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Re: Достоевский Ф. М. - Преступление и наказание на испанском языке

Sin embargo, las noticias que recibian no tenian, especialmente al principio, nada de consolador para el matrimonio. Sonia contaba a Dunia y a su marido que Rodia estaba siempre sombrio y taciturno, que permanecia indiferente a las noticias de Petersburgo que ella le transmitia, que la interrogaba a veces por su madre. Y cuando Sonia se dio cuenta de que sospechaba la verdad sobre la suerte de Pulqueria Alejandrovna, le dijo francamente que habia muerto, y entonces, para sorpresa suya, vio que Raskolnikof permanecia poco menos que impasible. Aunque concentrado en si mismo y ajeno a cuanto le rodeaba -le explicaba Sonia en una carta-, miraba francamente y con entereza su nueva vida. Se daba perfecta cuenta de su situacion y no esperaba que mejorase en mucho tiempo. No alimentaba vanas esperanzas, contrariamente a lo que suele ocurrir en los casos como el suyo, y no parecia experimentar extraneza alguna en su nuevo ambiente, tan distinto del que habia conocido hasta entonces.

Su salud era satisfactoria. Iba al trabajo sin resistencia ni apresuramiento; no lo eludia, pero tampoco lo buscaba. Se mostraba indiferente respecto a la alimentacion, pero esta era tan mala, exceptuando los domingos y dias de fiesta, que al fin acepto algun dinero de Sonia para poder tomar te todos los dias. Sin embargo, le rogo que no se preocupara por el, pues le contrariaba ser motivo de inquietud para otras personas.

En otra de sus cartas, Sonia les explico que Rodia dormia hacinado con los demas detenidos. Ella no habia visto la fortaleza donde estaban encerrados, pero tenia noticias de que los presos vivian amontonados, en condiciones nada saludables y francamente horribles. Raskolnikof dormia sobre un jergon cubierto por un simple trozo de tela y no deseaba tener un lecho mas comodo.

Si rechazaba todo aquello que podia suavizar su vida, hacerla un poco menos ingrata, no era por principio, sino simplemente por apatia, por indiferencia hacia su suerte. Sonia contaba que, al principio, sus visitas, lejos de complacer a Raskolnikof, lo irritaban. Solo abria la boca para hacerle reproches. Pero despues se acostumbro a aquellas entrevistas, y llegaron a serle tan indispensables, que cayo en una profunda tristeza en cierta ocasion en que Sonia se puso enferma y estuvo algun tiempo sin ir a visitarle.

Los dias de fiesta lo veia en la puerta de la prision o en el cuerpo de guardia, adonde dejaban ir al preso para unos minutos cuando ella lo solicitaba. Los dias laborables iba a verlo en los talleres donde trabajaba o en los cobertizos de la orilla del Irtych.

En sus cartas, Sonia hablaba tambien de si misma. Decia que habia logrado crearse relaciones y obtener cierta proteccion en su nueva vida. Se dedicaba a trabajos de aguja, y como en la ciudad escaseaban las costureras, habia conseguido bastantes clientes. Lo que no decia era que habia logrado que las autoridades se interesaran por la suerte de Raskolnikof y lo excluyeran de los trabajos mas duros.

Al fin, Rasumikhine y Dunia supieron (esta carta, como todas las ultimas de Sonia, parecio a Dunia colmada de un terror angustioso) que Raskolnikof huia de todo el mundo, que sus companeros de prision no le querian, que estaba palido como un muerto y que pasaba dias enteros sin pronunciar una sola palabra.

En una nueva carta, Sonia manifesto que Rodia estaba enfermo de gravedad y se le habia trasladado al hospital del presidio.



