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Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

Sin embargo, la ejecucion de este plan presentaba grandes dificultades. Durante mas de media hora se limito a errar por el malecon del canal, inspeccionando todas las escaleras que conducian al agua. En ninguna podia llevar a la practica su proposito. Aqui habia un lavadero lleno de lavanderas, alli varias barcas amarradas a la orilla. Ademas, el malecon estaba repleto de transeuntes. Se le podia ver desde todas partes, y a quien lo viera le extranaria que un hombre bajara las escaleras expresamente para echar una cosa al agua. Por anadidura, los estuches podian quedar flotando, y entonces todo el mundo los veria. Lo peor era que las personas con que se cruzaba le miraban de un modo singular, como si el fuera lo unico que les interesara. "?Por que me miraran asi? -se decia-. ?O todo sera obra de mi imaginacion?"

Al fin penso que acaso seria preferible que se dirigiera al Neva. En sus malecones habia menos gente. Alli llamaria menos la atencion, le seria mas facil tirar las joyas y -detalle importantisimo- estaria mas lejos de su barrio.

De pronto se pregunto, asombrado, por que habria estado errando durante media hora ansiosamente por lugares peligrosos, cuando se le ofrecia una solucion tan clara. Habia perdido media hora entera tratando de poner en practica un plan insensato forjado en un momento de desvario. Cada vez era mas propenso a distraerse, su memoria vacilaba, y el se daba cuenta de ello. Habia que apresurarse.

Se dirigio al Neva por la avenida V. Pero por el camino tuvo otra idea. ?Por que ir al Neva? ?Por que arrojar los objetos al agua? ?No era preferible ir a cualquier lugar lejano, a las islas, por ejemplo, buscar un sitio solitario en el interior de un bosque y enterrar las cosas al pie de un arbol, anotando cuidadosamente el lugar donde se hallaba el escondite? Aunque sabia que en aquel momento era incapaz de razonar logicamente, la idea le parecio sumamente practica.

Pero estaba escrito que no habia de llegar a las islas. Al desembocar en la plaza que hay al final de la avenida V. vio a su izquierda la entrada de un gran patio protegido por altos muros. A la derecha habia una pared que parecia no haber estado pintada nunca y que pertenecia a una casa de altura considerable. A la izquierda, paralela a esta pared, corria una valla de madera que penetraba derechamente unos veinte pasos en el patio y luego se desviaba hacia la izquierda. Esta empalizada limitaba un terreno desierto y cubierto de materiales. Al fondo del patio habia un cobertizo cuyo techo rebasaba la altura de la valla. Este cobertizo debia de ser un taller de carpinteria, de guarnicioneria o algo similar. Todo el suelo del patio estaba cubierto de un negro polvillo de carbon.

"He aqui un buen sitio para tirar las joyas -penso-. Despues se va uno, y asunto concluido."

Advirtiendo que no habia nadie, penetro en el patio. Cerca de la puerta, ante la empalizada, habia uno de esos canalillos que suelen verse en los edificios donde hay talleres. En la valla, sobre el canal, alguien habia escrito con tiza y con las faltas de rigor: "Proivido acer aguas menores." Desde luego, Raskolnikof no pensaba llamar la atencion deteniendose alli. Penso: "Podria tirarlo todo aqui, en cualquier parte, y marcharme.

Miro nuevamente en todas direcciones y se llevo la mano al bolsillo. Pero en ese momento vio cerca del muro exterior, entre la puerta y el pequeno canal, una enorme piedra sin labrar, que debia de pesar treinta kilos largos. Del otro lado del muro, de la calle, llegaba el rumor de la gente, siempre abundante en aquel lugar. Desde fuera nadie podia verle, a menos que se asomara al patio. Sin embargo, esto podia suceder; por lo tanto, habia que obrar rapidamente.

Se inclino sobre la piedra, la cogio con ambas manos por la parte de arriba, reunio todas sus fuerzas y consiguio darle la vuelta. En el suelo aparecio una cavidad. Raskolnikof vacio en ella todo lo que llevaba en los bolsillos. La bolsita fue lo ultimo que deposito. Solo el fondo de la cavidad quedo ocupado. Volvio a rodar la piedra y esta quedo en el sitio donde antes estaba. Ahora sobresalia un poco mas; pero Raskolnikof arrastro hasta ella un poco de tierra con el pie y todo quedo como si no se hubiera tocado.

Salio y se dirigio a la plaza. De nuevo una alegria inmensa, casi insoportable, se apodero momentaneamente de el. No habia quedado ni rastro. "?Quien podra pensar en esa piedra? ?A quien se le ocurrira buscar debajo? Seguramente esta ahi desde que construyeron la casa, y Dios sabe el tiempo que permanecera en ese sitio todavia. Ademas, aunque se encontraran las joyas, ?quien pensaria en mi? Todo ha terminado. Ha desaparecido hasta la ultima prueba." Se echo a reir. Si, mas tarde recordo que se echo a reir con una risita nerviosa, muda, persistente. Aun se reia cuando atraveso la plaza. Pero su hilaridad ceso repentinamente cuando llego al bulevar donde dias atras habia encontrado a la jovencita embriagada.

Otros pensamientos acudieron a su mente. Le aterraba la idea de pasar ante el banco donde se habia sentado a reflexionar cuando se marcho la muchacha. El mismo temor le infundia un posible nuevo encuentro con el gendarme bigotudo al que habia entregado veinte kopeks. "?El diablo se lo lleve!

Siguio su camino, lanzando en todas direcciones miradas colericas y distraidas. Todos sus pensamientos giraban en torno a un solo punto, cuya importancia reconocia. Se daba perfecta cuenta de que por primera vez desde hacia dos meses se enfrentaba a solas y abiertamente con el asunto.

"?Que se vaya todo al diablo! -se dijo de pronto, en un arrebato de colera-. El vino esta escanciado y hay que beberlo. El demonio se lleve a la vieja y a la nueva vida... ?Que estupido es todo esto, Senor! ?Cuantas mentiras he dicho hoy! ?Y cuantas bajezas he cometido! ?En que miserables vulgaridades he incurrido para atraerme la benevolencia del detestable Ilia Petrovitch! Pero, ?bah!, que importa. Me rio de toda esa gente y de las torpezas que yo haya podido cometer. No es esto lo que debo pensar ahora..."

De subito se detuvo; acababa de plantearsele un nuevo problema, tan inesperado como sencillo, que le dejo atonito. "Si, como crees, has procedido en todo este asunto como un hombre inteligente y no como un imbecil, si perseguias una finalidad claramente determinada, ?como se explica que no hayas dirigido ni siquiera una ojeada al interior de la bolsita, que no te hayas preocupado de averiguar lo que ha producido ese acto por el que has tenido que afrontar toda suerte de peligros y horrores? Hace un momento estabas dispuesto a arrojar al agua esa bolsa, esas joyas que ni siquiera has mirado... ?Que explicacion puedes dar a esto?"

Todas estas preguntas tenian un solido fundamento. Lo sabia desde antes de hacerselas. La noche en que habia resuelto tirarlo todo al agua habia tomado esta decision sin vacilar, como si hubiese sido imposible obrar de otro modo. Si, sabia todas estas cosas y recordaba hasta los menores detalles. Sabia que todo habia de ocurrir como estaba ocurriendo; lo sabia desde el momento mismo en que habia sacado los estuches del arca sobre la cual estaba inclinado... Si, lo sabia perfectamente.

"La causa de todo es que estoy muy enfermo -se dijo al fin sombriamente-. Me torturo y me hiero a mi mismo. Soy incapaz de dirigir mis actos. Ayer, anteayer y todos estos dias no he hecho mas que martirizarme... Cuando este curado, ya no me atormentare. Pero ?y si no me curo nunca? ?Senor, que harto estoy de toda esta historia...!"

Mientras asi reflexionaba, proseguia su camino. Anhelaba librarse de estas preocupaciones, pero no sabia como podria conseguirlo. Una sensacion nueva se apodero de el con fuerza irresistible, y su intensidad aumentaba por momentos. Era un desagrado casi fisico, un desagrado pertinaz, rencoroso, por todo lo que encontraba en su camino, por todas las cosas y todas las personas que lo rodeaban. Le repugnaban los transeuntes, sus caras, su modo de andar, sus menores movimientos. Sentia deseos de escupirles a la cara, estaba dispuesto a morder a cualquiera que le hablase.

Al llegar al malecon del Pequeno Neva, en Vasilievski Ostrof, se detuvo en seco cerca del puente.

"May vive en esa casa -penso-. Pero ?que significa esto? Mis pies me han traido maquinalmente a la vivienda de

Rasumikhine. Lo mismo me ocurrio el otro dia. Esto es verdaderamente chocante. ?He venido expresamente o estoy agua por obra del azar? Pero esto poco importa. El caso es que dije que vendria a casa de Rasumikhine "al dia siguiente". Pues bien, ya he venido. ?Acaso tiene algo de particular que le haga una visita?"

Subio al quinto piso. En el habitaba Rasumikhine.

Se hallaba este escribiendo en su habitacion. El mismo fue a abrir. No se habian visto desde hacia cuatro meses. Llevaba una bata vieja, casi hecha jirones. Sus pies solo estaban protegidos por unas pantuflas. Tenia revuelto el cabello. No se habia afeitado ni lavado. Se mostro asombrado al ver a Raskolnikof.

-?De donde sales? -exclamo mirando a su amigo de pies a cabeza. Despues lanzo un silbido-. ?Tan mal te van las cosas? Evidentemente, hermano, nos aventajas a todos en elegancia -anadio, observando los andrajos de su camarada-. Sientate; pareces cansado.

Y cuando Raskolnikof se dejo caer en el divan turco, tapizado de una tela vieja y rozada (un divan, entre parentesis, peor que el suyo), Rasumikhine advirtio que su amigo parecia no encontrarse bien.

-Tu estas enfermo, muy enfermo. ?Te has dado cuenta?

Intento tomarle el pulso, pero Raskolnikof retiro la mano.

-?Bah! ?Para que? -dijo- He venido porque... me he quedado sin lecciones..., y yo quisiera... No, no me hacen falta para nada las lecciones.

Rasumikhine le observaba atentamente.

-?Sabes una cosa, amigo? Estas delirando.

-Nada de eso; yo no deliro -replico Raskolnikof levantandose.

Al subir a casa de Rasumikhine no habia tenido en cuenta que iba a verse frente a frente con su amigo, y una entrevista, con quienquiera que fuese, le parecia en aquellos momentos lo mas odioso del mundo. Apenas hubo franqueado la puerta del piso, sintio una colera ciega contra Rasumikhine.

-?Adios! -exclamo dirigiendose a la puerta.

-?Espera, hombre, espera! ?Estas loco?

-?Dejame! -dijo Raskolnikof retirando bruscamente la mano que su amigo le habia cogido.

-Entonces, ?a que diablos has venido? Has perdido el juicio. Esto es una ofensa para mi. No consentire que te vayas asi.

-Bien, escucha. He venido a tu casa porque no conozco a nadie mas que a ti para que me ayude a volver a empezar. Tu eres mejor que todos los demas, es decir, mas inteligente, mas comprensivo... Pero ahora veo que no necesito nada, ?entiendes?, absolutamente nada... No me hacen falta los servicios ni la simpatia de los demas... Estoy solo y me basto a mi mismo... Esto es todo. Dejame en paz.

-?Pero escucha un momento, botarate! ?Es que te has vuelto loco? Puedes hacer lo que quieras, pero yo tampoco tengo lecciones y me rio de eso. Estoy en tratos con el librero Kheruvimof, que es una magnifica leccion en su genero. Yo no lo cambiaria por cinco lecciones en familias de comerciantes. Ese hombre publica libritos sobre ciencias naturales, pues esto se vende como el pan. Basta buscar buenos titulos. Me has llamado imbecil mas de una vez, pero estoy seguro de que hay otros mas tontos que yo. Mi editor, que es poco menos que analfabeto, quiere seguir la corriente de la moda, y yo, naturalmente, le animo... Mira, aqui hay dos pliegos y medio de texto aleman. Puro charlatanismo, a mi juicio. Dicho en dos palabras, la cuestion que estudia el autor es la de si la mujer es un ser humano. Naturalmente, el opina que si y su labor consiste en demostrarlo elocuentemente. Kheruvimof considera que este folleto es de actualidad en estos momentos en que el feminismo esta de moda, y yo me encargo de traducirlo. Podra convertir en seis los dos pliegos y medio de texto aleman. Le pondremos un titulo ampuloso que llene media pagina y se vendera a cincuenta kopeks el ejemplar. Sera un buen negocio. Se me paga la traduccion a seis rublos el pliego, o sea quince rublos por todo el trabajo. Ya he cobrado seis por adelantado. Cuando terminemos este folleto traduciremos un libro sobre las ballenas, y para despues ya hemos elegido unos cuantos chismes de Les Confessions. Tambien los traduciremos. Alguien ha dicho a Kheruvimof que Rousseau es una especie de Radiscev. Naturalmente, yo no he protestado. ?Que se vayan al diablo...! Bueno, ?quieres traducir el segundo pliego del folleto Es la mujer un ser humano? Si quieres, coge inmediatamente el pliego, plumas, papel (todos estos gastos van a cargo del editor), y aqui tienes tres rublos: como yo he recibido seis adelantados por toda la traduccion, a ti te corresponden tres. Cuando hayas traducido el pliego, recibiras otros tres. Pero que te conste que no tienes nada que agradecerme. Por el contrario, apenas te he visto entrar, he pensado en tu ayuda. En primer lugar, yo no estoy muy fuerte en ortografia, y en segundo, mis conocimientos del aleman son mas que deficientes. Por eso me veo obligado con frecuencia a inventar, aunque me consuelo pensando que la obra ha de ganar con ello. Es posible que me equivoque... Bueno,?aceptas?

Raskolnikof cogio en silencio el pliego de texto aleman y los tres rublos y se marcho sin pronunciar palabra. Rasumikhine le siguio con una mirada de asombro. Cuando llego a la primera esquina, Raskolnikof volvio repentinamente sobre sus pasos y subio de nuevo al alojamiento de su amigo. Ya en la habitacion, dejo el pliego y los tres rublos en la mesa y volvio a marcharse, sin desplegar los labios.

Rasumikhine perdio al fin la paciencia.

-?Decididamente, te has vuelto loco! -vocifero-. ?Que significa esta comedia? ?Quieres volverme la cabeza del reves? ?Para que demonio has venido?

-No necesito traducciones -murmuro Raskolnikof sin dejar de bajar la escalera.

-Entonces, ?que es lo que necesitas? -le grito Rasumikhine desde el rellano.

Raskolnikof siguio bajando en silencio.

-Oye, ?donde vives?

No obtuvo respuesta.

-?Vete al mismisimo infierno!

Pero Raskolnikof estaba ya en la calle. Iba por el puente de Nicolas, cuando una aventura desagradable le hizo volver en si momentaneamente. Un cochero cuyos caballos estuvieron a punto de arrollarlo le dio un fuerte latigazo en la espalda despues de haberle dicho a gritos tres o cuatro veces que se apartase. Este latigazo desperto en el una ira ciega. Salto hacia el pretil (solo Dios sabe por que hasta entonces habia ido por medio de la calzada) rechinando los dientes. Todos los que estaban cerca se echaron a reir.

-?Bien hecho!

-?Estos granujas!

-Conozco a estos bribones. Se hacen el borracho, se meten bajo las ruedas y uno tiene que pagar danos y perjuicios.

-Algunos viven de eso.

Aun estaba apoyado en el pretil, frotandose la espalda, ardiendo de ira, siguiendo con la mirada el coche que se alejaba, cuando noto que alguien le ponia una moneda en la mano. Volvio la cabeza y vio a una vieja cubierta con un gorro y calzada con borceguies de piel de cabra, acompanada de una joven -su hija sin duda- que llevaba sombrero y una sombrilla verde.

-Toma esto, hermano, en nombre de Cristo.

El tomo la moneda y ellas continuaron su camino. Era una pieza de veinte kopeks. Se comprendia que, al ver su aspecto y su indumentaria, le hubieran tomado por un mendigo. La generosa ofrenda de los veinte kopeks se debia, sin duda, a que el latigazo habia despertado la compasion de las dos mujeres.

Apretando la moneda con la mano, dio una veintena de pasos mas y se detuvo de cara al rio y al Palacio de Invierno. En el cielo no habia ni una nube, y el agua del Neva -cosa extraordinaria- era casi azul. La cupula de la catedral de San Isaac (aquel era precisamente el punto de la ciudad desde donde mejor se veia) lanzaba vivos reflejos. En el transparente aire se distinguian hasta los menores detalles de la ornamentacion de la fachada.

El dolor del latigazo iba desapareciendo, y Raskolnikof, olvidandose de la humillacion sufrida. Una idea, vaga pero inquietante, le dominaba. Permanecia inmovil, con la mirada fija en la lejania. Aquel sitio le era familiar. Cuando iba a la universidad tenia la costumbre de detenerse alli, sobre todo al regresar (lo habia hecho mas de cien veces), para contemplar el maravilloso panorama. En aquellos momentos experimentaba una sensacion imprecisa y confusa que le llenaba de asombro. Aquel cuadro esplendoroso se le mostraba frio, algo asi como ciego y sordo a la agitacion de la vida... Esta triste y misteriosa impresion que invariablemente recibia le desconcertaba, pero no se detenia a analizarla: siempre dejaba para mas adelante la tarea de buscarle una explicacion...

Ahora recordaba aquellas incertidumbres, aquellas vagas sensaciones, y este recuerdo, a su juicio, no era puramente casual. El simple hecho de haberse detenido en el mismo sitio que antano, como si hubiese creido que podia tener los mismos pensamientos e interesarse por los mismos espectaculos que entonces, e incluso que hacia poco, le parecia absurdo, extravagante y hasta algo comico, a pesar de que la amargura oprimia su corazon. Tenia la impresion de que todo este pasado, sus antiguos pensamientos e intenciones, los fines que habia perseguido, el esplendor de aquel paisaje que tan bien conocia, se habia hundido hasta desaparecer en un abismo abierto a sus pies... Le parecia haber echado a volar y ver desde el espacio como todo aquello se esfumaba.

Al hacer un movimiento maquinal, noto que aun tenia en su mano cerrada la pieza de veinte kopeks. Abrio la mano, estuvo un momento mirando fijamente la moneda y luego levanto el brazo y la arrojo al rio.

Inmediatamente emprendio el regreso a su casa. Tenia la impresion de que habia cortado, tan limpiamente como con unas tijeras, todos los lazos que le unian a la humanidad, a la vida...

