Тема: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке
Приятного чтения. Надеюсь вам этот перевод одного из основных произведений Федора Михайловича Достоевского на испанский язык действительно понравится.
Fedor Dostoiewski
Crimen y Castigo
Revisado por: Carlos J. J.
PRIMERA PARTE
I
Una tarde extremadamente calurosa de principios de julio, un joven salio de la reducida habitacion que tenia alquilada en la callejuela de S... y, con paso lento e indeciso, se dirigio al puente K...
Habia tenido la suerte de no encontrarse con su patrona en la escalera.
Su cuartucho se hallaba bajo el tejado de un gran edificio de cinco pisos y, mas que una habitacion, parecia una alacena. En cuanto a la patrona, que le habia alquilado el cuarto con servicio y pension, ocupaba un departamento del piso de abajo; de modo que nuestro joven, cada vez que salia, se veia obligado a pasar por delante de la puerta de la cocina, que daba a la escalera y estaba casi siempre abierta de par en par. En esos momentos experimentaba invariablemente una sensacion ingrata de vago temor, que le humillaba y daba a su semblante una expresion sombria. Debia una cantidad considerable a la patrona y por eso temia encontrarse con ella. No es que fuera un cobarde ni un hombre abatido por la vida. Por el contrario, se hallaba desde hacia algun tiempo en un estado de irritacion, de tension incesante, que rayaba en la hipocondria. Se habia habituado a vivir tan encerrado en si mismo, tan aislado, que no solo temia encontrarse con su patrona, sino que rehuia toda relacion con sus semejantes. La pobreza le abrumaba. Sin embargo, ultimamente esta miseria habia dejado de ser para el un sufrimiento. El joven habia renunciado a todas sus ocupaciones diarias, a todo trabajo.
En el fondo, se mofaba de la patrona y de todas las intenciones que pudiera abrigar contra el, pero detenerse en la escalera para oir sandeces y vulgaridades, recriminaciones, quejas, amenazas, y tener que contestar con evasivas, excusas, embustes... No, mas valia deslizarse por la escalera como un gato para pasar inadvertido y desaparecer.
Aquella tarde, el temor que experimentaba ante la idea de encontrarse con su acreedora le lleno de asombro cuando se vio en la calle.
"?Que me inquieten semejantes menudencias cuando tengo en proyecto un negocio tan audaz! -penso con una sonrisa extrana-. Si, el hombre lo tiene todo al alcance de la mano, y, como buen holgazan, deja que todo pase ante sus mismas narices... Esto es ya un axioma... Es chocante que lo que mas temor inspira a los hombres sea aquello que les aparta de sus costumbres. Si, eso es lo que mas los altera... ?Pero esto ya es demasiado divagar! Mientras divago, no hago nada. Y tambien podria decir que no hacer nada es lo que me lleva a divagar. Hace ya un mes que tengo la costumbre de hablar conmigo mismo, de pasar dias enteros echado en mi rincon, pensando... Tonterias... Porque ?que necesidad tengo yo de dar este paso? ?Soy verdaderamente capaz de hacer... "eso"? ?Es que, por lo menos, lo he pensado en serio? De ningun modo: todo ha sido un juego de mi imaginacion, una fantasia que me divierte... Un juego, si; nada mas que un juego."
El calor era sofocante. El aire irrespirable, la multitud, la vision de los andamios, de la cal, de los ladrillos esparcidos por todas partes, y ese hedor especial tan conocido por los petersburgueses que no disponen de medios para alquilar una casa en el campo, todo esto aumentaba la tension de los nervios, ya bastante excitados, del joven. El insoportable olor de las tabernas, abundantisimas en aquel barrio, y los borrachos que a cada paso se tropezaban a pesar de ser dia de trabajo, completaban el lastimoso y horrible cuadro. Una expresion de amargo disgusto paso por las finas facciones del joven. Era, dicho sea de paso, extraordinariamente bien parecido, de una talla que rebasaba la media, delgado y bien formado. Tenia el cabello negro y unos magnificos ojos oscuros. Pronto cayo en un profundo desvario, o, mejor, en una especie de embotamiento, y prosiguio su camino sin ver o, mas exactamente, sin querer ver nada de lo que le rodeaba.
