesar de ser un hombre de mundo. Bien es verdad que yo no le considero brusco porque carezca de mundologia. Es inteligente, muy inteligente. Esta muy lejos de ser un grosero, a pesar de su caracter especial. Es desconfiado, esceptico, cinico. Le gusta enganar, chasquear a la gente, y es fiel al viejo sistema de las pruebas materiales... Sin embargo, conoce a fondo su oficio. El ano pasado desembrollo un caso de asesinato del que solo existian ligeros indicios. Tiene grandes deseos de conocerte.
-?Grandes deseos? ?Por que?
-Bueno, tal vez he exagerado... Oye; ultimamente, es decir, desde que te pusiste enfermo, le he hablado mucho de ti. Naturalmente, el me escuchaba. Y cuando le dije que eras estudiante de Derecho y que no podias terminar tus estudios por falta de dinero, exclamo: "?Es lamentable!" De esto deduzco... Mejor dicho, del conjunto de todos estos detalles... Ayer, Zamiotof... Oye, Rodia, cuando te lleve ayer a tu casa estaba embriagado y dije una porcion de tonterias. Lamentaria que hubieras tomado demasiado en serio mis palabras.
-?A que te refieres? ?A la sospecha de esos hombres de que estoy loco? Pues bien, tal vez no se equivoquen.
Y se echo a reir forzadamente.
-Si, si... ?digo, no...! Lo cierto es que todo lo que dije anoche sobre esa cuestion y sobre todas eran divagaciones de borracho.
-Entonces, ?para que excusarse? ?Si supieras como me fastidian todas estas cosas! -exclamo Raskolnikof con una irritacion fingida en parte.
-Lo se, lo se. Lo comprendo perfectamente; te aseguro que lo comprendo. Incluso me da verguenza hablar de ello.
-Si te da verguenza, callate.
Los dos enmudecieron. Rasumikhine estaba encantado, y Raskolnikof se dio cuenta de ello con una especie de horror. Lo que su amigo acababa de decirle acerca de Porfirio Petrovitch no dejaba de inquietarle.
"Otro que me compadece -penso, con el corazon agitado y palideciendo-. Ante este tendre que fingir mejor y con mas naturalidad que ante Rasumikhine. Lo mas natural seria no decir nada, absolutamente nada... No, no; esto tambien podria parecer poco natural... En fin, dejemonos llevar de los acontecimientos... En seguida veremos lo que sucede... ?He hecho bien en venir o no? La mariposa se arroja a la llama ella misma... El corazon me late con violencia... Mala cosa."
-Es esa casa gris -lijo Rasumikhine.
"Es de gran importancia saber si Porfirio esta enterado de que estuve ayer en casa de esa bruja y de las preguntas que hice sobre la sangre. Es necesario que yo sepa esto inmediatamente, que yo lea la verdad en su semblante apenas entre en el despacho, al primer paso que de. De lo contrario, no sabre como proceder, y ya puedo darme por perdido."
-?Sabes lo que te digo? -pregunto de pronto a Rasumikhine con una sonrisa maligna-. Que he observado que toda la manana te domina una gran agitacion. De veras.
-?Agitacion? Nada de eso -repuso, mortificado, Rasumikhine.
-No lo niegues. Eso se ve a la legua. Hace un rato estabas sentado en el borde de la silla, cosa que no haces nunca, y parecias tener calambres en las piernas. A cada momento te sobresaltabas sin motivo, y unas veces tenias cara de hombre amargado y otras eras un puro almibar. Te has sonrojado varias veces y te has puesto como la purpura cuando te han invitado a comer.
-Todo eso son invenciones tuyas. ?Que quieres decir?
-A veces eres timido como un colegial. Ahora mismo te has puesto colorado.
-?Imbecil!
-Pero ?a que viene esa confusion? ?Eres un Romeo! Ya contare todo esto en cierto sitio. ?Ja, ja, ja! ?Como voy a hacer reir a mi madre! ?Y a otra persona!
-Oye, oye... Hablemos en serio... Quiero saber... -balbuceo Rasumikhine, aterrado-. ?Que piensas contarles? Oye, querido... ?Eres un majadero!
-Estas hecho una rosa de primavera... ?Si vieras lo bien que esto te sienta! ?Un Romeo de tan aventajada estatura! ?Y como te has lavado hoy! Incluso te has limpiado las unas. ?Cuando habias hecho cosa semejante? Que Dios me perdone, pero me parece que hasta te has puesto pomada en el pelo. A ver: baja un poco la cabeza.
-?Imbecil!
Raskolnikof se reia de tal modo, que parecia no poder cesar de reir. La hilaridad le duraba todavia cuando llegaron a casa de Porfirio Petrovitch. Esto era lo que el queria. Asi, desde el despacho le oyeron entrar en la casa riendo, y siguieron oyendo estas risas cuando los dos amigos llegaron a la antesala.
-?Ojo con decir aqui una sola palabra, porque te hago papilla! -dijo Rasumikhine fuera de si y atenazando con su mano el hombro de su amigo.
V
Raskolnikof entro en el despacho con el gesto del hombre que hace descomunales esfuerzos para no reventar de risa. Le seguia Rasumikhine, rojo como la grana, cohibido, torpe y transfigurado por el furor del semblante. Su cara y su figura tenian en aquellos momentos un aspecto comico que justificaba la hilaridad de su amigo. Raskolnikof, sin esperar a ser presentado, se inclino ante el dueno de la casa, que estaba de pie en medio del despacho, mirandolos con expresion interrogadora, y cambio con el un apreton de manos. Pareciendo todavia que hacia un violento esfuerzo para no echarse a reir, dijo quien era y como se llamaba. Pero apenas se habia mantenido serio mientras murmuraba algunas palabras, sus ojos miraron casualmente a Rasumikhine. Entonces ya no pudo contenerse y lanzo una carcajada que, por efecto de la anterior represion, resulto mas estrepitosa que las precedentes.
El extraordinario furor que esta risa loca desperto en Rasumikhine presto, sin que este lo advirtiera, un buen servicio a Raskolnikof.
-?Demonio de hombre! -gruno Rasumikhine, con un ademan tan violento que dio un involuntario manotazo a un velador sobre el que habia un vaso de te vacio. Por efecto del golpe, todo rodo por el suelo ruidosamente.
-No hay que romper los muebles, senores mios -exclamo Porfirio Petrovitch alegremente-. Esto es un perjuicio para el Estado.
Raskolnikof seguia riendo, y de tal modo, que se olvido de que su mano estaba en la de Porfirio Petrovitch. Sin embargo, consciente de que todo tiene su medida, aprovecho un momento propicio para recobrar la seriedad lo mas naturalmente posible. Rasumikhine, al que el accidente que su conducta acababa de provocar habia sumido en el colmo de la confusion, miro un momento con expresion sombria los trozos de vidrio, despues escupio, volvio la espalda a Porfirio y a Raskolnikof, se acerco a la ventana y, aunque no veia, hizo como si mirase al exterior. Porfirio Petrovitch reia por educacion, pero se veia claramente que esperaba le explicasen el motivo de aquella visita.