Caia la noche cuando llego a su alojamiento. Por lo tanto, habia estado vagando durante mas de seis horas. Sin embargo, ni siquiera recordaba por que calles habia pasado. Se sentia tan fatigado como un caballo despues de una carrera. Se desnudo, se tendio en el divan, se echo encima su viejo sobretodo y se quedo dormido inmediatamente.

La oscuridad era ya completa cuando le desperto un grito espantoso. ?Que grito, Senor...! Y despues... Jamas habia oido Raskolnikof gemidos, aullidos, sollozos, rechinar de dientes, golpes, como los que entonces oyo. Nunca habria podido imaginarse un furor tan bestial.

Se levanto aterrado y se sento en el divan, trastornado por el horror y el miedo. Pero los golpes, los lamentos, las invectivas eran cada vez mas violentos. De subito, con profundo asombro, reconocio la voz de su patrona. La viuda lanzaba ayes y alaridos. Las palabras salian de su boca anhelantes; debia de suplicar que no le pegasen mas, pues seguian golpeandola brutalmente. Esto sucedia en la escalera. La voz del verdugo no era sino un ronquido furioso; hablaba con la misma rapidez, y sus palabras, presurosas y ahogadas, eran igualmente ininteligibles.

De pronto, Raskolnikof empezo a temblar como una hoja. Acababa de reconocer aquella voz. Era la de Ilia Petrovitch. Ilia Petrovitch estaba alli tundiendo a la patrona. La golpeaba con los pies, y su cabeza iba a dar contra los escalones; esto se deducia claramente del sonido de los golpes y de los gritos de la victima.

Todo el mundo se conducia de un modo extrano. La gente acudia a la escalera, atraida por el escandalo, y alli se aglomeraba. Salian vecinos de todos los pisos. Se oian exclamaciones, ruidos de pasos que subian o bajaban, portazos...

"?Pero por que le pegan de ese modo? ?Y por que lo consienten los que lo ven?", se pregunto Raskolnikof, creyendo haberse vuelto loco.

Pero no, no se habia vuelto loco, ya que era capaz de distinguir los diversos ruidos...

Por lo tanto, pronto subirian a su habitacion. "Porque, seguramente, todo esto es por lo de ayer... ?Senor, Senor...!"

Intento pasar el pestillo de la puerta, pero no tuvo fuerzas para levantar el brazo. Por otra parte, ?para que? El terror helaba su alma, la paralizaba... Al fin, aquel escandalo que habia durado diez largos minutos se extinguio poco a poco. La patrona gemia debilmente. Ilia Petrovitch seguia profiriendo juramentos y amenazas. Despues, tambien el enmudecio y ya no se le volvio a oir.

"?Senor! ?Se habra marchado? No, ahora se va. Y la patrona tambien, gimiendo, hecha un mar de lagrimas..."

Un portazo. Los inquilinos van regresando a sus habitaciones. Primero lanzan exclamaciones, discuten, se interpelan a gritos; despues solo cambian murmullos. Debian de ser muy numerosos; la casa entera debia de haber acudido.

?Que significa todo esto, Senor? ?Para que, en nombre del cielo, habra venido este hombre aqui?"

Raskolnikof, extenuado, volvio a echarse en el divan. Pero no consiguio dormirse. Habria transcurrido una media hora, y era presa de un horror que no habia experimentado jamas, cuando, de pronto, se abrio la puerta y una luz ilumino el aposento. Aparecio Nastasia con una bujia y un plato de sopa en las manos. La sirvienta lo miro atentamente y, una vez segura de que no estaba dormido, deposito la bujia en la mesa y luego fue dejando todo lo demas: el pan, la sal, la cuchara, el plato.

-Seguramente no has comido desde ayer. Te has pasado el dia en la calle aunque ardias de fiebre.

-Oye, Nastasia: ?por que le han pegado a la patrona?

Ella lo miro fijamente.

-?Quien le ha pegado?

-Ha sido hace poco..., cosa de una media hora... En la escalera... Ilia Petrovitch, el ayudante del comisario de policia, le ha pegado. ?Por que? ?A que ha venido...?

Nastasia fruncio las cejas y le observo en silencio largamente. Su inquisitiva mirada turbo a Raskolnikof e incluso llego a atemorizarle.

-?Por que no me contestas, Nastasia? -pregunto con voz debil y acento timido.

-Esto es la sangre -murmuro al fin la sirvienta, como hablando consigo misma.

-?La sangre? ?Que sangre? -balbuceo el, palideciendo y retrocediendo hacia la pared.

Nastasia seguia observandole.

-Nadie le ha pegado a la patrona -lijo con voz firme y severa.

El se quedo mirandola, sin respirar apenas.

-Lo he oido perfectamente -murmuro con mayor apocamiento aun-. No estaba dormido; estaba sentado en el divan, aqui mismo... lo he estado oyendo un buen rato... El ayudante del comisario ha venido... Todos los vecinos han salido a la escalera...

-Aqui no ha venido nadie. Es la sangre lo que te ha trastornado. Cuando la sangre no circula bien, se cuaja en el higado y uno delira... Bueno, ?vas a comer o no?

Raskolnikof no contesto. Nastasia, inclinada sobre el, seguia observandole atentamente y no se marchaba.

-Dame agua, Nastasiuchka.

Ella se fue y reaparecio al cabo de dos minutos con un cantarillo. Pero en este punto se interrumpieron los pensamientos de Raskolnikof. Pasado algun tiempo, se acordo solamente de que habia tomado un sorbo de agua fresca y luego vertido un poco sobre su pecho. Inmediatamente perdio el conocimiento.



III

Sin embargo, no estuvo por completo inconsciente durante su enfermedad: era el suyo un estado febril en el que cierta lucidez se mezclaba con el delirio. Andando el tiempo, recordo perfectamente los detalles de este periodo. A veces le parecia ver varias personas reunidas alrededor de el. Se lo querian llevar. Hablaban de el y disputaban acaloradamente. Despues se veia solo: inspiraba horror y todo el mundo le habia dejado. De vez en cuando, alguien se atrevia a entreabrir la puerta y le miraba y le amenazaba. Estaba rodeado de enemigos que le despreciaban y se mofaban de el. Reconocia a Nastasia y veia a otra persona a la que estaba seguro de conocer, pero que no recordaba quien era, lo que le llenaba de angustia hasta el punto de hacerle llorar. A veces le parecia estar postrado desde hacia un mes; otras, creia que solo llevaba enfermo un dia. Pero el... suceso lo habia olvidado completamente. Sin embargo, se decia a cada momento que habia olvidado algo muy importante que deberia recordar, y se atormentaba haciendo desesperados esfuerzos de memoria. Pasaba de los arrebatos de colera a los de terror. Se incorporaba en su lecho y trataba de huir, pero siempre habia alguien cerca que le sujetaba vigorosamente. Entonces el caia nuevamente en el divan, agotado, inconsciente. Al fin volvio en si.

Eran las diez de la manana. El sol, como siempre que hacia buen tiempo, entraba a aquella hora en la habitacion, trazaba una larga franja luminosa en la pared de la derecha e iluminaba el rincon inmediato a la puerta. Nastasia estaba a su cabecera. Cerca de ella habia un individuo al que Raskolnikof no conocia y que le observaba atentamente. Era un mozo que tenia aspecto de cobrador. La patrona echo una mirada al interior por la entreabierta puerta. Raskolnikof se incorporo.

-?Quien es, Nastasia? -pregunto, senalando al mozo.

-?Ya ha vuelto en si! -exclamo la sirvienta.

-?Ya ha vuelto en si! -repitio el desconocido.

Al oir estas palabras, la patrona cerro la puerta y desaparecio. Era timida y procuraba evitar los dialogos y las explicaciones. Tenia unos cuarenta anos, era gruesa y fuerte, de ojos oscuros, cejas negras y aspecto agradable. Mostraba esa bondad propia de las personas gruesas y perezosas y era exageradamente pudorosa.

-?Quien es usted?-pregunto Raskolnikof al supuesto cobrador.

Pero en este momento la puerta se abrio y dio paso a Rasumikhine, que entro en la habitacion inclinandose un poco, por exigencia de su considerable estatura.

-?Esto es un camarote! -exclamo-. Estoy harto de dar cabezadas al techo. ?Y a esto llaman habitacion...! ?Bueno, querido; ya has recobrado la razon, segun me ha dicho Pachenka!

-Acaba de recobrarla -dijo la sirvienta.

-Acaba de recobrarla -repitio el mozo como un eco, con cara risuena.

-?Y usted quien es? -le pregunto rudamente Rasumikhine-. Yo me llamo Vrasumivkine y no Rasumikhine, como me llama todo el mundo. Soy estudiante, hijo de gentilhombre, y este senor es amigo mio. Ahora diga quien es usted.

-Soy un empleado de la casa Chelopaief y he venido para cierto asunto.

-Entonces, sientese.

Al decir esto, Rasumikhine cogio una silla y se sento al otro lado de la mesa.

-Has hecho bien en volver en ti -siguio diciendo-. Hace ya cuatro dias que no te alimentas: lo unico que has tomado ha sido unas cucharadas de te. Te he mandado a Zosimof dos veces. ?Te acuerdas de Zosimof? Te ha reconocido detenidamente y ha dicho que no tienes nada grave: solo un trastorno nervioso a consecuencia de una alimentacion deficiente. "Falta de comida -dijo-. Esto es lo unico que tiene. Todo se arreglara." Esta hecho un tio ese Zosimof. Es ya un medico excelente... Bueno -dijo dirigiendose al mozo-, no quiero hacerle perder mas tiempo. Haga el favor de explicarme el motivo de su visita... Has de saber, Rodia, que es la segunda vez que la casa Chelopaief envia un empleado. Pero la visita anterior la hizo otro. ?Quien es el que vino antes que usted?

-Sin duda, usted se refiere al que vino anteayer. Se llama Alexis Simonovitch y, en efecto, es otro empleado de la casa.

-Es un poco mas comunicativo que usted, ?no le parece?

-Desde luego, y tiene mas capacidad que yo.

-?Laudable modestia! Bien; usted dira.

-Se trata -dijo el empleado, dirigiendose a Raskolnikof- de que, atendiendo a los deseos de su madre, Atanasio Ivanovitch Vakhruchine, de quien usted, sin duda, habra oido hablar mas de una vez, le ha enviado cierta cantidad por mediacion de nuestra oficina. Si esta usted en posesion de su pleno juicio le entregare treinta y cinco rublos que nuestra casa ha recibido de Atanasio Ivanovitch, el cual ha efectuado el envio por indicacion de su madre. Sin duda, ya estaria usted informado de esto.

-Si, si..., ya recuerdo... Vakhruchine... -murmuro Raskolnikof, pensativo.

-?Oye usted? --exclamo Rasumikhine-. Conoce a Vakhruchine. Por lo tanto, esta en su cabal juicio. Por otra parte, advierto que tambien usted es un hombre capacitado. Continue. Da gusto oir hablar con sensatez.

-Pues si, ese Vakhruchine que usted recuerda es Atanasio Ivanovitch, el mismo que ya otra vez, atendiendo a los deseos de su madre, le envio dinero de este mismo modo. Atanasio Ivanovitch no se ha negado a prestarle este servicio y ha informado del asunto a Simon Simonovitch, rogandole le haga entrega de treinta y cinco rublos. Aqui estan.

-Emplea usted expresiones muy acertadas. Yo adoro tambien a esa madre. Y ahora juzgue usted mismo: ?esta o no en posesion de sus facultades mentales?

-Le advierto que eso esta fuera de mi incumbencia. Aqui se trata de que me eche una firma.

-Se la echara. ?Es un libro donde ha de firmar?

-Si, aqui lo tiene.

-Traiga... Vamos, Rodia; un pequeno esfuerzo. Incorporate; yo te sostendre. Coge la pluma y pon tu nombre. En nuestros dias, el dinero es la mas dulce de las mieles.

-No vale la pena -dijo Raskolnikof rechazando la pluma.

-?Que es lo que no vale la pena?

-Firmar. No quiero firmar.

-?Esa es buena! En este caso, la firma es necesaria.

-Yo no necesito dinero.

-?Que no necesitas dinero? Hermano, eso es una solemne mentira. Se muy bien que el dinero te hace falta... Le ruego que tenga un poco de paciencia. Esto no es nada... Tiene suenos de grandeza. Estas cosas le ocurren incluso cuando su salud es perfecta. Usted es un hombre de buen sentido. Entre los dos le ayudaremos, es decir, le llevaremos la mano, y firmara. ?Hala, vamos!

-Puedo volver a venir.

-No, no. ?Para que tanta molestia...? ?Usted es un hombre de buen sentido...! ?Vamos, Rodia; no entretengas a este senor! ?Ya ves que esta esperando!

Y se dispuso a coger la mano de su amigo.

-Deja -dijo Raskolnikof-. Firmare.

Cogio la pluma y firmo en el libro. El empleado entrego el dinero y se marcho.

-?Bravo! Y ahora, amigo, ?quieres comer?

-Si.

-?Hay sopa, Nastasia?

-Si; ayer sobro.

-?Esta hecha con pasta de sopa y patatas?

-Si.

-Lo sabia. Traenos tambien te.

-Bien.

Raskolnikof contemplaba esta escena con profunda sorpresa y una especie de inconsciente pavor. Decidio guardar silencio y esperar el desarrollo de los acontecimientos.

"Me parece que no deliro -penso-. Todo esto tiene el aspecto de ser real. p

Dos minutos despues llego Nastasia con la sopa y anuncio que en seguida les serviria el te. Con la sopa habia traido no solo dos cucharas y dos platos, sino, cosa que no ocurria desde hacia mucho tiempo, el cubierto completo, con sal, pimienta, mostaza para la carne... Hasta estaba limpio el mantel.

-Nastasiuchka, Prascovia Pavlovna nos haria un bien si nos mandara dos botellitas de cerveza. Seria un buen final.

-?Sabes cuidarte! -rezongo la sirvienta. Y salio a cumplir el encargo.

Raskolnikof seguia observando lo que ocurria en su presencia, con inquieta atencion y fuerte tension de animo. Entre tanto, Rasumikhine se habia instalado en el divan, junto a el. Le rodeo el cuello con su brazo izquierdo tan torpemente como lo habria hecho un oso y, aunque tal ayuda era innecesaria, empezo a llevar a la boca de Raskolnikof, con la mano derecha, cucharadas de sopa, despues de soplar sobre ellas para enfriarlas. Sin embargo, la sopa estaba apenas tibia. Raskolnikof sorbio avidamente una, dos, tres cucharadas. Entonces, subitamente, Rasumikhine se detuvo y dijo que, para darle mas, tenia que consultar a Zosimof.

En esto llego Nastasia con las dos botellas de cerveza.

-?Quieres te, Rodia? -pregunto Rasumikhine.

-Si.

-Corre en busca del te, Nastasia; pues, en lo que concierne a esta pocima, me parece que podemos pasar por alto las reglas de la facultad... ?Ah! ?Llego la cerveza!

Se sento a la mesa, acerco a el la sopa y el plato de carne y empezo a devorar con tanto apetito como si no hubiera comido en tres dias.

-Ahora, amigo Rodia, como aqui, en tu habitacion, todos los dias -mascullo con la boca llena-. Ha sido cosa de Pachenka, tu amable patrona. Yo, como es natural, no le llevo la contraria. Pero aqui llega Nastasia con el te. ?Que lista es esta muchacha! ?Quieres cerveza, Nastenka?

-No gaste bromas.

-?Y te?

-?Hombre, eso...!

-Sirvete... No, espera. Voy a servirte yo. Dejalo todo en la mesa.

Inmediatamente se posesiono de su papel de anfitrion y lleno primero una taza y despues otra. Seguidamente dejo su almuerzo y fue a sentarse de nuevo en el divan. Otra vez rodeo la cabeza del enfermo con un brazo, la levanto y empezo a dar a su amigo cucharaditas de te, sin olvidarse de soplar en ellas con tanto esmero como si fuera este el punto esencial y salvador del tratamiento.

Raskolnikof aceptaba en silencio estas solicitudes. Se sentia lo bastante fuerte para incorporarse, sentarse en el divan, sostener la cucharilla y la taza, e incluso andar, sin ayuda de nadie; pero, llevado de una especie de astucia, misteriosa e instintiva, se fingia debil, e incluso algo idiotizado, sin dejar de tener bien agudizados la vista y el oido.

Pero llego un momento en que no pudo contener su mal humor: despues de haber tomado una decena de cucharaditas de te, liberto su cabeza con un brusco movimiento, rechazo la cucharilla y dejo caer la cabeza en la almohada (ahora dormia con verdaderas almohadas rellenas de plumon y cuyas fundas eran de una blancura inmaculada). Raskolnikof observo este detalle y se sintio vivamente interesado.

-Es necesario que Pachenka nos envie hoy mismo la frambuesa en dulce para prepararle un jarabe -dijo Rasumikhine volviendo a la mesa y reanudando su interrumpido almuerzo.

-?Pero de donde sacara las frambuesas? -pregunto Nastasia, que mantenia un platillo sobre la palma de su mano, con todos los dedos abiertos, y vertia el te en su boca, gota a gota haciendolo pasar por un terron de azucar que sujetaba con los labios.

-Pues las sacara, sencillamente, de la fruteria, mi querida Nastasia... No puedes figurarte, Rodia, las cosas que han pasado aqui durante tu enfermedad. Cuando saliste corriendo de mi casa como un ladron, sin decirme donde vivias, decidi buscarte hasta dar contigo, para vengarme. En seguida empece las investigaciones. ?Lo que corri, lo que interrogue...! No me acordaba de tu direccion actual, o tal vez, y esto es lo mas probable, nunca la supe. De tu antiguo domicilio, lo unico que recordaba era que estaba en el edificio Kharlamof, en las Cinco Esquinas... ?Me harte de buscar! Y al fin resulto que no estaba en el edificio Kharlamof, sino en la casa Buch. ?Nos armamos a veces unos lios con los nombres...! Estaba furioso. Al dia siguiente se me ocurrio ir a las oficinas de empadronamiento, y cual no seria mi sorpresa al ver que al cabo de dos minutos me daban tu direccion actual. Estas inscrito.

-?Inscrito yo?

-?Claro! En cambio, no pudieron dar las senas del general Kobelev, que solicitaron mientras yo estaba alli. En fin, abreviemos. Apenas llegue alli, se me informo de todo lo que te habia ocurrido, de todo absolutamente. Si, lo se todo. Se lo puedes preguntar a Nastasia. He trabado conocimiento con el comisario Nikodim Fomitch, me han presentado a Ilia Petrovitch, y conozco al portero, y al secretario Alejandro Grigorevitch Zamiotof. Finalmente, cuento con la amistad de Pachenka. Nastasia es testigo.

-La has engatusado.

Y, al decir esto, la sirvienta sonreia maliciosamente.