De tarde en tarde musitaba unas palabras confusas, cediendo a aquella costumbre de monologar que habia reconocido hacia unos instantes. Se daba cuenta de que las ideas se le embrollaban a veces en el cerebro, y de que estaba sumamente debil.
Iba tan miserablemente vestido, que nadie en su lugar, ni siquiera un viejo vagabundo, se habria atrevido a salir a la calle en pleno dia con semejantes andrajos. Bien es verdad que este espectaculo era corriente en el barrio en que nuestro joven habitaba.
La vecindad del Mercado Central, la multitud de obreros y artesanos amontonados en aquellos callejones y callejuelas del centro de Petersburgo ponian en el cuadro tintes tan singulares, que ni la figura mas chocante podia llamar a nadie la atencion.
Por otra parte, se habia apoderado de aquel hombre un desprecio tan feroz hacia todo, que, a pesar de su altivez natural un tanto ingenua, exhibia sus harapos sin rubor alguno. Otra cosa habria sido si se hubiese encontrado con alguna persona conocida o algun viejo camarada, cosa que procuraba evitar.
Sin embargo, se detuvo en seco y se llevo nerviosamente la mano al sombrero cuando un borracho al que transportaban, no se sabe adonde ni por que, en una carreta vacia que arrastraban al trote dos grandes caballos, le dijo a voz en grito:
-?Eh, tu, sombrerero aleman!
Era un sombrero de copa alta, circular, descolorido por el uso, agujereado, cubierto de manchas, de bordes desgastados y lleno de abolladuras. Sin embargo, no era la verguenza, sino otro sentimiento, muy parecido al terror, lo que se habia apoderado del joven.
-Lo sabia -murmuro en su turbacion-, lo presentia. Nada hay peor que esto. Una naderia, una insignificancia, puede malograr todo el negocio. Si, este sombrero llama la atencion; es tan ridiculo, que atrae las miradas. El que va vestido con estos pingajos necesita una gorra, por vieja que sea; no esta cosa tan horrible. Nadie lleva un sombrero como este. Se me distingue a una versta a la redonda. Te recordaran. Esto es lo importante: se acordaran de el, andando el tiempo, y sera una pista... Lo cierto es que hay que llamar la atencion lo menos posible. Los pequenos detalles... Ahi esta el quid. Eso es lo que acaba por perderle a uno...
No tenia que ir muy lejos; sabia incluso el numero exacto de pasos que tenia que dar desde la puerta de su casa; exactamente setecientos treinta. Los habia contado un dia, cuando la concepcion de su proyecto estaba aun reciente. Entonces ni el mismo creia en su realizacion. Su ilusoria audacia, a la vez sugestiva y monstruosa, solo servia para excitar sus nervios. Ahora, transcurrido un mes, empezaba a mirar las cosas de otro modo y, a pesar de sus enervantes soliloquios sobre su debilidad, su impotencia y su irresolucion, se iba acostumbrando poco a poco, como a pesar suyo, a llamar "negocio" a aquella fantasia espantosa, y, al considerarla asi, la podria llevar a cabo, aunque siguiera dudando de si mismo.
Aquel dia se habia propuesto hacer un ensayo y su agitacion crecia a cada paso que daba. Con el corazon desfallecido y sacudidos los miembros por un temblor nervioso, llego, al fin, a un inmenso edificio, una de cuyas fachadas daba al canal y otra a la calle. El caseron estaba dividido en infinidad de pequenos departamentos habitados por modestos artesanos de toda especie: sastres, cerrajeros... Habia alli cocineras, alemanes, prostitutas, funcionarios de infima categoria. El ir y venir de gente era continuo a traves de las puertas y de los dos patios del inmueble. Lo guardaban tres o cuatro porteros, pero nuestro joven tuvo la satisfaccion de no encontrarse con ninguno.
Franqueo el umbral y se introdujo en la escalera de la derecha, estrecha y oscura como era propio de una escalera de servicio. Pero estos detalles eran familiares a nuestro heroe y, por otra parte, no le disgustaban: en aquella oscuridad no habia que temer a las miradas de los curiosos.
"Si tengo tanto miedo en este ensayo, ?que seria si viniese a llevar a cabo de verdad el "negocio"?", penso involuntariamente al llegar al cuarto piso.
Alli le cortaron el paso varios antiguos soldados que hacian el oficio de mozos y estaban sacando los muebles de un departamento ocupado -el joven lo sabia- por un funcionario aleman casado.