En un rincon estaba Zamiotof sentado en una silla. Al aparecer los visitantes se habia levantado, esbozando una sonrisa. Contemplaba la escena con una expresion en que el asombro se mezclaba con la desconfianza, y observaba a Raskolnikof incluso con una especie de turbacion. La aparicion inesperada de Zamiotof sorprendio desagradablemente al joven, que se dijo:
"Otra cosa en que hay que pensar."
Y manifesto en voz alta, con una confusion fingida:
-Le ruego que me perdone...
-Pero ?que dice usted? ?Si estoy encantado! Ha entrado usted de un modo tan agradable... -repuso Porfirio Petrovitch, y anadio, indicando a Rasumikhine con un movimiento de cabeza-. Ese, en cambio, ni siquiera me ha dado los Buenos dias.
-Se ha indignado conmigo no se por que. Por el camino le he dicho que se parecia a Romeo y le he demostrado que mi comparacion era justa. Esto es todo lo que ha habido entre nosotros.
-?Imbecil! -exclamo Rasumikhine sin volver la cabeza.
-Debe de tener sus motivos para tomar en serio una broma tan inofensiva --comento Porfirio echandose a reir.
-Oye, juez de instruccion... -empezo a decir Rasumikhine-. ?Bah! ?Que el diablo os lleve a todos!
Y se echo a reir de buena gana: habia recobrado de subito su habitual buen humor.
-?Basta de tonterias! -dijo, acercandose alegremente a Porfirio Petrovitch-. Sois todos unos imbeciles... Bueno, vamos a lo que interesa. Te presento a mi amigo Rodion Romanovitch Raskolnikof, que ha oido hablar mucho de ti y deseaba conocerte. Ademas, quiere hablar contigo de cierto asuntillo... ?Hombre, Zamiotof! ?Como es que estas aqui? Esto prueba que conoces a Porfirio Petrovitch. ?Desde cuando?
"?Que significa todo esto?, se dijo, inquieto, Raskolnikof.
Zamiotof se sentia un poco violento.
-Nos conocimos anoche en tu casa -respondio.
-No cabe duda de que Dios esta en todas partes. Imaginate, Porfirio, que la semana pasada me rogo insistentemente que te lo presentase, y vosotros habeis trabado conocimiento prescindiendo de mi. ?Donde tienes el tabaco?
Porfirio Petrovitch iba vestido con ropa de casa: bata, camisa blanquisima y unas zapatillas viejas. Era un hombre de treinta y cinco anos, de talla superior a la media, bastante grueso e incluso con algo de vientre. Iba perfectamente afeitado y no llevaba bigote ni patillas. Su cabello, cortado al rape, coronaba una cabeza grande, esferica y de abultada nuca. Su cara era redonda, abotagada y un poco achatada; su tez, de un amarillo fuerte, enfermizo. Sin embargo, aquel rostro denunciaba un humor agudo y un tanto burlon. Habria sido una cara incluso simpatica si no lo hubieran impedido sus ojos, que brillaban extranamente, cercados por unas pestanas casi blancas y unos parpados que pestaneaban de continuo. La expresion de esta mirada contrastaba extranamente con el resto de aquella fisonomia casi afeminada y le prestaba una seriedad que no se percibia en el primer momento.
Apenas supo que Raskolnikof tenia que tratar cierto asunto con el, Porfirio Petrovitch le invito a sentarse en el sofa. Luego se sento el en el extremo opuesto al ocupado por Raskolnikof y le miro fijamente, en espera de que le expusiera la anunciada cuestion. Le miraba con esa atencion tensa y esa gravedad extremada que pueden turbar a un hombre, especialmente cuando ese hombre es casi un desconocido y sabe que el asunto que ha de tratar esta muy lejos de merecer la atencion exagerada y aparatosa que se le presta. Sin embargo, Raskolnikof le puso al corriente del asunto con pocas y precisas palabras. Luego, satisfecho de si mismo, hallo la serenidad necesaria para observar atentamente a su interlocutor. Porfirio Petrovitch no aparto de el los ojos en ningun momento del dialogo, y Rasumikhine, que se habia sentado frente a ellos, seguia con vivisima atencion aquel cambio de palabras. Su mirada iba del juez de instruccion a su amigo y de su amigo al juez de instruccion sin el menor disimulo.
"?Que idiota!", exclamo mentalmente Raskolnikof.
-Tendra que prestar usted declaracion ante la policia -repuso Porfirio Petrovitch con acento perfectamente oficial-. Debera usted manifestar que, enterado del hecho, es decir, del asesinato, ruega que se advierta al juez de instruccion encargado de este asunto que tales y cuales objetos son de su propiedad y que desea usted desempenarlos. Ademas, ya recibira una comunicacion escrita.
-Pero lo que ocurre -dijo Raskolnikof, fingiendose confundido lo mejor que pudo- es que en este momento estoy tan mal de fondos, que ni siquiera tengo el dinero necesario para rescatar esas bagatelas. Por eso me limito a declarar que esos objetos me pertenecen y que cuando tenga dinero...
-Eso no importa -le interrumpio Porfirio Petrovitch, que parecio acoger friamente esta declaracion de tipo economico-. Ademas, usted puede exponerme por escrito lo que me acaba de decir, o sea que, enterado de esto y aquello, se declara propietario de tales objetos y ruega...
-?Puedo escribirle en papel corriente? -le interrumpio Raskolnikof, con el proposito de seguir demostrando que solo le interesaba el aspecto practico de la cuestion.
-Si, el papel no importa.
Dicho esto, Porfirio Petrovitch adopto una expresion francamente burlona. Incluso guino un ojo como si hiciera un signo de inteligencia a Raskolnikof. Acaso esto del signo fue simplemente una ilusion del joven, pues todo transcurrio en un segundo. Sin embargo, algo debia de haber en aquel gesto. Que le habia guinado un ojo era seguro. ?Con que intencion? Eso solo el diablo lo sabia.
"Este hombre sabe algo, penso en el acto Raskolnikof. Y dijo en voz alta, un tanto desconcertado:
-Perdone que le haya molestado por tan poca cosa. Esos objetos solo valen unos cinco rublos, pero como recuerdos tienen un gran valor para mi. Le confieso que senti gran inquietud cuando supe...
-Eso explica que ayer te estremecieras al oirme decir a Zosimof que Porfirio estaba interrogando a los propietarios de los objetos empenados --exclamo Rasumikhine con una segunda intencion evidente.
Esto era demasiado. Raskolnikof no pudo contenerse y lanzo a su amigo una mirada furiosa. Pero en seguida se sobrepuso.
-Tu todo lo tomas a broma -dijo con una irritacion que no tuvo que fingir-. Admito que me preocupan profundamente cosas que para ti no tienen importancia, pero esto no es razon para que me consideres egoista e interesado, pues repito que esos dos objetos tan poco valiosos tienen un gran valor para mi. Hace un momento te he dicho que ese reloj de plata es el unico recuerdo que tenemos de mi padre. Burlate si quieres, pero mi madre acaba de llegar -manifesto dirigiendose a Porfirio-, y si se enterase -continuo, volviendo a hablar a Rasumikhine y procurando que la voz le temblara de que ese reloj se habia perdido, su desesperacion no tendria limites. Ya sabes como son las mujeres.