-Debes echar el azucar en el te en vez de beberlo asi, Nastasia Nikiphorovna.

-?Oye, mal educado! -replico Nastasia. Pero en seguida se echo a reir de buena gana. Cuando se hubo calmado continuo-: Soy Petrovna y no Nikiphorovna.

-Lo tendre presente... Pues bien, amigo Rodia, dicho en dos palabras, yo me propuse cortar de cuajo, utilizando medios heroicos, cuantos prejuicios existian acerca de mi persona, pues es el caso que Pachenka tuvo conocimiento de mis veleidades... Por eso no esperaba que fuese tan... complaciente. ?Que opinas tu de todo esto?

Raskolnikof no contesto: se limito a seguir fijando en el una mirada llena de angustia.

-Si, esta incluso demasiado bien informada -dijo Rasumikhine, sin que le afectara el silencio de Raskolnikof y como si asintiera a una respuesta de su amigo-. Conoce todos los detalles.

-?Que frescura! -exclamo Nastasia, que se retorcia de risa oyendo las genialidades de Rasumikhine.

-El mal esta, querido Rodia, en que desde el principio seguiste una conducta equivocada. Procediste con ella con gran torpeza. Esa mujer tiene un caracter lleno de imprevistos. En fin, ya hablaremos de esto en mejor ocasion. Pero es incomprensible que hayas llegado a obligarla a retirarte la comida... ?Y que decir del pagare? Solo no estando en te juicio pudiste firmarlo. ?Y ese proyecto de matrimonio con Natalia Egorovna...! Ya ves que estoy al corriente de todo... Pero advierto que estoy tocando un punto delicado... Perdoname; soy un asno... Y, ya que hablamos de esto, ?no opinas que Prascovia Pavlovna es menos necia de lo que parece a primera vista?

-Si -respondio Raskolnikof entre dientes y volviendo la cabeza, pues habia comprendido que era mas prudente dar la impresion de que aceptaba el dialogo.

-?Verdad que si? -exclamo Rasumikhine, feliz ante el hecho de que Raskolnikof le hubiera contestado-. Pero esto no quiere decir que sea inteligente. No, ni mucho menos. Tiene un caracter verdaderamente raro. A mi me desorienta a veces, palabra. No cabe duda de que ya ha cumplido los cuarenta, y dice que tiene treinta y seis, aunque bien es verdad que su aspecto autoriza el embuste. Por lo demas, te juro que yo solo puedo juzgarla desde un punto de vista intelectual, puramente metafisico, por decirlo asi. Pues nuestras relaciones son las mas singulares del mundo. Yo no las comprendo... En fin, volvamos a nuestro asunto. Cuando ella vio que dejabas la universidad, que no dabas lecciones, que ibas mal vestido, y, por otra parte, cuando ya no te pudo considerar como persona de la familia, puesto que su hija habia muerto, la inquietud se apodero de ella. Y tu, para acabar de echarlo a perder, empezaste a vivir retirado en tu rincon. Entonces ella decidio que te fueras de su casa. Ya hacia tiempo que esta idea rondaba su imaginacion. Y te hizo firmar ese pagare que, segun le aseguraste, pagaria tu madre...

-Esto fue una vileza mia -declaro Raskolnikof con voz clara y vibrante-. Mi madre esta poco menos que en la miseria. Menti para que siguiera dandome habitacion y comida.

-Es un proceder muy razonable. Lo que te echo todo a perder fue la conducta del senor Tchebarof, consejero y hombre de negocios. Sin su intervencion, Pachenka no habria dado ningun paso contra ti: es demasiado timida para eso. Pero el hombre de negocios no conoce la timidez, y lo primero que hizo fue preguntar: "?Es solvente el firmante del efecto?" Contestacion: "Si, pues tiene una madre que con su pension de ciento veinte rublos pagara la deuda de su Rodienka, aunque para ello haya de quedarse sin comer; y tambien tiene una hermana que se venderia como esclava por el." En esto se baso el senor Tchebarof... Pero ?por que te alteras? Conozco toda la historia. Comprendo que te expansionaras con Prascovia Pavlovna cuando veias en ella a tu futura suegra, pero..., te lo digo amistosamente, ahi esta el quid de la cuestion. El hombre honrado y sensible se entrega facilmente a las confidencias, y el hombre de negocios las recoge para aprovecharse. En una palabra, ella endoso el pagare a Tchebarof, y este no vacilo en exigir el pago. Cuando me entere de todo esto, me propuse, obedeciendo a la voz de mi conciencia, arreglar el asunto un poco a mi modo, pero, entre tanto, se establecio entre Pachenka y yo una corriente de buena armonia, y he puesto fin al asunto atacandolo en sus raices, por decirlo asi. Hemos hecho venir a Tchebarof, le hemos tapado la boca con una pieza de diez rublos y el nos ha devuelto el pagare. Aqui lo tienes; tengo el honor de devolvertelo. Ahora solamente eres deudor de palabra. Tomalo.

Rasumikhine deposito el documento en la mesa. Raskolnikof le dirigio una mirada y volvio la cabeza sin desplegar los labios. Rasumikhine se molesto.

-Ya veo, querido Rodia, que vuelves a las andadas. Confiaba en distraerte y divertirte con mi charla, y veo que no consigo sino irritarte.

-?Eres tu el que no conseguia reconocer durante mi delirio?-pregunto Raskolnikof, tras un breve silencio y sin volver la cabeza.

-Si, mi presencia incluso te horrorizaba. El dia que vine acompanado de Zamiotof te produjo verdadero espanto.

-?Zamiotof, el secretario de la comisaria? ?Por que lo trajiste?

Para hacer estas preguntas, Raskolnikof se habia vuelto con vivo impulso hacia Rasumikhine y le miraba fijamente.

-Pero ?que te pasa? Te has turbado. Deseaba conocerte. ?Habiamos hablado tanto de ti! Por el he sabido todas las cosas que te he contado. Es un excelente muchacho, Rodia, y mas que excelente..., dentro de su genero, claro es. Ahora somos muy amigos; nos vemos casi todos los dias. Porque, ?sabes una cosa? Me he mudado a este barrio. Hace poco. Oye, ?te acuerdas de Luisa Ivanovna?

-?He hablado durante mi delirio?

-?Ya lo creo!

-?Y que decia?

-Pues ya lo puedes suponer: esas cosas que dice uno cuando no esta en su juicio... Pero no perdamos tiempo. Hablemos de nuestro asunto.

Se levanto y cogio su gorra.

-?Que decia?

-?Mira que eres testarudo! ?Acaso temes haber revelado algun secreto? Tranquilizate: no has dicho ni una palabra de tu condesa. Has hablado mucho de un bulldog, de pendientes, de cadenas de reloj, de la isla Krestovsky, de un portero... Nikodim Fomitch a Ilia Petrovitch estaban tambien con frecuencia en tus labios. Ademas, parecias muy preocupado por una de tus botas, seriamente preocupado. No cesabas de repetir, gimoteando: "Dadmela; la quiero. El mismo Zamiotof empezo a buscarla por todas partes, y no le importo traerte esa porqueria con sus manos, blancas, perfumadas y llenas de sortijas. Cuando recibiste esa asquerosa bota te calmaste. La tuviste en tus manos durante veinticuatro horas. No fue posible quitartela. Todavia debe de estar en el revoltijo de tu ropa de cama. Tambien reclamabas unos bajos de pantalon deshilachados. ?Y en que tono tan lastimero los pedias! Habia que oirte. Hicimos todo lo posible por averiguar de que bajos se trataba. Pero no hubo medio de entenderte... Y vamos ya a nuestro asunto. Aqui tienes tus treinta y cinco rublos. Tomo diez, y dentro de un par de horas estare de vuelta y te explicare lo que he hecho con ellos. He de pasar por casa de Zosimof. Hace rato que deberia haber venido, pues son mas de las once... Y tu, Nastenka, no te olvides de subir frecuentemente durante mi ausencia, para ver si quiere agua o alguna otra cosa. El caso es que no le falte nada... A Pachenka ya le dare las instrucciones oportunas al pasar.

-Siempre le llama Pachenka, el muy bribon -dijo Nastasia apenas hubo salido el estudiante.

Acto seguido abrio la puerta y se puso a escuchar. Pero muy pronto, sin poder contenerse, se fue a toda prisa escaleras abajo. Sentia gran curiosidad por saber lo que Rasumikhine decia a la patrona. Pero lo cierto era que el joven parecia haberla subyugado.

Apenas cerro Nastasia la puerta y se fue, el enfermo echo a sus pies la cubierta y salto al suelo. Habia esperado con impaciencia angustiosa, casi convulsiva, el momento de quedarse solo para poder hacer lo que deseaba. Pero ?que era lo que deseaba hacer? No conseguia acordarse.

"Senor: solo quisiera saber una cosa. ?Lo saben todo o lo ignoran todavia? Tal vez estan aleccionados y no dan a entender nada porque estoy enfermo. Acaso me reserven la sorpresa de aparecer un dia y decirme que lo saben todo desde hace tiempo y que solo callaban porque... Pero ?que iba yo a hacer? Lo he olvidado. Parece hecho adrede. Lo he olvidado por completo. Sin embargo, estaba pensando en ello hace apenas un minuto..."

Permanecia en pie en medio de la habitacion y miraba a su alrededor con un gesto de angustia. Luego se acerco a la puerta, la abrio, aguzo el oido... No, aquello no estaba alli... De subito creyo acordarse y, corriendo al rincon donde el papel de la pared estaba desgarrado, introdujo su mano en el hueco y hurgo... Tampoco estaba alli. Entonces se fue derecho a la estufa, la abrio y busco entre las cenizas.

?Alli estaban los bajos deshilachados del pantalon y los retales del forro del bolsillo! Por lo tanto, nadie habia buscado en la estufa. Entonces se acordo de la bota de que Rasumikhine acababa de hablarle. Ciertamente estaba alli, en el divan, cubierta apenas por la colcha, pero era tan vieja y estaba tan sucia de barro, que Zamiotof no podia haber visto nada sospechoso en ella.

"Zamiotof..., la comisaria... ?Por que me habran citado? ?Donde esta la citacion...? Pero ?que digo? ?Si fue el otro dia cuando tuve que ir...! Tambien entonces examine la bota... ?Para que habra venido Zamiotof? ?Por que lo habra traido Rasumikhine?"

Estaba extenuado. Volvio a sentarse en el divan.

"?Pero que me sucede? ?Estoy delirando todavia o todo esto es realidad? Yo creo que es realidad... ?Ahora me acuerdo de una cosa! ?Huir, hay que huir, y cuanto antes...! Pero ?adonde? Ademas ?donde esta mi ropa? No tengo botas tampoco... Ya se: me las han quitado, las han escondido... Pero ahi esta mi abrigo. Sin duda se ha librado de las investigaciones... Y el dinero esta sobre la mesa, afortunadamente... ?Y el pagare...! Cogere el dinero y me ire a alquilar otra habitacion, donde no puedan encontrarme... Si, pero ?y la oficina de empadronamiento? Me descubriran. Rasumikhine daria conmigo... Es mejor irse lejos, fuera del pais, a America... Desde alli me reire de ellos... Cogere el pagare: en America me sera util... ?Que mas me llevare...? Creen que estoy enfermo y que no me puedo marchar... ?Ja, ja, ja...! He leido en sus ojos que lo saben todo... Lo que me inquieta es tener que bajar esta escalera... Porque puede estar vigilada la salida, y entonces me daria de manos a boca con los agentes... Pero ?que hay alli? ?Caramba, te! ?Y cerveza, media botella de cerveza fresca!"

Cogio la botella, que contenia aun un buen vaso de cerveza, y se la bebio de un trago. Experimento una sensacion deliciosa, pues el pecho le ardia. Pero un minuto despues ya se le habia subido la bebida a la cabeza. Un ligero y no desagradable estremecimiento le recorrio la espalda. Se echo en el divan y se cubrio con la colcha. Sus pensamientos, ya confusos e incoherentes, se enmaranaban cada vez mas. Pronto se apodero de el una dulce somnolencia. Apoyo voluptuosamente la cabeza en la almohada, se envolvio con la colcha que habia sustituido a la vieja y destrozada manta, lanzo un debil suspiro y se sumio en un profundo y saludable sueno.

Le desperto un ruido de pasos, abrio los ojos y vio a Rasumikhine, que acababa de abrir la puerta y se habia detenido en el umbral, vacilante. Raskolnikof se levanto inmediatamente y se quedo mirandole con la expresion del que trata de recordar algo. Rasumikhine exclamo:

-?Ya veo que estas despierto...! Bueno, aqui me tienes...

Y grito, asomandose a la escalera:

-?Nastasia, sube el paquete!

Luego anadio, dirigiendose a Raskolnikof:

-Te voy a presentar las cuentas.

-?Que hora es? -pregunto el enfermo, paseando a su alrededor una mirada inquieta.

-Has echado un buen sueno, amigo. Deben de ser las seis de la tarde. Has dormido mas de seis horas.

-?Seis horas durmiendo, Senor...!

-No hay ningun mal en ello. Por el contrario, el sueno es beneficioso. ?Acaso tenias algun negocio urgente? ?Una cita? Para eso siempre hay tiempo. Hace ya tres horas que estoy esperando que te despiertes. He pasado dos veces por aqui y seguias durmiendo. Tambien he ido dos veces a casa de Zosimof. No estaba... Pero no importa: ya vendra... Ademas, he tenido que hacer algunas cosillas. Hoy me he mudado de domicilio, Ilevandome a mi tio con todo lo demas..., pues has de saber que tengo a mi tio en casa. Bueno, ya hemos hablado bastante de cosas inutiles. Vamos a lo que interesa. Trae el paquete, Nastasia... ?Y tu como estas, amigo mio?

-Me siento perfectamente. Ya no estoy enfermo... Oye, Rasumikhine: ?hace mucho tiempo que estas aqui?

-Ya te he dicho que hace tres horas que estoy esperando que te despiertes.

-No, me refiero a antes.

8

Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

-?Como a antes?

-?Desde cuando vienes aqui?

-Ya te lo he dicho. ?Lo has olvidado?

Raskolnikof quedo pensativo. Los acontecimientos de la jornada se le mostraban como a traves de un sueno. Todos sus esfuerzos de memoria resultaban infructuosos. Interrogo a Rasumikhine con la mirada.

-Si, lo has olvidado -dijo Rasumikhine-. Ya me habia parecido a mi que no estabas en tus cabales cuando te hable de eso... Pero el sueno te ha hecho bien. De veras: tienes mejor cara. Ya veras como recobras la memoria en seguida. Entre tanto, echa una mirada aqui, grande hombre.

Y empezo a deshacer aquel paquete que, al parecer, era para el cosa importante.

-Te aseguro, mi fraternal amigo, que era esto lo que mas me interesaba. Pues es preciso convertirte en lo que se llama un hombre. Empecemos por arriba. ?Ves esta gorra? -pregunto sacando del paquete una bastante bonita, pero ordinaria y que no debia de haberle costado mucho-. Permiteme que te la pruebe.

-No, ahora no; despues -rechazo Raskolnikof, apartando a su amigo con un gesto de impaciencia.

-No, amigo Rodia; debes obedecer; despues seria demasiado tarde. Ten en cuenta que, como la he comprado a ojo, no podria dormir esta noche preguntandome si te vendria bien o no.

Se la probo y lanzo un grito triunfal.

-?Te esta perfectamente! Cualquiera diria que esta hecha a la medida. El cubrecabezas, amigo mio, es lo mas importante de la vestimenta. Mi amigo Tolstakof se descubre cada vez que entra en un lugar publico donde todo el mundo permanece cubierto. La gente atribuye este proceder a sentimientos serviles, cuando lo unico cierto es que esta avergonzado de su sombrero, que es un nido de polvo. ?Es un hombre tan timido...! Oye, Nastenka, mira estos dos cubrecabezas y dime cual prefieres, si este palmon -cogio de un rincon el deformado sombrero de su amigo, al que llamaba palmon por una causa que solo el conocia- o esta joya... ?Sabes lo que me ha costado, Rodia? A ver si lo aciertas... ?A ti que te parece, Nastasiuchka? -pregunto a la sirvienta, en vista de que su amigo no contestaba.

-Pues no creo que te haya costado menos de veinte kopeks.

-?Veinte kopeks, calamidad? -exclamo Rasumikhine, indignado-. Hoy por veinte kopeks ni siquiera a ti se lo podria comprar... ?Ochenta kopeks...! Pero la he comprado con una condicion: la de que el ano que viene, cuando ya este vieja, te daran otra gratis. Palabra de honor que este ha sido el trato... Bueno, pasemos ahora a los Estados Unidos, como Ilamabamos a esta prenda en el colegio. He de advertirte que estoy profundamente orgulloso del pantalon.

Y extendio ante Raskolnikof unos pantalones grises de una fragil tela estival.

-Ni una mancha, ni un boquete; aunque usados, estan nuevos. El chaleco hace juego con el pantalon, como exige la moda. Bien mirado, debemos felicitamos de que estas prendas no sean nuevas, pues asi son mas suaves, mas flexibles... Ahora otra cosa, amigo Rodia. A mi juicio, para abrirse paso en el mundo hay que observar las exigencias de las estaciones. Si uno no pide esparragos en invierno, ahorra unos cuantos rublos. Y lo mismo pasa con la ropa. Estamos en pleno verano: por eso he comprado prendas estivales. Cuando llegue el otono necesitaras ropa de mas abrigo. Por lo tanto, habras de dejar esta, que, por otra parte, estara hecha jirones... Bueno, adivina lo que han costado estas prendas. ?Cuanto te parece? ?Dos rublos y veinticinco kopeks! Ademas, no lo olvides, en las mismas condiciones que la gorra: el ano proximo te lo cambiaran gratuitamente. El trapero Fediaev no vende de otro modo. Dice que el que va a comprarle una vez no ha de volver jamas, pues lo que compra le dura toda la vida... Ahora vamos con las botas. ?Que te parecen? Ya se ve que estan usadas, pero duraran todavia lo menos dos meses. Estan confeccionadas en el extranjero. Un secretario de la Embajada de Inglaterra se deshizo de ellas la semana pasada en el mercado. Solo las habia llevado seis dias, pero necesitaba dinero. He dado por ellas un rublo y medio. No son caras, ?verdad?

-Pero ?y si no le vienen bien?-pregunto Nastasia.