"Ya que este aleman se muda -se dijo el joven-, en este rellano no habra durante algun tiempo mas inquilino que la vieja. Esto esta mas que bien."
Llamo a la puerta de la vieja. La campanilla resono tan debilmente, que se diria que era de hojalata y no de cobre. Asi eran las campanillas de los pequenos departamentos en todos los grandes edificios semejantes a aquel. Pero el joven se habia olvidado ya de este detalle, y el tintineo de la campanilla debio de despertar claramente en el algun viejo recuerdo, pues se estremecio. La debilidad de sus nervios era extrema.
Transcurrido un instante, la puerta se entreabrio. Por la estrecha abertura, la inquilina observo al intruso con evidente desconfianza. Solo se veian sus ojillos brillando en la sombra. Al ver que habia gente en el rellano, se tranquilizo y abrio la puerta. El joven franqueo el umbral y entro en un vestibulo oscuro, dividido en dos por un tabique, tras el cual habia una minuscula cocina. La vieja permanecia inmovil ante el. Era una mujer menuda, reseca, de unos sesenta anos, con una nariz puntiaguda y unos ojos chispeantes de malicia. Llevaba la cabeza descubierta, y sus cabellos, de un rubio desvaido y con solo algunas hebras grises, estaban embadurnados de aceite. Un viejo chal de franela rodeaba su cuello, largo y descarnado como una pata de pollo, y, a pesar del calor, llevaba sobre los hombros una pelliza, pelada y amarillenta. La tos la sacudia a cada momento. La vieja gemia. El joven debio de mirarla de un modo algo extrano, pues los menudos ojos recobraron su expresion de desconfianza.
-Raskolnikof, estudiante. Vine a su casa hace un mes -barboto rapidamente, inclinandose a medias, pues se habia dicho que debia mostrarse muy amable.
-Lo recuerdo, muchacho, lo recuerdo perfectamente -articulo la vieja, sin dejar de mirarlo con una expresion de recelo.
-Bien; pues he venido para un negocillo como aquel -dijo Raskolnikof, un tanto turbado y sorprendido por aquella desconfianza.
"Tal vez esta mujer es siempre asi y yo no lo adverti la otra vez", penso, desagradablemente impresionado.
La vieja no contesto; parecia reflexionar. Despues indico al visitante la puerta de su habitacion, mientras se apartaba para dejarle pasar.
-Entre, muchacho.
La reducida habitacion donde fue introducido el joven tenia las paredes revestidas de papel amarillo. Cortinas de muselina pendian ante sus ventanas, adornadas con macetas de geranios. En aquel momento, el sol poniente iluminaba la habitacion.
"Entonces -se dijo de subito Raskolnikof-, tambien, seguramente lucira un sol como este."
Y paseo una rapida mirada por toda la habitacion para grabar hasta el menor detalle en su memoria. Pero la pieza no tenia nada de particular. El mobiliario, decrepito, de madera clara, se componia de un sofa enorme, de respaldo curvado, una mesa ovalada colocada ante el sofa, un tocador con espejo, varias sillas adosadas a las paredes y dos o tres grabados sin ningun valor, que representaban senoritas alemanas, cada una con un pajaro en la mano. Esto era todo.
En un rincon, ante una imagen, ardia una lamparilla. Todo resplandecia de limpieza.
"Esto es obra de Lisbeth", penso el joven.
Nadie habria podido descubrir ni la menor particula de polvo en todo el departamento.
"Solo en las viviendas de estas perversas y viejas viudas puede verse una limpieza semejante", se dijo Raskolnikof. Y dirigio, con curiosidad y al soslayo, una mirada a la cortina de indiana que ocultaba la puerta de la segunda habitacion, tambien sumamente reducida, donde estaban la cama y la comoda de la vieja, y en la que el no habia puesto los pies jamas. Ya no habia mas piezas en el departamento.
-?Que desea usted? -pregunto asperamente la vieja, que, apenas habia entrado en la habitacion, se habia plantado ante el para mirarle frente a frente.
-Vengo a empenar esto.
Y saco del bolsillo un viejo reloj de plata, en cuyo dorso habia un grabado que representaba el globo terrestre y del que pendia una cadena de acero.
-?Pero si todavia no me ha devuelto la cantidad que le preste! El plazo termino hace tres dias.