-?Estas muy equivocado! ?No me has entendido! Yo no he pensado nada de lo que dices, sino todo lo contrario -protesto, desolado, Rasumikhine.
"?Lo habre hecho bien? ?No habre exagerado? -penso Raskolnikof, temblando de inquietud-. ?Por que habre dicho eso de "Ya sabes como son las mujeres"?"
-?De modo que su madre ha venido a verle? -pregunto Porfirio Petrovitch.
-Si.
-?Y cuando ha llegado?
-Ayer por la tarde.
Porfirio no dijo nada: parecia reflexionar.
-Sus objetos no pueden haberse perdido -manifesto al fin, tranquilo y friamente-. Hace tiempo que esperaba su visita.
Dicho esto, se volvio con toda naturalidad hacia Rasumikhine, que estaba echando sobre la alfombra la ceniza de su cigarrillo, y le acerco un cenicero. Raskolnikof se habia estremecido, pero el juez instructor, atento al cigarrillo de Rasumikhine, no parecio haberlo notado.
-?Dices que lo esperabas? -pregunto Rasumikhine a Porfirio Petrovitch-. ?Acaso sabias que tenia cosas empenadas?
Porfirio no le respondio, sino que hablo a Raskolnikof directamente:
-Sus dos objetos, la sortija y el reloj, estaban en casa de la victima, envueltos en un papel sobre el cual se leia el nombre de usted, escrito claramente con lapiz y, a continuacion, la fecha en que la prestamista habia recibido los objetos.
-?Que memoria tiene usted! -exclamo Raskolnikof iniciando una sonrisa.
Ponia gran empeno en fijar su mirada serenamente en los ojos del juez, pero no pudo menos de anadir:
-He hecho esta observacion porque supongo que los propietarios de objetos empenados son muy numerosos y lo natural seria que usted no los recordara a todos. Pero veo que me he equivocado: usted no ha olvidado ni siquiera uno..., y... y...
"?Que estupido soy! ?Que necesidad tenia de decir esto?" -Es que todos los demas se han presentado ya. Solo faltaba usted -dijo Porfirio Petrovitch con un tonillo de burla casi imperceptible.
-No me sentia bien.
-Ya me entere. Tambien supe que algo le habia trastornado profundamente. Incluso ahora esta usted un poco palido.
-Pues me encuentro admirablemente -replico al punto Raskolnikof, en tono tajante y furioso.
Sentia hervir en el una colera que no podia reprimir.
"Esta indignacion me va a hacer cometer alguna tonteria. Pero ?por que se obstinan en torturarme?"
-Dice que no se sentia bien -exclamo Rasumikhine-, y esto es poco menos que no decir nada. Pues lo cierto es que hasta ayer el delirio apenas le ha dejado... Puedes creerme, Porfirio: apenas se tiene en pie... Pues bien, ayer aprovecho un momento, unos minutos, en que Zosimof y yo le dejamos, para vestirse, salir furtivamente y marcharse a Dios sabe donde. ?Y esto en pleno delirio! ?Has visto cosa igual? ?Este hombre es un caso!
-?En pleno delirio? ?Que locura! -exclamo Porfirio Petrovitch, sacudiendo la cabeza.
-?Eso es mentira! ?No crea usted ni una palabra...! Pero sobra esta advertencia, porque usted no lo ha creido, ni mucho menos -dejo escapar Raskolnikof, aturdido por la colera.
Pero Porfirio no dio muestras de entender estas extranas palabras.
-?Como te habrias atrevido a salir si no hubieses estado delirando? -exclamo Rasumikhine, perdiendo la calma a su vez-: ?Por que saliste? ?Con que intencion? ?Y por que lo hiciste a escondidas? Confiesa que no podias estar en tu juicio. Ahora que ha pasado el peligro, puedo hablarte francamente.
-Me fastidiaron insoportablemente -dijo Raskolnikof, dirigiendose a Porfirio con una sonrisa burlona, insolente, retadora-. Hui para ir a alquilar una habitacion donde no pudieran encontrarme. Y llevaba en el bolsillo una buena cantidad de dinero. El senor Zamiotof lo sabe porque lo vio. Por lo tanto, senor Zamiotof, le ruego que resuelva usted nuestra disputa. Diga: ?estaba delirando o conservaba mi sano juicio?
De buena gana habria estrangulado a Zamiotof, tanto le irritaron su silencio y sus miradas equivocas.
-Me parecio -dijo al fin Zamiotof secamente- que hablaba usted como un hombre razonable; es mas, como un hombre... prudente; si, prudente. Pero tambien parecia usted algo exasperado.
-Y hoy -intervino Porfirio Petrovitch- Nikodim Fomitch me ha contado que le vio ayer, a hora muy avanzada, en casa de un funcionario que acababa de ser atropellado por un coche.
-?Ahi tenemos otra prueba! -exclamo al punto Rasumikhine-. ?No es cierto que te condujiste como un loco en casa de ese desgraciado? Entregaste todo el dinero a la viuda para el entierro. Bien que la socorrieras, que le dieses quince, hasta veinte rublos, con lo que te habrian quedado cinco para ti; pero no todo lo que tenias...
-A lo mejor, es que me he encontrado un tesoro. Esto justificaria mi generosidad. Ahi tienes al senor Zamiotof, que cree que, en efecto, me lo he encontrado...
Y anadio, dirigiendose a Porfirio Petrovitch, con los labios temblorosos:
-Perdone que le hayamos molestado durante media hora con una charla tan inutil. Esta usted abrumado, ?verdad?
-?Que disparate! Todo lo contrario. Usted no sabe hasta que extremo me interesa su compania. Me encanta verle y oirle... Celebro de veras, puede usted creerme, que al fin se haya decidido a venir.
-Danos un poco de te -dijo Rasumikhine-. Tengo la garganta seca.
-Buena idea. Tal vez a estos senores les venga el te tan bien como a ti... ?No quieres nada solido antes?
-?Hala! No te entretengas.
Porfirio Petrovitch fue a encargar el te.
La mente de Raskolnikof era un hervidero de ideas. El joven estaba furioso.
"Lo mas importante es que ni disimulan ni se andan con rodeos. ?Por que, sin conocerme, has hablado de mi con Nikodim Fomitch, Porfirio Petrovitch? Esto demuestra que no ocultan que me siguen la pista como una jauria de sabuesos. Me estan escupiendo en plena cara."
Y al pensar esto, temblaba de colera.
"Pero llevad cuidado y no pretendais jugar conmigo como el gato con el raton. Esto no es noble, Porfirio Petrovitch, y yo no lo puedo permitir. Si seguis asi, me levantare y os arrojare a la cara toda la verdad. Entonces vereis hasta que punto os desprecio."
Respiraba penosamente.