-?No venirle bien estas botas? Entonces, ?para que me he llevado esto? -replico Rasumikhine, sacando del bolsillo una agujereada y sucia bota de Raskolnikof-. He tomado mis precauciones. Las he medido con esta porqueria. He procedido en todo concienzudamente. En cuanto a la ropa interior, me he entendido con la patrona. Ante todo, aqui tienes tres camisas de algodon con el plastron de moda... Bueno, ahora hagamos cuentas: ochenta kopeks por la gorra, dos rublos veinticinco por los pantalones y el chaleco, unos cincuenta por las botas, cinco por la ropa interior (me ha hecho un precio por todo, sin detallar), dan un total de nueve rublos y cincuenta y cinco kopeks. O sea que tengo que devolverte cuarenta y cinco kopeks. Y ya estas completamente equipado, querido Rodia, pues tu gaban no solo esta en buen use todavia, sino que conserva un sello de distincion. ?He aqui la ventaja de vestirse en Charmar!. En lo que concierne a los calcetines, tu mismo te los compraras. Todavia nos quedan veinticinco buenos rublos. De Pachenka y de tu hospedaje no te has de preocupar: tienes un credito ilimitado. Y ahora, querido, habras de permitirnos que te mudemos la ropa interior. Esto es indispensable, pues en tu camisa puede cobijarse el microbio de la enfermedad.

-Dejame -le rechazo Raskolnikof. Seguia encerrado en una actitud sombria y habia escuchado con repugnancia el alegre relato de su amigo.

-Es preciso, amigo Rodia -insistio Rasumikhine-. No pretendas que haya gastado en balde las suelas de mis zapatos... Y tu, Nastasiuchka, no te hagas la pudorosa y ven a ayudarme.

Y, a pesar de la resistencia de Raskolnikof, consiguio mudarle la ropa.

El enfermo dejo caer la cabeza en la almohada y guardo silencio durante mas de dos minutos. "No quieren dejarme en paz, pensaba.

Al fin, con la mirada fija en la pared, pregunto:

-?Con que dinero has comprado todo eso?

-?Que con que dinero? ?Vaya una pregunta! Pues con el tuyo. Un empleado de una casa comercial de aqui ha venido a entregartelo hoy, por orden de Vakhruchine. Es tu madre quien te lo ha enviado. ?Tampoco de esto te acuerdas?

-Si, ahora me acuerdo -repuso Raskolnikof tras un largo silencio de sombria meditacion.

Rasumikhine le observo con una expresion de inquietud.

En este momento se abrio la puerta y entro en la habitacion un hombre alto y fornido. Su modo de presentarse evidenciaba que no era la primera vez que visitaba a Raskolnikof.

-?Al fin tenemos aqui a Zosimof! -exclamo Rasumikhine.



IV



Zosimof era, como ya hemos dicho, alto y grueso. Tenia veintisiete anos, una cara palida, carnosa y cuidadosamente rasurada, y el cabello liso. Llevaba lentes y en uno de sus dedos, hinchados de grasa, un anillo de oro. Vestia un amplio, elegante y ligero abrigo y un pantalon de verano. Toda la ropa que llevaba tenia un sello de elegancia y era comoda y de superior calidad. Su camisa era de una blancura irreprochable, y la cadena de su reloj, gruesa y maciza. En sus maneras habia cierta flematica lentitud y una desenvoltura que parecia afectada. Ejercia una tenaz vigilancia sobre si mismo, pero su presuncion hallaba a cada momento el modo de delatarse. Entre sus conocidos cundia la opinion de que era un hombre dificil de tratar, pero todos reconocian su capacidad como medico.

-He pasado dos veces por tu casa, querido Zosimof --exclamo Rasumikhine-. Como ves, el enfermo ha vuelto en si.

-Ya lo veo, ya lo veo -dijo Zosimof. Y pregunto a Raskolnikof, mirandole atentamente-: ?Que, como van esos animos?

Acto seguido se sento en el divan, a los pies del enfermo, mejor dicho, se recosto comodamente.

-Continua con su melancolia -dijo Rasumikhine-. Hace un momento le ha faltado poco para echarse a llorar solo porque le hemos mudado la ropa interior.

-Me parece muy natural, si no tenia ganas de mudarse. La muda podia esperar... El pulso es completamente normal... Un poco de dolor de cabeza, ?eh?

-Estoy bien, estoy perfectamente -repuso Raskolnikof, irritado.

Al decir esto se habia incorporado repentinamente, con los ojos centelleantes. Pero pronto volvio a dejar caer la cabeza en la almohada, quedando de cara a la pared. Zosimof le observaba con mirada atenta.

-Muy bien, la cosa va muy bien -dijo en tono negligente-. ?Ha comido algo hoy?

Rasumikhine le explico lo que habia comido y le pregunto que se le podia dar.

-Eso tiene poca importancia... Te, sopa... Nada de setas ni de cohombros, por supuesto... Ni carnes fuertes...

Cambio una mirada con Rasumikhine y continuo:

-Pero, como ya he dicho, eso tiene poca importancia... Nada de pociones, nada de medicamentos. Ya veremos si manana... El caso es que hoy hubieramos podido... En fin, lo importante es que todo va bien.

-Manana por la tarde me lo llevare a dar un paseo -dijo Rasumikhine-. Iremos a los jardines Iusupof y luego al Palacio de Cristal.

-Manana tal vez no convenga todavia... Aunque un paseo cortito... En fin, ya veremos.

-Lo que me contraria es que hoy estreno un nuevo alojamiento cerca de aqui y quisiera que estuviese con nosotros, aunque fuera echado en un divan... Tu si que vendras, ?eh? -pregunto de improviso a Zosimof-. No lo olvides; tienes que venir.

-Procurare ir, pero hasta ultima hora me sera imposible. ?Has organizado una fiesta?

-No, simplemente una reunion intima. Habra arenques, vodka, te, un pastel.

-?Quien asistira?

-Camaradas, gente joven, nuevas amistades en su mayoria. Tambien estara un tio mio, ya viejo, que ha venido por asuntos de negocio a Petersburgo. Nos vemos una vez cada cinco anos.

-?A que se dedica?

-Ha pasado su vida vegetando como jefe de correos en una pequena poblacion. Tiene una modesta remuneracion y ha cumplido ya los sesenta y cinco. No vale la pena hablar de el, aunque te aseguro que lo aprecio. Tambien vendra Porfirio Simonovitch, juez de instruccion y antiguo alumno de la Escuela de Derecho. Creo que tu lo conoces.

-?Es tambien pariente tuyo?

-?Bah, muy lejano...! Pero ?que te pasa? Pareces disgustado. ?Seras capaz de no venir porque un dia disputaste con el?

-Eso me importa muy poco.

-?Mejor que mejor! Tambien asistiran algunos estudiantes, un profesor, un funcionario, un musico, un oficial, Zamiotof...

-?Zamiotof? Te agradecere que me digas lo que tu o el -indico al enfermo con un movimiento de cabeza- teneis que ver con ese Zamiotof.

-?Ya salio aquello! Los principios... Tu estas sentado sobre tus principios como sobre muelles, y no te atreves a hacer el menor movimiento. Mi principio es que todo depende del modo de ser del hombre. Lo demas me importa un comino. Y Zamiotof es un excelente muchacho.

-Pero no demasiado escrupuloso en cuanto a los medios para enriquecerse.

-Admitamos que sea asi. Eso a mi no me importa. ?Que importancia tiene? -exclamo Rasumikhine con una especie de afectada indignacion-. ?Acaso he alabado yo este rasgo suyo? Yo solo digo que es un buen hombre en su genero. Ademas, si vamos a juzgar a los hombres aplicandoles las reglas generales, ?cuantos quedarian verdaderamente puros? Apostaria cualquier cosa a que si se mostraran tan exigentes conmigo, resultaria que no valgo un bledo... ni aunque te englobaran a ti con mi persona.

-No exageres: yo daria dos bledos por ti.

-Pues a mi me parece que tu no vales mas de uno... Bueno, continuo. Zamiotof no es todavia mas que un muchacho, y yo le tiro de las orejas. Siempre es mejor tirar que rechazar. Si rechazas a un hombre, no podras obligarlo a enmendarse, y menos si se trata de un muchacho. Debemos ser muy comprensivos con estos mozalbetes... Pero vosotros, estupidos progresistas, vivis en las nubes. Despreciais a la gente y no veis que asi os perjudicais a vosotros mismos... Y te voy a decir una cosa: Zamiotof y yo tenemos entre manos un asunto que nos interesa a los dos por igual.

-Me gustaria saber que asunto es ese.

-Se trata del pintor, de ese pintor de brocha gorda. Conseguiremos que lo pongan en libertad. No sera dificil, porque el asunto esta clarisimo. Nos bastara presionar un poco para que quede la cosa resuelta.

-No se a que pintor te refieres.

-?No? ?Es posible que no te haya hablado de esto...? Se trata de la muerte de la vieja usurera. Hay un pintor mezclado en el suceso.

-Ya tenia noticias de ese asunto. Me entere por los periodicos. Por eso solo me intereso hasta cierto punto. Bueno, explicame.

-Tambien asesinaron a Lisbeth -dijo de pronto Nastasia dirigiendose a Raskolnikof. (Se habia quedado en la habitacion, apoyada en la pared, escuchando el dialogo.)

-?Lisbeth? -murmuro Raskolnikof, con voz apenas perceptible.

-Si, Lisbeth, la vendedora de ropas usadas. ?No la conocias? Venia a esta casa. Incluso arreglo una de tus camisas.

Raskolnikof se volvio hacia la pared. Escogio del empapelado, de un amarillo sucio, una de las numerosas florecillas aureoladas de rayitas oscuras que habia en el y se dedico a examinarla atentamente. Observo los petalos. ?Cuantos habia? Y todos los trazos, hasta los menores denticulos de la corola. Sus miembros se entumecian, pero el no hacia el menor movimiento. Su mirada permanecia obstinadamente fija en la menuda flor.

-Bueno, ?que me estabas diciendo de ese pintor? -pregunto Zosimof, interrumpiendo con viva impaciencia la palabreria de Nastasia, que suspiro y se detuvo.

-Que se sospecha que es el autor del asesinato -dijo Rasumikhine, acalorado.

-?Hay cargos contra el?

-Si, y, fundandose en ellos, se le ha detenido. Pero, en realidad, estos cargos no son tales cargos, y esto es lo que pretendemos demostrar. La policia sigue ahora una falsa pista, como la siguio al principio con..., ?como se llaman...? Koch y Pestriakof... Por muy poco que le afecte a uno el asunto, uno no puede menos de sublevarse ante una investigacion conducida tan torpemente. Es posible que Pestriakof pase dentro de un rato por mi casa... A proposito, Rodia. Tu debes de estar enterado de todo esto, pues ocurrio antes de tu enfermedad, precisamente la vispera del dia en que te desmayaste en la comisaria cuando se estaba hablando de ello.

-?Quieres que te diga una cosa, Rasumikhine? -dijo Zosimof-. Te estoy observando desde hace un momento y veo que te alteras con una facilidad asombrosa.

-?Que importa! Eso no cambia en nada la cuestion -exclamo Rasumikhine dando un punetazo en la mesa-. Lo mas indignante de este asunto no son los errores de esa gente: uno puede equivocarse; las equivocaciones conducen a la verdad. Lo que me saca de mis casillas es que, aun equivocandose, se creen infalibles. Yo aprecio a Porfirio, pero... ?Sabes lo que les desoriento al principio? Que la puerta estaba cerrada, y cuando Koch y Pestriakof volvieron a subir con el portero, la encontraron abierta. Entonces dedujeron que Pestriakof y Koch eran los asesinos de la vieja. Asi razonan.

-No te acalores. Tenian que detenerlos... De ese Koch tengo noticias. Al parecer, compraba a la vieja los objetos que no se desempenaban.

-No es un sujeto recomendable. Tambien compraba pagares. ?Que el diablo se lo lleve! lo que me pone fuera de mi es la rutina, la anticuada e innoble rutina de esa gente. Este era el momento de renunciar a los viejos procedimientos y seguir nuevos sistemas. Los datos psicologicos bastarian para darles una nueva pista. Pero ellos dicen: "Nos atenemos a los hechos." Sin embargo, los hechos no son lo unico que interesa. El modo de interpretarlos influye en un cincuenta por ciento como minimo en el exito de las investigaciones.

-?Y tu sabes interpretar los hechos?

-Lo que te puedo decir es que cuando uno tiene la intima conviccion de que podria ayudar al esclarecimiento de la verdad, le es imposible contenerse... ?Conoces los detalles del suceso?

-Estoy esperando todavia la historia de ese pintor de paredes.

-?Ah, si! Pues escucha. Al dia siguiente del crimen, por la manana, cuando la policia solo pensaba aun en Koch y Pestriakof (a pesar de que estos habian dado toda clase de explicaciones convincentes sobre sus pasos), he aqui que se produce un hecho inesperado. Un campesino llamado Duchkhine, que tiene una taberna frente a la casa del crimen, se presento en la comisaria y entrega un estuche que contiene un par de pendientes de oro. A continuacion refiere la siguiente historia:

"-Anteayer, un poco despues de las ocho de la noche (hora que coincide con la del suceso), Mikolai, un pintor de oficio que frecuenta mi establecimiento, me trajo estos pendientes y me pidio que le prestara dos rublos, dejandome la joya en prenda.

"-?De donde has sacado esto? -le pregunte.

"El me contesto que se los habia encontrado en la calle, y yo no le hice mas preguntas. Le di un rublo. Pense que si yo no hacia la operacion, se aprovecharia otro, que Mikolai se beberia el dinero de todas formas y que era preferible que la joya quedara en mis manos, pues estaba decidido a entregarla a la policia si me enteraba de que era un objeto robado, al venir alguien a reclamarla."

-Naturalmente -dijo Rasumikhine-, esto era un cuento tartaro. Duchkhine mentia descaradamente, pues le conozco y se que cuando acepto de Mikolai esos pendientes que valen treinta rublos no fue precisamente para entregarlos a la policia. Si lo hizo fue por miedo. Pero esto poco importa. Dejemos que Duchkhine siga hablando.

"Conozco a Mikolai Demetiev desde mi infancia, pues nacio, como yo, en el distrito de Zaraisk, gobierno de Riazan. No es un alcoholico, pero le gusta beber a veces. Yo sabia que el estaba pintando unas habitaciones en la casa de enfrente, con Mitri, que es paisano suyo. Apenas tuvo en sus manos el rublo, se bebio dos vasitos, pago, se echo el cambio al bolsillo y se fue. Mitri no estaba con el entonces. A la manana siguiente me entere de que Alena Ivanovna y su hermana Lisbeth habian sido asesinadas a hachazos. Las conocia y sabia que la vieja prestaba dinero sobre los objetos de valor. Por eso tuve ciertas sospechas acerca de estos pendientes. Entonces me dirigi a la casa y empece a investigar con el mayor disimulo, como si no me importara la cosa. Lo primero que hice fue preguntar:

"-?Esta Mikolai?

"Y Mitri me explico que Mikolai no habia ido al trabajo, que habia vuelto a su casa bebido al amanecer, que habia estado en ella no mas de diez minutos y que habia vuelto a marcharse. Mitri no le habia vuelto a ver y estaba terminando solo el trabajo.

"El departamento donde trabajaban los dos pintores esta en el segundo piso y da a la misma escalera que las habitaciones de las victimas.

"Hechas estas averiguaciones y sin decir ni una palabra a nadie, reuni cuantos datos me fue posible acerca del asesinato y volvi a mi casa sin que mis sospechas se hubieran desvanecido.

"A la manana siguiente, o sea dos despues del crimen -continuo Duchkhine-, aparecio Mikolai en mi establecimiento. Habia bebido, pero no demasiado, de modo que podia comprender lo que se le decia. Se sento en un banco sin pronunciar palabra. En aquel momento solo habia en la taberna otro cliente, que dormia en un banco, y mis dos muchachos.

"-?Has visto a Mitri? -pregunte a Mikolai.

"-No, no lo he visto -repuso.

"-Entonces, ?no has venido por aqui?

"-No, no he venido desde anteayer.

"-?Donde has pasado esta noche?

"-En las Arenas, en casa de los Kolomensky.

"Entonces le pregunte:

"-?De donde sacaste los pendientes que me trajiste anteanoche?

"-Me los encontre en la acera -respondio con un tonillo sarcastico y sin mirarme.

"-?Te has enterado de que aquella noche y a aquella hora ocurrio tal y tal cosa en la casa donde trabajabas?

"-No, no sabia nada de eso.

"Habia escuchado mis ultimas palabras con los ojos muy abiertos. De pronto se pone blanco como la cal, coge su gorro, se levanta... Yo intento detenerle.

"-Espera, Mikolai. ?No quieres tomar nada?

"Y digo por senas a uno de mis muchachos que se situe en la puerta. Yo, entre tanto, salgo de detras del mostrador. Pero el adivina mis intenciones y se planta de un salto en la calle. Inmediatamente echa a correr y desaparece tras la primera esquina. Desde este momento, ya no me cupo duda de que era culpable."

-Lo mismo creo yo -dijo Zosimof.

-Espera, escucha el final... Naturalmente, la policia empezo a buscar a Mikolai por todas partes. Se detuvo a Duchkhine y se registro su casa. En la vivienda de Mitri y en casa de los Kolomensky no quedo nada por mirar y revolver. Al fin, anteayer se detuvo a Mikolai en una posada proxima a la Barrera. Al llegar a la posada, Mikolai se habia quitado una cruz de plata que colgaba de su cuello y la habia entregado al dueno de la posada para que se la cambiara por vodka. Se le dio la bebida. Unos minutos despues, una campesina que volvia de ordenar a las vacas vio en una cochera vecina, mirando por una rendija, a un hombre que evidentemente iba a ahorcarse. Habla colgado una cuerda del techo y, despues de hacer un nudo corredizo en el otro extremo, se habia subido a un monton de lena y se disponia a pasar la cabeza por el nudo corredizo. La mujer empezo a gritar con todas sus fuerzas y acudio gente.

"-?Vaya unos pasatiempos que te buscas!

"-Llevadme a la comisaria. Alli lo contare todo.

"Se atendio a su demanda y se le condujo a la comisaria correspondiente, que es la de nuestro barrio. En seguida empezo el interrogatorio de rigor.

"-?Quien es usted y que edad tiene?

"-Tengo veintidos anos y soy..., etcetera.

"Pregunta:

"-Mientras trabajaba usted con Mitri en tal casa, ?no vio a nadie en la escalera a tal hora?

"Respuesta:

"-Subia y bajaba bastante gente, pero yo no me fije en nadie.

"-?Y no oyo usted ningun ruido?

"-No oi nada de particular.

"-?Sabia usted que tal dia y a tal hora mataron y desvalijaron a la vieja del cuarto piso y a su hermana?

"-No lo sabia en absoluto. Me lo dijo Atanasio Pavlovitch anteayer en su taberna.

"-?De donde saco los pendientes?

"-Me los encontre en la calle.

"-?Por que no fue a trabajar al dia siguiente con su companero Mitri?

"-Tenia ganas de divertirme.