II

Hacia tiempo que llevaba la enfermedad en incubacion, pero no era la horrible vida del presidio, ni los trabajos forzados, ni la alimentacion, ni la verguenza de llevar la cabeza rapada e ir vestido de harapos lo que habia quebrantado su naturaleza. ?Que le importaban todas estas miserias, todas estas torturas! Por el contrario, se sentia satisfecho de trabajar: la fatiga fisica le proporcionaba, al menos, varias horas de sueno tranquilo. ?Y que podia importarle la comida, aquella sopa de coles donde nadaban las cucarachas? Cosas peores habia conocido en sus tiempos de estudiante. Llevaba ropas de abrigo adaptadas a su genero de vida. En cuanto a los grilletes, ni siquiera notaba su peso. Quedaba la humillacion de llevar la cabeza rapada y el uniforme de presidiario. Pero ?ante quien podia sonrojarse? ?Ante Sonia? Sonia le temia. Ademas, ?que verguenza podia sentir ante ella? Sin embargo, enrojecia al verla y, para vengarse, la trataba grosera y despectivamente.

Pero su verguenza no la provocaban los grilletes ni la cabeza rapada. Le habian herido cruelmente en su orgullo, y era el dolor de esta herida lo que le atormentaba. ?Que feliz habria sido si hubiese podido hacerse a sf mismo alguna acusacion! ?Que facil le habria sido entonces soportar incluso el deshonor y la verguenza! Pero, por mas que queria mostrarse severo consigo mismo, su endurecida conciencia no hallaba ninguna falta grave en su pasado. Lo unico que se reprochaba era haber fracasado, cosa que podia ocurrir a todo el mundo. Se sentia humillado al decirse que el, Raskolnikof, estaba perdido para siempre por una ciega disposicion del destino y que tenia que resignarse, que someterse al absurdo de este juicio sin apelacion si queria recobrar un poco de calma. Una inquietud sin finalidad en el presente y un sacrificio continuo y esteril en el porvenir: he aqui todo lo que le quedaba sobre la tierra. Vano consuelo para el poder decirse que, transcurridos ocho anos, solo tendria treinta y dos y podria empezar una nueva vida. ?Para que vivir? ?Que provecho tenia? ?Hacia donde dirigir sus esfuerzos? Bien que se viviera por una idea, por una esperanza, incluso por un capricho, pero vivir simplemente no le habia satisfecho jamas: siempre habla querido algo mas. Tal vez la violencia de sus deseos le habia hecho creer tiempo atras que era uno de esos hombres que tienen mas derechos que el tipo comun de los mortales.

Si al menos el destino le hubiera procurado el arrepentimiento, el arrepentimiento punzante que destroza el corazon y quita el sueno, el arrepentimiento que llena el alma de terror hasta el punto de hacer desear la cuerda de la horca o las aguas profundas... ?Con que satisfaccion lo habria recibido! Sufrir y llorar es tambien vivir. Pero el no estaba en modo alguno arrepentido de su crimen. ?Si al menos hubiera podido reprocharse su necedad, como habia hecho tiempo atras, por las torpezas y los desatinos que le habian llevado a la prision! Pero cuando reflexionaba ahora, en los ratos de ocio del cautiverio, sobre su conducta pasada, estaba muy lejos de considerarla tan desatinada y torpe como le habia parecido en aquella epoca tragica de su vida.

"?Que tenia mi idea -se preguntaba- para ser mas estupida que las demas ideas y teorias que circulan y luchan por imponerse sobre la tierra desde que el mundo es mundo? Basta mirar las cosas con amplitud e independencia de criterio, desprenderse de los prejuicios para que mi plan no parezca tan extrano. ?Oh, pensadores de cuatro cuartos! ?Por que os deteneis a medio camino...? ?Por que mi acto os ha parecido monstruoso? ?Por que es un crimen? ?Que quiere decir la palabra "crimen"? Tengo la conciencia tranquila. Sin duda, he cometido un acto ilicito; he violado las leyes y he derramado sangre. ?Pues cortadme la cabeza, y asunto concluido! Pero en este caso, no pocos bienhechores de la humanidad que se aduenaron del poder en vez de heredarlo desde el principio de su carrera debieron ser entregados al suplicio. Lo que ocurre es que estos hombres consiguieron llevar a cabo sus proyectos; llegaron hasta el fin de su camino y su exito justifico sus actos. En cambio, yo no supe llevar a buen termino mi plan... y, en verdad, esto demuestra que no tenia derecho a intentar ponerlo en practica.