"?Pero y si me equivoco y todo esto no son mas que figuraciones mias? Podria ser todo un espejismo, podria haber interpretado mal las cosas a causa de mi ignorancia. ?Es que no voy a ser capaz de mantener mi bajo papel? Tal vez no tienen ninguna intencion oculta... Las cosas que dicen son perfectamente normales... Sin embargo, se percibe tras ellas algo que... Cualquiera podria expresarse como ellos, pero sin duda bajo sus palabras se oculta una segunda intencion... ?Por que Porfirio no ha nombrado francamente a la vieja? ?Por que Zamiotof ha dicho que yo me habia expresado como un hombre "prudente"? ?Y a que viene ese tono en que hablan? Si, ese tono... Rasumikhine lo ha presenciado todo. ?Por que, pues, no le ha sorprendido nada de eso? Ese majadero no se da cuenta de nada... Vuelvo a sentir fiebre... ?Me habra guinado el ojo Porfirio o habra sido simplemente un tic? Sin duda, seria absurdo que me lo hubiera guinado... ?A santo de que? ?Quieren exasperarme...? ?Me desprecian...? ?Son suposiciones mias...? ?Lo saben todo...? Zamiotof se muestra insolente... ?No me equivocare...? Debe de haber reflexionado durante la noche. Yo presentia que estaria aqui... Esta en esta casa como en la suya. ?Puede ser la primera vez que viene? Ademas, Porfirio no le trata como a un extrano, puesto que le vuelve la espalda. Estan de acuerdo; si, estan de acuerdo sobre mi. Y lo mas probable es que hayan hablado de mi antes de nuestra llegada... ?Sabran algo de mi visita a las habitaciones de la vieja? Es preciso averiguarlo cuanto antes. Cuando he dicho que habia salido para alquilar una habitacion, Porfirio no ha dado muestras de enterarse... He hecho muy bien en decir esto... Puede serme util... Diran que es una crisis de delirio... ?Ja, ja, ja...! Ese Porfirio esta al corriente con todo detalle de mis pasos en la tarde de ayer, pero ignoraba que habia llegado mi madre... Esa bruja habia anotado en el envoltorio la fecha del empeno... Pero se equivocan ustedes si creen que pueden manejarme a su antojo: ustedes no tienen pruebas, sino solo vagas conjeturas. ?Presentenme hechos! Mi visita a casa de la vieja no prueba nada, pues es una consecuencia del estado de delirio en que me hallaba. Asi lo dire si llega el caso... Pero ?saben que estuve en esa casa? No me marchare de aqui hasta que me entere... ?Para que habre venido...? Pero ya me estoy sulfurando: esto salta a la vista... Es evidente que tengo los nervios de punta... Pero tal vez esto sea lo mejor... Asi puedo seguir desempenando mi papel de enfermo... Ese hombre quiere irritarme, desconcertarme... ?Por que habre venido?"
Todos estos pensamientos atravesaron la mente de Raskolnikof con velocidad cosmica.
Porfirio Petrovitch llego momentos despues. Parecia de mejor humor.
-Todavia me duele la cabeza. Consecuencia de los excesos de anoche en tu casa -dijo a Rasumikhine alegremente, tono muy distinto del que habia empleado hasta entonces-. Aun estoy algo trastornado.
-?Resulto interesante la velada? Os deje en el mejor momento. ?Para quien fue la victoria?
-Para nadie. Finalmente salieron a relucir los temas eternos.
-Imaginate, Rodia, que la disputa habia desembocado en esta cuestion: ?existe el crimen...? Ya puedes suponer las tonterias que se dijeron.
-Yo no veo nada de extraordinario en ello -repuso Raskolnikof distraidamente-. Es una simple cuestion de sociologia.
-La cuestion no se planteo en ese aspecto -observo Porfirio.
-Cierto: no se planteo exactamente asi -reconocio Rasumikhine acalorandose, como era su costumbre-. Oye, Rodia, te ruego que nos escuches y nos des tu opinion. Me interesa. Yo hacia cuanto podia mientras te esperaba. Les habia hablado a todos de ti y les habia prometido tu visita... Los primeros en intervenir fueron los socialistas, que expusieron su teoria. Todos la conocemos: el crimen es una protesta contra una organizacion social defectuosa. Esto es todo, y no admiten ninguna otra razon, absolutamente ninguna.
-?Gran error! -exclamo Porfirio Petrovitch, que se iba animando poco a poco y se reia al ver que Rasumikhine se embalaba cada vez mas.
-No, no admiten otra causa -prosiguio Rasumikhine con su creciente exaltacion-. No me equivoco. Te mostrare sus libros. Ya leeras lo que dicen: "Tal individuo se ha perdido a causa del medio." Y nada mas. Es su frase favorita. O sea que si la sociedad estuviera bien organizada, no se cometerian crimenes, pues nadie sentiria el deseo de protestar y todos los hombres llegarian a ser justos. No tienen en cuenta la naturaleza: la eliminan, no existe para ellos. No ven una humanidad que se desarrolla mediante una progresion historica y viva, para producir al fin una sociedad normal, sino que suponen un sistema social que surge de la cabeza de un matematico y que, en un abrir y cerrar de ojos, organiza la sociedad y la hace justa y perfecta antes de que se inicie ningun proceso historico. De aqui su odio instintivo a la historia. Dicen de ella que es un amasijo de horrores y absurdos, que todo lo explica de una manera absurda. De aqui tambien su odio al proceso viviente de la existencia. No hay necesidad de un alma viviente, pues esta tiene sus exigencias; no obedece ciegamente a la mecanica; es desconfiada y retrograda. El alma que ellos quieren puede apestar, estar hecha de caucho; es un alma muerta y sin voluntad; una esclava que no se rebelara nunca. Y la consecuencia de ello es que toda la teoria consiste en una serie de ladrillos sobrepuestos; en el modo de disponer los corredores y las piezas de un falansterio. Este falansterio se puede construir, pero no la naturaleza humana, que quiere vivir, atravesar todo el proceso de la vida antes de irse al cementerio. La logica no basta para permitir este salto por encima de la naturaleza. La logica solo preve tres casos, cuando hay un millon. Reducir todo esto a la unica cuestion de la comodidad es la solucion mas facil que puede darse al problema. Una solucion de claridad seductora y que hace innecesaria toda reflexion: he aqui lo esencial. ?Todo el misterio de la vida expuesto en dos hojas impresas...!
-Mirad como se exalta y vocifera. Habria que atarlo -dijo Porfirio Petrovitch entre risas-. Figurese usted -anadio dirigiendose a Raskolnikof- esta misma musica en una habitacion y a seis voces. Esto fue la reunion de anoche. Ademas, nos habia saturado previamente de ponche. ?Comprende usted lo que seria aquello...? Por otra parte, estas equivocado: el medio desempena un gran papel en la criminalidad. Estoy dispuesto a demostrartelo.
-Eso ya lo se. Pero dime: pongamos el ejemplo del hombre de cuarenta anos que deshonra a una nina de diez. ?Es el medio el que le impulsa?
-Pues si, se puede decir que es el medio el que le impulsa -repuso Porfirio Petrovitch adoptando una actitud especialmente grave-. Ese crimen se puede explicar perfectamente, perfectisimamente, por la influencia del medio.
Rasumikhine estuvo a punto de perder los estribos.
-Yo tambien te puedo probar a ti -gruno- que tus blancas pestanas son una consecuencia del hecho de que el campanario de Ivan el Grande mida treinta toesas de altura. Te lo demostrare progresivamente, de un modo claro, preciso e incluso con cierto matiz de liberalismo. Me comprometo a ello. Di: ?quieres que te lo demuestre?
