Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке
-?Senor, pero si es Afrosiniuchka! -dijo una voz quejumbrosa-. ?Senor, salvala! ?Hermanos, almas generosas, salvadla!
-?Una barca! ?Una barca! -grito otra voz entre la muchedumbre.
Pero no fue necesario. Un agente de la policia bajo corriendo las escaleras que conducian al canal, se quito el uniforme y las botas y se arrojo al agua. Su tarea no fue dificil. El cuerpo de la mujer, arrastrado por la corriente, habia llegado tan cerca de la escalera, que el policia pudo asir sus ropas con la mano derecha y con la izquierda aferrarse a un palo que le tendia un companero.
Sacaron del canal a la victima y la depositaron en las gradas de piedra. La mujer volvio muy pronto en si. Se levanto, lanzo varios estornudos y empezo a escurrir sus ropas, con gesto estupido y sin pronunciar palabra.
-?Virgen Santa! -gimoteo la misma voz de antes, esta vez al lado de Afrosiniuchka-. Se ha puesto a beber, a beber... Hace poco intento ahorcarse, pero la descolgaron a tiempo. Hoy me he ido a hacer mis cosas, encargando a mi hija de vigilarla, y ya ven ustedes lo que ha ocurrido. Es vecina nuestra, ?saben?, vecina nuestra. Vive aqui mismo, dos casas despues de la esquina...
La multitud se fue dispersando. Los agentes siguieron atendiendo a la victima. Uno de ellos menciono la comisaria.
Raskolnikof asistia a esta escena con una extrana sensacion de indiferencia, de embrutecimiento. Hizo una mueca de desaprobacion y empezo a grunir:
-Esto es repugnante... Arrojarse al agua no vale la pena... No pasara nada... Es tonto ir a la comisaria... Zamiotof no esta alli. ?Por que...? Las comisarias estan abiertas hasta las diez.
Se volvio de espaldas al pretil, se apoyo en el y lanzo una mirada en todas direcciones.
"?Bueno, vayamos!", se dijo. Y, dejando el puente, se dirigio a la comisaria. Tenia la sensacion de que su corazon estaba vacio, y no queria reflexionar. Ya ni siquiera sentia angustia: un estado de apatia habia reemplazado a la exaltacion con que habia salido de casa resuelto a terminar de una vez.
"Desde luego, esto es una solucion -se decia, mientras avanzaba lentamente por la calzada que bordeaba el canal-. Si, terminare porque quiero terminar... Pero ?es esto, realmente, una solucion...? El espacio justo para poner los pies... ?Vaya un final! Ademas, ?se puede decir que esto sea un verdadero final...? ?Debo contarlo todo o no...? ?Demonio, que rendido estoy! ?Si pudiese sentarme o echarme aqui mismo...! Pero ?que verguenza hacer una cosa asi! ?Se le ocurre a uno cada estupidez...!"
Para dirigirse a la comisaria tenia que avanzar derechamente y doblar a la izquierda por la segunda travesia. Inmediatamente encontraria lo que buscaba. Pero, al llegar a la primera esquina, se detuvo, reflexiono un momento y se interno en la callejuela. Luego recorrio dos calles mas, sin rumbo fijo, con el deseo inconsciente de ganar unos minutos. Iba con la mirada fija en el suelo. De subito experimento la misma sensacion que si alguien le hubiera murmurado unas palabras al oido. Levanto la cabeza y advirtio que estaba a la puerta de "aquella" casa, la casa a la que no habia vuelto desde "aquella" tarde.
Un deseo enigmatico e irresistible se apodero de el. Raskolnikof cruzo la entrada y se creyo obligado a subir al cuarto piso del primer cuerpo de edificio, situado a la derecha. La escalera era estrecha, empinada y oscura. Raskolnikof se detenia en todos los rellanos y miraba con curiosidad a su alrededor. Al llegar al primero, vio que en la ventana faltaba un cristal. "Entonces estaba", se dijo. Y poco despues: "Este es el departamento del segundo donde trabajaban Nikolachka y Mitri. Ahora esta cerrado y la puerta pintada. Sin duda ya esta habitado." Luego el tercer piso, y en seguida el cuarto... "?Este es!" Raskolnikof tuvo un gesto de estupor: la puerta del piso estaba abierta y en el interior habia gente, pues se oian voces. Esto era lo que menos esperaba. El joven vacilo un momento; despues subio los ultimos escalones y entro en el piso.
Lo estaban remozando, como habian hecho con el segundo. En el habia dos empapeladores trabajando, cosa que le sorprendio sobremanera. No podria explicar el motivo, pero se habia imaginado que encontraria el piso como lo dejo aquella tarde. Incluso esperaba, aunque de un modo impreciso, encontrar los cadaveres en el entarimado. Pero, en vez de esto, veia paredes desnudas, habitaciones vacias y sin muebles... Cruzo la habitacion y se sento en la ventana.
Los dos obreros eran jovenes, pero uno mayor que el otro. Estaban pegando en las paredes papeles nuevos, blancos y con florecillas de color malva, para sustituir al empapelado anterior, sucio, amarillento y lleno de desgarrones. Esto desagrado profundamente a Raskolnikof. Miraba los nuevos papeles con gesto hostil: era evidente que aquellos cambios le contrariaban. Al parecer, los empapeladores se habian retrasado. De aqui que se apresurasen a enrollar los restos del papel para volver a sus casas. Sin prestar apenas atencion a la entrada de Raskolnikof, siguieron conversando. El se cruzo de brazos y se dispuso a escucharlos.
El de mas edad estaba diciendo:
-Vino a mi casa al amanecer, cuando estaba clareando, ?comprendes?, y llevaba el vestido de los domingos. "?A que vienen esas miradas tiernas?, le pregunte. Y ella me contesto: "Quiero estar sometida a tu voluntad desde este momento, Tite Ivanovitch..." Ya ves. Y, como te digo, iba la mar de emperifollada: parecia un grabado de revista de modas.
-?Y que es una revista de modas? -pregunto el mas joven, con el deseo de que su companero le instruyera.
-Pues una revista de modas, hijito, es una serie de figuras pintadas. Todas las semanas las reciben del extranjero nuestros sastres. Vienen por correo y sirven para saber como hay que vestir a las personas, tanto a las del sexo masculino como a las del sexo femenino. El caso es que son dibujos, ?entiendes?
-?Dios mio, que cosas se ven en este Piter! -exclamo el joven, entusiasmado-. Excepto a Dios, aqui se encuentra todo.
-Todo, excepto eso, amigo -termino el mayor con acento sentencioso.
Raskolnikof se levanto y paso a la habitacion contigua, aquella en donde habia estado el arca, la cama y la comoda. Sin muebles le parecio ridiculamente pequena. El papel de las paredes era el mismo. En un rincon se veia el lugar ocupado anteriormente por las imagenes santas. Despues de echar una ojeada por toda la pieza, volvio a la ventana. El obrero de mas edad se quedo mirandole.
-?Que desea usted? -le pregunto de pronto.
En vez de contestarle, Raskolnikof se levanto, paso al vestibulo y empezo a tirar del cordon de la campanilla. Era la misma; la reconocio por su sonido de hojalata. Tiro del cordon otra vez, y otra, aguzo el oido mientras trataba de recordar. La atroz impresion recibida el dia del crimen volvio a el con intensidad creciente. Se estremecia cada vez que tiraba del cordon, y hallaba en ello un placer cuya violencia iba en aumento.