"-?Adonde fue?

"-De un lado a otro.

"-?Por que huyo usted de la taberna de Duchkhine?

"-Tenia miedo.

"-?De que?

"-De que me condenaran.

"-?Como explica usted ese temor si tenia la conciencia tranquila?

"Aunque parezca mentira, Zosimof -continuo Rasumikhine-, se le hizo esta pregunta y con estas mismas palabras. Lo se de buena fuente... ?Que te parece? Dime: ?que te parece?

-Las pruebas son abrumadoras.

-Yo no te hablo de las pruebas, sino de la pregunta que se le hizo, del concepto que tiene de su deber esa gente, esos policias... En fin, dejemos esto... Desde luego, presionaron al detenido de tal modo, que acabo por declarar:

"-No fue en la calle donde encontre los pendientes, sino en el piso donde trabajaba con Mitri.

"-?Como se produjo el hallazgo?

"-Lo voy a explicar. Mitri y yo estuvimos todo el dia trabajando y, cuando nos ibamos a marchar, Mitri cogio un pincel empapado de pintura y me lo paso por la cara. Despues echo a correr escaleras abajo y yo fui tras el, bajando los escalones de cuatro en cuatro y lanzando juramentos. Cuando llegue a la entrada, tropece con el portero y con unos senores que estaban con el y que no recuerdo como eran. El portero empezo a insultarme, el segundo portero hizo lo mismo; luego salio de la garita la mujer del primer portero y se sumo a los insultos. Finalmente, un caballero que en aquel momento entraba en la casa acompanado de una senora nos puso tambien de vuelta y media porque no los dejabamos pasar. Cogi a Mitri del pelo, lo derribe y empece a atizarle. El, aunque estaba debajo, consiguio tambien asirme por el pelo y note que me devolvia los golpes. Pero todo era broma. Al fin, Mitri consiguio libertarse y echo a correr por la calle. Yo le persegui, pero, al ver que no le podia alcanzar, volvi al piso donde trabajabamos para poner en orden las cosas que habiamos dejado de cualquier modo. Mientras las arreglaba, esperaba a Mitri. Creia que volveria de un momento a otro. De pronto, en un rincon del vestibulo, detras de la puerta, piso una cosa. La recojo, quito el papel que la envuelve y veo un estuche, y en el estuche los pendientes.

-?Detras de la puerta? ?Has dicho detras de la puerta? -pregunto de subito Raskolnikof, fijando en Rasumikhine una mirada llena de espanto. Seguidamente, haciendo un gran esfuerzo, se incorporo y apoyo el codo en el divan.

-Si, ?y que? ?Por que te pones asi? ?Que te ha pasado? pregunto Rasumikhine levantandose de su asiento.

-No, nada -balbuceo Raskolnikof penosamente, dejando caer la cabeza en la almohada y volviendose de nuevo hacia la pared.

Hubo un momento de silencio.

-Debia de estar medio dormido, ?verdad? -pregunto Rasumikhine, dirigiendo a Zosimof una mirada interrogadora.

El doctor movio negativamente la cabeza.

Bueno -dijo-, continua. ?Que ocurrio despues?

-?Despues? Pues ocurrio que, apenas vio los pendientes, se olvido de su trabajo y de Mitri, cogio su gorro y corrio a la taberna de Duchkhine. Este le dio, como ya sabemos, un rublo, y Mikolai le mintio diciendo que se habia encontrado los pendientes en la calle. Luego se fue a divertirse. En lo que concierne al crimen, mantiene sus primeras declaraciones."-Yo no sabia nada -insiste-, no supe nada hasta dos dias despues.

"-?Y por que se oculto?

"-Por miedo.

"-?Por que queria ahorcarse?

"-Por temor.

"-?Temor de que?

"-De que me condenaran.

"Y esto es todo -termino Rasumikhine-. ?Que conclusiones crees que han sacado?

-No se que decirte. Existe una sospecha, discutible tal vez pero fundada. No podian dejar en libertad a tu pintor de fachadas.

-?Pero es que le atribuyen el asesinato! ?No les cabe la menor duda!

-Oyeme. No te acalores. Has de convenir que si el dia y a la hora del crimen, unos pendientes que estaban en el arca de la victima pasaron a manos de Nicolas, es natural que se le pregunte como se los procuro. Es un detalle importante para la instruccion del sumario.

-?Que como se los procuro? ---exclamo Rasumikhine-. Pero ?es posible que tu, doctor en medicina y, por lo tanto, mas obligado que nadie a estudiar la naturaleza humana, y que has podido profundizar en ella gracias a tu profesion, no hayas comprendido el caracter de Nicolas basandote en los datos que te he dado? ?Es posible que no estes convencido de que sus declaraciones en los interrogatorios que ha sufrido son la pura verdad? Los pendientes llegaron a sus manos exactamente como el ha dicho: piso el estuche y lo recogio.

-Podra decir la pura verdad; pero el mismo ha reconocido que mintio la primera vez.

-Oye, escuchame con atencion. El portero, Koch, Pestriakof, el segundo portero, la mujer del primero, otra mujer que estaba en aquel momento en la porteria con la portera, el consejero Krukof, que acababa de bajar de un coche y entraba en la casa con una dama cogida a su brazo; todas estas personas, es decir, ocho, afirman que Nicolas tiro a Mitri al suelo y lo mantuvo debajo de el, golpeandole, mientras Mitri cogia a su camarada por el pelo y le devolvia los golpes con creces. Estan ante la puerta y dificultan el paso. Se les insulta desde todas partes, y ellos, como dos chiquillos (estas son las palabras de los testigos), gritan, disputan, lanzan carcajadas, se hacen guinos y se persiguen por la calle. Como verdaderos chiquillos, ?comprendes? Ten en cuenta que arriba hay dos cadaveres que todavia conservan calor en el cuerpo; si, calor; no estaban todavia frios cuando los encontraron... Supongamos que los autores del crimen son los dos pintores, o que solo lo ha cometido Nicolas, y que han robado, forzando la cerradura del arca, o simplemente participado en el robo. Ahora, admitido esto, permiteme una pregunta. ?Se puede concebir la indiferencia, la tranquilidad de espiritu que demuestran esos gritos, esas risas, esa rina infantil en personas que acaban de cometer un crimen y estan ante la misma casa en que lo han cometido? ?Es esta conducta compatible con el hacha, la sangre, la astucia criminal y la prudencia que forzosamente han de acompanar a semejante acto? Cinco o diez minutos despues de haber cometido el asesinato (no puede haber transcurrido mas tiempo, ya que los cuerpos no se han enfriado todavia), salen del piso, dejando la puerta abierta y, aun sabiendo que sube gente a casa de la vieja, se ponen a juguetear ante la puerta de la casa, en vez de huir a toda prisa, y rien y llaman la atencion de la gente, cosa que confirman ocho testigos... ?Que absurdo!

-Sin duda, todo esto es extrano, incluso parece imposible, pero...

-?No hay pero que valga! Yo reconozco que el hecho de que se encontraran los pendientes en manos de Nicolas poco despues de cometerse el crimen constituye un grave cargo contra el. Sin embargo, este hecho queda explicado de un modo plausible en las declaraciones del acusado y, por lo tanto, es discutible. Ademas, hay que tener en cuenta los hechos que son favorables a Nicolas, y mas aun cuando se da el caso de que estos hechos estan fuera de duda. ?Tu que crees? Dado el caracter de nuestra jurisprudencia, ?son capaces los jueces de considerar que un hecho fundado unicamente en una imposibilidad psicologica, en un estado de alma, por decirlo asi, puede aceptarse como indiscutible y suficiente para destruir todos los cargos materiales, sean cuales fueren? No, no lo admitiran jamas. Han encontrado el estuche en sus manos y el queria ahorcarse, cosa que, a su juicio, no habria ocurrido si el no se hubiera sentido culpable... Esta es la cuestion fundamental; esto es lo que me indigna, ?comprendes?

-Si, ya veo que estas indignado. Pero oye, tengo que hacerte una pregunta. ?Hay pruebas de que esos pendientes se sacaron del arca de la vieja?

-Si -repuso Rasumikhine frunciendo las cejas-. Koch reconocio la joya y dijo quien la habia empenado. Esta persona confirmo que los pendientes le pertenecian.

-Lamentable. Otra pregunta. ?Nadie vio a Nicolas mientras Koch y Pestriakof subian al cuarto piso, con lo que quedaria probada la coartada?

-Desgraciadamente, nadie lo vio -repuso Rasumikhine, malhumorado-. Ni siquiera Koch y Pestriakof los vieron al subir. Claro que su testimonio no valdria ya gran cosa. "Vimos -dicen- que el piso estaba abierto y nos parecio que trabajaban en el, pero no prestamos atencion a este detalle y no podriamos decir si los pintores estaban o no alli en aquel momento."

-?Asi, la inculpabilidad de Nicolas descansa enteramente en las risas y en los golpes que cambio con su camarada...? En fin, admitamos que esto constituye una prueba importante en su favor. Pero dime: ?como puedes explicar el proceso del hallazgo de los pendientes, si admites que el acusado dice la verdad, o sea que los encontro en el departamento donde trabajaba?

-?Que como puedo explicarlo? Del modo mas sencillo. La cosa esta perfectamente clara. Por lo menos, el camino que hay que seguir para llegar a la verdad se nos muestra con toda claridad, y es precisamente esa joya la que lo indica. Los pendientes se le cayeron al verdadero culpable. Este estaba arriba, en el piso de la vieja, mientras Koch y Pestriakof llamaban a la puerta. Koch cometio la tonteria de bajar a la entrada poco despues que su companero. Entonces el asesino sale del piso y empieza a bajar la escalera, ya que no tiene otro camino para huir. A fin de no encontrarse con el portero, Koch y Pestriakof, ha de esconderse en el piso vacio que Nicolas y Mitri acaban de abandonar. Permanece oculto detras de la puerta mientras los otros suben al piso de las victimas, y, cuando el ruido de los pasos se aleja, sale de su escondite y baja tranquilamente. Es el momento en que Mitri y Nicolas echan a correr por la calle. Todos los que estaban ante la puerta se han dispersado. Tal vez alguien le viera, pero nadie se fijo en el. ?Entraba y salia tanta gente por aquella puerta! El estuche se le cayo del bolsillo cuando estaba oculto detras de la puerta, y el no lo advirtio porque tenia otras muchas cosas en que pensar en aquel momento. Que el estuche estuviera alli demuestra que el asesino se escondio en el piso vacio. He aqui explicado todo el misterio.

-Ingenioso, amigo Rasumikhine, diabolicamente ingenioso, incluso demasiado ingenioso.

-?Por que demasiado?

-Porque todo es tan perfecto, porque los detalles estan tan bien trabados, que uno cree hallarse ante una obra teatral.

Rasumikhine abrio la boca para protestar, pero en este momento se abrio la puerta, y los jovenes vieron aparecer a un visitante al que ninguno de ellos conocia.

V

Era un caballero de cierta edad, movimientos pausados y fisonomia reservada y severa. Se detuvo en el umbral y paseo a su alrededor una mirada de sorpresa que no trataba de disimular y que resultaba un tanto descortes. "?Donde me he metido?", parecia preguntarse. Observaba la habitacion, estrecha y baja de techo como un camarote, con un gesto de desconfianza y una especie de afectado terror.

Su mirada conservo su expresion de asombro al fijarse en Raskolnikof, que seguia echado en el misero divan, vestido con ropas no menos miserables, y que le miraba como los demas.

Despues el visitante observo atentamente la barba inculta, los cabellos enmaranados y toda la desalinada figura de Rasumikhine, que, a su vez y sin moverse de su sitio, le miraba con una curiosidad impertinente.

Durante mas de un minuto reino en la estancia un penoso silencio, pero al fin, como es logico, la cosa cambio.

Comprendiendo sin duda -pues ello saltaba a la vista que su arrogancia no imponia a nadie en aquella especie de camarote de trasatlantico, el caballero se digno humanizarse un poco y se dirigio a Zosimof cortesmente pero con cierta rigidez.

-Busco a Rodion Romanovitch Raskolnikof, estudiante o ex estudiante -dijo, articulando las palabras silaba a silaba.

Zosimof inicio un lento ademan, sin duda para responder, pero Rasumikhine, aunque la pregunta no iba dirigida a el, se anticipo.

-Ahi lo tiene usted, en el divan -dijo-. ?Y usted que desea?

La naturalidad con que estas palabras fueron pronunciadas parecio ablandar al presuntuoso caballero, que incluso se volvio hacia Rasumikhine. Pero en seguida se contuvo y, con un rapido movimiento, fijo de nuevo la mirada en Zosimof.

-Ahi tiene usted a Raskolnikof -repuso el doctor, indicando al enfermo con un movimiento de cabeza. Despues lanzo un gran bostezo y, seguidamente y con gran lentitud, saco del bolsillo de su chaleco un enorme reloj de oro, que consulto y volvio a guardarse, con la misma calma.

Raskolnikof, que en aquel momento estaba echado boca arriba, no quitaba ojo al recien llegado y seguia encerrado en su silencio. Ahora se veia su semblante, pues ya no contemplaba la florecilla del empapelado. Estaba palido y en su expresion se leia un extraordinario sufrimiento. Era como si el enfermo acabara de salir de una operacion o de experimentar terribles torturas... Sin embargo, el visitante desconocido le inspiraba un interes creciente, que primero fue sorpresa, en seguida desconfianza y finalmente temor.

Cuando Zosimof dijo: "Ahi tiene usted a Raskolnikof, este se levanto con un movimiento tan repentino, que tuvo algo de salto, y manifesto, con voz debil y entrecortada pero agresiva:

-Si, yo soy Raskolnikof. ?Que desea usted?

El visitante le observo atentamente y repuso, en un tono lleno de dignidad:

-Soy Piotr Petrovitch Lujine. Tengo motivos para creer que mi nombre no le sera enteramente desconocido.

Pero Raskolnikof, que esperaba otra cosa, se limito a mirar a su interlocutor con gesto pensativo y estupido, sin contestarle y como si aquella fuera la primera vez que oia semejante nombre.

-?Es posible que todavia no le hayan hablado de mi? -exclamo Piotr Petrovitch, un tanto desconcertado.

Por toda respuesta, Raskolnikof se dejo caer poco a poco sobre la almohada. Enlazo sus manos debajo de la nuca y fijo su mirada en el techo. Lujine dio ciertas muestras de inquietud. Zosimof y Rasumikhine le observaban con una curiosidad creciente que acabo de desconcertarle.

-Yo creia..., yo suponia...-balbuceo- que una carta que se curso hace diez dias, tal vez quince...

-Pero oiga, ?por que se queda en la puerta?-le interrumpio Rasumikhine-. Si tiene usted algo que decir, entre y sientese. Nastasia y usted no caben en el umbral. Nastasiuchka, apartate y deja pasar al senor. Entre; aqui tiene una silla; pase por aqui.

Echo atras su silla de modo que entre sus rodillas y la mesa quedo un estrecho pasillo, y, en una postura bastante incomoda, espero a que pasara el visitante. Lujine comprendio que no podia rehusar y llego, no sin dificultad, al asiento que se le ofrecia. Cuando estuvo sentado, fijo en Rasumikhine una mirada llena de inquietud.

-No este usted violento -dijo este levantando la voz-. Hace cinco dias que Rodia esta enfermo. Durante tres ha estado delirando. Hoy ha recobrado el conocimiento y ha comido con apetito. Aqui tiene usted a su medico, que lo acaba de reconocer. Yo soy un camarada suyo, un ex estudiante como el, y ahora hago el papel de enfermero. Por lo tanto, no haga caso de nosotros: siga usted conversando con el como si no estuvieramos.

-Muy agradecido, pero ?no le parece a usted -se dirigia a Zosimof- que mi conversacion y mi presencia pueden fatigar al enfermo?

-No, -repuso Zosimof-. Por el contrario, su charla le distraera.

Y volvio a lanzar un bostezo.

-?Oh! Hace ya bastante tiempo que ha vuelto en si: esta manana -dijo Rasumikhine, cuya familiaridad respiraba tanta franqueza y simpatia, que Piotr Petrovitch empezo a sentirse menos cohibido. Ademas, hay que tener presente que el impertinente y desharrapado joven se habia presentado como estudiante.

-Su madre... -comenzo a decir Lujine.

Rasumikhine lanzo un ruidoso grunido. Lujine le miro con gesto interrogante.

-No, no es nada. Continue.

-Su madre empezo a escribirle antes de que yo me pusiera en camino. Ya en Petersburgo, he retrasado adrede unos cuantos dias mi visita para asegurarme de que usted estaria al corriente de todo. Y ahora veo, con la natural sorpresa...

-Ya estoy enterado, ya estoy enterado -replico de subito Raskolnikof, cuyo semblante expresaba viva irritacion-. Es usted el novio, ?verdad? Bien, pues ya ve que lo se.

Piotr Petrovitch se sintio profundamente herido por la aspereza de Raskolnikof, pero no lo dejo entrever. Se preguntaba a que obedecia aquella actitud. Hubo una pausa que duro no menos de un minuto. Raskolnikof, que para contestarle se habia vuelto ligeramente hacia el, empezo de subito a examinarlo fijamente, con cierta curiosidad, como si no hubiese tenido todavia tiempo de verle o como si de pronto hubiese descubierto en el algo que le llamara la atencion. Incluso se incorporo en el divan para poder observarlo mejor.

Sin duda, el aspecto de Piotr Petrovitch tenia un algo que justificaba el calificativo de novio que acababa de aplicarsele tan gentilmente. Desde luego, se veia claramente, e incluso demasiado, que Piotr Petrovitch habia aprovechado los dias que llevaba en la capital para embellecerse, en prevision de la llegada de su novia, cosa tan inocente como natural. La satisfaccion, acaso algo excesiva, que experimentaba ante su feliz transformacion podia perdonarsele en atencion a las circunstancias. El traje del senor Lujine acababa de salir de la sastreria. Su elegancia era perfecta, y solo en un punto permitia la critica: el de ser demasiado nuevo. Todo en su indumentaria se ajustaba al plan establecido, desde el elegante y flamante sombrero, al que el prodigaba toda suerte de cuidados y tenia entre sus manos con mil precauciones, hasta los maravillosos guantes de color lila, que no llevaba puestos, sino que se contentaba con tenerlos en la mano. En su vestimenta predominaban los tonos suaves y claros. Llevaba una ligera y coquetona americana habanera, pantalones claros, un chaleco del mismo color, una fina camisa recien salida de la tienda y una encantadora y pequena corbata de batista con listas de color de rosa. Lo mas asombroso era que esta elegancia le sentaba perfectamente. Su fisonomia, fresca e incluso hermosa, no representaba los cuarenta y cinco anos que ya habian pasado por ella. La encuadraban dos negras patillas que se extendian elegantemente a ambos lados del menton, rasurado cuidadosamente y de una blancura deslumbrante. Su cabello se mantenia casi enteramente libre de canas, y un habil peluquero habia conseguido rizarlo sin darle, como suele ocurrir en estos casos, el ridiculo aspecto de una cabeza de marido aleman. Lo que pudiera haber de desagradable y antipatico en aquella fisonomia grave y hermosa no estaba en el exterior.