-Le pagare los intereses de un mes mas. Tenga paciencia.
-?Soy yo quien ha de decidir tener paciencia o vender inmediatamente el objeto empenado, jovencito!
-?Me dara una buena cantidad por el reloj, Alena Ivanovna?
-?Pero si me trae usted una miseria! Este reloj no vale nada, mi buen amigo. La vez pasada le di dos hermosos billetes por un anillo que podia obtenerse nuevo en una joyeria por solo rublo y medio.
-Deme cuatro rublos y lo desempenare. Es un recuerdo de mi padre. Recibire dinero de un momento a otro.
-Rublo y medio, y le descontare los intereses.
-?Rublo y medio! -exclamo el joven.
-Si no le parece bien, se lo lleva.
Y la vieja le devolvio el reloj. El lo cogio y se dispuso a salir, indignado; pero, de pronto, cayo en la cuenta de que la vieja usurera era su ultimo recurso y de que habia ido alli para otra cosa.
-Venga el dinero- dijo secamente.
La vieja saco unas llaves del bolsillo y paso a la habitacion inmediata.
Al quedar a solas, el joven empezo a reflexionar, mientras aguzaba el oido. Hacia deducciones. Oyo abrir la comoda.
"Sin duda, el cajon de arriba -dedujo-. Lleva las llaves en el bolsillo derecho. Un manojo de llaves en un anillo de acero. Hay una mayor que las otras y que tiene el paleton dentado. Seguramente no es de la comoda. Por lo tanto, hay una caja, tal vez una caja de caudales. Las llaves de las cajas de caudales suelen tener esa forma... ?Ah, que innoble es todo esto!"
La vieja reaparecio.
-Aqui tiene, amigo mio. A diez kopeks por rublo y por mes, los intereses del rublo y medio son quince kopeks, que cobro por adelantado. Ademas, por los dos rublos del prestamo anterior he de descontar veinte kopeks para el mes que empieza, lo que hace un total de treinta y cinco kopeks. Por lo tanto, usted ha de recibir por su reloj un rublo y quince kopeks. Aqui los tiene.
-Asi, ?todo ha quedado reducido a un rublo y quince kopeks?
-Exactamente.
El joven cogio el dinero. No queria discutir. Miraba a la vieja y no mostraba ninguna prisa por marcharse. Parecia deseoso de hacer o decir algo, aunque ni el mismo sabia exactamente que.
-Es posible, Alena Ivanovna, que le traiga muy pronto otro objeto de plata... Una bonita pitillera que le preste a un amigo. En cuanto me la devuelva...
Se detuvo, turbado.
-Ya hablaremos cuando la traiga, amigo mio.
-Entonces, adios... ?Esta usted siempre sola aqui? ?No esta nunca su hermana con usted? -pregunto en el tono mas indiferente que le fue posible, mientras pasaba al vestibulo.
-?A usted que le importa?
-No lo he dicho con ninguna intencion... Usted en seguida... Adios, Alena Ivanovna.
Raskolnikof salio al rellano, presa de una turbacion creciente. Al bajar la escalera se detuvo varias veces, dominado por repentinas emociones. Al fin, ya en la calle, exclamo:
-?Que repugnante es todo esto, Dios mio! ?Como es posible que yo...? No, todo ha sido una necedad, un absurdo -afirmo resueltamente-. ?Como ha podido llegar a mi espiritu una cosa tan atroz? No me creia tan miserable. Todo esto es repugnante, innoble, horrible. ?Y yo he sido capaz de estar todo un mes pen...!
Pero ni palabras ni exclamaciones bastaban para expresar su turbacion. La sensacion de profundo disgusto que le oprimia y le ahogaba cuando se dirigia a casa de la vieja era ahora sencillamente insoportable. No sabia como librarse de la angustia que le torturaba. Iba por la acera como embriagado: no veia a nadie y tropezaba con todos. No se recobro hasta que estuvo en otra calle. Al levantar la mirada vio que estaba a la puerta de una taberna. De la acera partia una escalera que se hundia en el subsuelo y conducia al establecimiento. De el salian en aquel momento dos borrachos. Subian la escalera apoyados el uno en el otro e injuriandose. Raskolnikof bajo la escalera sin vacilar. No habia entrado nunca en una taberna, pero entonces la cabeza le daba vueltas y la sed le abrasaba. Le dominaba el deseo de beber cerveza fresca, en parte para llenar su vacio estomago, ya que atribuia al hambre su estado. Se sento en un rincon oscuro y sucio, ante una pringosa mesa, pidio cerveza y se bebio un vaso con avidez.