-Si, vamos a ver como te las compones.
-?Siempre con tus burlas! -exclamo Rasumikhine con un tono de desaliento-. No vale la pena hablar contigo. Te advierto, Rodia, que todo esto lo hace expresamente. Tu todavia no le conoces. Ayer solo expuso su parecer para mofarse de todos. ?Que cosas dijo, Senor! ?Y ellos encantados de tenerlo en la reunion...! Es capaz de estar haciendo este juego durante dos semanas enteras. El ano pasado nos aseguro que iba a ingresar en un convento y estuvo afirmandolo durante dos meses. Ultimamente se imagino que iba a casarse y que todo estaba ya listo para la boda. Incluso se hizo un traje nuevo. Nosotros empezamos a creerlo y a felicitarle. Y resulto que la novia no existia y que todo era pura invencion.
-Estas equivocado. Primero me hice el traje y entonces se me ocurrio la idea de gastaros la broma.
-?De verdad es usted tan comediante? -pregunto con cierta indiferencia Raskolnikof.
-Le parece mentira, ?verdad? Pues espere, que con usted voy a hacer lo mismo. ?Ja, ja, ja...! No, no; le voy a decir la verdad. A proposito de todas esas historias de crimenes, de medios, de jovencitas, recuerdo un articulo de usted que me intereso y me sigue interesando. Se titulaba... creo que "El crimen", pero la verdad es que de esto no estoy seguro. Me recree leyendolo en La Palabra Periodica hace dos meses.
-?Un articulo mio en La Palabra Periodica? -exclamo Raskolnikof, sorprendido-. Ciertamente, yo escribi un articulo hace unos seis meses, que fue cuando deje la universidad. En el hablaba de un libro que acababa de aparecer. Pero lo lleve a La Palabra Hebdomadaria y no a La Palabra Periodica.
-Pues se publico en La Palabra Periodica.
-La Palabra Hebdomadaria dejo de aparecer a poco de haber entregado yo mi articulo, y por eso no pudo publicarlo...
-Si, pero, al desaparecer, este semanario quedo fusionado con La Palabra Periodica, y ello explica que su articulo se haya publicado en este ultimo periodico. asi, ?no estaba usted enterado?
En efecto, Raskolnikof no sabia nada de eso.
-Pues ha de cobrar su articulo. ?Que caracter tan extraordinario tiene usted! Vive tan aislado, que no se entera de nada, ni siquiera de las cosas que le interesan materialmente. Es increible.
-Yo tampoco sabia nada -exclamo Rasumikhine-. Hoy mismo ire a la biblioteca a pedir ese periodico... ?Dices que el articulo se publico hace dos meses? ?En que dia...? Bueno, ya lo encontrare... ?No decir nada! ?Es el colmo!
-?Y usted como se ha enterado de que el articulo era mio? lo firme con una inicial.
-Fue por casualidad. Conozco al redactor jefe, le vi hace poco, y como su articulo me habia interesado tanto...
-Recuerdo que estudiaba en el el estado animico del criminal mientras cometia el crimen.
-Si, y ponia gran empeno en demostrar que el culpable, en esos momentos, es un enfermo. Es una tesis original, pero en verdad no es esta parte de su articulo la que me intereso especialmente, sino cierta idea que deslizaba al final. Es lamentable que se limitara usted a indicarla vaga y someramente... Si tiene usted buena memoria, se acordara de que insinuaba usted que hay seres que pueden, mejor dicho, que tienen pleno derecho a cometer toda clase de actos criminales, y a los que no puede aplicarseles la ley.
Raskolnikof sonrio ante esta perfida interpretacion de su pensamiento.
-?Como, como? ?El derecho al crimen? ?Y sin estar bajo la influencia irresistible del miedo? -pregunto Rasumikhine, no sin cierto terror.
-Sin esa influencia -respondio Porfirio Petrovitch-. No se trata de eso. En el articulo que comentamos se divide a los hombres en dos clases: seres ordinarios y seres extraordinarios. Los ordinarios han de vivir en la obediencia y no tienen derecho a faltar a las leyes, por el simple hecho de ser ordinarios. En cambio, los individuos extraordinarios estan autorizados a cometer toda clase de crimenes y a violar todas las leyes, sin mas razon que la de ser extraordinarios. Es esto lo que usted decia, si no me equivoco.
-?Es imposible que haya dicho eso! -balbuceo Rasumikhine.
Raskolnikof volvio a sonreir. Habia comprendido inmediatamente la intencion de Porfirio y lo que este pretendia hacerle decir. Y, recordando perfectamente lo que habia dicho en su articulo, acepto el reto.
-No es eso exactamente lo que dije -comenzo en un tono natural y modesto-. Confieso, sin embargo, que ha captado usted mi modo de pensar, no ya aproximadamente, sino con bastante exactitud.
Y, al decir esto, parecia experimentar cierto placer.
-La inexactitud consiste en que yo no dije, como usted ha entendido, que los hombres extraordinarios estan autorizados a cometer toda clase de actos criminales. Sin duda, un articulo que sostuviera semejante tesis no se habria podido publicar. Lo que yo insinue fue tan solo que el hombre extraordinario tiene el derecho..., no el derecho legal, naturalmente, sino el derecho moral..., de permitir a su conciencia franquear ciertos obstaculos en el caso de que asi lo exija la realizacion de sus ideas, tal vez beneficiosas para toda la humanidad... Dice usted que esta parte de mi articulo adolece de falta de claridad. Se la voy a explicar lo mejor que pueda. Me parece que es esto lo que usted desea, ?no? Bien, vamos a ello. En mi opinion, si los descubrimientos de Kepler y Newton, por una circunstancia o por otra, no hubieran podido llegar a la humanidad sino mediante el sacrificio de una, o cien, o mas vidas humanas que fueran un obstaculo para ello, Newton habria tenido el derecho, e incluso el deber, de sacrificar esas vidas, a fin de facilitar la difusion de sus descubrimientos por todo el mundo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que Newton tuviera derecho a asesinar a quien se le antojara o a cometer toda clase de robos. En el resto de mi articulo, si la memoria no me engana, expongo la idea de que todos los legisladores y guias de la humanidad, empezando por los mas antiguos y terminando por Licurgo, Solon, Mahoma, Napoleon, etcetera; todos, hasta los mas recientes, han sido criminales, ya que al promulgar nuevas leyes violaban las antiguas, que habian sido observadas fielmente por la sociedad y transmitidas de generacion en generacion, y tambien porque esos hombres no retrocedieron ante los derramamientos de sangre (de sangre inocente y a veces heroicamente derramada para defender las antiguas leyes), por poca que fuese la utilidad que obtuvieran de ello.
"Incluso puede decirse que la mayoria de esos bienhechores y guias de la humanidad han hecho correr torrentes de sangre. Mi conclusion es, en una palabra, que no solo los grandes hombres, sino aquellos que se elevan, por poco que sea, por encima del nivel medio, y que son capaces de decir algo nuevo, son por naturaleza, e incluso inevitablemente, criminales, en un grado variable, como es natural. Si no lo fueran, les seria dificil salir de la rutina. No quieren permanecer en ella, y yo creo que no lo deben hacer.
"Ya ven ustedes que no he dicho nada nuevo. Estas ideas se han comentado mil veces de palabra y por escrito. En
cuanto a mi division de la humanidad en seres ordinarios y extraordinarios, admito que es un tanto arbitraria; pero no me obstino en defender la precision de las cifras que doy. Me limito a creer que el fondo de mi pensamiento es justo. Mi opinion es que los hombres pueden dividirse, en general y de acuerdo con el orden de la misma naturaleza, en dos categorias: una inferior, la de los individuos ordinarios, es decir, el rebano cuya unica mision es reproducir seres semejantes a ellos, y otra superior, la de los verdaderos hombres, que se complacen en dejar oir en su medio "palabras nuevas. Naturalmente, las subdivisiones son infinitas, pero los rasgos caracteristicos de las dos categorias son, a mi entender, bastante precisos. La primera categoria se compone de hombres conservadores, prudentes, que viven en la obediencia, porque esta obediencia los encanta. Y a mi me parece que estan obligados a obedecer, pues este es su papel en la vida y ellos no ven nada humillante en desempenarlo. En la segunda categoria, todos faltan a las leyes, o, por lo menos, todos tienden a violarlas por todos sus medios.
"Naturalmente, los crimenes cometidos por estos ultimos son relativos y diversos. En la mayoria de los casos, estos hombres reclaman, con distintas formulas, la destruccion del orden establecido, en provecho de un mundo mejor. Y, para conseguir el triunfo de sus ideas, pasan si es preciso sobre montones de cadaveres y rios de sangre. Mi opinion es que pueden permitirse obrar asi; pero..., que quede esto bien claro..., teniendo en cuenta la clase e importancia de sus ideas. Solo en este sentido hablo en mi articulo del derecho de esos hombres a cometer crimenes. (Recuerden ustedes que nuestro punto de partida ha sido una cuestion juridica.) Por otra parte, no hay motivo para inquietarse demasiado. La masa no les reconoce nunca ese derecho y los decapita o los ahorca, dicho en terminos generales, con lo que cumple del modo mas radical su papel conservador, en el que se mantiene hasta el dia en que generaciones futuras de esta misma masa erigen estatuas a los ajusticiados y crean un culto en torno de ellos..., dicho en terminos generales. Los hombres de la primera categoria son duenos del presente; los de la segunda del porvenir. La primera conserva el mundo, multiplicando a la humanidad; la segunda empuja al universo para conducirlo hacia sus fines. Las dos tienen su razon de existir. En una palabra, yo creo que todos tienen los mismos derechos. Vive donc la guerre eternelle..., hasta la Nueva Jerusalen, entiendase.
-Entonces, ?usted cree en la Nueva Jerusalen?
-Si -respondio firmemente Raskolnikof.
Y pronuncio estas palabras con la mirada fija en el suelo, de donde no la habia apartado durante su largo discurso.
-?Y en Dios? ?Cree usted...? Perdone si le parezco indiscreto.
-Si, creo -repuso Raskolnikof levantando los ojos y fijandolos en Porfirio.
-?Y en la resurreccion de Lazaro?
-Pues... si. Pero ?por que me hace usted estas preguntas?
-?Cree usted sin reservas?
-Sin reservas.
-Bien, bien... La cosa no tiene ninguna importancia. Simple curiosidad... Ahora, y perdone, permitame que vuelva a nuestro asunto. No siempre se ejecuta a esos criminales. Por el contrario, algunos...
-Conservan su vida, triunfantes. Si, esto les sucede a algunos, y entonces...
-Son ellos los que ejecutan.
-Siempre que sea necesario, que es el caso mas frecuente. Desde luego, su observacion es muy sutil.
-Muchas gracias. Pero digame: ?como distinguir a esos hombres extraordinarios de los otros? ?Presentan alguna caracteristica especial al nacer? Mi opinion es que en este punto hay que observar la mas rigurosa exactitud y alcanzar una gran precision en la distincion de los dos tipos de hombre. Perdone mi inquietud, muy natural en un hombre practico y bienintencionado, pero ?no seria conveniente que esos hombres fueran vestidos de un modo especial o llevaran algun distintivo...? Porque suponga usted que un individuo perteneciente a una categoria cree formar parte de la otra y se lanza "a destruir todos los obstaculos que se le oponen, para decirlo con sus propias y felices palabras. Entonces...
-?Oh! Eso ocurre con frecuencia. Es una observacion que supera a la anterior en agudeza.
-Gracias.
-No hay de que. Pero piense que semejante error es solo posible en la primera categoria, es decir, en la de los hombres ordinarios, como yo les he calificado, tal vez equivocadamente. A pesar de su tendencia innata a la obediencia, muchos de ellos, llevados de un natural alocado que se encuentra incluso entre las vacas, se consideran hombres de vanguardia, destructores llamados a exponer ideas nuevas, y lo creen con toda sinceridad. Estos hombres no distinguen a los verdaderos innovadores y suelen despreciarlos, considerandolos espiritus mezquinos y atrasados. Pero me parece que no puede haber en ello ningun serio peligro, ya que nunca van muy lejos. Por lo tanto, la inquietud de usted no esta justificada. A lo sumo, merecen que se les azote de vez en cuando para castigarlos por su desvio y hacerlos volver al redil. No hay necesidad de molestar a un verdugo, pues ellos mismos se aplican la sancion que merecen, ya que son personas de alta moralidad. A veces se administran el castigo unos a otros; a veces se azotan con sus propias manos. Se imponen penitencias publicas, lo que no deja de ser hermoso y edificante. Es la regla general. En una palabra, que no tiene usted por que inquietarse.
-Bien; me ha tranquilizado usted, cuando menos por esta parte. Pero hay otra cosa que me inquieta. Digame: ?son muchos esos individuos que tienen derecho a estrangular a los otros, es decir, esos hombres extraordinarios? Desde luego, yo estoy dispuesto a inclinarme ante ellos, pero no me negara usted que uno no puede estar tranquilo ante la idea de que tal vez sean muy numerosos.
-?Oh! No se preocupe tampoco por eso -dijo Raskolnikof sin cambiar de tono-. Son muy pocos, poquisimos, los hombres capaces de encontrar una idea nueva e incluso de decir algo nuevo. De lo que no hay duda es de que la distribucion de los individuos en las categorias y subdivisiones que observamos en la especie humana esta estrictamente determinada por alguna ley de la naturaleza. Esta ley esta vedada todavia a nuestro conocimiento, pero yo creo que existe y que algun dia se nos revelara. La enorme masa de individuos que forma lo que solemos llamar el rebano, solo vive para dar al mundo, tras largos esfuerzos y misteriosos cruces de razas, un hombre que, entre mil, posea cierta independencia, o un hombre entre diez mil, o entre cien mil, que eso depende del grado de elevacion de la independencia (estas cifras son unicamente aproximadas). Solo surge un hombre de genio entre millones de individuos, y millares de millones de hombres pasan sobre la corteza terrestre antes de que aparezca una de esas inteligencias capaces de cambiar la faz del mundo. Desde luego, yo no me he asomado a la retorta donde se elabora todo eso, pero no cabe duda de que esta ley existe, porque debe existir, porque en esto no interviene para nada el azar.
-?Estais bromeando? -exclamo Rasumikhine-. ?Os burlais el uno del otro? Os estais lanzando pulla tras pulla. Tu no hablas en serio, Rodia.
Raskolnikof no contesto a su amigo. Levanto hacia el su palido y triste rostro, y Rasumikhine, al ver aquel semblante lleno de amargura, considero inadecuado el tono caustico, grosero y provocativo de Porfirio.
-Bien, querido -dijo el estudiante-. Si estais hablando en serio, quiero decirte que tienes razon al afirmar que no hay nada nuevo en esas ideas, que todas se parecen a las que hemos oido exponer infinidad de veces. Pero yo veo algo original en tu articulo, algo que a mi entender te pertenece por completo, muy a pesar mio, y es ese derecho moral a derramar sangre que tu concedes con plena conciencia y excusas con tanto fanatismo... Me parece que esta es la idea principal de tu articulo: la autorizacion moral a matar..., la cual, por cierto, me parece mucho mas terrible que la autorizacion oficial y legal.
-Exacto: es mucho mas terrible -observo Porfirio.
-Sin duda, tu te has dejado llevar hasta mas alla del limite de tu idea. Eso es un error. Leere tu articulo. Tu has dicho mas de lo que querias decir... Tu no puedes opinar asi... Leere tu articulo.
-En mi articulo no hay nada de todo eso -dijo Raskolnikof-. Yo me limite a comentar superficialmente la cuestion.
-Lo cierto es -dijo Porfirio, que apenas podia mantenerse en su puesto de juez- que ahora comprendo casi enteramente sus puntos de vista sobre el crimen. Pero... Perdone que le importune tanto (estoy avergonzado de molestarle de este modo). Oiga: acaba usted de tranquilizarme respecto a los casos de error, esos casos de confusion entre las dos categorias; pero... sigo sintiendo cierta inquietud al pensar en el lado practico de la cuestion. Si un hombre, un adolescente, sea el que fuere, se imagina ser un Licurgo, o un Mahoma (huelga decir que en potencia, o sea para el futuro), y se lanza a destruir todos los obstaculos que encuentra en su camino..., se dira que va a emprender una larga campana y que para esta campana necesita dinero... ?Comprende...?
Al oir estas palabras, Zamiotof resollo en su rincon, pero Raskolnikof ni le miro siquiera.
-Admito -repuso tranquilamente- que esos casos deben presentarse. Los vanidosos, esos seres estupidos, pueden caer en la trampa, y mas aun si son demasiado jovenes.
-Por eso se lo digo... ?Y que hay que hacer en ese caso?
Raskolnikof sonrio mordazmente.
-?Que quiere usted que le diga? Eso no me afecta lo mas minimo. Asi es y asi sera siempre... Fijese usted en este --e indico con un gesto a Rasumikhine-. Hace un momento decia que yo disculpaba el asesinato. Pero ?eso que importa? La sociedad esta bien protegida por las deportaciones, las carceles, los presidios, los jueces. No tiene motivo para inquietarse. No tiene mas que buscar al delincuente.
-?Y si se le encuentra?
-Peor para el.
-Su logica es irrefutable. Pero la conciencia esta en juego.
-Eso no debe preocuparle.
-Es una cuestion que afecta a los sentimientos humanos.
-El que sufre reconociendo su error, recibe un castigo que se suma al del penal.
-Asi -dijo Rasumikhine, malhumorado-, los hombres geniales, esos que tienen derecho a matar, ?no han de sentir ningun remordimiento por haber derramado sangre humana...?
-No se trata de que deban o no deban sentirlo. Solo sufriran en el caso de que sus victimas les inspiren compasion. El sufrimiento y el dolor van necesariamente unidos a un gran corazon y a una elevada inteligencia. Los verdaderos grandes hombres deben de experimentar, a mi entender, una gran tristeza en este mundo -anadio con un aire pensativo que contrastaba con el tono de la conversacion.
Levanto los ojos y miro a los presentes con aire distraido. Despues sonrio y cogio su gorra. Estaba sereno, por lo menos mucho mas que cuando habia llegado, y se daba cuenta de ello. Todos se levantaron. Porfirio Petrovitch dijo:
-Enfadese conmigo, insulteme si quiere, pero no puedo remediarlo: tengo que hacerle otra pregunta..., aunque reconozco que estoy abusando de su paciencia. Quisiera exponerle cierta idea que se me acaba de ocurrir y que temo olvidar...
-Bien, usted dira -dijo Raskolnikof, de pie, palido y serio, frente al juez de instruccion.
-Pues se trata... No se como explicarme... Es una idea tan extrana... De tipo psicologico, ?sabe...? Vera. Yo creo que cuando estaba usted escribiendo su articulo tenia forzosamente que considerarse, por lo menos en cierto modo, como uno de esos hombres extraordinarios destinados a decir "palabras nuevas", en el sentido que usted ha dado a esta expresion... ?No es asi?
-Es muy posible -repuso desdenosamente Raskolnikof.
Rasumikhine hizo un movimiento.
-En ese caso, ?seria usted capaz de decidirse, para salir de una situacion economica apurada o para hacer un servicio a la humanidad, a dar el paso..., en fin, a matar para robar?
Y guino el ojo izquierdo, mientras sonreia en silencio, exactamente igual que antes.
-Si estuviera decidido a dar un paso asi, tenga la seguridad de que no se lo diria a usted -repuso Raskolnikof con retadora arrogancia.
-Mi pregunta ha obedecido a una curiosidad puramente literaria. La he hecho con el unico fin de comprender mejor el fondo de su articulo.
"?Que celada tan buena! -penso Raskolnikof, asqueado-. La malicia esta cosida con hilo blanco."
-Permitame aclararle -dijo secamente- que yo no me he creido jamas un Mahoma ni un Napoleon, ni ningun otro personaje de este genero, y que, en consecuencia, no puedo decirle lo que haria en el caso contrario.
-Pues es raro, porque ?quien no se cree hoy en Rusia un Mahoma o un Napoleon? -exclamo Porfirio, empleando de subito un tono exageradamente familiar.
Incluso el acento que habia empleado para pronunciar estas palabras era singularmente explicito.
De subito, Zamiotof pregunto desde su rincon:
-?No seria un futuro Napoleon el que mato a hachazos la semana pasada a Alena Ivanovna?
Raskolnikof seguia mirando a Porfirio Petrovitch con firme fijeza. No dijo nada. Rasumikhine habia fruncido las cejas. Desde hacia un momento sospechaba algo que le hizo mirar furiosamente a un lado y a otro. Hubo un minuto de penoso silencio. Raskolnikof se dispuso a marcharse.
-?Ya se va usted? -exclamo Porfirio Petrovitch con extrema amabilidad y tendiendo la mano al joven-. Estoy encantado de haberle conocido. En cuanto a su peticion, puede estar tranquilo. Haga usted el requerimiento por escrito tal como le he indicado. Sin embargo, seria preferible que viniera a verme a la comisaria un dia de estos..., manana, por ejemplo. A las once estare alli. Lo arreglaremos todo y hablaremos. Como usted fue uno de los ultimos que visito aquella casa -anadio en tono amistoso-, tal vez pueda aclararnos algo.
-Lo que usted pretende es interrogarme en toda regla, ?no es asi? -pregunto rudamente Raskolnikof.
-Nada de eso. ?Por que? Por el momento, no hace falta. No me ha comprendido usted. Lo que ocurre es que yo aprovecho todas las ocasiones y he hablado ya con todos los que tenian alli algun objeto empenado. Me han dado una serie de informes, y usted, siendo el ultimo... ?Ah! ?Ahora que me acuerdo! -exclamo alegremente, dirigiendose a Rasumikhine-. He estado a punto de olvidarme otra vez... El otro dia no paraste de hablarme de Nikolachka. Pues bien, estoy convencido, completamente convencido de que ese joven es inocente -se dirigia de nuevo a Raskolnikof-. Pero ?que puedo hacer yo? Tambien he tenido que molestar a Mitri. En fin, he aqui lo que queria preguntarle. Cuando usted subia la escalera..., por cierto que creo que fue entre siete y ocho de la tarde, ?no?
-Si, entre siete y ocho -repuso Raskolnikof, que inmediatamente se arrepintio de haber dado esta contestacion innecesaria.
-Bien, pues cuando subia usted la escalera entre siete y ocho, ?no vio usted en el segundo piso, en un departamento cuya puerta estaba abierta..., recuerda usted..., no vio usted, repito, dos pintores, o por lo menos uno, trabajando? ?Los vio usted? Esto es sumamente importante para ellos...
-?Dos pintores? Pues no, no los vi -repuso Raskolnikof, fingiendo escudrinar en su memoria, mientras ponia todo su empeno en descubrir la trampa que se ocultaba en aquellas palabras-. No, no los vi. Y tampoco adverti que hubiese ninguna puerta abierta... Lo que recuerdo es que en el cuarto piso -continuo en tono triunfante, pues estaba seguro de haber sorteado el peligro- habia un funcionario que estaba de mudanza..., precisamente el de la puerta que esta frente a la de Alena Ivanovna... Si, lo recuerdo perfectamente. Por cierto que unos soldados que transportaban un sofa me arrojaron contra la pared... Pero a los pintores no recuerdo haberlos visto. Y tampoco ningun departamento con la puerta abierta... No, no habia ninguna abierta.
-Pero ?que significa esto? -dijo Rasumikhine a Porfirio, comprendiendo de subito las intenciones del juez de instruccion-. Los pintores trabajaban alli el dia del suceso y el estuvo en la casa tres dias antes. ?Por que le haces estas preguntas?
-?Pues es verdad! ?Que cabeza la mia! -exclamo Porfirio golpeandose la frente-. Este asunto acabara volviendome loco -dijo en son de excusa dirigiendose a Raskolnikof-. Es tan importante para nosotros saber si alguien vio alli, entre siete y ocho, a esos pintores, que me ha parecido que usted podria facilitarnos este dato. Ha sido una confusion.
-Hay que llevar cuidado -gruno Rasumikhine.
Estas palabras las pronuncio el estudiante cuando ya estaban en la antesala. Porfirio Petrovitch acompano amablemente a los dos jovenes hasta la puerta. Ambos salieron de la casa sombrios y cabizbajos y dieron algunos pasos en silencio. Raskolnikof respiro profundamente...
VI
No lo creo, no puedo creerlo -repetia Rasumikhine, rechazando con todas sus fuerzas las afirmaciones de Raskolnikof.
Se dirigian a la pension Bakaleev, donde Pulqueria Alejandrovna y Dunia los esperaban desde hacia largo rato. Rasumikhine se detenia a cada momento, en el calor de la disputa. Una profunda agitacion le dominaba, aunque solo fuera por el hecho de que era la primera vez que hablaban francamente de aquel asunto.
-Tu no puedes creerlo -repuso Raskolnikof con una sonrisa fria y desdenosa-; pero yo estaba atento al significado de cada una de sus palabras, mientras tu, siguiendo tu costumbre, no te fijabas en nada.
-Tu has prestado tanta atencion porque eres un hombre desconfiado. Sin embargo, reconozco que Porfirio hablaba en un tono extrano. Y, sobre todo, ese ladino de Zamiotof... Tiene razon: habia en el algo raro... Pero ?por que, Senor, por que?
-Habra reflexionado durante la noche.
-No; es todo lo contrario de lo que supones. Si les hubiera asaltado esa idea estupida, lo habrian disimulado por todos los medios, habrian procurado ocultar sus intenciones, a fin de poder atraparte despues con mas seguridad. Intentar hacerlo ahora habria sido una torpeza y una insolencia.
-Si hubiesen tenido pruebas, verdaderas pruebas, o suposiciones nada mas que algo fundadas, habrian procurado sin duda ocultar su juego para ganar la partida... O tal vez habrian hecho un registro en mi habitacion hace ya tiempo... Pero no tienen ni una sola prueba. Lo unico que tienen son conjeturas gratuitas, suposiciones sin fundamento. Por eso intentan desconcertarme con sus insolencias... ?Obedecera todo al despecho de Porfirio, que esta furioso por no tener pruebas...? Tal vez persiga algun fin que es para nosotros un misterio... Parece inteligente... Es muy probable que haya intentado atemorizarme haciendome creer que sabia algo... Es un hombre de caracter muy especial... En fin, no es nada agradable pretender hallar explicacion a todas estas cuestiones... ?Dejemos este asunto!
-Todo esto es ofensivo, muy ofensivo, ya lo se; pero ya que estamos hablando sinceramente (y me congratulo de que sea asi, pues esto me parece excelente), no vacilo en decirte con toda franqueza que hace ya tiempo que observe que habian concebido esta sospecha. Entonces era una idea vaga, imprecisa, insidiosa, tomada medio en broma, pero ni aun bajo esta forma tenian derecho a admitirla. ?Como se han atrevido a acogerla? ?Y que es lo que ha dado cuerpo a esta sospecha? ?Cual es su origen...? ?Si supieras la indignacion que todo esto me ha producido...! Un pobre estudiante transfigurado por la miseria y la neurastenia, que incuba una grave enfermedad acompanada de desvario, enfermedad que incluso puede haberse declarado ya (detalle importante); un joven desconfiado, orgulloso, consciente de su valia, y que acaba de pasar seis meses encerrado en su rincon, sin ver a nadie; que va vestido con andrajos y calzado con botas sin suelas..., este joven esta en pie ante unos policias despiadados que le mortifican con sus insolencias. De pronto, a quemarropa, se le reclama el pago de un pagare protestado. La pintura fresca despide un olor mareante, en la repleta sala hace un calor de treinta grados y la atmosfera es irrespirable. Entonces el joven oye hablar del asesinato de una persona a la que ha visto la vispera. Y para que no falte nada, tiene el estomago vacio. ?Como no desvanecerse? ?Que hayan basado todas sus sospechas en este sincope...! ?El diablo les lleve! Comprendo que todo esto es humillante, pero yo, en tu lugar, me reiria de ellos, me reiria en sus propias narices. Es mas: les escupiria en plena cara y les daria una serie de sonoras bofetadas. ?Escupeles, Rodia! ?Hazlo...! ?Es intolerable!