Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке
"Es preferible no dormir", decidio.
De la ventana llegaba un aire frio y humedo. Sin moverse de donde estaba, Svidrigailof tiro de la cubierta y se envolvio en ella. Pero no encendio la bujia. No pensaba en nada, no queria pensar. Sin embargo, vagas visiones, ideas incoherentes, iban desfilando por su cerebro. Cayo en una especie de letargo. Fuera por la influencia del frio, de la humedad, de las tinieblas o del viento que seguia agitando el ramaje, lo cierto es que sus pensamientos tomaron un rumbo fantastico. No veia mas que flores. Un bello paisaje se ofrecia a sus ojos. Era un dia tibio, casi calido; un da de fiesta: la Trinidad. Estaba contemplando un lujoso chale de tipo ingles rodeado de macizos repletos de flores. Plantas trepadoras adornaban la escalinata guarnecida de rosas. A ambos lados de las gradas de marmol, cubiertas por una rica alfombra, se veian jarrones chinescos repletos de flores raras. Las ventanas ostentaban la delicada blancura de los jacintos, que pendian de sus largos y verdes tallos sumergidos en floreros, y de ellos se desprendia un perfume embriagador.
Svidrigailof no sentia ningun deseo de alejarse de alli. Subio por la escalinata y llego a un salon de alto techo, repleto tambien de flores. Habia flores por todas partes: en las ventanas, al lado de las puertas abiertas, en el mirador... El entarimado estaba cubierto de fragante cesped recien cortado. Por las ventanas abiertas penetraba una brisa deliciosa. Los pajaros cantaban en el jardin. En medio de la estancia habia una gran mesa revestida de raso blanco, y sobre la mesa, un ataud acolchado, orlado de blancos encajes y rodeado de guirnaldas de flores. En el feretro, sobre un lecho de flores, descansaba una muchachita vestida de tul blanco. Sus manos, cruzadas sobre el pecho, parecian talladas en marmol. Su cabello, suelto y de un rubio claro, rezumaba agua. Una corona de rosas cenia su frente. Su perfil severo y ya petrificado parecia igualmente de marmol. Sus palidos labios sonreian, pero esta sonrisa no tenia nada de infantil: expresaba una amargura desgarradora, una tristeza sin limites.
Svidrigailof conocia a aquella jovencita. Cerca del ataud no habia ninguna imagen, ningun cirio encendido, ni rumor alguno de rezos. Aquella muchacha era una suicida: se habia arrojado al rio. Solo tenia catorce anos y habia sufrido un ultraje que habia destrozado su corazon, llenado de terror su conciencia infantil, colmado su alma de una verguenza que no merecia y arrancado de su pecho un grito supremo de desesperacion que el mugido del viento habia ahogado en una noche de deshielo humeda y tenebrosa...
Svidrigailof se desperto, salto de la cama y se fue hacia la ventana. Busco a tientas la falleba y abrio. El viento entro en el cuartucho, y Svidrigailof tuvo la sensacion de que una helada escarcha cubria su rostro y su pecho, solo protegido por la camisa. Debajo de la ventana debia de haber, en efecto, una especie de jardin..., probablemente un jardin de recreo. Durante el dia se cantarian alli canciones ligeras y se serviria te en veladores. Pero ahora los arboles y los arbustos goteaban, reinaba una oscuridad de caverna y las cosas eran manchas oscuras apenas perceptibles.
Svidrigailof estuvo cinco minutos acodado en el antepecho de la ventana mirando aquellas tinieblas. De pronto resono un canonazo en la noche, al que siguio otro inmediatamente.
" La senal de que sube el agua -penso-. Dentro de unas horas, las panes bajas de la ciudad estaran inundadas. Las ratas de las cuevas seran arrastradas por la corriente y, en medio del viento y la lluvia, los hombres, calados hasta los huesos, empezaran a transportar, entre juramentos, todos sus trastros a los pisos altos de las casas. A todo esto, ?que hora sera?"
En el momento en que se hacia esta pregunta, en un reloj cercano resonaron tres poderosas y apremiantes campanadas.
"Dentro de una hora sera de dia. ?Para que esperar mas? Voy a marcharme ahora mismo. Me ire directamente a la isla Petrovski. Alli elegire un gran arbol tan empapado de lluvia que, apenas lo roce con el hombro, miles de diminutas gotas caeran sobre mi cabeza."
Se retiro de la ventana, la cerro, encendio la bujia, se vistio y salio al pasillo con la palmatoria en la mano. Se proponia despertar al mozo, que sin duda dormiria en un rincon, entre un monton de trastos viejos, pagar la cuenta y salir del hotel.
"He escogido el mejor momento -se dijo- Imposible encontrar otro mas indicado."
Estuvo un rato yendo y viniendo por el estrecho y largo corredor sin ver a nadie. Al fin descubrio en un rincon oscuro, entre un viejo armario y una puerta, una forma extrana que le parecio dotada de vida. Se inclino y, a la luz de la bujia, vio a una nina de unos cuatro anos, o cinco a lo sumo. Lloraba entre temblores y sus ropitas estaban empapadas. No se asusto al ver a Svidrigailof, sino que se limito a mirarlo con una expresion de inconsciencia en sus grandes ojos negros, respirando profundamente de vez en cuando, como ocurre a los ninos que, despues de haber llorado largamente, empiezan a consolarse y solo de tarde en tarde le acometen de nuevo los sollozos. La nina estaba helada y en su fina carita habia una mortal palidez. ?Por que estaba alli? Por lo visto, no habia dormido en toda la noche. De pronto se animo y, con su vocecita infantil y a una velocidad vertiginosa, empezo a contar una historia en la que salia a relucir una taza que ella habia roto y el temor de que su madre le pegara. La nina hablaba sin cesar.
Svidrigailof dedujo que se trataba de una nina a la que su madre no queria demasiado. Esta debia de ser una cocinera del barrio, tal vez del hotel mismo, aficionada a la bebida y que solia maltratar a la pobre criatura. La nina habia roto una taza y habia huido presa de terror. Sin duda habia estado vagando largo rato por la calle, bajo la fuerte lluvia, y al fin habia entrado en el hotel para refugiarse en aquel rincon, junto al armario, donde habia pasado la noche temblando de frio y de miedo ante la idea del duro castigo que le esperaba por su fechoria.
La cogio en sus brazos, la llevo a su habitacion, la puso en la cama y empezo a desnudarla. No llevaba medias y sus agujereados zapatos estaban tan empapados como si hubieran pasado una noche entera dentro del agua. Cuando le hubo quitado el vestido, la acosto y la tapo cuidadosamente con la ropa de la cama. La nina se durmio en seguida. Svidrigailof volvio a sus sombrios pensamientos.
"?Para que me habre metido en esto? -se dijo con una sensacion opresiva y un sentimiento de colera-. ?Que absurdo!"
Cogio la bujia para volver a buscar al mozo y marcharse cuanto antes.
"Es una golfilla", penso, anadiendo una palabrota, en el momento de abrir la puerta.
Pero volvio atras para ver si la nina dormia tranquilamente. Levanto el embozo con cuidado. La chiquilla estaba sumida en un placido sueno. Habia entrado en calor y sus palidas mejillas se habian coloreado. Pero, cosa extrana, el color de aquella carita era mucho mas vivo que el que vemos en los ninos ordinariamente.
"Es el color de la fiebre", penso Svidrigailof.
Aquella nina tenia el aspecto de haber bebido, de haberse bebido un vaso de vino entero. Sus purpureos labios parecian arder... ?Pero que era aquello? De pronto le parecio que las negras y largas pestanas de la nina oscilaban y se levantaban ligeramente. Los entreabiertos parpados dejaron escapar una mirada penetrante, maliciosa y que no tenia nada de infantil. ?Era que la nina fingia dormir? Si, no cabia duda. Su boquita sonrio y las comisuras de sus labios temblaron en un deseo reprimido de reir. Y he aqui que de improviso deja de contenerse y se rie francamente. Algo desvergonzado, provocativo, aparece en su rostro, que no es ya el rostro de una nina. Es la expresion del vicio en la cara de una prostituta. Y los ojos se
abren francamente, enteramente, y envuelven a Svidrigailof en una mirada ardiente y lasciva, de alegre invitacion... La carita infantil tiene un algo repugnante con su expresion de lujuria.
" ?Como es posible que a los cinco anos...? -piensa, horro-
rizado-. Pero ?que otra cosa puede ser?"
La nina vuelve hacia el su rostro ardiente y le tiende los brazos.
Svidrigailof lanza una exclamacion de espanto, levanta la mano, amenazador..., y en este momento se despierta.
Vio que seguia acostado, bien cubierto por las ropas de la cama. La vela no estaba encendida y en la ventana apuntaba la luz del amanecer.
"Me he pasado la noche en una continua pesadilla."
Se incorporo y advirtio, indignado, que tenia el cuerpo dolorido. En el exterior reinaba una espesa niebla que impedia ver nada. Eran cerca de las cinco. Habia dormido demasiado. Se levanto, se puso la americana y el abrigo, humedos todavia, palpo el revolver guardado en el bolsillo, lo saco y se aseguro de que la bala estaba bien colocada. Luego se sento ante la mesa, saco un cuaderno de notas y escribio en la primera pagina varias lineas en gruesos caracteres. Despues de leerlas, se acodo en la mesa y quedo pensativo. El revolver y el cuaderno de notas estaban sobre la mesa, cerca de el. Las moscas habian invadido el trozo de carne que habia quedado intacto. Las estuvo mirando un buen rato y luego empezo a cazarlas con la mano derecha. Al fin se asombro de dedicarse a semejante ocupacion en aquellos momentos; volvio en si, se estremecio y salio de la habitacion con paso firme. Un minuto despues estaba en la calle. Una niebla opaca y densa flotaba sobre la ciudad. Svidrigailof se dirigio al Pequeno Neva por el sucio y resbaladizo pavimento de madera, y mientras avanzaba veia con la imaginacion la crecida nocturna del rio, la isla Petrovski, con sus senderos empapados, su hierba humeda, sus sotos, sus macizos cargados de agua y, en fin, aquel arbol... Entonces, indignado consigo mismo, empezo a observar los edificios junto a los cuales pasaba, para desviar el curso de sus ideas.
La avenida estaba desierta: ni un peaton, ni un coche. Las casas bajas, de un amarillo intenso, con sus ventanas y sus postigos cerrados tenian un aspecto sucio y triste. El frio y la humedad penetraban en el cuerpo de Svidrigailof y lo estremecian. De vez en cuando veia un rotulo y lo leia detenidamente. Al fin termino el pavimento de madera y se encontro en las cercanias de un gran edificio de piedra. Entonces vio un perro horrible que cruzaba la calzada con el rabo entre piernas. En medio de la acera, tendido de bruces, habia un borracho. Lo miro un momento y continuo su camino.
A su izquierda se alzaba una torre.
"He aqui un buen sitio. ?Para que tengo que ir a la isla Petrovski? Aqui, por lo menos, tendre un testigo oficial."
Sonrio ante esta idea y se interno en la calle donde se alzaba el gran edificio coronado por la torre.
Apoyado en uno de los batientes de la maciza puerta principal, que estaba cerrada, habia un hombrecillo envuelto en un capote gris de soldado y con un casco en la cabeza. Su rostro expresaba esa arisca tristeza que es un rasgo secular en la raza judia.
Los dos se examinaron un momento en silencio. Al soldado acabo por parecerle extrano que aquel desconocido que no estaba borracho se hubiera detenido a tres pasos de el y le mirara sin decir nada.
-?Que quiere usted? -pregunto ceceando y sin hacer el menor movimiento.
-Nada, amigo mio -respondio Svidrigailof-. Buenos dias.
-Siga su camino.
-?Mi camino? Me voy al extranjero.
-?Al extranjero?
-A America.
-?A America?
Svidrigailof saco el revolver del bolsillo y lo preparo para disparar. El soldado arqueo las cejas.
-Oiga, aqui no quiero bromas -ceceo.
-?Por que?
-Porque no es lugar a proposito.
-El sitio es excelente, amigo mio. Si alguien te pregunta, tu le dices que me he marchado a America.
Y apoyo el canon del revolver en su sien derecha.
-?Eh, eh! -exclamo el soldado, abriendo aun mas los ojos y mirandole con una expresion de terror-. Ya le he dicho que este no es sitio para bromas.
Svidrigailof oprimio el gatillo.
VII
Aquel mismo dia, entre seis y siete de la tarde, Raskolnikof se dirigia a la vivienda de su madre y de su hermana. Ahora habitaban en el edificio Bakaleev, donde ocupaban las habitaciones recomendadas por Rasumikhine. La entrada de este departamento daba a la calle. Raskolnikof estaba ya muy cerca cuando empezo a vacilar. ?Entraria? Si, por nada del mundo volveria atras. Su resolucion era inquebrantable.
"No saben nada -penso-, y estan acostumbradas a considerarme como un tipo raro."
Tenia un aspecto lamentable: sus ropas estaban empapadas, sucias de barro, llenas de desgarrones. Tenia el rostro desfigurado por la lucha que se estaba librando en su interior desde hacia veinticuatro horas. Habia pasado la noche a solas consigo mismo Dios sabia donde. Pero habia tomado una decision y la cumpliria.
Llamo a la puerta. Le abrio su madre, pues Dunetchka habia salido. Tampoco estaba en casa la sirvienta. En el primer momento, Pulqueria Alejandrovna enmudecio de alegria. Despues le cogio de la mano y le hizo entrar.
-?Al fin! -exclamo con voz alterada por la emocion-. Perdoname, Rodia, que lo reciba derramando lagrimas como una tonta. No creas que lloro: estas lagrimas son de alegria. Te aseguro que no estoy triste, sino muy contenta, y cuando lo estoy no puedo evitar que los ojos se me llenen de lagrimas. Desde la muerte de yu padre, las derramo por cualquier cosa... Sientate, hijo: estas fatigado. ?Oh, como vas!
-Es que ayer me moje -dijo Raskolnikof.
-?Bueno, nada de explicaciones! -replico al punto Pulqueria Alejandrovna-. No te inquietes, que no te voy a abrumar con mil preguntas de mujer curiosa. Ahora ya lo comprendo todo, pues estoy iniciada en las costumbres de Petersburgo y ya veo que la gente de aqui es mas inteligente que la de nuestro pueblo. Me he convencido de que soy incapaz de seguirte en tus ideas y de que no tengo ningun derecho a pedirte cuentas... Sabe Dios los proyectos que tienes y los pensamientos que ocupan tu imaginacion... Por lo tanto, no quiero molestarte con mis preguntas. ?Que te parece...? ?Ah, que ridicula soy! No hago mas que hablar y hablar como una imbecil... Oye, Rodia: voy a leer por tercera vez aquel articulo que publicaste en una revista. Nos lo trajo Dmitri Prokofitch. Ha sido para mi una revelacion. "Ahi tienes, estupida, lo que piensa, y eso lo explica todo -me dije-. Todos los sabios son asi. Tiene ideas nuevas, y esas ideas le absorben mientras tu solo piensas en distraerlo y atormentarlo... En tu articulo hay muchas cosas que no comprendo, pero esto no tiene nada de extrano, pues ya sabes lo ignorante que soy.
-Ensename ese articulo, mama.
Raskolnikof abrio la revista y echo una mirada a su articulo. A pesar de su situacion y de su estado de animo, experimento el profundo placer que siente todo autor al ver su primer trabajo impreso, y sobre todo si el escritor es un joven de veintitres anos. Pero esta sensacion solo duro un momento. Despues de haber leido varias lineas, Rodia fruncio las cejas y sintio como si una garra le estrujara el corazon. La lectura de aquellas lineas le recordo todas las luchas que se habian librado en su alma durante los ultimos meses. Arrojo la revista sobre la mesa con un gesto de viva repulsion.
-Por estupida que sea, Rodia, puedo comprender que dentro de poco ocuparas uno de los primeros puestos, si no el primero de todos, en el mundo de la ciencia. ?Y pensar que creian que estabas loco! ?Ja, ja, ja! Pues esto es lo que sospechaban. ?Ah, miserables gusanos! No alcanzan a comprender lo que es la inteligencia. Hasta Dunetchka, si, hasta la misma Dunetchka parecia creerlo. ?Que me dices a esto...? Tu pobre padre habia enviado dos trabajos a una revista, primero unos versos, que tengo guardados y algun dia te ensenare, y despues una novela corta que copie yo misma. ?Como imploramos al cielo que los aceptaran! Pero no, los rechazaron. Hace unos dias, Rodia, me apenaba verte tan mal vestido y alimentado y viviendo en una habitacion tan misera, pero ahora me doy cuenta de que tambien esto era una tonteria, pues tu, con tu talento, podras obtener cuanto desees tan pronto como te lo propongas. Sin duda, por el momento te tienen sin cuidado estas cosas, pues otras mas importantes ocupan tu imaginacion.
-?Y Dunia, mama?
-No esta, Rodia. Sale muy a menudo, dejandome sola. Dmitri Prokofitch tiene la bondad de venir a hacerme compania y siempre me habla de ti. Te aprecia de veras. En cuanto a tu hermana, no puedo decir que me falten sus cuidados. No me quejo. Ella tiene su caracter y yo el mio. A ella le gusta tener secretos para mi y yo no quiero tenerlos para mis hijos. Claro que estoy convencida de que Dunetchka es demasiado inteligente para... Por lo demas, nos quiere... Pero no se como terminara todo esto. Ya ves que esta ausente durante esta visita tuya que me ha hecho tan feliz. Cuando vuelva le dire: "Tu hermano ha venido cuando tu no estabas en casa. ?Donde has estado?" Tu, Rodia, no te preocupes demasiado por mi. Cuando puedas, pasa a verme, pero si te es imposible venir, no te inquietes. Tendre paciencia, pues ya se que sigues queriendome, y esto me basta. Leere tus obras y oire hablar de ti a todo el mundo. De vez en cuando vendras a verme. ?Que mas puedo desear? Hoy, por ejemplo, has venido a consolar a tu madre...
Y Pulqueria Alejandrovna se echo de pronto a llorar.
-?Otra vez las lagrimas! No me hagas caso, Rodia: estoy loca.
Se levanto precipitadamente y exclamo:
-?Dios mio! Tenemos cafe y no te he dado. ?Lo que es el egoismo de las viejas! Un momento, un momento...
-No, mama, no me des cafe. Me voy en seguida. Escuchame, te ruego que me escuches.
Pulqueria Alejandrovna se acerco timidamente a su hijo. -Mama, ocurra lo que ocurra y oigas decir de mi lo que oigas, ?me seguiras queriendo como me quieres ahora? -pregunto Rodia, llevado de su emocion y sin medir el alcance de sus palabras.
-Pero, Rodia, ?que te pasa? ?Por que me haces esas preguntas? ?Quien se atrevera a decirme nada contra ti? Si alguien lo hiciera, me negaria a escucharle y le volveria la espalda.
-He venido a decirte que te he querido siempre y que soy feliz al pensar que no estas sola ni siquiera cuando Dunia se ausenta. Por desgraciada que seas, piensa que tu hijo te quiere mas que a si mismo y que todo lo que hayas podido pensar sobre mi crueldad y mi indiferencia hacia ti ha sido un error. Nunca dejare de quererte... Y basta ya. He comprendido que debia hablarte asi, darte esta explicacion.
Pulqueria Alejandrovna abrazo a su hijo y lo estrecho contra su corazon mientras lloraba en silencio.
-No se que te pasa, Rodia -dijo al fin-. Creia sencillamente que nuestra presencia te molestaba, pero ahora veo que te acecha una gran desgracia y que esta amenaza te llena de angustia. Hace tiempo que lo sospechaba, Rodia. Perdona que te hable de esto, pero no se me va de la cabeza e incluso me quita el sueno. Esta noche tu hermana ha sonado en voz alta y solo hablaba de ti. He oido algunas palabras, pero no he comprendido nada absolutamente. Desde esta manana me he sentido como el condenado a muerte que espera el momento de la ejecucion. Tenia el presentimiento de que ocurriria una desgracia, y ya ha ocurrido. Rodia, ?donde vas? Pues vas a emprender un viaje, ?verdad?
-Si.
-Me lo figuraba. Pero puedo acompanarte. Y Dunia tambien. Te quiere mucho. Ademas, puede venir con nosotros Sonia Simonovna. De buen grado la aceptaria como hija. Dmitri Prokofitch nos ayudara a hacer los preparativos... Pero dime: ?adonde vas?
-Adios.
-Pero ?te vas hoy mismo? --exclamo como si fuera a perder a su hijo para siempre.
-No puedo estar mas tiempo aqui. He de partir en seguida.
-?No puedo acompanarte?
-No. Arrodillate y ruega a Dios por mi. Tal vez te escuche.
-Deja que te de mi bendicion... Asi... ?Senor, Senor...!
Rodia se felicitaba de que nadie, ni siquiera su hermana, estuviera presente en aquella entrevista. De subito, tras aquel horrible periodo de su vida, su corazon se habia ablandado. Raskolnikof cayo a los pies de su madre y empezo a besarlos. Despues los dos se abrazaron y lloraron. La madre ya no daba muestras de sorpresa ni hacia pregunta alguna. Hacia tiempo que sospechaba que su hijo atravesaba una crisis terrible y comprendia que habia llegado el momento decisivo.
-Rodia, hijo mio, mi primer hijo -decia entre sollozos-, ahora te veo como cuando eras nino y venias a besarme y a ofrecerme tus caricias. Entonces, cuando aun vivia tu padre, tu presencia bastaba para consolarnos de nuestras penas. Despues, cuando el pobre ya habia muerto, ?cuantas veces lloramos juntos ante su tumba, abrazados como ahora! Si hace tiempo que no ceso de llorar es porque mi corazon de madre se sentia torturado por terribles presentimientos. En nuestra primera entrevista, la misma tarde de nuestra llegada a Petersburgo, tu cara me anuncio algo tan doloroso, que mi corazon se paralizo, y hoy, cuando te he abierto la puerta y te he visto, he comprendido que el momento fatal habia llegado. Rodia, ?verdad que no partes en seguida?
-No.
-?Volveras?
-Si.
-No te enfades, Rodia; no quiero interrogarte; no me atrevo a hacerlo. Pero quisiera que me dijeses una cosa: ?vas muy lejos?
-Si, muy lejos.
-?Tendras alli un empleo, una posicion?
-Tendre lo que Dios quiera. Ruega por mi.
Raskolnikof se dirigio a la puerta, pero ella lo cogio del brazo y lo miro desesperadamente a los ojos. Sus facciones reflejaban un espantoso sufrimiento.
-Basta, mama.
En aquel momento se arrepentia profundamente de haber ido a verla.
-No te vas para siempre, ?verdad? Vendras manana, ?no es cierto?
-Si, si. Adios.
Y huyo.
La tarde era tibia, luminosa. Pasada la manana, el tiempo se habia ido despejando. Raskolnikof deseaba volver a su casa cuanto antes. Queria dejarlo todo terminado antes de la puesta del sol y su mayor deseo era no encontrarse con nadie por el camino.
Al subir la escalera advirtio que Nastasia, ocupada en preparar el te en la cocina, suspendia su trabajo para seguirle con la mirada.
"?Habra alguien en mi habitacion?", se pregunto Raskolnikof, y penso en el odioso Porfirio.
Pero cuando abrio la puerta de su aposento vio a Dunetchka sentada en el divan. Estaba pensativa y debia de esperarle desde hacia largo rato. Rodia se detuvo en el umbral. Ella se estremecio y se puso en pie. Su inmovil mirada se fijo en su hermano: expresaba espanto y un dolor infinito. Esta mirada basto para que Raskolnikof comprendiera que Dunia lo sabia todo.
-?Debo entrar o marcharme? -pregunto el joven en un tono de desafio.
-He pasado el dia en casa de Sonia Simonovna. Alli te esperabamos las dos. Confiabamos en que vendrias.
Raskolnikof entro en la habitacion y se dejo caer en una silla, extenuado.
-Me siento debil, Dunia. Estoy muy fatigado y, sobre todo en este momento, necesitaria disponer de todas mis fuerzas.
El le dirigio de nuevo una mirada retadora.
-?Donde has pasado la noche? -pregunto Dunia.
-No lo recuerdo. Lo unico que me ha quedado en la memoria es que tenia el proposito de tomar una determinacion definitiva y paseaba a lo largo del Neva. Queria terminar, pero no me he decidido.
Al decir esto, miraba escrutadoramente a su hermana.
-?Alabado sea Dios! -exclamo Dunia-. Eso era precisamente lo que temiamos Sonia Simonovna y yo. Eso demuestra que aun crees en la vida. ?Alabado sea Dios!
Raskolnikof sonrio amargamente.
-No creo en la vida. Pero hace un momento he hablado con nuestra madre y nos hemos abrazado llorando. Soy un incredulo, pero le he pedido que rezara por mi. Solo Dios sabe como ha podido suceder esto, Dunetchka, pues yo no comprendo nada.
-?Como? ?Has estado hablando con nuestra madre? -exclamo Dunetchka, aterrada-. ?Habras sido capaz de decirselo todo?
-No, yo no le he dicho nada claramente; pero ella sabe muchas cosas. Te ha oido sonar en voz alta la noche pasada. Estoy seguro de que esta enterada de buena parte del asunto. Tal vez he hecho mal en ir a verla. Ni yo mismo se por que he ido. Soy un hombre vil, Dunia.
-Si, pero dispuesto a ir en busca de la expiacion. Porque iras, ?verdad?