Este era el unico error que reconocia; el de haber sido debil y haberse entregado. Otra idea le mortificaba. ?Por que no se habia suicidado? ?Por que habria vacilado cuando miraba las aguas del rio y, en vez de arrojarse, prefirio ir a presentarse a la policia? ?Tan fuerte y tan dificil de vencer era el amor a la vida? Pues Svidrigailof lo habia vencido, a pesar de que temia a la muerte.

Reflexionaba amargamente sobre esta cuestion y no podia comprender que en el momento en que, inclinado sobre el Neva, pensaba en el suicidio, acaso presentia ya su tremendo error, la falsedad de sus convicciones. No comprendia que este presentimiento podia contener el germen de una nueva concepcion de la vida y que le anunciaba su resurreccion.

En vez de esto, se decia que habia obedecido a la fuerza oscura del instinto: cobardia, debilidad...

Observando a sus companeros de presidio, se asombraba de ver como amaban la vida, cuan preciosa les parecia. Incluso creyo ver que este sentimiento era mas profundo en los presos que en los hombres que gozaban de la libertad. ?Que espantosos sufrimientos habian soportado algunos de aquellos reclusos, los vagabundos, por ejemplo! ?Era posible que un rayo de sol, un bosque umbroso, un fresco riachuelo que corre por el fondo de un valle solitario y desconocido, tuviesen tanto valor para ellos; que sonaran todavia, como se suena en una amante, en una fuente cristalina vista tal vez tres anos atras? La veian en sus suenos, con su cerco de verde hierba y con el pajaro que cantaba en una rama proxima. Cuanto mas observaba a aquellos hombres, mas cosas inexplicables descubria.

Si, muchos detalles de la vida del presidio, del ambiente que le rodeaba, eludian su comprension, o acaso el no queria verlos. Vivia como con la mirada en el suelo, porque le era insoportable lo que podia percibir a su alrededor. Pero, andando el tiempo, le sorprendieron ciertos hechos cuya existencia jamas habia sospechado, y acabo por observarlos atentamente. Lo que mas le llamo la atencion fue el abismo espantoso, infranqueable, que se abria entre el y aquellos hombres. Era como si el perteneciese a una raza y ellos a otra. Unos y otros se miraban con hostil desconfianza. El conocia y comprendia las causas generales de este fenomeno, pero jamas habia podido imaginarse que tuviesen tanta fuerza y profundidad. En el penal habia politicos polacos condenados al exilio en Siberia. Estos consideraban a los criminales comunes como unos ignorantes, unos brutos, y los despreciaban. Raskolnikof no compartia este punto de vista. Veia claramente que, en muchos aspectos, aquellos brutos eran mas inteligentes que los polacos. Tambien habia rusos (un oficial y varios seminaristas) que miraban con desden a la plebe del penal, y Raskolnikof los consideraba igualmente equivocados.

A el nadie le queria: todos se apartaban de su lado. Acabaron por odiarle. ?Por que? lo ignoraba. Le despreciaban y se burlaban de el. Igualmente se mofaban de su crimen condenados que habian cometido otros crimenes mas graves.

-Tu eres un senorito -le decian-. Eso de asesinar a hachazos no se ha hecho para ti.

-No son cosas para la gente bien.

La segunda semana de cuaresma le correspondio celebrar la pascua con los presos de su departamento. Fue a la iglesia y asistio al oficio con sus companeros. Un dia, sin que se supiera por que, se produjo un altercado entre el y los demas presos. Todos se arrojaron sobre el furiosamente.

-Tu eres un ateo; tu no crees en Dios -le gritaban-. Mereces que te maten.

El no les habia hablado de Dios ni de religion jamas. Sin embargo, querian matarlo por infiel. Rodia no contesto. Uno de los reclusos, ciego de colera, se fue hacia el, dispuesto a atacarlo. Raskolnikof le espero en silencio, con una calma absoluta, sin parpadear, sin que ni un solo musculo de su cara se moviera. Un guardian se interpuso a tiempo. Si hubiese tardado un minuto en intervenir, habria corrido la sangre.