Al punto experimento una impresion de profundo alivio. Sus ideas parecieron aclararse.
"Todo esto son necedades -se dijo, reconfortado-. No habia motivo para perder la cabeza. Un trastorno fisico, sencillamente. Un vaso de cerveza, un trozo de galleta, y ya esta firme el espiritu, y el pensamiento se aclara, y la voluntad renace. ?Cuanta nimiedad!"
Sin embargo, a despecho de esta amarga conclusion, estaba contento como el hombre que se ha librado de pronto de una carga espantosa, y recorrio con una mirada amistosa a las personas que le rodeaban. Pero en lo mas hondo de su ser presentia que su animacion, aquel resurgir de su esperanza, era algo enfermizo y ficticio. La taberna estaba casi vacia. Detras de los dos borrachos con que se habia cruzado Raskolnikof habia salido un grupo de cinco personas, entre ellas una muchacha. Llevaban una armonica. Despues de su marcha, el local quedo en calma y parecio mas amplio.
En la taberna solo habia tres hombres mas. Uno de ellos era un individuo algo embriagado, un pequeno burgues a juzgar por su apariencia, que estaba tranquilamente sentado ante una botella de cerveza. Tenia un amigo al lado, un hombre alto y grueso, de barba gris, que dormitaba en el banco, completamente ebrio. De vez en cuando se agitaba en pleno sueno, abria los brazos, empezaba a castanetear los dedos, mientras movia el busto sin levantarse de su asiento, y comenzaba a canturrear una burda tonadilla, haciendo esfuerzos para recordar las palabras.
Durante un ano entero acaricie a mi mujer...
Duran...te un ano entero a...ca...ricie a mi mu...jer.
O:
En la Podiatcheskaia
me he vuelto a encontrar con mi antigua...
Pero nadie daba muestras de compartir su buen humor. Su taciturno companero observaba estas explosiones de alegria con gesto desconfiado y casi hostil.
El tercer cliente tenia la apariencia de un funcionario retirado. Estaba sentado aparte, ante un vaso que se llevaba de vez en cuando a la boca, mientras lanzaba una mirada en torno de el. Tambien este hombre parecia presa de cierta agitacion interna.
II
Raskolnikof no estaba acostumbrado al trato con la gente y, como ya hemos dicho ultimamente incluso huia de sus semejantes. Pero ahora se sintio de pronto atraido hacia ellos. En su animo acababa de producirse una especie de revolucion. Experimentaba la necesidad de ver seres humanos. Estaba tan hastiado de las angustias y la sombria exaltacion de aquel largo mes que acababa de vivir en la mas completa soledad, que sentia la necesidad de tonificarse en otro mundo, cualquiera que fuese y aunque solo fuera por unos instantes. Por eso estaba a gusto en aquella taberna, a pesar de la suciedad que en ella reinaba. El tabernero estaba en otra dependencia, pero hacia frecuentes apariciones en la sala. Cuando bajaba los escalones, eran sus botas, sus elegantes botas bien lustradas y con anchas vueltas rojas, lo que primero se veia. Llevaba una blusa y un chaleco de saten negro lleno de mugre, e iba sin corbata. Su rostro parecia tan cubierto de aceite como un candado. Un muchacho de catorce anos estaba sentado detras del mostrador; otro mas joven aun servia a los clientes. Trozos de cohombro, panecillos negros y rodajas de pescado se exhibian en una vitrina que despedia un olor infecto. El calor era insoportable. La atmosfera estaba tan cargada de vapores de alcohol, que daba la impresion de poder embriagar a un hombre en cinco minutos.
A veces nos ocurre que personas a las que no conocemos nos inspiran un interes subito cuando las vemos por primera vez, incluso antes de cruzar una palabra con ellas. Esta impresion produjo en Raskolnikof el cliente que permanecia aparte y que tenia aspecto de funcionario retirado. Algun tiempo despues, cada vez que se acordaba de esta primera impresion, Raskolnikof la atribuia a una especie de presentimiento. El no quitaba ojo al supuesto funcionario, y este no solo no cesaba de mirarle, sino que parecia ansioso de entablar conversacion con el. A las demas personas que estaban en la taberna, sin excluir al tabernero, las miraba con un gesto de desagrado, con una especie de altivo desden, como a personas que considerase de una esfera y de una educacion demasiado inferiores para que mereciesen que el les dirigiera la palabra.