-Pero ?que quiere usted? ?Y quien es? -le pregunto el empapelador de mas edad, yendo hacia el.
Raskolnikof volvio a la habitacion.
-Quiero alquilar este departamento -repuso-, y es natural que desee verlo.
-De noche no se miran los pisos. Ademas, ha de subir acompanado del portero.
-Veo que han lavado el suelo. ?Van a pintarlo? ?Queda alguna mancha de sangre?
-?De que sangre?
-Aqui mataron a la vieja y a su hermana. Alli habia un charco de sangre.
-Pero ?quien es usted? -exclamo, ya inquieto, el empapelador.
-?Yo?
-Si.
-?Quieres saberlo? Ven conmigo a la comisaria. Alli lo dire.
Los dos trabajadores se miraron con expresion interrogante.
-Ya es hora de que nos vayamos -dijo el mayor-. Incluso nos hemos retrasado. Vamonos, Aliochka. Tenemos que cerrar.
-Entonces, vamos -dijo Raskolnikof con un gesto de indiferencia.
Fue el primero en salir. Despues empezo a bajar lentamente la escalera.
-?Hola, portero! -exclamo cuando llego a la entrada.
En la puerta habia varias personas mirando a la gente que pasaba: los dos porteros, una mujer, un burgues en bata y otros individuos. Raskolnikof se fue derecho a ellos.
-?Que desea? -le pregunto uno de los porteros.
-?Has estado en la comisaria?
-De alli vengo. ?Que desea usted?
-?Estan todavia los empleados?
-Si.
-?Esta el ayudante del comisario?
-Hace un momento estaba. Pero ?que desea?
Raskolnikof no contesto; quedo pensativo.
-Ha venido a ver el piso -dijo el empapelador de mas edad.
-?Que piso?
-El que nosotros estamos empapelando. Ha dicho que por que han lavado la sangre, que alli se ha cometido un crimen y que el ha venido para alquilar una habitacion. Casi rompe el cordon de la campanilla a fuerza de tirones. Despues ha dicho: "Vamos a la comisaria; alli lo contare todo." Y ha bajado con nosotros.
El portero miro atentamente a Raskolnikof. En sus ojos habia una mezcla de curiosidad y recelo.
-Bueno, pero ?quien es usted?
-Soy Rodion Romanovitch Raskolnikof, ex estudiante, y vivo en la calle vecina, edificio Schill, departamento catorce. Pregunta al portero: me conoce.
Raskolnikof hablaba con indiferencia y estaba pensativo. Miraba obstinadamente la oscura calle, y ni una sola vez dirigio la vista a su interlocutor.
-Diga: ?para que ha subido al piso?
-Queria verlo.
-Pero si en el no hay nada que ver...
-Lo mas prudente seria llevarlo a la comisaria -dijo de pronto el burgues.
Raskolnikof le miro por encima del hombro, lo observo atentamente y dijo, sin perder la calma ni salir de su indiferencia:
-Vamos.
-Si, hay que llevarlo -insistio el burgues con vehemencia-. ?A que ha ido alla arriba? No cabe duda de que tiene algun peso en la conciencia.
-A lo mejor dice esas cosas porque esta bebido -dijo el empapelador en voz baja.
-Pero ?que quiere usted? -exclamo de nuevo el portero, que empezaba a enfadarse de verdad-. ?Con que derecho viene usted a molestarnos?
-?Es que tienes miedo de ir a la comisaria? -le pregunto Raskolnikof en son de burla.
-Es un vagabundo -opino la mujer.
-?Para que discutir? -dijo el otro portero, un corpulento mujik que llevaba la blusa desabrochada y un manojo de llaves pendiente de la cintura-. ?Hala, fuera de aqui...! Desde luego, es un vagabundo... ?Has oido? ?Largo!
Y cogiendo a Raskolnikof por un hombro, lo echo a la calle.
Raskolnikof se tambaleo, pero no llego a caer. Cuando hubo recobrado el equilibrio, los miro a todos en silencio y continuo su camino.
-Es un bribon -dijo el empapelador.
-Hoy cualquiera se puede convertir en un bribon -dijo la mujer.
-Aunque no sea nada mas que un granuja, debimos llevarlo a la comisaria.
-Lo mejor es no mezclarse en estas cosas -opino el corpulento mujik-. Desde luego, es un granuja. Estos tipos le enredan a uno de modo que luego no sabe como salir.
"?Voy o no voy?", se pregunto Raskolnikof deteniendose en medio de una callejuela y mirando a un lado y a otro, como si esperase un consejo.
Pero ninguna voz turbo el profundo silencio que le rodeaba. La ciudad parecia tan muerta como las piedras que pisaba, pero muerta solamente para el, solamente para el...
De subito, distinguio a lo lejos, a unos doscientos metros aproximadamente, al final de una calle, un grupo de gente que vociferaba. En medio de la multitud habia un coche del que partia una luz mortecina.
"?Que sera?"
Doblo a la derecha y se dirigio al grupo. Se aferraba al menor incidente que pudiera retrasar la ejecucion de su proposito, y, al darse cuenta de ello, sonrio. Su decision era irrevocable: transcurridos unos momentos, todo aquello habria terminado para el.
VII
En medio de la calle habia una elegante calesa con un tronco de dos vivos caballos grises de pura sangre. El carruaje estaba vacio. Incluso el cochero habia dejado el pescante y estaba en pie junto al coche, sujetando a los caballos por el freno. Una nutrida multitud se apinaba alrededor del vehiculo, contenida por agentes de la policia. Uno de estos tenia en la mano una linterna encendida y dirigia la luz hacia abajo para iluminar algo que habia en el suelo, ante las ruedas. Todos hablaban a la vez. Se oian suspiros y fuertes voces. El cochero, aturdido, no cesaba de repetir:
-?Que desgracia, Senor, que desgracia!
Raskolnikof se abrio paso entre la gente, y entonces pudo ver lo que provocaba tanto alboroto y curiosidad. En la calzada yacia un hombre ensangrentado y sin conocimiento. Acababa de ser arrollado por los caballos. Aunque iba miserablemente vestido, llevaba ropas de burgues. La sangre fluia de su cabeza y de su rostro, que estaba hinchado y lleno de morados y heridas. Evidentemente, el accidente era grave.
-?Senor! -se lamentaba el cochero-. ?Bien sabe Dios que no he podido evitarlo! Si hubiese ido demasiado de prisa..., si no hubiese gritado... Pero iba poco a poco, a una marcha regular: todo el mundo lo ha visto. Y es que un hombre borracho no ve nada: esto lo sabemos todos. Lo veo cruzar la calle vacilando. Parece que va a caer. Le grito una vez, dos veces, tres veces. Despues retengo los caballos, y el viene a caer precisamente bajo las herraduras. ?Lo ha hecho expresamente o estaba borracho de verdad? Los caballos son jovenes, espantadizos, y han echado a correr. El ha empezado a gritar, y ellos se han lanzado a una carrera aun mas desenfrenada. Asi ha ocurrido la desgracia.
-Es verdad que el cochero ha gritado mas de una vez y muy fuerte -dijo una voz.
-Tres veces exactamente -dijo otro-. Todo el mundo le ha oido.
Por otra parte, el cochero no parecia muy preocupado por las consecuencias del accidente. El elegante coche pertenecia sin duda a un senor importante y rico que debia de estar esperandolo en alguna parte. Esta circunstancia habia provocado la solicitud de los agentes. Era preciso conducir al herido al hospital, pero nadie sabia su nombre.
Raskolnikof consiguio situarse en primer termino. Se inclino hacia delante y su rostro se ilumino subitamente: habia reconocido a la victima.
-?Yo lo conozco! ?Yo lo conozco! -exclamo, abriendose paso a codazos entre los que estaban delante de el-. Es un antiguo funcionario: el consejero titular Marmeladof. Vive cerca de aqui, en el edificio Kozel. ?Llamen en seguida a un medico! Yo lo pago. ?Miren!
Saco dinero del bolsillo y lo mostro a un agente. Era presa de una agitacion extraordinaria.
Los agentes se alegraron de conocer la identidad de la victima. Raskolnikof dio su nombre y su direccion e insistio con vehemencia en que transportaran al herido a su domicilio. No habria mostrado mas interes si el atropellado hubiera sido su padre.
-El edificio Kozel -dijo- esta aqui mismo, tres casas mas abajo. Kozel es un acaudalado aleman. Sin duda estaba bebido y trataba de llegar a su casa. Es un alcoholico... Tiene familia: mujer, hijos... Llevarlo al hospital seria una complicacion. En el edificio Kozel debe de haber algun medico. ?Yo lo pagare! ?Yo lo pagare! En su casa le cuidaran. Si le llevan al hospital, morira por el camino.
Incluso deslizo con disimulo unas monedas en la mano de uno de los agentes. Por otra parte, lo que el pedia era muy explicable y completamente legal. Habia que proceder rapidamente. Se levanto al herido y almas caritativas se ofrecieron para transportarlo. El edificio Kozel estaba a unos treinta pasos del lugar donde se habia producido el accidente. Raskolnikof cerraba la marcha e indicaba el camino, mientras sostenia la cabeza del herido con grandes precauciones.
-?Por aqui! ?Por aqui! Hay que llevar mucho cuidado cuando subamos la escalera. Hemos de procurar que su cabeza se mantenga siempre alta. Viren un poco... ?Eso es...! ?Yo pagare...! No soy un ingrato...
En esos momentos, Catalina Ivanovna se entregaba a su costumbre, como siempre que disponia de un momento libre, de ir y venir por su reducida habitacion, con los brazos cruzados sobre el pecho, tosiendo y hablando en voz alta.
Desde hacia algun tiempo, le gustaba cada vez mas hablar con su hija mayor, Polenka, nina de diez anos que, aunque incapaz de comprender muchas cosas, se daba perfecta cuenta de que su madre tenia gran necesidad de expansionarse. Por eso fijaba en ella sus grandes e inteligentes ojos y se esforzaba por aparentar que todo lo comprendia. En aquel momento, la nina se dedicaba a desnudar a su hermanito, que habia estado malucho todo el dia, para acostarlo. El nino estaba sentado en una silla, muy serio, esperando que le quitaran la camisa para lavarla durante la noche. Silencioso e inmovil, habia juntado y estirado sus piernecitas y, con los pies levantados, exhibiendo los talones, escuchaba lo que decian su madre y su hermana. Tenia los labios proyectados hacia fuera y los ojos muy abiertos. Su gesto de atencion e inmovilidad era el propio de un nino bueno cuando se le esta desnudando para acostarlo. Una nina menor que el, vestida con autenticos andrajos, esperaba su turno de pie junto al biombo. La puerta que daba a la escalera estaba abierta para dejar salir el humo de tabaco que llegaba de las habitaciones vecinas y que a cada momento provocaba en la pobre tisica largos y penosos accesos de tos. Catalina Ivanovna parecia haber adelgazado solo en unos dias, y las siniestras manchas rojas de sus mejillas parecian arder con un fuego mas vivo.
-Tal vez no me creas, Polenka -decia mientras media con sus pasos la habitacion-, pero no puedes imaginarte la atmosfera de lujo y magnificencia que habia en casa de mis padres y hasta que extremo este borracho me ha hundido en la miseria. Tambien a vosotros os perdera. Mi padre tenia en el servicio civil un grado que correspondia al de coronel. Era ya casi gobernador; solo tenia que dar un paso para llegar a serlo, y todo el mundo le decia: "Nosotros le consideramos ya como nuestro gobernador, Ivan Mikhailovitch." Cuando... -empezo a toser-. ?Maldita sea! -exclamo despues de escupir y llevandose al pecho las crispadas manos-. Pues cuando... Bueno, en el ultimo baile ofrecido por el mariscal de la nobleza, la princesa Bezemelny, al verme... (ella fue la que me bendijo mas tarde, en mi matrimonio con tu papa, Polia), pues bien, la princesa pregunto: "?No es esa la encantadora muchacha que bailo la danza del chal en la fiesta de clausura del Instituto...?" Hay que coser esta tela, Polenka. Mira que boquete. Debiste coger la aguja y zurcirlo como yo te he ensenado, pues si se deja para manana... -de nuevo tosio-, manana... -volvio a toser-, ?manana el agujero sera mayor! -grito, a punto de ahogarse-. El paje, el principe Chtchegolskoi, acababa de llegar de Petersburgo... Habia bailado la mazurca conmigo y estaba dispuesto a pedir mi mano al dia siguiente. Pero yo, despues de darle las gracias en terminos expresivos, le dije que mi corazon pertenecia desde hacia tiempo a otro. Este otro era tu padre, Polia. El mio estaba furioso... ?Ya esta? Dame esa camisa. ?Y las medias...? Lida -dijo dirigiendose a la nina mas pequena-, esta noche dormiras sin camisa... Pon con ella las medias: lo lavaremos todo a la vez... ?Y ese desharrapado, ese borracho, sin llegar! Su camisa esta sucia y destrozada... Preferiria lavarlo todo junto, para no fatigarme dos noches seguidas... ?Senor! ?Mas todavia? -exclamo, volviendo a toser y viendo que el vestibulo estaba lleno de gente y que varias personas entraban en la habitacion, transportando una especie de fardo-. ?Que es eso, Senor? ?Que traen ahi?
-?Donde lo ponemos? -pregunto el agente, dirigiendo una mirada en torno de el, cuando introdujeron en la pieza a Marmeladof, ensangrentado e inanimado.
-En el divan; ponedlo en el divan -dijo Raskolnikof-. Aqui. La cabeza a este lado.
-?El ha tenido la culpa! ?Estaba borracho! -grito una voz entre la multitud.
Catalina Ivanovna estaba palida como una muerta y respiraba con dificultad. La diminuta Lidotchka lanzo un grito, se arrojo en brazos de Polenka y se apreto contra ella con un temblor convulsivo.
Despues de haber acostado a Marmeladof, Raskolnikof corrio hacia Catalina Ivanovna.
-?Por el amor de Dios, calmese! -dijo con vehemencia-. ?No se asuste! Atravesaba la calle y un coche le ha atropellado. No se inquiete; pronto volvera en si. Lo han traido aqui porque lo he dicho yo. Yo estuve ya una vez en esta casa, ?recuerda? ?Volvera en si! ?Yo lo pagare todo!
?Esto tenia que pasar! -exclamo Catalina Ivanovna, desesperada y abalanzandose sobre su marido.
Raskolnikof se dio cuenta en seguida de que aquella mujer no era de las que se desmayan por cualquier cosa. En un abrir y cerrar de ojos aparecio una almohada debajo de la cabeza de la victima, detalle en el que nadie habia pensado. Catalina Ivanovna empezo a quitar ropa a su marido y a examinar las heridas. Sus manos se movian presurosas, pero conservaba la serenidad y se habia olvidado de si misma. Se mordia los tremulos labios para contener los gritos que pugnaban por salir de su boca.