Habia otra cuestion que no conseguia resolver. ?Por que estimaban todos tanto a Sonia? Ella no hacia nada para atraerse sus simpatias. Los penados solo la podian ver de tarde en tarde en los astilleros o en los talleres adonde iba a reunirse con Raskolnikof. Sin embargo, todos la conocian y todos sabian que Sonetchka le habia seguido al penal. Estaban al corriente de su vida y conocian su direccion. Ella no les daba dinero ni les prestaba ningun servicio. Solamente una vez, en Navidad, hizo un regalo a todos los presos: pasteles y panes rusos.

Pero, insensiblemente, las relaciones entre ellos y Sonia fueron estrechandose. La muchacha escribia cartas a los presos para sus familias y despues las echaba al correo. Cuando los deudos de los reclusos iban a la ciudad para verlos, ellos les indicaban que enviaran a Sonia los paquetes e incluso el dinero que quisieran remitirles. Las esposas y las amantes de los presidiarios la conocian y la visitaban. Cuando Sonia iba a ver a Raskolnikof a los lugares donde trabajaba con sus companeros, o cuando se encontraba con un grupo de penados que iba camino del lugar de trabajo, todos se quitaban el gorro y la saludaban.

-Querida Sonia Simonovna, tu eres nuestra tierna y protectora madrecita -decian aquellos presidiarios, aquellos hombres groseros y duros a la fragil mujercita.

Ella contestaba sonriendo y a ellos les encantaba esta sonrisa.

Adoraban incluso su manera de andar. Cuando se marchaba, se volvian para seguirla con la vista y se deshacian en alabanzas. Alababan hasta la pequenez de su figura. Ya no sabian que elogios dirigirle. Incluso la consultaban cuando estaban enfermos.

Raskolnikof paso en el hospital el final de la cuaresma y la primera semana de pascua. Al recobrar la salud se acordo de las visiones que habia tenido durante el delirio de la fiebre. Creyo ver el mundo entero asolado por una epidemia espantosa y sin precedentes, que se habia declarado en el fondo de Asia y se habia abatido sobre Europa. Todos habian de perecer, excepto algunos elegidos. Triquinas microscopicas de una especie desconocida se introducian en el organismo humano. Pero estos corpusculos eran espiritus dotados de inteligencia y de voluntad. Las personas afectadas perdian la razon al punto. Sin embargo -cosa extrana-, jamas los hombres se habian creido tan inteligentes, tan seguros de estar en posesion de la verdad; nunca habian demostrado tal confianza en la infalibilidad de sus juicios, de sus teorias cientificas, de sus principios morales. Aldeas, ciudades, naciones enteras se contaminaban y perdian el juicio. De todos se apoderaba una mortal desazon y todos se sentian incapaces de comprenderse unos a otros. Cada uno creia ser el unico poseedor de la verdad y miraban con piadoso desden a sus semejantes. Todos, al contemplar a sus semejantes, se golpeaban el pecho, se retorcian las manos, lloraban... No se ponian de acuerdo sobre las sanciones que habia que imponer, sobre el bien y el mal, sobre a quien habia que condenar y a quien absolver. Se reunian y formaban enormes ejercitos para lanzarse unos contra otros, pero, apenas llegaban al campo de batalla, las tropas se dividian, se rompian las formaciones y los hombres se estrangulaban y devoraban unos a otros.

En las ciudades, las trompetas resonaban durante todo el dia. Todos los hombres eran llamados a las armas, pero ?por quien y para que? Nadie podia decirlo y el panico se extendia por todas partes. Se abandonaban los oficios mas sencillos, pues cada trabajador proponia sus ideas, sus reformas, y no era posible entenderse. Nadie trabajaba la tierra. Aqui y alla, los hombres formaban grupos y se comprometian a no disolverse, pero poco despues olvidaban su compromiso y empezaban a acusarse entre si, a contender, a matarse. Los incendios y el hambre se extendian por toda la tierra. Los hombres y las cosas desaparecian. La epidemia seguia extendiendose, devastando. En todo el mundo solo tenian que salvarse algunos elegidos, unos cuantos hombres puros, destinados a formar una nueva raza humana, a renovar y purificar la vida humana. Pero nadie habia visto a estos hombres, nadie habia oido sus palabras, ni siquiera el sonido de su voz.