Despues de haber examinado a Lujine con impertinencia, Raskolnikof sonrio amargamente, dejo caer la cabeza sobre la almohada y continuo contemplando el techo.

Pero el senor Lujine parecia haber decidido tener paciencia y fingia no advertir las rarezas de Raskolnikof.

-Lamento profundamente encontrarle en este estado -dijo para reanudar la conversacion-. Si lo hubiese sabido, habria venido antes a verle. Pero usted no puede imaginarse las cosas que tengo que hacer. Ademas, he de intervenir en un debate importante del Senado. Y no hablemos de esas ocupaciones cuya indole puede usted deducir: espero a su familia, es decir, a su madre y a su hermana, de un momento a otro.

Raskolnikof hizo un movimiento y parecio que iba a decir algo. Su semblante dejo entrever cierta agitacion. Piotr Petrovitch se detuvo y espero un momento, pero, viendo que Raskolnikof no desplegaba los labios, continuo:

-Si, las espero de un momento a otro. Ya les he encontrado un alojamiento provisional.

-?Donde? -pregunto Raskolnikof con voz debil.

-Cerca de aqui, en el edificio Bakaleev.

9

Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

-Eso esta en el bulevar Vosnesensky -interrumpio Rasumikhine-. El comerciante Iuchine alquila dos pisos amueblados. Yo he ido a verlos.

-Si, son departamentos amueblados...

-Aquello es un verdadero infierno, sucio, pestilente y, ademas, un lugar nada recomendable. Alli han ocurrido las cosas mas viles. Solo el diablo sabe que vecindario es aquel. Yo mismo fui alli atraido por un asunto escandaloso. Por lo demas, los departamentos se alquilan a buen precio.

-Como es natural, yo no pude procurarme todos esos informes, pues acababa de llegar a Petersburgo -dijo Piotr Petrovitch, un tanto molesto-; pero, sea como fuere, las dos habitaciones que he alquilado son muy limpias. Ademas, hay que tener en cuenta que todo esto es provisional... Yo tengo ya contratado nuestro definitivo..., mejor dicho, nuestro futuro hogar -anadio volviendose hacia Raskolnikof-. Solo falta arreglarlo, y ya lo estoy haciendo. Yo mismo tengo ahora una habitacion amueblada bastante reducida. Esta a dos pasos de aqui, en casa de la senora de Lipevechsel. Vivo con un joven que es amigo mio: Andres Simonovitch Lebeziatnikof. El es precisamente el que me ha indicado la casa Bakaleev.

-?Lebeziatnikof? -pregunto Raskolnikof, pensativo, como si este nombre le hubiese recordado algo.

-Si, Andres Simonovitch Lebeziatnikof. Esta empleado en un ministerio. ?Le conoce usted?

-No..., no -repuso Raskolnikof.

-Perdone, pero su exclamacion me ha hecho suponer que lo conocia. Fui tutor suyo hace ya tiempo. Es un joven simpatiquisimo, que esta al corriente de todas las ideas. A mi me gusta tratar con gente joven. Asi se entera uno de las novedades que corren por el mundo.

Piotr Petrovitch miro a sus oyentes con la esperanza de percibir en sus semblantes un signo de aprobacion.

-?A que clase de novedades se refiere? -pregunto Rasumikhine.

-Alas de tipo mas serio, es decir, mas fundamental -repuso Piotr Petrovitch, al que el tema parecia encantar-. Hacia ya diez anos que no habia venido a Petersburgo. Todas las reformas sociales, todas las nuevas ideas han llegado a provincias, pero para darse exacta cuenta de estas cosas, para verlo todo, hay que estar en Petersburgo. Yo creo que el mejor modo de informarse de estas cuestiones es observar a las generaciones jovenes... Y creame que estoy encantado.

-?De que?

-Es algo muy complejo. Puedo equivocarme, pero creo haber observado una vision mas clara, un espiritu mas critico, por decirlo asi, una actividad mas razonada.

-Es verdad -dijo Zosimof entre dientes.

-No digas tonterias -replico Rasumikhine-. El sentido de los negocios no nos llueve del cielo, sino que solo lo podemos adquirir mediante un dificil aprendizaje. Y nosotros hace ya doscientos anos que hemos perdido el habito de la actividad... De las ideas -continuo, dirigiendose a Piotr Petrovitch- puede decirse que flotan aqui y alla. Tenemos cierto amor al bien, aunque este amor sea, confesemoslo, un tanto infantil. Tambien existe la honradez, aunque desde hace algun tiempo estemos plagados de bandidos. Pero actividad, ninguna en absoluto.

-No estoy de acuerdo con usted -dijo Lujine, visiblemente encantado-. Cierto que algunos se entusiasman y cometen errores, pero debemos ser indulgentes con ellos. Esos arrebatos y esas faltas demuestran el ardor con que se lanzan al empeno, y tambien las dificultades, puramente materiales, verdad es, con que tropiezan. Los resultados son modestos, pero no debemos olvidar que los esfuerzos han empezado hace poco. Y no hablemos de los medios que han podido utilizar. A mi juicio, no obstante, se han obtenido ya ciertos resultados. Se han difundido ideas nuevas que son excelentes; obras desconocidas aun, pero de gran utilidad, sustituyen a las antiguas producciones de tipo romantico y sentimental. La literatura cobra un caracter de madurez. Prejuicios verdaderamente perjudiciales han caido en el ridiculo, han muerto... En una palabra, hemos roto definitivamente con el pasado, y esto, a mi juicio, constituye un exito.

-Ha dado suelta a la lengua solo para lucirse -gruno inesperadamente Raskolnikof.

-?Como? -pregunto Lujine, que no habia entendido.

Pero Raskolnikof no le contesto.

-Todo eso es exacto -se apresuro a decir Zosimof.

-?Verdad? --exclamo Piotr Petrovitch dirigiendo al doctor una mirada amable. Despues se volvio hacia Rasumikhine con un gesto de triunfo y superioridad (solo faltaba que le llamase "joven") y le dijo-: Convenga usted que todo se ha perfeccionado, o, si se prefiere llamarlo asi, que todo ha progresado, por lo menos en los terrenos de las ciencias y la economia.

-Eso es un lugar comun.

-No, no es un lugar comun. Le voy a poner un ejemplo. Hasta ahora se nos ha dicho: "Ama a tu projimo." Pues bien, si pongo este precepto en practica, ?que resultara? -Piotr Petrovitch hablaba precipitadamente-. Pues resultara que dividire mi capa en dos mitades, dare una mitad a mi projimo y los dos nos quedaremos medio desnudos. Un proverbio ruso dice que el que persigue varias liebres a la vez no caza ninguna. La ciencia me ordena amar a mi propia persona mas que a nada en el mundo, ya que aqui abajo todo descansa en el interes personal. Si te amas a ti mismo, haras buenos negocios y conservaras tu capa entera. La economia politica anade que cuanto mas se elevan las fortunas privadas en una sociedad o, dicho en otros terminos, mas capas enteras se ven, mas solida es su base y mejor su organizacion. Por lo tanto, trabajando para mi solo, trabajo, en realidad, para todo el mundo, pues contribuyo a que mi projimo reciba algo mas que la mitad de mi capa, y no por un acto de generosidad individual y privada, sino a consecuencia del progreso general. La idea no puede ser mas sencilla. No creo que haga falta mucha inteligencia para comprenderla. Sin embargo, ha necesitado mucho tiempo para abrirse camino entre los suenos y las quimeras que la ahogaban.

-Perdoneme -le interrumpio Rasumikhine-. Yo pertenezco a la categoria de los imbeciles. Dejemos ese asunto. Mi intencion al dirigirle la palabra no era despertar su locuacidad. Tengo los oidos tan llenos de toda esa palabreria que no ceso de escuchar desde hace tres anos, de todas esas trivialidades, de todos esos lugares comunes, que me sonroja no solo hablar de ello, sino tambien que se hable delante de mi. Usted se ha apresurado a alardear ante nosotros de sus teorias, y no se lo censuro. Yo solo deseaba saber quien es usted, pues en estos ultimos tiempos se han introducido en los negocios publicos tantos intrigantes, y esos desaprensivos han ensuciado de tal modo cuanto ha pasado por sus manos, que han formado a su alrededor un verdadero lodazal. Y no hablemos mas de este asunto.

-Caballero -exclamo Lujine, herido en lo mas vivo y adoptando una actitud llena de dignidad-, ?quiere usted decir con eso que tambien yo...?

-?De ningun modo! ?Como podria yo permitirme...? En fin, basta ya...

Y despues de cortar asi el dialogo, Rasumikhine se apresuro a reanudar con Zosimof la conversacion que habia interrumpido la entrada de Piotr Petrovitch.

Este tuvo el buen sentido de aceptar la explicacion del estudiante, y adopto la firme resolucion de marcharse al cabo de dos minutos.

-Ya hemos trabado conocimiento -dijo a Raskolnikof-. Espero que, una vez este curado, nuestras relaciones seran mas intimas, debido a las circunstancias que ya conoce usted. Le deseo un rapido restablecimiento.

Raskolnikof ni siquiera dio muestras de haberle oido, y Piotr Petrovitch se puso en pie.

-Seguramente -dijo Zosimof a Rasumikhine-, el asesino es uno de sus deudores.

-Seguramente -repitio Rasumikhine-. Porfirio no revela a nadie sus pensamientos pero solo interroga a los que tenian algo empenado en casa de la vieja.

-?Los interroga?-exclamo Raskolnikof.

-Si, ?por que?

-No, por nada.

-Pero ?como sabe quienes son? -pregunto Zosimof.

-Koch ha indicado algunos. Los nombres de otros figuraban en los papeles que envolvian los objetos, y otros, en fin, se han presentado espontaneamente al enterarse de lo ocurrido.

-El culpable debe de ser un profesional de gran experiencia. ?Que resolucion, que audacia!

-Pues no -replico Rasumikhine-. En eso, tu y todo el mundo estais equivocados. Yo estoy seguro de que es un inexperto de que este es su primer crimen. Si nos imaginamos un plan bien urdido y un criminal experimentado, nada tiene explicacion. Para que la tenga, hay que suponer que es un principiante y admitir que solo la suerte le ha permitido escapar. ?Que no podra hacer el azar? Es muy posible que no previera ningun obstaculo. ?Y como lleva a cabo el robo? Busca en la caja donde la vieja guardaba sus trapos, coge unos cuantos objetos que no valen mas de treinta rublos y se llena con ellos los bolsillos. Sin embargo, en el cajon superior de la comoda se ha encontrado una caja que contenia mas de mil quinientos rublos en metalico y cierta cantidad de billetes. Ni siquiera supo robar. Lo unico que supo hacer fue matar. ?Lo dicho: un principiante! Perdio la cabeza, y si no Lo han descubierto no Lo debe a su destreza, sino al azar.

-?Hablan ustedes del asesinato de esa vieja prestamista? -intervino Lujine, dirigiendose a Zosimof. Con el sombrero en las manos se disponia a despedirse, pero deseaba decir todavia algunas cosas profundas. Queria dejar buen recuerdo en aquellos jovenes. La vanidad podia en el mas que la razon.

-Si. ?Ha oido usted hablar de ese crimen?

-?Como no? Ha ocurrido en las cercanias de la casa donde me hospedo.

-?Conoce usted los detalles?

-Los detalles, no, pero este asunto me interesa por la cuestion general que plantea. Dejemos a un lado el aumento incesante de la criminalidad durante los ultimos cinco anos en las clases bajas. No hablemos tampoco de la sucesion ininterrumpida de incendios provocados y actos de pillaje. Lo que me asombra es que la criminalidad crezca de modo parecido en las clases superiores. Un dia nos enteramos de que un ex estudiante ha asaltado el coche de correos en la carretera. Otro, que hombres cuya posicion los situa en las altas esferas fabrican moneda falsa. En Moscu se descubre una banda de falsificadores de billetes de la loteria, uno de cuyos jefes era un profesor de historia universal. Ademas, se da muerte a un secretario de embajada por una oscura cuestion de dinero... Si la vieja usurera ha sido asesinada por un hombre de la clase media (los mujiks no tienen el habito de empenar joyas), ?como explicar este relajamiento moral en la clase mas culta de nuestra ciudad?

-Los fenomenos economicos han producido transformaciones que... -comenzo a decir Zosimof.

-?Como explicarlo? -le interrumpio Rasumikhine-. Pues precisamente por esa falta de actividad razonada.

-?Que quiere usted decir?

-?Que respondio ese profesor de historia universal cuando le interrogaron? "Cada cual se enriquece a su modo. Yo tambien he querido enriquecerme Lo mas rapidamente posible." No recuerdo las palabras que empleo, pero se que quiso decir "ganar dinero rapidamente y sin esfuerzo". El hombre se acostumbra a vivir sin esfuerzo, a andar por el camino llano, a que le pongan la comida en la boca. Hoy cada uno se muestra como realmente es.

-Pero la moral, las leyes...

-?Que le sorprende? -pregunto repentinamente Raskolnikof-. Todo esto es la aplicacion de sus teorias.

-?De mis teorias?

-Si, la conclusion logica de los principios que acaba usted de exponer es que se puede incluso asesinar.

-Un momento, un momento... -exclamo Lujine.

-No estoy de acuerdo -dijo Zosimof.

Raskolnikof estaba palido y respiraba con dificultad. Su labio superior temblaba convulsivamente.

-Todo tiene su medida -dijo Lujine con arrogancia-. Una idea economica no ha sido nunca una incitacion al crimen, y suponiendo...

-?Acaso no es cierto -le interrumpio Raskolnikof con voz tremula de colera, pero llena a la vez de un jubilo hostil que usted dijo a su novia, en el momento en que acababa de aceptar su peticion, que lo que mas le complacia de ella era su pobreza, pues Lo mejor es casarse con una mujer pobre para poder dominarla y recordarle el bien que se le ha hecho?

-Pero... -exclamo Lujine, trastornado por la colera-. ?Oh, que modo de desnaturalizar mi pensamiento! Perdoneme, pero puedo asegurarle que las noticias que han llegado a usted sobre este punto no tienen la menor sombra de fundamento. Ya se donde esta el origen del mal... Por Lo menos, Lo supongo... Se Lo dire francamente. Me parecio que su madre, pese a sus excelentes prendas, poseia un espiritu un tanto exaltado y propenso a las novelerias. Sin embargo, estaba muy lejos de creer que pudiera interpretar mis palabras con tanta inexactitud y que, al citarlas, alterase de tal modo su sentido. Ademas...

-?Oigame! -bramo el joven, levantando la cabeza de la almohada y fijando en Lujine una mirada ardiente-. ?Escuche!

-Usted dira.

Lujine pronuncio estas palabras en un tono de reto. A ellas siguio un silencio que duro varios segundos.

-Pues lo que quiero que sepa es que si usted se permite decir una palabra mas contra mi madre, lo echo escaleras abajo.

-?Pero Rodia! -exclamo Rasumikhine.

-?Si, escaleras abajo!

Lujine habia palidecido y se mordia los labios.

-Oigame, senor -comenzo a decir, haciendo un gran esfuerzo por dominarse-: la acogida que usted me ha dispensado me ha demostrado claramente y desde el primer momento su enemistad hacia mi, y si he prolongado la visita ha sido solamente para acabar de cerciorarme. Habria perdonado muchas cosas a un enfermo, a un pariente; pero, despues de lo ocurrido, ?ni pensarlo!

-?Yo no estoy enfermo! -exclamo Raskolnikof.

-?Peor que peor!

-?Vayase al diablo!

Lujine no habia esperado esta invitacion. Se deslizaba ya entre la silla y la mesa. Esta vez, Rasumikhine se levanto para dejarlo pasar. Lujine no se digno mirarle y salio sin ni siquiera saludar a Zosimof, que desde hacia unos momentos le estaba diciendo por senas que dejara al enfermo tranquilo. Al verle alejarse con la cabeza baja, era facil comprender que no olvidaria la terrible ofensa recibida.

-?Vaya un modo de conducirse! -dijo Rasumikhine al enfermo, sacudiendo la cabeza con un gesto de preocupacion.

-?Dejame! ?Dejadme todos! -grito Raskolnikof en un arrebato de ira-. ?Me dejareis de una vez, verdugos? No creais que os temo. Ahora ya no temo a nadie, ?a nadie! ?Marchaos! ?Quiero estar solo! ?Lo ois? ?Solo!

-Vamonos -dijo Zosimof a Rasumikhine.

-Pero ?lo vamos a dejar asi?

-Vamonos.

Rasumikhine reflexiono un momento. Despues siguio a Zosimof.

Cuando estuvieron en la escalera, el doctor dijo:

-Si no le hubiesemos obedecido, habria sido peor. No hay que irritarlo.

-Pero ?que tiene?

-Le convendria una impresion fuerte que le sacara de sus pensamientos. Ahora habria sido capaz de todo... Algo le preocupa profundamente. Es una obsesion que te corroe y te exaspera. Eso es lo que mas me inquieta.

-Tal vez este senor Piotr Petrovitch tenga algo que ver con ello. De la conversacion que ha sostenido con el se desprende que se va a casar con la hermana de Rodia y que nuestro amigo se ha enterado de ello poco antes de su enfermedad.

-Si, es el diablo el que lo ha traido, pues su visita lo ha echado todo a perder. Y ?has observado que, aunque parece indiferente a todo, hay una cosa que le saca de su mutismo? Ese crimen... Oir hablar de el le pone fuera de si.

-Lo he notado en seguida -respondio Rasumikhine-. Presta atencion y se inquieta. Precisamente se puso enfermo el dia en que oyo hablar de ese asunto en la comisaria. Incluso se desvanecio.

-Ven esta noche a mi casa. Quiero que me cuentes detalladamente todo eso. Me interesa mucho. Yo tambien tengo algo que contarte. Volvere a verle dentro de media hora. Por el momento no hay que temer ningun trastorno cerebral grave.

-Gracias por todo. Ahora voy a ver a Pachenka. Dire a Nastasia que lo vigile.

Cuando sus amigos se fueron, Raskolnikof dirigio una mirada llena de angustiosa impaciencia hasta Nastasia, pero ella no parecia dispuesta a marcharse.

-?Te traigo ya el te? -pregunto.

-Despues. Ahora quiero dormir. Vete.

Se volvio hacia la pared con un movimiento convulsivo, y Nastasia salio del aposento.



VI

Apenas Se hubo marchado la sirvienta, Raskolnikof se levanto, echo el cerrojo, deshizo el paquete de las prendas de vestir comprado por Rasumikhine y empezo a ponerselas. Aunque parezca extrano, se habia serenado de subito. La frenetica excitacion que hacia unos momentos le dominaba y el panico de los ultimos dias habian desaparecido. Era este su primer momento de calma, de una calma extrana y repentina. Sus movimientos, seguros y precisos, revelaban una firme resolucion. "Hoy, de hoy no pasa", murmuro.

Se daba cuenta de su estado de debilidad, pero la extrema tension de animo a la que debia su serenidad le comunicaba una gran serenidad en si mismo y parecia darle fuerzas. Por lo demas, no temia caerse en la calle. Cuando estuvo enteramente vestido con sus ropas nuevas, permanecio un momento contemplando el dinero que Rasumikhine habia dejado en la mesa. Tras unos segundos de reflexion, se lo echo al bolsillo. La cantidad ascendia a veinticinco rublos. Cogio tambien lo que a su amigo le habia sobrado de los diez rublos destinados a la compra de las prendas de vestir y, acto seguido, descorrio el cerrojo. Salio de la habitacion y empezo a bajar la escalera. Al pasar por el piso de la patrona dirigio una mirada a la cocina, cuya puerta estaba abierta. Nastasia daba la espalda a la escalera, ocupada en avivar el fuego del samovar. No oyo nada. En lo que menos pensaba era en aquella fuga.

Momentos despues ya estaba en la calle. Eran alrededor de las ocho y el sol se habia puesto. La atmosfera era asfixiante, pero el aspiro avidamente el polvoriento aire, envenenado por las emanaciones pestilentes de la ciudad. Sintio un ligero vertigo, pero sus ardientes ojos y todo su rostro, descarnado y livido, expresaron de subito una energia salvaje. No llevaba rumbo fijo, y ni siquiera pensaba en ello. Solo pensaba en una cosa: que era preciso poner fin a todo aquello inmediatamente y de un modo definitivo, y que si no lo conseguia no volveria a su casa, pues no queria seguir viviendo asi. Pero ?como lograrlo? Del modo de "terminar", como el decia, no tenia la menor idea. Sin embargo, procuraba no pensar en ello; es mas, rechazaba este pensamiento, porque le torturaba. Solo tenia un sentimiento y una idea: que era necesario que todo cambiara, fuera como fuere y costara lo que costase. "Si, cueste lo que cueste", repetia con una energia desesperada, con una firmeza indomita.

Dejandose llevar de una arraigada costumbre, tomo maquinalmente el camino de sus paseos habituales y se dirigio a la plaza del Mercado Central. A medio camino, ante la puerta de una tienda, en la calzada, vio a un joven que ejecutaba en un pequeno organo una melodia sentimental. Acompanaba a una jovencita de unos quince anos, que estaba de pie junto a el, en la acera, y que vestia como una damisela. Llevaba mirinaque, guantes, mantilla y un sombrero de paja con una pluma de un rojo de fuego, todo ello viejo y ajado. Estaba cantando una romanza con una voz cascada, pero fuerte y agradable, con la esperanza de que le arrojaran desde la tienda una moneda de dos kopeks. Raskolnikof se detuvo junto a los dos o tres papanatas que formaban el publico, escucho un momento, saco del bolsillo una moneda de cinco kopeks y la puso en la mano de la muchacha. Esta interrumpio su nota mas aguda y patetica como si le hubiesen cortado la voz.

-?Basta! -grito a su companero. Y los dos se trasladaron a la tienda siguiente.

-?Le gustan las canciones callejeras? -pregunto de subito Raskolnikof a un transeunte de cierta edad que habia escuchado a los musicos ambulantes y tenia aspecto de paseante desocupado.

El desconocido le miro con un gesto de asombro.

-A mi -continuo Raskolnikof, que parecia hablar de cualquier cosa menos de canciones- me gusta oir cantar al son del organo en un atardecer otonal, frio, sombrio y humedo, humedo sobre todo; uno de esos atardeceres en que todos los transeuntes tienen el rostro verdoso y triste, y especialmente cuando cae una nieve aguda y vertical que el viento no desvia. ?Comprende? A traves de la nieve se percibe la luz de los faroles de gas...

-No se..., no se... Perdone -balbuceo el paseante, tan alarmado por las extranas palabras de Raskolnikof como por su aspecto. Y se apresuro a pasar a la otra acera.

El joven continuo su camino y desemboco en la plaza del Mercado, precisamente por el punto donde dias atras el matrimonio de comerciantes hablaba con Lisbeth. Pero la pareja no estaba. Raskolnikof se detuvo al reconocer el lugar, miro en todas direcciones y se acerco a un joven que llevaba una camisa roja y bostezaba a la puerta de un almacen de harina.

-En esa esquina montan su puesto un comerciante y su mujer, que tiene aspecto de campesina, ?verdad?

-Aqui vienen muchos comerciantes -respondio el joven, midiendo a Raskolnikof con una mirada de desden.

-?Como se llama?

-Como le pusieron al bautizarlo.

-?Eres tal vez de Zaraisk? ?De que provincia?

El mozo volvio a mirar a Raskolnikof.

-Alteza, mi familia no es de ninguna provincia, sino de un distrito. Mi hermano, que es el que viaja, entiende de esas cosas. Pero yo, como tengo que quedarme aqui, no se nada. Espero de la misericordia de su alteza que me perdone.

-?Es un figon lo que hay alli arriba?

-Una taberna. Hay un billar e incluso algunas princesas. Es un lugar muy chic.

Raskolnikof atraveso la plaza. En uno de sus angulos se apinaba una multitud de mujiks. Se introdujo en lo mas denso del grupo y empezo a mirar atentamente las caras de unos y otros. Pero los campesinos no le prestaban la menor atencion. Todos hablaban a gritos, divididos en pequenos grupos.

Despues de reflexionar un momento, prosiguio su camino en direccion al bulevar V. Pronto dejo la plaza y se interno en una calleja que, formando un recodo, conduce a la calle de Sadovaia. Habia recorrido muchas veces aquella callejuela. Desde hacia algun tiempo, una fuerza misteriosa le impulsaba a deambular por estos lugares cuando la tristeza le dominaba, con lo que se ponia mas triste aun. Esta vez entro en la callejuela inconscientemente. Llego ante un gran edificio donde todo eran figones y establecimientos de bebidas. De ellos salian continuamente mujeres destocadas y vestidas con negligencia (como quien no ha de alejarse de su casa), y formaban grupos aqui y alla, en la acera, y especialmente al borde de las escaleras que conducian a los tugurios de mala fama del subsuelo.

En uno de estos antros reinaba un estruendo ensordecedor. Se tocaba la guitarra, se cantaba y todo el mundo parecia divertirse. Ante la entrada habia un nutrido grupo de mujeres. Unas estaban sentadas en los escalones, otras en la acera y otras, en fin, permanecian de pie ante la puerta, charlando. Un soldado, bebido, con el cigarrillo en la boca, erraba en torno de ellas, lanzando juramentos. Al parecer no se acordaba del sitio adonde queria dirigirse. Dos individuos desarrapados cambiaban insultos. Y, en fin, se veia un borracho tendido cuan largo era en medio de la calle.

Raskolnikof se detuvo junto al grupo principal de mujeres. Estas platicaban con voces desgarradas. Vestian ropas de Indiana, Ilevaban la cabeza descubierta y calzado de cabritilla. Unas pasaban de los cuarenta; otras apenas habian cumplido los diecisiete. Todas tenian los ojos hinchados.

El canto y todos los ruidos que salian del tugurio subterraneo cautivaron a Raskolnikof. Entre las carcajadas y el alegre bullicio se oia una fina voz de falsete que entonaba una bella melodia, mientras alguien danzaba furiosamente al son de una guitarra, marcando el compas con los talones. Raskolnikof, inclinado hacia el sotano, escuchaba, con semblante triste y sonador.



Mi hombre, amor mio,

no me pegues sin razon,



cantaba la voz aguda. El oyente mostraba un deseo tan avido de captar hasta la ultima silaba de esta cancion, que se diria que aquello era para el cuestion de vida o muerte.

"?Y si entrase? -penso-. Se rien. Es la embriaguez. ?Y si yo me embriagase tambien?"

-?No entra usted, caballero? -le pregunto una de las mujeres.

Su voz era clara y todavia fresca. Parecia joven y era la unica del grupo que no inspiraba repugnancia.

Raskolnikof levanto la cabeza y exclamo mientras la miraba:

-?Que bonita eres!

Ella sonrio. El cumplido la habia emocionado.

-Usted tambien es un guapo mozo -dijo.

-Demasiado delgado -dijo otra de aquellas mujeres, con voz cavernosa-. Seguro que acaba de salir del hospital.

-Parecen damas de la alta sociedad, pero esto no les impide tener la nariz chata -dijo de subito un alegre mujik que pasaba por alli con la blusa desabrochada y el rostro ensanchado por una sonrisa-. ?Esto alegra el corazon!

-En vez de hablar tanto, entra.

-Te obedezco, amor mio.

Dicho esto, entro..., y se fue rodando escaleras abajo.

Raskolnikof continuo su camino.

-?Oiga, senor! -le grito la muchacha apenas vio que echaba a andar.

-?Que?

Ella se turbo.

-Me encantaria pasar unas horas con usted, caballero; pero me siento cohibida en su presencia. Deme seis kopeks para beberme un vaso, amable senor.

Raskolnikof busco en su bolsillo y saco todo lo que habia en el: tres monedas de cinco kopeks.

-?Oh! ?Que principe tan generoso!

-?Como te llamas?

-Llamame Duklida.

-?Es vergonzoso! -exclamo una de las mujeres del grupo, sacudiendo la cabeza con un gesto de desesperacion-. No comprendo como se puede mendigar de este modo. Solo de pensarlo, me muero de verguenza.

Raskolnikof miro con curiosidad a la mujer que habia hablado asi. Representaba unos treinta anos. Estaba picada de viruelas y salpicada de equimosis. Tenia el labio superior un poco hinchado. Habia expresado su desaprobacion en un tono de grave serenidad.

"?Donde he leido yo -pensaba Raskolnikof al alejarse que un condenado a muerte decia, una hora antes de la ejecucion de la sentencia, que antes que morir preferiria pasar la vida en una cumbre, en una roca escarpada donde tuviera el espacio justo para colocar los pies, una roca rodeada de precipicios o perdida en medio del oceano sin fin, en una perpetua soledad, aunque esta vida durara mil anos o fuera eterna? Vivir, vivir sea como fuere. El caso es vivir... -y anadio al cabo de un momento-: El hombre es cobarde, y cobarde el que le reprocha esta cobardia."

Desemboco en otra calle.

"?Mira, el Palacio de Cristal! Rasumikhine me hablaba de el no hace mucho. Pero ?que es lo que yo queria hacer? ?Ah, si! Leer... Zosimof ha dicho que leyo en la prensa..."

-?Me dara los periodicos? -pregunto entrando en un salon de te espacioso, bastante limpio y que estaba casi vacio.

Solo habia dos o tres clientes tomando el te y, en un departamento algo lejano, un grupo de cuatro personas que bebian champan. Raskolnikof creyo reconocer a Zamiotof entre ellas, pero la distancia le impedia asegurar que fuese el.

"?Bah, que importa!", penso.

-?Quiere usted vodka? -pregunto el camarero.

-Traeme te y los periodicos, los atrasados, los de estos ultimos cinco dias. Te dare propina.

-Gracias, senor. Aqui tiene los de hoy, de momento. ?Quiere vodka tambien?

El camarero le trajo el te y los demas periodicos. Raskolnikof se sento y empezo a leer los titulos... Izler... Izler... Los Aztecas... Izler... Bartola... Massimo... Los Aztecas... Izler. Ojeo los sucesos: un hombre que se habia caido por una escalera, un comerciante ebrio que habia muerto abrasado, un incendio en el barrio de las Arenas, otro incendio en el nuevo barrio de Petersburgo, otro en este mismo barrio... Izler... Izler... Massimo...

"?Aqui esta!"

Habia encontrado al fin lo que buscaba, y empezo a leer. Las lineas danzaban ante sus ojos. Sin embargo, leyo el suceso hasta el fin de la informacion y busco nuevas noticias sobre el hecho en los numeros siguientes. Sus manos temblaban de impaciencia al pasar las paginas...

De pronto, alguien se sento a su lado y el le dirigio una mirada. Era Zamiotof, Zamiotof en persona, con la misma indumentaria que llevaba en la comisaria. Lucia sus anillos, sus cadenas, sus cabellos negros, rizados, abrillantados y partidos por una raya perfecta. Llevaba su maravilloso chaleco, su americana un tanto gastada y su camisa no del todo nueva. Parecia de excelente humor, pues sonreia afectuosamente. El champan habia coloreado su cetrino rostro.

-Pero ?usted aqui? -dijo con un gesto de asombro y con el tono que habria adoptado para dirigirse a un viejo camarada-. Pero si Rasumikhine me dijo ayer que estaba usted todavia delirando. ?Que cosa tan rara! ?Sabe que estuve en su casa?

Raskolnikof habia presentido que el secretario de la comisaria se acercaria a el. Dejo los periodicos y se encaro con Zamiotof. En sus labios se percibia una sonrisa ironica que dejaba traslucir cierta irritacion.

-Ya se que vino usted -respondio-; ya me lo han dicho... Usted me busco la bota... ?Sabe que tiene subyugado a Rasumikhine? Dice que estuvieron ustedes dos en casa de Luisa Ivanovna, aquella a la que usted intentaba defender el otro dia. Ya sabe lo que quiero decir. Usted hacia senas al "teniente Polvora" y el no lo entendia. ?Se acuerda usted? Sin embargo, no hacia falta ser un lince para comprenderlo. La cosa no podia estar mas clara.

-?Que charlatan!

-?Se refiere al "teniente Polvora"?

-No, a su amigo Rasumikhine.

-?Vaya, vaya, senor Zamiotof! ?Para usted es la vida! Usted tiene entrada libre y gratuita en lugares encantadores. ?Quien le ha invitado a champan ahora mismo?

-?Invitado...? Hemos bebido champan. Pero ?a santo de que tenian que invitarme?

-Para corresponder a algun favor. Ustedes sacan provecho de todo.

Raskolnikof se echo a reir.

-No se enfade, no se enfade -anadio, dandole una palmada en la espalda-. Se lo digo sin malicia alguna, amistosamente, por pura diversion, como decia de los punetazos que dio a Mitri el pintor que detuvieron ustedes por el asunto de la vieja.

-?Como sabe usted que dijo eso?

-Yo se muchas cosas, tal vez mas que usted, sobre ese asunto...

-?Que raro esta usted...! No me cabe duda de que esta todavia enfermo. No debio salir de casa.

-?De modo que le parece que estoy raro?

-Si. ?Que estaba leyendo?

-Los periodicos.

-Solo hablan de incendios.

-Yo no leia los incendios.

Miro a Zamiotof con una expresion extrana. Una sonrisa ironica volvio a torcer sus labios.

-No -repitio-, yo no leia las noticias de los incendios -y anadio, guinandole un ojo-: Confiese, querido amigo, que arde usted en deseos de saber lo que estaba leyendo.

-Se equivoca usted. Le he hecho esa pregunta por decir algo. ?Es que no puede uno preguntar...? Pero ?que le sucede?



-Oigame: usted es un hombre culto, ?verdad? Usted debe de haber leido mucho.

-He seguido seis cursos en el Instituto -repuso Zamiotof, un tanto orgulloso.

-?Seis cursos! ?Ah, querido amigo! Lleva una raya perfecta, sortijas..., en fin, que es usted un hombre rico... ?Y que linda presencia!

Raskolnikof solto una carcajada en la misma cara de su interlocutor, el cual retrocedio, no porque se sintiera ofendido, sino a causa de la sorpresa.

-?Que extrano esta usted! -dijo, muy serio, Zamiotof-. Yo creo que aun desvaria.

-?Desvariar yo? Te equivocas, hijito... Asi, ?cree usted que estoy extrano? Y se pregunta usted por que, ?no?

-Si.

-Y desea usted saber lo que he leido, lo que he buscado en estos periodicos... Mire, mire cuantos numeros he pedido... Esto es sospechoso, ?verdad?

-Pero ?que dice usted?

-Usted cree que ha atrapado al pajaro en el nido.

-?Que pajaro?

-Despues se lo dire. Ahora le voy a participar..., mejor dicho, a confesar..., no, tampoco..., ahora voy a prestar declaracion y usted tomara nota. ?Esta es la expresion! Pues bien, declaro que he estado buscando y rebuscando... -hizo un guino, seguido de una pausa- que he venido aqui a leer los detalles relacionados con la muerte de la vieja usurera.

Las ultimas palabras las dijo en un susurro y acercando tanto su cara a la de Zamiotof, que casi llego a tocarla.

El secretario se quedo mirandole fijamente, sin moverse y sin retirar la cabeza. Mas tarde, al recordar este momento, Zamiotof se preguntaba, extranado, como podian haber estado mirandose asi, sin decirse nada, durante un minuto.

-?Que me importa a mi lo que usted estuviera leyendo? -exclamo de pronto, desconcertado y molesto por aquella extrana actitud-. ?Por que cree usted que me ha de importar? ?Que tiene de particular que usted estuviera leyendo ese suceso?

Pero Raskolnikof, en voz baja como antes y sin hacer caso de las exclamaciones de Zamiotof, siguio diciendo:

-Me refiero a esa vieja de la que hablaban ustedes en la comisaria, ?se acuerda?, cuando me desmaye... ?Comprende usted ya?

-Pero ?que he de comprender? ?Que quiere usted decir? -pregunto Zamiotof, inquieto.

El semblante grave e inmovil de Raskolnikof cambio de expresion repentinamente, y el ex estudiante se echo a reir con la misma risa nerviosa e incontenible que le habia acometido momentos antes. De subito le parecio que volvia a vivir intensamente las escenas turbadoras del crimen... Estaba detras de la puerta con el hacha en la mano; el cerrojo se movia ruidosamente; al otro lado de la puerta, dos hombres la sacudian, tratando de forzarla y lanzando juramentos; y el se sentia dominado por el deseo de insultarlos, de hacerles hablar, de mofarse de ellos, de echarse a reir, con risa estrepitosa a grandes carcajadas...

-O esta usted loco, o... -dijo Zamiotof.

Se detuvo ante la idea que de subito le habia asaltado.

-?O que...? Acabe, digalo.

-No -replico Zamiotof-. ?Es tan absurdo...!

