Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке
De pronto volvio a la realidad y se detuvo.
"Dices que la boda no se celebrara, pero ?que haras para impedirla? Y ?con que derecho te opondras? Tu les dedicaras toda tu vida, todo tu porvenir, pero cuando hayas terminado los estudios y estes situado. Ya sabemos lo que eso significa: no son mas que castillos en el aire... Ahora, inmediatamente, ?que haras? Pues es ahora cuando has de hacer algo, ?no comprendes? ?Y que es lo que haces? Las arruinas, pues si te han podido mandar dinero ha sido porque una ha pedido un prestamo sobre su pension y la otra un anticipo en sus honorarios. ?Como las libraras de los Atanasio Ivanovitch y de los Svidrigailof, tu, futuro millonario de imaginacion, Zeus de fantasia que te irrogas el derecho de disponer de su destino? En diez anos, tu madre habra tenido tiempo para perder la vista haciendo labores y llorando, y la salud a fuerza de privaciones. ?Y que me dices de tu hermana? ?Vamos, trata de imaginarte lo que sera tu hermana dentro de diez anos o en el transcurso de estos diez anos! ?Has comprendido?"
Se torturaba haciendose estas preguntas y, al mismo tiempo, experimentaba una especie de placer. No podian sorprenderle, porque no eran nuevas para el: eran viejas cuestiones familiares que ya le habian hecho sufrir cruelmente, tanto, que su corazon estaba hecho jirones. Hacia ya tiempo que habia germinado en su alma esta angustia que le torturaba. Luego habia ido creciendo, amasandose, desarrollandose, y ultimamente parecia haberse abierto como una flor y adoptado la forma de una espantosa, fantastica y brutal interrogacion que le atormentaba sin descanso y le exigia imperiosamente una respuesta.
La carta de su madre habia caido sobre el como un rayo. Era evidente que ya no habia tiempo para lamentaciones ni penas esteriles. No era ocasion de ponerse a razonar sobre su impotencia, sino que debia obrar inmediatamente y con la mayor rapidez posible. Habia que tomar una determinacion, una cualquiera, costara lo que costase. Habia que hacer esto o...
-?Renunciar a la verdadera vida! -exclamo en una especie de delirio-. Aceptar el destino con resignacion, aceptarlo tal como es y para siempre, ahogar todas las aspiraciones, abdicar definitivamente el derecho de obrar, de vivir, de amar...
"?Comprende usted lo que significa no tener adonde ir?" Estas habian sido las palabras pronunciadas por Marmeladof la vispera y de las que Raskolnikof se habia acordado subitamente, porque "todo hombre debe tener un lugar adonde ir".
De pronto se estremecio. Una idea que habia cruzado su mente el dia anterior acababa de acudir nuevamente a su cerebro. Pero no era la vuelta de este pensamiento lo que le habia sacudido. Sabia que la idea tenia que volver, lo presentia, lo esperaba. No obstante, no era exactamente la misma que la de la vispera. La diferencia consistia en que la del dia anterior, identica a la de todo el mes ultimo, no era mas que un sueno, mientras que ahora... ahora se le presentaba bajo una forma nueva, amenazadora, misteriosa. Se daba perfecta cuenta de ello. Sintio como un golpe en la cabeza; una nube se extendio ante sus ojos.
Dirigio una rapida mirada en torno de el como si buscase algo. Experimentaba la necesidad de sentarse. Su vista erraba en busca de un banco. Estaba en aquel momento en el bulevar K..., y el banco se ofrecio a sus ojos, a unos cien pasos de distancia. Acelero el paso cuanto le fue posible, pero por el camino le ocurrio una pequena aventura que absorbio su atencion durante unos minutos. Estaba mirando el banco desde lejos, cuando advirtio que a unos veinte pasos delante de el habia una mujer a la que empezo por no prestar mas atencion que a todas las demas cosas que habia visto hasta aquel momento en su camino. ?Cuantas veces entraba en su casa sin acordarse ni siquiera de las calles que habia recorrido! Incluso se habia acostumbrado a ir por la calle sin ver nada. Pero en aquella mujer habia algo extrano que sorprendia desde el primer momento, y poco a poco se fue captando la atencion de Raskolnikof. Al principio, esto ocurrio contra su voluntad e incluso le puso de mal humor, pero en seguida la impresion que le habia dominado empezo a cobrar una fuerza creciente. De subito le acometio el deseo de descubrir lo que hacia tan extrana a aquella mujer.
Desde luego, a juzgar por las apariencias, debia de ser una muchacha, una adolescente. Iba con la cabeza descubierta, sin sombrilla, a pesar del fuerte sol, y sin guantes, y balanceaba grotescamente los brazos al andar. Llevaba un ligero vestido de seda, mal ajustado al cuerpo, abrochado a medias y con un desgarron en lo alto de la falda, en el talle. Un jiron de tela ondulaba a su espalda. Llevaba sobre los hombros una panoleta y avanzaba con paso inseguro y vacilante.
Este encuentro acabo por despertar enteramente la atencion de Raskolnikof. Alcanzo a la muchacha cuando llegaron al banco, donde ella, mas que sentarse, se dejo caer y, echando la cabeza hacia atras, cerro los ojos como si estuviera rendida de fatiga. Al observarla de cerca, advirtio que su estado obedecia a un exceso de alcohol. Esto era tan extrano, que Raskolnikof se pregunto en el primer momento si no se habria equivocado. Estaba viendo una carita casi infantil, de unos dieciseis anos, tal vez quince, una carita orlada de cabellos rubios, bonita, pero algo hinchada y congestionada. La chiquilla parecia estar por completo inconsciente; habia cruzado las piernas, adoptando una actitud desvergonzada, y todo parecia indicar que no se daba cuenta de que estaba en la calle.
Raskolnikof no se sento, pero tampoco queria marcharse. Permanecia de pie ante ella, indeciso.
Aquel bulevar, poco frecuentado siempre, estaba completamente desierto a aquella hora: alrededor de la una de la tarde. Sin embargo, a unos cuantos pasos de alli, en el borde de la calzada, habia un hombre que parecia sentir un vivo deseo de acercarse a la muchacha, por un motivo a otro. Sin duda habia visto tambien a la joven antes de que llegara al banco y la habia seguido, pero Raskolnikof le habia impedido llevar a cabo sus planes. Dirigia al joven miradas furiosas, aunque a hurtadillas, de modo que Raskolnikof no se dio cuenta, y esperaba con impaciencia el momento en que el desharrapado joven le dejara el campo libre.
Todo estaba perfectamente claro. Aquel senor era un hombre de unos treinta anos, bien vestido, grueso y fuerte, de tez roja y boca pequena y encarnada, coronada por un fino bigote.
Al verle, Raskolnikof experimento una violenta colera. De subito le acometio el deseo de insultar a aquel fatuo.
-Diga, Svidrigailof: ?que busca usted aqui? -exclamo cerrando los punos y con una sonrisa mordaz.
-?Que significa esto? -exclamo el interpelado con arrogancia, frunciendo las cejas y mientras su semblante adquiria una expresion de asombro y disgusto.
-?Largo de aqui! Esto es lo que significa.
-?Como te atreves, miserable...?
Levanto su fusta. Raskolnikof se arrojo sobre el con los punos cerrados, sin pensar en que su adversario podia deshacerse sin dificultad de dos hombres como el. Pero en este momento alguien le sujeto fuertemente por la espalda. Un agente de policia se interpuso entre los dos rivales.
-?Calma, senores! No se admiten rinas en los lugares publicos.
Y pregunto a Raskolnikof, al reparar en su destrozado traje:
-?Que le ocurre a usted? ?Como se llama?
Raskolnikof lo examino atentamente. El policia tenia una noble cara de soldado y lucia mostachos y grandes patillas. Su mirada parecia llena de inteligencia.
-Precisamente es usted el hombre que necesito -grito el joven cogiendole del brazo-. Soy Raskolnikof, antiguo estudiante... Digo que lo necesito por usted -anadio dirigiendose al otro- Venga, guardia; quiero que vea una cosa...
Y sin soltar el brazo del policia lo condujo al banco.
-Venga... Mire... Esta completamente embriagada. Hace un momento se paseaba por el bulevar. Sabe Dios lo que sera, pero desde luego, no tiene aspecto de mujer alegre profesional. Yo creo que la han hecho beber y se han aprovechado de su embriaguez para abusar de ella. ?Comprende usted? Despues la han dejado libre en este estado. Observe que sus ropas estan desgarradas y mal puestas. No se ha vestido ella misma, sino que la han vestido. Esto es obra de unas manos inexpertas, de unas manos de hombre; se ve claramente. Y ahora mire para ese lado. Ese senor con el que he estado a punto de llegar a las manos hace un momento es un desconocido para mi: es la primera vez que le veo. El la ha visto como yo, hace unos instantes, en su camino, se ha dado cuenta de que estaba bebida, inconsciente, y ha sentido un vivo deseo de acercarse a ella y, aprovechandose de su estado, llevarsela Dios sabe adonde. Estoy seguro de no equivocarme. No me equivoco, creame. He visto como la acechaba. Yo he desbaratado sus planes, y ahora solo espera que me vaya. Mire: se ha retirado un poco y, para disimular, esta haciendo un cigarrillo. ?Como podriamos librar de el a esta pobre chica y llevarla a su casa? Piense a ver si se le ocurre algo.
El agente comprendio al punto la situacion y se puso a reflexionar. Los propositos del grueso caballero saltaban a la vista; pero habia que conocer los de la muchacha. El agente se inclino sobre ella para examinar su rostro desde mas cerca y experimento una sincera compasion.
-?Que pena! -exclamo, sacudiendo la cabeza-. Es una nina. Le han tendido un lazo, no cabe duda... Oiga, senorita, ?donde vive?
La muchacha levanto sus pesados parpados, miro con una expresion de aturdimiento a los dos hombres a hizo un gesto como para rechazar sus preguntas.
-Oiga, guardia -dijo Raskolnikof, buscando en sus bolsillos, de donde extrajo veinte kopeks-. Aqui tiene dinero. Tome un coche y llevela a su casa. ?Si pudieramos averiguar su direccion...!
-Senorita -volvio a decir el agente, cogiendo el dinero-: voy a parar un coche y la acompanare a su casa. ?Adonde hay que llevarla? ?Donde vive?
-?Dejadme en paz! ?Que pelmas! -exclamo la muchacha, repitiendo el gesto de rechazar a alguien.
-Es lamentable. ?Que verguenza! -se dolio el agente, sacudiendo la cabeza nuevamente con un gesto de reproche, de piedad y de indignacion-. Ahi esta la dificultad -anadio, dirigiendose a Raskolnikof y echandole por segunda vez una rapida mirada de arriba abajo. Sin duda le extranaba que aquel joven andrajoso diera dinero-. ?La ha encontrado usted lejos de aqui? -le pregunto.
-Ya le he dicho que ella iba delante de mi por el bulevar. Se tambaleaba y, apenas ha llegado al banco, se ha dejado caer.
-?Que cosas tan vergonzosas se ven hoy en este mundo, Senor! ?Tan joven, y ya bebida! No cabe duda de que la han enganado. Mire: sus ropas estan llenas de desgarrones. ?Ah, cuanto vicio hay hoy por el mundo! A lo mejor es hija de casa noble venida a menos. Esto es muy corriente en nuestros tiempos. Parece una muchacha de buena familia.
De nuevo se inclino sobre ella. Tal vez el mismo era padre de jovenes bien educadas que habrian podido pasar por senoritas de buena familia y finos modales.
-Lo mas importante -exclamo Raskolnikof, agitado-, lo mas importante es no permitir que caiga en manos de ese malvado. La ultrajaria por segunda vez; sus pretensiones son claras como el agua. ?Mirelo! El muy granuja no se va.
Hablaba en voz alta y senalaba al desconocido con el dedo. Este lo oyo y parecio que iba a dejarse llevar de la colera, pero se contuvo y se limito a dirigirle una mirada desdenosa. Luego se alejo lentamente una docena de pasos y se detuvo de nuevo.
-No permitir que caiga en sus manos -repitio el agente, pensativo-. Desde luego, eso se podria conseguir. Pero tenemos que averiguar su direccion. De lo contrario... Oiga, senorita. Digame...
Se habia inclinado de nuevo sobre ella. De subito, la muchacha abrio los ojos por completo, miro a los dos hombres atentamente y, como si la luz se hiciera repentinamente en su cerebro, se levanto del banco y emprendio a la inversa el camino por donde habia venido.
-?Los muy insolentes! -murmuro-. ?No me los puedo quitar de encima!
Y agito de nuevo los brazos con el gesto del que quiere rechazar algo. Iba con paso rapido y todavia inseguro. El elegante desconocido continuo la persecucion, pero por el otro lado de la calzada y sin perderla de vista.
-No se inquiete -dijo resueltamente el policia, ajustando su paso al de la muchacha-: ese hombre no la molestara. ?Ah, cuanto vicio hay por el mundo! -repitio, y lanzo un suspiro.
En ese momento, Raskolnikof se sintio asaltado por un impulso incomprensible.
-?Oiga! -grito al noble bigotudo.
El policia se volvio.
-?Dejela! ?A usted que? ?Deje que se divierta! -y senalaba al perseguidor-. ?A usted que?
El agente no comprendia. Le miraba con los ojos muy abiertos.
Raskolnikof se echo a reir.
-?Bah! -exclamo el agente mientras sacudia la mano con ademan desdenoso.
Y continuo la persecucion del elegante senor y de la muchacha.
Sin duda habia tomado a Raskolnikof por un loco o por algo peor.
Cuando el joven se vio solo se dijo, indignado:
"Se lleva mis veinte kopeks. Ahora hara que el otro le pague tambien y le dejara la muchacha: asi terminara la cosa. ?Quien me ha mandado meterme a socorrerla? ?Acaso esto es cosa mia? Solo piensan en comerse vivos unos a otros. ?A mi que me importa? Tampoco se como me he atrevido a dar esos veinte kopeks. ?Como si fueran mios...!"
A pesar de estas extranas palabras, tenia el corazon oprimido. Se sento en el banco abandonado. Sus pensamientos eran incoherentes. Por otra parte, pensar, fuera en lo que fuere, era para el un martirio en aquel momento. Hubiera deseado olvidarlo todo, dormirse, despues despertar y empezar una nueva vida.
"?Pobre muchacha! -se dijo mirando el pico del banco donde habia estado sentada-. Cuando vuelva en si, llorara y su madre se enterara de todo. Primero, su madre le pegara, despues la azotara cruelmente, como a un ser vil, y acto seguido, a lo mejor, la echara a la calle. Aunque no la eche, una Daria Frantzevna cualquiera acabara por olfatear la presa, y ya tenemos a la pobre muchacha rodando de un lado a otro... Despues el hospital (asi ocurre siempre a las que tienen madres honestas y se ven obligadas a hacer las cosas discretamente), y despues... despues... otra vez al hospital. Dos o tres anos de esta vida, y ya es un ser acabado; si, a los dieciocho o diecinueve anos, ya es una mujer agotada... ?Cuantas he visto asi! ?Cuantas han llegado a eso! Si, todas empiezan como esta... Pero ?que me importa a mi! Un tanto por ciento al ano ha de terminar asi y desaparecer. Dios sabe donde..., en el infierno, sin duda, para garantizar la tranquilidad de los demas... ?Un tanto por ciento! ?Que expresiones tan finas, tan tranquilizadoras, tan tecnicas, emplea la gente...! Un tanto por ciento; no hay, pues, razon, para inquietarse... Si se dijera de otro modo, la cosa cambiaria..., la preocupacion seria mayor...
"?Y si Dunetchka se viera englobada en este tanto por ciento, si no el ano que corre, el que viene?
"Pero, a todo esto, ?adonde voy?-penso de subito-. ?Que raro! Yo he salido de casa para ir a alguna parte; apenas he terminado de leer, he salido para... ?Ahora me acuerdo: iba a Vasilievski Ostrof, a casa de Rasumikhine! Pero ?para que? ?A santo de que se me ha ocurrido ir a ver a Rasumikhine? ?Que cosa tan extraordinaria!"
Ni el mismo comprendia sus actos. Rasumikhine era uno de sus antiguos companeros de universidad. Hay que advertir que Raskolnikof, cuando estudiaba, vivia aparte de los demas alumnos, aislado, sin ir a casa de ninguno de ellos ni admitir sus visitas. Sus companeros le habian vuelto pronto la espalda. No tomaba parte en las reuniones, en las polemicas ni en las diversiones de sus condiscipulos. Estudiaba con un ahinco, con un ardor que le habia atraido la admiracion de todos, pero ninguno le tenia afecto. Era pobre en extremo, orgulloso, altivo, y vivia encerrado en si mismo como si guardara un secreto. Algunos de sus companeros juzgaban que los consideraba como ninos a los que superaba en cultura y conocimientos y cuyas ideas e intereses eran muy inferiores a los suyos.
Sin embargo, habia hecho amistad con Rasumikhine. Por lo menos, se mostraba con el mas comunicativo, mas franco que con los demas. Y es que era imposible comportarse con Rasumikhine de otro modo. Era un muchacho alegre, expansivo y de una bondad que rayaba en el candor. Pero este candor no excluia los sentimientos profundos ni la perfecta dignidad. Sus amigos lo sabian, y por eso lo estimaban todos. Estaba muy lejos de ser torpe, aunque a veces se mostraba demasiado ingenuo. Tenia una cara expresiva; era alto y delgado, de cabello negro, e iba siempre mal afeitado. Hacia sus calaveradas cuando se presentaba la ocasion, y se le tenia por un hercules. Una noche que recorria las calles en compania de sus camaradas habia derribado de un solo punetazo a un gendarme que media como minimo uno noventa de estatura. Del mismo modo que podia beber sin tasa, era capaz de observar la sobriedad mas estricta. Unas veces cometia locuras imperdonables; otras mostraba una prudencia ejemplar.
Rasumikhine tenia otra caracteristica notable: ninguna contrariedad le turbaba; ningun reves le abatia. Podria haber vivido sobre un tejado, soportar el hambre mas atroz y los frios mas crueles. Era extremadamente pobre, tenia que vivir de sus propios recursos y nunca le faltaba un medio a otro de ganarse la vida. Conocia infinidad de lugares donde procurarse dinero..., trabajando, naturalmente.
Se le habia visto pasar todo un invierno sin fuego, y el decia que esto era agradable, ya que se duerme mejor cuando se tiene frio. Habia tenido tambien que dejar la universidad por falta de recursos, pero confiaba en poder reanudar sus estudios muy pronto, y procuraba por todos los medios mejorar su situacion pecuniaria.
Hacia cuatro meses que Raskolnikof no habia ido a casa de Rasumikhine. Y Rasumikhine ni siquiera conocia la direccion de su amigo. Un dia, hacia unos dos meses, se habian encontrado en la calle, pero Raskolnikof se habia desviado e incluso habia pasado a la otra acera. Rasumikhine, aunque habia reconocido perfectamente a su amigo, habia fingido no verle, a fin de no avergonzarle.
V
No hace mucho -penso- me propuse, en efecto, ir a pedir a Rasumikhine que me proporcionara trabajo (lecciones a otra cosa cualquiera); pero ahora ?que puede hacer por mi? Admitamos que me encuentre algunas lecciones e incluso que se reparta conmigo sus ultimos kopeks, si tiene alguno, de modo que yo no pueda comprarme unas botas y adecentar mi traje, pues no voy a presentarme asi a dar lecciones. Pero ?que hare despues con unos cuantos kopeks? ?Es esto acaso lo que yo necesito ahora? ?Es sencillamente ridiculo que vaya a casa de Rasumikhine!"
La cuestion de averiguar por que se dirigia a casa de Rasumikhine le atormentaba mas de lo que se confesaba a si mismo. Buscaba afanosamente un sentido siniestro a aquel acto aparentemente tan anodino.
"?Se puede admitir que me haya figurado que podria arreglarlo todo con la exclusiva ayuda de Rasumikhine, que en el podia hallar la solucion de todos mis graves problemas?", se pregunto sorprendido.
Reflexionaba, se frotaba la frente. Y he aqui que de pronto -cosa inexplicable-, despues de estar torturandose la mente durante largo rato, una idea extraordinaria surgio en su cerebro.
"Ire a casa de Rasumikhine -se dijo entonces con toda calma, como el que ha tomado una resolucion irrevocable-; ire a casa de Rasumikhine, cierto, pero no ahora...; ire a su casa al dia siguiente del hecho, cuando todo haya terminado y todo haya cambiado para mi."
Repentinamente, Raskolnikof volvio en si.
"Despues del hecho -se dijo con un sobresalto-. Pero este hecho ?se llevara a cabo, se realizara verdaderamente?"
Se levanto del banco y echo a andar con paso rapido. Casi corria, con la intencion de volver a su casa. Pero al pensar en su habitacion experimento una impresion desagradable. Era en su habitacion, en aquel miserable tabuco, donde habia madurado la "cosa", hacia ya mas de un mes. Raskolnikof dio media vuelta y continuo su marcha a la ventura.
Un febril temblor nervioso se habia apoderado de el. Se estremecia. Tenia frio a pesar de que el calor era insoportable. Cediendo a una especie de necesidad interior y casi inconsciente, hizo un gran esfuerzo para fijar su atencion en las diversas cosas que veia, con objeto de librarse de sus pensamientos; pero el empeno fue vano: a cada momento volvia a caer en su delirio. Estaba absorto unos instantes, se estremecia, levantaba la cabeza, paseaba la mirada a su alrededor y ya no se acordaba de lo que estaba pensando hacia unos segundos. Ni siquiera reconocia las calles que iba recorriendo. Asi atraveso toda la isla Vasilievski, llego ante el Pequeno Neva, paso el puente y desemboco en las islas menores.
En el primer momento, el verdor y la frescura del paisaje alegraron sus cansados ojos, habituados al polvo de las calles, a la blancura de la cal, a los enormes y aplastantes edificios. Aqui la atmosfera no era irrespirable ni pestilente. No se veia ni una sola taberna... Pero pronto estas nuevas sensaciones perdieron su encanto para el, que otra vez cayo en un malestar enfermizo.
A veces se detenia ante alguno de aquellos chales graciosamente incrustados en la verde vegetacion. Miraba por la verja y veia a lo lejos, en balcones y terrazas, mujeres elegantemente compuestas y ninos que correteaban por el jardin. Lo que mas le interesaba, lo que atraia especialmente sus miradas, eran las flores. De vez en cuando veia pasar elegantes jinetes, amazonas, magnificos carruajes. Los seguia atentamente con la mirada y los olvidaba antes de que hubieran desaparecido.
De pronto se detuvo y conto su dinero. Le quedaban treinta kopeks... "Veinte al agente de policia, tres a Nastasia por la carta. Por lo tanto, ayer deje en casa de los Marmeladof de cuarenta y siete a cincuenta..." Sin duda habia hecho estos calculos por algun motivo, pero lo olvido apenas saco el dinero del bolsillo y no volvio a recordarlo hasta que, al pasar poco despues ante una tienda de comestibles, un tabernucho mas bien, noto que estaba hambriento.
Entro en el figon, se bebio una copa de vodka y dio algunos bocados a un pastel que se llevo para darle fin mientras continuaba su paseo. Hacia mucho tiempo que no habia probado el vodka, y la copita que se acababa de tomar le produjo un efecto fulminante. Las piernas le pesaban y el sueno le rendia. Se propuso volver a casa, pero, al llegar a la isla Petrovski, hubo de detenerse: estaba completamente agotado.
Salio, pues, del camino, se interno en los sotos, se dejo caer en la hierba y se quedo dormido en el acto.
Los suenos de un hombre enfermo suelen tener una nitidez extraordinaria y se asemejan a la realidad hasta confundirse con ella. Los sucesos que se desarrollan son a veces monstruosos, pero el escenario y toda la trama son tan verosimiles y estan llenos de detalles tan imprevistos, tan ingeniosos, tan logrados, que el durmiente no podria imaginar nada semejante estando despierto, aunque fuera un artista de la talla de Pushkin o Turgueniev. Estos suenos no se olvidan con facilidad, sino que dejan una impresion profunda en el desbaratado organismo y el excitado sistema nervioso del enfermo.
Raskolnikof tuvo un sueno horrible. Volvio a verse en el pueblo donde vivio con su familia cuando era nino. Tiene siete anos y pasea con su padre por los alrededores de la pequena poblacion, ya en pleno campo. Esta nublado, el calor es bochornoso, el paisaje es exactamente igual al que el conserva en la memoria. Es mas, su sueno le muestra detalles que ya habia olvidado. El panorama del pueblo se ofrece enteramente a la vista. Ni un solo arbol, ni siquiera un sauce blanco en los contornos. Unicamente a lo lejos, en el horizonte, en los confines del cielo, por decirlo asi, se ve la mancha oscura de un bosque.
A unos cuantos pasos del ultimo jardin de la poblacion hay una taberna, una gran taberna que impresionaba desagradablemente al nino, e incluso lo atemorizaba, cuando pasaba ante ella con su padre. Estaba siempre llena de clientes que vociferaban, reian, se insultaban, cantaban horriblemente, con voces desgarradas, y llegaban muchas veces a las manos. En las cercanias de la taberna vagaban siempre hombres borrachos de caras espantosas. Cuando el nino los veia, se apretaba convulsivamente contra su padre y temblaba de pies a cabeza. No lejos de alli pasaba un estrecho camino eternamente polvoriento. ?Que negro era aquel polvo! El camino era tortuoso y, a unos trescientos pasos de la taberna, se desviaba hacia la derecha y contorneaba el cementerio.
En medio del cementerio se alzaba una iglesia de piedra, de cupula verde. El nino la visitaba dos veces al ano en compania de su padre y de su madre para oir la misa que se celebraba por el descanso de su abuela, muerta hacia ya mucho tiempo y a la que no habia conocido. La familia llevaba siempre, en un plato envuelto con una servilleta, el pastel de los muertos, sobre el que habia una cruz formada con pasas. Raskolnikof adoraba esta iglesia, sus viejas imagenes desprovistas de adornos, y tambien a su viejo sacerdote de cabeza temblorosa. Cerca de la lapida de su abuela habia una pequena tumba, la de su hermano menor, muerto a los seis meses y del que no podia acordarse porque no lo habia conocido. Si sabia que habia tenido un hermano era porque se lo habian dicho. Y cada vez que iba al cementerio, se santiguaba piadosamente ante la pequena tumba, se inclinaba con respeto y la besaba.
Y ahora he aqui el sueno.
Va con su padre por el camino que conduce al cementerio. Pasan por delante de la taberna. Sin soltar la mano de su padre, dirige una mirada de horror al establecimiento. Ve una multitud de burguesas endomingadas, campesinas con sus maridos, y toda clase de gente del pueblo. Todos estan ebrios; todos cantan. Ante la puerta hay un raro vehiculo, una de esas enormes carretas de las que suelen tirar robustos caballos y que se utilizan para el transporte de barriles de vino y toda clase de mercancias. Raskolnikof se deleitaba contemplando estas hermosas bestias de largas crines y recias patas, que, con paso mesurado y natural y sin fatiga alguna arrastraban verdaderas montanas de carga. Incluso se diria que andaban mas facilmente enganchados a estos enormes vehiculos que libres.
Pero ahora -cosa extrana- la pesada carreta tiene entre sus varas un caballejo de una delgadez lastimosa, uno de esos rocines de aldeano que el ha visto muchas veces arrastrando grandes carretadas de madera o de heno y que los mujiks desloman a golpes, llegando a pegarles incluso en la boca y en los ojos cuando los pobres animales se esfuerzan en vano por sacar al vehiculo de un atolladero. Este espectaculo llenaba de lagrimas sus ojos cuando era nino y lo presenciaba desde la ventana de su casa, de la que su madre se apresuraba a retirarlo.
De pronto se oye gran algazara en la taberna, de donde se ve salir, entre cantos y gritos, un grupo de corpulentos mujiks embriagados, luciendo camisas rojas y azules, con la balalaika en la mano y la casaca colgada descuidadamente en el hombro.
-?Subid, subid todos! -grita un hombre todavia joven, de grueso cuello, cara mofletuda y tez de un rojo de zanahoria-. Os llevare a todos. ?Subid!
Estas palabras provocan exclamaciones y risas.
-?Creeis que podra con nosotros ese esmirriado rocin?
-?Has perdido la cabeza, Mikolka? ?Enganchar una bestezuela asi a semejante carreta!
-?No os parece, amigos, que ese caballejo tiene lo menos veinte anos?
-?Subid! ?Os llevare a todos! -vuelve a gritar Mikolka.
Y es el primero que sube a la carreta. Coge las riendas y su corpachon se instala en el pescante.
-El caballo bayo -dice a grandes voces- se lo llevo hace poco Mathiev, y esta bestezuela es una verdadera pesadilla para mi. Me gusta pegarle, palabra de honor. No se gana el pienso que se come. ?Hala, subid! lo hare galopar, os aseguro que lo hare galopar.
Empuna el latigo y se dispone, con evidente placer, a fustigar al animalito.
-Ya lo ois: dice que lo hara galopar. ?Animo y arriba! -exclamo una voz burlona entre la multitud.
-?Galopar? Hace lo menos diez meses que este animal no ha galopado.
-Por lo menos, os llevara a buena marcha.
-?No lo compadezcais, amigos! ?Coged cada uno un latigo! ?Eso, buenos latigazos es lo que necesita esta calamidad!
Todos suben a la carreta de Mikolka entre bromas y risas. Ya hay seis arriba, y todavia queda espacio libre. En vista de ello, hacen subir a una campesina de cara rubicunda, con muchos bordados en el vestido y muchas cuentas de colores en el tocado. No cesa de partir y comer avellanas entre risas burlonas.
La muchedumbre que rodea a la carreta rie tambien. Y, verdaderamente, ?como no reirse ante la idea de que tan escualido animal pueda llevar al galope semejante carga? Dos de los jovenes que estan en la carreta se proveen de latigos para ayudar a Mikolka. Se oye el grito de U ?Arre! y el caballo tira con todas sus fuerzas. Pero no solo no consigue galopar, sino que apenas logra avanzar al paso. Patalea, gime, encorva el lomo bajo la granizada de latigazos. Las risas redoblan en la carreta y entre la multitud que la ve partir. Mikolka se enfurece y se ensana en la pobre bestia, obstinado en verla galopar.
-?Dejadme subir tambien a mi, hermanos! -grita un joven, seducido por el alegre espectaculo.
-?Sube! ?Subid! -grita Mikolka-. ?Nos llevara a todos! Yo le obligare a fuerza de golpes... ?Latigazos! ?Buenos latigazos!
La rabia le ciega hasta el punto de que ya ni siquiera sabe con que pegarle para hacerle mas dano.
-Papa, papaito -exclama Rodia-. ?Por que hacen eso? ?Por que martirizan a ese pobre caballito?
-Vamonos, vamonos -responde el padre-. Estan borrachos... Asi se divierten, los muy imbeciles... Vamonos..., no mires...
E intenta llevarselo. Pero el nino se desprende de su mano y, fuera de si, corre hacia la carreta. El pobre animal esta ya exhausto. Se detiene, jadeante; luego empieza a tirar nuevamente... Esta a punto de caer.
-?Pegadle hasta matarlo! -ruge Mikolka-. ?Eso es lo que hay que hacer! ?Yo os ayudo!
-?Tu no eres cristiano: eres un demonio! -grita un viejo entre la multitud.
Y otra voz anade:
-?Donde se ha visto enganchar a un animalito asi a una carreta como esa?
-?Lo vas a matar! -vocifera un tercero.
-?Id al diablo! El animal es mio y puedo hacer con el lo que me de la gana. ?Subid, subid todos! ?He de hacerlo galopar!
De subito, un coro de carcajadas ahoga la voz de Mikolka. El animal, aunque medio muerto por la lluvia de golpes, ha perdido la paciencia y ha empezado a cocear. Hasta el viejo, sin poder contenerse, participa de la alegria general. En verdad, la cosa no es para menos: ?dar coces un caballo que apenas se sostiene sobre sus patas...!
Dos mozos se destacan de la masa de espectadores, empunan cada uno un latigo y empiezan a golpear al pobre animal, uno por la derecha y otro por la izquierda.
-Pegadle en el hocico, en los ojos, ?dadle fuerte en los ojos! -vocifera Mikolka.
-?Cantemos una cancion, camaradas! -dice una voz en la carreta-. El estribillo teneis que repetirlo todos.
Los mujiks entonan una cancion grosera acompanados por un tamboril. El estribillo se silba. La campesina sigue partiendo avellanas y riendo con sorna.
Rodia se acerca al caballo y se coloca delante de el. Asi puede ver como le pegan en los ojos..., ?en los ojos...! Llora. El corazon se le contrae. Ruedan sus lagrimas. Uno de los verdugos le roza la cara con el latigo. El ni siquiera se da cuenta. Se retuerce las manos, grita, corre hacia el viejo de barba blanca, que sacude la cabeza y parece condenar el espectaculo. Una mujer lo coge de la mano y se lo quiere llevar. Pero el se escapa y vuelve al lado del caballo, que, aunque ha llegado al limite de sus fuerzas, intenta aun cocear.
-?El diablo te lleve! -vocifera Mikolka, ciego de ira.
Arroja el latigo, se inclina y coge del fondo de la carreta un grueso palo. Sosteniendolo con las dos manos por un extremo, lo levanta penosamente sobre el lomo de la victima.
-?Lo vas a matar! -grita uno de los espectadores.