Raskolnikof estaba amargado, pues no lograba librarse de la penosa impresion que le habia causado aquel sueno absurdo. Era ya la segunda semana de pascua. Los dias eran tibios, claros, verdaderamente primaverales. Se abrieron las ventanas del hospital, todas enrejadas y bajo las cuales iba y venia un centinela. Durante toda la enfermedad de Rodia, Sonia solo le habia podido ver dos veces, pues se necesitaba para ello una autorizacion sumamente dificil de obtener. Pero habia ido muchos dias, sobre todo al atardecer, al patio del hospital para verlo desde lejos, un momento y a traves de las rejas.

Una tarde, cuando ya estaba casi curado, Raskolnikof se durmio. Al despertar se acerco distraidamente a la ventana y vio a Sonia de pie junto al portal. Parecia esperar algo. Raskolnikof se estremecio: habia sentido una dolorosa punzada en el corazon. Se aparto a toda prisa de la ventana. Al dia siguiente Sonia no aparecio; al otro, tampoco. Rodia se dio cuenta de que la esperaba ansiosamente. Al fin dejo el hospital. Ya en el presidio, sus companeros le informaron de que Sonia Simonovna estaba enferma. Profundamente inquieto, Raskolnikof envio a preguntar por ella. En seguida supo que su enfermedad no tenia importancia. Sonia, al saber que su estado preocupaba a Rodia, le escribio una carta con lapiz para decirle que estaba mucho mejor y que solo padecia un enfriamiento. Ademas, le prometia ir a verlo lo antes posible al lugar donde trabajaba. El corazon de Raskolnikof empezo a latir con violencia.

Era un dia calido y hermoso. A las seis de la manana, Rodia se dirigio al trabajo: a un horno para cocer alabastro que habian instalado a la orilla del rio, en un cobertizo. Solo tres hombres trabajaban en este horno. Uno de ellos se fue a la fortaleza, acompanado de un guardian, en busca de una herramienta; otro estaba encendiendo el horno. Raskolnikof salio del cobertizo, se sento en un monton de maderas que habia en la orilla y se quedo mirando el rio ancho y desierto. Desde la alta ribera se abarcaba con la vista una gran extension del pais. En un punto lejano de la orilla opuesta, alguien cantaba y su cancion llegaba a oidos del preso. Alli, en la estepa infinita inundada de sol, se alzaban aqui y alla, como puntos negros apenas perceptibles, las tiendas de campana de los nomadas. Alli reinaba la libertad, alli vivian hombres que no se parecian en nada a los del presidio. Se tenia la impresion de que el tiempo se habia detenido en la epoca de Abraham y sus rebanos. Raskolnikof contemplaba el lejano cuadro con los ojos fijos y sin hacer el menor movimiento. No pensaba en nada: dejaba correr la imaginacion y miraba. Pero, al mismo tiempo, experimentaba una vaga inquietud.

De pronto vio a Sonia a su lado. Se habia acercado en silencio y se habia sentado junto a el. Era todavia temprano y el fresco matinal se dejaba sentir. Sonia llevaba su vieja y raida capa y su chal verde. Su cara, delgada y palida, conservaba las huellas de su enfermedad. Sonrio al preso con expresion amable y feliz y, como de costumbre, le tendio timidamente la mano.

Siempre hacia este movimiento con timidez. A veces, incluso se abstenia de hacerlo, por temor a que el rechazara su mano, pues le parecia que Rodia la tomaba a la fuerza. En algunas de sus visitas incluso daba muestras de enojo y no abria la boca mientras ella estaba a su lado. Habia dias en que la joven temblaba ante su amigo y se separaba de el profundamente afligida. Esta vez, por el contrario, sus manos permanecieron largo rato enlazadas. Rodia dirigio a Sonia una rapida mirada y bajo los ojos sin pronunciar palabra. Estaban solos. Nadie podia verlos. El guardian se habia alejado. De subito, sin darse cuenta de lo que hacia y como impulsado por una fuerza misteriosa Raskolnikof se arrojo a los pies de la joven, se abrazo a sus rodillas y rompio a llorar. En el primer momento, Sonia se asusto. Mortalmente palida, se puso en pie de un salto y le miro, temblorosa. Pero al punto lo comprendio todo y una felicidad infinita centelleo en sus ojos. Sonia se dio cuenta de que Rodia la amaba: si, no cabia duda. La amaba con amor infinito. El instante tan largamente esperado habia llegado.