Era un hombre que habia rebasado los cincuenta, robusto y de talla media. Sus escasos y grises cabellos coronaban un rostro de un amarillo verdoso, hinchado por el alcohol. Entre sus abultados parpados fulguraban dos ojillos encarnizados pero llenos de vivacidad. Lo que mas asombraba de aquella fisonomia era la vehemencia que expresaba -y acaso tambien cierta finura y un resplandor de inteligencia-, pero por su mirada pasaban relampagos de locura. Llevaba un viejo y desgarrado frac, del que solo quedaba un boton, que mantenia abrochado, sin duda con el deseo de guardar las formas. Un chaleco de nanquin dejaba ver un plastron ajado y lleno de manchas. No llevaba barba, esa barba caracteristica del funcionario, pero no se habia afeitado hacia tiempo, y una capa de pelo recio y azulado invadia su menton y sus carrillos. Sus ademanes tenian una gravedad burocratica, pero parecia profundamente agitado. Con los codos apoyados en la grasienta mesa, introducia los dedos en su cabello, lo despeinaba y se oprimia la cabeza con ambas manos, dando visibles muestras de angustia. Al fin miro a Raskolnikof directamente y dijo, en voz alta y firme:
-Senor: ?puedo permitirme dirigirme a usted para conversar en buena forma? A pesar de la sencillez de su aspecto, mi experiencia me induce a ver en usted un hombre culto y no uno de esos individuos que van de taberna en taberna. Yo he respetado siempre la cultura unida a las cualidades del corazon. Soy consejero titular: Marmeladof, consejero titular. ?Puedo preguntarle si tambien usted pertenece a la administracion del Estado?
-No: estoy estudiando -repuso el joven, un tanto sorprendido por aquel lenguaje ampuloso y tambien al verse abordado tan directamente, tan a quemarropa, por un desconocido. A pesar de sus recientes deseos de compania humana, fuera cual fuere, a la primera palabra que Marmeladof le habia dirigido habia experimentado su habitual y desagradable sentimiento de irritacion y repugnancia hacia toda persona extrana que intentaba ponerse en relacion con el.
-Es decir, que es usted estudiante, o tal vez lo ha sido -exclamo vivamente el funcionario-. Exactamente lo que me habia figurado. He aqui el resultado de mi experiencia, senor, de mi larga experiencia.
Se llevo la mano a la frente con un gesto de alabanza para sus prendas intelectuales.
-Usted es hombre de estudios... Pero permitame...
Se levanto, vacilo, cogio su vaso y fue a sentarse al lado del joven. Aunque embriagado, hablaba con soltura y vivacidad. Solo de vez en cuando se le trababa la lengua y decia cosas incoherentes. Al verle arrojarse tan avidamente sobre Raskolnikof, cualquiera habria dicho que tambien el llevaba un mes sin desplegar los labios.
-Senor -siguio diciendo en tono solemne-, la pobreza no es un vicio: esto es una verdad incuestionable. Pero tambien es cierto que la embriaguez no es una virtud, cosa que lamento. Ahora bien, senor; la miseria si que es un vicio. En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede conservar nada noble. Con el indigente no se emplea el baston, sino la escoba, pues asi se le humilla mas, para arrojarlo de la sociedad humana. Y esto es justo, porque el indigente se ultraja a si mismo. He aqui el origen de la embriaguez, senor. El mes pasado, el senor Lebeziatnikof golpeo a mi mujer, y mi mujer, senor, no es como yo en modo alguno. ?Comprende? Permitame hacerle una pregunta. Simple curiosidad. ?Ha pasado usted alguna noche en el Neva, en una barca de heno?
-No, nunca me he visto en un trance asi -repuso Raskolnikof.
-Pues bien, yo si que me he visto. Ya llevo cinco noches durmiendo en el Neva.
