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Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

Cuando llego a la primera bocacalle, paso a la esquina de enfrente y se volvio, pudiendo advertir que la muchacha habia seguido la misma direccion que el sin darse cuenta de que la espiaban. La joven llego a la travesia y se interno por ella, sin cruzar la calzada. El desconocido continuo su persecucion por la acera opuesta, sin perder de vista a Sonia, y cuando habian recorrido unos cincuenta pasos, el cruzo la calle y la siguio por la misma acera, a unos cinco pasos de distancia.

Era un hombre corpulento, que representaba unos cincuenta anos y cuya estatura superaba a la normal. Sus anchos y macizos hombros le daban el aspecto de un hombre cargado de espaldas. Iba vestido con una elegancia natural que, como todo su continente, denunciaba al gentilhombre. Llevaba un bonito baston que resonaba en la acera a cada paso y unos guantes nuevos. Su amplio rostro, de pomulos salientes, tenia una expresion simpatica, y su fresca tez evidenciaba que aquel hombre no residia en una ciudad. Sus tupidos cabellos, de un rubio claro, apenas empezaban a encanecer. Su poblada y hendida barba, todavia mas clara que sus cabellos; sus azules ojos, de mirada fija y pensativa, y sus rojos labios, indicaban que era un hombre superiormente conservado y que parecia mas joven de lo que era en realidad.

Cuando Sonia desemboco en el malecon, quedaron los dos solos en la acera. El desconocido habia tenido tiempo sobrado para observar que la joven iba ensimismada. Sonia llego a la casa en que vivia y cruzo el portal. El entro tras ella un tanto asombrado. La joven se interno en el patio y luego en la escalera de la derecha, que era la que conducia a su habitacion. El desconocido lanzo una exclamacion de sorpresa y empezo a subir la misma escalera que Sonia. Solo en este momento se dio cuenta la joven de que la seguian.

Sonia llego al tercer piso, entro en un corredor y llamo en una puerta que ostentaba el numero 9 y dos palabras escritas con tiza: "Kapernaumof, sastre."

-?Que casualidad! -exclamo el desconocido.

Y llamo a la puerta vecina, la senalada con el numero 8. Entre ambas puertas habia una distancia de unos seis pasos.

-?De modo que vive usted en casa de Kapernaumof? -dijo el caballero alegremente-. Ayer me arreglo un chaleco. Ademas, soy vecino de usted: vivo en casa de la senora Resslich Gertrudis Pavlovna. El mundo es un panuelo.

Sonia le miro fijamente.

-Si, somos vecinos -continuo el caballero, con desbordante jovialidad-. Estoy en Petersburgo desde hace solo dos dias. Para mi sera un placer volver a verla.

Sonia no contesto. En este momento le abrieron la puerta, y entro en su habitacion. Estaba avergonzada y atemorizada.

Rasumikhine daba muestras de gran agitacion cuando iba en busca de Porfirio Petrovitch, acompanado de Rodia.

-Has tenido una gran idea, querido, una gran idea -dijo varias veces-. Y creeme que me alegro, que me alegro de veras.

"?Por que se ha de alegrar?", se pregunto Raskolnikof.

-No sabia que tu tambien empenabas cosas en casa de la vieja. ?Hace mucho tiempo de eso? Quiero decir que si hace mucho tiempo que has estado en esa casa por ultima vez.

"Es muy listo, pero tambien muy ingenuo", se dijo Raskolnikof.

-?Cuando estuve por ultima vez? -pregunto, deteniendose como para recordar mejor-. Me parece que fue tres dias antes del crimen... Te advierto que no quiero recoger los objetos en seguida -se apresuro a aclarar, como si este punto le preocupara especialmente-, pues no me queda mas que un rublo despues del maldito "desvario" de ayer.

Y subrayo de un modo especial la palabra "desvario".

-?Comprendido, comprendido! -exclamo con vehemencia Rasumikhine y sin que se pudiera saber exactamente que era lo que comprendia con tanto entusiasmo-. Esto explica que te mostraras entonces tan... impresionado... E incluso en tu delirio nombrabas sortijas y cadenas... Todo aclarado; ya se ha aclarado todo...

"Ya salio aquello. Estan dominados por esta idea. Incluso este hombre que seria capaz de dejarse matar por mi se siente feliz al poder explicarse por que hablaba yo de sortijas en mi delirio. Todo esto los ha confirmado en sus suposiciones."

-?Crees que encontraremos a Porfirio? -pregunto Raskolnikof en voz alta.

-?Claro que lo encontraremos! -repuso vivamente Rasumikhine-. Ya veras que tipo tan interesante. Un poco brusco, eso si, a pesar de ser un hombre de mundo. Bien es verdad que yo no le considero brusco porque carezca de mundologia. Es inteligente, muy inteligente. Esta muy lejos de ser un grosero, a pesar de su caracter especial. Es desconfiado, esceptico, cinico. Le gusta enganar, chasquear a la gente, y es fiel al viejo sistema de las pruebas materiales... Sin embargo, conoce a fondo su oficio. El ano pasado desembrollo un caso de asesinato del que solo existian ligeros indicios. Tiene grandes deseos de conocerte.

-?Grandes deseos? ?Por que?

-Bueno, tal vez he exagerado... Oye; ultimamente, es decir, desde que te pusiste enfermo, le he hablado mucho de ti. Naturalmente, el me escuchaba. Y cuando le dije que eras estudiante de Derecho y que no podias terminar tus estudios por falta de dinero, exclamo: "?Es lamentable!" De esto deduzco... Mejor dicho, del conjunto de todos estos detalles... Ayer, Zamiotof... Oye, Rodia, cuando te lleve ayer a tu casa estaba embriagado y dije una porcion de tonterias. Lamentaria que hubieras tomado demasiado en serio mis palabras.

-?A que te refieres? ?A la sospecha de esos hombres de que estoy loco? Pues bien, tal vez no se equivoquen.

Y se echo a reir forzadamente.

-Si, si... ?digo, no...! Lo cierto es que todo lo que dije anoche sobre esa cuestion y sobre todas eran divagaciones de borracho.

-Entonces, ?para que excusarse? ?Si supieras como me fastidian todas estas cosas! -exclamo Raskolnikof con una irritacion fingida en parte.

-Lo se, lo se. Lo comprendo perfectamente; te aseguro que lo comprendo. Incluso me da verguenza hablar de ello.

-Si te da verguenza, callate.

Los dos enmudecieron. Rasumikhine estaba encantado, y Raskolnikof se dio cuenta de ello con una especie de horror. Lo que su amigo acababa de decirle acerca de Porfirio Petrovitch no dejaba de inquietarle.

"Otro que me compadece -penso, con el corazon agitado y palideciendo-. Ante este tendre que fingir mejor y con mas naturalidad que ante Rasumikhine. Lo mas natural seria no decir nada, absolutamente nada... No, no; esto tambien podria parecer poco natural... En fin, dejemonos llevar de los acontecimientos... En seguida veremos lo que sucede... ?He hecho bien en venir o no? La mariposa se arroja a la llama ella misma... El corazon me late con violencia... Mala cosa."

-Es esa casa gris -lijo Rasumikhine.

"Es de gran importancia saber si Porfirio esta enterado de que estuve ayer en casa de esa bruja y de las preguntas que hice sobre la sangre. Es necesario que yo sepa esto inmediatamente, que yo lea la verdad en su semblante apenas entre en el despacho, al primer paso que de. De lo contrario, no sabre como proceder, y ya puedo darme por perdido."

-?Sabes lo que te digo? -pregunto de pronto a Rasumikhine con una sonrisa maligna-. Que he observado que toda la manana te domina una gran agitacion. De veras.

-?Agitacion? Nada de eso -repuso, mortificado, Rasumikhine.

-No lo niegues. Eso se ve a la legua. Hace un rato estabas sentado en el borde de la silla, cosa que no haces nunca, y parecias tener calambres en las piernas. A cada momento te sobresaltabas sin motivo, y unas veces tenias cara de hombre amargado y otras eras un puro almibar. Te has sonrojado varias veces y te has puesto como la purpura cuando te han invitado a comer.

-Todo eso son invenciones tuyas. ?Que quieres decir?

-A veces eres timido como un colegial. Ahora mismo te has puesto colorado.

-?Imbecil!

-Pero ?a que viene esa confusion? ?Eres un Romeo! Ya contare todo esto en cierto sitio. ?Ja, ja, ja! ?Como voy a hacer reir a mi madre! ?Y a otra persona!

-Oye, oye... Hablemos en serio... Quiero saber... -balbuceo Rasumikhine, aterrado-. ?Que piensas contarles? Oye, querido... ?Eres un majadero!

-Estas hecho una rosa de primavera... ?Si vieras lo bien que esto te sienta! ?Un Romeo de tan aventajada estatura! ?Y como te has lavado hoy! Incluso te has limpiado las unas. ?Cuando habias hecho cosa semejante? Que Dios me perdone, pero me parece que hasta te has puesto pomada en el pelo. A ver: baja un poco la cabeza.

-?Imbecil!

Raskolnikof se reia de tal modo, que parecia no poder cesar de reir. La hilaridad le duraba todavia cuando llegaron a casa de Porfirio Petrovitch. Esto era lo que el queria. Asi, desde el despacho le oyeron entrar en la casa riendo, y siguieron oyendo estas risas cuando los dos amigos llegaron a la antesala.

-?Ojo con decir aqui una sola palabra, porque te hago papilla! -dijo Rasumikhine fuera de si y atenazando con su mano el hombro de su amigo.



V

Raskolnikof entro en el despacho con el gesto del hombre que hace descomunales esfuerzos para no reventar de risa. Le seguia Rasumikhine, rojo como la grana, cohibido, torpe y transfigurado por el furor del semblante. Su cara y su figura tenian en aquellos momentos un aspecto comico que justificaba la hilaridad de su amigo. Raskolnikof, sin esperar a ser presentado, se inclino ante el dueno de la casa, que estaba de pie en medio del despacho, mirandolos con expresion interrogadora, y cambio con el un apreton de manos. Pareciendo todavia que hacia un violento esfuerzo para no echarse a reir, dijo quien era y como se llamaba. Pero apenas se habia mantenido serio mientras murmuraba algunas palabras, sus ojos miraron casualmente a Rasumikhine. Entonces ya no pudo contenerse y lanzo una carcajada que, por efecto de la anterior represion, resulto mas estrepitosa que las precedentes.

El extraordinario furor que esta risa loca desperto en Rasumikhine presto, sin que este lo advirtiera, un buen servicio a Raskolnikof.

-?Demonio de hombre! -gruno Rasumikhine, con un ademan tan violento que dio un involuntario manotazo a un velador sobre el que habia un vaso de te vacio. Por efecto del golpe, todo rodo por el suelo ruidosamente.

-No hay que romper los muebles, senores mios -exclamo Porfirio Petrovitch alegremente-. Esto es un perjuicio para el Estado.

Raskolnikof seguia riendo, y de tal modo, que se olvido de que su mano estaba en la de Porfirio Petrovitch. Sin embargo, consciente de que todo tiene su medida, aprovecho un momento propicio para recobrar la seriedad lo mas naturalmente posible. Rasumikhine, al que el accidente que su conducta acababa de provocar habia sumido en el colmo de la confusion, miro un momento con expresion sombria los trozos de vidrio, despues escupio, volvio la espalda a Porfirio y a Raskolnikof, se acerco a la ventana y, aunque no veia, hizo como si mirase al exterior. Porfirio Petrovitch reia por educacion, pero se veia claramente que esperaba le explicasen el motivo de aquella visita.

En un rincon estaba Zamiotof sentado en una silla. Al aparecer los visitantes se habia levantado, esbozando una sonrisa. Contemplaba la escena con una expresion en que el asombro se mezclaba con la desconfianza, y observaba a Raskolnikof incluso con una especie de turbacion. La aparicion inesperada de Zamiotof sorprendio desagradablemente al joven, que se dijo:

"Otra cosa en que hay que pensar."

Y manifesto en voz alta, con una confusion fingida:

-Le ruego que me perdone...

-Pero ?que dice usted? ?Si estoy encantado! Ha entrado usted de un modo tan agradable... -repuso Porfirio Petrovitch, y anadio, indicando a Rasumikhine con un movimiento de cabeza-. Ese, en cambio, ni siquiera me ha dado los Buenos dias.

-Se ha indignado conmigo no se por que. Por el camino le he dicho que se parecia a Romeo y le he demostrado que mi comparacion era justa. Esto es todo lo que ha habido entre nosotros.

-?Imbecil! -exclamo Rasumikhine sin volver la cabeza.

-Debe de tener sus motivos para tomar en serio una broma tan inofensiva --comento Porfirio echandose a reir.

-Oye, juez de instruccion... -empezo a decir Rasumikhine-. ?Bah! ?Que el diablo os lleve a todos!

Y se echo a reir de buena gana: habia recobrado de subito su habitual buen humor.

-?Basta de tonterias! -dijo, acercandose alegremente a Porfirio Petrovitch-. Sois todos unos imbeciles... Bueno, vamos a lo que interesa. Te presento a mi amigo Rodion Romanovitch Raskolnikof, que ha oido hablar mucho de ti y deseaba conocerte. Ademas, quiere hablar contigo de cierto asuntillo... ?Hombre, Zamiotof! ?Como es que estas aqui? Esto prueba que conoces a Porfirio Petrovitch. ?Desde cuando?

"?Que significa todo esto?, se dijo, inquieto, Raskolnikof.

Zamiotof se sentia un poco violento.

-Nos conocimos anoche en tu casa -respondio.

-No cabe duda de que Dios esta en todas partes. Imaginate, Porfirio, que la semana pasada me rogo insistentemente que te lo presentase, y vosotros habeis trabado conocimiento prescindiendo de mi. ?Donde tienes el tabaco?

Porfirio Petrovitch iba vestido con ropa de casa: bata, camisa blanquisima y unas zapatillas viejas. Era un hombre de treinta y cinco anos, de talla superior a la media, bastante grueso e incluso con algo de vientre. Iba perfectamente afeitado y no llevaba bigote ni patillas. Su cabello, cortado al rape, coronaba una cabeza grande, esferica y de abultada nuca. Su cara era redonda, abotagada y un poco achatada; su tez, de un amarillo fuerte, enfermizo. Sin embargo, aquel rostro denunciaba un humor agudo y un tanto burlon. Habria sido una cara incluso simpatica si no lo hubieran impedido sus ojos, que brillaban extranamente, cercados por unas pestanas casi blancas y unos parpados que pestaneaban de continuo. La expresion de esta mirada contrastaba extranamente con el resto de aquella fisonomia casi afeminada y le prestaba una seriedad que no se percibia en el primer momento.

Apenas supo que Raskolnikof tenia que tratar cierto asunto con el, Porfirio Petrovitch le invito a sentarse en el sofa. Luego se sento el en el extremo opuesto al ocupado por Raskolnikof y le miro fijamente, en espera de que le expusiera la anunciada cuestion. Le miraba con esa atencion tensa y esa gravedad extremada que pueden turbar a un hombre, especialmente cuando ese hombre es casi un desconocido y sabe que el asunto que ha de tratar esta muy lejos de merecer la atencion exagerada y aparatosa que se le presta. Sin embargo, Raskolnikof le puso al corriente del asunto con pocas y precisas palabras. Luego, satisfecho de si mismo, hallo la serenidad necesaria para observar atentamente a su interlocutor. Porfirio Petrovitch no aparto de el los ojos en ningun momento del dialogo, y Rasumikhine, que se habia sentado frente a ellos, seguia con vivisima atencion aquel cambio de palabras. Su mirada iba del juez de instruccion a su amigo y de su amigo al juez de instruccion sin el menor disimulo.

"?Que idiota!", exclamo mentalmente Raskolnikof.

-Tendra que prestar usted declaracion ante la policia -repuso Porfirio Petrovitch con acento perfectamente oficial-. Debera usted manifestar que, enterado del hecho, es decir, del asesinato, ruega que se advierta al juez de instruccion encargado de este asunto que tales y cuales objetos son de su propiedad y que desea usted desempenarlos. Ademas, ya recibira una comunicacion escrita.

-Pero lo que ocurre -dijo Raskolnikof, fingiendose confundido lo mejor que pudo- es que en este momento estoy tan mal de fondos, que ni siquiera tengo el dinero necesario para rescatar esas bagatelas. Por eso me limito a declarar que esos objetos me pertenecen y que cuando tenga dinero...

-Eso no importa -le interrumpio Porfirio Petrovitch, que parecio acoger friamente esta declaracion de tipo economico-. Ademas, usted puede exponerme por escrito lo que me acaba de decir, o sea que, enterado de esto y aquello, se declara propietario de tales objetos y ruega...

-?Puedo escribirle en papel corriente? -le interrumpio Raskolnikof, con el proposito de seguir demostrando que solo le interesaba el aspecto practico de la cuestion.

-Si, el papel no importa.

Dicho esto, Porfirio Petrovitch adopto una expresion francamente burlona. Incluso guino un ojo como si hiciera un signo de inteligencia a Raskolnikof. Acaso esto del signo fue simplemente una ilusion del joven, pues todo transcurrio en un segundo. Sin embargo, algo debia de haber en aquel gesto. Que le habia guinado un ojo era seguro. ?Con que intencion? Eso solo el diablo lo sabia.

"Este hombre sabe algo, penso en el acto Raskolnikof. Y dijo en voz alta, un tanto desconcertado:

-Perdone que le haya molestado por tan poca cosa. Esos objetos solo valen unos cinco rublos, pero como recuerdos tienen un gran valor para mi. Le confieso que senti gran inquietud cuando supe...

-Eso explica que ayer te estremecieras al oirme decir a Zosimof que Porfirio estaba interrogando a los propietarios de los objetos empenados --exclamo Rasumikhine con una segunda intencion evidente.

Esto era demasiado. Raskolnikof no pudo contenerse y lanzo a su amigo una mirada furiosa. Pero en seguida se sobrepuso.