Querian hablar, pero no pudieron pronunciar una sola palabra. Las lagrimas brillaban en sus ojos. Los dos estaban delgados y palidos, pero en aquellos rostros ajados brillaba el alba de una nueva vida, la aurora de una resurreccion. El amor los resucitaba. El corazon de cada uno de ellos era un manantial de vida inagotable para el otro. Decidieron esperar con paciencia. Tenian que pasar siete anos en Siberia. ?Que crueles sufrimientos, y tambien que profunda felicidad, llenaria aquellos siete anos! Raskolnikof estaba regenerado. Lo sabia, lo sentia en todo su ser. En cuanto a Sonia, solo vivia para el.

Al atardecer, cuando los presos fueron encerrados en los dormitorios, Rodia, echado en su lecho de campana, penso en Sonia. Incluso le habia parecido que aquel dia, todos aquellos companeros que antes habian sido enemigos de el le miraban de otro modo. El les habia dirigido la palabra, y todos le habian contestado amistosamente. Ahora se acordo de este detalle, pero no sintio el menor asombro. ?Acaso no habia cambiado todo en su vida?

Pensaba en Sonia. Se decia que la habia hecho sufrir mucho. Recordaba su palida y delgada carita. Pero estos recuerdos no despertaban en el ningun remordimiento, pues sabia que a fuerza de amor compensaria largamente los sufrimientos que le habia causado.

Por otra parte, ?que importaban ya todas estas penas del pasado? Incluso su crimen, incluso la sentencia que le habia enviado a Siberia, le parecian acontecimientos lejanos que no le afectaban.

Ademas, aquella noche se sentia incapaz de reflexionar largamente, de concentrar el pensamiento. Solo podia sentir. Al razonamiento se habia impuesto la vida. La regeneracion alcanzaba tambien a su mente.

En su cabecera habia un Evangelio. Lo cogio maquinalmente. El libro pertenecia a Sonia. Era el mismo en que ella le habia leido una vez la resurreccion de Lazaro. Al principio de su cautiverio, Raskolnikof espero que Sonia le perseguiria con sus ideas religiosas. Se imagino que le hablaria del Evangelio y le ofreceria libros piadosos sin cesar. Pero, con gran sorpresa suya, no habia ocurrido nada de esto: ni una sola vez le habia propuesto la lectura del Libro Sagrado. El mismo se lo habia pedido algun tiempo antes de su enfermedad, y ella se lo habia traido sin hacer ningun comentario. Aun no lo habia abierto.

Tampoco ahora lo abrio. Pero un pensamiento paso veloz por su mente.

"?Acaso su fe, o por lo menos sus sentimientos y sus tendencias, pueden ser ahora distintos de los mios?"

Sonia se sintio tambien profundamente agitada aquel dia y por la noche cayo enferma. Se sentia tan feliz y habia recibido esta dicha de un modo tan inesperado, que experimentaba incluso cierto terror.

?Siete anos! ?Solo siete anos! En la embriaguez de los primeros momentos, poco falto para que los dos considerasen aquellos siete anos como siete dias. Raskolnikof ignoraba que no podria obtener esta nueva vida sin dar nada por su parte, sino que tendria que adquirirla al precio de largos y heroicos esfuerzos...

Pero aqui empieza otra historia, la de la lenta renovacion de un hombre, la de su regeneracion progresiva, su paso gradual de un mundo a otro y su conocimiento escalonado de una realidad totalmente ignorada. En todo esto habria materia para una nueva narracion, pero la nuestra ha terminado.

FIN

Возможна вычитка перевода и не самая качественная, но и она надеюсь оказалась по вашим меркам вполне приемлемой.