Lleno su vaso, lo vacio y quedo en una actitud sonadora. En efecto, briznas de heno se veian aqui y alla, sobre sus ropas y hasta en sus cabellos. A juzgar por las apariencias, no se habia desnudado ni lavado desde hacia cinco dias. Sus manos, gruesas, rojas, de unas negras, estaban cargadas de suciedad. Todos los presentes le escuchaban, aunque con bastante indiferencia. Los chicos se reian detras del mostrador. El tabernero habia bajado expresamente para oir a aquel tipo. Se sento un poco aparte, bostezando con indolencia, pero con aire de persona importante. Al parecer, Marmeladof era muy conocido en la casa. Ello se debia, sin duda, a su costumbre de trabar conversacion con cualquier desconocido que encontraba en la taberna, habito que se convierte en verdadera necesidad, especialmente en los alcoholicos que se ven juzgados severamente, e incluso maltratados, en su propia casa. Asi, tratan de justificarse ante sus companeros de orgia y, de paso, atraerse su consideracion.
-Pero di, so fantoche -exclamo el patron, con voz potente-. ?Por que no trabajas? Si eres funcionario, ?por que no estas en una oficina del Estado?
-?Que por que no estoy en una oficina, senor?-dijo Marmeladof, dirigiendose a Raskolnikof, como si la pregunta la hubiera hecho este- ?Dice usted que por que no trabajo en una oficina? ?Cree usted que esta impotencia no es un sufrimiento para mi? ?Cree usted que no sufri cuando el senor Lebeziatnikof golpeo a mi mujer el mes pasado, en un momento en que yo estaba borracho perdido? Digame, joven: ?no se ha visto usted en el caso... en el caso de tener que pedir un prestamo sin esperanza?
-Si... Pero ?que quiere usted decir con eso de "sin esperanza"?
-Pues, al decir "sin esperanza", quiero decir "sabiendo que va uno a un fracaso". Por ejemplo, usted esta convencido por anticipado de que cierto senor, un ciudadano integro y util a su pais, no le prestara dinero nunca y por nada del mundo... ?Por que se lo ha de prestar, digame? El sabe perfectamente que yo no se lo devolveria jamas. ?Por compasion? El senor Lebeziatnikof, que esta siempre al corriente de las ideas nuevas, decia el otro dia que la compasion esta vedada a los hombres incluso para la ciencia, y que asi ocurre en Inglaterra, donde impera la economia politica. ?Como es posible, digame, que este hombre me preste dinero? Pues bien, aun sabiendo que no se le puede sacar nada, uno se pone en camino y...
-Pero ?por que se pone en camino? -le interrumpio Raskolnikof.
-Porque uno no tiene adonde ir, ni a nadie a quien dirigirse. Todos los hombres necesitan saber adonde ir, ?no? Pues siempre llega un momento en que uno siente la necesidad de ir a alguna parte, a cualquier parte. Por eso, cuando mi hija unica fue por primera vez a la policia para inscribirse, yo la acompane... (porque mi hija esta registrada como...) -anadio entre parentesis, mirando al joven con expresion un tanto inquieta-. Eso no me importa, senor -se apresuro a decir cuando los dos muchachos se echaron a reir detras del mostrador, e incluso el tabernero no pudo menos de sonreir-. Eso no me importa. Los gestos de desaprobacion no pueden turbarme, pues esto lo sabe todo el mundo, y no hay misterio que no acabe por descubrirse. Y yo miro estas cosas no con desprecio, sino con resignacion... ?Sea, sea, pues! Ecce Homo. Oigame, joven: ?podria usted...? No, hay que buscar otra expresion mas fuerte, mas significativa. ?Se atreveria usted a afirmar, mirandome a los ojos, que no soy un puerco?
El joven no contesto.
-Bien -dijo el orador, y espero con un aire sosegado y digno el fin de las risas que acababan de estallar nuevamente-. Bien, yo soy un puerco y ella una dama. Yo parezco una bestia, y Catalina Ivanovna, mi esposa, es una persona bien educada, hija de un oficial superior. Demos por sentado que yo soy un granuja y que ella posee un gran corazon, sentimientos elevados y una educacion perfecta. Sin embargo... ?Ah, si ella se hubiera compadecido de mi! Y es que los hombres tenemos necesidad de ser compadecidos por alguien. Pues bien, Catalina Ivanovna, a pesar de su grandeza de alma, es injusta..., aunque yo comprendo perfectamente que cuando me tira del pelo lo hace por mi bien. Te repito sin verguenza, joven; ella me tira del pelo -insistio en un tono mas digno aun, al oir nuevas risas-. ?Ah, Dios mio! Si ella, solamente una vez... Pero, ?bah!, vanas palabras... No hablemos mas de esto... Pues es lo cierto que mi deseo se ha visto satisfecho mas de una vez; si, mas de una vez me han compadecido. Pero mi caracter... Soy un bruto rematado.