Entre tanto, Raskolnikof envio en busca de un medico. Le habian dicho que vivia uno en la casa de al lado.
-He enviado a buscar un medico -dijo a Catalina Ivanovna-. No se inquiete usted; yo lo pago. ?No tiene agua? Deme tambien una servilleta, una toalla, cualquier cosa, pero pronto. Nosotros no podemos juzgar hasta que extremo son graves las heridas... Esta herido, pero no muerto; se lo aseguro... Ya veremos que dice el doctor.
Catalina Ivanovna corrio hacia la ventana. Alli habia una silla desvencijada y, sobre ella, una cubeta de barro llena de agua. La habia preparado para lavar por la noche la ropa interior de su marido y de sus hijos. Este trabajo nocturno lo hacia Catalina Ivanovna dos veces por semana cuando menos, e incluso con mas frecuencia, pues la familia habia llegado a tal grado de miseria, que ninguno de sus miembros tenia mas de una muda. Y es que Catalina Ivanovna no podia sufrir la suciedad y, antes que verla en su casa, preferia trabajar hasta mas alla del limite de sus fuerzas. Lavaba mientras todo el mundo dormia. Asi podia tender la ropa y entregarla seca y limpia a la manana siguiente a su esposo y a sus hijos.
Levanto la cubeta para llevarsela a Raskolnikof, pero las fuerzas le fallaron y poco falto para que cayera. Entre tanto, Raskolnikof habia encontrado un trapo y, despues de sumergirlo en el agua de la cubeta, lavo la ensangrentada cara de Marmeladof. Catalina Ivanovna permanecia de pie a su lado, respirando con dificultad. Se oprimia el pecho con las crispadas manos.
Tambien ella tenia gran necesidad de cuidarse. Raskolnikof empezaba a decirse que tal vez habia sido un error llevar al herido a su casa.
-Polia -exclamo Catalina Ivanovna-, corre a casa de Sonia y dile que a su padre le ha atropellado un coche y que venga en seguida. Si no estuviese en casa, dejas el recado a los Kapernaumof para que se lo den tan pronto como llegue. Anda, ve. Toma; ponte este panuelo en la cabeza.
Entre tanto, la habitacion se habia ido llenando de curiosos de tal modo, que ya no cabia en ella ni un alfiler. Los agentes se habian marchado. Solo habia quedado uno que trataba de hacer retroceder al publico hasta el rellano de la escalera. Pero, al mismo tiempo, los inquilinos de la senora Lipevechsel habian dejado sus habitaciones para aglomerarse en el umbral de la puerta interior y, al fin, irrumpieron en masa en la habitacion del herido.
Catalina Ivanovna se enfurecio.
-?Es que ni siquiera podeis dejar morir en paz a una persona? -grito a la muchedumbre de curiosos-. Esto es para vosotros un espectaculo, ?verdad? ?Y venis con el cigarrillo en la boca! -exclamo mientras empezaba a toser-. Solo os falta haber venido con el sombrero puesto... ?Alli veo uno que lo lleva! ?Respetad la muerte! ?Es lo menos que podeis hacer!
La tos ahogo sus palabras, pero lo que ya habia dicho produjo su efecto. Por lo visto, los habitantes de la casa la temian. Los vecinos se marcharon uno tras otro con ese extrano sentimiento de intima satisfaccion que ni siquiera el hombre mas compasivo puede menos de experimentar ante la desgracia ajena, incluso cuando la victima es un amigo estimado.
Una vez habian salido todos, se oyo decir a uno de ellos, tras la puerta ya cerrada, que para estos casos estaban los hospitales y que no habia derecho a turbar la tranquilidad de una casa.
-?Pretender que no hay derecho a morir! -exclamo Catalina Ivanovna.
Y corrio hacia la puerta con animo de fulminar con su colera a sus convecinos. Pero en el umbral se dio de manos a boca con la duena de la casa en persona, la senora Lipevechsel, que acababa de enterarse de la desgracia y acudia para restablecer el orden en el departamento. Esta senora era una alemana que siempre andaba con enredos y chismes.
-?Ah, Senor! ?Dios mio! -exclamo golpeando sus manos una contra otra-. Su marido borracho. Atropellamiento por caballo. Al hospital, al hospital. Lo digo yo, la propietaria.
-?Oigame, Amalia Ludwigovna! Debe usted pensar las cosas antes de decirlas -comenzo Catalina Ivanovna con altivez (le hablaba siempre en este tono, con objeto de que aquella mujer no olvidara en ningun momento su elevada condicion, y ni siquiera ahora pudo privarse de semejante placer)-. Si, Amalia Ludwigovna...
-Ya le he dicho mas de una vez que no me llamo Amalia Ludwigovna. Yo soy Amal Ivan.
-Usted no es Amal Ivan, sino Amalia Ludwigovna, y como yo no formo parte de su corte de viles aduladores, tales como el senor Lebeziatnikof, que en este momento se esta riendo detras de la puerta -se oyo, en efecto, una risita socarrona detras de la puerta y una voz que decia: "Se van a agarrar de las grenas-, la seguire llamando Amalia Ludwigovna. Por otra parte, a decir verdad, no se por que razon le molesta que le den este nombre. Ya ve usted lo que le ha sucedido a Simon Zaharevitch. Esta muriendose. Le ruego que cierre esa puerta y no deje entrar a nadie. Que le permitan tan solo morir en paz. De lo contrario, yo le aseguro que manana mismo el gobernador general estara informado de su conducta. El principe me conoce desde casi mi infancia y se acuerda perfectamente de Simon Zaharevitch, al que ha hecho muchos favores. Todo el mundo sabe que Simon Zaharevitch ha tenido numerosos amigos y protectores. El mismo, consciente de su debilidad y cediendo a un sentimiento de noble orgullo, se ha apartado de sus amistades. Sin embargo, hemos encontrado apoyo en este magnanimo joven -senalaba a Raskolnikof-, que posee fortuna y excelentes relaciones y al que Simon Zaharevitch conocia desde su infancia. Y le aseguro a usted, Amalia Ludwigovna...
Todo esto fue dicho con precipitacion creciente, pero un acceso de tos puso de pronto fin a la elocuencia de Catalina Ivanovna. En este momento, el moribundo recobro el conocimiento y lanzo un gemido. Su esposa corrio hacia el. Marmeladof habia abierto los ojos y miraba con expresion inconsciente a Raskolnikof, que estaba inclinado sobre el. Su respiracion era lenta y penosa; la sangre tenia las comisuras de sus labios, y su frente estaba cubierta de sudor. No reconocio al joven; sus ojos empezaron a errar febrilmente por toda la estancia. Catalina Ivanovna le dirigio una mirada triste y severa, y las lagrimas fluyeron de sus ojos.
-?Senor, tiene el pecho hundido! ?Cuanta sangre! ?Cuanta sangre! -exclamo en un tono de desesperacion-. Hay que quitarle las ropas. Vuelvete un poco, Simon Zaharevitch, si te es posible.
Marmeladof la reconocio.
-Un sacerdote -pidio con voz ronca.
Catalina Ivanovna se fue hacia la ventana, apoyo la frente en el cristal y exclamo, desesperada:
-?Ah, vida tres veces maldita!