Los dos guardaron silencio. Raskolnikof, tras su repentino arrebato de hilaridad, quedo triste y pensativo. Se acodo en la mesa y apoyo la cabeza en las manos. Parecia haberse olvidado de la presencia de Zamiotof. Hubo un largo silencio.

-?Por que no se toma el te? -dijo Zamiotof-. Se va a enfriar

-?Que...? ?El te...? ?Ah, si!

Raskolnikof tomo un sorbo, se echo a la boca un trozo de pan, fijo la mirada en Zamiotof y parecio ahuyentar sus preocupaciones. Su semblante recobro la expresion burlona que tenia hacia un momento. Despues, Raskolnikof siguio tomandose el te.

-Actualmente, los crimenes se multiplican -dijo Zamiotof-. Hace poco lei en las Noticias de Moscu que habian detenido en esta ciudad a una banda de monederos falsos. Era una detestable organizacion que se dedicaba a fabricar billetes de Banco.

-Ese asunto ya es viejo -repuso con toda calma Raskolnikof-. Hace ya mas de un mes que lo lei en la prensa. Asi, ?usted cree que esos falsificadores son unos bandidos?

-A la fuerza han de serlo.

-?Bah! Son criaturas, chiquillos inconscientes, no verdaderos bandidos. Se reunen cincuenta para un negocio. Esto es un disparate. Aunque no fueran mas que tres, cada uno de ellos habria de tener mas confianza en los otros que en si mismo, pues bastaria que cualquiera de ellos diera suelta a la lengua en un momento de embriaguez, para que todo se fuera abajo. ?Chiquillos inconscientes, no lo dude! Envian a cualquiera a cambiar los billetes en los bancos. ?Confiar una operacion de esta importancia al primero que llega! Ademas, admitamos que esos muchachos hayan tenido suerte y que hayan logrado ganar un millon cada uno. ?Y despues? ?Toda la vida dependiendo unos de otros! ?Es preferible ahorcarse! Esa banda ni siquiera supo poner en circulacion los billetes. Uno va a cambiar billetes grandes en un banco. Le entregan cinco mil rublos y el los recibe con manos temblorosas. Cuenta cuatro mil, y el quinto millar se lo echa al bolsillo tal como se lo han dado, a toda prisa, pensando solamente en huir cuanto antes. Asi da lugar a que sospechen de el. Y todo el negocio se va abajo por culpa de ese imbecil. ?Es increible!

-?Increible que sus manos temblaran? Pues yo lo comprendo perfectamente; me parece muy natural. Uno no es siempre dueno de si mismo. Hay cosas que estan por encima de las fuerzas humanas.

-Pero ?temblar solo por eso!

-?De modo que usted se cree capaz de hacer frente con serenidad a una situacion asi? Pues yo no lo seria. ?Por ganarse cien rublos ir a cambiar billetes falsos! ?Y adonde? A un banco, cuyo personal es gente experta en el descubrimiento de toda clase de ardides. No, yo habria perdido la cabeza. ?Usted no?

Raskolnikof volvio a sentir el deseo de tirar de la lengua al secretario de la comisaria. Una especie de escalofrio le recorria la espalda.

-Yo habria procedido de modo distinto -manifesto-. Le voy a explicar como me habria comportado al cambiar el dinero. Yo habria contado los mil primeros rublos lo menos cuatro veces, examinando los billetes por todas partes. Despues, el segundo fajo. De este habria contado la mitad y entonces me habria detenido. Del monton habria sacado un billete de cincuenta rublos y lo habria mirado al trasluz, y despues, antes de volver a colocarlo en el fajo, lo habria vuelto a examinar de cerca, como si temiese que fuera falso. Entonces habria empezado a contar una historia. "Tengo miedo, ?sabe? Un pariente mio ha perdido de este modo el otro dia veinticinco rublos." Ya con el tercer millar en la mano, diria: "Perdone: me parece que no he contado bien el segundo fajo, que me he equivocado al llegar a la septima centena." Despues de haber vuelto a contar el segundo millar, contaria el tercero con la misma calma, y luego los otros dos. Cuando ya los hubiera contado todos, habria sacado un billete del segundo millar y otro del quinto, por ejemplo, y habria rogado que me los cambiasen. Habria fastidiado al empleado de tal modo, que el solo habria pensado en librarse de mi. Finalmente, me habria dirigido a la salida. Pero, al abrir la puerta... "?Ah, perdone!" y habria vuelto sobre mis pasos para hacer una pregunta. Asi habria procedido yo.

-?Es usted terrible! -exclamo Zamiotof entre risas-. Afortunadamente, eso no son mas que palabras. Si usted se hubiera visto en el trance, habria obrado de modo muy distinto a como dice. Creame: no solo usted o yo, sino ni el mas ducho y valeroso aventurero habria sido dueno de si en tales circunstancias. Pero no hay que ir tan lejos. Tenemos un ejemplo en el caso de la vieja asesinada en nuestro barrio. El autor del hecho ha de ser un bribon lleno de coraje, ya que ha cometido el crimen durante el dia, y puede decirse que ha sido un milagro que no lo hayan detenido. Pues bien, sus manos temblaron. No pudo consumar el robo. Perdio la calma: los hechos lo demuestran.

Raskolnikof se sintio herido.

-?De modo que los hechos lo demuestran? Pues bien, pruebe a atraparlo -dijo con mordaz ironia.

-No le quepa duda de que daremos con el.

-?Ustedes? ?Que ustedes daran con el? ?Ustedes que han de dar! Ustedes solo se preocupan de averiguar si alguien derrocha el dinero. Un hombre que no tenia un cuarto empieza de pronto a tirar el dinero por la ventana. ?Como no ha de ser el culpable? Teniendo esto en cuenta, un nino podria enganarlos por poco que se lo propusiera.

-El caso es que todos hacen lo mismo -repuso Zamiotof-. Despues de haber demostrado tanta destreza como astucia al cometer el crimen, se dejan coger en la taberna. Y es que no todos son tan listos como usted. Usted, naturalmente, no iria a una taberna.

Raskolnikof fruncio las cejas y miro a su interlocutor fijamente.

-?Oh usted es insaciable! -dijo, malhumorado-. Usted quiere saber como obraria yo si me viese en un caso asi.

-Exacto -repuso Zamiotof en un tono lleno de gravedad y firmeza. Desde hacia unos momentos, su semblante revelaba una profunda seriedad.

-?Es muy grande ese deseo?

-Mucho.

-Pues bien, he aqui como habria procedido yo.

Al decir esto, Raskolnikof acerco nuevamente su cara a la de Zamiotof y le miro tan fijamente, que esta vez el secretario no pudo evitar un estremecimiento.

-He aqui como habria procedido yo. Habria cogido las joyas y el dinero y, apenas hubiera dejado la casa, me habria dirigido a un lugar apartado, cercado de muros y desierto; un solar o algo parecido. Ante todo, habria buscado una piedra de gran tamano, de unas cuarenta libras por lo menos, una de esas piedras que, terminada la construccion de un edificio, suelen quedar en algun rincon, junto a una pared. Habria levantado la piedra y entonces habria quedado al descubierto un hoyo. En este hoyo habria depositado las joyas y el dinero; luego habria vuelto a poner la piedra en su sitio y acercado un poco de tierra con el pie en torno alrededor. Luego me habria marchado y habria estado un ano, o dos, o tres, sin volver por alli... ?Y ya podrian ustedes buscar al culpable!

-?Esta usted loco! -exclamo Zamiotof.

Lo habia dicho tambien en voz baja y se habia apartado de Raskolnikof. Este palidecio horriblemente y sus ojos fulguraban. Su labio superior temblaba convulsivamente. Se acerco a Zamiotof tanto como le fue posible y empezo a mover los labios sin pronunciar palabra. Asi estuvo treinta segundos. Se daba perfecta cuenta de lo que hacia, pero no podia dominarse. La terrible confesion temblaba en sus labios, como dias atras el cerrojo en la puerta, y estaba a punto de escaparsele.

-?Y si yo fuera el asesino de la vieja y de Lisbeth? -pregunto, e inmediatamente volvio a la realidad.

Zamiotof le miro con ojos extraviados y se puso blanco como un lienzo. Esbozo una sonrisa.

-?Es posible? -pregunto en un imperceptible susurro.

Raskolnikof fijo en el una mirada venenosa.

-Confiese que se lo ha creido -dijo en un tono frio y burlon-. ?Verdad que si? ?Confieselo!

-Nada de eso -replico vivamente Zamiotof-. No lo creo en absoluto. Y ahora menos que nunca.

-?Ha caido usted, muchacho! ?Ya le tengo! Usted no ha dejado de creerlo, por poco que sea, puesto que dice que ahora lo cree moins que jamais.

-No, no -exclamo Zamiotof, visiblemente confundido-. Yo no lo he creido nunca. Ha sido usted, confieselo, el que me ha atemorizado para inculcarme esta idea.

-Entonces, ?no lo cree usted? ?Es que no se acuerda de lo que hablaron ustedes cuando sali de la comisaria? Ademas, ?por que el "teniente Polvora" me interrogo cuando recobre el conocimiento?

Se levanto, cogio su gorra y grito al camarero:

-?Eh! ?Cuanto le debo?

-Treinta kopeks -dijo el muchacho, que acudio a toda prisa.

-Toma. Y veinte de propina. ?Mire, mire cuanto dinero! -continuo, mostrando a Zamiotof su temblorosa mano, llena de billetes-. Billetes rojos y azules, veinticinco rublos en billetes. ?De donde los he sacado? Y estas ropas nuevas, ?como han llegado a mi poder? Usted sabe muy bien que yo no tenia un kopek. Lo sabe porque ha interrogado a la patrona. De esto no me cabe duda. ?Verdad que la ha interrogado...? En fin, basta de charla... ?Hasta mas ver...! ?Encantado!

Y salio del establecimiento, presa de una sensacion nerviosa y extrana, en la que habia cierto placer desesperado. Por otra parte, estaba profundamente abatido y su semblante tenia una expresion sombria. Parecia hallarse bajo los efectos de una crisis reciente. Una fatiga creciente le iba agotando. A veces recobraba de subito las fuerzas por obra de una violenta excitacion, pero las perdia inmediatamente, tan pronto como pasaba la accion de este estimulante ficticio.

Al quedarse solo, Zamiotof no se movio de su asiento. Alli estuvo largo rato, pensativo. Raskolnikof habia trastornado inesperadamente todas sus ideas sobre cierto punto y fijado definitivamente su opinion.

Ilia Petrovitch es un imbecil", se dijo.

Apenas puso los pies en la calle, Raskolnikof se dio de manos a boca con Rasumikhine, que se disponia a entrar en el salon de te. Estaban a un paso de distancia el uno del otro, y aun no se habian visto. Cuando al fin se vieron, se miraron de pies a cabeza. Rasumikhine estaba estupefacto. Pero, de subito, la ira, una ira ciega, brillo en sus ojos.

-?Conque estabas aqui? -vocifero-. ?El hombre ha saltado de la cama y se ha escapado! ?Y yo buscandote! ?Hasta debajo del divan, hasta en el granero! He estado a punto de pegarle a Nastasia por culpa tuya... ?Y miren ustedes de donde sale...! Rodia, ?que quiere decir esto? Di la verdad.

-Pues esto quiere decir que estoy harto de todos vosotros, que quiero estar solo -repuso con toda calma Raskolnikof.

-?Pero si apenas puedes tenerte en pie, tienes los labios blancos como la cal y ni fuerzas te quedan para respirar! ?Estupido! ?Que haces en el Palacio de Cristal? ?Dimelo!

-Dejame en paz -dijo Raskolnikof, tratando de pasar por el lado de su amigo.

Esta tentativa enfurecio a Rasumikhine, que apreso por un hombro a Raskolnikof.

-?Que te deje despues de lo que has hecho? No se como te atreves a decir una cosa asi. ?Sabes lo que voy a hacer? A cogerte debajo del brazo como un paquete, llevarte a casa y encerrarte.

-Oyeme, Rasumikhine -empezo a decir Raskolnikof en voz baja y con perfecta calma-: ?es que no te das cuenta de que tu proteccion me fastidia? ?Que interes tienes en sacrificarte por una persona a la que molestan tus sacrificios e incluso se burla de ellos? Dime: ?por que viniste a buscarme cuando me puse enfermo? ?Pero si entonces la muerte habria sido una felicidad para mi! ?No lo he demostrado ya claramente que tu ayuda es para mi un martirio, que ya estoy harto? No se que placer se puede sentir torturando a la gente. Y te aseguro que todo esto perjudica a mi curacion, pues estoy continuamente irritado. Hace poco, Zosimof se ha marchado para no mortificarme. ?Dejame tu tambien, por el amor de Dios! ?Con que derecho pretendes retenerme a la fuerza? ?No ves que ya he recobrado la razon por completo? Te agradecere que me digas como he de suplicarte, para que me entiendas, que me dejes tranquilo, que no te sacrifiques por mi. ?Dime que soy un ingrato, un ser vil, pero dejame en paz, dejame, por el amor de Dios!

Habia pronunciado las primeras palabras en voz baja, feliz ante la idea del veneno que iba a derramar sobre su amigo, pero acabo por expresarse con una especie de delirante frenesi. Se ahogaba como en su reciente escena con Lujine.

Rasumikhine estuvo un momento pensativo. Despues solto el brazo de su amigo.

-?Vete al diablo! -dijo con un gesto de preocupacion.

Se habia colmado su paciencia. Pero, apenas dio un paso Raskolnikof, le llamo, en un arranque repentino.

-?Espera! ?Escucha! Quiero decirte que tu y todos los de tu calana, desde el primero hasta el ultimo, sois unos vanidosos y unos charlatanes. Cuando sufris una desgracia a os acecha un peligro, lo incubais como incuba la gallina sus huevos, y ni siquiera en este caso os encontrais a vosotros mismos. No hay un atomo de vida personal, original, en vosotros. Es agua clara, no sangre, lo que corre por vuestras venas. Ninguno de vosotros me inspirais confianza. Lo primero que os preocupa en todas las circunstancias es no pareceros a ningun otro ser humano.

Raskolnikof se dispuso a girar sobre sus talones. Rasumikhine le grito, mas indignado todavia:

-?Escuchame hasta el final! Ya sabes que hoy estreno una nueva habitacion. Mis invitados deben de estar ya en casa, pero he dejado alli a mi tio para que los atienda. Pues bien, si tu no fueras un imbecil, un verdadero imbecil, un idiota de marca mayor, un simple imitador de gentes extranjeras... Oye, Rodia; yo reconozco que eres una persona inteligente, pero idiota a pesar de todo... Pues, si no fueses un imbecil, vendrias a pasar la velada en nuestra compania en vez de gastar las suelas de tus botas yendo por las calles de un lado a otro. Ya que has salido sin deber, sigue fuera de casa... Tendras un buen sillon; se lo pedire a la patrona... Un te modesto... Compania agradable... Si lo prefieres, podras estar echado en el divan: no por eso dejaras de estar con nosotros. Zosimof esta invitado. ?Vendras?

-No.

-?No lo creo! -grito Rasumikhine, impaciente-. Tu no puedes saber que no iras. No puedes responder de tus actos y, ademas, no entiendes nada... Yo he renegado de la sociedad mil veces y luego he vuelto a ella a toda prisa... Te sentiras avergonzado de tu conducta y volveras al lado de tus semejantes... Edificio Potchinkof, tercer piso. ?No lo olvides!

-Si continuas asi, un dia te dejaras azotar por pura caridad.

-?Yo? Le cortare las orejas al que muestre tales intenciones. Edificio Potchinkof, numero cuarenta y siete, departamento del funcionario Babuchkhine...

-No ire, Rasumikhine.

Y Raskolnikof dio media vuelta y empezo a alejarse.

-Pues yo creo que si que vendras, porque lo conozco... ?Oye! ?Esta aqui Zamiotof?

-Si.

-?Habeis hablado?

-Si.

-?De que...? ?Bueno, no me lo digas si no quieres! ?Vete al diablo! Potchinkof, cuarenta y siete, Babuchkhine. ?No lo olvides!

Raskolnikof llego a la Sadovia, doblo la esquina y desaparecio. Rasumikhine le habia seguido con la vista. Estaba pensativo. Al fin se encogio de hombros y entro en el establecimiento. Ya en la escalera, se detuvo.

-?Que se vaya al diablo! -murmuro-. Habla como un hombre cuerdo y, sin embargo... Pero ?que imbecil soy! ?Acaso los locos no suelen hablar como personas sensatas?

Esto es lo que me parece que teme Zosimof -y se llevo el dedo a la sien- ?Y que ocurrira si...? No se le puede dejar solo. Es capaz de tirarse al rio... He hecho una tonteria: no debi dejarlo.

Echo a correr en busca de Raskolnikof. Pero este habia desaparecido sin dejar rastro. Rasumikhine regreso al Palacio de Cristal para interrogar cuanto antes a Zamiotof.

Raskolnikof se habia dirigido al puente de... Se interno en el, se acodo en el pretil y su mirada se perdio en la lejania. Estaba tan debil, que le habia costado gran trabajo llegar hasta alli. Sentia vivos deseos de sentarse o de tenderse en medio de la calle. Inclinado sobre el pretil, miraba distraido los reflejos sonrosados del sol poniente, las hileras de casas oscurecidas por las sombras crepusculares y a la orilla izquierda del rio, el tragaluz de una lejana buhardilla, incendiado por un ultimo rayo de sol. Luego fijo la vista en las aguas negras del canal y quedo absorto, en atenta contemplacion. De pronto, una serie de circulos rojos empezaron a danzar ante sus ojos; las casas, los transeuntes, los malecones, empezaron tambien a danzar y girar. De subito se estremecio. Una figura insolita, horrible, que acababa de aparecer ante el, le impresiono de tal modo, que no llego a desvanecerse. Habia notado que alguien acababa de detenerse cerca de el, a su derecha. Se volvio y vio una mujer con un panuelo en la cabeza. Su rostro, amarillento y alargado, aparecia hinchado por la embriaguez. Sus hundidos ojos le miraron fijamente, pero, sin duda, no le vieron, porque no veian nada ni a nadie. De improviso, puso en el pretil el brazo derecho, levanto la pierna del mismo lado, salto la baranda y se arrojo al canal.

El agua sucia se agito y cubrio el cuerpo de la suicida, pero solo momentaneamente, pues en seguida reaparecio y empezo a deslizarse al suave impulso de la corriente. Su cabeza y sus piernas estaban sumergidas: unicamente su espalda permanecia a flote, con la blusa hinchada sobre ella como una almohada.

-?Se ha ahogado! ?Se ha ahogado! -gritaban de todas partes.

Acudia la gente; las dos orillas se llenaron de espectadores; la multitud de curiosos aumentaba en torno a Raskolnikof y le prensaba contra el pretil.