-De acuerdo -observo el tabernero, bostezando.
Marmeladof dio un fuerte punetazo en la mesa.
-Si, un bruto... Sepa usted, senor, que me he bebido hasta sus medias. No los zapatos, entiendame, pues, en medio de todo, esto seria una cosa en cierto modo natural; no los zapatos, sino las medias. Y tambien me he bebido su esclavina de piel de cabra, que era de su propiedad, pues se la habian regalado antes de nuestro casamiento. Entonces viviamos en un helado cuchitril. Es invierno; ella se enfria; empieza a toser y a escupir sangre. Tenemos tres ninos pequenos, y Catalina Ivanovna trabaja de sol a sol. Friega, lava la ropa, lava a los ninos. Esta acostumbrada a la limpieza desde su mas tierna infancia... Todo esto con un pecho delicado, con una predisposicion a la tisis. Yo lo siento de veras. ?Creen que no lo siento? Cuanto mas bebo, mas sufro. Por eso, para sentir mas, para sufrir mas, me entrego a la bebida. Yo bebo para sufrir mas profundamente.
Inclino la cabeza con un gesto de desesperacion.
-Joven -continuo mientras volvia a erguirse-, creo leer en su semblante la expresion de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresion. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, ademas, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educo en un pensionado aristocratico provincial, y que el dia en que salio bailo la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla... se vendio hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baul. Ultimamente se lo ensenaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacia porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus exitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo unico que tiene son estos recuerdos: todo lo demas se ha desvanecido... Si, es una dama energica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraria de nadie la menor falta de respeto. Aqui tiene usted explicado por que no consintio las groserias de Lebeziatnikof; y cuando este, para vengarse, le pego ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me case con ella, era viuda y tenia tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio habia sido de amor. El marido era un oficial de infanteria con el que huyo de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero el se entrego al juego, tuvo asuntos con la justicia y murio. En los ultimos tiempos, el le pegaba. Ella no se lo perdono, lo se positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre el y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque asi ella se imagina, al menos, que ha sido algun dia feliz. Despues de la muerte de su marido, quedo sola con sus tres hijitos en una region lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivia en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros mas tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habian abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, senor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo tambien y con una hija de catorce anos, le ofreci mi mano, pues no podia verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitira comprender a que extremo llegaba su miseria. Acepto llorando, sollozando, retorciendose las manos; pero acepto. Y es que no tenia adonde ir. ?Se da usted cuenta, senor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener donde ir? No, usted no lo puede comprender todavia... Durante un ano entero cumpli con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso -y senalaba con el dedo la media botella que tenia delante-, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no consegui atraermela. Entre tanto, quede cesante, no por culpa mia, sino a causa de ciertos cambios burocraticos. Entonces me entregue a la bebida... Ya hace ano y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnifica, embellecida por incontables monumentos. Aqui encontre un empleo, pero pronto lo perdi. ?Comprende, senor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincon que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ?como vivimos, como pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnanimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos... Si, asi es. Pero ?a que mencionar estas cosas? Ya comprendera usted que Sonia no ha recibido una educacion esmerada. Hace muchos anos intente ensenarle geografia e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, ademas, no teniamos buenos libros, pues los libros que hubieramos podido tener..., pues..., ?bueno, ya no los teniamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Despues leyo algunas novelas, y ultimamente Lebeziatnikof le presto La Fisiologia, de Lewis. Conoce usted esta obra, ?verdad? A ella le parecio muy interesante, e incluso nos leyo algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, senor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ?puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganara ni quince kopeks al dia, senor mio, y eso trabajando hasta la extenuacion, si es honesta y no posee ningun talento. Hay mas: el consejero de Estado Klopstock Ivan Ivanovitch..., ?ha oido usted hablar de el...?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargo, sino que la despidio ferozmente con el pretexto de que le habia tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido.