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Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

-?Senor, pero si es Afrosiniuchka! -dijo una voz quejumbrosa-. ?Senor, salvala! ?Hermanos, almas generosas, salvadla!

-?Una barca! ?Una barca! -grito otra voz entre la muchedumbre.

Pero no fue necesario. Un agente de la policia bajo corriendo las escaleras que conducian al canal, se quito el uniforme y las botas y se arrojo al agua. Su tarea no fue dificil. El cuerpo de la mujer, arrastrado por la corriente, habia llegado tan cerca de la escalera, que el policia pudo asir sus ropas con la mano derecha y con la izquierda aferrarse a un palo que le tendia un companero.

Sacaron del canal a la victima y la depositaron en las gradas de piedra. La mujer volvio muy pronto en si. Se levanto, lanzo varios estornudos y empezo a escurrir sus ropas, con gesto estupido y sin pronunciar palabra.

-?Virgen Santa! -gimoteo la misma voz de antes, esta vez al lado de Afrosiniuchka-. Se ha puesto a beber, a beber... Hace poco intento ahorcarse, pero la descolgaron a tiempo. Hoy me he ido a hacer mis cosas, encargando a mi hija de vigilarla, y ya ven ustedes lo que ha ocurrido. Es vecina nuestra, ?saben?, vecina nuestra. Vive aqui mismo, dos casas despues de la esquina...

La multitud se fue dispersando. Los agentes siguieron atendiendo a la victima. Uno de ellos menciono la comisaria.

Raskolnikof asistia a esta escena con una extrana sensacion de indiferencia, de embrutecimiento. Hizo una mueca de desaprobacion y empezo a grunir:

-Esto es repugnante... Arrojarse al agua no vale la pena... No pasara nada... Es tonto ir a la comisaria... Zamiotof no esta alli. ?Por que...? Las comisarias estan abiertas hasta las diez.

Se volvio de espaldas al pretil, se apoyo en el y lanzo una mirada en todas direcciones.

"?Bueno, vayamos!", se dijo. Y, dejando el puente, se dirigio a la comisaria. Tenia la sensacion de que su corazon estaba vacio, y no queria reflexionar. Ya ni siquiera sentia angustia: un estado de apatia habia reemplazado a la exaltacion con que habia salido de casa resuelto a terminar de una vez.

"Desde luego, esto es una solucion -se decia, mientras avanzaba lentamente por la calzada que bordeaba el canal-. Si, terminare porque quiero terminar... Pero ?es esto, realmente, una solucion...? El espacio justo para poner los pies... ?Vaya un final! Ademas, ?se puede decir que esto sea un verdadero final...? ?Debo contarlo todo o no...? ?Demonio, que rendido estoy! ?Si pudiese sentarme o echarme aqui mismo...! Pero ?que verguenza hacer una cosa asi! ?Se le ocurre a uno cada estupidez...!"

Para dirigirse a la comisaria tenia que avanzar derechamente y doblar a la izquierda por la segunda travesia. Inmediatamente encontraria lo que buscaba. Pero, al llegar a la primera esquina, se detuvo, reflexiono un momento y se interno en la callejuela. Luego recorrio dos calles mas, sin rumbo fijo, con el deseo inconsciente de ganar unos minutos. Iba con la mirada fija en el suelo. De subito experimento la misma sensacion que si alguien le hubiera murmurado unas palabras al oido. Levanto la cabeza y advirtio que estaba a la puerta de "aquella" casa, la casa a la que no habia vuelto desde "aquella" tarde.

Un deseo enigmatico e irresistible se apodero de el. Raskolnikof cruzo la entrada y se creyo obligado a subir al cuarto piso del primer cuerpo de edificio, situado a la derecha. La escalera era estrecha, empinada y oscura. Raskolnikof se detenia en todos los rellanos y miraba con curiosidad a su alrededor. Al llegar al primero, vio que en la ventana faltaba un cristal. "Entonces estaba", se dijo. Y poco despues: "Este es el departamento del segundo donde trabajaban Nikolachka y Mitri. Ahora esta cerrado y la puerta pintada. Sin duda ya esta habitado." Luego el tercer piso, y en seguida el cuarto... "?Este es!" Raskolnikof tuvo un gesto de estupor: la puerta del piso estaba abierta y en el interior habia gente, pues se oian voces. Esto era lo que menos esperaba. El joven vacilo un momento; despues subio los ultimos escalones y entro en el piso.

Lo estaban remozando, como habian hecho con el segundo. En el habia dos empapeladores trabajando, cosa que le sorprendio sobremanera. No podria explicar el motivo, pero se habia imaginado que encontraria el piso como lo dejo aquella tarde. Incluso esperaba, aunque de un modo impreciso, encontrar los cadaveres en el entarimado. Pero, en vez de esto, veia paredes desnudas, habitaciones vacias y sin muebles... Cruzo la habitacion y se sento en la ventana.

Los dos obreros eran jovenes, pero uno mayor que el otro. Estaban pegando en las paredes papeles nuevos, blancos y con florecillas de color malva, para sustituir al empapelado anterior, sucio, amarillento y lleno de desgarrones. Esto desagrado profundamente a Raskolnikof. Miraba los nuevos papeles con gesto hostil: era evidente que aquellos cambios le contrariaban. Al parecer, los empapeladores se habian retrasado. De aqui que se apresurasen a enrollar los restos del papel para volver a sus casas. Sin prestar apenas atencion a la entrada de Raskolnikof, siguieron conversando. El se cruzo de brazos y se dispuso a escucharlos.

El de mas edad estaba diciendo:

-Vino a mi casa al amanecer, cuando estaba clareando, ?comprendes?, y llevaba el vestido de los domingos. "?A que vienen esas miradas tiernas?, le pregunte. Y ella me contesto: "Quiero estar sometida a tu voluntad desde este momento, Tite Ivanovitch..." Ya ves. Y, como te digo, iba la mar de emperifollada: parecia un grabado de revista de modas.

-?Y que es una revista de modas? -pregunto el mas joven, con el deseo de que su companero le instruyera.

-Pues una revista de modas, hijito, es una serie de figuras pintadas. Todas las semanas las reciben del extranjero nuestros sastres. Vienen por correo y sirven para saber como hay que vestir a las personas, tanto a las del sexo masculino como a las del sexo femenino. El caso es que son dibujos, ?entiendes?

-?Dios mio, que cosas se ven en este Piter! -exclamo el joven, entusiasmado-. Excepto a Dios, aqui se encuentra todo.

-Todo, excepto eso, amigo -termino el mayor con acento sentencioso.

Raskolnikof se levanto y paso a la habitacion contigua, aquella en donde habia estado el arca, la cama y la comoda. Sin muebles le parecio ridiculamente pequena. El papel de las paredes era el mismo. En un rincon se veia el lugar ocupado anteriormente por las imagenes santas. Despues de echar una ojeada por toda la pieza, volvio a la ventana. El obrero de mas edad se quedo mirandole.

-?Que desea usted? -le pregunto de pronto.

En vez de contestarle, Raskolnikof se levanto, paso al vestibulo y empezo a tirar del cordon de la campanilla. Era la misma; la reconocio por su sonido de hojalata. Tiro del cordon otra vez, y otra, aguzo el oido mientras trataba de recordar. La atroz impresion recibida el dia del crimen volvio a el con intensidad creciente. Se estremecia cada vez que tiraba del cordon, y hallaba en ello un placer cuya violencia iba en aumento.

-Pero ?que quiere usted? ?Y quien es? -le pregunto el empapelador de mas edad, yendo hacia el.

Raskolnikof volvio a la habitacion.

-Quiero alquilar este departamento -repuso-, y es natural que desee verlo.

-De noche no se miran los pisos. Ademas, ha de subir acompanado del portero.

-Veo que han lavado el suelo. ?Van a pintarlo? ?Queda alguna mancha de sangre?

-?De que sangre?

-Aqui mataron a la vieja y a su hermana. Alli habia un charco de sangre.

-Pero ?quien es usted? -exclamo, ya inquieto, el empapelador.

-?Yo?

-Si.

-?Quieres saberlo? Ven conmigo a la comisaria. Alli lo dire.

Los dos trabajadores se miraron con expresion interrogante.

-Ya es hora de que nos vayamos -dijo el mayor-. Incluso nos hemos retrasado. Vamonos, Aliochka. Tenemos que cerrar.

-Entonces, vamos -dijo Raskolnikof con un gesto de indiferencia.

Fue el primero en salir. Despues empezo a bajar lentamente la escalera.

-?Hola, portero! -exclamo cuando llego a la entrada.

En la puerta habia varias personas mirando a la gente que pasaba: los dos porteros, una mujer, un burgues en bata y otros individuos. Raskolnikof se fue derecho a ellos.

-?Que desea? -le pregunto uno de los porteros.

-?Has estado en la comisaria?

-De alli vengo. ?Que desea usted?

-?Estan todavia los empleados?

-Si.

-?Esta el ayudante del comisario?

-Hace un momento estaba. Pero ?que desea?

Raskolnikof no contesto; quedo pensativo.

-Ha venido a ver el piso -dijo el empapelador de mas edad.

-?Que piso?

-El que nosotros estamos empapelando. Ha dicho que por que han lavado la sangre, que alli se ha cometido un crimen y que el ha venido para alquilar una habitacion. Casi rompe el cordon de la campanilla a fuerza de tirones. Despues ha dicho: "Vamos a la comisaria; alli lo contare todo." Y ha bajado con nosotros.

El portero miro atentamente a Raskolnikof. En sus ojos habia una mezcla de curiosidad y recelo.

-Bueno, pero ?quien es usted?

-Soy Rodion Romanovitch Raskolnikof, ex estudiante, y vivo en la calle vecina, edificio Schill, departamento catorce. Pregunta al portero: me conoce.

Raskolnikof hablaba con indiferencia y estaba pensativo. Miraba obstinadamente la oscura calle, y ni una sola vez dirigio la vista a su interlocutor.

-Diga: ?para que ha subido al piso?

-Queria verlo.

-Pero si en el no hay nada que ver...

-Lo mas prudente seria llevarlo a la comisaria -dijo de pronto el burgues.

Raskolnikof le miro por encima del hombro, lo observo atentamente y dijo, sin perder la calma ni salir de su indiferencia:

-Vamos.

-Si, hay que llevarlo -insistio el burgues con vehemencia-. ?A que ha ido alla arriba? No cabe duda de que tiene algun peso en la conciencia.

-A lo mejor dice esas cosas porque esta bebido -dijo el empapelador en voz baja.

-Pero ?que quiere usted? -exclamo de nuevo el portero, que empezaba a enfadarse de verdad-. ?Con que derecho viene usted a molestarnos?

-?Es que tienes miedo de ir a la comisaria? -le pregunto Raskolnikof en son de burla.

-Es un vagabundo -opino la mujer.

-?Para que discutir? -dijo el otro portero, un corpulento mujik que llevaba la blusa desabrochada y un manojo de llaves pendiente de la cintura-. ?Hala, fuera de aqui...! Desde luego, es un vagabundo... ?Has oido? ?Largo!

Y cogiendo a Raskolnikof por un hombro, lo echo a la calle.

Raskolnikof se tambaleo, pero no llego a caer. Cuando hubo recobrado el equilibrio, los miro a todos en silencio y continuo su camino.

-Es un bribon -dijo el empapelador.

-Hoy cualquiera se puede convertir en un bribon -dijo la mujer.

-Aunque no sea nada mas que un granuja, debimos llevarlo a la comisaria.

-Lo mejor es no mezclarse en estas cosas -opino el corpulento mujik-. Desde luego, es un granuja. Estos tipos le enredan a uno de modo que luego no sabe como salir.

"?Voy o no voy?", se pregunto Raskolnikof deteniendose en medio de una callejuela y mirando a un lado y a otro, como si esperase un consejo.

Pero ninguna voz turbo el profundo silencio que le rodeaba. La ciudad parecia tan muerta como las piedras que pisaba, pero muerta solamente para el, solamente para el...

De subito, distinguio a lo lejos, a unos doscientos metros aproximadamente, al final de una calle, un grupo de gente que vociferaba. En medio de la multitud habia un coche del que partia una luz mortecina.

"?Que sera?"

Doblo a la derecha y se dirigio al grupo. Se aferraba al menor incidente que pudiera retrasar la ejecucion de su proposito, y, al darse cuenta de ello, sonrio. Su decision era irrevocable: transcurridos unos momentos, todo aquello habria terminado para el.



VII

En medio de la calle habia una elegante calesa con un tronco de dos vivos caballos grises de pura sangre. El carruaje estaba vacio. Incluso el cochero habia dejado el pescante y estaba en pie junto al coche, sujetando a los caballos por el freno. Una nutrida multitud se apinaba alrededor del vehiculo, contenida por agentes de la policia. Uno de estos tenia en la mano una linterna encendida y dirigia la luz hacia abajo para iluminar algo que habia en el suelo, ante las ruedas. Todos hablaban a la vez. Se oian suspiros y fuertes voces. El cochero, aturdido, no cesaba de repetir:

-?Que desgracia, Senor, que desgracia!

Raskolnikof se abrio paso entre la gente, y entonces pudo ver lo que provocaba tanto alboroto y curiosidad. En la calzada yacia un hombre ensangrentado y sin conocimiento. Acababa de ser arrollado por los caballos. Aunque iba miserablemente vestido, llevaba ropas de burgues. La sangre fluia de su cabeza y de su rostro, que estaba hinchado y lleno de morados y heridas. Evidentemente, el accidente era grave.

-?Senor! -se lamentaba el cochero-. ?Bien sabe Dios que no he podido evitarlo! Si hubiese ido demasiado de prisa..., si no hubiese gritado... Pero iba poco a poco, a una marcha regular: todo el mundo lo ha visto. Y es que un hombre borracho no ve nada: esto lo sabemos todos. Lo veo cruzar la calle vacilando. Parece que va a caer. Le grito una vez, dos veces, tres veces. Despues retengo los caballos, y el viene a caer precisamente bajo las herraduras. ?Lo ha hecho expresamente o estaba borracho de verdad? Los caballos son jovenes, espantadizos, y han echado a correr. El ha empezado a gritar, y ellos se han lanzado a una carrera aun mas desenfrenada. Asi ha ocurrido la desgracia.

-Es verdad que el cochero ha gritado mas de una vez y muy fuerte -dijo una voz.

-Tres veces exactamente -dijo otro-. Todo el mundo le ha oido.

Por otra parte, el cochero no parecia muy preocupado por las consecuencias del accidente. El elegante coche pertenecia sin duda a un senor importante y rico que debia de estar esperandolo en alguna parte. Esta circunstancia habia provocado la solicitud de los agentes. Era preciso conducir al herido al hospital, pero nadie sabia su nombre.

Raskolnikof consiguio situarse en primer termino. Se inclino hacia delante y su rostro se ilumino subitamente: habia reconocido a la victima.

-?Yo lo conozco! ?Yo lo conozco! -exclamo, abriendose paso a codazos entre los que estaban delante de el-. Es un antiguo funcionario: el consejero titular Marmeladof. Vive cerca de aqui, en el edificio Kozel. ?Llamen en seguida a un medico! Yo lo pago. ?Miren!

Saco dinero del bolsillo y lo mostro a un agente. Era presa de una agitacion extraordinaria.

Los agentes se alegraron de conocer la identidad de la victima. Raskolnikof dio su nombre y su direccion e insistio con vehemencia en que transportaran al herido a su domicilio. No habria mostrado mas interes si el atropellado hubiera sido su padre.

-El edificio Kozel -dijo- esta aqui mismo, tres casas mas abajo. Kozel es un acaudalado aleman. Sin duda estaba bebido y trataba de llegar a su casa. Es un alcoholico... Tiene familia: mujer, hijos... Llevarlo al hospital seria una complicacion. En el edificio Kozel debe de haber algun medico. ?Yo lo pagare! ?Yo lo pagare! En su casa le cuidaran. Si le llevan al hospital, morira por el camino.

Incluso deslizo con disimulo unas monedas en la mano de uno de los agentes. Por otra parte, lo que el pedia era muy explicable y completamente legal. Habia que proceder rapidamente. Se levanto al herido y almas caritativas se ofrecieron para transportarlo. El edificio Kozel estaba a unos treinta pasos del lugar donde se habia producido el accidente. Raskolnikof cerraba la marcha e indicaba el camino, mientras sostenia la cabeza del herido con grandes precauciones.

-?Por aqui! ?Por aqui! Hay que llevar mucho cuidado cuando subamos la escalera. Hemos de procurar que su cabeza se mantenga siempre alta. Viren un poco... ?Eso es...! ?Yo pagare...! No soy un ingrato...

En esos momentos, Catalina Ivanovna se entregaba a su costumbre, como siempre que disponia de un momento libre, de ir y venir por su reducida habitacion, con los brazos cruzados sobre el pecho, tosiendo y hablando en voz alta.

Desde hacia algun tiempo, le gustaba cada vez mas hablar con su hija mayor, Polenka, nina de diez anos que, aunque incapaz de comprender muchas cosas, se daba perfecta cuenta de que su madre tenia gran necesidad de expansionarse. Por eso fijaba en ella sus grandes e inteligentes ojos y se esforzaba por aparentar que todo lo comprendia. En aquel momento, la nina se dedicaba a desnudar a su hermanito, que habia estado malucho todo el dia, para acostarlo. El nino estaba sentado en una silla, muy serio, esperando que le quitaran la camisa para lavarla durante la noche. Silencioso e inmovil, habia juntado y estirado sus piernecitas y, con los pies levantados, exhibiendo los talones, escuchaba lo que decian su madre y su hermana. Tenia los labios proyectados hacia fuera y los ojos muy abiertos. Su gesto de atencion e inmovilidad era el propio de un nino bueno cuando se le esta desnudando para acostarlo. Una nina menor que el, vestida con autenticos andrajos, esperaba su turno de pie junto al biombo. La puerta que daba a la escalera estaba abierta para dejar salir el humo de tabaco que llegaba de las habitaciones vecinas y que a cada momento provocaba en la pobre tisica largos y penosos accesos de tos. Catalina Ivanovna parecia haber adelgazado solo en unos dias, y las siniestras manchas rojas de sus mejillas parecian arder con un fuego mas vivo.

-Tal vez no me creas, Polenka -decia mientras media con sus pasos la habitacion-, pero no puedes imaginarte la atmosfera de lujo y magnificencia que habia en casa de mis padres y hasta que extremo este borracho me ha hundido en la miseria. Tambien a vosotros os perdera. Mi padre tenia en el servicio civil un grado que correspondia al de coronel. Era ya casi gobernador; solo tenia que dar un paso para llegar a serlo, y todo el mundo le decia: "Nosotros le consideramos ya como nuestro gobernador, Ivan Mikhailovitch." Cuando... -empezo a toser-. ?Maldita sea! -exclamo despues de escupir y llevandose al pecho las crispadas manos-. Pues cuando... Bueno, en el ultimo baile ofrecido por el mariscal de la nobleza, la princesa Bezemelny, al verme... (ella fue la que me bendijo mas tarde, en mi matrimonio con tu papa, Polia), pues bien, la princesa pregunto: "?No es esa la encantadora muchacha que bailo la danza del chal en la fiesta de clausura del Instituto...?" Hay que coser esta tela, Polenka. Mira que boquete. Debiste coger la aguja y zurcirlo como yo te he ensenado, pues si se deja para manana... -de nuevo tosio-, manana... -volvio a toser-, ?manana el agujero sera mayor! -grito, a punto de ahogarse-. El paje, el principe Chtchegolskoi, acababa de llegar de Petersburgo... Habia bailado la mazurca conmigo y estaba dispuesto a pedir mi mano al dia siguiente. Pero yo, despues de darle las gracias en terminos expresivos, le dije que mi corazon pertenecia desde hacia tiempo a otro. Este otro era tu padre, Polia. El mio estaba furioso... ?Ya esta? Dame esa camisa. ?Y las medias...? Lida -dijo dirigiendose a la nina mas pequena-, esta noche dormiras sin camisa... Pon con ella las medias: lo lavaremos todo a la vez... ?Y ese desharrapado, ese borracho, sin llegar! Su camisa esta sucia y destrozada... Preferiria lavarlo todo junto, para no fatigarme dos noches seguidas... ?Senor! ?Mas todavia? -exclamo, volviendo a toser y viendo que el vestibulo estaba lleno de gente y que varias personas entraban en la habitacion, transportando una especie de fardo-. ?Que es eso, Senor? ?Que traen ahi?

-?Donde lo ponemos? -pregunto el agente, dirigiendo una mirada en torno de el, cuando introdujeron en la pieza a Marmeladof, ensangrentado e inanimado.

-En el divan; ponedlo en el divan -dijo Raskolnikof-. Aqui. La cabeza a este lado.

-?El ha tenido la culpa! ?Estaba borracho! -grito una voz entre la multitud.

Catalina Ivanovna estaba palida como una muerta y respiraba con dificultad. La diminuta Lidotchka lanzo un grito, se arrojo en brazos de Polenka y se apreto contra ella con un temblor convulsivo.

Despues de haber acostado a Marmeladof, Raskolnikof corrio hacia Catalina Ivanovna.

-?Por el amor de Dios, calmese! -dijo con vehemencia-. ?No se asuste! Atravesaba la calle y un coche le ha atropellado. No se inquiete; pronto volvera en si. Lo han traido aqui porque lo he dicho yo. Yo estuve ya una vez en esta casa, ?recuerda? ?Volvera en si! ?Yo lo pagare todo!

?Esto tenia que pasar! -exclamo Catalina Ivanovna, desesperada y abalanzandose sobre su marido.

Raskolnikof se dio cuenta en seguida de que aquella mujer no era de las que se desmayan por cualquier cosa. En un abrir y cerrar de ojos aparecio una almohada debajo de la cabeza de la victima, detalle en el que nadie habia pensado. Catalina Ivanovna empezo a quitar ropa a su marido y a examinar las heridas. Sus manos se movian presurosas, pero conservaba la serenidad y se habia olvidado de si misma. Se mordia los tremulos labios para contener los gritos que pugnaban por salir de su boca.

Entre tanto, Raskolnikof envio en busca de un medico. Le habian dicho que vivia uno en la casa de al lado.

-He enviado a buscar un medico -dijo a Catalina Ivanovna-. No se inquiete usted; yo lo pago. ?No tiene agua? Deme tambien una servilleta, una toalla, cualquier cosa, pero pronto. Nosotros no podemos juzgar hasta que extremo son graves las heridas... Esta herido, pero no muerto; se lo aseguro... Ya veremos que dice el doctor.

Catalina Ivanovna corrio hacia la ventana. Alli habia una silla desvencijada y, sobre ella, una cubeta de barro llena de agua. La habia preparado para lavar por la noche la ropa interior de su marido y de sus hijos. Este trabajo nocturno lo hacia Catalina Ivanovna dos veces por semana cuando menos, e incluso con mas frecuencia, pues la familia habia llegado a tal grado de miseria, que ninguno de sus miembros tenia mas de una muda. Y es que Catalina Ivanovna no podia sufrir la suciedad y, antes que verla en su casa, preferia trabajar hasta mas alla del limite de sus fuerzas. Lavaba mientras todo el mundo dormia. Asi podia tender la ropa y entregarla seca y limpia a la manana siguiente a su esposo y a sus hijos.

Levanto la cubeta para llevarsela a Raskolnikof, pero las fuerzas le fallaron y poco falto para que cayera. Entre tanto, Raskolnikof habia encontrado un trapo y, despues de sumergirlo en el agua de la cubeta, lavo la ensangrentada cara de Marmeladof. Catalina Ivanovna permanecia de pie a su lado, respirando con dificultad. Se oprimia el pecho con las crispadas manos.

Tambien ella tenia gran necesidad de cuidarse. Raskolnikof empezaba a decirse que tal vez habia sido un error llevar al herido a su casa.

-Polia -exclamo Catalina Ivanovna-, corre a casa de Sonia y dile que a su padre le ha atropellado un coche y que venga en seguida. Si no estuviese en casa, dejas el recado a los Kapernaumof para que se lo den tan pronto como llegue. Anda, ve. Toma; ponte este panuelo en la cabeza.

Entre tanto, la habitacion se habia ido llenando de curiosos de tal modo, que ya no cabia en ella ni un alfiler. Los agentes se habian marchado. Solo habia quedado uno que trataba de hacer retroceder al publico hasta el rellano de la escalera. Pero, al mismo tiempo, los inquilinos de la senora Lipevechsel habian dejado sus habitaciones para aglomerarse en el umbral de la puerta interior y, al fin, irrumpieron en masa en la habitacion del herido.

Catalina Ivanovna se enfurecio.

-?Es que ni siquiera podeis dejar morir en paz a una persona? -grito a la muchedumbre de curiosos-. Esto es para vosotros un espectaculo, ?verdad? ?Y venis con el cigarrillo en la boca! -exclamo mientras empezaba a toser-. Solo os falta haber venido con el sombrero puesto... ?Alli veo uno que lo lleva! ?Respetad la muerte! ?Es lo menos que podeis hacer!

La tos ahogo sus palabras, pero lo que ya habia dicho produjo su efecto. Por lo visto, los habitantes de la casa la temian. Los vecinos se marcharon uno tras otro con ese extrano sentimiento de intima satisfaccion que ni siquiera el hombre mas compasivo puede menos de experimentar ante la desgracia ajena, incluso cuando la victima es un amigo estimado.

Una vez habian salido todos, se oyo decir a uno de ellos, tras la puerta ya cerrada, que para estos casos estaban los hospitales y que no habia derecho a turbar la tranquilidad de una casa.

-?Pretender que no hay derecho a morir! -exclamo Catalina Ivanovna.

Y corrio hacia la puerta con animo de fulminar con su colera a sus convecinos. Pero en el umbral se dio de manos a boca con la duena de la casa en persona, la senora Lipevechsel, que acababa de enterarse de la desgracia y acudia para restablecer el orden en el departamento. Esta senora era una alemana que siempre andaba con enredos y chismes.

-?Ah, Senor! ?Dios mio! -exclamo golpeando sus manos una contra otra-. Su marido borracho. Atropellamiento por caballo. Al hospital, al hospital. Lo digo yo, la propietaria.

-?Oigame, Amalia Ludwigovna! Debe usted pensar las cosas antes de decirlas -comenzo Catalina Ivanovna con altivez (le hablaba siempre en este tono, con objeto de que aquella mujer no olvidara en ningun momento su elevada condicion, y ni siquiera ahora pudo privarse de semejante placer)-. Si, Amalia Ludwigovna...

-Ya le he dicho mas de una vez que no me llamo Amalia Ludwigovna. Yo soy Amal Ivan.

-Usted no es Amal Ivan, sino Amalia Ludwigovna, y como yo no formo parte de su corte de viles aduladores, tales como el senor Lebeziatnikof, que en este momento se esta riendo detras de la puerta -se oyo, en efecto, una risita socarrona detras de la puerta y una voz que decia: "Se van a agarrar de las grenas-, la seguire llamando Amalia Ludwigovna. Por otra parte, a decir verdad, no se por que razon le molesta que le den este nombre. Ya ve usted lo que le ha sucedido a Simon Zaharevitch. Esta muriendose. Le ruego que cierre esa puerta y no deje entrar a nadie. Que le permitan tan solo morir en paz. De lo contrario, yo le aseguro que manana mismo el gobernador general estara informado de su conducta. El principe me conoce desde casi mi infancia y se acuerda perfectamente de Simon Zaharevitch, al que ha hecho muchos favores. Todo el mundo sabe que Simon Zaharevitch ha tenido numerosos amigos y protectores. El mismo, consciente de su debilidad y cediendo a un sentimiento de noble orgullo, se ha apartado de sus amistades. Sin embargo, hemos encontrado apoyo en este magnanimo joven -senalaba a Raskolnikof-, que posee fortuna y excelentes relaciones y al que Simon Zaharevitch conocia desde su infancia. Y le aseguro a usted, Amalia Ludwigovna...

Todo esto fue dicho con precipitacion creciente, pero un acceso de tos puso de pronto fin a la elocuencia de Catalina Ivanovna. En este momento, el moribundo recobro el conocimiento y lanzo un gemido. Su esposa corrio hacia el. Marmeladof habia abierto los ojos y miraba con expresion inconsciente a Raskolnikof, que estaba inclinado sobre el. Su respiracion era lenta y penosa; la sangre tenia las comisuras de sus labios, y su frente estaba cubierta de sudor. No reconocio al joven; sus ojos empezaron a errar febrilmente por toda la estancia. Catalina Ivanovna le dirigio una mirada triste y severa, y las lagrimas fluyeron de sus ojos.

-?Senor, tiene el pecho hundido! ?Cuanta sangre! ?Cuanta sangre! -exclamo en un tono de desesperacion-. Hay que quitarle las ropas. Vuelvete un poco, Simon Zaharevitch, si te es posible.

Marmeladof la reconocio.

-Un sacerdote -pidio con voz ronca.

Catalina Ivanovna se fue hacia la ventana, apoyo la frente en el cristal y exclamo, desesperada:

-?Ah, vida tres veces maldita!

-Un sacerdote -repitio el moribundo, tras una breve pausa.

-?Silencio! -le dijo Catalina Ivanovna.

El, obediente, se callo. Sus ojos buscaron a su mujer con una expresion timida y ansiosa. Ella habia vuelto junto a el y estaba a su cabecera. El herido se calmo, pero solo momentaneamente. Pronto sus ojos se fijaron en la pequena Lidotchka, su preferida, que temblaba convulsivamente en un rincon y le miraba sin pestanear, con una expresion de asombro en sus grandes ojos.

Marmeladof emitio unos sonidos imperceptibles mientras senalaba a la nina, visiblemente inquieto. Era evidente que queria decir algo.

-?Que quieres? -le pregunto Catalina Ivanovna.

-Va descalza, va descalza -murmuro el herido, fijando su mirada casi inconsciente en los desnudos piececitos de la nina.

-?Calla! -grito Catalina Ivanovna, irritada-. Bien sabes por que va descalza.

-?Bendito sea Dios! ?Aqui esta el medico! -exclamo Raskolnikof alegremente.

Entro el doctor, un viejecito aleman, pulcramente vestido, que dirigio en torno de el una mirada de desconfianza. Se acerco al herido, le tomo el pulso, examino atentamente su cabeza y despues, con ayuda de Catalina Ivanovna, le desabrocho la camisa, empapada en sangre. Al descubrir su pecho, pudo verse que estaba todo magullado y lleno de heridas. A la derecha tenia varias costillas rotas; a la izquierda, en el lugar del corazon, se veia una extensa mancha de color amarillo negruzco y aspecto horrible. Esta mancha era la huella de una violenta patada del caballo. El semblante del medico se ensombrecio. El agente de policia le habia explicado ya que aquel hombre habia quedado prendido a la rueda de un coche y que el vehiculo le habia llevado a rastras unos treinta pasos.

-Es inexplicable -dijo el medico en voz baja a Raskolnikof- que no haya quedado muerto en el acto.

-En definitiva, ?cual es su opinion?

-Morira dentro de unos instantes.

-Entonces, ?no hay esperanza?

-Ni la mas minima... Esta a punto de lanzar su ultimo suspiro... Tiene en la cabeza una herida gravisima... Se podria intentar una sangria, pero, ?para que, si no ha de servir de nada? Dentro de cinco o seis minutos como maximo, habra muerto.

-Le ruego que pruebe a sangrarlo.

-Lo hare, pero ya le he dicho que no producira ningun efecto, absolutamente ninguno.

En esto se oyo un nuevo ruido de pasos. La multitud que llenaba el vestibulo se aparto y aparecio un sacerdote de cabellos blancos. Venia a dar la extremauncion al moribundo. Le seguia un agente de la policia. El doctor le cedio su puesto, despues de haber cambiado con el una mirada significativa. Raskolnikof rogo al medico que no se marchara todavia. El doctor accedio, encogiendose de hombros.

Se apartaron todos del herido. La confesion fue breve. El moribundo no podia comprender nada. Lo unico que podia hacer era emitir confusos e inarticulados sonidos.

Catalina Ivanovna se llevo a Lidotchka y al nino a un rincon -el de la estufa- y alli se arrodillo con ellos. La nina no hacia mas que temblar. El pequenuelo, descansando con la mayor tranquilidad sobre sus desnudas rodillitas, levantaba su diminuta mano y hacia grandes signos de la cruz y profundas reverencias. Catalina Ivanovna se mordia los labios y contenia las lagrimas. Ella tambien rezaba y entre tanto, arreglaba de vez en cuando la camisa de su hijito. Luego echo sobre los desnudos hombros de la nina un panuelo que saco de la comoda sin moverse de donde estaba.

Los curiosos habian abierto de nuevo las puertas de comunicacion. En el vestibulo se hacinaba una multitud cada vez mas compacta de espectadores. Todos los habitantes de la casa estaban alli reunidos, pero ninguno pasaba del umbral. La escena no recibia mas luz que la de un cabo de vela.

En este momento, Polenka, la nina que habia ido en busca de su hermana, se abrio paso entre la multitud. Entro en la habitacion, jadeando a causa de su carrera, se quito el panuelo de la cabeza, busco a su madre con la vista, se acerco a ella y le dijo:

-Ya viene. La he encontrado en la calle.

Su madre la hizo arrodillar a su lado.

En esto, una muchacha se deslizo timidamente y sin ruido a traves de la muchedumbre. Su aparicion en la estancia, entre la miseria, los harapos, la muerte y la desesperacion, ofrecio un extrano contraste. Iba vestida pobremente, pero en su barata vestimenta habia ese algo de elegancia chillona propio de cierta clase de mujeres y que revela a primera vista su condicion.

Sonia se detuvo en el umbral y, con los ojos desorbitados, empezo a pasear su mirada por la habitacion. Su semblante tenia la expresion de la persona que no se da cuenta de nada. No pensaba en que su vestido de seda, procedente de una casa de compraventa, estaba fuera de lugar en aquella habitacion, con su cola desmesurada, su enorme mirinaque, que ocupaba toda la anchura de la puerta, y sus llamativos colores. No pensaba en sus botines, de un tono claro, ni en su sombrilla, que habia cogido a pesar de que en la oscuridad de la noche no tenia utilidad alguna, ni en su ridiculo sombrero de paja, adornado con una pluma de un rojo vivo. Bajo este sombrero, ladinamente inclinado, se percibia una carita palida, enfermiza, asustada, con la boca entreabierta y los ojos inmovilizados por el terror.

Sonia tenia dieciocho anos. Era menuda, delgada, rubia y muy bonita; sus azules ojos eran maravillosos. Miraba fijamente el lecho del herido y al sacerdote, sin alientos, como su hermanita, a causa de la carrera. Al fin algunas palabras murmuradas por los curiosos debieron de sacarla de su estupor. Entonces bajo los ojos, cruzo el umbral y se detuvo cerca de la puerta.

El moribundo acababa de recibir la extremauncion. Catalina Ivanovna se acerco al lecho de su esposo. El sacerdote se aparto y antes de retirarse se creyo en el deber de dirigir unas palabras de consuelo a Catalina Ivanovna.

-?Que sera de estas criaturas? -le interrumpio ella, con un gesto de desesperacion, mostrandole a sus hijos.

-Dios es misericordioso. Confie usted en la ayuda del Altisimo.

-?Si, si! Misericordioso, pero no para nosotros.

-Es un pecado hablar asi, senora, un gran pecado -dijo el pope sacudiendo la cabeza.

-?Y esto no es un pecado? -exclamo Catalina Ivanovna, senalando al agonizante.

-Acaso los que involuntariamente han causado su muerte ofrezcan a usted una indemnizacion, para reparar, cuando menos, los perjuicios materiales que le han ocasionado al privarla de su sosten.

-?No me comprende usted! -exclamo Catalina Ivanovna con una mezcla de irritacion y desaliento-. ?Por que me han de indemnizar? Ha sido el el que, en su inconsciencia de borracho, se ha arrojado bajo las patas de los caballos. Por otra parte, ?de que sosten habla usted? El no era un sosten para nosotros, sino una tortura. Se lo bebia todo. Se llevaba el dinero de la casa para malgastarlo en la taberna. Se bebia nuestra sangre. Su muerte ha sido para nosotros una ventura, una economia.

-Hay que perdonar al que muere. Esos sentimientos son un pecado, senora, un gran pecado.

Mientras hablaba con el pope, Catalina Ivanovna no cesaba de atender a su marido. Le enjugaba el sudor y la sangre que manaban de su cabeza, le arreglaba las almohadas, le daba de beber, todo ello sin dirigir ni una mirada a su interlocutor. La ultima frase del sacerdote la lleno de ira.

-Padre, eso son palabras y nada mas que palabras... ?Perdonar...! Si no le hubiesen atropellado, esta noche habria vuelto borracho, llevando sobre su cuerpo la unica camisa que tiene, esa camisa vieja y sucia, y se habria echado en la cama bonitamente para roncar, mientras yo habria tenido que estar trajinando toda la noche. Habria tenido que lavar sus harapos y los de los ninos; despues, ponerlos a secar en la ventana, y, finalmente, apenas apuntara el dia, los habria tenido que remendar. ?Asi habria pasado yo la noche! No, no quiero oir hablar de perdon... Ademas, ya le he perdonado.

Un violento ataque de tos le impidio continuar. Escupio en su panuelo y se lo mostro al sacerdote con una mano mientras con la otra se apretaba el pecho convulsivamente. El panuelo estaba manchado de sangre.

EL sacerdote bajo la cabeza y nada dijo.

Marmeladof agonizaba. No apartaba los ojos de Catalina Ivanovna, que se habia inclinado nuevamente sobre el. El moribundo queria decir algo a su esposa y movia la lengua, pero de su boca no salian sino sonidos inarticulados. Catalina Ivanovna, comprendiendo que queria pedirle perdon, le grito con acento imperioso:

-?Calla! No hace falta que digas nada. Ya se lo que quieres decirme.

El agonizante renuncio a hablar, pero en este momento su errante mirada se dirigio a la puerta y descubrio a Sonia. Marmeladof no habia advertido aun su presencia, pues la joven estaba arrodillada en un rincon oscuro.

-?Quien es? ?Quien es? -pregunto ansiosamente, con voz ahogada y ronca, indicando con los ojos, que expresaban una especie de horror, la puerta donde se hallaba su hija. Al mismo tiempo intento incorporarse.

-?Quieto! ?Quieto! -exclamo Catalina Ivanovna.

Pero el, con un esfuerzo sobrehumano, consiguio incorporarse y permanecer unos momentos apoyado sobre sus manos. Entonces observo a su hija con amarga expresion, fijos y muy abiertos los ojos. Parecia no reconocerla. Jamas la habia visto vestida de aquel modo. Alli estaba Sonia, insignificante, desesperada, avergonzada bajo sus oropeles, esperando humildemente que le llegara el turno de decir adios a su padre. De subito, el rostro de Marmeladof expreso un dolor infinito.

-?Sonia, hija mia, perdoname! -exclamo.

Y al intentar tender sus brazos hacia ella, perdio su punto de apoyo y cayo pesadamente del divan, quedando con la faz contra el suelo. Todos se apresuraron a recogerlo y a depositarlo nuevamente en el divan. Pero aquello era ya el fin. Sonia lanzo un debil grito, abrazo a su padre y quedo como petrificada, con el cuerpo inanimado entre sus brazos. Asi murio Marmeladof.

-?Tenia que suceder! -exclamo Catalina Ivanovna mirando al cadaver de su marido-. ?Que hare ahora? ?Como te enterrare? ?Y como dare de comer manana a mis hijos?

Raskolnikof se acerco a ella.

-Catalina Ivanovna -le dijo-, la semana pasada, su difunto esposo me conto la historia de su vida y todos los detalles de su situacion. Le aseguro que hablaba de usted con la veneracion mas entusiasta. Desde aquella noche en que vi como les queria a todos ustedes, a pesar de sus flaquezas, y, sobre todo, como la respetaba y la amaba a usted, Catalina Ivanovna, me considere amigo suyo. Permitame, pues, que ahora la ayude a cumplir sus ultimos deberes con mi difunto amigo. Tenga..., veinticinco rublos. Tal vez este dinero pueda serle util... Y yo..., en fin, ya volvere... Si, volvere seguramente manana... Adios. Ya nos veremos.

Salio a toda prisa de la habitacion, se abrio paso vivamente entre la multitud que obstruia el rellano de la escalera, y se dio de manos a boca con Nikodim Fomitch, que habia sido informado del accidente y habia decidido realizar personalmente las diligencias de rigor. No se habian visto desde la visita de Raskolnikof a la comisaria, pero Nikodim Fomitch lo reconocio al punto.

-?Usted aqui?-exclamo.

-Si -repuso Raskolnikof-. Han venido un medico y un sacerdote. No le ha faltado nada. No moleste demasiado a la pobre viuda: esta enferma del pecho. Reconfortela si le es posible... Usted tiene buenos sentimientos, no me cabe duda -y, al decir esto, le miraba ironicamente.

-Va usted manchado de sangre -dijo Nikodim Fomitch, al ver, a la luz del mechero de gas, varias manchas frescas en el chaleco de Raskolnikof.

-Si, la sangre ha corrido sobre mi. Todo mi cuerpo esta cubierto de sangre.

Dijo esto con un aire un tanto extrano. Despues sonrio, saludo y empezo a bajar la escalera.

Iba lentamente, sin apresurarse, inconsciente de la fiebre que le abrasaba, poseido de una unica e infinita sensacion de nueva y potente vida que fluia por todo su ser. Aquella sensacion solo podia compararse con la que experimenta un condenado a muerte que recibe de pronto el indulto.

Al llegar a la mitad de la escalera fue alcanzado por el pope, que iba a entrar en su casa. Raskolnikof se aparto para dejarlo pasar. Cambiaron un saludo en silencio. Cuando llegaba a los ultimos escalones, Raskolnikof oyo unos pasos apresurados a sus espaldas. Alguien trataba de darle alcance. Era Polenka. La nina corria tras el y le gritaba:

-?Oiga, oiga!

Raskolnikof se volvio. Polenka siguio bajando y se detuvo cuando solo la separaba de el un escalon. Un rayo de luz mortecina llegaba del patio. Raskolnikof observo la escualida pero linda carita que le sonreia y le miraba con alegria infantil. Era evidente que cumplia encantada la comision que le habian encomendado.

-Escuche: ?como se llama usted...? ?Ah!, ?y donde vive? -pregunto precipitadamente, con voz entrecortada.

El apoyo sus manos en los hombros de la nina y la miro con una expresion de felicidad. Ni el mismo sabia por que se sentia tan profundamente complacido al contemplar a Polenka asi.

-?Quien te ha enviado?

-Mi hermana Sonia -respondio la nina, sonriendo mas alegremente aun que antes.

-Lo sabia, estaba seguro de que te habia mandado Sonia.

-Y mama tambien. Cuando mi hermana me estaba dando el recado, mama se ha acercado y me ha dicho: "?Corre, Polenka!

-?Quieres mucho a Sonia?

-La quiero mas que a nadie -repuso la nina con gran firmeza. Y su sonrisa cobro cierta gravedad.

-?Y a mi? ?Me querras?

La nina, en vez de contestarle, acerco a el su carita, contrayendo y adelantando los labios para darle un beso. De subito, aquellos bracitos delgados como cerillas rodearon el cuello de Raskolnikof fuertemente, muy fuertemente, y Polenka, apoyando su infantil cabecita en el hombro del joven, rompio a llorar, apretandose cada vez mas contra el.

-?Pobre papa! -exclamo poco despues, alzando su rostro banado en lagrimas, que secaba con sus manos-. No se ven mas que desgracias -anadio inesperadamente, con ese aire especialmente grave que adoptan los ninos cuando quieren hablar como las personas mayores.

-?Os queria vuestro padre?

-A la que mas queria era a Lidotchka -dijo Polenka con la misma gravedad y ya sin sonreir-, porque es la mas pequena y esta siempre enferma. A ella le traia regalos y a nosotras nos ensenaba a leer, y tambien la gramatica y el catecismo -anadio con cierta arrogancia-. Mama no decia nada, pero nosotros sabiamos que esto le gustaba, y papa tambien lo sabia; y ahora mama quiere que aprenda frances, porque dice que ya tengo edad para empezar a estudiar.

-?Y las oraciones? ?Las sabeis?

-?Claro! Hace ya mucho tiempo. Yo, como soy ya mayor, rezo bajito y sola, y Kolia y Lidotchka rezan en voz alta con mama. Primero dicen la oracion a la Virgen, despues otra: "Senor, perdona a nuestro otro papa y bendicelo." Porque nuestro primer papa se murio, y este era el segundo, y nosotros rezabamos tambien por el primero.

-Poletchka, yo me llamo Rodion. Nombrame tambien alguna vez en tus oraciones... "Y tambien a tu siervo Rodion..." Basta con esto.

-Toda mi vida rezare por usted -respondio calurosamente la nina.

Y de pronto se echo a reir, se arrojo sobre Raskolnikof y otra vez le rodeo el cuello con los brazos.

Raskolnikof le dio su nombre y su direccion y le prometio volver al dia siguiente. La nina se separo de el entusiasmada. Ya eran mas de las diez cuando el joven salio de la casa. Cinco minutos despues se hallaba en el puente, en el lugar desde donde la mujer se habia arrojado al agua.

"?Basta! -se dijo en tono solemne y energico-. ?Atras los espejismos, los vanos terrores, los espectros...! La vida esta conmigo... ?Acaso no la he sentido hace un momento? Mi vida no ha terminado con la de la vieja. Que Dios la tenga en la gloria. ?Ya era hora de que descansara! Hoy empieza el reinado de la razon, de la luz, de la voluntad, de la energia... Pronto se vera..."

Lanzo esta exclamacion con arrogancia, como desafiando a algun poder oculto y malefico.

"?Y pensar que estaba dispuesto a contentarme con la plataforma rocosa rodeada de abismos!

"Estoy muy debil, pero me siento curado... Yo sabia que esto habia de suceder, lo he sabido desde el momento en que he salido de casa... A proposito: el edificio Potchinkof esta a dos pasos de aqui. Ire a casa de Rasumikhine. Habria ido aunque hubiese tenido que andar mucho mas... Dejemosle ganar la apuesta y divertirse. ?Que importa eso...? ?Ah!, hay que tener fuerzas, fuerzas... Sin fuerzas no puede uno hacer nada. Y estas fuerzas hay que conseguirlas por la fuerza. Esto es lo que ellos no saben."

Pronuncio estas ultimas palabras con un gesto de resolucion, pero arrastrando penosamente los pies. Su orgullo crecia por momentos. Un gran cambio en el modo de ver las cosas se estaba operando en el fondo de su ser. Pero ?que habia ocurrido? Solo un suceso extraordinario habia podido producir en su alma, sin que el lo advirtiera, semejante cambio. Era como el naufrago que se aferra a la mas endeble rama flotante. Estaba convencido de que podia vivir, de que "su vida no habia terminado con la de la vieja". Era un juicio tal vez prematuro, pero el no se daba cuenta.

"Sin embargo -recordo de pronto-, he encargado que recen por el siervo Rodion. Es una medida de precaucion muy atinada."

Y se echo a reir ante semejante puerilidad. Estaba de un humor excelente.

Le fue facil encontrar la habitacion de Rasumikhine, pues el nuevo inquilino ya era conocido en la casa y el portero le indico inmediatamente donde estaba el departamento de su amigo. Aun no habia llegado a la mitad de la escalera y ya oyo el bullicio de una reunion numerosa y animada. La puerta del piso estaba abierta y a oidos de Raskolnikof llegaron fuertes voces de gente que discutia. La habitacion de Rasumikhine era espaciosa. En ella habia unas quince personas. Raskolnikof se detuvo en el vestibulo. Dos sirvientes de la patrona estaban muy atareados junto a dos grandes samovares rodeados de botellas, fuentes y platos llenos de entremeses y pastelillos procedentes de casa de la duena del piso. Raskolnikof pregunto por Rasumikhine, que acudio al punto con gran alegria. Se veia inmediatamente que Rasumikhine habia bebido sin tasa y, aunque de ordinario no habia medio de embriagarle, era evidente que ahora estaba algo mareado.

-Escucha -le dijo con vehemencia Raskolnikof-. He venido a decirte que has ganado la apuesta y que, en efecto, nadie puede predecir lo que hara. En cuanto a entrar, no me es posible: estoy tan debil, que me parece que voy a caer de un momento a otro. Por lo tanto, adios. Ven a verme manana.

-?Sabes lo que voy a hacer? Acompanarte a tu casa. Cuando tu dices que estas debil...

-?Y tus invitados...? Oye, ?quien es ese de cabello rizado que acaba de asomar la cabeza?

-?Ese? ?Cualquiera sabe! Tal vez un amigo de mi tio... O alguien que ha venido sin invitacion... Dejare a los invitados con mi tio. Es un hombre extraordinario. Es una pena que no puedas conocerle... Ademas, ?que se vayan todos al diablo! Ahora se burlan de mi. Necesito refrescarme. Has llegado oportunamente, querido. Si tardas diez minutos mas, me pego con alguien, palabra de honor. ?Que cosas tan absurdas dicen! No te puedes imaginar lo que es capaz de inventar la mente humana. Pero ahora pienso que si que te lo puedes imaginar. ?Acaso no mentimos nosotros? Dejemoslos que mientan: no acabaran con las mentiras... Espera un momento: voy a traerte a Zosimof.

Zosimof se precipito sobre Raskolnikof avidamente. Su rostro expresaba una profunda curiosidad, pero esta expresion se desvanecio muy pronto.

-Debe ir a acostarse inmediatamente -dijo, despues de haber examinado a su paciente-, y tomara usted, antes de irse a la cama, uno de estos sellos que le he preparado. ?Lo tomara?

-Como si quiere usted que tome dos.

El sello fue ingerido en el acto.

-Haces bien en acompanarlo a casa -dijo Zosimof a Rasumikhine-. Ya veremos como va la cosa manana. Pero por hoy no estoy descontento. Observo una gran mejoria. Esto demuestra que no hay mejor maestro que la experiencia.

-?Sabes lo que me ha dicho Zosimof en voz baja ahora mismo, cuando saliamos? -murmuro Rasumikhine apenas estuvieron en la calle-. No te lo dire todo, querido: son cosas de imbeciles... Pues Zosimof me ha dicho que charlase contigo por el camino y te tirase de la lengua para despues contarselo a el todo. Cree que tu... que tu estas loco, o que te falta poco para estarlo. ?Te has fijado? En primer lugar, tu eres tres veces mas inteligente que el; en segundo, como no estas loco, puedes burlarte de esta idea disparatada, y, finalmente, ese fardo de carne especializado en cirugia esta obsesionad desde hace algun tiempo por las enfermedades mentales. Pero algo le ha hecho cambiar radicalmente el juicio que habia formado sobre ti, y es la conversacion que has tenido con Zamiotof.

-Por lo visto, Zamiotof te lo ha contado todo.

-Todo. Y ha hecho bien. Esto me ha aclarado muchas cosas. Y a Zamiotof tambien... Si, Rodia..., el caso es... Hay que reconocer que estoy un poco chispa..., ?pero no importa...! El caso es que... Tenian cierta sospecha, ?comprendes...?, y ninguno de ellos se atrevia a expresarla, ?comprendes...?, porque era demasiado absurda... Y cuando han detenido a ese pintor de paredes, todo se ha disipado definitivamente. ?Por que seran tan estupidos...? Por poco le pego a Zamiotof aquel dia... Pero que quede esto entre nosotros, querido; no dejes ni siquiera entrever que sabes nada del incidente. He observado que es muy susceptible. La cosa ocurrio en casa de Luisa... Pero hoy..., hoy todo esta aclarado. El principal responsable de este absurdo fue Ilia Petrovitch, que no hacia mas que hablar de tu desmayo en la comisaria. Pero ahora esta avergonzado de su suposicion, pues yo se que...

Raskolnikof escuchaba con avidez. Rasumikhine hablaba mas de lo prudente bajo la influencia del alcohol.

-Yo me desmaye -dijo Raskolnikof- porque no pude resistir el calor asfixiante que hacia alli, ni el olor a pintura.

-No hace falta buscar explicaciones. ?Que importa el olor a pintura! Tu llevabas enfermo todo un mes; Zosimof asi lo afirma... ?Ah! No puedes imaginarte la confusion de ese bobo de Zamiotof. Yo no valgo -ha dicho- ni el dedo menique de ese hombre." Es decir, del tuyo. Ya sabes, querido, que el da a veces pruebas de buenos sentimientos. La leccion que ha recibido hoy en el Palacio de Cristal ha sido el colmo de la maestria. Tu has empezado por atemorizarlo, pero atemorizarlo hasta producirle escalofrios. Le has llevado casi a admitir de nuevo esa monstruosa estupidez, y luego, de pronto, le has sacado la lengua... Ha sido perfecto. Ahora se siente apabullado, pulverizado. Eres un maestro, palabra, y ellos han recibido lo que merecen. ?Que lastima que yo no haya estado alli! Ahora el te estaba esperando en mi casa con avida impaciencia. Porfirio tambien esta deseoso de conocerte.

--?Tambien Porfirio...? Pero dime: ?por que me han creido loco?

-Tanto como loco, no... Yo creo, querido, que he hablado demasiado... A el le llamo la atencion que a ti solo te interesara este asunto... Ahora ya comprende la razon de este interes... porque conoce las circunstancias... y el motivo de que entonces te irritara. Y ello, unido a ese principio de enfermedad... Estoy un poco borracho, querido, pero el diablo sabe que a Zosimof le ronda una idea por la cabeza... Te repito que solo piensa en enfermedades mentales... Tu no debes hacerle caso.

Los dos permanecieron en silencio durante unos segundos.

-Oyeme, Rasumikhine -dijo Raskolnikof-: quiero hablarte francamente. Vengo de casa de un difunto, que era funcionario... He dado a la familia todo mi dinero. Ademas, me ha besado una criatura de un modo que, aunque verdaderamente hubiera matado yo a alguien... Y tambien he visto a otra criatura que llevaba una pluma de un rojo de fuego... Pero estoy divagando... Me siento muy debil... Sostenme... Ya llegamos.

-?Que te pasa? ?Que tienes? -pregunto Rasumikhine, inquieto.

-La cabeza se me va un poco, pero no se trata de esto. Es que me siento triste, muy triste..., si, como una damisela... ?Mira! ?Que es eso? ?Mira, mira...!

-?Adonde?

-Pero ?no lo ves? ?Hay luz en mi habitacion! ?No la ves por la rendija?

Estaban en el penultimo tramo, ante la puerta de la patrona, y desde alli se podia ver, en efecto, que en la habitacion de Raskolnikof habia luz. .

-?Que raro! ?Sera Nastasia?-dijo Rasumikhine.

-Nunca sube a mi habitacion a estas horas. Seguro que hace ya un buen rato que esta durmiendo... Pero no me importa lo mas minimo. Adios; buenas noches.

-?Como se te ha ocurrido que pueda dejarte? Te acompanare hasta tu habitacion. Entraremos juntos.

-Eso ya lo se. Pero quiero estrecharte aqui la mano y decirte adios. Vamos, dame la mano y digamonos adios.

-Pero ?que demonios te pasa, Rodia?

-Nada. Vamos. Lo veras por tus propios ojos.

Empezaron a subir los ultimos escalones, mientras Rasumikhine no podia menos de pensar que Zosimof tenia tal vez razon.

"A lo mejor, lo he trastornado con mi charla se dijo.

Ya estaban cerca de la puerta, cuando, de subito, oyeron voces en la habitacion.

-Pero ?que pasa? -exclamo Rasumikhine.

Raskolnikof cogio el picaporte y abrio la puerta de par en par. Y cuando hubo abierto, se quedo petrificado. Su madre y su hermana estaban sentadas en el divan. Le esperaban desde hacia hora y media. ?Como se explicaba que Raskolnikof no hubiera pensado ni remotamente que podia encontrarse con ellas, siendo asi que aquel mismo dia le habian anunciado dos veces su inminente llegada a Petersburgo?

Durante la hora y media de espera, las dos mujeres no habian cesado de hacer preguntas a Nastasia, que estaba aun ante ellas y las habia informado de todo cuanto sabia acerca de Raskolnikof. Estaban aterradas desde que la sirvienta les habia dicho que el huesped habia salido de casa enfermo y seguramente bajo los efectos del delirio.

-Senor..., ?que sera de el?

Y lloraban las dos. Habian sufrido lo indecible durante la larga espera.

Un grito de alegria acogio a Raskolnikof. Las dos mujeres se arrojaron sobre el. Pero el permanecia inmovil, petrificado, como si repentinamente le hubieran arrancado la vida. Un pensamiento subito, insoportable, lo habia fulminado. Raskolnikof no podia levantar los brazos para estrecharlas entre ellos. No podia, le era materialmente imposible.

Su madre y su hermana, en cambio, no cesaban de abrazarlo, de estrujarlo, de llorar, de reir... El dio un paso, vacilo y rodo por el suelo, desvanecido.

Gran alarma, gritos de horror, gemidos. Rasumikhine, que se habia quedado en el umbral, entro presuroso en la habitacion, levanto al enfermo con sus atleticos brazos y, en un abrir y cerrar de ojos, lo deposito en el divan.

-?No es nada, no es nada! -gritaba a la hermana y a la madre-. Un simple mareo. El medico acaba de decir que esta muy mejorado y que se curara por completo... Traigan un poco de agua... Miren, ya recobra el conocimiento.

Atenazo la mano de Dunetchka tan vigorosamente como si pretendiera triturarsela y obligo a la joven a inclinarse para comprobar que, efectivamente, su hermano volvia en si.

Tanto la hermana como la madre miraban a Rasumikhine con tierna gratitud, como si tuviesen ante si a la misma Providencia. Sabian por Nastasia lo que habia sido para Rodia, durante toda la enfermedad, aquel "avispado joven", como Pulqueria Alejandrovna Raskolnikof le llamo aquella misma noche en una conversacion intima que sostuvo con su hija Dunia.

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Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

TERCERA PARTE

I

Raskolnikof se levanto y quedo sentado en el divan. Con un leve gesto indico a Rasumikhine que suspendiera el torrente de su elocuencia desordenada y las frases de consuelo que dirigia a su hermana y a su madre. Despues, cogiendo a las dos mujeres de la mano, las observo en silencio, alternativamente, por espacio de dos minutos cuando menos. Esta mirada inquieto profundamente a la madre: habia en ella una sensibilidad tan fuerte, que resultaba dolorosa. Pero, al mismo tiempo, habia en aquellos ojos una fijeza de insensatez. Pulqueria Alejandrovna se echo a llorar. Avdotia Romanovna estaba palida y su mano temblaba en la de Rodia.

-Volved a vuestro alojamiento... con el -dijo Raskolnikof con voz entrecortada y senalando a Rasumikhine-. Ya hablaremos manana. ?Hace mucho que habeis llegado?

-Esta tarde, Rodia -repuso Pulqueria Alejandrovna-. El tren se ha retrasado. Pero oye, Rodia: no te dejare por nada del mundo; pasare la noche aqui, cerca de...

-?No me atormenteis! -la interrumpio el enfermo, irritado.

-Yo me quedare con el -dijo al punto Rasumikhine-, y no te dejare solo ni un segundo. Que se vayan al diablo mis invitados. No me importa que les sepa mal. Alli estara mi tio para atenderlos.

-?Como podre agradecerselo? -empezo a decir Pulqueria Alejandrovna estrechando las manos de Rasumikhine.

Pero su hijo la interrumpio:

-?Basta, basta! No me martiriceis. No puedo mas.

-Vamonos, mama. Salgamos aunque solo sea un momento -murmuro Dunia, asustada-. No cabe duda de que nuestra presencia te mortifica.

-?Que no pueda quedarme a su lado despues de tres anos de separacion! -gimio Pulqueria Alejandrovna, banada en lagrimas.

-Esperad un momento -dijo Raskolnikof-. Como me interrumpis, pierdo el hilo de mis ideas. ?Habeis visto a Lujine?

-No, Rodia; pero ya sabe que hemos llegado. Ya nos hemos enterado de que Piotr Petrovitch ha tenido la atencion de venir a verte hoy -dijo con cierta cortedad Pulqueria Alejandrovna.

-Si, ha sido muy amable... Oye, Dunia, he dicho a ese hombre que lo iba a tirar por la escalera y lo he mandado al diablo.

-?Oh Rodia! ?Por que has hecho eso? Seguramente tu... No creeras que... -balbuceo Pulqueria Alejandrovna, aterrada.

Pero una mirada dirigida a Dunia le hizo comprender que no debia continuar. Avdotia Romanovna miraba fijamente a su hermano y esperaba sus explicaciones. Las dos mujeres estaban enteradas del incidente por Nastasia, que lo habia contado a su modo, y se hallaban sumidas en una amarga perplejidad.

-Dunia -dijo Raskolnikof, haciendo un gran esfuerzo-, no quiero que se lleve a cabo ese matrimonio. Debes romper manana mismo con Lujine y que no vuelva a hablarse de el.

-?Dios mio! -exclamo Pulqueria Alejandrovna.

-Piensa lo que dices, Rodia; =replico Avdotia Romanovna, con una colera que consiguio ahogar en seguida-. Sin duda, tu estado no lo permite... Estas fatigado -termino con acento carinoso.

-?Crees que deliro? No: tu te quieres casar con Lujine por mi. Y yo no acepto tu sacrificio. Por lo tanto, escribele una carta diciendole que rompes con el. Damela a leer manana, y asunto concluido.

-Yo no puedo hacer eso -replico la joven, ofendida-. ?Con que derecho...?

-Tu tambien pierdes la calma, Dunetchka -dijo la madre, aterrada y tratando de hacer callar a su hija-. Manana hablaremos. Ahora lo que debemos hacer es marcharnos.

-No estaba en su juicio -exclamo Rasumikhine con una voz que denunciaba su embriaguez-. De lo contrario, no se habria atrevido a hacer una cosa asi. Manana habra recobrado la razon. Pero hoy lo ha echado de aqui. El otro, como es natural, se ha indignado... Estaba aqui discurseando y exhibiendo su sabiduria y se ha marchado con el rabo entre piernas.

-O sea ?que es verdad? -dijo Dunia, afligida-. Vamos, mama... Buenas noches, Rodia.

-No olvides lo que te he dicho, Dunia -dijo Raskolnikof reuniendo sus ultimas fuerzas-. Yo no deliro. Ese matrimonio es una villania. Yo puedo ser un infame, pero tu no debes serlo. Basta con que haya uno. Pero, por infame que yo sea, renegaria de ti. O Lujine o yo... Ya os podeis marchar.

-O estas loco o eres un despota -gruno Rasumikhine.

Raskolnikof no le contesto, acaso porque ya no le quedaban fuerzas.

Se habia echado en el divan y se habia vuelto de cara a la pared, completamente extenuado. Avdotia Romanovna miro atentamente a Rasumikhine. Sus negros ojos centellearon, y Rasumikhine se estremecio bajo aquella mirada. Pulqueria Alejandrovna estaba perpleja.

-No puedo marcharme -murmuro a Rasumikhine, desesperada-. Me quedare aqui, en cualquier rincon. Acompane a Dunia.

-Con eso no hara sino empeorar las cosas -respondio Rasumikhine, tambien en voz baja y fuera de si-. Salgamos a la escalera. Nastasia, alumbranos. Le juro -continuo a media voz cuando hubieron salido- que ha estado a punto de pegarnos al doctor y a mi. ?Comprende usted? ?Incluso al doctor! Este ha cedido por no irritarle, y se ha marchado. Yo me he ido al piso de abajo, a fin de vigilarle desde alli. Pero el ha procedido con gran habilidad y ha logrado salir sin que yo le viese. Y si ahora se empena usted en seguir irritandole, se ira igualmente, o intentara suicidarse.

-?Oh! ?Que dice usted?

-Por otra parte, Avdotia Romanovna no puede permanecer sola en ese fonducho donde se hospedan ustedes. Piense que estan en uno de los lugares mas bajos de la ciudad. Ese bribon de Piotr Petrovitch podia haberles buscado un alojamiento mas conveniente... ?Ah! Estoy un poco achispado, ?sabe? Por eso empleo palabras demasiado... expresivas. No haga usted demasiado caso.

-Ire a ver a la patrona -dijo Pulqueria Alejandrovna- y le suplicare que nos de a Dunia y a mi un rincon cualquiera para pasar la noche. No puedo dejarlo asi, no puedo.

Hablaban en el rellano, ante la misma puerta de la patrona. Nastasia permanecia en el ultimo escalon, con una luz en la mano. Rasumikhine daba muestras de gran agitacion. Media hora antes, cuando acompanaba a Raskolnikof, estaba muy hablador (se daba perfecta cuenta de ello), pero fresco y despejado, a pesar de lo mucho que habia bebido. Ahora sentia una especie de exaltacion: el vino ingerido parecia actuar de nuevo en el, y con redoblado efecto. Habia cogido a las dos mujeres de la mano y les hablaba con una vehemencia y una desenvoltura extraordinarias. Casi a cada palabra, sin duda para mostrarse mas convincente, les apretaba la mano hasta hacerles dano, y devoraba a Avdotia Romanovna con los ojos del modo mas impudico. A veces, sin poder soportar el dolor, las dos mujeres libraban sus dedos de la presion de las enormes y huesudas manos; pero el no se daba cuenta y seguia martirizandolas con sus apretones. Si en aquel momento ellas le hubieran pedido que se arrojara de cabeza por la escalera, el lo habria hecho sin discutir ni vacilar. Pulqueria Alejandrovna no dejaba de advertir que Rasumikhine era un hombre algo extravagante y que le apretaba demasiado energicamente la mano, pero la actitud y el estado de su hijo la tenian tan trastornada, que no queria prestar atencion a los extranos modales de aquel joven que habia sido para ella la Providencia en persona.

Avdotia Romanovna, aun compartiendo las inquietudes de su madre respecto a Rodia, y aunque no fuera de temperamento asustadizo, estaba sorprendida e incluso atemorizada al ver fijarse en ella las miradas ardorosas del amigo de su hermano, y solo la confianza sin limites que le habian infundido los relatos de Nastasia acerca de aquel joven le permitia resistir a la tentacion de huir arrastrando con ella a su madre.

Ademas, comprendia que no podian hacer tal cosa en aquellas circunstancias. Y, por otra parte, su intranquilidad desaparecio al cabo de diez minutos. Rasumikhine, fuera cual fuere el estado en que se encontrase, se manifestaba tal cual era desde el primer momento, de modo que quien lo trataba sabia en el acto a que atenerse.

-De ningun modo deben ustedes ir a ver a la patrona --exclamo Rasumikhine dirigiendose a Pulqueria Alejandrovna-. Lo que usted pretende es un disparate. Por muy madre de el que usted sea, lo exasperaria quedandose aqui, y sabe Dios las consecuencias que eso podria tener. Escuchen; he aqui lo que he pensado hacer: Nastasia se quedara con el un momento, mientras yo las llevo a ustedes a su casa, pues dos mujeres no pueden atravesar solas las calles de Petersburgo... En seguida, en una carrera, volvere aqui, y un cuarto de hora despues les doy mi palabra de honor mas sagrada de que ire a informarlas de como va la cosa, de si duerme, de como esta, etcetera... Luego, oiganme bien, ire en un abrir y cerrar de ojos de la casa de ustedes a la mia, donde he dejado algunos invitados, todos borrachos, por cierto. Entonces cojo a Zosimof, que es el doctor que asiste a Rodia y que ahora esta en mi casa... Pero el no esta bebido. Nunca esta bebido. Lo traere a ver a Rodia, y de aqui lo llevare inmediatamente a casa de ustedes. Asi, ustedes recibiran noticias dos veces en el espacio de una hora: primero noticias mias y despues noticias del doctor en persona. ?Del doctor! ?Que mas pueden pedir? Si la cosa va mal, yo les juro que voy a buscarlas y las traigo aqui; si la cosa va bien, ustedes se acuestan y ?a dormir se ha dicho...! Yo pasare la noche aqui, en el vestibulo. El no se enterara. Y hare que Zosimof se quede a dormir en casa de la patrona: asi lo tendremos a mano... Porque, diganme: ?a quien necesita mas Rodia en estos momentos: a ustedes o al doctor? No cabe duda de que el doctor es mas util para el, mucho mas util... Por lo tanto, vuelvanse a casa. Ademas, ustedes no pueden quedarse en el piso de la patrona. Yo puedo, pero ustedes no: ella no lo querra, porque... porque es una necia. Tendria celos de Avdotia Romanovna, celos a causa de mi persona, ya lo saben. Y, a lo mejor, tambien tendria celos de usted, Pulqueria Alejandrovna. Pero de su hija no me cabe la menor duda de que los tendria. Es una mujer muy rara... Bien es verdad que tambien yo soy un estupido... ?Pero no me importa...! Bueno, vamos. Porque me creen, ?verdad? Diganme: ?me creen o no me creen?

-Vamos, mama -dijo Avdotia Romanovna-. Hara lo que dice. Es el salvador de Rodia, y si el doctor ha prometido pasar aqui la noche, ?que mas podemos pedir?

-?Ah! Usted me comprende porque es un angel -exclamo Rasumikhine en una explosion de entusiasmo-. Vamonos. Nastasia, entra en la habitacion con la luz y no te muevas de su lado. Dentro de un cuarto de hora estoy de vuelta.

Pulqueria Alejandrovna, aunque no del todo convencida, no hizo la menor objecion. Rasumikhine las cogio a las dos del brazo y se las llevo escaleras abajo. La madre de Rodia no estaba muy segura de que el joven cumpliera lo prometido. "Sin duda es listo y tiene buenos sentimientos. Pero ?se puede confiar en la palabra de un hombre que se halla en semejante estado?

-Ya entiendo: ustedes creen que estoy bebido -dijo el joven, adivinando los pensamientos de las dos mujeres y mientras daba tales zancadas por la acera, que ellas a duras penas podian seguirle, cosa que el no advertia-. Eso es absurdo... Quiero decir que, aunque este borracho perdido, esto no importa en absoluto. Estoy borracho, si, pero no de bebida. Lo que me ha trastornado ha sido la llegada de ustedes: me ha producido el mismo efecto que si me dieran un golpe en la cabeza... Sin embargo, esto no excluye mi responsabilidad... No me hagan caso, pues soy indigno de ustedes completamente indigno... Y tan pronto como las haya dejado en casa, me acercare al canal y me echare dos cubos de agua en la cabeza. Entonces se me pasara todo... ?Si ustedes supieran cuanto las quiero a las dos! No se enfaden, no se rian... De la ultima persona de quien deben ustedes burlarse es de mi. Yo soy amigo de el. Tenia el presentimiento de que sucederia lo que ha sucedido. El ano pasado ya lo presenti... Pero no, no pude presentirlo el ano pasado, porque, al verlas a ustedes, he tenido la impresion de que me caian del cielo... Yo no dormire esta noche... Ese Zosimof temia que Rodia perdiera la razon. Por eso les he dicho que no deben contrariarle.

-Pero ?que dice usted? -exclamo la madre.

-?De veras ha dicho eso el doctor? -pregunto Avdotia Romanovna, aterrada.

-Lo ha dicho, pero no es verdad. No, no lo es. Incluso le ha dado unos sellos; yo lo he visto. Cuando se los daba, ya debian de haber llegado ustedes... Por cierto que habria sido preferible que llegasen manana... Hemos hecho bien en marcharnos... Dentro de una hora, como les he dicho, el mismo Zosimof ira a darles noticias... Y el no estara bebido, y yo tampoco lo estare entonces... Pero ?saben por que he bebido tanto? Porque esos malditos me han obligado a discutir... ?Y eso que me habia jurado a mi mismo no tomar parte jamas en discusiones...! Pero ?dicen unas cosas tan absurdas...! He estado a punto de pegarles. He dejado a mi tio en mi lugar para que los atienda... Aunque no lo crean ustedes, son partidarios de la impersonalidad. No hay que ser jamas uno mismo. Y a esto lo consideran el colmo del progreso. Si los disparates que dicen fueran al menos originales... Pero no...

-Oigame -dijo timidamente Pulqueria Alejandrovna. Pero con esta interrupcion no consiguio sino enardecer mas todavia a Rasumikhine.

-No, no son originales -prosiguio el joven, levantando mas aun la voz-. ?Y que creen ustedes: que yo les detesto porque dicen esos absurdos? Pues no: me gusta que se equivoquen. En esto radica la superioridad del hombre sobre los demas organismos. Asi llega uno a la verdad. Yo soy un hombre, y lo soy precisamente porque me equivoco. Nadie llega a una verdad sin haberse equivocado catorce veces, o ciento catorce, y esto es, acaso, un honor para el genero humano. Pero no sabemos ser originales ni siquiera para equivocarnos. Un error original acaso valga mas que una verdad insignificante. La verdad siempre se encuentra; en cambio, la vida puede enterrarse para siempre. Tenemos abundantes ejemplos de ello. ?Que hacemos nosotros en la actualidad? Todos, todos sin excepcion, nos hallamos, en lo que concierne a la ciencia, la cultura, el pensamiento, la invencion, el ideal, los deseos, el liberalismo, la razon, la experiencia y todo lo demas, en una clase preparatoria del instituto, y nos contentamos con vivir con el espiritu ajeno... ?Tengo razon o no la tengo? Diganme: ?tengo razon?

Rasumikhine dijo esto a grandes voces, sacudiendo y apretando las manos de las dos mujeres.

-?Que se yo, Dios mio? -exclamo la pobre Pulqueria Alejandrovna.

Y Avdotia Romanovna repuso gravemente:

-Ha dicho usted muchas verdades, pero yo no estoy de acuerdo con usted en todos los puntos.

Apenas habia terminado de pronunciar estas palabras, lanzo un grito de dolor provocado por un apreton de manos demasiado energico.

Rasumilchine exclamo, en el colmo del entusiasmo:

-?Ha reconocido usted que tengo razon! Despues de esto, no puedo menos de declarar que es usted un manantial de bondad, de buen juicio, de pureza y de perfeccion. Deme su mano, ?demela...! Y usted deme tambien la suya. Quiero besarlas. Ahora mismo y de rodillas.

Y se arrodillo en medio de la acera, afortunadamente desierta a aquella hora.

-?Basta, por favor! ?Que hace usted? -exclamo, alarmada, Pulqueria Alejandrovna.

-?Levantese, levantese! -dijo Dunia, entre divertida e inquieta.

-Por nada del mundo me levantare si no me dan ustedes la mano... Asi. Esto es suficiente. Ahora ya puedo levantarme. Sigamos nuestro camino... Yo soy un pobre idiota indigno de ustedes, un miserable borracho. Pero inclinarse ante ustedes constituye un deber para todo hombre que no sea un bruto rematado. Por eso me he inclinado yo... Bueno, aqui tienen su casa. Despues de ver esto, uno ha de pensar que Rodion ha hecho bien en poner a Piotr Petrovitch en la calle. ?Como se habra atrevido a traerlas a un sitio semejante? ?Es bochornoso! Ustedes no saben la gentuza que vive aqui. Sin embargo, usted es su prometida. ?Verdad que es su prometida? Pues bien, despues de haber visto esto, yo me atrevo a decirle que su prometido es un granuja.

-Escuche, senor Rasumikhine --comenzo a decir Pulqueria Alejandrovna-. Se olvida usted...

-Si, si; tiene usted razon -se excuso el estudiante-; me he olvidado de algo que no debi olvidar, y estoy verdaderamente avergonzado. Pero usted no debe guardarme rencor porque haya hablado asi, pues he sido franco. No crea que lo he dicho por... No, no; eso seria una vileza... Yo no lo he dicho para... No, no me atrevo a decirlo... Cuando ese hombre vino a ver a Rodia, comprendimos muy pronto que no era de los nuestros. Y no porque se habia hecho rizar el pelo en la peluqueria, ni porque alardeaba de sus buenas relaciones, sino porque es mezquino e interesado, porque es falso y avaro como un judio. ?Creen ustedes que es inteligente? Pues se equivocan: es un necio de pies a cabeza. ?Acaso es ese el marido que le conviene...? ?Dios santo! Oiganme -dijo, deteniendose de pronto, cuando subian la escalera-: en mi casa todos estan borrachos, pero son personas de nobles sentimientos, y, a pesar de los absurdos que decimos (pues yo los digo tambien), llegaremos un dia a la verdad, porque vamos por el buen camino. En cambio, Piotr Petrovitch..., en fin, su camino es diferente. Hace un momento he insultado a mis amigos, pero los aprecio. Los aprecio a todos, incluso a Zamiotof. No es que sienta por el un gran carino, pero si cierto afecto: es una criatura. Y tambien aprecio a esa mole de Zosimof, pues es honrado y conoce su oficio... En fin, basta de esta cuestion. El caso es que alli todo se dice y todo se perdona. ?Estoy yo tambien perdonado aqui? ?Si? Pues adelante... Este pasillo lo conozco yo. He estado aqui otras veces. Alli, en el numero tres, hubo un dia un escandalo. ?Donde se alojan ustedes? ?En el numero ocho? Pues cierren bien la puerta y no abran a nadie... Volvere dentro de un cuarto de hora con noticias, y dentro de media hora con Zosimof. Bueno, me voy. Buenas noches.

-Dios mio, ?adonde hemos venido a parar? -pregunto, ya en la habitacion, Pulqueria Alejandrovna a su hija.

-Tranquilizate, mama -repuso Dunia, quitandose el sombrero y la mantilla-. Dios nos ha enviado a este hombre, aunque lo haya sacado de una orgia. Se puede confiar en el, te lo aseguro. Ademas, ?ha hecho ya tanto por mi hermano!

-?Ay, Dunetchka! Sabe Dios si volvera. No se como he podido dejar a Rodia... Nunca habria creido que lo encontraria en tal estado. Cualquiera diria que no se ha alegrado de vernos.

Las lagrimas llenaban sus ojos.

-Eso no, mama. No has podido verlo bien, porque no hacias mas que llorar. Lo que ocurre es que esta agotado por una grave enfermedad. Eso explica su conducta.

-?Esa enfermedad, Dios mio...! ?Como terminara todo esto...? Y ?en que tono te ha hablado!

Al decir esto, la madre buscaba timidamente la mirada de su hija, deseosa de leer en su pensamiento. Sin embargo, la tranquilizaba la idea de que Dunia defendia a su hermano, lo que demostraba que te habia perdonado.

-Estoy segura de que manana sera otro -anadio para ver que contestaba su hija.

-Pues a mi no me cabe duda -afirmo Dunia- de que manana pensara lo mismo que hoy.

Pulqueria Alejandrovna renuncio a continuar el dialogo: la cuestion le parecia demasiado delicada.

Dunia se acerco a su madre y la rodeo con sus brazos. Y la madre estrecho apasionadamente a la hija contra su pecho.

Despues, Pulqueria Alejandrovna se sento y desde este momento espero febrilmente la vuelta de Rasumikhine. Entre tanto observaba a su hija, que, pensativa y con los brazos cruzados, iba de un lado a otro del aposento. Asi procedia siempre Avdotia Romanovna cuando tenia alguna preocupacion. Y su madre jamas turbaba sus meditaciones.

No cabia duda de que Rasumikhine se habia comportado ridiculamente al mostrar aquella subita pasion de borracho ante la aparicion de Dunia, pero los que vieran a la joven ir y venir por la habitacion con paso maquinal, cruzados los brazos, triste y pensativa, habrian disculpado facilmente al estudiante.

Avdotia Romanovna era extraordinariamente hermosa, alta, esbelta, pero sin que esta esbeltez estuviera renida con el vigor fisico. Todos sus movimientos evidenciaban una firmeza que no afectaba lo mas minimo a su gracia femenina. Se parecia a su hermano. Su cabello era de un castano claro; su tez, palida, pero no de una palidez enfermiza, sino todo lo contrario; su figura irradiaba lozania y juventud; su boca, demasiado pequena y cuyo labio inferior, de un rojo vivo, sobresalia, lo mismo que su menton, era el unico defecto de aquel maravilloso rostro, pero este defecto daba al conjunto de la fisonomia cierta original expresion de energia y arrogancia. Su semblante era, por regla general, mas grave que alegre, pero, en compensacion, adquiria un encanto incomparable las contadas veces que Dunia sonreia, o reia con una risa despreocupada, juvenil, gozosa...

No era extrano que el fogoso, honesto y sencillo Rasumikhine, aquel gigante accidentalmente borracho, hubiera perdido la cabeza apenas vio a aquella mujer superior a todas las que habia visto hasta entonces. Ademas, el azar habia querido que viera por primera vez a Dunia en un momento en que la angustia, por un lado, y la alegria de reunirse con su hermano, por otro, la transfiguraban. Todo esto explica que, al advertir que el labio de Avdotia Romanovna temblaba de indignacion ante las acusaciones de Rodia, Rasumikhine hubiera mentido en defensa de la joven.

El estudiante no habia mentido al decir, en el curso de su extravagante charla de borracho, que la patrona de Raskolnikof, Praskovia Pavlovna, tendria celos de Dunia y, seguramente, tambien de Pulqueria Alejandrovna, la cual, pese a sus cuarenta y tres anos, no habia perdido su extraordinaria belleza. Por otra parte, parecia mas joven de lo que era, como suele ocurrir a las mujeres que saben conservar hasta las proximidades de la vejez un alma pura, un espiritu lucido y un corazon inocente y lleno de ternura. Digamos entre parentesis que no hay otro medio de conservarse hermosa hasta una edad avanzada. Su cabello empezaba a encanecer y a aclararse; hacia tiempo que sus ojos estaban cercados de arrugas; sus mejillas se habian hundido a causa de los desvelos y los sufrimientos, pero esto no empanaba la belleza extraordinaria de aquella fisonomia. Su rostro era una copia del de Dunia, solo que con veinte anos mas y sin el rasgo del labio inferior saliente. Pulqueria Alejandrovna tenia un corazon tierno, pero su sensibilidad no era en modo alguno sensibleria. Timida por naturaleza, se sentia inclinada a ceder, pero hasta cierto punto: podia admitir muchas cosas opuestas a sus convicciones, mas habia un punto de honor y de principios en los que ninguna circunstancia podia impulsarla a transigir.

Veinte minutos despues de haberse marchado Rasumikhine se oyeron en la puerta dos discretos y rapidos golpes. Era el estudiante, que estaba de vuelta.

-No entro, pues el tiempo apremia -dijo apresuradamente cuando le abrieron-. Duerme a pierna suelta y con perfecta tranquilidad. Quiera Dios que su sueno dure diez horas. Nastasia esta a su lado y le he ordenado que no lo deje hasta que yo vuelva. Ahora voy por Zosimof para que le eche un vistazo. Luego vendra a informarlas y ustedes podran acostarse, cosa que buena falta les hace, pues bien se ve que estan agotadas.

Y se fue corriendo por el pasillo.

-?Que joven tan avispado... y tan amable! -exclamo Pulqueria Alejandrovna, complacida.

-Yo creo que es una excelente persona -dijo Dunia calurosamente y reanudando sus paseos por la habitacion.

Alrededor de una hora despues, volvieron a oirse pasos en el corredor y de nuevo golpearon la puerta. Esta vez las dos mujeres habian esperado con absoluta confianza la segunda visita de Rasumikhine, cuya palabra ya no ponian en duda. En efecto, era el y le acompanaba Zosimof. Este no habia vacilado en dejar la reunion para ir a ver al enfermo. Sin embargo, Rasumikhine habia tenido que insistir para que accediera a visitar a las dos mujeres: no se fiaba de su amigo, cuyo estado de embriaguez era evidente. Pero pronto se tranquilizo, e incluso se sintio halagado, al ver que, en efecto, se le esperaba como a un oraculo. Durante los diez minutos que duro su visita consiguio devolver la confianza a Pulqueria Alejandrovna. Mostro gran interes por el enfermo, pero hablo en un tono reservado y austero, muy propio de un medico de veintisiete anos llamado a una consulta de extrema gravedad. Ni se permitio la menor digresion, ni mostro deseo alguno de entablar relaciones mas intimas y amistosas con las dos mujeres. Como apenas entro advirtiera la belleza deslumbrante de Avdotia Romanovna, procuro no prestarle la menor atencion y dirigirse exclusivamente a la madre. Todo esto le proporcionaba una extraordinaria satisfaccion.

Manifesto que habia encontrado al enfermo en un estado francamente satisfactorio. Segun sus observaciones, la enfermedad se debia no solo a las condiciones materiales en que su paciente habia vivido durante mucho tiempo, sino a otras causas de indole moral. Se trataba, por decirlo asi, del complejo resultado de diversas influencias: inquietudes, cuidados, ideas, etc. Al advertir, sin demostrarlo, que Avdotia Romanovna le escuchaba con suma atencion, Zosimof se extendio sobre el tema con profunda complacencia. Pulqueria Alejandrovna le pregunto, inquieta, por "ciertos sintomas de locura" y el doctor repuso, con una sonrisa llena de franqueza y serenidad que se habia exagerado el sentido de sus palabras. Sin duda, el enfermo daba muestras de estar dominado por una idea fija, algo asi como una monomania. El, Zosimof, estaba entonces enfrascado en el estudio de esta rama de la medicina.

-Pero no debemos olvidar -anadio- que el enfermo ha estado hasta hoy bajo los efectos del delirio... La llegada de su familia ejercera sobre el, seguramente, una influencia saludable, siempre que se tenga en cuenta que hay que evitarle nuevas emociones.

Con estas palabras, dichas en un tono significativo, dio por terminada su visita. Acto seguido se levanto, se despidio con una mezcla de circunspeccion y cordialidad y se retiro acompanado de un raudal de bendiciones, acciones de gracias y efusivas manifestaciones de gratitud. Avdotia Romanovna incluso le tendio su delicada mano, sin que el hubiera hecho nada por provocar este gesto, y el doctor salio, encantado de la visita y mas encantado aun de si mismo.

-Manana hablaremos. Ahora acuestense inmediatamente -ordeno Rasumikhine mientras se iba con Zosimof-. Manana, a primera hora, vendre a darles noticias.

-?Que encantadora muchacha esa Avdotia Romanovna! -dijo calurosamente Zosimof cuando estuvieron en la calle.

Al oir esto, Rasumikhine se arrojo repentinamente sobre Zosimof y le atenazo el cuello con las manos.

-?Encantadora? ?Has dicho encantadora? Como te atrevas a... ?Comprendes...? ?Comprendes lo que quiero decir...? ?Me has entendido...?

Y lo echo contra la pared, sin dejar de zarandearle.

-?Dejame demonio...! ?Maldito borracho! -grito Zosimof debatiendose.

Y cuando Rasumikhine le hubo soltado, se quedo mirandole fijamente y lanzo una carcajada. Rasumikhine permanecio ante el, con los brazos caidos y el semblante pensativo y triste.

-Desde luego, soy un asno -dijo con tragico acento-. Pero tu eres tan asno como yo.

-Eso no, amigo; yo no soy un asno: yo no pienso en tonterias como tu.

Continuaron su camino en silencio, y ya estaban cerca de la morada de Raskolnikof, cuando Rasumikhine, que daba muestras de gran preocupacion, rompio el silencio.

-Escucha -dijo a Zosimof-, tu no eres una mala persona, pero tienes una hermosa coleccion de defectos. Estas corrompido. Eres debil, sensual, comodon, y no sabes privarte de nada. Es un camino lamentable que conduce al cieno. Eres tan blando, tan afeminado, que no comprendo como has podido llegar a ser medico y, sobre todo, un medico que cumple con su deber. ?Un doctor que duerme en lecho de plumas y se levanta por la noche para ir a visitar a un enfermo...! Dentro de dos o tres anos no haras tales sacrificios... Pero, en fin, esto poco importa. Lo que quiero decirte es lo siguiente: tu dormiras esta noche en el departamento de la patrona (he obtenido, no sin trabajo, su consentimiento) y yo en la cocina. Esto es para ti una ocasion de trabar mas estrecho conocimiento con ella... No, no pienses mal. No quiero decir eso, ni remotamente...

-?Pero si yo no pienso nada!

-Esa mujer, querido, es el pudor personificado; una mezcla de discretos silencios, timidez, castidad invencible y, al mismo tiempo, hondos suspiros. Su sensibilidad es tal, que se funde como la cera. ?Librame de ella, por lo que mas quieras, Zosimof! Es bastante agraciada. Me harias un favor que te lo agradeceria con toda el alma. ?Te juro que te lo agradeceria!

Zosimof se echo a reir de buena gana.

-Pero ?para que la quiero yo?

-Te aseguro que no te ocasionara ninguna molestia. Lo unico que tienes que hacer es hablarle, sea de lo que sea: te sientas a su lado y hablas. Como eres medico, puedes empezar por curarla de una enfermedad cualquiera. Te juro que no te arrepentiras... Esa mujer tiene un clavicordio. Yo se un poco de musica y conozco esa cancioncilla rusa que dice "Derramo lagrimas amargas". Ella adora las canciones sentimentales. Asi empezo la cosa. Tu eres un maestro del teclado, un Rubinstein. Te aseguro que no te arrepentiras.

-Pero oye: ?le has hecho alguna promesa...?, ?le has firmado algun papel...?, ?le has propuesto el matrimonio?

-Nada de eso, nada en absoluto... No, esa mujer no es lo que tu crees. Porque Tchebarof ha intentado...

-Entonces, la plantas y en paz.

-Imposible.

-?Por que?

-Pues... porque es imposible, sencillamente... Uno se siente atado, ?no comprendes?

-Lo que no entiendo es tu empeno en atraertela, en ligarla a ti.

-Yo no he intentado tal cosa, ni mucho menos. Es ella la que me ha puesto las ligaduras, aprovechandose de mi estupidez. Sin embargo, le da lo mismo que el ligado sea yo o seas tu: el caso es tener a su lado un pretendiente... Es... es... No se como explicarte... Mira; yo se que tu dominas las matematicas. Pues bien; hablale del calculo integral. Te doy mi palabra de que no lo digo en broma; te juro que el tema le es indiferente. Ella te mirara y suspirara. Yo le he estado hablando durante dos dias del Parlamento prusiano (llega un momento en que no sabe uno de que hablarle), y lo unico que ella hacia era suspirar y sudar. Pero no le hables de amor, pues podria acometerla una crisis de timidez. Limitate a hacerle creer que no puedes separarte de ella. Esto sera suficiente... Estaras como en tu casa, exactamente como en tu casa; leeras, te echaras, escribiras... Incluso podras arriesgarte a darle un beso..., pero un beso discreto.

-Pero ?a santo de que he de hacer yo todo eso?

-?Nada, que no consigo que me entiendas...! Oye: vosotros formais una pareja perfectamente armonica. Hace ya tiempo que lo vengo pensando... Y si tu fin ha de ser este, ?que importa que llegue antes o despues? Te parecera que vives sobre plumas; es esta una vida que se apodera de uno y te subyuga; es el fin del mundo, el ancla, el puerto, el centro de la tierra, el paraiso. Crepes suculentos, sabrosos pasteles de pescado, el samovar por la tarde, tiernos suspiros, tibios batines y buenos calentadores. Es como si estuvieses muerto y, al mismo tiempo, vivo, lo que representa una doble ventaja. Bueno, amigo mio; empiezo a decir cosas absurdas. Ya es hora de irse a dormir. Escucha: yo me despierto varias veces por la noche. Cuando me despierte, ire a echar un vistazo a Rodia. Por lo tanto, no te alarmes si me oyes subir. Sin embargo, si el corazon te lo manda, puedes ir a echarle una miradita. Y si vieras algo anormal..., delirio o fiebre, por ejemplo..., debes despertarme. Pero esto no sucedera.





II

A la manana siguiente eran mas de las siete cuando Rasumikhine se desperto. En su vida habia estado tan preocupado y sombrio. Su primer sentimiento fue de profunda perplejidad. Jamas habia podido suponer que se despertaria un dia de semejante humor. Recordaba hasta los mas infimos detalles de los incidentes de la noche pasada y se daba cuenta de que le habia sucedido algo extraordinario, de que habia recibido una impresion muy diferente de las que le eran familiares. Ademas, comprendia que el sueno que se habia forjado era completamente irrealizable, tanto, que se sintio avergonzado de haberle dado cabida en su mente, y se apresuro a expulsarlo de ella, para dedicar su pensamiento a otros asuntos, a los deberes mas razonables que le habia legado, por decirlo asi, la maldita jornada anterior.

Lo que mas le abochornaba era recordar hasta que extremo se habia mostrado innoble, pues, ademas de estar ebrio, se habia aprovechado de la situacion de la muchacha para criticar ante ella llevado de un sentimiento de celos torpe y mezquino, al hombre que era su prometido, ignorando los lazos de afecto que existian entre ellos y, en realidad, sin saber nada de aquel hombre. Por otra parte, ?con que derecho se habia permitido juzgarle y quien le habia pedido que se erigiera en juez? ?Acaso una criatura como Avdotia Romanovna podia entregarse a un hombre indigno solo por el dinero? No, no cabia duda de que Piotr Petrovitch poseia alguna cualidad. ?El alojamiento? El no podia saber lo que era aquella casa. Les habia buscado hospedaje; por lo tanto, habia cumplido su deber. ?Ah, que miserable era todo aquello, y que inadmisible la razon con que intentaba justificarse: su estado de embriaguez! Esta excusa le envilecia mas aun. La verdad esta en la bebida; por lo tanto, bajo la influencia del alcohol, el habia revelado toda la vileza de su corazon deleznable y celoso.

?Podia permitirse un hombre como el concebir tales suenos? ?Que era el, en comparacion con una joven como Avdotia Romanovna? ?Como podia compararse con ella el borracho charlatan y grosero de la noche anterior? Imposible imaginar nada mas vergonzoso y comico a la vez que una union entre dos seres tan dispares.

Rasumikhine enrojecio ante estas ideas. Y, de pronto, como hecho adrede, se acordo de que la noche pasada habia dicho en el rellano de la escalera que la patrona tendria celos de Avdotia Romanovna... Este pensamiento le resulto tan intolerable, que dio un fuerte punetazo en la estufa de la cocina. Tan violento fue el golpe, que se hizo dano en la mano y arranco un ladrillo.

-Ciertamente -balbuceo a media voz un minuto despues profundamente avergonzado-, estas torpezas ya no se pueden evitar ni reparar. Por lo tanto, es inutil pensar en ello... Lo mas prudente sera que me presente en silencio, cumpla mis deberes sin desplegar los labios y... que me excuse con el mutismo... Naturalmente, todo esta perdido.

Sin embargo, dedico un cuidado especial a su indumentaria. Examino su traje. No tenia mas que uno, pero se lo habria puesto aunque tuviera otros. Si, se lo habria puesto expresamente. Sin embargo, exhibir cinicamente una descuidada suciedad habria sido un acto de mal gusto. No tenia derecho a mortificar con su aspecto a otras personas, y menos a unas personas que le necesitaban y le habian rogado que fuera a verlas.

Cepillo cuidadosamente su traje. Su ropa interior estaba presentable, como de costumbre (Rasumikhine era intransigente en cuanto a la limpieza de la ropa interior). Procedio a lavarse concienzudamente. Nastasia le dio jabon y el lo utilizo para el cuello, la cabeza y -esto sobre todo- las manos. Pero cuando llego el momento de decidir si debia afeitarse (Praskovia Pavlovna poseia excelentes navajas de afeitar heredadas de su difunto esposo, el senor Zarnitzine), se dijo que no lo haria, y se lo dijo incluso con cierta aspereza.

"No, me mostrare tal cual soy. Podrian suponer que me he afeitado para... Si, seguro que lo pensarian... No, no me afeitare por nada del mundo. Y menos teniendo el convencimiento de que soy un grosero, un mal educado, un... Admitamos que me considero, cosa que en cierto modo es verdad, un hombre honrado, o poco menos. ?Puedo enorgullecerme de esta honradez? Todo el mundo debe ser honrado y mas que honrado... Ademas (bien lo recuerdo), yo tuve aquellas cosillas..., no deshonrosas, desde luego, pero... ?Y que ideas me asaltan a veces...! ?Como poner al lado de todo esto a Avdotia Romanovna...? ?Bueno, que se vaya al diablo...! Me importa un comino... Hare cuanto este en mi mano para mostrarme tan grosero y desagradable como me sea posible, y no me importa lo que puedan pensar." _

En esto aparecio Zosimof. Habia pasado la noche en el salon de Praskovia Pavlovna y se disponia a volver a su casa. Rasumikhine le dijo que Raskolnikof dormia a pierna suelta. Zosimof dispuso que no se le despertara y prometio volver a las once.

-Pero veremos si lo encuentro aqui -anadio-. ?Demonio de hombre! ?Un paciente que no obedece al medico! ?Estudie usted una carrera para esto! ?Sabes si ira a ver a su madre y a su hermana, o si ellas vendran aqui?

-Creo que vendran ellas -repuso Rasumikhine, que habia comprendido la finalidad de la pregunta-. Sin duda, tendran que hablar de asuntos de familia. Por lo cual, me marchare. Tu, como eres el medico, tienes mas derechos que yo.

-Yo soy el medico, pero no el confesor. Vendre solo un momento. No puedo dedicarme exclusivamente a ellas: tengo mucho trabajo.

-Estoy preocupado por una cosa -dijo Rasumikhine pensativo y con cara sombria-. Ayer, como estaba bebido, no pude poner freno a mi lengua y dije mil estupideces. Una de ellas fue que tu temias que los sintomas que Rodion presentaba fueran un anuncio de... demencia. Asi se lo manifeste al mismo Rodia.

-Y tambien a su hermana y a su madre, ?no?

-Si... Yo se que esto fue una idiotez y que mereceria que me abofetearan. Pero, entre nosotros, ?has pensado en ello seriamente?

-?Seriamente... seriamente...! Tu mismo me lo describiste como un maniatico cuando me trajiste a su casa... Y ayer lo trastornamos con nuestra conversacion sobre el pintor de paredes. ?Buen tema para tratarlo con un hombre cuya locura puede haber sido provocada por este suceso...! Si hubiese sabido exactamente lo que habia pasado en la comisaria, si hubiese estado enterado del detalle de que un canalla le habia herido con sus sospechas, habria evitado semejante conversacion. Estos maniacos hacen un oceano de una gota de agua y toman por realidades los disparates que imaginan. Ahora, gracias a lo que nos conto anoche en tu casa Zamiotof, ya comprendo muchas cosas. Si. Conozco el caso de un hombre de cuarenta anos, afectado de hipocondria, que un dia no pudo soportar las travesuras cotidianas de un nino de ocho anos y lo estrangulo. Y ahora nos enfrentamos con un hombre reducido a la miseria y que se ve en el trance de sufrir las insolencias de un policia. Anadamos a esto la enfermedad que le minaba y el efecto de la grave sospecha. Piensa que se trata de un caso de hipocondria en ultimo grado, de un sujeto orgulloso en extremo: ahi tenemos la base del mal... ?Bueno, que se vaya todo al diablo! ?Ah!, a proposito: ese Zamiotof es un gran muchacho, pero ha cometido una torpeza contando todo esto. Es un charlatan incorregible.

-Pero ?a quien lo ha contado? A ti y a mi.

-Y a Porfirio.

-?Bah! No hay ningun mal en que Porfirio lo sepa.

-Oye: ?tienes alguna influencia sobre la madre y la hermana? Habria que recomendarles que hoy fueran prudentes con el.

-Ya se las arreglaran -repuso Rasumikhine, visiblemente contrariado.

-?Por que atacaria tan furiosamente a ese Lujine? Es un hombre acomodado y que no parece desagradar a las mujeres... No andan bien de dinero, ?verdad?

-?Esto es todo un interrogatorio! -exclamo Rasumikhine fuera de si-. ?Como puedo yo saber lo que ellos tienen en el pensamiento? Preguntaselo a ellas: tal vez te lo digan.

-?Que arranques de brutalidad tienes a veces! Por lo visto, todavia no se te ha pasado del todo la borrachera. Adios. Da las gracias de mi parte a Praskovia Pavlovna por su hospitalidad. Se ha encerrado en su habitacion y no ha respondido a mis buenos dias. Esta manana se ha levantado a las siete y ha hecho que le entraran el samovar al dormitorio. No he tenido el honor de verla.

A las nueve en punto llego Rasumikhine a la pension Bakaleev. Las dos mujeres le esperaban desde hacia un buen rato con impaciencia febril. Se habian levantado a las siete y media. El estudiante entro en la casa con cara sombria, saludo torpemente y esta torpeza le hizo enrojecer. Pero ocurrio algo que no tenia previsto. Pulqueria Alejandrovna se arrojo sobre el, le cogio las manos y poco falto para que se las besara. Rasumikhine dirigio una timida mirada a Avdotia Romanovna. Pero aquel altivo rostro expresaba un reconocimiento tan profundo y una simpatia tan afectuosa (en vez de las miradas burlonas y llenas de un desprecio mal disimulado que esperaba recibir), que su confusion no tuvo limites. Sin duda se habria sentido menos violento si le hubieran acogido con reproches. Afortunadamente, tenia un tema de conversacion obligado y se apresuro a echar mano de el.

Cuando se entero de que su hijo seguia durmiendo y las cosas no podian ir mejor, Pulqueria Alejandrovna manifesto que lo celebraba de veras, pues deseaba conferenciar con Rasumikhine sobre cuestiones urgentes antes de ir a ver a Rodia.

Acto seguido pregunto al visitante si habia tomado el te, y, ante su respuesta negativa, la madre y la hija le invitaron a tomarlo con ellas, ya que le habian esperado para desayunarse.

Avdotia Romanovna hizo sonar la campanilla y acudio un desastrado sirviente. Se le encargo el te, y como lo serviria, que las dos mujeres se sonrojaron. Rasumikhine estuvo a punto de echar pestes de la pension, pero se acordo de Lujine, se sintio avergonzado y nada dijo. Incluso se alegro cuando las preguntas de Pulqueria Alejandrovna empezaron a caer sobre el como una granizada. Interrogado e interrumpido a cada momento, estuvo tres cuartos de hora dando explicaciones. Conto cuanto sabia de la vida de Rodion Romanovitch durante el ano ultimo, y termino con un relato detallado de la enfermedad de su amigo. Paso por alto todo aquello que no convenia referir, como, por ejemplo, la escena de la comisaria, con todas sus consecuencias. Las dos mujeres le escucharon con avida atencion. Sin embargo, cuando el creyo que habia dado todos los detalles susceptibles de interesarlas y, por lo tanto, consideraba cumplida su mision, advirtio que ellas no opinaban asi y que habian escuchado su largo relato simplemente como un preambulo.

-Digame -dijo vivamente Pulqueria Alejandrovna-, ?que juzga usted...? ?Oh, perdon...! No conozco todavia su nombre.

-Dmitri Prokofitch.

-Pues bien, Dmitri Prokofitch; yo quisiera saber... cuales son las opiniones de Rodia, sus ideas, en estos momentos... Es decir..., comprendame... ?Oh!, no se como decirselo... Mire, yo quisiera saber que es lo que le gusta y lo que no le gusta..., y si siempre esta tan irritado como anoche..., y cuales son sus deseos, mejor dicho, sus suenos y ambiciones..., y que es lo que mas influye en su animo en estos momentos... En una palabra, yo quisiera saber...

-Pero, mama -le interrumpio Dunia-, ?quien puede responder a ese torrente de preguntas?

-?Es verdad, Dios mio! ?Es que estaba tan lejos de esperar encontrarlo asi!

-Sin embargo -dijo Rasumikhine-, esos cambios son muy naturales. Yo no tengo madre, pero si un tio que viene todos los anos a verme. Y siempre me encuentra transformado, incluso fisicamente... Bueno, lo importante es que han ocurrido muchas cosas durante los tres anos que han estado ustedes sin ver a Rodion. Yo lo conozco desde hace ano y medio. Ha sido siempre un hombre taciturno, sombrio y soberbio. Ultimamente (o tal vez esto empezo antes de lo que suponemos) se ha convertido en un ser receloso y neurastenico. No es amigo de revelar sus sentimientos: prefiere mortificar a sus semejantes a mostrarse amable y expansivo con ellos. A veces se limita a aparecer frio e insensible, pero hasta tal extremo, que resulta inhumano. Es como si poseyese dos caracteres distintos y los fuera alternando. En ciertos momentos se muestra profundamente taciturno. Da la impresion de estar siempre atareado, lo que, de ser verdad, explicaria que todo el mundo le moleste, pero es lo cierto que esta horas y horas acostado y sin hacer nada. No le gustan las ironias, y no porque carezca de mordacidad, sino porque sin duda le parece que no puede perder el tiempo en semejantes frivolidades. Lo que interesa a los demas, a el le es indiferente. Tiene una elevada opinion de si mismo, a mi entender no sin razon... ?Que mas...? ?Ah, si! Creo que la llegada de ustedes ejercera sobre el una accion saludable.

-?Quiera Dios que sea asi! -exclamo Pulqueria Alejandrovna, consternada por las revelaciones de Rasumikhine acerca del caracter de su Rodia.

Al fin el joven oso mirar mas francamente a Avdotia Romanovna. Mientras hablaba, le habia dirigido miradas al soslayo, pero rapidas y furtivas. A veces, la joven permanecia sentada ante la mesa, escuchandolo atentamente; a veces, se levantaba y empezaba a dar sus acostumbrados paseos por la habitacion, con los brazos cruzados, cerrada la boca, pensativa, haciendo de vez en cuando una pregunta, pero sin detenerse. Tambien ella tenia la costumbre de no escuchar hasta el final a quien le hablaba. Llevaba un vestido sencillo y ligero, y en el cuello un panuelo blanco. Rasumikhine dedujo de diversos detalles que tanto ella como su madre vivian en la mayor pobreza. Si Avdotia Romanovna hubiese ido ataviada como una reina, es muy probable que Rasumikhine no se hubiera sentido cohibido ante ella. Sin embargo, tal vez porque la veia tan modestamente vestida y se imaginaba su vida de privaciones, estaba atemorizado y vigilaba atentamente sus propios gestos y palabras, lo que aumentaba su timidez de hombre que desconfia de si mismo.

-Nos ha dado usted -dijo Avdotia Romanovna con una sonrisa- interesantes detalles acerca del caracter de mi hermano, y lo ha hecho con toda imparcialidad. Eso esta muy bien; pero yo creia que usted lo admiraba... Sin duda, como usted supone, debe de haber alguna mujer en todo esto -anadio, pensativa.

-Yo no he dicho tal cosa..., aunque tal vez tenga usted razon. Sin embargo...

-?Que?

-Que el no ama a nadie y tal vez no sienta amor jamas -afirmo Rasumikhine.

-Es decir, que lo considera usted incapaz de amar.

-?Sabe usted, Avdotia Romanovna, que se parece extraordinariamente, e incluso me atreveria a decir que en todo, a su hermano? -dijo Rasumikhine sin pensarlo.

Pero en seguida se acordo del juicio que acababa de expresar sobre tal hermano, y enrojecio hasta las orejas. La joven no pudo menos de echarse a reir al advertirlo.

-Es muy posible que esteis los dos equivocados en vuestro juicio sobre Rodia -dijo Pulqueria Alejandrovna, un tanto ofendida-. No hablo del presente, Dunetchka. Lo que Piotr Petrovitch nos dice en su carta y lo que tu y yo hemos sospechado acaso no sea verdad; pero usted, Dmitri Prokofitch, no puede imaginarse hasta que extremo llega Rodia en sus fantasias y en sus caprichos... No he tenido con el un momento de tranquilidad, ni cuando era un chiquillo de quince anos. Todavia le creo capaz de hacer algo que a nadie puede pasarle por la imaginacion... Sin ir mas lejos, hace ano y medio me dio un disgusto de muerte con su decision de casarse con la hija de su patrona, esa senora..., ?como se llama...?, Zarnitzine.

-?Conoce usted los detalles de esa historia? -pregunto Avdotia Romanovna.

-?Cree usted -continuo con vehemencia Pulqueria Alejandrovna- que habrian podido detenerle mis lagrimas, mis suplicas, mi falta de salud, mi muerte, nuestra miseria, en fin? No, el habria pasado sobre todos los obstaculos con la mayor tranquilidad del mundo.

-El no me ha dicho ni una sola palabra sobre este asunto -dijo prudentemente Rasumikhine-, pero yo he sabido algo por la viuda de Zarnitzine, la cual por cierto no es nada habladora. Y lo que esa senora me ha dicho es bastante extrano.

-?Que le ha dicho? -preguntaron las dos mujeres a la vez.

-?Oh! Nada de particular. Lo que he sabido es que ese matrimonio, que estaba irrevocablemente decidido y que solo la muerte de la prometida pudo impedir, no era del agrado de la senora Zarnitzine... Supe, ademas, que la novia era una mujer fea y enfermiza..., una joven extrana, aunque dotada de ciertas prendas. Sin duda, las debia de poseer, pues, de otro modo, no se habria comprendido que Rodia... Ademas, la muchacha no tenia dote... Sin embargo, el no se habria casado por interes... Es muy dificil formular un juicio.

-Estoy segura de que esa joven tenia alguna cualidad -observo laconicamente Avdotia Romanovna.

-Que Dios me perdone, pero me alegre de su muerte, pues no se para cual de los dos habria sido mas funesto ese matrimonio -dijo Pulqueria Alejandrovna.

Acto seguido, timidamente, con visibles vacilaciones y dirigiendo furtivas miradas a Dunia, que no ocultaba su descontento, empezo a interrogar al joven sobre la escena que se habia desarrollado el dia anterior entre Rodia y Lujine. Este incidente parecia causarle profunda inquietud, e incluso verdadero terror.

Rasumikhine refirio detalladamente la disputa, anadiendo sus propios comentarios. Acuso sin rodeos a Raskolnikof de haber insultado a Piotr Petrovitch deliberadamente y no menciono el detalle de que la enfermedad que padecia su amigo podia disculpar su conducta.

-Habia planeado todo esto antes de su enfermedad --concluyo.

-Yo pienso como usted -dijo Pulqueria Alejandrovna, desesperada.

Pero, al mismo tiempo, estaba profundamente sorprendida al ver que aquella manana Rasumikhine hablaba de Piotr Petrovitch con la mayor moderacion e incluso con cierto respeto. Avdotia Romanovna parecia no menos asombrada por este hecho. Pulqueria Alejandrovna no pudo contenerse.

-Asi, ?es esa su opinion sobre Piotr Petrovitch?

-No puedo tener otra del futuro esposo de su hija -respondio Rasumikhine con calurosa firmeza-. Y no lo digo por pura cortesia sino porque... porque la mejor recomendacion para ese hombre es que Avdotia Romanovna lo haya elegido por esposo... Si ayer llegue a injuriarle fue porque estaba ignominiosamente embriagado... y como loco; si, como loco, completamente fuera de mi... Y hoy me siento profundamente avergonzado.

Enrojecio y se detuvo. Avdotia Romanovna se ruborizo tambien, pero no dijo nada. No habia pronunciado una sola palabra desde que habia empezado a oir hablar de Lujine.

Pero Pulqueria Alejandrovna se sentia un tanto desconcertada al faltarle la ayuda de su hija. Finalmente, manifesto, vacilando y dirigiendo continuas miradas a la joven, que habia ocurrido algo que la trastornaba profundamente.

-Vera usted, Dmitri Prokofitch -comenzo a decir. Pero se detuvo y pregunto a su hija-: Debo hablar con toda franqueza a Dmitri Prokofitch, ?verdad, Dunetchka?

-Desde luego, mama -respondio sin vacilar Avdotia Romanovna.

-Pues es el caso... -continuo inmediatamente Pulqueria Alejandrovna, como si le hubiesen quitado una montana de encima al autorizarla a participar su dolor-. En las primeras horas de esta manana hemos recibido un carta de Piotr Petrovitch, en respuesta a la que le enviamos nosotras ayer anunciandole nuestra llegada. El nos habia prometido acudir a la estacion a recibirnos, pero no le fue posible y nos envio a una especie de criado que nos condujo aqui. Este hombre nos dijo que Piotr Petrovitch vendria a vernos esta manana. Pero, en vez de venir, nos ha enviado esta carta... Lo mejor sera que la lea usted. Hay en ella un punto que me preocupa especialmente. Usted mismo vera de que punto se trata, Dmitri Prokofitch, y me dara su sincera opinion. Usted conoce mejor que nosotros el caracter de Rodia y podra aconsejarnos. Le advierto que Dunetchka tomo una decision inmediatamente, pero yo no se todavia que hacer. Por eso le estaba esperando.

Rasumikhine desdoblo la carta. Vio que estaba fechada el dia anterior y leyo lo siguiente:



"Senora: deseo informarle de que razones imprevistas me han impedido ir a recibirlas a la estacion. Esta es la razon de que les enviara en mi lugar a un hombre que por su desenvoltura, me parecio indicado para el caso. Los asuntos que exigen mi presencia en el Senado me privaran igualmente del honor de visitarlas manana por la manana. Por otra parte, no quiero poner ninguna traba a la entrevista que habran de celebrar, usted con su hijo, y Avdotia Romanovna con su hermano. Por lo tanto, no tendre el honor de visitarlas hasta manana, a las ocho en punto de la noche, y les ruego encarecidamente que me eviten encontrarme con Rodion Romanovitch, que me insulto del modo mas grosero cuando ayer, al saber que estaba enfermo, fui a visitarle. Esto aparte, es indispensable que hable con usted, con toda seriedad, de cierto punto sobre el que deseo conocer su opinion. Me permito advertirla de que si, a pesar de mi ruego, encuentro a Rodion Romanovitch al lado de ustedes, me vere obligado a marcharme inmediatamente y que en este caso la responsabilidad sera exclusivamente de usted. Si le digo esto es porque se positivamente que Rodion Romanovitch esta en disposicion de salir a la calle y, por lo tanto, puede ir a casa de ustedes. Si, se que su hijo, que tan enfermo parecia cuando le visite, dos horas despues recobro repentinamente la salud. Y puedo asegurarlo porque lo vi con mis propios ojos en casa de un borracho que acababa de ser atropellado por un coche y que murio poco despues. Por cierto que Rodion Romanovitch entrego veinticinco rublos "para el entierro" a la hija del difunto, joven cuya mala conducta es del dominio publico. Esto me sorprendio sobremanera, pues no ignoro lo mucho que le ha costado a usted conseguir ese dinero.

"Le ruego que salude en mi nombre, con toda devocion, a Avdotia Romanovna y que acepte el respeto mas sincero de su fiel servidor.



"LUJINE."



-?Que debo hacer, Dmitri Prokofitch?-exclamo Pulqueria Alejandrovna casi con lagrimas en los ojos- ?Como voy a decir a Rodia que no venga? El nos pidio insistentemente que rompieramos con Piotr Petrovitch, y he aqui ahora que Piotr Petrovitch me prohibe que vea a mi hijo... Pero si yo le digo a Rodia esto, el es capaz de venir ex profeso. ?Y que ocurrira entonces?

-Haga usted lo que Avdotia Romanovna juzgue mas conveniente -repuso Rasumikhine en el acto y sin la menor vacilacion.

-?Dios mio! -exclamo la madre. ?Cualquiera sabe lo que ella opina! Dice lo que hay que hacer, pero sin explicar el motivo. Su parecer es que conviene..., no que conviene, sino que es indispensable... que Rodia venga a las ocho y se encuentre con Piotr Petrovitch... Mi intencion era no decirle nada de esta carta y procurar, con la ayuda de usted, evitar que viniese... ?Se irrita tan facilmente...! En lo referente a ese alcoholico que ha muerto, no se de quien se trata, y tampoco quien es esa hija a la que Rodia ha entregado un dinero que...

-Que has logrado a costa de tantos sacrificios -termino Avdotia Romanovna.

-Ayer su estado no era normal -dijo Rasumikhine, pensativo-. Seria interesante saber lo que hizo ayer en la taberna... En efecto, me hablo de un muerto y de una joven, cuando le acompanaba a su casa; pero no comprendi ni una palabra. Ayer tambien estaba yo...

-Lo mejor, mama, sera que vayamos ahora mismo a casa de Rodia. Alli veremos lo que conviene hacer. Ademas, ya es Zora de que nos marchemos. ?Mas de las diez! -exclamo la joven despues de echar una ojeada al precioso reloj de oro guarnecido de esmaltes que pendia de su cuello, prendido a una fina cadena de estilo veneciano. Esta joya contrastaba singularmente con el resto de su atavio. "Un regalo de su prometido", penso Rasumikhine.

-Si, Dunetchka, ya es hora -dijo Pulqueria Alejandrovna, aturdida e inquieta-; ya es hora de que nos vayamos. Al ver que no llegamos, podria creer que estamos disgustadas con el por la escena de anoche. ?Dios mio, Dios mio...!

Mientras hablaba se ponia apresuradamente el sombrero y la mantilla. Dunetchka se compuso tambien. Sus guantes estaban no solamente desgastados, sino agujereados, como pudo ver Rasumikhine. Sin embargo, esta evidente pobreza daba a las dos damas un aire de especial dignidad, como es corriente en las personas que saben llevar vestidos humildes. Rasumikhine contemplaba a Avdotia Romanovna con veneracion y se sentia orgulloso ante la idea de acompanarla. Y pensaba que la reina que se arreglaba las medias en la prision debia de tener mas majestad en ese momento que cuando aparecia en esplendidas fiestas y magnificos desfiles.

-?Dios mio! -exclamo Pulqueria Alejandrovna-. Nunca me habria imaginado que pudiera causarme temor una entrevista con mi hijo, con mi querido Rodia. Pues la temo, Dmitri Prokofitch -anadio, dirigiendo al joven una timida mirada.

-No debes inquietarte, mama -dijo Dunia, abrazandola-. Ten confianza en el como la tengo yo.

-Confianza en el no me falta, hija -dijo la pobre mujer-. Pero no he dormido en toda la noche.

Salieron de la casa.

-?Sabes lo que me ha pasado, Dunetchka? Que esta manana, cuando empezaba, al fin, a quedarme dormida, la difunta Marfa Petrovna se me ha aparecido en suenos. Iba vestida de blanco. Se ha acercado a mi, me ha cogido de la mano y ha sacudido la cabeza con aire severo, como censurandome... ?No te parece que esto es un mal presagio? ?Dios mio! ?Dios mio...! Oiga, Dmitri Prokofitch: ?sabia usted que Marfa Petrovna murio?

-?Marfa Petrovna? No se quien es.

-Pues si, murio de repente. Y figurese que...

--?Pero, mama; si te ha dicho que no sabe quien es!

-?De modo que no lo sabe? ?Y yo que creia que estaba al corriente de todo! Perdoneme, Dmitri Prokofitch. Ando trastornada estos dias. Le considero a usted como nuestra Providencia; por eso le creia informado de todo lo que nos concierne. Usted es para mi como una persona de la familia... No se enfade si le digo algo que no le guste... ?Santo Dios! ?Que tiene usted en la mano derecha? ?Esta herido!

-Si -gruno Rasumikhine en un tono de intima satisfaccion.

-Soy tan expansiva a veces, que Dunia ha de frenarme. Pero, ?Dios mio, en que tabuco vive! ?Se habra despertado ya? Y esa mujer, su patrona, llama habitacion a semejante tugurio... Oiga: ?dice usted que no le gusta que le hablen demasiado? Entonces, tal vez le moleste yo, que... ?Quiere darme algunos consejos, Dmitri Prokofitch? ?Como debo comportarme con el? Ya ve usted que estoy completamente desorientada.

-No le haga demasiadas preguntas si lo ve usted triste. Y, sobre todo, no le hable de su salud: esto le molesta.

-?Ah, Dmitri Prokofitch; que duro es a veces ser madre! Ya entramos en la escalera... ?Que cosa tan horrible!

-Mama, estas palida. Calmate -le dijo Dunia, acariciandola-. Te atormentas en balde, pues para el sera una gran alegria volverte a ver -anadio con ojos resplandecientes.

12

Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

-Ire yo delante -dijo Rasumikhine-, para asegurarme de que esta despierto.

Las dos damas subieron lentamente detras de Rasumikhine. Cuando llegaron al cuarto piso advirtieron que la puerta del departamento de la patrona estaba entreabierta y que a traves de la abertura, desde la sombra, las miraban dos ojos negros. Cuando estos ojos se encontraron con los de ellas, la puerta se cerro tan ruidosamente, que Pulqueria Alejandrovna estuvo a punto de lanzar un grito de terror.

III

Esta mejor -les dijo Zosimof apenas las vio entrar. Zosimof estaba alli desde hacia diez minutos, sentado en el mismo angulo del divan que ocupaba la vispera. Raskolnikof estaba sentado en el angulo opuesto. Se hallaba completamente vestido, e incluso se habia lavado y peinado, cosa que no habia hecho desde hacia mucho tiempo.

El cuarto era tan reducido, que quedo lleno cuando entraron los visitantes. Pero esto no impidio a Nastasia deslizarse tras ellos para escuchar.

Raskolnikof tenia buen aspecto en comparacion con el de la vispera. Pero estaba muy palido y su semblante expresaba un sombrio ensimismamiento. Su aspecto recordaba el de un herido o el de un hombre que acabara de experimentar un profundo dolor fisico. Tenia las cejas fruncidas; los labios, contraidos; los ojos, ardientes. Hablaba poco y de mala gana, como a la fuerza, y sus gestos expresaban a veces una especie de inquietud febril. Solo le faltaba un vendaje para parecer enteramente un herido.

Este sombrio y palido semblante se ilumino momentaneamente al entrar la madre y la hermana. Pero la luz se extinguio muy pronto y solo quedo el dolor. Zosimof, que examinaba a su paciente con un interes de medico joven, observo con asombro que desde la entrada de las dos mujeres el semblante del enfermo expresaba no alegria, sino una especie de estoicismo resignado. Raskolnikof daba la impresion de estar haciendo acopio de energias para soportar durante una o dos horas una tortura que no podia eludir. Cada palabra de la conversacion que sostuvo seguidamente parecio ahondar una herida abierta en su alma. Pero, al mismo tiempo, mostro una sangre fria que asombro a Zosimof: el loco furioso de la vispera era dueno de si mismo hasta el punto de poder disimular sus sentimientos.

-Si; ya me doy cuenta de que estoy casi curado -lijo Raskolnikof, abrazando carinosamente a su madre y a su hermana, lo que lleno de alegria a Pulqueria Alejandrovna-. Y no digo esto como te dije ayer -anadio, dirigiendose a Rasumikhine, mientras le estrechaba la mano afectuosamente.

-Estoy incluso asombrado -dijo Zosimof alegremente, pues, en sus diez minutos de charla con el enfermo, este habia llegado a desconcertarle con su lucidez-. Si la cosa continua asi, dentro de tres o cuatro dias estara curado por completo y habra vuelto a su estado normal de un mes atras..., o tal vez de dos o tres, pues hace mucho tiempo que llevaba la enfermedad en incubacion... ?No es asi? Confieselo. Y confiese tambien que tenia algun motivo para estar enfermo -anadio con una prudente sonrisa, como si temiera irritarlo.

-Es posible -respondio friamente Raskolnikof.

-Digo esto -continuo Zosimof, cuya animacion iba en aumento- porque su curacion depende en gran parte de usted. Ahora que podemos hablar, desearia hacerle comprender que es indispensable que expulse usted, por decirlo asi, las causas principales del mal. Solo procediendo de este modo podra usted curarse; en el caso contrario, las cosas iran de mal en peor. Cuales son esas causas, lo ignoro; pero usted debe conocerlas. Usted es un hombre inteligente y puede observarse a si mismo. Me parece que el principio de su enfermedad coincide con el termino de sus actividades universitarias. Usted no es de los que pueden vivir sin ocupacion: usted necesita trabajar, tener un objetivo y perseguirlo tenazmente.

-Si, si; tiene usted razon. Volvere a inscribirme en la universidad cuanto antes y entonces todo ira como sobre ruedas.

Zosimof, cuyos prudentes consejos obedecian al deseo de lucirse ante las damas, quedo profundamente decepcionado cuando, terminado su discurso, dirigio una mirada a su paciente y advirtio que su rostro expresaba una franca burla. Pero esta decepcion se desvanecio muy pronto: Pulqueria Alejandrovna empezo a abrumar al doctor con sus expresiones de gratitud, especialmente por su visita nocturna.

-?Como? ?Ha ido a veros esta noche? -exclamo Raskolnikof, visiblemente agitado-. Entonces, no habreis dormido, no habreis descansado despues del viaje...

-Eso no, Rodia: solo estuvimos levantadas hasta las dos. Cuando estamos en casa, Dunia y yo no nos acostamos nunca mas temprano.

-Yo tampoco se como darle las gracias -dijo Raskolnikof a Zosimof, con semblante sombrio y bajando la cabeza-. Dejando aparte la cuestion de los honorarios, y perdone que aluda a este punto, no se a que debo ese especial interes que usted me demuestra. Francamente, no lo comprendo, y por eso..., por eso su bondad me abruma. Ya ve que le hablo con toda sinceridad.

-No se preocupe usted -repuso Zosimof sonriendo afectuosamente-. Imaginese que es mi primer paciente. Los medicos que empiezan sienten por sus primeros enfermos tanto afecto como si fuesen sus propios hijos. Algunos incluso los adoran. Y yo no tengo todavia una clientela abundante.

-Y no hablemos de ese -dijo Raskolnikof, senalando a Rasumikhine-. No ha recibido de mi sino insultos y molestias, y...

-?Que tonterias dices! -exclamo Rasumikhine-. Por lo visto, hoy te has levantado sentimental.

Si hubiese sido mas perspicaz, habria advertido que su amigo no estaba sentimental, sino todo lo contrario. Avdotia Romanovna, en cambio, se dio perfecta cuenta de ello. La joven observaba a su hermano con avida atencion.

-De ti, mama, no quiero ni siquiera hablar -continuo

Raskolnikof en el tono del que recita una leccion aprendida aquella manana-. Hoy puedo darme cuenta de lo que debiste sufrir ayer durante tu espera en esta habitacion.

Dicho esto, sonrio y tendio repentinamente la mano a su hermana, sin desplegar los labios. Esta vez su sonrisa expresaba un sentimiento profundo y sincero.

Dunia, feliz y agradecida, se apodero al punto de la mano de Rodia y la estrecho tiernamente. Era la primera demostracion de afecto que recibia de el despues de la querella de la noche anterior. El semblante de la madre se ilumino ante esta reconciliacion muda pero sincera de sus hijos.

-Esta es la razon de que le aprecie tanto -exclamo Rasumikhine con su inclinacion a exagerar las cosas-. ?Tiene unos gestos...!

"Posee un arte especial para hacer bien las cosas -penso la madre-. Y ?cuan nobles son sus impulsos! ?Con que sencillez y delicadeza ha puesto fin al incidente de ayer con su hermana! Le ha bastado tenderle la mano mientras le miraba afectuosamente... ?Que ojos tiene! Todo su rostro es hermoso. Incluso mas que el de Dunetchka. ?Pero, Dios mio, que miserablemente vestido va! Vaska, el empleado de Atanasio Ivanovitch, viste mejor que el... ?Ah, que a gusto me arrojaria sobre el, lo abrazaria... y lloraria! Pero me da miedo..., si, miedo. ?Esta tan extrano! ?Tan finamente como habla, y yo me siento sobrecogida! Pero, en fin de cuentas, ?que es lo que temo de el?"

-?Ah, Rodia! -dijo, respondiendo a las palabras de su hijo- No te puedes imaginar cuanto sufrimos Dunia y yo ayer. Ahora que todo ha terminado y la felicidad ha vuelto a nosotros, puedo decirlo. Figurate que vinimos aqui a toda prisa apenas dejamos el tren, para verte y abrazarte, y esa mujer... ?Ah, mira, aqui esta! Buenos dias, Nastasia... Pues bien, Nastasia nos conto que tu estabas en cama, con alta fiebre; que acababas de marcharte, inconsciente, delirando, y que habian salido en tu busca. Ya puedes imaginarte nuestra angustia. Yo me acorde de la tragica muerte del teniente Potantchikof, un amigo de tu padre al que tu no has conocido. Huyo como tu, en un acceso de fiebre, y cayo en el pozo del patio. No se le pudo sacar hasta el dia siguiente. El peligro que corrias se nos antojaba mucho mayor de lo que era en realidad. Estuvimos a punto de ir en busca de Piotr Petrovitch para pedirle ayuda..., pues estabamos solas, completamente solas -termino con acento quejumbroso.

Se habia detenido ante la idea de que todavia era peligroso hablar de Piotr Petrovitch, aunque todo estuviera ya arreglado felizmente.

-Si, todo eso es muy enojoso -dijo Raskolnikof en un tono tan distraido e indiferente, que Dunetchka le miro sorprendida-. ?Que otra cosa queria deciros? -continuo, esforzandose por recordar-. ?Ah, si! No creas, mama, ni tu, Dunetchka, que yo no queria ir a veros sin que antes vinierais vosotras.

-?Que ocurrencia, Rodia! -exclamo Pulqueria Alejandrovna, asombrada.

"Nos habla como por pura cortesia -penso Dunetchka-. Hace las paces y presenta sus excusas como si cumpliera una simple formalidad o dijese una leccion aprendida de memoria."

-Acabo de levantarme y me preparaba para ir a veros, pero el estado de mi traje me lo ha impedido. Ayer me olvide de decir a Nastasia que limpiara las manchas de sangre, y ahora mismo acabo de vestirme.

-?Manchas de sangre? -pregunto Pulqueria Alejandrovna, aterrada.

-No tiene importancia, mama; no te alarmes. Ayer, cuando sali de aqui delirando, me encontre de pronto ante un hombre que acababa de ser victima de un atropello... Un funcionario. Por eso mis ropas estaban manchadas de sangre.

-?Cuando estabas delirando? -dijo Rasumikhine-. Pues te acuerdas de todo.

-Es cierto -convino Raskolnikof, presa de una singular preocupacion-. Me acuerdo de todo, y con los detalles mas insignificantes. Sin embargo, no consigo explicarme por que fui alli, ni por que obre y hable como lo hice.

-El fenomeno es conocido -observo Zosimof-. El acto se cumple a veces con una destreza y una habilidad extraordinarias, pero el principio que lo motiva adolece de cierta alteracion y depende de diversas impresiones morbosas. Es algo asi como un sueno.

"Al fin y al cabo, debo felicitarme de que me tomen por loco, penso Raskolnikof.

-Pero las personas perfectamente sanas estan en el mismo caso -observo Dunetchka, mirando a Zosimof con inquietud.

-La observacion es muy justa -respondio el medico-. En este aspecto, todos solemos parecernos a los alienados. La unica diferencia es que los verdaderos enfermos estan un poco mas enfermos que nosotros. Solo sobre esta base podemos establecer distinciones. Hombres perfectamente sanos, perfectamente equilibrados, si usted prefiere llamarlos asi, la verdad es que casi no existen: no se podria encontrar mas de uno entre centenares de miles de individuos, e incluso este uno resultaria un modelo bastante imperfecto.

La palabra "alienado", lanzada imprudentemente por Zosimof en el calor de sus comentarios sobre su tema favorito, recorrio como una rafaga glacial toda la estancia. Raskolnikof se mostraba absorto y distraido. En sus palidos labios habia una sonrisa extrana. Al parecer, seguia reflexionando sobre aquel punto que le tenia perplejo.

-Bueno, pero ?ese hombre atropellado? -se apresuro a decir Rasumikhine-. Te he interrumpido cuando estabas hablando de el.

Raskolnikof se sobresalto, como si lo despertasen repentinamente de un sueno.

-?Como...? ?Ah, si! Me manche de sangre al ayudar a transportarlo a su casa... A proposito, mama: cometi un acto imperdonable. Estaba loco, sencillamente. Todo el dinero que me enviaste lo di a la viuda para el entierro. Esta enferma del pecho... Una verdadera desgracia... Tres huerfanos de corta edad... Hambrientos... No hay nada en la casa... Ha dejado otra hija... Yo creo que tambien tu les habrias dado el dinero si hubieses visto el cuadro... Reconozco que yo no tenia ningun derecho a obrar asi, y menos sabiendo los sacrificios que has tenido que hacer para enviarme ese dinero. Esta bien que se socorra a la gente. Pero hay que tener derecho a hacerlo. De lo contrario, Crevez chiens, si vous n'etes pas contents.

Lanzo una carcajada.

-?Verdad, Dunia?

-No -repuso energicamente la joven.

-?Bah! Tambien tu estas llena de buenas intenciones -murmuro con sonrisa burlona y acento casi rencoroso-. Debi comprenderlo... Desde luego, eso es hermoso y tiene mas valor... Si llegas a un punto que no te atreves a franquear, seras desgraciada, y si lo franqueas, tal vez mas desgraciada todavia. Pero todo esto es pura palabreria -anadio, lamentando no haber sabido contenerse-. Yo solo queria disculparme ante ti, mama -termino con voz entrecortada y tono tajante.

-No te preocupes, Rodia; estoy segura de que todo lo que tu haces esta bien hecho -repuso la madre alegremente.

-No estes tan segura -repuso el, esbozando una sonrisa.

Se hizo el silencio. Toda esta conversacion, con sus pausas, el perdon concedido y la reconciliacion, se habia desarrollado en una atmosfera no desprovista de violencia, y todos se habian dado cuenta de ello.

"Se diria que me temen", penso Raskolnikof mirando furtivamente a su madre y a su hermana.

Efectivamente, Pulqueria Alejandrovna parecia sentirse mas y mas atemorizada a medida que se prolongaba el silencio.

"?Tanto como creia amarlas desde lejos!", penso Raskolnikof repentinamente.

-?Sabes que Marfa Petrovna ha muerto, Rodia? -pregunto de pronto Pulqueria Alejandrovna.

-?Que Marfa Petrovna?

-?Es posible que no lo sepas? Marfa Petrovna Svidrigailova. ?Tanto como te he hablado de ella en mis cartas!

?Ah, si! Ahora me acuerdo -dijo como si despertara de un sueno-. ?De modo que ha muerto? ?Como?

Esta muestra de curiosidad alento a Pulqueria Alejandrovna, que respondio vivamente:

-Fue una muerte repentina. La desgracia ocurrio el mismo dia en que te envie mi ultima carta. Su marido, ese monstruo, ha sido sin duda el culpable. Dicen que le dio una tremenda paliza.

-?Eran frecuentes esas escenas entre ellos? -pregunto Raskolnikof dirigiendose a su hermana.

-No, al contrario: el se mostraba paciente, e incluso amable con ella. En algunos casos era hasta demasiado indulgente. Asi vivieron durante siete anos. Hasta que un dia, de pronto, perdio la paciencia.

-O sea que ese hombre no era tan terrible. De serlo, no habria podido comportarse con tanta prudencia durante siete anos. Me parece, Dunetchka, que tu piensas asi y lo disculpas.

-?Oh, no! Es verdaderamente un hombre despiadado. No puedo imaginarme nada mas horrible -repuso la joven con un ligero estremecimiento.

Luego fruncio las cejas y quedo absorta.

-La escena tuvo lugar por la manana -prosiguio precipitadamente Pulqueria Alejandrovna-. Despues, Marfa Petrovna ordeno que le preparasen el coche, a fin de trasladarse a la ciudad despues de comer, como hacia siempre en estos casos. Dicen que comio con excelente apetito.

-?A pesar de los golpes?

-Ya se iba acostumbrando... Apenas termino de comer, fue a banarse; asi se podria marchar en seguida... Seguia un tratamiento hidroterapico. En la finca hay un manantial de agua fria y ella se banaba en el todos los dias con regularidad. Apenas entro en el agua, sufrio un ataque de apoplejia.

-No es nada extrano -observo Zosimof.

-?Y dices que la paliza habia sido brutal?

-Eso no influyo -dijo Dunia.

Raskolnikof exclamo, subitamente irritado:

-No se, mama, por que nos has contado todas esas tonterias.

-Es que no sabia de que hablar, hijo mio -se le escapo decir a Pulqueria Alejandrovna.

-?Es posible que todos me temais? -dijo Raskolnikof, esbozando una sonrisa.

-Si, te tememos -respondio Dunia con expresion severa y mirandole fijamente a los ojos-. Mama incluso se ha santiguado cuando subiamos la escalera.

El semblante de Raskolnikof se altero profundamente: parecia reflejar una agitacion convulsiva.

Pulqueria Alejandrovna intervino, visiblemente aturdida:

-Pero ?que dices, Dunia? No te enfades, Rodia, te lo suplico... Bien es verdad que, desde que partimos, no cese de pensar en la dicha de volver a verte y charlar contigo... Tan feliz me sentia con este pensamiento, que el largo viaje me parecio corto... Pero ?que digo? Ahora me siento verdaderamente feliz... Te equivocas, Dunia... Y mi alegria se debe a que te vuelvo a ver, Rodia.

-Basta, mama -dijo el, molesto por tanta locuacidad, estrechando las manos de su madre, pero sin mirarla-. Ya habra tiempo de charlar y comunicarnos nuestra alegria.

Pero al pronunciar estas palabras se turbo y palidecio. Se sentia invadido por un frio de muerte al evocar cierta reciente impresion. De nuevo tuvo que confesarse que habia dicho una gran mentira, pues sabia muy bien que no solamente no volveria a hablar a su madre ni a su hermana con el corazon en la mano, sino que ya no pronunciaria jamas una sola palabra espontanea ante nadie. La impresion que le produjo esta idea fue tan violenta, que casi perdio la conciencia de las cosas momentaneamente, y se levanto y se dirigio a la puerta sin mirar a nadie.

-Pero ?que te pasa?-le dijo Rasumikhine cogiendole del brazo.

Raskolnikof se volvio a sentar y paseo una silenciosa mirada por la habitacion. Todos le contemplaban con un gesto de estupor.

-Pero ?que os pasa que estais tan funebres? -exclamo de subito-. ?Decid algo! ?Vamos a estar mucho tiempo asi? ?Ea, hablad! ?Charlemos todos! No nos hemos reunido para estar mudos. ?Vamos, hablemos!

-?Bendito sea Dios! ?Y yo que creia que no se repetiria el arrebato de ayer! -dijo Pulqueria Alejandrovna santiguandose.

-?Que te ha pasado, Rodia? -pregunto Avdotia Romanovna con un gesto de desconfianza.

-Nada -respondio el joven-: que me he acordado de una tonteria.

Y se echo a reir.

-Si es una tonteria, lo celebro -dijo Zosimof levantandose-. Pues hasta a mi me ha parecido... Bueno, me tengo que marchar. Vendre mas tarde... Supongo que le encontrare aqui.

Saludo y se fue.

-Es un hombre excelente -dijo Pulqueria Alejandrovna.

-Si, un hombre excelente, instruido, perfecto -exclamo Raskolnikof precipitadamente y animandose de subito-. No recuerdo donde lo vi antes de mi enfermedad, pero sin duda lo vi en alguna parte... Y ahi teneis otro hombre excelente -anadio senalando a Rasumikhine-. ?Te ha sido simpatico, Dunia? -pregunto de pronto. Y se echo a reir sin razon alguna.

-Mucho -respondio Dunia.

-?No seas imbecil! -exclamo Rasumikhine poniendose colorado y levantandose.

Pulqueria Alejandrovna sonrio y Raskolnikof solto la carcajada.

-Pero ?adonde vas?

-Tengo que hacer.

-Tu no tienes nada que hacer. De modo que te has de quedar. Tu te quieres marchar porque se ha ido Zosimof. Quedate... ?Que hora es, a todo esto? ?Que preciosidad de reloj, Dunia! ?Quereis decirme por que seguis tan callados? El unico que habla aqui soy yo.

-Es un regalo de Marfa Petrovna--dijo Dunia.

-Un regalo de alto precio -anadio Pulqueria Alejandrovna.

-Pero es demasiado grande. Parece un reloj de hombre.

-Me gusta asi.

"No es un regalo de su prometido", penso Rasumikhine, alborozado.

-Yo creia que era un regalo de Lujine -dijo Raskolnikof. -No, Lujine todavia no le ha regalado nada.

-?Ah!, ?no...? ?Te acuerdas, mama, de que estuve enamorado y queria casarme? -pregunto de pronto, mirando a su madre, que se quedo asombrada ante el giro imprevisto que Rodia habia dado a la conversacion, y tambien ante el tono que habia empleado.

-Si, me acuerdo perfectamente.

Y cambio una mirada con Dunia y otra con Rasumikhine.

-?Bah! Hablando sinceramente, ya lo he olvidado todo. Era una muchacha enfermiza -anadio, pensativo y bajando la cabeza- y, ademas, muy pobre. Tambien era muy piadosa: sonaba con la vida conventual. Un dia, incluso se echo a llorar al hablarme de esto... Si, si; lo recuerdo, lo recuerdo perfectamente... Era fea... En realidad, no se que atractivo veia en ella... Yo creo que si hubiese sido jorobada o coja, la habria querido todavia mas.

Quedo pensativo, sonriendo, y termino:

-Aquello no tuvo importancia: fue una locura pasajera...

-No, no fue simplemente una locura pasajera -dijo Dunetchka, convencida.

Raskolnikof miro a su hermana atentamente, como si no hubiese comprendido sus palabras. Acaso ni siquiera las habia oido. Luego se levanto, todavia absorto, fue a abrazar a su madre y volvio a su sitio.

-?La amas aun? -pregunto Pulqueria Alejandrovna, enternecida.

-?A ella? ?Ahora...? Si... Pero... No, no. Me parece que todo eso paso en otro mundo... ?Hace ya tanto tiempo que ocurrio...! Por otra parte, la misma impresion me produce todo cuanto me rodea.

Y los miro a todos atentamente.

-Vosotros sois un ejemplo: me parece estar viendoos a una distancia de mil verstas... Pero ?para que diablos hablamos de estas cosas...? ?Y por que me interrogais? -exclamo, irritado.

Despues empezo a roerse las unas y volvio a abismarse en sus pensamientos.

-?Que habitacion tan misera tienes, Rodia! Parece una tumba -dijo de subito Pulqueria Alejandrovna para romper el penoso silencio-. Estoy segura de que este cuartucho tiene por lo menos la mitad de culpa de tu neurastenia.

-?Esta habitacion? -dijo Raskolnikof, distraido-. Si, ha contribuido mucho. He reflexionado en ello... Pero ?que idea tan extrana acabas de tener, mama! -anadio con una singular sonrisa.

Se daba cuenta de que aquella compania, aquella madre y aquella hermana a las que volvia a ver despues de tres anos de separacion, y aquel tono familiar, intimo, de la conversacion que mantenian, cuando su deseo era no pronunciar una sola palabra, estaban a punto de serle por completo insoportables.

Sin embargo, habia un asunto cuya discusion no admitia dilaciones. Asi acababa de decidirlo, levantandose. De un modo o de otro, debia quedar resuelto inmediatamente. Y experimento cierta satisfaccion al hallar un modo de salir de la violenta situacion en que se encontraba.

-Tengo algo que decirte, Dunia -manifesto secamente y con grave semblante-. Te ruego que me excuses por la escena de ayer, pero considero un deber recordarte que mantengo los terminos de mi dilema: Lujine o yo. Yo puedo ser un infame, pero no quiero que tu lo seas. Con un miserable hay suficiente. De modo que si te casas con Lujine, dejare de considerarte hermana mia.

-?Pero Rodia! ?Otra vez. Las ideas de anoche? -exclamo Pulqueria Alejandrovna-. ?Por que lo crees infame? No puedo soportarlo. Lo mismo dijiste ayer.

-Oyeme, Rodia -repuso Dunetchka firmemente y en un tono tan seco como el de su hermano-, la discrepancia que nos separa procede de un error tuyo. He reflexionado sobre ello esta noche y he descubierto ese error. La causa de todo es que tu supones que yo me sacrifico por alguien. Esa es tu equivocacion. Yo me caso por mi, porque la vida me parece demasiado dificil. Desde luego, sere muy feliz si puedo ser util a los mios, pero no es este el motivo principal de mi determinacion.

"Miente -se dijo Raskolnikof, mordiendose los labios en un arranque de rabia-. ?La muy orgullosa...! No quiere confesar su proposito de ser mi bienhechora. ?Que caracteres tan viles! Su amor se parece al odio. ?Como los detesto a todos!"

-En una palabra -continuo Dunia-, me caso con Piotr Petrovitch porque de dos males he escogido el menor. Tengo la intencion de cumplir lealmente todo lo que el espera de mi; por lo tanto, no te engano. ?Por que sonries?

Dunia enrojecio y un relampago de colera brillo en sus ojos.

-?Dices que lo cumpliras todo? -pregunto Raskolnikof con aviesa sonrisa.

-Hasta cierto punto, Piotr Petrovitch ha pedido mi mano de un modo que me ha revelado claramente lo que espera de mi. Ciertamente, tiene una alta opinion de si mismo, acaso demasiado alta; pero confio en que sabra apreciarme a mi igualmente... ?Por que vuelves a reirte?

-?Y tu por que te sonrojas? Tu mientes, Dunia; mientes por obstinacion femenina, para que no pueda parecer que te has dejado convencer por mi... Tu no puedes estimar a Lujine. Lo he visto, he hablado con el. Por lo tanto, te casas por interes, te vendes. De cualquier modo que la mires, tu decision es una vileza. Me siento feliz de ver que todavia eres capaz de enrojecer.

-?Eso no es verdad! ?Yo no miento! -exclamo Dunetchka, perdiendo por completo la calma-. No me casaria con el si no estuviera convencida de que me aprecia; no me casaria sin estar segura de que es digno de mi estimacion. Afortunadamente, tengo la oportunidad de comprobarlo muy pronto, hoy mismo. Este matrimonio no es una vileza como tu dices... Por otra parte, si tuvieses razon, si yo hubiese decidido cometer una bajeza de esta indole, ?no seria una crueldad tu actitud? ?Como puedes exigir de mi un heroismo del que tu seguramente no eres capaz? Eso es despotismo, tirania. Si yo causo la perdida de alguien, no sera sino de mi misma... Todavia no he matado a nadie... ?Por que me miras de ese modo...? ?Estas palido...! ?Que te pasa, Rodia...? ?Rodia, querido Rodia!

-?Senor! ?Se ha desmayado! Tu tienes la culpa -exclamo Pulqueria Alejandrovna.

-No, no..., no ha sido nada... Se me ha ido un poco la cabeza, pero no me he desmayado... No piensas mas que en eso... ?Que es lo que yo queria decir...? ?Ah, si! ?De modo que esperas convencerte hoy mismo de que el te aprecia y es digno de tu estimacion? ?Es esto, no? ?Es esto lo que has dicho...? ?O acaso he entendido mal?

-Mama, da a leer a Rodia la carta de Piotr Petrovitch -dijo Dunetchka.

Pulqueria Alejandrovna le entrego la carta con mano temblorosa. Raskolnikof se apodero de ella con un gesto de viva curiosidad. Pero antes de abrirla dirigio a su hermana una mirada de estupor y dijo lentamente, como obedeciendo a una idea que le hubiera asaltado de subito:

-No se por que me ha de preocupar este asunto... Casate con quien quieras.

Parecia hablar consigo mismo, pero habia levantado la voz y miraba a su hermana con un gesto de preocupacion. Al fin, y sin que su semblante perdiera su expresion de estupor, desplego la carta y la leyo dos veces atentamente. Pulqueria Alejandrovna estaba profundamente inquieta y todos esperaban algo parecido a una explosion.

-No comprendo absolutamente nada -dijo Rodia, pensativo, devolviendo la carta a su madre y sin dirigirse a nadie en particular-. Sabe pleitear, como es propio de un abogado, y cuando habla te hace bastante bien. Pero escribiendo es un iletrado, un ignorante.

Sus palabras causaron general estupefaccion. No era este, ni mucho menos, el comentario que se esperaba.

-Todos los hombres de su profesion escriben asi -dijo Rasumikhine con voz alterada por la emocion.

-?Es que has leido la carta?

-Si.

-Tenemos buenos informes de el, Rodia -dijo Pulqueria Alejandrovna, inquieta y confusa-. Nos los han dado personas respetables.

-Es el lenguaje de los leguleyos -dijo Rasumikhine-. Todos los documentos judiciales estan escritos en ese estilo.

-Dices bien: es el estilo de los hombres de leyes, y tambien de los hombres de negocios. No es un estilo de persona iletrada, pero tampoco demasiado literario... En una palabra, es un estilo propio de los negocios.

-Piotr Petrovitch no oculta su falta de estudios -dijo Avdotia Romanovna, herida por el tono en que hablaba su hermano-. Es mas: se enorgullece de deberlo todo a si mismo.

-Desde luego, tiene motivos para estar orgulloso; no digo lo contrario. Al parecer, te ha molestado que esa carta me haya inspirado solamente una observacion poco seria, y crees que persisto en esta actitud solo para mortificarte. Por el contrario, en relacion con este estilo he tenido una idea que me parece de cierta importancia para el caso presente. Me refiero a la frase con que Piotr Petrovitch advierte a nuestra madre que la responsabilidad sera exclusivamente suya si desatiende su ruego. Estas palabras, en extremo significativas, contienen una amenaza. Lujine ha decidido marcharse si estoy yo presente. Esto quiere decir que, si no le obedeceis, esta dispuesto a abandonaros a las dos despues de haceros venir a Petersburgo. ?Que dices a esto? Estas palabras de Lujine ?te ofenden como si vinieran de Rasumikhine, Zosimof o, en fin, de cualquiera de nosotros?

-No -repuso Dunetchka vivamente-, porque comprendo que se ha expresado con ingenuidad casi infantil y que es poco habil en el manejo de la pluma. Tu observacion es muy aguda, Rodia. Te confieso que ni siquiera la esperaba.

-Teniendo en cuenta que es un hombre de leyes, se comprende que no haya sabido decirlo de otro modo y haya demostrado una groseria que estaba lejos de su animo. Sin embargo, me veo obligado a desenganarte. Hay en esa carta otra frase que es una calumnia contra mi, y una calumnia de las mas viles. Yo entregue ayer el dinero a esa viuda tisica y desesperada, no "con el pretexto de pagar el entierro", como el dice, sino realmente para pagar el entierro, y no a la hija, "cuya mala conducta es del dominio publico" (yo la vi ayer por primera vez en mi vida), sino a la viuda en persona. En todo esto yo no veo sino el deseo de envilecerme a vuestros ojos a indisponerme con vosotras. Este pasaje esta escrito tambien en lenguaje juridico, por lo que revela claramente el fin perseguido y una avidez bastante candida. Es un hombre inteligente, pero no basta ser inteligente para conducirse con prudencia... La verdad, no creo que ese hombre sepa apreciar tus prendas. Y conste que lo digo por tu bien, que deseo con toda sinceridad.

Dunetchka nada repuso. Ya habia tomado su decision: esperaria que llegase la noche.

-?Que piensas hacer, Rodia? -pregunto Pulqueria Alejandrovna, inquieta ante el tono reposado y grave que habia adoptado su hijo.

-?A que te refieres?

-Ya has visto que Piotr Petrovitch dice que no quiere verte en nuestra casa esta noche, y que se marchara si... si lo encuentra alli. ?Que haras, Rodia: vendras o no?

-Eso no soy yo el que tiene que decirlo, sino vosotras. Lo primero que debeis hacer es preguntaros si esa exigencia de Piotr Petrovitch no os parece insultante. Sobre todo, es Dunia la que habra de decidir si se siente o no ofendida. Yo -termino secamente- hare lo que vosotras me digais.

-Dunetchka ha resuelto ya la cuestion, y yo soy enteramente de su parecer -respondio al punto Pulqueria Alejandrovna.

-Lo que he decidido, Rodia, es rogarte encarecidamente que asistas a la entrevista de esta noche -dijo Dunia-. ?Vendras?

-Ire.

-Tambien a usted le ruego que venga -anadio Dunetchka dirigiendose a Rasumikhine-. ?Has oido, mama? He invitado a Dmitri Prokofitch.

-Me parece muy bien. Que todo se haga de acuerdo con tus deseos. Celebro tu resolucion, porque detesto la ficcion y la mentira. Que el asunto se ventile con toda franqueza. Y si Piotr Petrovitch se molesta, alla el.



IV

En ese momento, la puerta se abrio sin ruido y aparecio una joven que paseo una timida mirada por la habitacion. Todos los ojos se fijaron en ella con tanta sorpresa como curiosidad. Raskolnikof no la reconocio en seguida. Era Sonia Simonovna Marmeladova. La habia visto el dia anterior -por primera vez-, pero en circunstancias y con un atavio que habian dejado en su memoria una imagen completamente distinta de ella. Ahora iba modestamente, incluso pobremente vestida y parecia muy joven, una muchachita de modales honestos y reservados y carita inocente y temerosa. Llevaba un vestido sumamente sencillo y un sombrero viejo y pasado de moda. Su mano empunaba su sombrilla, unico vestigio de su atavio del dia anterior. Fue tal su confusion al ver la habitacion llena de gente, que perdio por completo la cabeza, como si fuera verdaderamente una nina, y se dispuso a marcharse.

-?Ah! ?Es usted? -exclamo Raskolnikof, en el colmo de la sorpresa. Y de pronto tambien el se sintio turbado.

Recordo que su madre y su hermana habian leido en la carta de Lujine la alusion a una joven cuya mala conducta era del dominio publico. Cuando acababa de protestar de la calumnia de Lujine contra el y de recordar que el dia anterior habia visto por primera vez a la muchacha, he aqui que ella misma se presentaba en su habitacion. Se acordo igualmente de que no habia pronunciado ni una sola palabra de protesta contra la expresion "cuya mala conducta es del dominio publico". Todos estos pensamientos cruzaron su mente en plena confusion y con rapidez vertiginosa, y al mirar atentamente a aquella pobre y ultrajada criatura, la vio tan avergonzada, que se compadecio de ella. Y cuando la muchacha se dirigio a la puerta con el proposito de huir, en su animo se produjo subitamente una especie de revolucion.

-Estaba muy lejos de esperarla -le dijo vivamente, deteniendola con una mirada-. Haga el favor de sentarse. Usted viene sin duda de parte de Catalina Ivanovna. No, ahi no; sientese aqui, tenga la bondad.

Al entrar Sonia, Rasumikhine, que ocupaba una de las tres sillas que habia en la habitacion, se habia levantado para dejarla pasar. Raskolnikof habia empezado por indicar a la joven el extremo del divan que Zosimof habia ocupado hacia un momento, pero al pensar en el caracter intimo de este mueble que le servia de lecho cambio de opinion y ofrecio a Sonia la silla de Rasumikhine.

-Y tu sientate ahi -dijo a su amigo, senalandole el extremo del divan.

Sonia se sento casi temblando y dirigio una timida mirada a las dos mujeres. Se veia claramente que ni ella misma podia comprender de donde habia sacado la audacia necesaria para sentarse cerca de ellas. Y este pensamiento le produjo una emocion tan violenta, que se levanto repentinamente y, sumida en el mayor desconcierto, dijo a Raskolnikof, balbuceando:

-Solo... solo un momento. Perdoneme si he venido a molestarle. Vengo de parte de Catalina Ivanovna. No ha podido enviar a nadie mas que a mi. Catalina Ivanovna le ruega encarecidamente que asista manana a los funerales que se celebraran en San Mitrofan... y que despues venga a casa, a su casa, para la comida... Le suplica que le conceda este honor.

Dicho esto, perdio por completo la serenidad y enmudecio.

-Hare todo lo posible por... No, no faltare -repuso Raskolnikof, levantandose y tartamudeando tambien-. Tenga la bondad de sentarse -dijo de pronto-. He de hablarle, si me lo permite. Ya veo que tiene usted prisa, pero le ruego que me conceda dos minutos.

Le acerco la silla, y Sonia se volvio a sentar. De nuevo la joven dirigio una mirada llena de angustiosa timidez a las dos senoras y seguidamente bajo los ojos. El palido rostro de Raskolnikof se habia tenido de purpura. Sus facciones se habian contraido y sus ojos llameaban.

-Mama -lijo con voz firme y vibrante-, es Sonia Simonovna Marmeladova, la hija de ese infortunado senor Marmeladof que ayer fue atropellado por un coche... Ya os he contado...

Pulqueria Alejandrovna miro a Sonia, entornando levemente los ojos con un gesto despectivo. A pesar del temor que le inspiraba la mirada fija y retadora de su hijo, no pudo privarse de esta satisfaccion. Dunetchka se volvio hacia la pobre muchacha y la observo con grave estupor.

Al oir que Raskolnikof la presentaba, Sonia levanto los ojos, logrando tan solo que su turbacion aumentase.

-Queria preguntarle -dijo Rodia precipitadamente- como han ido hoy las cosas en su casa. ?Las han molestado mucho? ?Les ha interrogado la policia?

-No, todo se ha arreglado sin dificultad. No habia duda sobre las causas de la muerte. Nos han dejado tranquilas. Solo los vecinos nos han molestado con sus protestas.

-?Sus protestas?

-Si, el cadaver llevaba demasiado tiempo en casa y, con este calor, empezaba a oler. Hoy, a la hora de visperas, lo trasladaran a la capilla del cementerio. Catalina Ivanovna se oponia al principio, pero al fin ha comprendido que habia que hacerlo.

-?O sea que hoy se lo llevaran?

-Si, pero las exequias se celebraran manana. Catalina Ivanovna le suplica que asista a ellas y que luego vaya a su casa para participar en la comida de funerales.

-?Hasta comida de funerales...!

-Una sencilla colacion. Tambien me ha encargado que le de las gracias por la ayuda que nos ha prestado. Sin ella, nos habria sido imposible enterrar a mi padre.

Sus labios y su barbilla empezaron a temblar de subito, pero contuvo el llanto y bajo nuevamente los ojos.

Mientras hablaba con ella, Raskolnikof la observaba atentamente. Era menuda y delgada, muy delgada, y palida, de facciones irregulares y un poco angulosas, nariz pequena y afilada y menton puntiagudo. No podia decirse que fuera bonita, pero, en compensacion, sus azules ojos eran tan limpidos y, al animarse, le daban tal expresion de candor y de bondad, que uno no podia menos de sentirse cautivado. Otro detalle caracteristico de su rostro y de toda ella era que representaba menos edad aun de la que tenia. Parecia una nina, a pesar de sus dieciocho anos, infantilidad que se reflejaba, de un modo casi comico, en algunos de sus gestos.

-No comprendo como Catalina Ivanovna ha podido arreglarlo todo con tan escasos recursos, y menos, que todavia le haya sobrado para dar una colacion -dijo Raskolnikof, deseoso de que la conversacion no se interrumpiera.

-El ataud es de los mas modestos y toda la ceremonia sera sumamente sencilla... O sea, que no le costara mucho. Entre ella y yo lo hemos calculado todo exactamente; por eso sabemos que quedara lo suficiente para dar la colacion de funerales. Esto es muy importante para Catalina Ivanovna y no se la debe contrariar... Es un consuelo para ella... Ya sabe usted como es...

-Comprendo, comprendo... Tambien mi habitacion es muy pobre. Mi madre dice que parece una tumba.

-?Y ayer nos entrego usted hasta su ultima moneda! -murmuro Sonetchka bajando de nuevo los ojos.

Otra vez sus labios y su barbilla empezaron a temblar. Apenas habia entrado, le habia llamado la atencion la pobreza del aposento de Raskolnikof. Lo que acababa de decir se le habia escapado involuntariamente.

Hubo un silencio. La mirada de Dunetchka se aclaro y Pulqueria Alejandrovna se volvio hacia Sonia con expresion afable.

-Como es natural, Rodia -dijo la madre, poniendose en pie-, comeremos juntos... Vamonos, Dunetchka. Y tu, Rodia, deberias ir a dar un paseo, despues descansar un rato y luego venir a reunirte con nosotras... lo antes posible. Sin duda te hemos fatigado.

-Ire, ire -se apresuro a contestar Raskolnikof, levantandose-. Ademas, tengo cosas que hacer.

-?Que quieres decir con eso? -exclamo Rasumikhine, mirando fijamente a Raskolnikof-. Supongo que no se te habra pasado por la cabeza comer solo. Dime: ?que piensas hacer?

-Te aseguro que ire. Y tu quedate aqui un momento... ?Podeis dejarmelo para un rato, mama? ?Verdad que no lo necesitais?

-?No, no! Puede quedarse... Pero le ruego, Dmitri Prokofitch, que venga usted tambien a comer con nosotros.

-Yo tambien se lo ruego -dijo Dunia.

Rasumikhine asintio haciendo una reverencia. Estaba radiante. Durante un momento, todos parecieron dominados por una violencia extrana.

-Adios, Rodia. Es decir, hasta luego: no me gusta decir adios... Adios, Nastasia. ?Otra vez se me ha escapado!

Pulqueria Alejandrovna tenia intencion de saludar a Sonia, pero no supo como hacerlo y salio de la habitacion precipitadamente.

En cambio, Avdotia Romanovna, que parecia haber estado esperando su vez, al pasar ante Sonia detras de su madre la saludo amable y gentilmente. Sonetchka perdio la calma y se inclino con temeroso apresuramiento. Por su semblante paso una sombra de amargura, como si la cortesia y la afabilidad de Avdotia Romanovna le hubieran producido una impresion dolorosa.

-Adios, Dunia -dijo Raskolnikof, que habia salido al vestibulo tras ella-. Dame la mano.

-?Pero si ya te la he dado! ?No lo recuerdas? -dijo la joven, volviendose hacia el, entre desconcertada y afectuosa.

-Es que quiero que me la vuelvas a dar.

Rodia estrecho fuertemente la mano de su hermana. Dunetchka le sonrio, enrojecio, liberto con un rapido movimiento su mano y siguio a su madre. Tambien ella se sentia feliz.

-?Todo ha salido a pedir de boca! -dijo Raskolnikof, volviendo al lado de Sonia, que se habia quedado en el aposento, y mirandola con un gesto de perfecta calma, anadio-: Que el Senor de paz a los muertos y deje vivir a los vivos. ?No te parece, no te parece? Di, ?no te parece?

Sonia advirtio, sorprendida, que el semblante de Raskolnikof se iluminaba subitamente. Durante unos segundos, el joven la observo en silencio y atentamente. Todo lo que su difunto padre le habia contado de ella acudio de pronto a su memoria...

-?Dios mio! -exclamo Pulqueria Alejandrovna apenas llego con su hija a la calle-. ?A quien se le diga que me alegro de haber salido de esta casa...! ?He respirado, Dunetchka! ?Quien me habia de decir, cuando estaba en el tren, que me alegraria de separarme de mi hijo!

-Piensa que esta enfermo, mama. ?No lo ves? Acaso ha perdido la salud a fuerza de sufrir por nosotras. Hemos de ser indulgentes con el. Se le pueden perdonar muchas cosas, muchas cosas...

-Sin embargo, tu no has sido comprensiva -dijo amargamente Pulqueria Alejandrovna-. Hace un momento os observaba a los dos. Os pareceis como dos gotas de agua, y no tanto en lo fisico como en lo moral. Los dos sois severos e irascibles, pero tambien arrogantes y nobles. Porque el no es egoista, ?verdad, Dunetchka...? Cuando pienso en lo que puede ocurrir esta noche en casa, se me hiela el corazon.

-No te preocupes, mama: solo sucedera lo que haya de suceder.

-Piensa en nuestra situacion, Dunetchka. ?Que ocurrira si Piotr Petrovitch renuncia a ese matrimonio? -pregunto indiscretamente.

-Solo un hombre despreciable puede ser capaz de semejante accion -repuso Dunetchka con gesto brusco y desdenoso.

Pulqueria Alejandrovna siguio hablando con su acostumbrada volubilidad.

-Hemos hecho bien en marcharnos. Rodia tenia que acudir urgentemente a una cita de negocios. Le hara bien dar un paseo, respirar el aire libre. En su habitacion hay una atmosfera asfixiante. Pero ?es posible encontrar aire respirable en esta ciudad? Las calles son como habitaciones sin ventana. ?Que ciudad, Dios mio! ?Cuidado no te atropellen...! Mira, transportan un piano... Aqui la gente anda empujandose... Esa muchacha me inquieta.

-?Que muchacha?

-Esa Sonia Simonovna.

-?Por que te inquieta?

-Tengo un presentimiento, Dunia. ?Me creeras si te digo que, apenas la he visto entrar, he sentido que es la causa principal de todo?

-?Eso es absurdo! --exclamo Dunia, indignada-. Para los presentimientos eres unica. Ayer la vio por primera vez. Ni siquiera la ha reconocido en el primer momento.

-Ya veremos quien tiene razon... Desde luego, esa joven me inquieta... He sentido verdadero miedo cuando me ha mirado con sus extranos ojos. He tenido que hacer un esfuerzo para no huir... ?Y nos la ha presentado! Esto es muy significativo. Despues de lo que Piotr Petrovitch nos dice de ella en la carta, nos la presenta... No me cabe duda de que esta enamorado de ella.

-No hagas caso de lo que diga Lujine. Tambien se ha hablado y escrito mucho sobre nosotras. ?Es que lo has olvidado...? Estoy segura de que es una buena chica y de que todo lo que se cuenta de ella son estupidas habladurias.

-?Ojala sea asi!

-Y Piotr Petrovitch es un chismoso -exclamo subitamente Dunetchka.

Pulqueria Alejandrovna se contuvo y en este punto termino la conversacion.



-Ven; tenemos que hablar -dijo Raskolnikof a Rasumikhine, llevandoselo junto a la ventana.

-Ya dire a Catalina Ivanovna que vendra usted a los funerales -dijo Sonia precipitadamente y disponiendose a marcharse.

-Un momento, Sonia Simonovna. No se trata de ningun secreto; de modo que usted no nos molesta lo mas minimo... Todavia tengo algo que decirle.

Se volvio de nuevo hacia Rasumikhine y continuo:

-Quiero hablarte de ese..., ?como se llama...? ?Ah, si! Porfirio Petrovitch... Tu le conoces, ?verdad?

-?Como no lo he de conocer si somos parientes? Bueno, ?de que se trata? -pregunto con viva curiosidad.

-Creo que es el el que instruye el sumario de... de ese asesinato que comentabais ayer. ?No?

-Si, ?y que? -pregunto Rasumikhine, abriendo exageradamente los ojos.

-Tengo entendido que ha interrogado a todos los que tenian algun objeto empenado en casa de la vieja. Yo tambien tenia algo empenado..., muy poca cosa..., una sortija que me dio mi hermana cuando me vine a Petersburgo, y el reloj de plata de mi padre. Las dos cosas juntas solo valen cinco o seis rublos, pero como recuerdos tienen un gran valor para mi. ?Que te parece que haga? No quisiera perder esos objetos, especialmente el reloj de mi padre. Hace un momento, temblaba al pensar que mi madre podia decirme que queria verlo, sobre todo cuando estabamos hablando del reloj de Dunetchka. Es el unico objeto que nos queda de mi padre. Si lo perdieramos, a mi madre le costaria una enfermedad. Ya Sabes como son las mujeres. Dime, ?que debo hacer? Ya se que hay que ir a la comisaria para prestar declaracion. Pero si pudiera hablar directamente con Porfirio... ?Que te parece...? Asi se solucionaria mas rapidamente el asunto... Ya veras como, apenas nos sentemos a la mesa, mi madre me habla del reloj.

Rasumikhine dio muestras de una emocion extraordinaria.

-No tienes que ir a la policia para nada. Porfirio lo solucionara todo... Me has dado una verdadera alegria... Y ?para que esperar? Podemos ir inmediatamente. Lo tenemos a dos pasos de aqui. Estoy seguro de que lo encontraremos.

-De acuerdo: vamos.

-Se alegrara mucho de conocerte. ?Le he hablado tantas veces de ti...! Ayer mismo te nombramos... ?De modo que conocias a la vieja? ?Estupendo...! ?Ah! Nos habiamos olvidado de que esta aqui Sonia Ivanovna.

-Sonia Simonovna -rectifico Raskolnikof-. Este es mi amigo Rasumikhine, Sonia Simonovna; un buen muchacho...

-Si se han de marchar ustedes... -comenzo a decir Sonia, cuya confusion habia aumentado al presentarle Rodia a Rasumikhine, hasta el punto de que no se atrevia a levantar los ojos hacia el.

-Vamos -decidio Raskolnikof-. Hoy mismo pasare por su casa, Sonia Simonovna. Haga el favor de darme su direccion.

Dijo esto con desenvoltura pero precipitadamente y sin mirarla. Sonia le dio su direccion, no sin ruborizarse, y salieron los tres.

-No has cerrado la puerta -dijo Rasumikhine cuando empezaban a bajar la escalera.

-No la cierro nunca... Ademas, no puedo. Hace dos anos que quiero comprar una cerradura.

Habia dicho esto con aire de despreocupacion. Luego exclamo, echandose a reir y dirigiendose a Sonia:

-?Feliz el hombre que no tiene nada que guardar bajo llave! ?No cree usted?

Al llegar a la puerta se detuvieron.

-Usted va hacia la derecha, ?verdad, Sonia Simonovna...? ?Ah, oiga! ?Como ha podido encontrarme? -pregunto en el tono del que dice una cosa muy distinta de la que iba a decir. Ansiaba mirar aquellos ojos tranquilos y puros, pero no se atrevia.

-Ayer dio usted su direccion a Poletchka.

-?Poletchka? ?Ah, si; su hermanita! ?Dice usted que le di mi direccion?

-Si, ?no se acuerda?

-Si, si; ya recuerdo.

-Yo habia oido ya hablar de usted al difunto, pero no sabia su nombre. Creo que incluso mi padre lo ignoraba. Pero ayer lo supe, y hoy, al venir aqui, he podido preguntar por "el senor Raskolnikof". Yo no sabia que tambien usted vivia en una pension. Adios. Ya dire a Catalina Ivanovna...

Se sintio feliz al poderse marchar y se alejo a paso ligero y con la cabeza baja. Anhelaba llegar a la primera travesia para quedar al fin sola, libre de la mirada de los dos jovenes, y poder reflexionar, avanzando lentamente y la mirada perdida en la lejania, en todos los detalles, hasta los mas minimos, de su reciente visita. Tambien deseaba repasar cada una de las palabras que habia pronunciado. No habia experimentado jamas nada parecido. Todo un mundo ignorado surgia confusamente en su alma.

De pronto se acordo de que Raskolnikof le habia anunciado su intencion de ir a verla aquel mismo dia, y penso que tal vez fuera aquella misma manana.

-Si al menos no viniera hoy... -murmuro, con el corazon palpitante como un nino asustado-. ?Senor! ?Venir a mi casa, a mi habitacion...! Alli vera...

Iba demasiado preocupada para darse cuenta de que la seguia un desconocido.

En el momento en que Raskolnikof, Rasumikhine y Sonia se habian detenido ante la puerta de la casa, conversando, el desconocido paso cerca de ellos y se estremecio al cazar al vuelo casualmente estas palabras de Sonia:

-... he podido preguntar por el senor Raskolnikof.

Entonces dirigio a los tres, y especialmente a Raskolnikof, al que se habia dirigido Sonia, una rapida pero atenta mirada, y despues levanto la vista y anoto el numero de la casa. Hizo todo esto en un abrir y cerrar de ojos y de modo que no fue advertido por nadie. Luego se alejo y fue acortando el paso, como quien quiere dar tiempo a que otro lo alcance. Habia visto que Sonia se despedia de sus dos amigos y dedujo que se encaminaria a su casa.

"?Donde vivira? -penso-. Yo he visto a esta muchacha en alguna parte. Procurare recordar."