-Tu todo lo tomas a broma -dijo con una irritacion que no tuvo que fingir-. Admito que me preocupan profundamente cosas que para ti no tienen importancia, pero esto no es razon para que me consideres egoista e interesado, pues repito que esos dos objetos tan poco valiosos tienen un gran valor para mi. Hace un momento te he dicho que ese reloj de plata es el unico recuerdo que tenemos de mi padre. Burlate si quieres, pero mi madre acaba de llegar -manifesto dirigiendose a Porfirio-, y si se enterase -continuo, volviendo a hablar a Rasumikhine y procurando que la voz le temblara de que ese reloj se habia perdido, su desesperacion no tendria limites. Ya sabes como son las mujeres.

-?Estas muy equivocado! ?No me has entendido! Yo no he pensado nada de lo que dices, sino todo lo contrario -protesto, desolado, Rasumikhine.

"?Lo habre hecho bien? ?No habre exagerado? -penso Raskolnikof, temblando de inquietud-. ?Por que habre dicho eso de "Ya sabes como son las mujeres"?"

-?De modo que su madre ha venido a verle? -pregunto Porfirio Petrovitch.

-Si.

-?Y cuando ha llegado?

-Ayer por la tarde.

Porfirio no dijo nada: parecia reflexionar.

-Sus objetos no pueden haberse perdido -manifesto al fin, tranquilo y friamente-. Hace tiempo que esperaba su visita.

Dicho esto, se volvio con toda naturalidad hacia Rasumikhine, que estaba echando sobre la alfombra la ceniza de su cigarrillo, y le acerco un cenicero. Raskolnikof se habia estremecido, pero el juez instructor, atento al cigarrillo de Rasumikhine, no parecio haberlo notado.

-?Dices que lo esperabas? -pregunto Rasumikhine a Porfirio Petrovitch-. ?Acaso sabias que tenia cosas empenadas?

Porfirio no le respondio, sino que hablo a Raskolnikof directamente:

-Sus dos objetos, la sortija y el reloj, estaban en casa de la victima, envueltos en un papel sobre el cual se leia el nombre de usted, escrito claramente con lapiz y, a continuacion, la fecha en que la prestamista habia recibido los objetos.

-?Que memoria tiene usted! -exclamo Raskolnikof iniciando una sonrisa.

Ponia gran empeno en fijar su mirada serenamente en los ojos del juez, pero no pudo menos de anadir:

-He hecho esta observacion porque supongo que los propietarios de objetos empenados son muy numerosos y lo natural seria que usted no los recordara a todos. Pero veo que me he equivocado: usted no ha olvidado ni siquiera uno..., y... y...

"?Que estupido soy! ?Que necesidad tenia de decir esto?" -Es que todos los demas se han presentado ya. Solo faltaba usted -dijo Porfirio Petrovitch con un tonillo de burla casi imperceptible.

-No me sentia bien.

-Ya me entere. Tambien supe que algo le habia trastornado profundamente. Incluso ahora esta usted un poco palido.

-Pues me encuentro admirablemente -replico al punto Raskolnikof, en tono tajante y furioso.

Sentia hervir en el una colera que no podia reprimir.

"Esta indignacion me va a hacer cometer alguna tonteria. Pero ?por que se obstinan en torturarme?"

-Dice que no se sentia bien -exclamo Rasumikhine-, y esto es poco menos que no decir nada. Pues lo cierto es que hasta ayer el delirio apenas le ha dejado... Puedes creerme, Porfirio: apenas se tiene en pie... Pues bien, ayer aprovecho un momento, unos minutos, en que Zosimof y yo le dejamos, para vestirse, salir furtivamente y marcharse a Dios sabe donde. ?Y esto en pleno delirio! ?Has visto cosa igual? ?Este hombre es un caso!

-?En pleno delirio? ?Que locura! -exclamo Porfirio Petrovitch, sacudiendo la cabeza.

-?Eso es mentira! ?No crea usted ni una palabra...! Pero sobra esta advertencia, porque usted no lo ha creido, ni mucho menos -dejo escapar Raskolnikof, aturdido por la colera.

Pero Porfirio no dio muestras de entender estas extranas palabras.

-?Como te habrias atrevido a salir si no hubieses estado delirando? -exclamo Rasumikhine, perdiendo la calma a su vez-: ?Por que saliste? ?Con que intencion? ?Y por que lo hiciste a escondidas? Confiesa que no podias estar en tu juicio. Ahora que ha pasado el peligro, puedo hablarte francamente.

-Me fastidiaron insoportablemente -dijo Raskolnikof, dirigiendose a Porfirio con una sonrisa burlona, insolente, retadora-. Hui para ir a alquilar una habitacion donde no pudieran encontrarme. Y llevaba en el bolsillo una buena cantidad de dinero. El senor Zamiotof lo sabe porque lo vio. Por lo tanto, senor Zamiotof, le ruego que resuelva usted nuestra disputa. Diga: ?estaba delirando o conservaba mi sano juicio?

De buena gana habria estrangulado a Zamiotof, tanto le irritaron su silencio y sus miradas equivocas.

-Me parecio -dijo al fin Zamiotof secamente- que hablaba usted como un hombre razonable; es mas, como un hombre... prudente; si, prudente. Pero tambien parecia usted algo exasperado.

-Y hoy -intervino Porfirio Petrovitch- Nikodim Fomitch me ha contado que le vio ayer, a hora muy avanzada, en casa de un funcionario que acababa de ser atropellado por un coche.

-?Ahi tenemos otra prueba! -exclamo al punto Rasumikhine-. ?No es cierto que te condujiste como un loco en casa de ese desgraciado? Entregaste todo el dinero a la viuda para el entierro. Bien que la socorrieras, que le dieses quince, hasta veinte rublos, con lo que te habrian quedado cinco para ti; pero no todo lo que tenias...

-A lo mejor, es que me he encontrado un tesoro. Esto justificaria mi generosidad. Ahi tienes al senor Zamiotof, que cree que, en efecto, me lo he encontrado...

Y anadio, dirigiendose a Porfirio Petrovitch, con los labios temblorosos:

-Perdone que le hayamos molestado durante media hora con una charla tan inutil. Esta usted abrumado, ?verdad?

-?Que disparate! Todo lo contrario. Usted no sabe hasta que extremo me interesa su compania. Me encanta verle y oirle... Celebro de veras, puede usted creerme, que al fin se haya decidido a venir.

-Danos un poco de te -dijo Rasumikhine-. Tengo la garganta seca.

-Buena idea. Tal vez a estos senores les venga el te tan bien como a ti... ?No quieres nada solido antes?

-?Hala! No te entretengas.

Porfirio Petrovitch fue a encargar el te.

La mente de Raskolnikof era un hervidero de ideas. El joven estaba furioso.

"Lo mas importante es que ni disimulan ni se andan con rodeos. ?Por que, sin conocerme, has hablado de mi con Nikodim Fomitch, Porfirio Petrovitch? Esto demuestra que no ocultan que me siguen la pista como una jauria de sabuesos. Me estan escupiendo en plena cara."

Y al pensar esto, temblaba de colera.

"Pero llevad cuidado y no pretendais jugar conmigo como el gato con el raton. Esto no es noble, Porfirio Petrovitch, y yo no lo puedo permitir. Si seguis asi, me levantare y os arrojare a la cara toda la verdad. Entonces vereis hasta que punto os desprecio."

Respiraba penosamente.

"?Pero y si me equivoco y todo esto no son mas que figuraciones mias? Podria ser todo un espejismo, podria haber interpretado mal las cosas a causa de mi ignorancia. ?Es que no voy a ser capaz de mantener mi bajo papel? Tal vez no tienen ninguna intencion oculta... Las cosas que dicen son perfectamente normales... Sin embargo, se percibe tras ellas algo que... Cualquiera podria expresarse como ellos, pero sin duda bajo sus palabras se oculta una segunda intencion... ?Por que Porfirio no ha nombrado francamente a la vieja? ?Por que Zamiotof ha dicho que yo me habia expresado como un hombre "prudente"? ?Y a que viene ese tono en que hablan? Si, ese tono... Rasumikhine lo ha presenciado todo. ?Por que, pues, no le ha sorprendido nada de eso? Ese majadero no se da cuenta de nada... Vuelvo a sentir fiebre... ?Me habra guinado el ojo Porfirio o habra sido simplemente un tic? Sin duda, seria absurdo que me lo hubiera guinado... ?A santo de que? ?Quieren exasperarme...? ?Me desprecian...? ?Son suposiciones mias...? ?Lo saben todo...? Zamiotof se muestra insolente... ?No me equivocare...? Debe de haber reflexionado durante la noche. Yo presentia que estaria aqui... Esta en esta casa como en la suya. ?Puede ser la primera vez que viene? Ademas, Porfirio no le trata como a un extrano, puesto que le vuelve la espalda. Estan de acuerdo; si, estan de acuerdo sobre mi. Y lo mas probable es que hayan hablado de mi antes de nuestra llegada... ?Sabran algo de mi visita a las habitaciones de la vieja? Es preciso averiguarlo cuanto antes. Cuando he dicho que habia salido para alquilar una habitacion, Porfirio no ha dado muestras de enterarse... He hecho muy bien en decir esto... Puede serme util... Diran que es una crisis de delirio... ?Ja, ja, ja...! Ese Porfirio esta al corriente con todo detalle de mis pasos en la tarde de ayer, pero ignoraba que habia llegado mi madre... Esa bruja habia anotado en el envoltorio la fecha del empeno... Pero se equivocan ustedes si creen que pueden manejarme a su antojo: ustedes no tienen pruebas, sino solo vagas conjeturas. ?Presentenme hechos! Mi visita a casa de la vieja no prueba nada, pues es una consecuencia del estado de delirio en que me hallaba. Asi lo dire si llega el caso... Pero ?saben que estuve en esa casa? No me marchare de aqui hasta que me entere... ?Para que habre venido...? Pero ya me estoy sulfurando: esto salta a la vista... Es evidente que tengo los nervios de punta... Pero tal vez esto sea lo mejor... Asi puedo seguir desempenando mi papel de enfermo... Ese hombre quiere irritarme, desconcertarme... ?Por que habre venido?"

Todos estos pensamientos atravesaron la mente de Raskolnikof con velocidad cosmica.

Porfirio Petrovitch llego momentos despues. Parecia de mejor humor.

-Todavia me duele la cabeza. Consecuencia de los excesos de anoche en tu casa -dijo a Rasumikhine alegremente, tono muy distinto del que habia empleado hasta entonces-. Aun estoy algo trastornado.

-?Resulto interesante la velada? Os deje en el mejor momento. ?Para quien fue la victoria?

-Para nadie. Finalmente salieron a relucir los temas eternos.

-Imaginate, Rodia, que la disputa habia desembocado en esta cuestion: ?existe el crimen...? Ya puedes suponer las tonterias que se dijeron.

-Yo no veo nada de extraordinario en ello -repuso Raskolnikof distraidamente-. Es una simple cuestion de sociologia.

-La cuestion no se planteo en ese aspecto -observo Porfirio.

-Cierto: no se planteo exactamente asi -reconocio Rasumikhine acalorandose, como era su costumbre-. Oye, Rodia, te ruego que nos escuches y nos des tu opinion. Me interesa. Yo hacia cuanto podia mientras te esperaba. Les habia hablado a todos de ti y les habia prometido tu visita... Los primeros en intervenir fueron los socialistas, que expusieron su teoria. Todos la conocemos: el crimen es una protesta contra una organizacion social defectuosa. Esto es todo, y no admiten ninguna otra razon, absolutamente ninguna.

-?Gran error! -exclamo Porfirio Petrovitch, que se iba animando poco a poco y se reia al ver que Rasumikhine se embalaba cada vez mas.

-No, no admiten otra causa -prosiguio Rasumikhine con su creciente exaltacion-. No me equivoco. Te mostrare sus libros. Ya leeras lo que dicen: "Tal individuo se ha perdido a causa del medio." Y nada mas. Es su frase favorita. O sea que si la sociedad estuviera bien organizada, no se cometerian crimenes, pues nadie sentiria el deseo de protestar y todos los hombres llegarian a ser justos. No tienen en cuenta la naturaleza: la eliminan, no existe para ellos. No ven una humanidad que se desarrolla mediante una progresion historica y viva, para producir al fin una sociedad normal, sino que suponen un sistema social que surge de la cabeza de un matematico y que, en un abrir y cerrar de ojos, organiza la sociedad y la hace justa y perfecta antes de que se inicie ningun proceso historico. De aqui su odio instintivo a la historia. Dicen de ella que es un amasijo de horrores y absurdos, que todo lo explica de una manera absurda. De aqui tambien su odio al proceso viviente de la existencia. No hay necesidad de un alma viviente, pues esta tiene sus exigencias; no obedece ciegamente a la mecanica; es desconfiada y retrograda. El alma que ellos quieren puede apestar, estar hecha de caucho; es un alma muerta y sin voluntad; una esclava que no se rebelara nunca. Y la consecuencia de ello es que toda la teoria consiste en una serie de ladrillos sobrepuestos; en el modo de disponer los corredores y las piezas de un falansterio. Este falansterio se puede construir, pero no la naturaleza humana, que quiere vivir, atravesar todo el proceso de la vida antes de irse al cementerio. La logica no basta para permitir este salto por encima de la naturaleza. La logica solo preve tres casos, cuando hay un millon. Reducir todo esto a la unica cuestion de la comodidad es la solucion mas facil que puede darse al problema. Una solucion de claridad seductora y que hace innecesaria toda reflexion: he aqui lo esencial. ?Todo el misterio de la vida expuesto en dos hojas impresas...!

-Mirad como se exalta y vocifera. Habria que atarlo -dijo Porfirio Petrovitch entre risas-. Figurese usted -anadio dirigiendose a Raskolnikof- esta misma musica en una habitacion y a seis voces. Esto fue la reunion de anoche. Ademas, nos habia saturado previamente de ponche. ?Comprende usted lo que seria aquello...? Por otra parte, estas equivocado: el medio desempena un gran papel en la criminalidad. Estoy dispuesto a demostrartelo.

-Eso ya lo se. Pero dime: pongamos el ejemplo del hombre de cuarenta anos que deshonra a una nina de diez. ?Es el medio el que le impulsa?

-Pues si, se puede decir que es el medio el que le impulsa -repuso Porfirio Petrovitch adoptando una actitud especialmente grave-. Ese crimen se puede explicar perfectamente, perfectisimamente, por la influencia del medio.

Rasumikhine estuvo a punto de perder los estribos.

-Yo tambien te puedo probar a ti -gruno- que tus blancas pestanas son una consecuencia del hecho de que el campanario de Ivan el Grande mida treinta toesas de altura. Te lo demostrare progresivamente, de un modo claro, preciso e incluso con cierto matiz de liberalismo. Me comprometo a ello. Di: ?quieres que te lo demuestre?

-Si, vamos a ver como te las compones.

-?Siempre con tus burlas! -exclamo Rasumikhine con un tono de desaliento-. No vale la pena hablar contigo. Te advierto, Rodia, que todo esto lo hace expresamente. Tu todavia no le conoces. Ayer solo expuso su parecer para mofarse de todos. ?Que cosas dijo, Senor! ?Y ellos encantados de tenerlo en la reunion...! Es capaz de estar haciendo este juego durante dos semanas enteras. El ano pasado nos aseguro que iba a ingresar en un convento y estuvo afirmandolo durante dos meses. Ultimamente se imagino que iba a casarse y que todo estaba ya listo para la boda. Incluso se hizo un traje nuevo. Nosotros empezamos a creerlo y a felicitarle. Y resulto que la novia no existia y que todo era pura invencion.

-Estas equivocado. Primero me hice el traje y entonces se me ocurrio la idea de gastaros la broma.

-?De verdad es usted tan comediante? -pregunto con cierta indiferencia Raskolnikof.

-Le parece mentira, ?verdad? Pues espere, que con usted voy a hacer lo mismo. ?Ja, ja, ja...! No, no; le voy a decir la verdad. A proposito de todas esas historias de crimenes, de medios, de jovencitas, recuerdo un articulo de usted que me intereso y me sigue interesando. Se titulaba... creo que "El crimen", pero la verdad es que de esto no estoy seguro. Me recree leyendolo en La Palabra Periodica hace dos meses.

-?Un articulo mio en La Palabra Periodica? -exclamo Raskolnikof, sorprendido-. Ciertamente, yo escribi un articulo hace unos seis meses, que fue cuando deje la universidad. En el hablaba de un libro que acababa de aparecer. Pero lo lleve a La Palabra Hebdomadaria y no a La Palabra Periodica.

-Pues se publico en La Palabra Periodica.

-La Palabra Hebdomadaria dejo de aparecer a poco de haber entregado yo mi articulo, y por eso no pudo publicarlo...

-Si, pero, al desaparecer, este semanario quedo fusionado con La Palabra Periodica, y ello explica que su articulo se haya publicado en este ultimo periodico. asi, ?no estaba usted enterado?

En efecto, Raskolnikof no sabia nada de eso.

-Pues ha de cobrar su articulo. ?Que caracter tan extraordinario tiene usted! Vive tan aislado, que no se entera de nada, ni siquiera de las cosas que le interesan materialmente. Es increible.

-Yo tampoco sabia nada -exclamo Rasumikhine-. Hoy mismo ire a la biblioteca a pedir ese periodico... ?Dices que el articulo se publico hace dos meses? ?En que dia...? Bueno, ya lo encontrare... ?No decir nada! ?Es el colmo!

-?Y usted como se ha enterado de que el articulo era mio? lo firme con una inicial.

-Fue por casualidad. Conozco al redactor jefe, le vi hace poco, y como su articulo me habia interesado tanto...

-Recuerdo que estudiaba en el el estado animico del criminal mientras cometia el crimen.

-Si, y ponia gran empeno en demostrar que el culpable, en esos momentos, es un enfermo. Es una tesis original, pero en verdad no es esta parte de su articulo la que me intereso especialmente, sino cierta idea que deslizaba al final. Es lamentable que se limitara usted a indicarla vaga y someramente... Si tiene usted buena memoria, se acordara de que insinuaba usted que hay seres que pueden, mejor dicho, que tienen pleno derecho a cometer toda clase de actos criminales, y a los que no puede aplicarseles la ley.

Raskolnikof sonrio ante esta perfida interpretacion de su pensamiento.

-?Como, como? ?El derecho al crimen? ?Y sin estar bajo la influencia irresistible del miedo? -pregunto Rasumikhine, no sin cierto terror.

-Sin esa influencia -respondio Porfirio Petrovitch-. No se trata de eso. En el articulo que comentamos se divide a los hombres en dos clases: seres ordinarios y seres extraordinarios. Los ordinarios han de vivir en la obediencia y no tienen derecho a faltar a las leyes, por el simple hecho de ser ordinarios. En cambio, los individuos extraordinarios estan autorizados a cometer toda clase de crimenes y a violar todas las leyes, sin mas razon que la de ser extraordinarios. Es esto lo que usted decia, si no me equivoco.

-?Es imposible que haya dicho eso! -balbuceo Rasumikhine.

Raskolnikof volvio a sonreir. Habia comprendido inmediatamente la intencion de Porfirio y lo que este pretendia hacerle decir. Y, recordando perfectamente lo que habia dicho en su articulo, acepto el reto.

-No es eso exactamente lo que dije -comenzo en un tono natural y modesto-. Confieso, sin embargo, que ha captado usted mi modo de pensar, no ya aproximadamente, sino con bastante exactitud.

Y, al decir esto, parecia experimentar cierto placer.

-La inexactitud consiste en que yo no dije, como usted ha entendido, que los hombres extraordinarios estan autorizados a cometer toda clase de actos criminales. Sin duda, un articulo que sostuviera semejante tesis no se habria podido publicar. Lo que yo insinue fue tan solo que el hombre extraordinario tiene el derecho..., no el derecho legal, naturalmente, sino el derecho moral..., de permitir a su conciencia franquear ciertos obstaculos en el caso de que asi lo exija la realizacion de sus ideas, tal vez beneficiosas para toda la humanidad... Dice usted que esta parte de mi articulo adolece de falta de claridad. Se la voy a explicar lo mejor que pueda. Me parece que es esto lo que usted desea, ?no? Bien, vamos a ello. En mi opinion, si los descubrimientos de Kepler y Newton, por una circunstancia o por otra, no hubieran podido llegar a la humanidad sino mediante el sacrificio de una, o cien, o mas vidas humanas que fueran un obstaculo para ello, Newton habria tenido el derecho, e incluso el deber, de sacrificar esas vidas, a fin de facilitar la difusion de sus descubrimientos por todo el mundo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que Newton tuviera derecho a asesinar a quien se le antojara o a cometer toda clase de robos. En el resto de mi articulo, si la memoria no me engana, expongo la idea de que todos los legisladores y guias de la humanidad, empezando por los mas antiguos y terminando por Licurgo, Solon, Mahoma, Napoleon, etcetera; todos, hasta los mas recientes, han sido criminales, ya que al promulgar nuevas leyes violaban las antiguas, que habian sido observadas fielmente por la sociedad y transmitidas de generacion en generacion, y tambien porque esos hombres no retrocedieron ante los derramamientos de sangre (de sangre inocente y a veces heroicamente derramada para defender las antiguas leyes), por poca que fuese la utilidad que obtuvieran de ello.

"Incluso puede decirse que la mayoria de esos bienhechores y guias de la humanidad han hecho correr torrentes de sangre. Mi conclusion es, en una palabra, que no solo los grandes hombres, sino aquellos que se elevan, por poco que sea, por encima del nivel medio, y que son capaces de decir algo nuevo, son por naturaleza, e incluso inevitablemente, criminales, en un grado variable, como es natural. Si no lo fueran, les seria dificil salir de la rutina. No quieren permanecer en ella, y yo creo que no lo deben hacer.

"Ya ven ustedes que no he dicho nada nuevo. Estas ideas se han comentado mil veces de palabra y por escrito. En

cuanto a mi division de la humanidad en seres ordinarios y extraordinarios, admito que es un tanto arbitraria; pero no me obstino en defender la precision de las cifras que doy. Me limito a creer que el fondo de mi pensamiento es justo. Mi opinion es que los hombres pueden dividirse, en general y de acuerdo con el orden de la misma naturaleza, en dos categorias: una inferior, la de los individuos ordinarios, es decir, el rebano cuya unica mision es reproducir seres semejantes a ellos, y otra superior, la de los verdaderos hombres, que se complacen en dejar oir en su medio "palabras nuevas. Naturalmente, las subdivisiones son infinitas, pero los rasgos caracteristicos de las dos categorias son, a mi entender, bastante precisos. La primera categoria se compone de hombres conservadores, prudentes, que viven en la obediencia, porque esta obediencia los encanta. Y a mi me parece que estan obligados a obedecer, pues este es su papel en la vida y ellos no ven nada humillante en desempenarlo. En la segunda categoria, todos faltan a las leyes, o, por lo menos, todos tienden a violarlas por todos sus medios.

"Naturalmente, los crimenes cometidos por estos ultimos son relativos y diversos. En la mayoria de los casos, estos hombres reclaman, con distintas formulas, la destruccion del orden establecido, en provecho de un mundo mejor. Y, para conseguir el triunfo de sus ideas, pasan si es preciso sobre montones de cadaveres y rios de sangre. Mi opinion es que pueden permitirse obrar asi; pero..., que quede esto bien claro..., teniendo en cuenta la clase e importancia de sus ideas. Solo en este sentido hablo en mi articulo del derecho de esos hombres a cometer crimenes. (Recuerden ustedes que nuestro punto de partida ha sido una cuestion juridica.) Por otra parte, no hay motivo para inquietarse demasiado. La masa no les reconoce nunca ese derecho y los decapita o los ahorca, dicho en terminos generales, con lo que cumple del modo mas radical su papel conservador, en el que se mantiene hasta el dia en que generaciones futuras de esta misma masa erigen estatuas a los ajusticiados y crean un culto en torno de ellos..., dicho en terminos generales. Los hombres de la primera categoria son duenos del presente; los de la segunda del porvenir. La primera conserva el mundo, multiplicando a la humanidad; la segunda empuja al universo para conducirlo hacia sus fines. Las dos tienen su razon de existir. En una palabra, yo creo que todos tienen los mismos derechos. Vive donc la guerre eternelle..., hasta la Nueva Jerusalen, entiendase.

-Entonces, ?usted cree en la Nueva Jerusalen?

-Si -respondio firmemente Raskolnikof.

Y pronuncio estas palabras con la mirada fija en el suelo, de donde no la habia apartado durante su largo discurso.

-?Y en Dios? ?Cree usted...? Perdone si le parezco indiscreto.

-Si, creo -repuso Raskolnikof levantando los ojos y fijandolos en Porfirio.

-?Y en la resurreccion de Lazaro?

-Pues... si. Pero ?por que me hace usted estas preguntas?

-?Cree usted sin reservas?

-Sin reservas.

-Bien, bien... La cosa no tiene ninguna importancia. Simple curiosidad... Ahora, y perdone, permitame que vuelva a nuestro asunto. No siempre se ejecuta a esos criminales. Por el contrario, algunos...

-Conservan su vida, triunfantes. Si, esto les sucede a algunos, y entonces...

-Son ellos los que ejecutan.

-Siempre que sea necesario, que es el caso mas frecuente. Desde luego, su observacion es muy sutil.

-Muchas gracias. Pero digame: ?como distinguir a esos hombres extraordinarios de los otros? ?Presentan alguna caracteristica especial al nacer? Mi opinion es que en este punto hay que observar la mas rigurosa exactitud y alcanzar una gran precision en la distincion de los dos tipos de hombre. Perdone mi inquietud, muy natural en un hombre practico y bienintencionado, pero ?no seria conveniente que esos hombres fueran vestidos de un modo especial o llevaran algun distintivo...? Porque suponga usted que un individuo perteneciente a una categoria cree formar parte de la otra y se lanza "a destruir todos los obstaculos que se le oponen, para decirlo con sus propias y felices palabras. Entonces...

-?Oh! Eso ocurre con frecuencia. Es una observacion que supera a la anterior en agudeza.

-Gracias.

-No hay de que. Pero piense que semejante error es solo posible en la primera categoria, es decir, en la de los hombres ordinarios, como yo les he calificado, tal vez equivocadamente. A pesar de su tendencia innata a la obediencia, muchos de ellos, llevados de un natural alocado que se encuentra incluso entre las vacas, se consideran hombres de vanguardia, destructores llamados a exponer ideas nuevas, y lo creen con toda sinceridad. Estos hombres no distinguen a los verdaderos innovadores y suelen despreciarlos, considerandolos espiritus mezquinos y atrasados. Pero me parece que no puede haber en ello ningun serio peligro, ya que nunca van muy lejos. Por lo tanto, la inquietud de usted no esta justificada. A lo sumo, merecen que se les azote de vez en cuando para castigarlos por su desvio y hacerlos volver al redil. No hay necesidad de molestar a un verdugo, pues ellos mismos se aplican la sancion que merecen, ya que son personas de alta moralidad. A veces se administran el castigo unos a otros; a veces se azotan con sus propias manos. Se imponen penitencias publicas, lo que no deja de ser hermoso y edificante. Es la regla general. En una palabra, que no tiene usted por que inquietarse.

-Bien; me ha tranquilizado usted, cuando menos por esta parte. Pero hay otra cosa que me inquieta. Digame: ?son muchos esos individuos que tienen derecho a estrangular a los otros, es decir, esos hombres extraordinarios? Desde luego, yo estoy dispuesto a inclinarme ante ellos, pero no me negara usted que uno no puede estar tranquilo ante la idea de que tal vez sean muy numerosos.

-?Oh! No se preocupe tampoco por eso -dijo Raskolnikof sin cambiar de tono-. Son muy pocos, poquisimos, los hombres capaces de encontrar una idea nueva e incluso de decir algo nuevo. De lo que no hay duda es de que la distribucion de los individuos en las categorias y subdivisiones que observamos en la especie humana esta estrictamente determinada por alguna ley de la naturaleza. Esta ley esta vedada todavia a nuestro conocimiento, pero yo creo que existe y que algun dia se nos revelara. La enorme masa de individuos que forma lo que solemos llamar el rebano, solo vive para dar al mundo, tras largos esfuerzos y misteriosos cruces de razas, un hombre que, entre mil, posea cierta independencia, o un hombre entre diez mil, o entre cien mil, que eso depende del grado de elevacion de la independencia (estas cifras son unicamente aproximadas). Solo surge un hombre de genio entre millones de individuos, y millares de millones de hombres pasan sobre la corteza terrestre antes de que aparezca una de esas inteligencias capaces de cambiar la faz del mundo. Desde luego, yo no me he asomado a la retorta donde se elabora todo eso, pero no cabe duda de que esta ley existe, porque debe existir, porque en esto no interviene para nada el azar.

-?Estais bromeando? -exclamo Rasumikhine-. ?Os burlais el uno del otro? Os estais lanzando pulla tras pulla. Tu no hablas en serio, Rodia.

Raskolnikof no contesto a su amigo. Levanto hacia el su palido y triste rostro, y Rasumikhine, al ver aquel semblante lleno de amargura, considero inadecuado el tono caustico, grosero y provocativo de Porfirio.

-Bien, querido -dijo el estudiante-. Si estais hablando en serio, quiero decirte que tienes razon al afirmar que no hay nada nuevo en esas ideas, que todas se parecen a las que hemos oido exponer infinidad de veces. Pero yo veo algo original en tu articulo, algo que a mi entender te pertenece por completo, muy a pesar mio, y es ese derecho moral a derramar sangre que tu concedes con plena conciencia y excusas con tanto fanatismo... Me parece que esta es la idea principal de tu articulo: la autorizacion moral a matar..., la cual, por cierto, me parece mucho mas terrible que la autorizacion oficial y legal.

-Exacto: es mucho mas terrible -observo Porfirio.

-Sin duda, tu te has dejado llevar hasta mas alla del limite de tu idea. Eso es un error. Leere tu articulo. Tu has dicho mas de lo que querias decir... Tu no puedes opinar asi... Leere tu articulo.

-En mi articulo no hay nada de todo eso -dijo Raskolnikof-. Yo me limite a comentar superficialmente la cuestion.

-Lo cierto es -dijo Porfirio, que apenas podia mantenerse en su puesto de juez- que ahora comprendo casi enteramente sus puntos de vista sobre el crimen. Pero... Perdone que le importune tanto (estoy avergonzado de molestarle de este modo). Oiga: acaba usted de tranquilizarme respecto a los casos de error, esos casos de confusion entre las dos categorias; pero... sigo sintiendo cierta inquietud al pensar en el lado practico de la cuestion. Si un hombre, un adolescente, sea el que fuere, se imagina ser un Licurgo, o un Mahoma (huelga decir que en potencia, o sea para el futuro), y se lanza a destruir todos los obstaculos que encuentra en su camino..., se dira que va a emprender una larga campana y que para esta campana necesita dinero... ?Comprende...?

Al oir estas palabras, Zamiotof resollo en su rincon, pero Raskolnikof ni le miro siquiera.

-Admito -repuso tranquilamente- que esos casos deben presentarse. Los vanidosos, esos seres estupidos, pueden caer en la trampa, y mas aun si son demasiado jovenes.

-Por eso se lo digo... ?Y que hay que hacer en ese caso?

Raskolnikof sonrio mordazmente.

-?Que quiere usted que le diga? Eso no me afecta lo mas minimo. Asi es y asi sera siempre... Fijese usted en este --e indico con un gesto a Rasumikhine-. Hace un momento decia que yo disculpaba el asesinato. Pero ?eso que importa? La sociedad esta bien protegida por las deportaciones, las carceles, los presidios, los jueces. No tiene motivo para inquietarse. No tiene mas que buscar al delincuente.

-?Y si se le encuentra?

-Peor para el.

-Su logica es irrefutable. Pero la conciencia esta en juego.

-Eso no debe preocuparle.

-Es una cuestion que afecta a los sentimientos humanos.

-El que sufre reconociendo su error, recibe un castigo que se suma al del penal.

-Asi -dijo Rasumikhine, malhumorado-, los hombres geniales, esos que tienen derecho a matar, ?no han de sentir ningun remordimiento por haber derramado sangre humana...?

-No se trata de que deban o no deban sentirlo. Solo sufriran en el caso de que sus victimas les inspiren compasion. El sufrimiento y el dolor van necesariamente unidos a un gran corazon y a una elevada inteligencia. Los verdaderos grandes hombres deben de experimentar, a mi entender, una gran tristeza en este mundo -anadio con un aire pensativo que contrastaba con el tono de la conversacion.

Levanto los ojos y miro a los presentes con aire distraido. Despues sonrio y cogio su gorra. Estaba sereno, por lo menos mucho mas que cuando habia llegado, y se daba cuenta de ello. Todos se levantaron. Porfirio Petrovitch dijo:

-Enfadese conmigo, insulteme si quiere, pero no puedo remediarlo: tengo que hacerle otra pregunta..., aunque reconozco que estoy abusando de su paciencia. Quisiera exponerle cierta idea que se me acaba de ocurrir y que temo olvidar...

-Bien, usted dira -dijo Raskolnikof, de pie, palido y serio, frente al juez de instruccion.

-Pues se trata... No se como explicarme... Es una idea tan extrana... De tipo psicologico, ?sabe...? Vera. Yo creo que cuando estaba usted escribiendo su articulo tenia forzosamente que considerarse, por lo menos en cierto modo, como uno de esos hombres extraordinarios destinados a decir "palabras nuevas", en el sentido que usted ha dado a esta expresion... ?No es asi?

-Es muy posible -repuso desdenosamente Raskolnikof.

Rasumikhine hizo un movimiento.

-En ese caso, ?seria usted capaz de decidirse, para salir de una situacion economica apurada o para hacer un servicio a la humanidad, a dar el paso..., en fin, a matar para robar?

Y guino el ojo izquierdo, mientras sonreia en silencio, exactamente igual que antes.

-Si estuviera decidido a dar un paso asi, tenga la seguridad de que no se lo diria a usted -repuso Raskolnikof con retadora arrogancia.

-Mi pregunta ha obedecido a una curiosidad puramente literaria. La he hecho con el unico fin de comprender mejor el fondo de su articulo.

"?Que celada tan buena! -penso Raskolnikof, asqueado-. La malicia esta cosida con hilo blanco."

-Permitame aclararle -dijo secamente- que yo no me he creido jamas un Mahoma ni un Napoleon, ni ningun otro personaje de este genero, y que, en consecuencia, no puedo decirle lo que haria en el caso contrario.

-Pues es raro, porque ?quien no se cree hoy en Rusia un Mahoma o un Napoleon? -exclamo Porfirio, empleando de subito un tono exageradamente familiar.

Incluso el acento que habia empleado para pronunciar estas palabras era singularmente explicito.

De subito, Zamiotof pregunto desde su rincon:

-?No seria un futuro Napoleon el que mato a hachazos la semana pasada a Alena Ivanovna?

Raskolnikof seguia mirando a Porfirio Petrovitch con firme fijeza. No dijo nada. Rasumikhine habia fruncido las cejas. Desde hacia un momento sospechaba algo que le hizo mirar furiosamente a un lado y a otro. Hubo un minuto de penoso silencio. Raskolnikof se dispuso a marcharse.

-?Ya se va usted? -exclamo Porfirio Petrovitch con extrema amabilidad y tendiendo la mano al joven-. Estoy encantado de haberle conocido. En cuanto a su peticion, puede estar tranquilo. Haga usted el requerimiento por escrito tal como le he indicado. Sin embargo, seria preferible que viniera a verme a la comisaria un dia de estos..., manana, por ejemplo. A las once estare alli. Lo arreglaremos todo y hablaremos. Como usted fue uno de los ultimos que visito aquella casa -anadio en tono amistoso-, tal vez pueda aclararnos algo.

-Lo que usted pretende es interrogarme en toda regla, ?no es asi? -pregunto rudamente Raskolnikof.

-Nada de eso. ?Por que? Por el momento, no hace falta. No me ha comprendido usted. Lo que ocurre es que yo aprovecho todas las ocasiones y he hablado ya con todos los que tenian alli algun objeto empenado. Me han dado una serie de informes, y usted, siendo el ultimo... ?Ah! ?Ahora que me acuerdo! -exclamo alegremente, dirigiendose a Rasumikhine-. He estado a punto de olvidarme otra vez... El otro dia no paraste de hablarme de Nikolachka. Pues bien, estoy convencido, completamente convencido de que ese joven es inocente -se dirigia de nuevo a Raskolnikof-. Pero ?que puedo hacer yo? Tambien he tenido que molestar a Mitri. En fin, he aqui lo que queria preguntarle. Cuando usted subia la escalera..., por cierto que creo que fue entre siete y ocho de la tarde, ?no?

-Si, entre siete y ocho -repuso Raskolnikof, que inmediatamente se arrepintio de haber dado esta contestacion innecesaria.

-Bien, pues cuando subia usted la escalera entre siete y ocho, ?no vio usted en el segundo piso, en un departamento cuya puerta estaba abierta..., recuerda usted..., no vio usted, repito, dos pintores, o por lo menos uno, trabajando? ?Los vio usted? Esto es sumamente importante para ellos...

-?Dos pintores? Pues no, no los vi -repuso Raskolnikof, fingiendo escudrinar en su memoria, mientras ponia todo su empeno en descubrir la trampa que se ocultaba en aquellas palabras-. No, no los vi. Y tampoco adverti que hubiese ninguna puerta abierta... Lo que recuerdo es que en el cuarto piso -continuo en tono triunfante, pues estaba seguro de haber sorteado el peligro- habia un funcionario que estaba de mudanza..., precisamente el de la puerta que esta frente a la de Alena Ivanovna... Si, lo recuerdo perfectamente. Por cierto que unos soldados que transportaban un sofa me arrojaron contra la pared... Pero a los pintores no recuerdo haberlos visto. Y tampoco ningun departamento con la puerta abierta... No, no habia ninguna abierta.

-Pero ?que significa esto? -dijo Rasumikhine a Porfirio, comprendiendo de subito las intenciones del juez de instruccion-. Los pintores trabajaban alli el dia del suceso y el estuvo en la casa tres dias antes. ?Por que le haces estas preguntas?

-?Pues es verdad! ?Que cabeza la mia! -exclamo Porfirio golpeandose la frente-. Este asunto acabara volviendome loco -dijo en son de excusa dirigiendose a Raskolnikof-. Es tan importante para nosotros saber si alguien vio alli, entre siete y ocho, a esos pintores, que me ha parecido que usted podria facilitarnos este dato. Ha sido una confusion.

-Hay que llevar cuidado -gruno Rasumikhine.

Estas palabras las pronuncio el estudiante cuando ya estaban en la antesala. Porfirio Petrovitch acompano amablemente a los dos jovenes hasta la puerta. Ambos salieron de la casa sombrios y cabizbajos y dieron algunos pasos en silencio. Raskolnikof respiro profundamente...



VI

No lo creo, no puedo creerlo -repetia Rasumikhine, rechazando con todas sus fuerzas las afirmaciones de Raskolnikof.

Se dirigian a la pension Bakaleev, donde Pulqueria Alejandrovna y Dunia los esperaban desde hacia largo rato. Rasumikhine se detenia a cada momento, en el calor de la disputa. Una profunda agitacion le dominaba, aunque solo fuera por el hecho de que era la primera vez que hablaban francamente de aquel asunto.

-Tu no puedes creerlo -repuso Raskolnikof con una sonrisa fria y desdenosa-; pero yo estaba atento al significado de cada una de sus palabras, mientras tu, siguiendo tu costumbre, no te fijabas en nada.

-Tu has prestado tanta atencion porque eres un hombre desconfiado. Sin embargo, reconozco que Porfirio hablaba en un tono extrano. Y, sobre todo, ese ladino de Zamiotof... Tiene razon: habia en el algo raro... Pero ?por que, Senor, por que?

-Habra reflexionado durante la noche.

-No; es todo lo contrario de lo que supones. Si les hubiera asaltado esa idea estupida, lo habrian disimulado por todos los medios, habrian procurado ocultar sus intenciones, a fin de poder atraparte despues con mas seguridad. Intentar hacerlo ahora habria sido una torpeza y una insolencia.

-Si hubiesen tenido pruebas, verdaderas pruebas, o suposiciones nada mas que algo fundadas, habrian procurado sin duda ocultar su juego para ganar la partida... O tal vez habrian hecho un registro en mi habitacion hace ya tiempo... Pero no tienen ni una sola prueba. Lo unico que tienen son conjeturas gratuitas, suposiciones sin fundamento. Por eso intentan desconcertarme con sus insolencias... ?Obedecera todo al despecho de Porfirio, que esta furioso por no tener pruebas...? Tal vez persiga algun fin que es para nosotros un misterio... Parece inteligente... Es muy probable que haya intentado atemorizarme haciendome creer que sabia algo... Es un hombre de caracter muy especial... En fin, no es nada agradable pretender hallar explicacion a todas estas cuestiones... ?Dejemos este asunto!

-Todo esto es ofensivo, muy ofensivo, ya lo se; pero ya que estamos hablando sinceramente (y me congratulo de que sea asi, pues esto me parece excelente), no vacilo en decirte con toda franqueza que hace ya tiempo que observe que habian concebido esta sospecha. Entonces era una idea vaga, imprecisa, insidiosa, tomada medio en broma, pero ni aun bajo esta forma tenian derecho a admitirla. ?Como se han atrevido a acogerla? ?Y que es lo que ha dado cuerpo a esta sospecha? ?Cual es su origen...? ?Si supieras la indignacion que todo esto me ha producido...! Un pobre estudiante transfigurado por la miseria y la neurastenia, que incuba una grave enfermedad acompanada de desvario, enfermedad que incluso puede haberse declarado ya (detalle importante); un joven desconfiado, orgulloso, consciente de su valia, y que acaba de pasar seis meses encerrado en su rincon, sin ver a nadie; que va vestido con andrajos y calzado con botas sin suelas..., este joven esta en pie ante unos policias despiadados que le mortifican con sus insolencias. De pronto, a quemarropa, se le reclama el pago de un pagare protestado. La pintura fresca despide un olor mareante, en la repleta sala hace un calor de treinta grados y la atmosfera es irrespirable. Entonces el joven oye hablar del asesinato de una persona a la que ha visto la vispera. Y para que no falte nada, tiene el estomago vacio. ?Como no desvanecerse? ?Que hayan basado todas sus sospechas en este sincope...! ?El diablo les lleve! Comprendo que todo esto es humillante, pero yo, en tu lugar, me reiria de ellos, me reiria en sus propias narices. Es mas: les escupiria en plena cara y les daria una serie de sonoras bofetadas. ?Escupeles, Rodia! ?Hazlo...! ?Es intolerable!

14

Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

"Ha soltado su perorata como un actor consumado", se dijo Raskolnikof.

-?Que les escupa! -exclamo amargamente-. Eso es muy facil de decir. Manana, nuevo interrogatorio. Me vere obligado a rebajarme a dar nuevas explicaciones. ?Es que no me humille bastante ayer ante Zamiotof en aquel cafe donde nos encontramos?

-?Asi se los lleve a todos el diablo! Manana ire a ver a Porfirio, y te aseguro que esto se aclarara. Le obligare a explicarme toda la historia desde el principio. En cuanto a Zamiotof...



"Al fin lo he conseguido", penso Raskolnikof.

-?Oyeme! --exclamo Rasumikhine, cogiendo de subito a su amigo por un hombro-. Hace un momento divagabas. Despues de pensarlo bien, te aseguro que divagabas. Has dicho que la pregunta sobre los pintores era un lazo. Pero reflexiona. Si tu hubieses tenido "eso" sobre la conciencia, ?habrias confesado que habias visto a los pintores? No: habrias dicho que no habias visto nada, aunque esto hubiera sido una mentira. ?Quien confiesa una cosa que le compromete?

-Si yo hubiese tenido "eso" sobre la conciencia, seguramente habria dicho que habia visto a los pintores, y el piso abierto -lijo Raskolnikof, dando muestras de mantener esta conversacion con profunda desgana.

-Pero ?por que decir cosas que le comprometen a uno?

-Porque solo los patanes y los incautos lo niegan todo por sistema. Un hombre avisado, por poco culto e inteligente que sea, confiesa, en la medida de lo posible, todos los hechos materiales innegables. Se limita a atribuirles causas diferentes y anadir algun pequeno detalle de su invencion que modifica su significado. Porfirio creia seguramente que yo responderia asi, que declararia haber visto a los pintores para dar verosimilitud a mis palabras, aunque explicando las codas a mi modo. Sin embargo...

-Si tu hubieses dicho eso, el te habria contestado inmediatamente que no podia haber pintores en la casa dos dias antes del crimen, y que, por lo tanto, tu habias ido alli el mismo dia del suceso, de siete a ocho de la tarde.

-Eso es lo que el queria. creia que yo no tendria tiempo de darme cuenta de ese detalle, que me apresuraria a responder del modo que juzgara mas favorable para mi, olvidandome de que los pintores no podian estar alli dos dias antes del crimen.

-Pero ?es posible olvidar una coda asi?

-Es lo mas facil. Estas cuestiones de detalle constituyen el escollo de los maliciosos. El hombre mas sagaz es el que menos sospecha que puede caer ante un detalle insignificante. Porfirio no es tan tonto como tu crees.

-Entonces, es un ladino.

Raskolnikof se echo a reir. Pero al punto se asombro de haber pronunciado sus ultimas palabras con verdadera animacion e incluso con cierto placer, el, que hasta entonces habia sostenido la conversacion como quien cumple una obligacion penosa.

"Me parece que le voy tomando el gusto a estas codas", penso.

Pero de subito se sintio dominado por una especie de agitacion febril, como si una idea repentina e inquietante se hubiera apoderado de el. Este estado de animo llego a ser muy pronto intolerable. Estaban ya ante la pension Bakaleev.

-Entra tu solo -dijo de pronto Raskolnikof-. Yo vuelvo en seguida.

-?Adonde vas, ahora que hemos llegado?

-Tengo algo que hacer. Es un asunto que no puedo dejar. Estare de vuelta dentro de una media hora. Diselo a mi madre y a mi hermana.

-Espera, voy contigo.

-?Tambien tu te has propuesto perseguirme? -exclamo Raskolnikof con un gesto tan desesperado que Rasumikhine no se atrevio a insistir.

El estudiante permanecio un momento ante la puerta, siguiendo con mirada sombria a Raskolnikof, que se alejaba rapidamente en direccion a su domicilio. Al fin apreto los punos, rechino los dientes y juro obligar a hablar francamente a Porfirio antes de que llegara la noche. Luego subio para tranquilizar a Pulqueria Alejandrovna, que empezaba a sentirse inquieta ante la tardanza de su hijo.

Cuando Raskolnikof llego ante la casa en que habitaba tenia las sienes empapadas de sudor y respiraba con dificultad. Subio rapidamente la escalera, entro en su habitacion, que estaba abierta, y la cerro. Inmediatamente, loco de espanto, corrio hacia el escondrijo donde habia tenido guardados los objetos, introdujo la mano por debajo del papel y exploro hasta el ultimo rincon del escondite. Nada, alli no habia nada. Se levanto, lanzando un suspiro de alivio. Hacia un momento, cuando se acercaba a la pension Bakaleev, le habia asaltado de subito el temor de que algun objeto, una cadena, un par de gemelos o incluso alguno de los papeles en que iban envueltos, y sobre los que habia escrito la vieja, se le hubiera escapado al sacarlos, quedando en alguna rendija, para servir mas tarde de prueba irrecusable contra el.

Permanecio un momento sumido en una especie de ensonacion mientras una sonrisa extrana, humilde e inconsciente erraba en sus labios. Al fin cogio su gorra y salio de la habitacion en silencio. Las ideas se confundian en su cerebro. Asi, pensativo, bajo la escalera y llego al portal.

-?Aqui lo tiene usted! -dijo una voz potente.

Raskolnikof levanto la cabeza.

El portero, de pie en el umbral de la porteria, senalaba a Raskolnikof y se dirigia a un individuo de escasa estatura, con aspecto de hombre del pueblo. Vestia una especie de hopalanda sobre un chaleco y, visto de lejos, se le habria tomado por una campesina. Su cabeza, cubierta con un gorro grasiento, se inclinaba sobre su pecho. Era tan cargado de espaldas, que parecia jorobado. Su rostro, fofo y arrugado, era el de un hombre de mas de cincuenta anos. Sus ojillos, cercados de grasa, lanzaban miradas sombrias.

-?Que pasa?-pregunto Raskolnikof acercandose al portero.

El desconocido empezo por dirigirle una mirada al soslayo; despues lo examino detenidamente, sin prisa; al fin, y sin pronunciar palabra, dio media vuelta y se marcho.

-?Que queria ese hombre? -pregunto Raskolnikof.

-Es un individuo que ha venido a preguntar si vivia aqui un estudiante que ha resultado ser usted, pues me ha dado su nombre y el de su patrona. En este momento ha bajado usted, yo le he senalado y el se ha ido. Eso es todo.

El portero parecia bastante asombrado, pero su perplejidad no duro mucho: despues de reflexionar un instante, dio media vuelta y desaparecio en la porteria. Raskolnikof salio en pos del desconocido.

Apenas salio, lo vio por la acera de enfrente. Aquel hombre marchaba a un paso regular y lento, tenia la vista fija en el suelo y parecia reflexionar. Raskolnikof le alcanzo en seguida, pero de momento se limito a seguirle. Al fin se coloco a su lado y le miro de reojo. El desconocido advirtio al punto su presencia, le dirigio una rapida mirada y volvio a bajar los ojos. Durante un minuto avanzaron en silencio.

-Usted ha preguntado por mi al portero, ?no?-dijo Raskolnikof en voz baja.

El otro no respondio. Ni siquiera levanto la vista. Hubo un nuevo silencio.

-Viene a preguntar por mi y ahora se calla... ?Por que?

Raskolnikof hablaba con voz entrecortada. Las palabras parecian resistirse a salir de su boca.

Esta vez, el desconocido levanto la cabeza y dirigio al joven una mirada sombria y siniestra.

-Asesino -dijo de pronto, en voz baja pero clarisima.

Raskolnikof siguio a su lado. Sintio que las piernas le flaqueaban y vacilaban. Un escalofrio recorrio su espina dorsal. Su corazon dejo de latir como si se hubiera separado de su organismo. Dieron en silencio un centenar de pasos mas. El desconocido no le miraba.

-Pero ?que dice usted? ?Quien... quien es un asesino? -balbuceo al fin Raskolnikof, con voz apenas perceptible.

-Tu, tu eres un asesino -respondio el desconocido, articulando las palabras mas claramente todavia.

Con una mirada triunfal y llena de odio, miro el rostro palido y los ojos vidriosos de Raskolnikof. Entre tanto, habian llegado a una travesia. El desconocido doblo por ella y continuo su camino sin volverse. Raskolnikof se quedo clavado en el suelo, siguiendo al hombre con la vista. Este se volvio para mirar al joven, que continuaba sin hacer el menor movimiento. La distancia no permitia distinguir sus rasgos, pero Raskolnikof creyo advertir que aquel hombre sonreia aun con su sonrisa glacial y llena de un odio triunfante.

Transido de espanto, temblandole las piernas, Raskolnikof volvio como pudo a su casa y subio a su habitacion. Se quito la gorra, la dejo sobre la mesa y permanecio inmovil durante diez minutos. Al fin, ya en el limite de sus fuerzas, se dejo caer en el divan y se extendio penosamente, con un debil suspiro. Cerro los ojos y asi estuvo una media hora.

No pensaba en nada concreto: solo pasaban por su imaginacion retazos de ideas, imagenes vagas que se hacinaban en desorden, rostros que habia conocido en su infancia, fisonomias vistas una sola vez, casualmente, y que en otras circunstancias no habria podido recordar... Veia el campanario de la iglesia de V., una mesa de billar y, junto a ella, de pie, un oficial desconocido... De un estanco instalado en un sotano salia un fuerte olor a tabaco... Una taberna, una escalera de servicio oscura como boca de lobo, cubiertas de cascaras de huevo y toda clase de basuras caseras; el sonido de una campana dominical... Los objetos cambian de continuo y giran en torno de el como un frenetico torbellino. Algunos le gustan e intenta atraparlos, pero al punto se desvanecen. Experimenta una ligera sensacion de ahogo, pero en ella hay un algo agradable. Persiste el leve temblor que se ha apoderado de el, y tampoco esta sensacion es ingrata...

En esto oyo los pasos presurosos de Rasumikhine, seguidos de su voz, y cerro los ojos para que lo creyera dormido.

Rasumikhine abrio la puerta y permanecio un momento en el umbral, indeciso. Luego entro silenciosamente y se acerco al divan con grandes precauciones.

-No lo despiertes; dejalo dormir todo lo que quiera -murmuro Nastasia-. Ya comera mas tarde.

-Tienes razon -repuso Rasumikhine.

Los dos salieron de puntillas y cerraron la puerta.

Transcurrio una media hora. De subito, Raskolnikof empezo a abrir poco a poco los ojos. Despues hizo un rapido movimiento y quedo boca arriba, con las manos enlazadas bajo la nuca.

"?Quien es? ?Quien sera ese hombre que parece haber surgido de debajo de la tierra? ?Donde estaba y que vio? ?Ah!, de que lo vio todo no hay duda. Bien, pero ?desde donde presencio la escena? ?Y por que habra esperado hasta este momento para dar senales de vida? ?Como se las arreglaria para ver? Si parece imposible... Ademas -siguio reflexionando Raskolnikof, dominado por un terror glacial-, ahi esta el estuche que Nicolas encontro detras de la puerta... ?Se podia esperar que ocurriera esto...? Pruebas... Basta equivocarme en una nimiedad para crear una prueba que va creciendo hasta alcanzar dimensiones gigantescas."

Con profundo pesar, noto que las fuerzas le abandonaban, que una extrema debilidad le invadia.

"Debi suponerlo -se dijo con amarga ironia-. No se como me atrevi a hacerlo. Yo me conocia, yo sabia de lo que era capaz. Sin embargo, empune el hacha y derrame sangre... Debi preverlo todo... Pero ?acaso no lo habia previsto?"

Se dijo esto ultimo con verdadera desesperacion. Despues le asalto un nuevo pensamiento.

"No, esos hombres estan hechos de otro modo. Un autentico conquistador, uno de esos hombres a los que todo se les permite, canonea Tolon, organiza matanzas en Paris, olvida su ejercito en Egipto, pierde medio millon de hombres en la campana de Rusia, se salva en Vilna por verdadera casualidad, por una equivocacion, y, sin embargo, despues de su muerte se le levantan estatuas. Esto prueba que, en efecto, todo se les permite. Pero esos hombres estan hechos de bronce, no de carne."

De pronto tuvo un pensamiento que le parecio divertido.

"Napoleon, las Piramides, Waterloo por un lado, y por otro una vieja y enjuta usurera que tiene debajo de la cama un arca forrada de tafilete rojo... ?Como admitir que puede haber una semejanza entre ambas cosas? ?Como podria admitirlo un Porfirio Petrovitch, por ejemplo? Completamente imposible: sus sentimientos esteticos se oponen a ello... ?Un Napoleon introducirse debajo de la cama de una vieja...! ?Inconcebible!"

De vez en cuando experimentaba una exaltacion febril y creia desvariar.

"La vieja no significa nada -se dijo fogosamente-. Esto tal vez sea un error, pero no se trata de ella. La vieja ha sido solo un accidente. Yo queria salvar el escollo rapidamente, de un salto. No he matado a un ser humano, sino un principio. Y el principio lo he matado, pero el salto no lo he sabido dar. Me he quedado a la parte de aqui; lo unico que he sabido ha sido matar. Y ni siquiera esto lo he hecho bien del todo, al parecer... Un principio... ?Por que ese idiota de Rasumikhine atacara a los socialistas? Son personas laboriosas, hombres de negocios que se preocupan por el bienestar general... Sin embargo, solo se vive una vez, y yo no quiero esperar esa felicidad universal. Ante todo, quiero vivir. Si no sintiese este deseo, seria preferible no tener vida. Al fin y al cabo, lo unico que he hecho ha sido negarme a pasar por delante de una madre hambrienta, con mi rublo bien guardado en el bolsillo, esperando la llegada de la felicidad universal. Yo aporto, por decirlo asi, mi piedra al edificio comun, y esto es suficiente para que me sienta en paz... ?Por que, por que me dejasteis partir? Tengo un tiempo determinado de vida y quiero tambien... ?Ah! Yo no soy mas que un gusano atiborrado de estetica. Si, un verdadero gusano y nada mas."

Al pensar esto estallo en una risa de loco. Y se aferro a esta idea y empezo a darle todas las vueltas imaginables, con un acre placer.

"Si, lo soy, aunque solo sea, primero, porque me llamo gusano a mi mismo, y segundo, porque llevo todo un mes molestando a la Divina Providencia al ponerla por testigo de que yo no hacia aquello para procurarme satisfacciones materiales, sino con propositos nobles y grandiosos. ?Ah!, y tambien porque decidi observar la mas rigurosa justicia y la mas perfecta moderacion en la ejecucion de mi plan. En primer lugar elegi el gusano mas nocivo de todos, y, en segundo, al matarlo, estaba dispuesto a no quitarle sino el dinero estrictamente necesario para emprender una nueva vida. Nada mas y nada menos (el resto iria a parar a los conventos, segun la ultima voluntad de la vieja)... En fin, lo cierto es que soy un gusano, de todas formas -anadio rechinando los dientes-. Porque soy tal vez mas vil e innoble que el gusano al que asesine y porque yo presentia que, despues de haberlo matado, me diria esto mismo que me estoy diciendo... ?Hay nada comparable a este horror? ?Cuanta villania! ?Cuanta bajeza...! ?Que bien comprendo al Profeta, montado en su caballo y empunando el sable! "?Ala lo ordena! Sometete, pues, miserable y temblorosa criatura." Tiene razon, tiene razon el Profeta cuando alinea sus tropas en la calle y mata indistintamente a los culpables y a los justos, sin ni siquiera dignarse darles una explicacion. Sometete, pues, miserable y temblorosa criatura, y guardate de tener voluntad. Esto no es cosa tuya... ?Oh! Jamas, jamas perdonare a la vieja."

Sus cabellos estaban empapados de sudor, temblaban sus resecos labios, su mirada se fijaba en el techo obstinadamente.

"Mi madre... mi hermana... ?Como las queria...! ?Por que las odio ahora? Si, las odio con un odio fisico. No puedo soportar su presencia. Hace unas horas, lo recuerdo perfectamente, me he acercado a mi madre y la he abrazado... Es horrible estrecharla entre mis brazos y pensar que si ella supiera... ?Y si se lo contara todo...? Me quitaria un peso de encima... Ella debe de ser como yo."

Penso esto ultimo haciendo un gran esfuerzo, como si no le fuera facil luchar con el delirio que le iba dominando.

"?Oh, como odio a la vieja ahora! Creo que la volveria a matar si resucitara... ?Pobre Lisbeth! ?Por que la llevaria alli el azar...? ?Que extrano es que piense tan poco en ella! Es como si no la hubiese matado... ?Lisbeth...! ?Sonia...! ?Pobres y bondadosas criaturas de dulce mirada...! ?Queridas criaturas...! ?Por que no lloran? ?Por que no gimen? Dan todo lo que poseen con una mirada resignada y dulce... ?Sonia, dulce Sonia...!"

Perdio la conciencia de las cosas y se sintio profundamente asombrado de verse en la calle sin poder recordar como habia salido. Ya era de noche. Las sombras se espesaban y la luna resplandecia con intensidad creciente, pero la atmosfera era asfixiante. Las calles estaban repletas de gente. Se percibia un olor a cal, a polvo, a agua estancada.

Raskolnikof avanzaba, triste y preocupado. Sabia perfectamente que habia salido de casa con un proposito determinado, que tenia que hacer algo urgente, pero no se acordaba de que. De pronto se detuvo y miro a un hombre que desde la otra acera le llamaba con la mano. Atraveso la calle para reunirse con el, pero el desconocido dio media vuelta y se alejo, con la cabeza baja, sin volverse, como si no le hubiera llamado.

"A lo mejor, me ha parecido que me llamaba y no ha sido asi", se dijo Raskolnikof. Pero juzgo que debia alcanzarle. Cuando estaba a una decena de pasos de el lo reconocio subitamente y se estremecio. Era el desconocido de poco antes, vestido con las mismas ropas y con su espalda encorvada. Raskolnikof lo siguio de lejos. El corazon le latia con violencia. Entraron en un callejon. El desconocido no se volvia.

"?Sabra que le sigo?", se pregunto Rodia.

El hombre encorvado entro por la puerta principal de un gran edificio. Raskolnikof se acerco a el y le miro con la esperanza de que se volviera y le llamase. En efecto, cuando el desconocido estuvo en el patio, se volvio y parecio indicarle que se acercara. Raskolnikof se apresuro a franquear el portal, pero cuando llego al patio ya no vio a nadie. Por lo tanto, el hombre de la hopalanda habia tomado la primera escalera. Raskolnikof corrio tras el. Efectivamente, se oian pasos lentos y regulares a la altura del segundo piso. Aquella escalera -cosa extrana- no era desconocida para Raskolnikof. Alli estaba la ventana del rellano del primer piso. Un rayo de luna misteriosa y triste se filtraba por los cristales. Y llego al segundo piso.

"?Pero si es aqui donde trabajaban los pintores!"

?Como no habria reconocido antes la casa...? El ruido de los pasos del hombre que le precedia se extinguio.

"Por lo tanto, se ha detenido. Tal vez se haya ocultado en alguna parte... He aqui el tercer piso. ?Debo seguir subiendo o no? ?Que silencio...!"

El ruido de sus propios pasos le daba miedo.

"?Senor, que oscuridad! El desconocido debe de estar oculto por aqui, en algun rincon... ?Toma! La puerta que da al rellano esta abierta de par en par."

Tras reflexionar un momento, entro. El vestibulo estaba oscuro y vacio como una habitacion desvalijada. Paso a la sala lentamente, andando de puntillas. Toda ella estaba iluminada por una luna radiante. Nada habia cambiado: alli estaban las sillas, el espejo, el sofa amarillo, los cuadros con sus marcos. Por la ventana se veia la luna, redonda y enorme, de un rojo cobrizo.

"Es la luna la que crea el silencio -penso Raskolnikof-, la luna, que se ocupa en descifrar enigmas."

Estaba inmovil, esperando. A medida que iba aumentando el silencio nocturno, los latidos de su corazon eran mas violentos y dolorosos. ?Que calma tan profunda...! De pronto se oyo un seco crujido, semejante al que produce una astilla de madera al quebrarse. Despues todo volvio a quedar en silencio. Una mosca se desperto y se precipito contra los cristales, dejando oir su bordoneo quejumbroso. En este momento, Raskolnikof descubrio en un rincon, entre la comoda y la ventana, una capa colgada en la pared.

"?Que hace esa capa aqui? -penso-. Entonces no estaba."

Aparto la capa con cuidado y vio una silla, y en la silla, sentada en el borde y con el cuerpo doblado hacia delante, una vieja. Tenia la cabeza tan baja, que Raskolnikof no podia verle la cara. Pero no le cupo duda de que era ella... Permanecio un momento inmovil. "Tiene miedo", penso mientras desprendia poco a poco el hacha del nudo corredizo. Despues descargo un hachazo en la nuca de la vieja, y otro en seguida. Pero, cosa extrana, ella no hizo el menor movimiento: se habria dicho que era de madera. Sintio miedo y se inclino hacia delante para examinarla, pero ella bajo la cabeza mas todavia. Entonces el se inclino hasta tocar el suelo con su cabeza y la miro de abajo arriba. Lo que vio le lleno de espanto: la vieja reventaba de risa, de una risa silenciosa que trataba de ahogar, haciendo todos los esfuerzos imaginables.

De subito le parecio que la puerta del dormitorio estaba entreabierta y que alguien se reia alli tambien. Creyo oir un cuchicheo y se enfurecio. Empezo a golpear la cabeza de la vieja con todas sus fuerzas, pero a cada hachazo redoblaban las risas y los cuchicheos en la habitacion vecina, y lo mismo podia decirse de la vieja, cuya risa habia cobrado una violencia convulsiva. Raskolnikof intento huir, pero el vestibulo estaba lleno de gente. La puerta que daba a la escalera estaba abierta de par en par, y por ella pudo ver que tambien el rellano y los escalones estaban llenos de curiosos. Con las cabezas juntas, todos miraban, tratando de disimular. Todos esperaban en silencio. Se le oprimio el corazon. Las piernas se negaban a obedecerle; le parecia tener los pies clavados en el suelo... Intento gritar y se desperto.

tenia que hacer grandes esfuerzos para respirar, y aunque estaba bien despierto le parecia que su sueno continuaba. La causa de ello era que, en pie en el umbral de la habitacion, cuya puerta estaba abierta de par en par, un hombre al que no habia visto jamas le contemplaba atentamente.

Raskolnikof, que no habia abierto los ojos del todo, se apresuro a volver a cerrarlos. Estaba echado boca arriba y no hizo el menor movimiento.

"?Sigo sonando o ya estoy despierto?", se pregunto.

Y levanto los parpados casi imperceptiblemente para mirar al desconocido. Este seguia en el umbral, observandole con la misma atencion. De pronto entro cautelosamente en el aposento, cerro la puerta tras el con todo cuidado, se acerco a la mesa, estuvo alli un minuto sin apartar los ojos del joven y, sin hacer el menor ruido, se sento en una silla, cerca del divan. Dejo su sombrero en el suelo, apoyo las manos sobre el puno del baston y puso la barbilla sobre las manos. Era evidente que se preparaba para una larga espera.

Raskolnikof le dirigio una mirada furtiva y pudo ver que el desconocido no era ya joven, pero si de complexion robusta, y que llevaba barba, una barba espesa, rubia, que empezaba a blanquear.

Estuvieron asi diez minutos. Habia aun alguna claridad, pero el dia tocaba a su fin. En la habitacion reinaba el mas profundo silencio. De la escalera no llegaba el menor ruido. Solo se oia un moscardon que se habia lanzado contra los cristales y que volaba junto a ellos, zumbando y golpeandolos obstinadamente. Al fin, este silencio se hizo insoportable. Raskolnikof se incorporo y quedo sentado en el divan.

-Bueno, ?que desea usted?

-Ya sabia yo que usted no estaba dormido de veras, sino que lo fingia -respondio el desconocido, sonriendo tranquilamente-. Permitame que me presente. Soy Arcadio Ivanovitch Svidrigailof...





CUARTA PARTE

I

Debo de estar sonando todavia -volvio a pensar Raskolnikof, contemplando al inesperado visitante con atencion y desconfianza- ?Svidrigailof! ?Que cosa tan absurda!"

-No es posible -dijo en voz alta, dejandose llevar de su estupor.

El visitante no mostro sorpresa alguna ante esta exclamacion.

-He venido a verle -dijo- por dos razones. En primer lugar, deseaba conocerle personalmente, pues he oido hablar mucho de usted y en los terminos mas halagadores. En segundo lugar, porque confio en que no me negara usted su ayuda para llevar a cabo un proyecto relacionado con su hermana Avdotia Romanovna. Solo, sin recomendacion alguna, seria muy probable que su hermana me pusiera en la puerta, en estos momentos en que esta llena de prevenciones contra mi. En cambio, contando con la ayuda de usted, yo creo...

-No espere que le ayude -le interrumpio Raskolnikof.

-Permitame una pregunta. Hasta ayer no llegaron su madre y su hermana, ?verdad?

Raskolnikof no contesto.

-Si, se que llegaron ayer. Y yo llegue anteayer. Pues bien, he aqui lo que quiero decirle, Rodion Romanovitch. Creo innecesario justificarme, pero permitame otra pregunta: ?que hay de criminal en mi conducta, siempre, claro es, que se miren las cosas imparcialmente y sin prejuicios? Usted me dira que he perseguido en mi propia casa a una muchacha indefensa y que la he insultado con mis proposiciones deshonestas (ya ve usted que yo mismo me adelanto a enfrentarme con la acusacion), pero considere usted que soy un hombre et nihil humanum... En una palabra, que soy susceptible de caer en una tentacion, de enamorarme, pues esto no depende de nuestra voluntad. Admitido esto, todo se explica del modo mas natural. La cuestion puede plantearse asi: ?soy un monstruo o una victima? Yo creo que soy una victima, pues cuando proponia al objeto de mi pasion que huyera conmigo a America o a Suiza alimentaba los sentimientos mas respetuosos y solo pensaba en asegurar nuestra felicidad comun. La razon es esclava de la pasion, y era yo el primer perjudicado por ella...

-No se trata de eso -replico Raskolnikof con un gesto de disgusto-. Este usted equivocado o tenga razon, nos parece usted un hombre sencillamente detestable y no queremos ningun trato con usted. No quiero verle en mi casa. ?Vayase!

Svidrigailof se echo a reir de buena gana.

-?A usted no hay modo de enganarlo! -exclamo con franca alegria-. He querido emplear la astucia, pero estos procedimientos no se han hecho para usted.

-Sin embargo, sigue usted intentando embaucarme.

-?Y que? -exclamo Svidrigailof, riendo con todas sus fuerzas-. Son armas de bonne guerre, como suele decirse; una astucia de lo mas inocente... Pero usted no me ha dejado acabar. Sea como fuere, yo le aseguro que no habria ocurrido nada desagradable de no producirse el incidente del jardin. Marfa Petrovna...

-Se dice -le interrumpio rudamente Raskolnikof- que a Marfa Petrovna la ha matado usted.

-?Conque ya le han hablado de eso? En verdad, es muy comprensible. Pues bien, en cuanto a lo que acaba usted de decir, solo puedo responderle que tengo la conciencia completamente tranquila sobre ese particular. Es un asunto que no me inspira ningun temor. Todas las formalidades en use se han cumplido del modo mas correcto y minucioso. Segun la investigacion medica, la muerte obedecio a un ataque de apoplejia producido por un bano tomado despues de una copiosa comida en la que la difunta se habia bebido una botella de vino casi entera. No se descubrio nada mas... No, no es esto lo que me inquieta. Lo que yo me preguntaba mientras el tren me traia hacia aqui era si habria contribuido indirectamente a esta desgracia... con algun arranque de indignacion, o algo parecido. Pero he llegado a la conclusion de que no puede haber ocurrido tal cosa.

Raskolnikof se echo a reir.

-Entonces, no tiene usted por que preocuparse.

-?De que se rie? Oigame: yo solo le di dos latigazos tan flojos que ni siquiera dejaron senal... Le ruego que no me crea un cinico. Yo se perfectamente que esto es innoble y..., etcetera; pero tambien se que a Marfa Petrovna no le desagrado... mi arrebato, digamoslo asi. El asunto relacionado con la hermana de usted estaba ya agotado, y Marfa Petrovna, no teniendo ningun asunto que ir llevando por las casas de la ciudad, se veia obligada a permanecer en casa desde hacia tres dias. Ya habia fastidiado a todo el mundo con la lectura de la carta (?ha oido usted hablar de esa carta?). De pronto cayeron sobre ella, como enviados por el cielo, aquellos dos latigazos. Lo primero que hizo fue ordenar que preparasen el coche... Sin hablar de esos casos especiales en que las mujeres experimentan un gran placer en que las ofendan, a pesar de la indignacion que simulan (casos que se presentan a veces), al hombre, en general, le gusta que lo humillen. ?No lo ha observado usted? Pero esta particularidad es especialmente frecuente en las mujeres. Incluso se puede afirmar que es algo esencial en su vida.

Hubo un momento en que Raskolnikof penso en levantarse e irse, para poner termino a la conversacion, pero cierta curiosidad y tambien cierto proposito le decidieron a tener paciencia.

-Le gusta manejar el latigo, ?eh? -pregunto con aire distraido.

-No lo crea -respondio con toda calma Svidrigailof-. En lo que concierne a Marfa Petrovna, no disputaba casi nunca con ella. Viviamos en perfecta armonia, y ella estaba satisfecha de mi. Solo dos veces use el latigo durante nuestros siete anos de vida en comun (dejando aparte un tercer caso bastante dudoso). La primera vez fue a los dos meses de casarnos, cuando llegamos a nuestra hacienda, y la segunda, en el caso que acabo de mencionar... Y usted me considera un monstruo, ?no?, un retrogrado, un partidario de la esclavitud... A proposito, Rodion Romanovitch, ?recuerda usted que hace algunos anos, en el tiempo de nuestras felices asambleas municipales, se cubrio de oprobio a un terrateniente, cuyo nombre no recuerdo, culpable de haber azotado a una extranjera en un vagon de ferrocarril? ?Se acuerda? Me parece que fue el mismo ano en que se produjo "el mas horrible incidente del siglo". Es decir, Las noches egipcias, las conferencias, ?recuerda...? ?Los ojos negros...! ?Oh, tiempos maravillosos de nuestra juventud!, ?donde estais...? Pues bien, he aqui mi opinion. Yo critico severamente a ese senor que fustigo a la extranjera, pues es un acto inicuo que uno no puede menos de censurar. Pero tambien debo decirle que algunas de esas extranjeras le soliviantan a uno de tal modo, que ni el hombre de ideas mas avanzadas puede responder de sus actos. Nadie ha examinado la cuestion en este aspecto, pero estoy seguro de que ello es un error, pues mi punto de vista es perfectamente humano.

Al pronunciar estas palabras, Svidrigailof volvio a echarse a reir. Raskolnikof comprendio que aquel hombre obraba con arreglo a un plan bien elaborado y que era un perillan de clase fina.

-Debe usted de llevar varios dias sin hablar con nadie, ?verdad? -pregunto el joven.

-Algo de eso hay. Pero digame: ?no le extrana a usted mi buen caracter?

-No, de lo que estoy asombrado es de que tenga usted demasiado buen caracter.

-Usted dice eso porque no me he dado por ofendido ante el tono grosero de sus preguntas, ?no es verdad? Si, no me cabe duda. Pero ?por que tenia que enfadarme? Usted me ha preguntado francamente, y yo le he respondido con franqueza -su acento rebosaba comprension y simpatia-. Ahora -continuo, pensativo- nada me preocupa, porque ahora no hago absolutamente nada... Por lo demas, usted puede suponer que estoy tratando de ganarme su simpatia con miras interesadas, ya que mi mayor deseo es ver a su hermana, como le he confesado. Pero creame si le digo que estoy verdaderamente aburrido, sobre todo despues de mi inactividad de estos tres ultimos dias. Por eso me he alegrado tanto de verle... No se enfade, Rodion Romanovitch, pero me parece usted un hombre muy extrano. Usted podra decir que como se me ha ocurrido semejante cosa precisamente en este momento, pero es que yo no me refiero a ahora, sino a estos ultimos tiempos... En fin, me callo; no quiero verle poner esa cara. No soy tan oso como usted cree.

Raskolnikof le dirigio una mirada sombria.

-Tal vez no lo sea usted nada. A mi me parece que es un hombre sumamente sociable, o, por lo menos, que sabe usted serlo cuando es preciso.

-Sin embargo, a mi no me preocupa la opinion ajena -repuso Svidrigailof en un tono seco y un tanto altivo-. Por otra parte, ?por que no adoptar los modales de una persona

mal educada en un pais donde esto tiene tantas ventajas, y sobre todo cuando uno se siente inclinado por temperamento a la mala educacion? -termino entre risas.

-Pues yo he oido decir que usted tiene aqui muchos conocidos y que no es eso que llaman "un hombre sin relaciones". Si no persigue usted ningun fin, ?a que ha venido a mi casa?

-Es cierto que tengo aqui conocidos -dijo el visitante, sin responder a la pregunta principal que se le acababa de dirigir-. Ya me he cruzado con algunos, pues llevo tres dias paseando. Yo los he reconocido y ellos me han reconocido a mi, creo yo. Es natural que sea un hombre bien relacionado. Voy bien vestido y se me considera como hombre acomodado, pues, a pesar de la abolicion de la esclavitud, nos quedan bosques y praderas fertilizados por nuestros rios, que siguen proporcionandonos una renta. Pero no quiero reanudar mis antiguas relaciones; hace ya tiempo que estas amistades no me seducen. Ya hace tres dias que voy vagando por aqui, y todavia no he visitado a nadie... Ademas, ?esta ciudad...! ?Ha observado usted como esta edificada? Es una poblacion de funcionarios y seminaristas. Verdaderamente, hay muchas cosas en que yo no me fijaba hace ocho anos, cuando no hacia otra cosa que holgazanear e ir por esos circulos, por esos clubes, como el Dussaud. No volvere a visitar ninguno -continuo, fingiendo no darse cuenta de la muda interrogacion del joven-. ?Que placer se puede experimentar en hacer fullerias?

-?Ah!?Hacia usted trampas en el juego?

-Si. Eramos un grupo de personas distinguidas que matabamos asi el tiempo. Perteneciamos a la mejor sociedad. Habia entre nosotros poetas y capitalistas. ?Ha observado usted que aqui, en Rusia, abundan los fulleros entre las personas de buen tono? Yo vivo ahora en el campo, pero estuve encarcelado por deudas. El acreedor era un griego de Nejin. Entonces conoci a Marfa Petrovna. Entro en tratos con mi acreedor, regateo, me libero de mi deuda mediante la entrega de treinta mil rublos (yo solo debia setenta mil), nos unimos en legitimo matrimonio y se me llevo al punto a sus propiedades, donde me guardo como un tesoro. Ella tenia cinco anos mas que yo y me adoraba. En siete anos, yo no me movi de alli. Por cierto, que Marfa Petrovna conservo toda su vida el cheque que yo habia firmado al griego con nombre falso, de modo que si yo hubiera intentado sacudirme el yugo, ella me habria hecho enchiquerar. Si, no le quepa duda de que lo habria hecho. Las mujeres tienen estas contradicciones.

-De no existir ese pagare, ?la habria plantado usted?

-No se que decirle. Desde luego, ese documento no me preocupaba lo mas minimo. Yo no sentia deseos de ir a ninguna parte, y la misma Marfa Petrovna, viendo como me aburria, me propuso en dos ocasiones que hiciera un viaje al extranjero. Pero yo habia ya salido anteriormente de Rusia y el viaje me habia disgustado profundamente. Uno contempla un amanecer aqui o alla, o la bahia de Napoles, o el mar, y se siente dominado por una profunda tristeza. Y lo peor es que uno experimenta una verdadera nostalgia. No, se esta mejor en casa. Aqui, al menos, podemos acusar a los demas de todos los males y justificarnos a nuestros propios ojos. Tal vez me vaya al Polo Norte con una expedicion, pues j'ai le vin mauvais y no quiero beber. Pero es que no puedo hacer ninguna otra cosa. Ya lo he intentado, pero nada. ?Ha oido usted decir que Berg va a intentar el domingo una ascension en globo en el parque Iusupof y que admite pasajeros?

-?Pretende usted subir al globo?

-?Yo? No, no... Lo he dicho por decir -murmuro Svidrigailof, pensativo.

"?Sera sincero?, penso Raskolnikof.

-No, el pagare no me preocupo en ningun momento --dijo Svidrigailof, volviendo al tema interrumpido-. Permanecia en el campo muy a gusto. Por otra parte, pronto hara un ano que Marfa Petrovna, con motivo de mi cumpleanos, me entrego el documento, como regalo, anadiendo a el una importante cantidad... Pues era rica. "Ya ves cuanta es mi confianza en ti, Arcadio Ivanovitch", me dijo. Si, le aseguro que me lo dijo asi. ?No lo cree? Yo cumplia a la perfeccion mis deberes de propietario rural. Se me conocia en toda la comarca. Hacia que me enviaran libros. Esto al principio merecio la aprobacion de Marfa Petrovna. Despues temio que tanta lectura me fatigara.

-Me parece que echa mucho de menos a Marfa Petrovna.

-?Yo...? Tal vez... A proposito, ?cree usted en apariciones?

-?Que clase de apariciones?

-?Como que que clase? lo que todo el mundo entiende por apariciones.

-?Y usted? ?Usted cree?

-Si y no. Si usted quiere, no, pour vous plaire... En resumen, que no lo puedo afirmar.

-?Usted las ha tenido?

Svidrigailof le dirigio una mirada extrana.

-Marfa Petrovna tiene la atencion de venir a visitarme -respondio torciendo la boca en una sonrisa indefinible.

-?Es posible?

-Se me ha aparecido ya tres veces. La primera fue el mismo dia de su entierro, o sea la vispera de mi salida para Petersburgo. La segunda, hace dos dias, durante mi viaje, en la estacion de Malaia Vichera, al amanecer, y la tercera, hace apenas dos horas, en la habitacion en que me hospedo. Estaba solo.

-?Despierto?

--Completamente despierto las tres veces. Aparece, me habla unos momentos y se va por la puerta, siempre por la puerta. Incluso me parece oirla marcharse.

-?Por que tendria yo la sensacion de que habian de ocurrirle estas cosas? -dijo de subito Raskolnikof, asombrandose de sus palabras apenas las habia pronunciado. Estaba extraordinariamente emocionado.

-?De veras ha pensado usted eso? -exclamo Svidrigailof, sorprendido-. ?De veras? ?Ah! Ya dela yo que entre nosotros existia cierta afinidad.

-Usted no ha dicho eso -replico asperamente Raskolnikof.

-?No lo he dicho?

-No.

-Pues creia haberlo dicho. Cuando he entrado hace un momento y le he visto acostado, con los ojos cerrados y fingiendo dormir, me he dicho inmediatamente: "Es el mismo."

-?Que quiere decir eso de "el mismo? -exclamo Raskolnikof-. ?A que se refiere usted?

-Pues no lo se -respondio Svidrigailof ingenuamente, desconcertado.

Los dos guardaron silencio mientras se devoraban con los ojos.

-?Todo eso son tonterias! -exclamo Raskolnikof, irritado-. ?Que le dice Marfa Petrovna cuando se le aparece?

-?De que me habla? De nimiedades. Y, para que vea usted lo que es el hombre, eso es precisamente lo que me molesta. La primera vez se me presento cuando yo estaba rendido por la ceremonia funebre, el requiem, la comida de funerales... Al fin pude aislarme en mi habitacion, encendi un cigarro y me entregue a mis reflexiones. De pronto, Marfa Petrovna entro por la puerta y me dijo: "con tanto trajin, te has olvidado de subir la pesa del reloj del comedor." Y es que durante siete anos me encargue yo de este trabajo, y cuando me olvidaba de el, ella me lo recordaba... Al dia siguiente parti para Petersburgo. Al amanecer, llegue a la estacion que antes le dije y me dirigi a la cantina. Habia dormido mal y tenia el cuerpo dolorido y los ojos hinchados. Pedi cafe. De pronto, ?sabe usted lo que vi? A Marfa Petrovna, que se sento a mi lado con un juego de cartas en la mano. "?Quieres que te prediga, Arcadio Ivanovitch -me pregunto-, como transcurrira tu viaje?" Debo decirle que era una maestra en el arte de echar las cartas... Nunca me perdonare haberme negado. Eche a correr, presa de panico. Bien es verdad que la campana que llama a los viajeros al tren estaba ya sonando... Y hoy, cuando me hallaba en mi habitacion, luchando por digerir la detestable comida de figon que acababa de echar a mi cuerpo, con un cigarro en la boca, ha entrado Marfa Petrovna, esta vez elegantemente ataviada con un flamante vestido verde de larga cola.

"-Buenos dias, Arcadio Ivanovitch. ?Que te parece mi vestido? Aniska no habria sido capaz de hacer una cosa igual.

"Aniska es una costurera de nuestra casa, que primero habia sido sierva y que habia hecho sus estudios en Moscu... Una bonita muchacha.

"Marfa Petrovna no cesa de dar vueltas ante mi. Yo contemplo el vestido, despues la miro a ella a la cara, atentamente.

"-?Que necesidad tienes de venir a consultarme estas bagatelas, Marfa Petrovna?

"-?Es que te molesta hasta que venga a verte?

"-Oye, Marfa Petrovna -le digo para mortificarla-, voy , a volver a casarme.

15

Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

"-Eso es muy propio de ti -me responde-. Pero no te hace ningun favor casarte cuando todavia esta tan reciente la muerte de tu mujer. Aunque tu eleccion fuera acertada, solo conseguirias atraerte las criticas de las personas respetables.

"Dicho esto, se ha marchado, y a mi me ha parecido oir el frufru de su cola. ?Que cosas tan absurdas!, ?verdad?

-?No me estara usted contando una serie de mentiras? -pregunto Raskolnikof.

-Miento muy pocas veces -repuso Svidrigailof, pensativo y sin que, al parecer, advirtiera lo grosero de la pregunta.

-Y antes de esto, ?no habia tenido usted apariciones?

-No... Mejor dicho, solo una vez, hace seis anos. Yo tenia un criado llamado Filka. Acababan de enterrarlo, cuando empece a gritar, distraido: "?Filka, mi pipa!" Filka entro y se fue derecho al estante donde estaban alineados mis utensilios de fumador. Como habiamos tenido un fuerte altercado poco antes de su muerte, supuse que su aparicion era una venganza. Le grite: "?Como te atreves a presentarte ante mi vestido de ese modo? Se te ven los codos por los boquetes de las mangas. ?Fuera de aqui, miserable!" El dio media vuelta, se fue y no se me aparecio nunca mas. No dije nada de esto a Marfa Petrovna. Mi primera intencion fue dedicarle una misa, pero despues pense que esto seria una puerilidad.

-Usted debe ir al medico.

-No necesito que usted me lo diga para saber que estoy enfermo, aunque ignoro de que enfermedad. Sin embargo, yo creo que mi conducta es cinco veces mas normal que la de usted. Mi pregunta no ha sido si usted cree que pueden verse apariciones, sino si opina que las apariciones existen.

-No, de ningun modo puedo creer eso -dijo Raskolnikof con cierta irritacion.

-La gente -murmuro Svidrigailof como si hablara consigo mismo, inclinando la cabeza y mirando de reojo- suele decir: "Estas enfermo. Por lo tanto, todo eso que ves son alucinaciones." Esto no es razonar con logica rigurosa. Admito que las apariciones solo las vean los enfermos; pero esto solo demuestra que hay que estar enfermo para verlas, no que las apariciones no existan.

-Estoy seguro de que no existen -exclamo Raskolnikof con energia.

-?Usted cree?

Observo al joven largamente. Despues siguio diciendo:

Bien, pero no me negara usted que se puede razonar como yo voy a hacerlo... Le ruego que me ayude... Las apariciones son algo asi como fragmentos de otros mundos..., sus ambiciones. Un hombre sano no tiene motivo alguno para verlas, ya que es, ante todo, un hombre terrestre, es decir, material. Por lo tanto, solo debe vivir para participar en el orden de la vida de aqui abajo. Pero, apenas se pone enfermo, apenas empieza a alterarse el orden normal, terrestre, de su organismo, la posible accion de otro mundo comienza a manifestarse en el, y a medida que se agrava su enfermedad, las relaciones con ese otro mundo se van estrechando, progresion que continua hasta que la muerte le permite entrar de lleno en el. Si usted cree en una vida futura, nada le impide admitir este razonamiento.

-Yo no creo en la vida futura -replico Raskolnikof.

Svidrigailof estaba ensimismado.

-?Y si no hubiera alli mas que aranas y otras cosas parecidas? -pregunto de pronto.

"Esta loco, penso Raskolnikof.

-Nos imaginamos la eternidad -continuo Svidrigailofcomo algo inmenso e inconcebible. Pero ?por que ha de ser asi necesariamente? ?Y si, en vez de esto, fuera un cuchitril, uno de esos cuartos de bano lugarenos, ennegrecidos por el humo y con telas de arana en todos los rincones? Le confieso que asi me la imagino yo a veces.

Raskolnikof experimento una sensacion de malestar.

-?Es posible que no haya sabido usted concebir una imagen mas justa, mas consoladora? -pregunto.

-?Mas justa? ?Quien sabe si mi punto de vista es el verdadero! Si dependiera de mi, ya me las compondria yo para que lo fuera -respondio Svidrigailof con una vaga sonrisa.

Ante esta absurda respuesta, Raskolnikof se estremecio, Svidrigailof levanto la cabeza, le miro fijamente y se echo a reir.

-Fijese usted en un detalle y digame si no es curioso -exclamo-. Hace media hora, jamas nos habiamos visto, y ahora todavia nos miramos como enemigos, porque tenemos un asunto pendiente de solucion. Sin embargo, lo dejamos todo a un lado para ponernos a filosofar. Ya le decia yo que eramos dos cabezas gemelas.

-Perdone -dijo Raskolnikof bruscamente-. Le ruego que me diga de una vez a que debo el honor de su visita. Tengo que marcharme.

-Pues lo va usted a saber. Digame: su hermana, Avdotia Romanovna, ?se va a casar con Piotr Petrovitch Lujine?

-Le ruego que no mezcle a mi hermana en esta conversacion, que ni siquiera pronuncie su nombre. Ademas, no comprendo como se atreve usted a nombrarla si verdaderamente es Svidrigailof.

-?Como quiere usted que no la nombre si he venido expresamente para hablarle a ella?

-Bien. Hable, pero de prisa.

-No me cabe duda de que si ha tratado usted solo durante media hora a mi pariente politico el senor Lujine, o si ha oido hablar de el a alguna persona digna de credito, ya tendra formada su opinion sobre dicho senor. No es un partido conveniente para Avdotia Romanovna. A mi juicio, Avdotia Romanovna va a sacrificarse de un modo tan magnanimo como impremeditado por... por su familia. Fundandome en todo lo que habia oido decir de usted, supuse que le encantaria que ese compromiso matrimonial se rompiera, con tal que ello no reportase ningun perjuicio a su hermana. Ahora que le conozco, estoy seguro de la exactitud de mi suposicion.

-No sea usted ingenuo..., mejor dicho, desvergonzado.

-?Cree usted acaso que obro impulsado por el interes? Puede estar tranquilo, Rodion Romanovitch: si fuera asi, lo disimularia. No me crea tan imbecil. Respecto a este particular, voy a descubrirle una rareza psicologica. Hace un momento, al excusarme de haber amado a su hermana, le he dicho que yo habia sido en este caso la primera victima. Pues bien, le confieso que ahora no siento ningun amor por ella, lo cual me causa verdadero asombro, al recordar lo mucho que la ame.

-Lo que usted sintio -dijo Raskolnikof- fue un capricho de hombre libertino y ocioso.

-Ciertamente soy un hombre ocioso y libertino; pero su hermana posee tan poderosos atractivos, que no es nada extrano que yo no pudiera desistir. Sin embargo, todo aquello no fue mas que una nube de verano, como ahora he podido ver.

-?Hace mucho que se ha dado cuenta de eso?

-Ya hace tiempo que lo sospechaba, pero no me convenci hasta anteayer, en el momento de mi llegada a Petersburgo. Sin embargo, ya habia llegado el tren a Moscu, y aun tenia el convencimiento de que venia aqui con objeto de desbancar a Lujine y obtener la mano de Avdotia Romanovna.

-Perdone, pero ?no podria usted abreviar y explicarme el objeto de su visita? Tengo cosas urgentes que hacer.

-Con mucho gusto. He decidido emprender un viaje y quisiera arreglar ciertos asuntos antes de partir... Mis hijos se han quedado con su tia; son ricos y no me necesitan para nada. Ademas, ?cree usted que yo puedo ser un buen padre? Para cubrir mis necesidades personales, solo me he quedado con la cantidad que me regalo Marfa Petrovna el ano pasado. Con ese dinero tengo suficiente... perdone, vuelvo al asunto. Antes de emprender este viaje que tengo en proyecto y que seguramente realizare he decidido terminar con el senor Lujine. No es que le odie, pero el fue el culpable de mi ultimo disgusto con Marfa Petrovna. Me enfade cuando supe que este matrimonio habia sido un arreglo de mi mujer. Ahora yo desearia que usted intercediera para que Avdotia Romanovna me concediera una entrevista, en la cual le explicaria, en su presencia si usted lo desea asi, que su enlace con el senor Lujine no solo no le reportaria ningun beneficio, sino que, por el contrario, le acarrearia graves inconvenientes. Acto seguido, me excusaria por todas las molestias que le he causado y le pediria permiso para ofrecerle diez mil rublos, lo que le permitiria romper su compromiso con Lujine, ruptura que de buena gana llevara a cabo (estoy seguro de ello) si se le presenta una ocasion.

-Realmente esta usted loco -exclamo Raskolnikof, menos irritado que sorprendido-. ?Como se atreve a hablar de ese modo?

-Ya sabia yo que pondria usted el grito en el cielo, pero quiero hacerle saber, ante todo, que, aunque no soy rico, puedo desprenderme perfectamente de esos diez mil rublos, es decir, que no los necesito. Si Avdotia Romanovna no los acepta, solo Dios sabe el estupido use que hare de ellos. Por otra parte, tengo la conciencia bien tranquila, pues hago este ofrecimiento sin ningun interes. Tal vez no me crea usted, pero en seguida se convencera, y lo mismo digo de Avdotia Romanovna. Lo unico cierto es que he causado muchas molestias a su honorable hermana, y como estoy sinceramente arrepentido, deseo de todo corazon, no rescatar mis faltas, no pagar esas molestias, sino simplemente hacerle un pequeno servicio para que no pueda decirse que compre el privilegio de causarle solamente males. Si mi proposicion ocultara la mas leve segunda intencion, no la habria hecho con esta franqueza, y tampoco me habria limitado a ofrecerle diez mil rublos, cuando le ofreci bastante mas hace cinco semanas. Ademas, es muy probable que me case muy pronto con cierta joven, lo que demuestra que no pretendo atraerme a Avdotia Romanovna. Y, para terminar, le dire que si se casa con Lujine, su hermana aceptara esta misma suma, solo que de otra manera. En fin, Rodion Romanovitch, no se enfade usted y reflexione sobre esto con calma y sangre fria.

Svidrigailof habia pronunciado estas palabras con un aplomo extraordinario.

-Basta ya -dijo Raskolnikof-. Su proposicion es de una insolencia imperdonable.

-No estoy de acuerdo. Segun ese criterio, en este mundo un hombre solo puede perjudicar a sus semejantes y no tiene derecho a hacerles el menor bien, a causa de las estupidas conveniencias sociales. Esto es absurdo. Si yo muriese y legara esta suma a mi hermana, ?se negaria ella a aceptarla?

-Es muy posible.

-Pues yo estoy seguro de que no la rechazaria. Pero no discutamos. Lo cierto es que diez mil rublos no son una cosa despreciable. En fin, fuera como fuere, le ruego que transmita nuestra conversacion a Avdotia Romanovna.

-No lo hare.

-En tal caso, Rodion Romanovitch, me vere obligado a procurar tener una entrevista con ella, cosa que tal vez la moleste.

-Y si yo le comunico su proposicion, ?usted no intentara visitarla?

-Pues... no se que decirle. ?Me gustaria tanto verla, aunque solo fuera una vez!

-No cuente con ello.

-Pues es una lastima. Por otra parte, usted no me conoce. Podriamos llegar a ser buenos amigos.

-?Usted cree?

-?Por que no? -exclamo Svidrigailof con una sonrisa.

Se levanto y cogio su sombrero.

-?Vaya! No quiero molestarle mas. Cuando venia hacia aqui no tenia demasiadas esperanzas de... Sin embargo, su cara me habia impresionado esta manana.

-?Donde me ha visto usted esta manana? -pregunto Raskolnikof con visible inquietud.

-Le vi por pura casualidad. Sin duda, usted y yo tenemos algo en comun... Pero no se agite. No me gusta importunar a nadie. He tenido cuestiones con los jugadores de ventaja y no he molestado jamas al principe Svirbey, gran personaje y pariente lejano mio. Incluso he escrito pensamientos sobre la Virgen de Rafael en el album de la senora Prilukof. He vivido siete anos con Marfa Petrovna sin moverme de su hacienda... Y antano pase muchas noches en la casa Viasemsky, de la plaza del Mercado... Ademas, tal vez suba en el globo de Berg.

-Permitame una pregunta. ?Piensa usted emprender muy pronto su viaje?

-?Que viaje?

-El viaje de que me ha hablado usted hace un momento.

-?Yo? ?Ah, si! Ahora lo recuerdo... Es un asunto muy complicado. ?Si usted supiera el problema que acaba de remover!

Lanzo una risita aguda.

-A lo mejor, en vez de viajar, me caso. Se me han hecho proposiciones.

-?Aqui?

-Si.

-No ha perdido usted el tiempo.

-Sin embargo, desearia ver una sola vez a Avdotia Romanovna. Se lo digo en serio... Adios, hasta la vista... ?Ah, se me olvidaba! Digale a su hermana que Marfa Petrovna le ha legado tres mil rublos. Esto es completamente seguro. Marfa Petrovna hizo testamento en mi presencia ocho dias antes de morir. Avdotia Romanovna tendra ese dinero en su poder dentro de unas tres semanas.

-?Habla usted en serio?

-Si. Digaselo a su hermana... Bueno, disponga de mi. Me hospedo muy cerca de su casa.

Al salir, Svidrigailof se cruzo con Rasumikhine en el umbral.



II

Eran cerca de las ocho. Los dos jovenes se dirigieron a paso ligero al edificio Bakaleev, con el proposito de llegar antes que Lujine.

-?Quien era ese senor que estaba contigo? -pregunto Rasumikhine apenas llegaron a la calle.

-Es Svidrigailof, ese hacendado que hizo la corte a mi hermana cuando la tuvo en su casa como institutriz. A causa de esta persecucion, Marfa Petrovna, la esposa de Svidrigailof, echo a mi hermana de la casa. Esta senora pidio despues perdon a Dunia, y ahora, hace unos dias, ha muerto de repente. De ella hemos hablado hace un momento. No se por que temo tanto a ese hombre. Inmediatamente despues del entierro de su mujer se ha venido a Petersburgo. Es un tipo muy extrano y parece abrigar algun proyecto misterioso. ?Que es lo que proyectara? Hay que proteger a Dunia contra el. Estaba deseando poder decirtelo.

-?Protegerla? Pero ?que mal puede el hacer a Avdotia Romanovna? En fin, Rodia, te agradezco esta prueba de confianza. Puedes estar tranquilo, que protegeremos a tu hermana. ?Donde vive ese hombre?

-No lo se.

-?Por que no se lo has preguntado? Ha sido una lastima. Pero te aseguro que me enterare.

-?Te has fijado en el? -pregunto Raskolnikof tras una pausa.

-Si, lo he podido observar perfectamente.

-?De veras lo has podido examinar bien? -insistio Raskolnikof.

-Si, recuerdo todos sus rasgos. Reconoceria a ese hombre entre mil, pues tengo buena memoria para las fisonomias.

Callaron nuevamente.

-Oye -murmuro Raskolnikof-, ?sabes que...? Mira, estaba pensando que... ?no habra sido todo una ilusion?

-Pero ?que dices? No lo entiendo.

Raskolnikof torcio la boca en una sonrisa.

-Te lo dire claramente. Todos creereis que me he vuelto loco, y a mi me parece que tal vez es verdad, que he perdido la razon y que, por lo tanto, lo que he visto ha sido un espectro.

-Pero ?que disparates estas diciendo?

-Si, tal vez este loco y todos los acontecimientos de estos ultimos dias solo hayan ocurrido en mi imaginacion.

-?A ti te ha trastornado ese hombre, Rodia! ?Que te ha dicho? ?Que queria de ti?

Raskolnikof no le contesto. Rasumikhine reflexiono un instante.

-Bueno, te lo voy a contar todo -dijo-. He pasado por tu casa y he visto que estabas durmiendo. Entonces hemos comido y luego yo he visitado a Porfirio Petrovitch. Zamiotof estaba con el todavia. Intente empezar en seguida mis explicaciones, pero no lo consegui. No habia medio de entrar en materia como era debido. Ellos parecian no comprender y, por otra parte, no mostraban la menor desazon. Al fin, me llevo a Porfirio junto a la ventana y empiezo a hablarle, sin obtener mejores resultados. El mira hacia un lado, yo hacia otro. Finalmente le acerco el puno a la cara y le digo que le voy a hacer polvo. El se limita a mirarme en silencio. Yo escupo y me voy. Asi termina la escena. Ha sido una estupidez. Con Zamiotof no he cruzado una sola palabra... Yo temia haberte causado algun perjuicio con mi conducta; pero cuando bajaba la escalera he tenido un relampago de lucidez. ?Por que tenemos que preocuparnos tu ni yo? Si a ti te amenazara algun peligro, tal inquietud se comprenderia; pero ?que tienes tu que temer? Tu no tienes nada que ver con ese dichoso asunto y, por lo tanto, puedes reirte de ellos. Mas adelante podremos reirnos en sus propias narices, y si yo estuviera en tu lugar, me divertiria haciendoles creer que estan en lo cierto. Piensa en su bochorno cuando se den cuenta de su tremendo error. No lo pensemos mas. Ya les diremos lo que se merecen cuando llegue el momento. Ahora limitemonos a burlarnos de ellos.

-Tienes razon -dijo Raskolnikof.

Y penso: "?Que diras mas adelante, cuando lo sepas todo...? Es extrano: nunca se me habia ocurrido pensar que dira Rasumikhine cuando se entere."

Despues de hacerse esta reflexion miro fijamente a su amigo. El relato de la visita a Porfirio Petrovitch no le habia interesado apenas. ?Se habian sumado tantos motivos de preocupacion durante las ultimas horas a los que tenia desde hacia tiempo!

En el pasillo se encontraron con Lujine. Habia llegado a las ocho en punto y estaba buscando el numero de la habitacion de su prometida. Los tres cruzaron la puerta exterior casi al mismo tiempo, sin saludarse y sin mirarse siquiera. Los dos jovenes entraron primero en la habitacion. Piotr Petrovitch, siempre riguroso en cuestiones de etiqueta, se retraso un momento en el vestibulo para quitarse el sobretodo. Pulqueria Alejandrovna se dirigio inmediatamente a el, mientras Dunia saludaba a su hermano.

Piotr Petrovitch entro en la habitacion y saludo a las damas con la mayor amabilidad, pero con una gravedad exagerada. Parecia, ademas, un tanto desconcertado. Pulqueria Alejandrovna, que tambien daba muestras de cierta turbacion, se apresuro a hacerlos sentar a todos a la mesa redonda donde hervia el samovar. Dunia y Lujine quedaron el uno frente al otro, y Rasumikhine y Raskolnikof se sentaron de cara a Pulqueria Alejandrovna, aquel al lado de Lujine, y Raskolnikof junto a su hermana.

Hubo un momento de silencio. Lujine saco con toda lentitud un panuelo de batista perfumado y se sono con aire de hombre amable pero herido en su dignidad y decidido a pedir explicaciones. Apenas habia entrado en el vestibulo, le habia acometido la idea de no quitarse el gaban y retirarse, para castigar severamente a las dos damas y hacerles comprender la gravedad del acto que habian cometido. Pero no se habia atrevido a tanto. Por otra parte, le gustaban las situaciones claras y deseaba despejar la siguiente incognita: Pulqueria Alejandrovna y su hija debian de tener algun motivo para haber desatendido tan abiertamente su prohibicion, y este motivo era lo primero que el necesitaba conocer. Despues tendria tiempo de aplicar el castigo adecuado.

-Deseo que hayan tenido un buen viaje -dijo a Pulqueria Alejandrovna en un tono puramente formulario.

-Asi ha sido, gracias a Dios, Piotr Petrovitch.

-Lo celebro de veras. ?Y para usted no ha resultado fatigoso, Avdotia Romanovna?

-Yo soy joven y fuerte y no me fatigo -repuso Dunia-; pero mama ha llegado rendida.

-?Que quieren ustedes?-dijo Lujine-. Nuestros trayectos son interminables, pues nuestra madre Rusia es vastisima... A mi me fue materialmente imposible ir a recibirlas, pese a mi firme proposito de hacerlo. Sin embargo, confio en que no tropezarian ustedes con demasiadas dificultades.

-Pues si, Piotr Petrovitch -se apresuro a contestar Pulqueria Alejandrovna en un tono especial-, nos vimos verdaderamente apuradas, y si Dios no nos hubiera enviado a Dmitri Prokofitch, no se que habria sido de nosotras. Me refiero a este joven. Permitame que se lo presente: Dmitri Prokofitch Rasumikhine.

-?Ah! ?Es este joven? Ya tuve el placer de conocerlo ayer -murmuro Lujine lanzando al estudiante una mirada de reojo y enmudeciendo despues con las cejas fruncidas.

Piotr Petrovitch era uno de esos hombres que, a costa de no pocos esfuerzos, se muestran amabilisimos en sociedad, pero que, a la menor contrariedad, pierde los estribos de tal modo, que mas parecen patanes que distinguidos caballeros.

Hubo un nuevo silencio. Raskolnikof se encerraba en un obstinado mutismo. Avdotia Romanovna juzgaba que en aquellas circunstancias no le correspondia a ella romper el silencio. Rasumikhine no tenia nada que decir. En consecuencia, fue Pulqueria Alejandrovna la que tuvo que reanudar la conversacion.

-?Sabe usted que ha muerto Marfa Petrovna? -pregunto, echando mano de su supremo recurso.

-?Como no? Me lo comunicaron en seguida. Es mas, puedo informarla a usted de que Arcadio Ivanovitch Svidrigailof partio para Petersburgo inmediatamente despues del entierro de su esposa. Lo se de buena tinta.

-?Como? ?Ha venido a Petersburgo? -exclamo Dunetchka, alarmada y cambiando una mirada con su madre.

-Lo que usted oye. Y, dada la precipitacion de este viaje y las circunstancias que lo han precedido, hay que suponer que abriga alguna intencion oculta.

-?Senor! ?Es posible que venga a molestar a Dunetchka hasta aqui?

-Mi opinion es que no tienen ustedes motivo para inquietarse demasiado, ya que eludiran toda clase de relaciones con el. En lo que a mi concierne, estoy ojo avizor y pronto sabre adonde ha ido a parar.

-?Ah, Piotr Petrovitch! -exclamo Pulqueria Alejandrovna-. Usted no se puede imaginar hasta que punto me inquieta esa noticia. No he visto a ese hombre mas que dos veces, pero esto ha bastado para que le considere un ser monstruoso. Estoy segura de que es el culpable de la muerte de Marfa Petrovna.

-Sobre este punto, nada se puede afirmar. Lo digo porque poseo informes exactos. No niego que los malos tratos de ese hombre hayan podido acelerar en cierto modo el curso normal de las cosas. En cuanto a su conducta y, en general, en cuanto a su indole moral, estoy de acuerdo con usted. Ignoro si ahora es rico y que herencia habra recibido de Marfa Petrovna, pero no tardare en saberlo. Lo indudable es que, al vivir aqui, en Petersburgo, reanudara su antiguo genero de vida, por pocos recursos que tenga para ello. Es un hombre depravado y lleno de vicios. Tengo fundados motivos para creer que Maria Petrovna, que tuvo la desgracia de enamorarse de el, ademas de pagarle todas sus deudas, le presto hace ocho anos un extraordinario servicio de otra indole. A fuerza de gestiones y sacrificios, esa mujer consiguio ahogar en su origen un asunto criminal que bien podria haber terminado con la deportacion del senor Svidrigailof a Siberia. Se trata de un asesinato tan monstruoso, que raya en lo increible.

-?Senor Senor! -exclamo Pulqueria Alejandrovna.

Raskolnikof escuchaba atentamente.

-?Dice usted que habla basandose en informes dignos de credito? -pregunto severamente Avdotia Romanovna.

-Me limito a repetir lo que me confio en secreto Marfa Petrovna. Desde luego, el asunto esta muy confuso desde el punto de vista juridico. En aquella epoca habitaba aqui, e incluso parece que sigue habitando, una extranjera llamada Resslich que hacia pequenos prestamos y se dedicaba a otros trabajos. Entre esa mujer y el senor Svidrigailof existian desde hacia tiempo relaciones tan intimas como misteriosas. La extranjera tenia en su casa a una parienta lejana, me parece que una sobrina, que tenia quince anos, o tal vez catorce, y era sordomuda. Resslich odiaba a esta nina: apenas le daba de comer y la golpeaba barbaramente. Un dia la encontraron ahorcada en el granero. Cumplidas las formalidades acostumbradas, se dictamino que se trataba de un suicidio. Pero cuando el asunto parecia terminado, la policia notifico que la chiquilla habia sido violada por Svidrigailof. Cierto que todo esto estaba bastante confuso y que la acusacion procedia de otra extranjera, una alemana cuya inmoralidad era notoria y cuyo testimonio no podia tenerse en cuenta. Al fin, la denuncia fue retirada, gracias a los esfuerzos y al dinero de Marfa Petrovna. Entonces todo quedo reducido a los rumores que circulaban; pero esos rumores eran muy significativos. Sin duda, Avdotia Romanovna, cuando estaba usted en casa de esos senores, oia hablar de aquel criado llamado Filka, que murio a consecuencia de los malos tratos que se le dieron en aquellos tiempos en que existia la esclavitud.

-Lo que yo oi decir fue que Filka se habia suicidado.

-Eso es cierto y muy cierto; pero no cabe duda de que la causa del suicidio fueron los malos tratos y las sistematicas vejaciones que Filka recibia.

-Eso lo ignoraba -respondio Dunia secamente-. Lo que yo supe sobre este particular fue algo sumamente extrano. Ese Filka era, al parecer, un neurastenico, una especie de filosofo de baja estofa. Sus companeros decian de el que el exceso de lectura le habia trastornado. Y se afirmaba que se habia suicidado por librarse de las burlas mas que de los golpes de su dueno. Yo siempre he visto que el senor Svidrigailof trataba a sus sirvientes de un modo humanitario. Por eso incluso le querian, aunque, te confieso, les oi acusarle de la muerte de Filka.

-Veo, Avdotia Romanovna, que se siente usted inclinada a justificarle -dijo Lujine, torciendo la boca con una sonrisa equivoca-. De lo que no hay duda es de que es un hombre astuto que tiene una habilidad especial para conquistar el corazon de las mujeres. La pobre Marfa Petrovna, que acaba de morir en circunstancias extranas, es buena prueba de ello. Mi unica intencion era ayudarlas a usted y a su madre con mis consejos, en prevision de las tentativas que ese hombre no dejara de renovar. Estoy convencido de que Svidrigailof volvera muy pronto a la carcel por deudas. Marfa Petrovna no tuvo jamas la intencion de legarle una parte importante de su fortuna, pues pensaba ante todo en sus hijos, y si le ha dejado algo, habra sido una modesta suma, lo estrictamente necesario, una cantidad que a un hombre de sus costumbres no le permitira vivir mas de un ano.

-No hablemos mas del senor Svidrigailof, Piotr Petrovitch; se lo ruego -dijo Dunia-. Es un asunto que me pone nerviosa.

-Hace un rato ha estado en mi casa -dijo de subito Raskolnikof, hablando por primera vez.

Todos se volvieron a mirarle, lanzando exclamaciones de sorpresa. Incluso Piotr Petrovitch dio muestras de emocion.

-Hace cosa de hora y media -continuo Raskolnikof-, cuando yo estaba durmiendo, ha entrado, me ha despertado y ha hecho su propia presentacion. Se ha mostrado muy simpatico y alegre. Confia en que llegaremos a ser buenos amigos. Entre otras cosas, me ha dicho que desea tener contigo una entrevista, Dunia, y me ha rogado que le ayude a obtenerla. Quiere hacerte una proposicion y me ha explicado en que consiste. Ademas, me ha asegurado formalmente que Marfa Petrovna, ocho dias antes de morir, te lego tres mil rublos y que muy pronto recibiras esta suma.

-?Dios sea loado! -exclamo Pulqueria Alejandrovna, santiguandose-. ?Reza por ella, Dunia, reza por ella!

-Eso es cierto -no pudo menos de reconocer Lujine.

-Bueno, ?y que mas? -pregunto vivamente Dunetchka.

-Despues me ha dicho que no es rico, pues la hacienda pasa a poder de los hijos, que se han ido a vivir con su tia. Tambien me ha hecho saber que se hospeda cerca de mi casa. Pero no se donde, porque no se lo he preguntado.

-Pero ?que proposicion quiere hacer a Dunetchka? -pregunto, inquieta, Pulqueria Alejandrovna-. ?Te lo ha explicado?

-Ya os he dicho que si.

-Bien, ?que quiere proponerle?

-Ya hablaremos de eso despues.

Y Raskolnikof empezo a beberse en silencio su taza de te.

Piotr Petrovitch saco el reloj y miro la hora.

-Un asunto urgente me obliga a dejarles -dijo, y anadio, visiblemente resentido y levantandose-: Asi podran ustedes conversar mas libremente.

-No se vaya, Piotr Petrovitch -dijo Dunia-. Usted tenia la intencion de dedicarnos la velada. Ademas, usted ha dicho en su carta que desea tener una explicacion con mi madre.

-Eso es muy cierto, Avdotia Romanovna -dijo Lujine con acento solemne.

Se volvio a sentar, pero conservando el sombrero en sus manos, y continuo:

-En efecto, desearia aclarar con su madre y con usted ciertos puntos de gran importancia. Pero, del mismo modo que su hermano no quiere exponer ante mi las proposiciones del senor Svidrigailof, yo no puedo ni quiero hablar ante terceros de esos puntos de extrema gravedad. Por otra parte, ustedes no han tenido en cuenta el deseo que tan formalmente les he expuesto en mi carta.

Al llegar a este punto se detuvo con un gesto de dignidad y amargura.

-He sido exclusivamente yo la que ha decidido que no se tuviera en cuenta su deseo de que mi hermano no asistiera a esta reunion -dijo Dunia-. Usted nos dice en su carta que el le ha insultado, y yo creo que hay que poner en claro esta acusacion lo antes posible, con objeto de reconciliarlos. Si Rodia le ha ofendido realmente, debe excusarse y lo hara.

Al oir estas palabras, Piotr Petrovitch se crecio.

-Las ofensas que he recibido, Avdotia Romanovna, son de las que no se pueden olvidar, por mucho empeno que uno ponga en ello. En todas las cosas hay un limite que no se debe franquear, pues, una vez al otro lado, la vuelta atras es imposible.

-Usted no ha comprendido mi intencion, Piotr Petrovitch -replico Dunia, con cierta impaciencia-. Entiendame. Todo nuestro porvenir depende de la inmediata respuesta de esta pregunta: ?pueden arreglarse las cosas o no se pueden arreglar? He de decirle con toda franqueza que no puedo considerar la cuestion de otro modo y que, si siente usted algun afecto por mi, debe comprender que es preciso que este asunto quede resuelto hoy mismo, por dificil que ello pueda parecer.

-Me sorprende, Avdotia Romanovna, que plantee usted la cuestion en esos terminos -dijo Lujine con irritacion creciente-. Yo puedo apreciarla y amarla, aunque no quiera a algun miembro de su familia. Yo aspiro a la felicidad de obtener su mano, pero no puedo comprometerme a aceptar deberes que son incompatibles con mi...

-Deseche esa vana susceptibilidad, Piotr Petrovitch -le interrumpio Dunia con voz algo agitada- y muestrese como el hombre inteligente y noble que siempre he visto y que deseo seguir viendo en usted. Le he hecho una promesa de gran importancia: soy su prometida. Confie en mi en este asunto y creame capaz de ser imparcial en mi fallo. El papel de arbitro que me atribuyo debe sorprender a mi hermano tanto como a usted. Cuando hoy, despues de recibir su carta, he rogado insistentemente a Rodia que viniera a esta reunion, no le he dicho ni una palabra acerca de mis intenciones. Comprenda que si ustedes se niegan a reconciliarse, me vere obligada a elegir entre usted y el, ya que han llevado la cuestion a este extremo. Y ni quiero ni debo equivocarme en la eleccion. Acceder a los deseos de usted significa romper con mi hermano, y si escucho a mi hermano, tendre que renir con usted. Por lo tanto, necesito y tengo derecho a conocer con toda exactitud los sentimientos que inspiro tanto a usted como a el. Quiero saber si Rodia es un verdadero hermano para mi, y si usted me aprecia ahora y sabra amarme mas adelante como marido.

-Sus palabras, Avdotia Romanovna -repuso Lujine, herido en su amor propio-, son sumamente significativas. E incluso me atrevo a decir que me hieren, considerando la posicion que tengo el honor de ocupar respecto a usted. Dejando a un lado lo ofensivo que resulta para mi verme colocado al nivel de un joven... Lleno de soberbia, usted admite la posibilidad de una ruptura entre nosotros. Usted ha dicho que el o yo, y con esto me demuestra que soy muy poco para usted... Esto es inadmisible para mi, dado el genero de nuestras relaciones y el compromiso que nos une.

-?Como! -exclamo Dunia energicamente-. ?Comparo mi interes por usted con lo que hasta ahora mas he querido en mi vida, y considera usted que no le estimo lo suficiente!

Raskolnikof 'tuvo una caustica sonrisa. Rasumikhine estaba fuera de si. Pero Piotr Petrovitch no parecia impresionado por el argumento: cada vez estaba mas sofocado e intratable.

-El amor por el futuro companero de toda la vida debe estar por encima del amor fraternal -repuso sentenciosamente-. No puedo admitir de ningun modo que se me coloque en el mismo plano... Aunque hace un momento me he negado a franquearme en presencia de su hermano acerca del objeto de mi visita, deseo dirigirme a su respetable madre para aclarar un punto de gran importancia y que yo considero especialmente ofensivo para mi... Su hijo -anadio dirigiendose a Pulqueria Alejandrovna-, ayer, en presencia del senor Razudkine... Perdone si no es este su nombre -dijo, inclinandose amablemente ante Rasumikhine-, pues no lo recuerdo bien... Su hijo -repitio volviendo a dirigirse a Pulqueria Alejandrovna- me ofendio desnaturalizando un pensamiento que expuse a usted y a su hija aquel dia que tome cafe con ustedes. Yo dije que, a mi juicio, una joven pobre y que tiene experiencia en la desgracia ofrece a su marido mas garantia de felicidad que una muchacha que solo ha conocido la vida facil y comoda. Su hijo ha exagerado deliberadamente y desnaturalizado hasta lo absurdo el sentido de mis palabras, atribuyendome intenciones odiosas. Para ello se funda exclusivamente en las explicaciones que usted le ha dado por carta. Por esta razon, Pulqueria Alejandrovna, yo desearia que usted me tranquilizara demostrandome que estoy equivocado. Digame, ?en que terminos transmitio usted mi pensamiento a Rodion Romanovitch?

-No lo recuerdo -repuso Pulqueria Alejandrovna, llena de turbacion-. Yo dije lo que habia entendido. Por otra parte, ignoro como Rodia le habra transmitido a usted mis palabras. Tal vez ha exagerado.

-Solo pudo haberlo hecho inspirandose en la carta que usted le envio.

-Piotr Petrovitch -replico dignamente Pulqueria Alejandrovna-. La prueba de que no hemos tomado sus palabras en mala parte es que estamos aqui.

-Bien dicho, mama -aprobo Dunia.

-Entonces soy yo el que esta equivocado -dijo Lujine, ofendido.

-Es que usted, Piotr Petrovitch -dijo Pulqueria Alejandrovna, alentada por las palabras de su hija-, no hace mas que acusar a Rodia. Y no tiene en cuenta que en su carta nos dice acerca de el cosas que no son verdad.

-No recuerdo haber dicho ninguna falsedad en mi carta.

-Usted ha dicho -manifesto asperamente Raskolnikof, sin mirar a Lujine-, que yo entregue ayer mi dinero no a la viuda del hombre atropellado, sino a su hija, siendo asi que la vi ayer por primera vez. Usted se expreso de este modo con el deseo de indisponerme con mi familia, y para asegurarse de que conseguiria sus fines juzgo del modo mas innoble a una muchacha a la que no conoce. Esto es una calumnia y una villania.

-Perdone usted -dijo Lujine, temblando de colera-, pero si en mi carta he hablado extensamente de usted ha sido unicamente atendiendo a los deseos de su madre y de su hermana, que me rogaron que las informara de como le habia encontrado a usted y del efecto que me habia producido. Por otra parte, le desafio a que me senale una sola linea falsa en el pasaje al que usted alude. ?Negara que ha gastado su dinero y que en esa familia hay un miembro indigno?

-A mi juicio, usted, con todas sus cualidades, vale menos que el dedo menique de esa desgraciada muchacha a la que ha arrojado usted la piedra.

-?De modo que no vacilaria usted en introducirla en la sociedad de su hermana y de su madre?

-Ya lo he hecho. Hoy la he invitado a sentarse junto a ellas.

-?Rodia! -exclamo Pulqueria Alejandrovna.

Dunetchka enrojecio, Rasumikhine fruncio el entrecejo, Lujine sonrio altiva y despectivamente.

-Ya ve usted, Avdotia Romanovna, que es imposible toda reconciliacion. Creo que podemos dar el asunto por terminado y no volver a hablar de el. En fin, me retiro para no seguir inmiscuyendome en esta reunion de familia. Sin duda, tendran ustedes secretos que comunicarse.

Se levanto y cogio su sombrero.

-Pero, antes de irme, permitanme que les diga que espero no volver a verme expuesto a encuentros y escenas como los que acabo de tener. Me dirijo exclusivamente a usted, Pulqueria Alejandrovna, ya que a usted y solo a usted iba destinada mi carta.

Pulqueria Alejandrovna se estremecio ligeramente.

-Por lo visto, Piotr Petrovitch, se considera usted nuestro dueno absoluto. Ya le ha explicado Dunia por que razon no hemos tenido en cuenta su deseo. Mi hija ha obrado con la mejor intencion. En cuanto a su carta, no puedo menos de decirle que esta escrita en un tono bastante imperioso. ?Pretende usted obligarnos a considerar sus menores deseos como ordenes? Por el contrario, yo creo que debe usted tratarnos con los mayores miramientos, ya que hemos depositado toda nuestra confianza en usted, que lo hemos dejado todo por venir a Petersburgo y que, en consecuencia, estamos a su merced.

-Eso no es totalmente exacto, Pulqueria Alejandrovna, y menos ahora que ya sabe usted que Marfa Petrovna ha legado a su hija tres mil rublos, suma que llega con gran oportunidad, a juzgar por el tono en que me esta usted hablando -anadio Lujine secamente.

-Esa observacion -dijo Dunia, indignada- puede ser una prueba de que usted ha especulado con nuestra pobreza.

-Sea como fuere, ahora todo ha cambiado. Y me voy; no quiero seguir siendo un obstaculo para que su hermano les transmita las proposiciones secretas de Arcadio Ivanovitch Svidrigailof. Sin duda, esto es importantisimo para ustedes, e incluso sumamente agradable.

-?Dios mio! -exclamo Pulqueria Alejandrovna.

Rasumikhine hacia inauditos esfuerzos para permanecer en su silla.

-?No te da verguenza soportar tanto insulto, Dunia? -pregunto Raskolnikof.

-Si, Rodia; estoy avergonzada -y, palida de ira, grito a Lujine-: ?Salga de aqui, Piotr Petrovitch!

Lujine no esperaba ni remotamente semejante reaccion. Tenia demasiada confianza en si mismo y contaba con la debilidad de sus victimas. No podia dar credito a sus oidos. Palidecio y sus labios empezaron a temblar.

-Le advierto, Avdotia Romanovna, que si me marcho en estas condiciones puede tener la seguridad de que no volvere. Reflexione. Yo mantengo siempre mi palabra.

-?Que insolencia! -grito Dunia, irritada-. ?Pero si yo no quiero volverle a ver!

-?Como se atreve a hablar asi? -exclamo Lujine, desconcertado, pues en ningun momento habia creido en la posibilidad de una ruptura-. Tenga usted en cuenta que yo podria protestar.

-?Usted no tiene ningun derecho a hablar asi! -replico vivamente Pulqueria Alejandrovna-. ?Contra que va a protestar? ?Y con que atribuciones? ?Cree usted que puedo poner a mi hija en manos de un hombre como usted? ?Vayase y dejenos en paz! Hemos cometido la equivocacion de aceptar una proposicion que no ha resultado nada decorosa. De ningun modo debi...

-No obstante, Pulqueria Alejandrovna -exclamo Lujine, exasperado-, usted me ato con una promesa que ahora retira. Y, ademas..., ademas, nuestro compromiso me ha obligado a..., en fin, a hacer ciertos gastos.

Esta ultima queja era tan propia del caracter de Lujine, que Raskolnikof, pese a la colera que le dominaba, no pudo contenerse y se echo a reir.

En cambio, a Pulqueria Alejandrovna la hirio profundamente el reproche de Lujine.

-?Gastos? ?Que gastos? ?Se refiere usted, quizas, a la maleta que se encargo de enviar aqui? ?Pero si consiguio usted que la transportaran gratuitamente! ?Senor! ?Pretender que nosotras le hemos atado! Mida bien sus palabras, Piotr Petrovitch. ?Es usted el que nos ha tenido a su merced, atadas de pies y manos!

-Basta, mama, basta -dijo Dunia en tono suplicante-. Piotr Petrovitch, tenga la bondad de marcharse.

-Ya me voy -repuso Lujine, ciego de colera-. Pero permitame unas palabras, las ultimas. Su madre parece haber olvidado que yo pedi la mano de usted cuando era el blanco de las murmuraciones de toda la comarca. Por usted desafie a la opinion publica y consegui restablecer su reputacion. Esto me hizo creer que podia contar con su agradecimiento. Pero ustedes me han abierto los ojos y ahora me doy cuenta de que tal vez fui un imprudente al despreciar a la opinion publica.

-?Este hombre se ha empenado en que le rompan la cabeza! -exclamo Rasumikhine, levantandose de un salto y disponiendose a castigar al insolente.

-?Es usted un hombre vil y malvado! -lijo Dunia.

-?Quieto! -exclamo Raskolnikof reteniendo a Rasumikhine.

Despues se acerco a Lujine, tanto que sus cuerpos casi se tocaban, y le dijo en voz baja pero con toda claridad:

-?Salga de aqui, y ni una palabra mas!

Piotr Petrovitch, cuyo rostro estaba palido y contraido por la colera, le miro un instante en silencio. Despues giro sobre sus talones y se fue, sintiendo un odio mortal contra Raskolnikof, al que achacaba la culpa de su desgracia.

Pero mientras bajaba la escalera se imaginaba -cosa notable- que no estaba todo definitivamente perdido y que bien podia esperar reconciliarse con las dos damas.