-Un sacerdote -repitio el moribundo, tras una breve pausa.
-?Silencio! -le dijo Catalina Ivanovna.
El, obediente, se callo. Sus ojos buscaron a su mujer con una expresion timida y ansiosa. Ella habia vuelto junto a el y estaba a su cabecera. El herido se calmo, pero solo momentaneamente. Pronto sus ojos se fijaron en la pequena Lidotchka, su preferida, que temblaba convulsivamente en un rincon y le miraba sin pestanear, con una expresion de asombro en sus grandes ojos.
Marmeladof emitio unos sonidos imperceptibles mientras senalaba a la nina, visiblemente inquieto. Era evidente que queria decir algo.
-?Que quieres? -le pregunto Catalina Ivanovna.
-Va descalza, va descalza -murmuro el herido, fijando su mirada casi inconsciente en los desnudos piececitos de la nina.
-?Calla! -grito Catalina Ivanovna, irritada-. Bien sabes por que va descalza.
-?Bendito sea Dios! ?Aqui esta el medico! -exclamo Raskolnikof alegremente.
Entro el doctor, un viejecito aleman, pulcramente vestido, que dirigio en torno de el una mirada de desconfianza. Se acerco al herido, le tomo el pulso, examino atentamente su cabeza y despues, con ayuda de Catalina Ivanovna, le desabrocho la camisa, empapada en sangre. Al descubrir su pecho, pudo verse que estaba todo magullado y lleno de heridas. A la derecha tenia varias costillas rotas; a la izquierda, en el lugar del corazon, se veia una extensa mancha de color amarillo negruzco y aspecto horrible. Esta mancha era la huella de una violenta patada del caballo. El semblante del medico se ensombrecio. El agente de policia le habia explicado ya que aquel hombre habia quedado prendido a la rueda de un coche y que el vehiculo le habia llevado a rastras unos treinta pasos.
-Es inexplicable -dijo el medico en voz baja a Raskolnikof- que no haya quedado muerto en el acto.
-En definitiva, ?cual es su opinion?
-Morira dentro de unos instantes.
-Entonces, ?no hay esperanza?
-Ni la mas minima... Esta a punto de lanzar su ultimo suspiro... Tiene en la cabeza una herida gravisima... Se podria intentar una sangria, pero, ?para que, si no ha de servir de nada? Dentro de cinco o seis minutos como maximo, habra muerto.
-Le ruego que pruebe a sangrarlo.
-Lo hare, pero ya le he dicho que no producira ningun efecto, absolutamente ninguno.
En esto se oyo un nuevo ruido de pasos. La multitud que llenaba el vestibulo se aparto y aparecio un sacerdote de cabellos blancos. Venia a dar la extremauncion al moribundo. Le seguia un agente de la policia. El doctor le cedio su puesto, despues de haber cambiado con el una mirada significativa. Raskolnikof rogo al medico que no se marchara todavia. El doctor accedio, encogiendose de hombros.
Se apartaron todos del herido. La confesion fue breve. El moribundo no podia comprender nada. Lo unico que podia hacer era emitir confusos e inarticulados sonidos.
Catalina Ivanovna se llevo a Lidotchka y al nino a un rincon -el de la estufa- y alli se arrodillo con ellos. La nina no hacia mas que temblar. El pequenuelo, descansando con la mayor tranquilidad sobre sus desnudas rodillitas, levantaba su diminuta mano y hacia grandes signos de la cruz y profundas reverencias. Catalina Ivanovna se mordia los labios y contenia las lagrimas. Ella tambien rezaba y entre tanto, arreglaba de vez en cuando la camisa de su hijito. Luego echo sobre los desnudos hombros de la nina un panuelo que saco de la comoda sin moverse de donde estaba.
Los curiosos habian abierto de nuevo las puertas de comunicacion. En el vestibulo se hacinaba una multitud cada vez mas compacta de espectadores. Todos los habitantes de la casa estaban alli reunidos, pero ninguno pasaba del umbral. La escena no recibia mas luz que la de un cabo de vela.
En este momento, Polenka, la nina que habia ido en busca de su hermana, se abrio paso entre la multitud. Entro en la habitacion, jadeando a causa de su carrera, se quito el panuelo de la cabeza, busco a su madre con la vista, se acerco a ella y le dijo:
-Ya viene. La he encontrado en la calle.
Su madre la hizo arrodillar a su lado.
En esto, una muchacha se deslizo timidamente y sin ruido a traves de la muchedumbre. Su aparicion en la estancia, entre la miseria, los harapos, la muerte y la desesperacion, ofrecio un extrano contraste. Iba vestida pobremente, pero en su barata vestimenta habia ese algo de elegancia chillona propio de cierta clase de mujeres y que revela a primera vista su condicion.
Sonia se detuvo en el umbral y, con los ojos desorbitados, empezo a pasear su mirada por la habitacion. Su semblante tenia la expresion de la persona que no se da cuenta de nada. No pensaba en que su vestido de seda, procedente de una casa de compraventa, estaba fuera de lugar en aquella habitacion, con su cola desmesurada, su enorme mirinaque, que ocupaba toda la anchura de la puerta, y sus llamativos colores. No pensaba en sus botines, de un tono claro, ni en su sombrilla, que habia cogido a pesar de que en la oscuridad de la noche no tenia utilidad alguna, ni en su ridiculo sombrero de paja, adornado con una pluma de un rojo vivo. Bajo este sombrero, ladinamente inclinado, se percibia una carita palida, enfermiza, asustada, con la boca entreabierta y los ojos inmovilizados por el terror.
Sonia tenia dieciocho anos. Era menuda, delgada, rubia y muy bonita; sus azules ojos eran maravillosos. Miraba fijamente el lecho del herido y al sacerdote, sin alientos, como su hermanita, a causa de la carrera. Al fin algunas palabras murmuradas por los curiosos debieron de sacarla de su estupor. Entonces bajo los ojos, cruzo el umbral y se detuvo cerca de la puerta.
El moribundo acababa de recibir la extremauncion. Catalina Ivanovna se acerco al lecho de su esposo. El sacerdote se aparto y antes de retirarse se creyo en el deber de dirigir unas palabras de consuelo a Catalina Ivanovna.
-?Que sera de estas criaturas? -le interrumpio ella, con un gesto de desesperacion, mostrandole a sus hijos.
-Dios es misericordioso. Confie usted en la ayuda del Altisimo.
-?Si, si! Misericordioso, pero no para nosotros.
-Es un pecado hablar asi, senora, un gran pecado -dijo el pope sacudiendo la cabeza.
-?Y esto no es un pecado? -exclamo Catalina Ivanovna, senalando al agonizante.
-Acaso los que involuntariamente han causado su muerte ofrezcan a usted una indemnizacion, para reparar, cuando menos, los perjuicios materiales que le han ocasionado al privarla de su sosten.
-?No me comprende usted! -exclamo Catalina Ivanovna con una mezcla de irritacion y desaliento-. ?Por que me han de indemnizar? Ha sido el el que, en su inconsciencia de borracho, se ha arrojado bajo las patas de los caballos. Por otra parte, ?de que sosten habla usted? El no era un sosten para nosotros, sino una tortura. Se lo bebia todo. Se llevaba el dinero de la casa para malgastarlo en la taberna. Se bebia nuestra sangre. Su muerte ha sido para nosotros una ventura, una economia.
-Hay que perdonar al que muere. Esos sentimientos son un pecado, senora, un gran pecado.
Mientras hablaba con el pope, Catalina Ivanovna no cesaba de atender a su marido. Le enjugaba el sudor y la sangre que manaban de su cabeza, le arreglaba las almohadas, le daba de beber, todo ello sin dirigir ni una mirada a su interlocutor. La ultima frase del sacerdote la lleno de ira.
-Padre, eso son palabras y nada mas que palabras... ?Perdonar...! Si no le hubiesen atropellado, esta noche habria vuelto borracho, llevando sobre su cuerpo la unica camisa que tiene, esa camisa vieja y sucia, y se habria echado en la cama bonitamente para roncar, mientras yo habria tenido que estar trajinando toda la noche. Habria tenido que lavar sus harapos y los de los ninos; despues, ponerlos a secar en la ventana, y, finalmente, apenas apuntara el dia, los habria tenido que remendar. ?Asi habria pasado yo la noche! No, no quiero oir hablar de perdon... Ademas, ya le he perdonado.
Un violento ataque de tos le impidio continuar. Escupio en su panuelo y se lo mostro al sacerdote con una mano mientras con la otra se apretaba el pecho convulsivamente. El panuelo estaba manchado de sangre.
EL sacerdote bajo la cabeza y nada dijo.
Marmeladof agonizaba. No apartaba los ojos de Catalina Ivanovna, que se habia inclinado nuevamente sobre el. El moribundo queria decir algo a su esposa y movia la lengua, pero de su boca no salian sino sonidos inarticulados. Catalina Ivanovna, comprendiendo que queria pedirle perdon, le grito con acento imperioso:
-?Calla! No hace falta que digas nada. Ya se lo que quieres decirme.
El agonizante renuncio a hablar, pero en este momento su errante mirada se dirigio a la puerta y descubrio a Sonia. Marmeladof no habia advertido aun su presencia, pues la joven estaba arrodillada en un rincon oscuro.
-?Quien es? ?Quien es? -pregunto ansiosamente, con voz ahogada y ronca, indicando con los ojos, que expresaban una especie de horror, la puerta donde se hallaba su hija. Al mismo tiempo intento incorporarse.
-?Quieto! ?Quieto! -exclamo Catalina Ivanovna.
Pero el, con un esfuerzo sobrehumano, consiguio incorporarse y permanecer unos momentos apoyado sobre sus manos. Entonces observo a su hija con amarga expresion, fijos y muy abiertos los ojos. Parecia no reconocerla. Jamas la habia visto vestida de aquel modo. Alli estaba Sonia, insignificante, desesperada, avergonzada bajo sus oropeles, esperando humildemente que le llegara el turno de decir adios a su padre. De subito, el rostro de Marmeladof expreso un dolor infinito.
-?Sonia, hija mia, perdoname! -exclamo.
Y al intentar tender sus brazos hacia ella, perdio su punto de apoyo y cayo pesadamente del divan, quedando con la faz contra el suelo. Todos se apresuraron a recogerlo y a depositarlo nuevamente en el divan. Pero aquello era ya el fin. Sonia lanzo un debil grito, abrazo a su padre y quedo como petrificada, con el cuerpo inanimado entre sus brazos. Asi murio Marmeladof.
-?Tenia que suceder! -exclamo Catalina Ivanovna mirando al cadaver de su marido-. ?Que hare ahora? ?Como te enterrare? ?Y como dare de comer manana a mis hijos?
Raskolnikof se acerco a ella.
-Catalina Ivanovna -le dijo-, la semana pasada, su difunto esposo me conto la historia de su vida y todos los detalles de su situacion. Le aseguro que hablaba de usted con la veneracion mas entusiasta. Desde aquella noche en que vi como les queria a todos ustedes, a pesar de sus flaquezas, y, sobre todo, como la respetaba y la amaba a usted, Catalina Ivanovna, me considere amigo suyo. Permitame, pues, que ahora la ayude a cumplir sus ultimos deberes con mi difunto amigo. Tenga..., veinticinco rublos. Tal vez este dinero pueda serle util... Y yo..., en fin, ya volvere... Si, volvere seguramente manana... Adios. Ya nos veremos.
Salio a toda prisa de la habitacion, se abrio paso vivamente entre la multitud que obstruia el rellano de la escalera, y se dio de manos a boca con Nikodim Fomitch, que habia sido informado del accidente y habia decidido realizar personalmente las diligencias de rigor. No se habian visto desde la visita de Raskolnikof a la comisaria, pero Nikodim Fomitch lo reconocio al punto.
-?Usted aqui?-exclamo.
-Si -repuso Raskolnikof-. Han venido un medico y un sacerdote. No le ha faltado nada. No moleste demasiado a la pobre viuda: esta enferma del pecho. Reconfortela si le es posible... Usted tiene buenos sentimientos, no me cabe duda -y, al decir esto, le miraba ironicamente.
-Va usted manchado de sangre -dijo Nikodim Fomitch, al ver, a la luz del mechero de gas, varias manchas frescas en el chaleco de Raskolnikof.
-Si, la sangre ha corrido sobre mi. Todo mi cuerpo esta cubierto de sangre.
Dijo esto con un aire un tanto extrano. Despues sonrio, saludo y empezo a bajar la escalera.
Iba lentamente, sin apresurarse, inconsciente de la fiebre que le abrasaba, poseido de una unica e infinita sensacion de nueva y potente vida que fluia por todo su ser. Aquella sensacion solo podia compararse con la que experimenta un condenado a muerte que recibe de pronto el indulto.
Al llegar a la mitad de la escalera fue alcanzado por el pope, que iba a entrar en su casa. Raskolnikof se aparto para dejarlo pasar. Cambiaron un saludo en silencio. Cuando llegaba a los ultimos escalones, Raskolnikof oyo unos pasos apresurados a sus espaldas. Alguien trataba de darle alcance. Era Polenka. La nina corria tras el y le gritaba:
-?Oiga, oiga!
Raskolnikof se volvio. Polenka siguio bajando y se detuvo cuando solo la separaba de el un escalon. Un rayo de luz mortecina llegaba del patio. Raskolnikof observo la escualida pero linda carita que le sonreia y le miraba con alegria infantil. Era evidente que cumplia encantada la comision que le habian encomendado.
-Escuche: ?como se llama usted...? ?Ah!, ?y donde vive? -pregunto precipitadamente, con voz entrecortada.
El apoyo sus manos en los hombros de la nina y la miro con una expresion de felicidad. Ni el mismo sabia por que se sentia tan profundamente complacido al contemplar a Polenka asi.
-?Quien te ha enviado?
-Mi hermana Sonia -respondio la nina, sonriendo mas alegremente aun que antes.
-Lo sabia, estaba seguro de que te habia mandado Sonia.
-Y mama tambien. Cuando mi hermana me estaba dando el recado, mama se ha acercado y me ha dicho: "?Corre, Polenka!
-?Quieres mucho a Sonia?
-La quiero mas que a nadie -repuso la nina con gran firmeza. Y su sonrisa cobro cierta gravedad.
-?Y a mi? ?Me querras?
La nina, en vez de contestarle, acerco a el su carita, contrayendo y adelantando los labios para darle un beso. De subito, aquellos bracitos delgados como cerillas rodearon el cuello de Raskolnikof fuertemente, muy fuertemente, y Polenka, apoyando su infantil cabecita en el hombro del joven, rompio a llorar, apretandose cada vez mas contra el.
-?Pobre papa! -exclamo poco despues, alzando su rostro banado en lagrimas, que secaba con sus manos-. No se ven mas que desgracias -anadio inesperadamente, con ese aire especialmente grave que adoptan los ninos cuando quieren hablar como las personas mayores.
-?Os queria vuestro padre?
-A la que mas queria era a Lidotchka -dijo Polenka con la misma gravedad y ya sin sonreir-, porque es la mas pequena y esta siempre enferma. A ella le traia regalos y a nosotras nos ensenaba a leer, y tambien la gramatica y el catecismo -anadio con cierta arrogancia-. Mama no decia nada, pero nosotros sabiamos que esto le gustaba, y papa tambien lo sabia; y ahora mama quiere que aprenda frances, porque dice que ya tengo edad para empezar a estudiar.
-?Y las oraciones? ?Las sabeis?
-?Claro! Hace ya mucho tiempo. Yo, como soy ya mayor, rezo bajito y sola, y Kolia y Lidotchka rezan en voz alta con mama. Primero dicen la oracion a la Virgen, despues otra: "Senor, perdona a nuestro otro papa y bendicelo." Porque nuestro primer papa se murio, y este era el segundo, y nosotros rezabamos tambien por el primero.
-Poletchka, yo me llamo Rodion. Nombrame tambien alguna vez en tus oraciones... "Y tambien a tu siervo Rodion..." Basta con esto.
-Toda mi vida rezare por usted -respondio calurosamente la nina.
Y de pronto se echo a reir, se arrojo sobre Raskolnikof y otra vez le rodeo el cuello con los brazos.
Raskolnikof le dio su nombre y su direccion y le prometio volver al dia siguiente. La nina se separo de el entusiasmada. Ya eran mas de las diez cuando el joven salio de la casa. Cinco minutos despues se hallaba en el puente, en el lugar desde donde la mujer se habia arrojado al agua.
"?Basta! -se dijo en tono solemne y energico-. ?Atras los espejismos, los vanos terrores, los espectros...! La vida esta conmigo... ?Acaso no la he sentido hace un momento? Mi vida no ha terminado con la de la vieja. Que Dios la tenga en la gloria. ?Ya era hora de que descansara! Hoy empieza el reinado de la razon, de la luz, de la voluntad, de la energia... Pronto se vera..."
Lanzo esta exclamacion con arrogancia, como desafiando a algun poder oculto y malefico.
"?Y pensar que estaba dispuesto a contentarme con la plataforma rocosa rodeada de abismos!
"Estoy muy debil, pero me siento curado... Yo sabia que esto habia de suceder, lo he sabido desde el momento en que he salido de casa... A proposito: el edificio Potchinkof esta a dos pasos de aqui. Ire a casa de Rasumikhine. Habria ido aunque hubiese tenido que andar mucho mas... Dejemosle ganar la apuesta y divertirse. ?Que importa eso...? ?Ah!, hay que tener fuerzas, fuerzas... Sin fuerzas no puede uno hacer nada. Y estas fuerzas hay que conseguirlas por la fuerza. Esto es lo que ellos no saben."
Pronuncio estas ultimas palabras con un gesto de resolucion, pero arrastrando penosamente los pies. Su orgullo crecia por momentos. Un gran cambio en el modo de ver las cosas se estaba operando en el fondo de su ser. Pero ?que habia ocurrido? Solo un suceso extraordinario habia podido producir en su alma, sin que el lo advirtiera, semejante cambio. Era como el naufrago que se aferra a la mas endeble rama flotante. Estaba convencido de que podia vivir, de que "su vida no habia terminado con la de la vieja". Era un juicio tal vez prematuro, pero el no se daba cuenta.
"Sin embargo -recordo de pronto-, he encargado que recen por el siervo Rodion. Es una medida de precaucion muy atinada."
Y se echo a reir ante semejante puerilidad. Estaba de un humor excelente.
Le fue facil encontrar la habitacion de Rasumikhine, pues el nuevo inquilino ya era conocido en la casa y el portero le indico inmediatamente donde estaba el departamento de su amigo. Aun no habia llegado a la mitad de la escalera y ya oyo el bullicio de una reunion numerosa y animada. La puerta del piso estaba abierta y a oidos de Raskolnikof llegaron fuertes voces de gente que discutia. La habitacion de Rasumikhine era espaciosa. En ella habia unas quince personas. Raskolnikof se detuvo en el vestibulo. Dos sirvientes de la patrona estaban muy atareados junto a dos grandes samovares rodeados de botellas, fuentes y platos llenos de entremeses y pastelillos procedentes de casa de la duena del piso. Raskolnikof pregunto por Rasumikhine, que acudio al punto con gran alegria. Se veia inmediatamente que Rasumikhine habia bebido sin tasa y, aunque de ordinario no habia medio de embriagarle, era evidente que ahora estaba algo mareado.
-Escucha -le dijo con vehemencia Raskolnikof-. He venido a decirte que has ganado la apuesta y que, en efecto, nadie puede predecir lo que hara. En cuanto a entrar, no me es posible: estoy tan debil, que me parece que voy a caer de un momento a otro. Por lo tanto, adios. Ven a verme manana.
-?Sabes lo que voy a hacer? Acompanarte a tu casa. Cuando tu dices que estas debil...
-?Y tus invitados...? Oye, ?quien es ese de cabello rizado que acaba de asomar la cabeza?
-?Ese? ?Cualquiera sabe! Tal vez un amigo de mi tio... O alguien que ha venido sin invitacion... Dejare a los invitados con mi tio. Es un hombre extraordinario. Es una pena que no puedas conocerle... Ademas, ?que se vayan todos al diablo! Ahora se burlan de mi. Necesito refrescarme. Has llegado oportunamente, querido. Si tardas diez minutos mas, me pego con alguien, palabra de honor. ?Que cosas tan absurdas dicen! No te puedes imaginar lo que es capaz de inventar la mente humana. Pero ahora pienso que si que te lo puedes imaginar. ?Acaso no mentimos nosotros? Dejemoslos que mientan: no acabaran con las mentiras... Espera un momento: voy a traerte a Zosimof.
Zosimof se precipito sobre Raskolnikof avidamente. Su rostro expresaba una profunda curiosidad, pero esta expresion se desvanecio muy pronto.
-Debe ir a acostarse inmediatamente -dijo, despues de haber examinado a su paciente-, y tomara usted, antes de irse a la cama, uno de estos sellos que le he preparado. ?Lo tomara?
-Como si quiere usted que tome dos.
El sello fue ingerido en el acto.
-Haces bien en acompanarlo a casa -dijo Zosimof a Rasumikhine-. Ya veremos como va la cosa manana. Pero por hoy no estoy descontento. Observo una gran mejoria. Esto demuestra que no hay mejor maestro que la experiencia.
-?Sabes lo que me ha dicho Zosimof en voz baja ahora mismo, cuando saliamos? -murmuro Rasumikhine apenas estuvieron en la calle-. No te lo dire todo, querido: son cosas de imbeciles... Pues Zosimof me ha dicho que charlase contigo por el camino y te tirase de la lengua para despues contarselo a el todo. Cree que tu... que tu estas loco, o que te falta poco para estarlo. ?Te has fijado? En primer lugar, tu eres tres veces mas inteligente que el; en segundo, como no estas loco, puedes burlarte de esta idea disparatada, y, finalmente, ese fardo de carne especializado en cirugia esta obsesionad desde hace algun tiempo por las enfermedades mentales. Pero algo le ha hecho cambiar radicalmente el juicio que habia formado sobre ti, y es la conversacion que has tenido con Zamiotof.
-Por lo visto, Zamiotof te lo ha contado todo.
-Todo. Y ha hecho bien. Esto me ha aclarado muchas cosas. Y a Zamiotof tambien... Si, Rodia..., el caso es... Hay que reconocer que estoy un poco chispa..., ?pero no importa...! El caso es que... Tenian cierta sospecha, ?comprendes...?, y ninguno de ellos se atrevia a expresarla, ?comprendes...?, porque era demasiado absurda... Y cuando han detenido a ese pintor de paredes, todo se ha disipado definitivamente. ?Por que seran tan estupidos...? Por poco le pego a Zamiotof aquel dia... Pero que quede esto entre nosotros, querido; no dejes ni siquiera entrever que sabes nada del incidente. He observado que es muy susceptible. La cosa ocurrio en casa de Luisa... Pero hoy..., hoy todo esta aclarado. El principal responsable de este absurdo fue Ilia Petrovitch, que no hacia mas que hablar de tu desmayo en la comisaria. Pero ahora esta avergonzado de su suposicion, pues yo se que...
Raskolnikof escuchaba con avidez. Rasumikhine hablaba mas de lo prudente bajo la influencia del alcohol.
-Yo me desmaye -dijo Raskolnikof- porque no pude resistir el calor asfixiante que hacia alli, ni el olor a pintura.
-No hace falta buscar explicaciones. ?Que importa el olor a pintura! Tu llevabas enfermo todo un mes; Zosimof asi lo afirma... ?Ah! No puedes imaginarte la confusion de ese bobo de Zamiotof. Yo no valgo -ha dicho- ni el dedo menique de ese hombre." Es decir, del tuyo. Ya sabes, querido, que el da a veces pruebas de buenos sentimientos. La leccion que ha recibido hoy en el Palacio de Cristal ha sido el colmo de la maestria. Tu has empezado por atemorizarlo, pero atemorizarlo hasta producirle escalofrios. Le has llevado casi a admitir de nuevo esa monstruosa estupidez, y luego, de pronto, le has sacado la lengua... Ha sido perfecto. Ahora se siente apabullado, pulverizado. Eres un maestro, palabra, y ellos han recibido lo que merecen. ?Que lastima que yo no haya estado alli! Ahora el te estaba esperando en mi casa con avida impaciencia. Porfirio tambien esta deseoso de conocerte.
--?Tambien Porfirio...? Pero dime: ?por que me han creido loco?
-Tanto como loco, no... Yo creo, querido, que he hablado demasiado... A el le llamo la atencion que a ti solo te interesara este asunto... Ahora ya comprende la razon de este interes... porque conoce las circunstancias... y el motivo de que entonces te irritara. Y ello, unido a ese principio de enfermedad... Estoy un poco borracho, querido, pero el diablo sabe que a Zosimof le ronda una idea por la cabeza... Te repito que solo piensa en enfermedades mentales... Tu no debes hacerle caso.
Los dos permanecieron en silencio durante unos segundos.
-Oyeme, Rasumikhine -dijo Raskolnikof-: quiero hablarte francamente. Vengo de casa de un difunto, que era funcionario... He dado a la familia todo mi dinero. Ademas, me ha besado una criatura de un modo que, aunque verdaderamente hubiera matado yo a alguien... Y tambien he visto a otra criatura que llevaba una pluma de un rojo de fuego... Pero estoy divagando... Me siento muy debil... Sostenme... Ya llegamos.
-?Que te pasa? ?Que tienes? -pregunto Rasumikhine, inquieto.
-La cabeza se me va un poco, pero no se trata de esto. Es que me siento triste, muy triste..., si, como una damisela... ?Mira! ?Que es eso? ?Mira, mira...!
-?Adonde?
-Pero ?no lo ves? ?Hay luz en mi habitacion! ?No la ves por la rendija?
Estaban en el penultimo tramo, ante la puerta de la patrona, y desde alli se podia ver, en efecto, que en la habitacion de Raskolnikof habia luz. .
-?Que raro! ?Sera Nastasia?-dijo Rasumikhine.
-Nunca sube a mi habitacion a estas horas. Seguro que hace ya un buen rato que esta durmiendo... Pero no me importa lo mas minimo. Adios; buenas noches.
-?Como se te ha ocurrido que pueda dejarte? Te acompanare hasta tu habitacion. Entraremos juntos.
-Eso ya lo se. Pero quiero estrecharte aqui la mano y decirte adios. Vamos, dame la mano y digamonos adios.
-Pero ?que demonios te pasa, Rodia?
-Nada. Vamos. Lo veras por tus propios ojos.
Empezaron a subir los ultimos escalones, mientras Rasumikhine no podia menos de pensar que Zosimof tenia tal vez razon.
"A lo mejor, lo he trastornado con mi charla se dijo.
Ya estaban cerca de la puerta, cuando, de subito, oyeron voces en la habitacion.
-Pero ?que pasa? -exclamo Rasumikhine.
Raskolnikof cogio el picaporte y abrio la puerta de par en par. Y cuando hubo abierto, se quedo petrificado. Su madre y su hermana estaban sentadas en el divan. Le esperaban desde hacia hora y media. ?Como se explicaba que Raskolnikof no hubiera pensado ni remotamente que podia encontrarse con ellas, siendo asi que aquel mismo dia le habian anunciado dos veces su inminente llegada a Petersburgo?
Durante la hora y media de espera, las dos mujeres no habian cesado de hacer preguntas a Nastasia, que estaba aun ante ellas y las habia informado de todo cuanto sabia acerca de Raskolnikof. Estaban aterradas desde que la sirvienta les habia dicho que el huesped habia salido de casa enfermo y seguramente bajo los efectos del delirio.
-Senor..., ?que sera de el?
Y lloraban las dos. Habian sufrido lo indecible durante la larga espera.
Un grito de alegria acogio a Raskolnikof. Las dos mujeres se arrojaron sobre el. Pero el permanecia inmovil, petrificado, como si repentinamente le hubieran arrancado la vida. Un pensamiento subito, insoportable, lo habia fulminado. Raskolnikof no podia levantar los brazos para estrecharlas entre ellos. No podia, le era materialmente imposible.
Su madre y su hermana, en cambio, no cesaban de abrazarlo, de estrujarlo, de llorar, de reir... El dio un paso, vacilo y rodo por el suelo, desvanecido.
Gran alarma, gritos de horror, gemidos. Rasumikhine, que se habia quedado en el umbral, entro presuroso en la habitacion, levanto al enfermo con sus atleticos brazos y, en un abrir y cerrar de ojos, lo deposito en el divan.
-?No es nada, no es nada! -gritaba a la hermana y a la madre-. Un simple mareo. El medico acaba de decir que esta muy mejorado y que se curara por completo... Traigan un poco de agua... Miren, ya recobra el conocimiento.
Atenazo la mano de Dunetchka tan vigorosamente como si pretendiera triturarsela y obligo a la joven a inclinarse para comprobar que, efectivamente, su hermano volvia en si.
Tanto la hermana como la madre miraban a Rasumikhine con tierna gratitud, como si tuviesen ante si a la misma Providencia. Sabian por Nastasia lo que habia sido para Rodia, durante toda la enfermedad, aquel "avispado joven", como Pulqueria Alejandrovna Raskolnikof le llamo aquella misma noche en una conversacion intima que sostuvo con su hija Dunia.